[02La Mascarada-Melissa de la Cruz PDF

Title [02La Mascarada-Melissa de la Cruz
Author A. Marmolejo Jiménez
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Summary

~1~ Translated by Dana ~2~ Ilse se acostumbró tanto para disfrazarnos en otros, que por fin somos disfrazados a nosotros. —Francois Duc de la Rochefoucauld …La cosa que soy se está convirtiendo en algo más…. La sombra está proyectada. —Bauhaus, "Mask” Translated by Dana ~3~ CAPÍTULO 1 Las palom...


Description

~1~

~2~

Ilse se acostumbró tanto para disfrazarnos en otros, que por fin somos disfrazados a nosotros. —Francois Duc de la Rochefoucauld

…La cosa que soy se está convirtiendo en algo más…. La sombra está proyectada. —Bauhaus, "Mask”

~3~

CAPÍTULO 1 Las palomas se han apoderado de St. Mark Square. Cientos de ellas: gorda, gris, rechoncha, y callada, picoteando los trozos de sfogliatelle y pane uva migas de pan que los turistas arrojaban descuidadamente. Era mediodía, pero el sol estaba escondido entre las nubes, y una sombría nube había caído sobre la ciudad. Las góndolas estaban alineadas sobre los muelles, vacíos, sus gondoleros con poleras a rayas inclinándose sobre sus remos, esperando a los clientes que no llegaban. Las aguas estaban en marea baja, la oscura mancha de los más altos niveles visible sobre las fachadas de los edificios. Schuyler Van Alen descansaba sus codos sobre la mesa desvencijada del café y puso su cabeza entre sus manos, entonces la parte inferior de su mejilla estaba escondida bajo su gran sweater de cuello alto. Ella era un vampiro Sangre Azul, la última de los Van Alen – una importante familia conocida en Nueva York quienes influían y generosamente habían contribuido en la fundación de Manhattan hoy en día. Erase una vez, el nombre Van Alen había sido sinónimo de poder, privilegio y patrocinio. Pero eso fue hace mucho tiempo atrás, y la fortuna de la familia había disminuido por muchos años: Schuyler se familiarizaba más con ser tacaña que ir de compras. Sus vestimentas – el sweater negro de cuello alto que colgaba bajo su cadera, pitillos cortados, una chaqueta antibalas del ejército, y botas de motociclista para dar palizas – estaban abandonadas en una tienda de segunda mano. En cualquier otra chica, el andrajoso conjunto podía verse como si hubiesen sido tiradas juntas por un vagabundo, peor sobre Schuyler el ropaje se volvía igual que la realeza, y la hacía delicada, rasgos en forma de corazón hasta más atractiva. Con su cutis pálido, y marfil, un par de ojos azul profundo, y una masa de oscuro cabello negro azulado, ella era una criatura despampanante e increíblemente encantadora. Su belleza la hacía aún más benévola cuando sonreía, aunque había una pequeña oportunidad de eso esa mañana. “Anímate”, dijo Oliver Hazard-Perry, alzando una pequeña copa de café express a sus labios. “Lo que sea que suceda, o lo que no suceda, al menos tenemos un poco de descanso. Y esta ciudad no se ve magnífica? Vamos, debes admitir que estar en Venecia es mucho mejor que estar atrapado en el laboratorio de química”. Oliver había sido el mejor amigo de Schuyler desde la infancia un desgarbado, pelo lacio, joven apuesto, con una rápida sonrisa y unos amables ojos avellana. Él era su confidente y su cómplice y, como ella había aprendido no hace mucho tiempo, su humano Conducto – tradicionalmente un asistente de vampiro, una postura de elevada servidumbre. Oliver había sido fundamental en llevarlos de Nueva York a Venecia en un corto periodo de tiempo. Él estaba dispuesto de convencer a su padre de que los dejara acompañarlo al viaje de negocios a Europa.

