Arminda Aberastury y Mauricio Knobel La adolescencia normal PDF

Title Arminda Aberastury y Mauricio Knobel La adolescencia normal
Course Psicología del desarrollo II
Institution Universidad Argentina John F. Kennedy
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Arminda Aberastury y Mauricio Knobel La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico

Introducción La adolescencia, más que una etapa estabilizada, es proceso y desarrollo. El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas, lo que configura una entidad semipatológica, que los autores denominan “síndrome normal de la adolescencia”. El adolescente debe enfrentar el mundo de los adultos, para el que no está del todo preparado, y desprenderse de su mundo infantil. Realiza tres duelos fundamentales: a) duelo por el cuerpo infantil perdido (cambios que se le presentan como externos y ante los cuales es impotente) b) duelo por el rol e identidad infantiles (renuncia obligada a la dependencia y asunción de responsabilidades que desconoce) c) duelo por los padres de la infancia También hay un duelo por la bisexualidad infantil perdida. El síndrome es producto de la situación evolutiva y surge en la interacción con el medio: la inestabilidad afecta a los padres reeditando en ellos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto. A su vez, la sociedad proyecta sus fallas en el adolescente, responsabilizándolo y justificando la violencia de los adultos, agravando la situación.

Capítulo 1: El adolescente y la libertad El adolescente vive una permanente fluctuación entre diversos pares de situaciones: a) entre una dependencia y una independencia extremas; b) entre el refugio en la fantasía y el afán de crecimiento; c) entre la afirmación de sus logros adultos y el refugio en los logros infantiles. Esta fluctuación responde, de modo complejo, a todo un difícil proceso que el adolescente debe vivir, a través del cual busca una nueva identidad. Es que al principio, él vive los cambios corporales y los imperativos del mundo como una invasión. El duelo por el cuerpo (caracteres sexuales secundarios, pérdida del cuerpo de niño y responsabilidad por la definición sexual y rol en la pareja y procreación): sólo cuando acepta simultáneamente sus aspectos de niño y de adulto puede empezar a aceptar su cuerpo y comienza a surgir una nueva identidad. Mientras tanto, hay fluctuaciones de identidad: cambios bruscos, variaciones, etc. Es que el implica ensayos y pruebas de pérdida y recuperación de ambas edades, y de ahí la inevitable fluctuación. En el proceso de entrar en el mundo de los adultos y elaborar los duelos, el adolescente necesita adquirir una ideología que le permita su adaptación al mundo o su acción sobre él para cambiarlo. Hasta desarrollar esa ideología (madurez biológica + madurez efectiva e intelectual, sistema de

valores, etc.), tendrá multiplicidad de identificaciones contradictorias (varios personajes al mismo tiempo). Al mismo tiempo de tener que formarse un sistema de valores éticos, intelectuales y afectivos, debe abandonar la solución del “como si” del juego y el aprendizaje. Urgido por esta exigencia, tiende a acentuar el distanciamiento del presente y la fantasía de proyección en el futuro, independiente de los padres (no ser con ellos ni como ellos). Y ahí se da el conflicto por ambivalencia entre desprendimiento y permanecer ligado. Al mismo tiempo que se manifiesta en é una necesidad de acompañamiento, vigilancia, límites y dependencia, siente rechazo y búsqueda de independencia. ¿Cómo manejarse con esa ambivalencia, con esas tendencias tan contradictorias? Una solución transitoria: refugiarse en la fantasía (lo que supone un incremento de la omnipotencia narcisista y prescindencia de lo externo). Lo que tiene como efecto, muchas veces, un crecimiento de la hostilidad hacia los padres y el mundo de los adultos. Los autores insisten en que no se puede acceder a la problemática del adolescente sólo desde él mismo. Por eso, introducen la problemática de los padres y de la relación entre padres e hijos. Básicamente, afirman que también los padres deben hacer el duelo por el cuerpo del hijo pequeño, su identidad de niño y su dependencia infantil. La confrontación se hace dolorosa si el adulto no es consciente de sus problemas ante el adolescente. También lo padres tienen dificultades para aceptar el crecimiento del chico: éste los enfrenta con sus propios conflictos respecto de la genitalidad, con la necesidad de aceptación del envejecimiento (y, en última instancia, de la muerte), con la pérdida de su imagen ante el hijo: ya no es ídolo, sino criticado. Los logros del chico lo ponen frente a la necesidad de evaluar sus propias realizaciones y fracasos, y la necesidad de identificarse con la fuerza creativa del hijo. Pero por lo general, dicen los autores, el adulto se ve desafiado y agredido y tiende a reaccionar sólo con un refuerzo de la autoridad. El adolescente tiene tres exigencias de libertad: salidas y horarios, defender una ideología y vivir un amor y un trabajo. Cuando los padres lo único que pueden hacer es restringir las salidas y “cortarle lo víveres” (dinero), es porque que algo ya vino mal desde antes. Los chicos se dan cuenta de que al controlar el tiempo les están controlando su mundo interno, su crecimiento y desprendimiento. En el tema del amor, deben poder realizar sus experiencias, sin la contrapartida de tener que informar de todo lo que hacen: “exigir información es tan patológico como prohibir y es muy diferente a escuchar”.

