Capitulo Ocho Ifa y los Orishas: La Religion Antigua de la Naturaleza PDF

Title Capitulo Ocho Ifa y los Orishas: La Religion Antigua de la Naturaleza
Author Charles Spencer King
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Capítulo Ocho: Soñando con Orunla Me acosté tarde después de hablar con Amado y Yoshi ante el reflejo alargado de la luna sobre el río. Estaba cansado puesto que había sido un día muy atareado. Casi siempre sueño y recuerdo los sueños. Soñar es algo que todos hacemos, pero no todos recuerdan sus sue...


Description

Capítulo Ocho: Soñando con Orunla

Me acost é t arde después de hablar con Am ado y Yoshi ant e el reflej o alargado de la luna sobre el río. Est aba cansado puest o que había sido un día m uy at areado. Casi siem pre sueño y recuerdo los sueños. Soñar es algo que t odos hacem os, pero no t odos recuerdan sus sueños. Al despert ar, casi siem pre m e sient o bast ant e lent o y algo at urdido y m e t om a algún t iem po est ar com plet am ent e alert a. Pero despert é sobresalt ado, por ent ero alert a, y m e sent é bien erguido. Sent ía la sangre fluir con t oda rapidez en m i cerebro y recordé m i sueño con t al claridad que m e sorprendió. En m i caso es norm al que recuerde prim ero part es de m i sueño y luego insist a y recuerde m ás, pero est e sueño lo recordaba con t oda clar idad, de pr incipio a f in.

Orunla ( Orúnm ila) , el oricha de la adivinación y pat rón de los babalawos, había venido a m í en m i sueño. Recuérdese que en ese m om ent o apenas

sabía quién era Orunla. Nunca había est ado en ninguno de m is sueños ant eriores y t am poco lo ha est ado después. Supongo que m e dij o lo que quería decirm e y, cr éam e, le prest é at ención.

Quien m e habló t enía un rost ro agradable y cabellera abundant e. Recuerdo que sus cej as eran bien pobladas y el cabello, negro y gr is y nat uralm ent e rizado, le llegaba a los hom bros. Su rost ro era calm o, lleno de paz, pero con una confianza que exigía respet o. Llevaba en la m ano un bast ón y al cuello una resplandecient e bufanda, sencilla pero elegant e.

Las prim eras palabr as que pronunció fueron: “ Hola, Spencer, soy Orúnm ila.” No m e asust é. No t enía por qué asust arm e. Creo que saludé, pero es lo único de lo que no est oy seguro; m ant uvim os una conversación, aunque en verdad él fue quien habló. Yo escuchaba casi t odo el t iem po; de hecho, m e cent ré y lo que había a nuest ro alrededor, que parecía un parque en ot oño, se desvaneció hast a que est uvim os solos, cara a cara.

Fue una conversación am ist osa; sus palabras no fueron exigent es, sino que parecían ser la voz de la razón. Su voz era suave, pero con m ucha claridad,

casi invit adora. Sus siguient es palabras fueron: “ He venido a t i porque quiero que m e ayudes.” Asent í con la cabeza, pero m ant uve los oj os fij os en los suyos. Ent onces m e narró la hist oria de la creación y m e m anifest ó su sat isfacción porque yo hubiera encont rado el cult o a los orichas. Era serio, pero no carecía de hum or e hizo algunos com ent arios divert idos en el curso de la hist oria, lo que m e hizo sent ir aún m ás cóm odo. Me sent ía com o un niño que escuchara a un anciano; se veía om nipot ent e, sabio y lleno de bondad.

Me habló de la hist oria de nuest ra religión y luego dej ó caer la bom ba. En realidad no fue una bom ba. Com o est udiant e de religión, sé que se abusa de t odas las religiones. Orúnm ila m e explicó que nuest ra religión era un cam ino y, com o en cualquier cam ino, algunas personas buscaban un at aj o o perdían el rum bo. Pasó a explicarm e que algunas alm as descarriadas est aban sacando provecho de nuest ra religión al prom over el fraude. Me explicó que, com o ocurre en t odas las religiones, en la nuest ra había personas qu e usaban la religión para obt ener beneficios financieros.

Orúnm ila dij o que algunas eran por ent ero farsant es, pero la m ayoría eran creyent es que est aban siendo desorient ados. Algunos, dij o, habían hecho

concesiones en nuest ra religión y creencias para obt ener provecho personal. A m enudo, est o significaba decir les a las personas lo que querían oír y no lo que necesit aban oír : la verdad.