~4~ A pesar de las alentadoras palabras de Oliver, Schuyler estaba abatida. Era su último día en Venecia y ellos no habían encontrado nada. Mañana ellos viajarían de vuelta a Nueva York con las manos vacías, su viaje un completo fracaso. Ella comenzó a quitar la etiqueta de su botella Pellegrino, sacándola cuidadosamente que se desenrolló en una larga y delgada tira de papel verde. Ella no quería rendirse tan luego. Casi dos meses antes, la abuela de Schuyler, Cordelia Van Alen, había sido atacada por un Sangre Plateada, el enemigo mortal de los vampiros Sangre Azul. Schuyler había aprendido eso de Cordelia, como los Sangre Azul y los Sangre Plateada eran ángeles caídos, condenados a vivir sus vidas eternas en la tierra. Sin embargo, a diferencia de los Sangre Azul, los vampiros Sangre Plateada habían jurado lealtad al desterrado Príncipe del Cielo, Lucifer, y habían rehusado obedecer el Código de los Vampiros, una estricta ley de ética que los Sangre Azul esperaban que les ayudaría a traer el eventual regreso al Paraíso. Cordelia había sido el guardián legal de Schuyler. Schuyler nunca había conocido a sus padres: su padre murió antes que ella naciera, y su madre estaba en un coma poco después de dar a luz a ella. La mayoría de la infancia de Schuyler, Cordelia fue fría y distante, pero ella era la única familia que Schuyler tenía en el mundo, y para mejor o peor, ella había amado a su abuela. “Ella estaba segura que él estaría aquí”, dijo Schuyler, desconsoladamente lanzando migas de pan a las palomas que se habían congregado bajo su mesa. Había algo más que ella estaba diciendo desde que ellos llegaron a Venecia. Los Sangre Plateada atacaron a Cordelia dejándola debilitarse, pero antes de que su abuela haya sucumbido al estado pasivo (los vampiros Sangre Azul continuaban reencarnando en seres inmortales), ella presionó a Schuyler la necesidad de encontrar a su abuelo perdido, Lawrence Van Alen, quien ella creía que tenía la clave para derrotar a los Sangre Plateada. En su último respiro, la abuela de Schuyler le ordenó a que viajara a Venecia, a revisar las torcidas calles de la ciudad y serpenteando canales por cualquier señal de él. “Pero hemos buscado por todas partes. Nadie ha oído siquiera de un Lawrence Van Alen, o un Dr. John Carver”, suspiró Oliver, señalando que ellos habían hecho docenas de preguntas en la universidad, en el Bar Harry en el Cipriani, y en cada hotel, villa, y pensión en medio. John Carver tenía el nombre Lawrence que había sido tomado durante la estadía del Plymouth. “Lo sé. Estoy comenzando a pensar que él ni siquiera existió”, contestó Schuyler. “Quizás ella estaba equivocada – demasiado débil y desorientada y confundida sobre donde enviarte”, sugirió Oliver. “Esto podía acabar siendo solo una pérdida de tiempo”. Schuyler reflexionó la posibilidad. Quizás Cordelia había estado equivocada, y quizás Charles Force, el líder de los Sangre Azul, estaba en lo correcto después de todo. Pero

~5~ la pérdida de su abuela la había afectado muchísimo, y Schuyler estaba prestando atención a una afiebrada determinación de cumplir el último deseo de la anciana. “No puedo pensar de ese modo, Ollie. Si lo hiciera, entonces me estaría rindiendo. Debo encontrarlo. Debo encontrar a mi abuelo. Duele demasiado pensar sobre lo que dijo Charles Force…”. “Qué te dijo?”, preguntó Oliver. Schuyler había mencionado la conversación que ella había tenido con Charles antes de que ellos se fueran, pero guardó los detalles vagos. “Él dijo…”, Schuyler cerró sus ojos y recordó el tenso encuentro. Ella había ido a visitar a su madre al hospital. Allegra Van Alen etaba más hermosa y remota como nunca, una mujer que sobrevivía ente la vida y la muerte. Ella estaba en un estado catatónico un poco después de que Schuyler naciera. Schuyler no estaba sorprendida de encontrar al hombre visitante al lado de la cama de su madre. Charles Force estaba arrodillado en la cama, pero se levantó rápidamente y limpió sus ojos cuando vio a Schuyler. Schuyler sintió una punzada de lástima por el hombre. Solo un mes atrás, ella había creído que él era la personificación del demonio, hasta lo había acusado de ser un Sangre Plateada. Como quitar la marca que había hecho. Charles Force era Micheal, Puro de Corazón, uno de los arcángeles que voluntariamente habían escogido exiliarse del Cielo para ayudar a sus hermanos que habían sido expulsados durante la revolución de Lucifer y condenados a vivir sus vidas en la tierra como un Sangre Azul. Él era un vampiro solo por opción, sin pecado. Su madre, Allegra Van Alen era la única otra vampiro que compartió su distinción. Allegra era Gabrielle, la Incorrupta, la Virtuosa. Michael y Gabrielle tenían una larga y enredada historia. Ellos eran vampiros gemelos, lazo de sangre del otro, y habían nacido como hermano y hermana en este ciclo. El vínculo era una promesa inmortal entre los Sangre Azul, pero Gabrielle había renunciado a la promesa cuando tomó al padre de Schuyler un Sangre Roja, su humano conocido, a su vez como su esposo. “Sabes por qué tu madre está en coma? O eligió estar en coma?”, preguntaba Charles. Schuyler asintió. “Ella juró jamás volver a tomar otro humano conocido después de que mi padre muriera. Cordelia dijo que era porque ella quería morir”. “Pero ella no puede. Es un vampiro. Entonces vive”, dijo Charles amargamente. “Si a eso puedes llamarle vivir”. “Es su elección”, dijo Schuyler, con una voz pareja. A ella no le gustó la opinión inherente de las palabras de Charles. “Elección”, maldijo Charles. “Un concepto romántico, pero nada más”. Se volteó hacia Schuyler. “Escuché que irás a Venecia”. Schuyler asintió. “Nos vamos mañana. A buscar a mi abuelo”, declaró. Es dicho que la hija de Gabrielle nos traerá la salvación que hemos buscado, le había dicho su abuela. Solo tu abuelo sabe como derrotar a los Sangre Plateada. Él te ayudará.

