UN TAL Jesús PDF

Preview

Summary

hgfgfhjhghgfhg...

Description

UN TAL JESÚS: La cosa empezó en Galicia. Mi nombre es Juan. Desde Patmos, una islita verde perdida en el mar de Grecia, no dejo de recordar a Jesús de Nazaret, el hijo de María, a quien conocí tan de cerca. Verán, la cosa empezó en Galilea. Galilea es la provincia del norte de Palestina. Sobre todo, en primavera, Galilea parece un inmenso jardín. Bueno, La Flor que, en nuestro idioma arameo, se dice Nazaret. María - Sí, Susana, ya me enteré. Susana - Cuando una palmera nace torcida, no hay Dios que la enderece. María - Y terminará peor, Susana. Susana - Pero la madre tiene la culpa, eso digo yo. María - No son los malos ejemplos, Susana. Susana - No hables así de Jesús. Susana - Lo que pasa, comadre María, es que tu hijo no se conforma con poco. Seguro que anda buscando novia fuera de Nazaret. María - Sí, también es verdad. Oye, María, antes que se me olvide, dile a tu hijo que se dé una vuelta por mi casa, que tengo otra vez el muro derrumbándose. Muchacha - ¡Pues no chacharees tanto y date prisa! De aquel caserío no había salido nadie importante. De Nazaret no sale nada bueno, así decían los vecinos del pueblo de Caná. Los nazarenos eran muy pobres. Vivía con su único hijo, un hombretón alto y simpático, con el rostro moreno quemado por el sol y la barba bien negra. Se llamaba Jesús. María - Deja ya ese martillo y ven, que se va a enfriar la comida... ¡Jesús! En mala hora le dije a ese romano que sabía fabricar herraduras. Jesús - No te quejes, que estas lentejas las vamos a comer gracias a las herraduras. El romano me pagó un denario por adelantado. María - Anda hijo, reza la bendición. Jesús - ¿Por qué corta? María - Porque la comida está corta también. Pan y lentejas, nada más. Bueno, dame un poco de vino que tengo la garganta más caliente que el martillo. María - No hay vino, hijo. Jesús - Acabaré como las ranas con tanta agua fresca. Pobre mujer, con tanto muchacho... ¿No tienes apetito, Jesús? ¿Estás enfermo? María - No estás comiendo nada. Jesús - No me pasa nada, de verdad. María - Tú te traes algo entre manos. María - No, no seas mentiroso. Que el Benjamín ése se fue al Jordán, a ver al profeta. Jesús - Pues sí, adivinaste. María - No, yo no me pongo triste. Jesús - Pues pocas cosas pueden robarme a mí. O inventándose alguna manera de ganarse el pan, como Jesús. Jesús - Bueno, Susana, esta pared está más firme que las murallas de Jerusalén. Ay, moreno, eres un encanto... Ven, llévale a tu madre esta gallina. Susana - Adiós, Jesús. Jesús - Susana me pagó con esta gallina. María - Amárrala a ese palo, anda.

Jesús - Nada. Pero toda la gente quiere ver y escuchar al profeta Juan. María - Sí, Isabel era tía mía. Pero ya sabes que en Galilea todos somos parientes de todos. Y que Juan habla, grita, echa fuego por la boca. María - Cuidado no te quemes. Jesús - ¿Qué es peligroso? María - Lo que está haciendo Juan. Agitando a la gente. Jesús - Ojalá hubiera mil lenguas como la de Juan, mil valientes que le dijeran la verdad al pueblo. María - Habría entonces mil pescuezos cortados y mil madres llorando a sus hijos. Jesús - O sea, que a ti la vejez te ha dado por ser cobarde. María - Lo primero, que no soy cobarde. Jesús - Volveré pronto, te lo prometo. María - No me lo creo. Jesús - Mamá, quiero ir. María - Ahí quería llegar yo. María - Sí, hijo, ya lo sé. Jesús - Lo que dije antes. Te has puesto cobarde con los años. Y todos los días le rezo al Señor para que los pobres al fin salgamos de esta miseria. Jesús - No basta rezar, mamá. Hay que hacer algo como Juan. María - Ya sacaste las orejas. Me saldrían las palabras más torcidas que estas herraduras. Y a los pocos días, Jesús se levantó bien temprano, se echó encima su vieja túnica, tomó una rama seca como bastón y se puso en camino rumbo al río Jordán, donde estaba Juan, el profeta....