Orúnm ila m e dij o que cuando fuera babalawo vería lo fácil que era encont rar las respuest as en nuest ra religión. Me dij o que la gran m ayoría de los babalawos se cent r a en la adivinación y m uest ra a los creyent es cóm o llegar a sus respect ivos cam inos. Est o, explicó, era lo esencial. Afirm ó que, a veces, el babalawo act uaría com o j uez o últ im a palabra cuando hubiera diferencias de opinión ent re sant eros y sant eras, pero dij o que est o era m ucho m enos com ún que la adivinación. Después que pasaron las que parecieron horas, ret om ó el t em a referent e a m í.

Orunla m e pidió de nuevo ayuda. Recuerdo que le pregunt é lo que podía hacer. Me dij o que t enía para m í un cam ino específico, poco t ransit ado pero im port ant e. Me dij o que deseaba que ayudara a orient ar las personas por el buen cam ino, ni m ás ni m enos.

I nt ent é explicarle que incluso si pasaba la cerem onia para ascender a babalawo, ¿quién iba a escuchar a un babalawo inexpert o? El rango, después de t odo, era una part e im port ant e de nuest ra religión. Me inform ó que lo había m alint erpret ado. No deseaba que reeducara o guiara a quienes ya est aban en el cam ino; quería que dedicara m is m ej ores esfuerzos a ayudar a los que aún est aban buscando el cam ino, en ot ras palabras, a los que ent raban en nuest ra fe. Est o, por supuest o, m e parecía m ás lógico. Me dij o que ést e sería m i principal deber, m i pan de cada día. Le respondí que t em ía no encont rar a las personas que debían inst ruirm e y le recordé m is problem as recient es con Ant onio.

No m e dej ó t erm inar y m e recordó que él sabía t odo eso y que m e serviría de lección. Cont inuó convenciéndom e y llegó incluso a solt ar una risit a cóm plice, diciendo que pondría a las per sonas adecuadas en m i cam ino para que m e guiaran y que no debía preocuparm e. Aquí est aba yo, t odavía un poco ret icent e, pero no lo presioné pregunt ándole cóm o o quiénes serían. Solam ent e m e dij o que los conocería cuando los viera. Fue curioso que no dej ara de decir durant e t oda la conversación que usara la m ent e. “ ¡Usa t u cabeza! - - decía- - . Confía en t us inst int os. Est oy aquí para ayudart e.” Suelo ser m uy escépt ico, pero por alguna causa est aba seguro de que lo haría.

Le pregunt é com o educaría a las nuevas personas y m e repit ió: “ Usa la cabeza” Luego, m e encom endó la segunda t area. Dij o que era sim ilar a la prim era, pero con sus diferencias. Me dij o que denunciara las est afas y los chanchullos en cuant o los reconociera e insist ió en que m e ayudaría en est o t am bién. En ese m om ent o, no sabía cóm o m e iba a ayudar , pero est aba seguro de que así sería. Orúnm ila m e dij o que m i cam ino no sería fácil, pero que m e recom pensaría si confiaba en él y en nuest ra fe. I nt ent é explicar que no buscaba recom pensa. Me aclaró que las recom pensas vienen en t odo t ipo de form a, t am año y peso. Según supuse, lo que deseaba decir era que las recom pensas no son solo m onet arias. Me dij o que aunque ést e sería m i cam ino, est udiaría t am bién las form as t radicionales de adivinación. Mencionó que yo t enía una relación especial con él y con Olofi y que los dos m e guiarían. Le pregunt é qué pasaría si yo fallaba. Se rió y m e respondió que no fallaría. Orunla añadió que no pensara que yo era el único en ese cam ino puest o que había ot ros. Dij o est ar enoj ado con los farsant es descarados y decepcionado con los que com prom et ían sus creencias para obt ener beneficios personales. Cuando habló de su enoj o, pude ver que sus oj os cam biaron. Fue solo un dest ello, pero vi cuan ser io se había puest o y sent í m iedo m om ent áneo por quienes experim ent arían su ira.

Me despert é com o dij e, com o si la conversación hubiera t er m inado en ese inst ant e. Est aba por com plet o alert a y recuerdo que inhalé profundam ent e y m e erguí de repent e en la est era en que dorm ía. Me sent í com o un boxeador noqueado que inhala profundam ent e por prim era vez. Nunca, ni ant es ni después, he t enido un sueño así. Había sido t an claro que casi un año después est aba conm igo, incrust ado en la frent e por encim a de cualquier ot ra cosa. Puedo recordar con claridad cada m om ent o y m ient ras ot ros sueños desaparecen a las pocas horas o al día siguient e, ést e perm anece conm igo. Es casi com o si m e incit ara a la acción.