~6~ Cordelia había explicado que desde el inicio de la historia del mundo, los Sangre Plateada se han alimentado de los Sangre Azul, consumiendo su sangre y sus recuerdos. Los últimos ataques conocidos habían sucedido en Plymouth, cuando los vampiros habían cruzado al nuevo mundo. Cuatrocientos años después, en la ciudad de Nueva York, cuando Schuyler había comenzado su segundo año en la escuela elite Duchesne, los ataques comenzaron otra vez. La primera víctima fue una compañera de clases – Aggie Carondolet. Poco después de la muerte de Aggie, el número de muertos había incrementado. Más alarmante para Schuyler, todos los asesinatos eran hacia jóvenes Sangre Azul, tomados durante su periodo más vulnerable entre los quince años y los veintiuno, antes de que estuvieran en completo control de sus poderes. “Lawrence Van Alen está marginado, en exilio”, dijo Charles Force. “No encontrarás nada más que confusión y pena si viajas a Venecia”, declaró el magnate con la mirada férrea. “No me importa”, dijo Schuyler entre dientes, con la mirada baja. Ella agarró la basta de su sweater fuertemente, haciéndola nudo. “Aún se rehúsa a admitir que los Sangre Plateada regresaron. Y ya ha habido muchos de nosotros que han sido tomados”. La última muerte sucedió poco después del funeral de su abuela. Summer Amory, la última debutante del año, había sido encontrada drenada en su apartamento penthouse en Trump Tower. La peor parte sobre los Sangre Plateada es que ellos no traen la muerte – ellos traen un destino peor que la muerte. El Código de los Vampiros expresamente prohíbe realizar la Caerimonia Osculor, el Beso Sagrado, la alimentación en sangre – con nuestra propia especia. La Caerimonia es un ritual regular, con reglas estrictas. Los humanos no deben ser jamás abusados, o drenados completamente. Pero Lucifer y sus legiones descubrieron que si realizaban el Beso sobre otro vampiro en lugar de humanos, los hacía más poderosos. Los Sangre Roja tenían la fuerza vital de solo un ser, mientras que los Sangre Azul eran más potentes, teniendo un inmortal baluarte de conocimiento. Los Sangre Plateada consumían la sangre de los vampiros y sus recuerdos, absorbiéndolos hasta la completa disipación, haciendo de los Sangre Azul un esclavo en una consciencia demente. Los Sangre Plateada eran varios seres atrapados en un solo caparazón, para siempre. Abominaciones. Charles Force frunció el ceño profundamente. “Los Sangre Plateada han sido desterrados. Es imposible. Hay otra explicación para lo que ha sucedido. El Comité está investigando”. “El Comité no está haciendo nada! El Comité continuará sin hacer nada!”, discutió Schuyler. Ella sabía la historia que Charles Force se aferraba para que los Sangre Azul ganaran la batalla final en la antigua Roma, cuando él había derrotado a Lucifer, entonces conocido como el maníaco emperador Sangre Plateada Calígula, y lo envió a los fuegos del infierno con su espada de oro. “Como quieras”, suspiró Charles. “No puedo detenerte de ir a Venecia, pero debo advertirte que Lawrence no es ni la mitad del hombre que Cordelia deseaba que fuera”.