Capítulo 2: El síndrome de la adolescencia Normalidad y patología en la adolescencia Debe estudiarse la adolescencia como un fenómeno específico dentro de toda la historia del desarrollo del ser humano y, por otra parte, estudiar su expresión circunstancial de tipo geográfico y temporal histórico-social. Es decir, detrás de toda expresión sociocultural existe un basamento psicobiológico que le da características universales.

La adolescencia está caracterizada fundamentalmente por ser un período de transición entre la pubertad y el estadio adulto del desarrollo (variable en las diferentes sociedades). Lo básico es que se trata de una situación en la cual el individuo se ve obligado a reformularse los conceptos que tiene acerca de sí mismo y debe abandonar su autoimagen infantil y proyectarse sobre el mundo de la adultez. DEFINICIÓN: “es la etapa de la vida... Durante la cual el individuo busca establecer su identidad adulta, Apoyándose en las primeras relaciones objétales-parentales internalizadas... Y verificando la realidad que el medio social le ofrece, Mediante el uso de los elementos biofísicos en desarrollo a su disposición y que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un plano genital, Lo que sólo se hace posible si se hace el duelo por la identidad infantil”. (p. 40) CONCEPTO DE NORMALIDAD: adaptación al medio (no es sometimiento al medio: es capacidad de utilizar los dispositivos existentes para el logro de las satisfacciones básicas del individuo en una interacción permanente que busca modificar lo displacentero o lo inútil a través del logro de sustituciones para el individuo o la comunidad. El adolescente se ubica entre las llamadas personalidades “marginales”. Es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico (A. Freud). Toda la conmoción (actuaciones de características defensivas) en este período es normal. Por lo cual se puede hablar de una “patología normal” del adolescente que debe admitirse y comprenderse para ubicar sus desviaciones en el contexto de las realidad humana que nos rodea. La mayor o menor anormalidad de este síndrome normal se deberá, en gran parte, a los procesos de identificación y de duelo que haya podido realizar el adolescente.

El síndrome normal de la adolescencia ¿Por qué “Síndrome”?: desde el mundo de los adultos, parece una configuración semipatológica, pero desde el punto de vista de la psicología evolutiva y la psicopatología, aparece como algo coherente, lógico y normal). Desarrollamos aquí 10 características o “síntomas” que definen este “síndrome”. 1) Búsqueda de sí mismo y de la identidad El poder llegar a utilizar la genitalidad en la procreación es un hecho biopsicosomático que determina una modificación esencial en el proceso del logro de la identidad adulta y que caracteriza la turbulencia e inestabilidad de la identidad adolescente.

La maduración genital se suma a la reactivación de las etapas previas de la evolución libidinal y a procesos psicológicos básicos de disociación, introyección e identificación para establecer la personalidad más o menos definida En la pubertad ocurren cambios físicos en 3 niveles: 1) hormonal (gonadotrofina), para la modificación sexual; 2) producción de óvulos y espermatozoides maduros; 3) desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias, sumadas a modificaciones fisiológicas del crecimiento en general. Se produce entonces un duelo del cuerpo infantil perdido, que obliga a una modificación del esquema corporal y del conocimiento físico de sí mismo. Y se establece una búsqueda de un nuevo sentimiento de continuidad y mismidad. El adolescente recurre a lo que encuentra más favorable en el momento: p. ej. La uniformidad (brinda seguridad y estima personal): todos se identifican con cada uno. También identificaciones “negativas” (es mejor tener una identidad “negativa”, perversa, que ninguna), pseudoidentidad que oculta la identidad latente o verdadera, identificación con el agresor, etc. Por todo ello, el adolescente puede verse llevado a adoptar distintas identidades, transitorias (“bebé”, “demasiado serio, adulto”, “histeroide” Lolita, etc.); ocasionales (frente a situaciones nuevas); circunstanciales (identificaciones parciales). Todas ellas, adoptadas sucesiva o simultáneamente, aspectos de la identidad adolescente. Los cambios físicos pueden ser vividos, en un primer momento, como muy perturbadores. Sentimientos de extrañeza e insatisfacción, que contribuye al sentimiento de “despersonalización”. La integración del yo se produce por la elaboración del duelo por partes de sí mismo y por sus objetos, y un buen mundo interno (que surge de la relación satisfactoria con los padres internalizados) posibilita una buena conexión interior, una buena huida defensiva que facilita el reajuste emocional y el establecimiento de la identidad adolescente.