~7~ Él levantó la mejilla de Schuyler, mientras ella lo miraba con desafío. “Deberías cuidarte, hija de Allegra”, dijo en un tono amable. Schuyler se estremecía ante el recuerdo de su toque. Las pasadas dos semanas no había hecho nada pero porbar que Charles Force podía haber sabido de lo que estaba hablando. Quizás Schuyler debería parar de hacer preguntas, volver a Nueva York, y ser una buena chica, una buena Sangre Azul. Una que no preguntaba los motivos o el actuar del Comité. Una que su único problema era que vestir para el Baile Four Hundred en el St. Regis. Apagó sus explosiones y miraba suplicando hacia la mesa a su mejor amigo. Oliver había sido un apoyo fiel. Él había estado a su lado desde el principio de toda esta terrible experiencia, y durante los caóticos días después del funeral de su abuela. “Sé que está aquí, puedo sentirlo”, dijo Schuyler. “Desearía que no tuviéramos que irnos tan pronto”, puso la botella, sin su etiqueta, de vuelta en la mesa. El mesero volvió con la cuenta, y Oliver rápidamente deslizó su tarjeta de crédito en la placa de cuero antes de que Schuyler pudiera alegar. Ellos decidieron dar un paseo sobre una góndola por un último paseo por la antigua ciudad. Oliver ayudó a Schuyler a entrar al bote, y los dos se reclinaron sobre el lujoso almohadón al mismo tiempo, entonces sus antebrazos presionaron contra el otro. Schuyler se alejó un poco, sintiéndose ligeramente avergonzada con su proximidad física. Eso era nuevo. Ella siempre se había sentido en el pasado cómoda con Oliver. Ellos habían crecido juntos – nadando desnudos en el estanque detrás de la casa de su abuela en Nantucket, gastando noches durmiendo fuera de casa enrollados al otro en el mismo saco de dormir. Ellos eran tan cercanos como hermanos, pero últimamente ella había descubierto que ella estaba reaccionando a su presencia con una timidez recién descubierta que no podía explicar. Era como si ella hubiera despertado un día y descubierto que su mejor amigo era también un chico y muy apuesto. El gondolero empujó del puente, y ellos comenzaron su lento viaje. Oliver tomó fotografías, y Schuyler intentaba disfrutar la vista. Pero era tan hermosa como la ciudad, ella no podía ayudar pero sintió una ola de angustia e impotencia. Si ella no pudiera encontrar a su abuelo, que haría entonces? Aparte de Oliver, ella estaba sola en el mundo. Indefensa. Qué sucedería con ella? El Sangre Plateada – si es que existía un Sangre Plateada – casi la había tomado dos veces. Ella presionó su mano en su cuello como si se protegiera de un ataque pasado. Quién sabía si o cuando volvería? Y cuando la matanza se detendría?, como el Comité esperaba o continuaría, como ella sospechaba, hasta que todos ellos fueran tomados?. Schuyler tiritaba, aunque no hacía frío, mirando por el canal, y vio a una mujer saliendo de un edificio. Una mujer que se veía inquietantemente conocida.

~8~ No podía ser, pensó Schuyler. Es imposible. Su madre estaba en coma, en una habitación de un hospital en la ciudad de Nueva York. No había forma de que ella estuviera en Italia. O la habría? Había algo sobre Allegra que Schuyler no sabía?. Casi como si ella la hubiese oído, la mujer miró directo a los ojos de Schuyler. Era su madre. Ella estaba segura de eso. La mujer tenía el cabello rubio de Allegra, delgada nariz aristocrática, los mismos pómulos, la misma figura elegante, los mismos ojos verde brillante. “Oliver – es – oh Dios mío!”, exclamó Schuyler, tirando del abrigo de su amigo. Ella apuntó frenéticamente hacia el canal. Oliver volteó. “Eh?”. “Esa mujer…creo que es mi…mi madre! Ahí!”, dijo Schuyler, apuntando hacia la figura corriendo rápidamente, desapareciendo entre la multitud de personas dejando el Palacio Duncal. “De qué rayos estás hablando?”, preguntó Oliver, revisando la acera donde Schuyler estaba apuntando. “Esa mujer? Estás hablando en serio? Sky, estás loca? Tu madre está en un hospital en Nueva York. Y ella está catatónica”, dijo Oliver, enojado. “Lo sé, lo sé, pero…”, dijo Schuyler. “Mira, ahí está otra vez – es ella, lo juro por Dios, es ella”. “A donde crees que vas?”, exigió Oliver, mientras Schuyler se levantaba rápidamente. “Qué sucede contigo? Espera” Sky, siéntate!”, bajo su respiro dijo entre dientes, “Esta es una enorme pérdida de tiempo”. Ella se volteó y lo fulminó con la mirada. “No debiste haber venido conmigo, lo sabes”. Oliver suspiró. “Cierto. Como si hubieras tomado todo el camino a Venecia por ti misma? Nunca has estado en Brooklyn”. Ella exhaló fuertemente, manteniendo sus ojos concentrados en la mujer rubia, deseando estar fuera del lento bote. Él estaba en lo cierto: ella le debía el enorme tiempo de acompañarla a Venecia, y le molestaba ser tan dependiente de él. Entonces ella se lo dijo. “Se supone que debes depender de mí”, explicó Oliver pacientemente. “Soy tu humano Conducto. Se supone que debo ayudarte a navegar en el mundo humano. No me había dado cuenta que eso significaría ser tu agente de viajes, pero oye”. “Entonces ayúdame”, dijo Schuyler bruscamente. “Necesito ir a…”, dijo frenéticamente. Decidida a saltar de la góndola a la acera en un elegante salto – un salto no humano sería hábil de ejecutar, desde que estaban a unos treinta pies de distancia del marciapiede más cercano. “Espera” Schuyler!”, gritó Oliver, evitando que siguiera. “Andiamo! Segua quella ragazza!”, dijo él, insistiendo al gondolero de seguir a Schuyler, pero no muy seguro de que el personal del bote sería la mejor forma para perseguir a un vampiro veloz. Schuyler sintió su visión concentrada y sus sentidos aumentados. Ella sabía que se movía rápido – tanto que se sentía como si todos los demás alrededor de ella aún estuvieran de pie. Todavía la mujer se movía rápido, volando entre los estrechos canales que se colaban en la ciudad, esquivando lanchas y volando hacia el otro lado

~9~ del río. Pero Schuyler estaba justo en sus pies, las dos se veían como un movimiento borroso entre el paisaje urbano. Schuyler se encontró de improviso llena de júbilo por la persecución, mientras ella estaba estirando músculos que no sabía que tenía. “Madre!”, finalmente ella se sintió lo bastante desesperada para gritar mientras observaba a la mujer saltar elegantemente de un balcón a una entrada escondida. Pero la mujer no se volteó, y rápidamente desapareció dentro de una puerta de un cercano palazzo. Schuyler saltó al mismo piso, atrapó su respiración, y siguió a la mujer adentro, intentando más que nunca descubrir la verdadera identidad del misterioso extraño.

~ 10 ~

CAPÍTULO 2 Mimi Force inspeccionaba la trabajada escena dentro de la Sala Jefferson en la escuela Duchesne y suspiraba felizmente. Era tarde en un Lunes por la noche, el día de escuela había terminado, y la reunión semanas del Comité iba por buen camino. Los aplicados Sangre Azul estaban congregados en pequeños grupos en la mesa circular, discutiendo los detalles de último minuto de la fiesta del año: el Baile anual Four Hundred. Rubios y de ojos verdes Mimi y su hermano gemelo, Jack, estaban entre los jóvenes vampiros que iban a ser presentados en el baile de este año. Era una tradición que llevaba siglos. Inducción dentro del Comité, un secreto y enormemente poderoso grupos de vampiros que corren en Nueva York, hasido solo el primer paso. La presentación pública de los jóvenes miembros del Comité a toda la sociedad Sangre Azul era algo grande. Era un reconocimiento de la historia pasada de uno y las futuras responsabilidades. Porque los Sangre Azul volvían en diferentes caparazones físicas, bajo nuevos nombres en cada ciclo – lo que los vampiros llamaban la duración de una vida humana – su presentación o “lanzamiento” era muy importante en el proceso de reconocimiento. Mimi Force no necesitaba un anuncio con trompetas para decir quien era ella, o quien ha sido. Ella era Mimi Force la chica más hermosa en la historia de la ciudad de Nueva York y la única hija de Charles Force, el Regis, alias cabeza del aquelarre y genio superior, conocido en el mundo como un despiadado magnate de los medios de comunicación cuyo Force News Network se expandía en el mundo desde Singapur hasta Addis Ababa. Mimi Force la chica con el cabello d...


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