2) La tendencia grupal. De la búsqueda de uniformidad surge el espíritu de grupo : un proceso de sobreidentificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno. El adolescente, frecuentemente, pertenece más al grupo que al núcleo familiar. También representa la oposición a las figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta. Se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que antes se tenía respecto de la familia y los padres. Constituye así una transición necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta. El adolescente recurre al grupo para reforzar su identidad, ante la dificultad de asumir obligaciones para las cuales todavía no está preparado. También para lograr su independencia de los padres, para lo cual busca un líder al cual someterse o se erige él mismo en líder para ejercer el poder de la madre o el padre. Pero todo ello, sin que se sienta demasiado responsable de lo que ocurre a su alrededor: su propia personalidad suele quedar afuera del proceso. El grupo facilita la conducta psicopática normal. Se trata de un acting out motor (por descontrol provocado por la pérdida del cuerpo infantil) y afectivo (producto del descontrol del rol infantil que está perdiendo): desafecto, crueldad, indiferencia. (En el adolescente normal, esta conducta es transitoria y rectificable, a diferencia del psicópata). En este último, el conflicto de identidad se procesa mediante la crueldad y la desafección, como mecanismos de defensa frente a la culpa y el duelo de la infancia perdida, que no puede ser elaborada debido a la eliminación del pensamiento.

3) Necesidad de intelectualizar y fantasear Una de las formas típicas del pensamiento del adolescente es el intelectualizar y fantasear despierto. Como mecanismo defensivo: a través del pensamiento, compensa las pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y no puede evitar. Se trata de un refugio interior contra la angustia. Una especie de autismo positivo que tiene por objeto el reajuste emocional, y que se expresa en teorizaciones éticas, filosóficas, sociales, a través del pensamiento y la producción literaria, artística, etc. Una vez más, hay que señalar que sólo teniendo una relación adecuada con objetos internos buenos y también con experiencias externas no demasiado negativas, podrá el adolescente llegara cristalizar una personalidad satisfactoria. 4) Las crisis religiosas El adolescente puede manifestarse como un ateo o un místico, a veces el mismo individuo pasa por todo tipo de períodos mutuamente contradictorios. Las frecuentes crisis religiosas son intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones positivas y del enfrentamiento con la muerte definitiva de parte de su yo corporal, así como de su separación de los padres. Las figuras de divinidades pueden representar para él idealizaciones que le aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo y de los padres infantiles. Del mismo modo, una actitud nihilista puede ser también defensiva. En ambos casos, se trata de un desplazamiento a lo intelectual religioso de cambios concretos que ocurren en el nivel corporal y en el plano de la actuación familiar social. 5) La desubicación temporal El adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte el tiempo en presente y activo como un intento de manejarlo (tipo proceso primario...) De ahí las postergaciones y urgencias inexplicables que sorprenden al adulto en el comportamiento adolescente. Parecería que al romperse el equilibrio de la latencia, según Bleger y Bion, por momentos predomina la parte psicótica de la personalidad. Así la adolescencia se caracterizaría por la irrupción de partes indiscriminadas, fusionadas, de la personalidad: las modificaciones corporales, incontrolables, son vividas como un fenómeno psicótico y psicotizante en el cuerpo. Lo cual es aumentado por la posibilidad real de llevar a cabo fantasías edípicas de procreación con el progenitor del sexo opuesto. el adolescente espacializa el tiempo para poder manejarlo relacionándose con él como con un objeto. Este “tiempo-espacio-objeto” da lugar al sentimiento de soledad y al aislamiento del chico en el cuarto. En esos períodos, el tiempo queda “afuera”, convertidos el pasado, presente y futuro en objetos manejables. Mientras tanto, el adolescente se rige por el tiempo corporal o rítmico (comer, defecar, jugar, dormir, estudiar, etc.). Tiempo vivencial o experiencial. Luego vendrá la conceptualización del tiempo, con la discriminación de pasado-presente-futuro y la aceptación de la muerte de los padres y la propia. Sin embargo, en determinados momentos puede haber regresiones, 6) La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad

Hay en el adolescente un oscilar permanente entre la actividad masturbatoria y los comienzos del ejercicio genital. Al ir aceptando su genitalidad, comienza la búsqueda de la pareja, aparece el enamoramiento apasionado (el primero, de gran intensidad, a veces ignorado por la “pareja”, que frecuentemente es una figura idealizada sustituto parental al que el adolescente vincula con fantasías edípicas). Luego la relación genital completa, más bien de carácter exploratorio y en la adolescencia tardía. Según Freud, son los cambios biológicos de la pubertad los que imponen la madurez sexual: rol de la procreación y definición sexual correspondiente. Aquí se reagudiza la fantasía y la experiencia pasada hasta entonces, repitiendo el camino de la fase genital previa (en la masturbación), la actividad lúdica de aprendizaje (toqueteo, bailes, juegos, etc.). También en esta etapa se da la curiosidad sexual, exhibicionismo, voyeurismo, etc. Se reactiva el conflicto edípico con toda intensidad, debido a la posibilidad física de su consumación. Si esto sucediera, el individuo se vería sujeto a una relación genital temprana, sin poder definirse sexualmente de un modo real. Una relación simbiótica que según Aberastury estaría en la base de la homosexualidad tanto masculina como femenina. En la adolescencia se da también cierto mantenimiento de la bisexualidad, sobre todo a través de la actividad masturbatoria. Algunas manifestaciones o períodos de homosexualidad pueden ser la expresión de la bisexualidad perdida y anhelada, en otro individuo del mismo sexo. 7) Actitud social reivindicatoria Muchos padres se angustian y atemorizan ante al crecimiento de sus hijos, reviviendo sus propios conflictos edípicos. Stone y Church señalan que así como los hijos presentan una situación ambivalente al separarse de los padres, lo mismo sucede con éstos, y llaman a esto “ambivalencia dual”. Por otra parte, es toda la sociedad la que interviene en la situación conflictiva del adolescente. El medio en que vive, además, determina nuevas posibilidades de identificación e incorporación de pautas socioculturales y económicas. Es preciso reconocer un condicionamiento entre individuo y medio en la constitución y aceptación de la identidad. La adolescencia es recibida predominantemente en forma hostil por el mundo de los adultos en virtud de las situaciones conflictivas edípicas. Se crean “estereotipos” con los que se trata de definir y caracterizar, aunque en realidad lo que se hace es aislarlos fóbicamente, o se crea un malestar de tipo paranoide en el mundo adulto que entonces los desplaza reactivamente. Este sentido tienen los ritos de iniciación presentes en todas las culturas: expresar la rivalidad que los padres del mismo sexo sienten al tener que aceptar a sus hijos como sus iguales (y posteriormente incluso admitir las posibilidad de ser reemplazados por ellos).

8) Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces la intenta y la busca. Es una personalidad permeable, en la cual los procesos

de introyección y proyección son frecuentes, intensos y variables. Esto hace que no pueda haber una línea de conducta determinada, que ya indicaría una alteración de la personalidad. Por eso hablamos de “normal anormalidad”. Sólo el adolescente mentalmente enfermo mostrará una conducta rígida. La labilidad de su organización defensiva es, en al adolescente, un signo de normalidad. 9) Separación progresiva de los padres La aparición de la capacidad efectora de la genitalidad impone la separación de los padres y reactiva lo aspectos genitales que se había iniciado en la fase genital previa. La forma en que se haya realizado y elaborado esa fase determina la intensidad y calidad de la angustia con que maneja la relación con los padres y la separación de éstos. Todo esto también es percibido por los padres e incide grandemente en ellos. Reiteramos el concepto de ambivalencia dual, como un factor muy importante en la forma en que se logre realizar la separación. La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien definidos, y una escena primaria amorosa y creativa, permitirá una buena separación de los padres, un desprendimiento útil, y facilitará al adolescente el pasaje a la madurez, para el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto. Por la necesidad de negar las fantasías genitales y la posibilidad de realización edípica, los mecanismos esquizoparanoides pueden ser muy intensos, lo cual es normal y natural. Los padres pueden ser vividos disociadamente, como muy buenos o muy malos. Las identificaciones se hacen entonces con sustitutos parentales en los cuales pueden proyectarse cargas libidinales (maestros, héroes reales o imaginarios, compañeros mayores).

10) Constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo Un sentimiento básico de ansiedad y depresión acompañarán permanentemente como sustrato a la adolescencia. El yo intenta conectarse con el mundo placenteramente, y al no lograrlo siempre, la sensación de fracaso puede ser muy intensa y obligar al individuo a refugiarse en sí mismo (“repliegue autista”, aburrimiento, desaliento). A diferencia del psicópata (que actúa directamente por lo penoso que se le hace enfrentar las situaciones de su mundo interno), el adolescente normal elabora y reconsid...


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