Hablé con Am ado en el desayuno y se m ost ró un poco escépt ico. ¿Quién podría culparlo? Cont inuam os con m is cerem onias y, una hora después, llegó a la casa un visit ant e. Aunque m e encont raba aislado en m i cuart o, oí una voz nueva. Pront o, un hom bre de baj a est at ura ent ró en m i cuart o y se present ó com o Lázaro.

Enseguida se dirigió a un alt ar grande para venerar a Oshún, la deidad del río. Oró un m om ent o, saludándola. Luego vio m i Opon I fá y Agere I fá y pude not ar que se t am baleó de sorpresa. El dueño de la casa llegó, m e present ó a Lázaro y m e ent eré de que era babalaw o. Me pregunt ó si podía m irar m ás de cerca los art ículos. Respondí: “ ¡Claro! ”

Cuando regresé a casa en enero, había em pezado a invest igar no solam ente sobre religión, sino t am bién sobre los obj etos religiosos que se usan en el culto a los orichas. Debido a la fuerza vital o Aché, había supuesto que m ientras m ás ant iguo fuera el objeto, m ás Aché podría tener. Tuve suerte de poder com prar estos objetos a un profesor de Antropología, Arte Africano y Evaluaciones de la prest igiosa Universidad de Nueva York, llam ado Rod Rogers. Este profesor llevaba cincuenta años coleccionando y, com o se ret iraba, encontré una pequeña parte de su colección en eBay. El result ado fue que com pré el Opon I fá de m adera que usan los babalawos para com unicarse con Orúnm ila, el plum ero o I ro I fá y el cuenco esculpido, llam ado Agüere I fá, donde se colocan las nueces de palm a sagradas que se usan para la adivinación.

Observé reverencia y asom bro en el rost ro de Lázaro según m anipulaba los art efact os africanos que t enían m ás de 150 años de exist encia. Quería saber com o los había obt enido y se lo expliqué. Me dij o que, adem ás de babalawo, era ant ropólogo y t rabaj aba en el Depart am ent o de Ant ropología del Minist erio de Cult ura de Cuba, específicam ent e en la sección de est udios africanos y, de m odo aún m ás específico, en la subsección relacionada con m i nueva fe, el cult o a los orichas.

Le pregunt é el propósit o de su visit a. Me dij o que la dueña de la casa, adem ás de m adrina o sant era, era am iga suya y que él se había det enido por ot ra causa y le había sorprendido que se est uviera celebrando una cerem onia. Com o soy t an escépt ico, pedí disculpas y fui a pregunt arle a Am ado y a Yoshi si ellos le habían cont ado m i sueño a alguien. Me m iraron a los oj os y m e dij eron que no. Regresé al cuart o y Lázaro t odavía est aba devorando con la m irada los art efact os. Decidí cont arle m i sueño.

Pude ver el asom br o en su rost ro a m edida que le explicaba. Me dij o que en sus dieciocho años de I fá nunca había soñado con Orúnm ila y que est o era casi inaudit o en un principiant e com o yo. Se pudo dar cuent a que yo hablaba m uy en serio y le expliqué cóm o el cult o a los orichas m e había encont rado.

Me di cuent a de que est aba m uy int eresado, pero t am bién sorprendido a m edida que m i hist oria se desarrollaba. Le cont é sobre Ant onio y la decepción de Popi cuando ést e aum ent ó el precio. Le expliqué que est ábam os buscando un grupo de babalawos aut ént icos y a un precio j ust o. Lázaro parecía ahora incluso m ás perplej o, si est o era posible. Vi com plet o desconciert o en su rost ro. Hizo una larga pausa y, ext endiendo el brazo, m e pidió que hiciera silencio m ient ras pensaba. Ent onces t om ó un pequeño

opele ( un disposit ivo port át il de adivinación) y lo lanzó al aire varias veces m ient ras yo m iraba int rigado.

Lázaro em pezó a cont ar m e ot ra part e de su vida y ahora era yo quien t enía expresión de sorpresa en el rost ro. Lázaro no solo era babalawo; m e inform ó que era el líder de un grupo de babalaw os. Su grupo era part e del grupo m ás im port ant e que hace la Let ra del Año del cult o a los orichas. Los babalawos cubanos se reúnen al final del año y hacen predicciones para el Año Nuevo m ediant e sus habilidades de adivinación. Es algo m uy im port ant e; est a let ra t iene m ás peso que cualquier ot ra, incluida la de África. Lázaro y su grupo, que es part e de un grupo m ayor, son m uy respet ados, según lo supe m ás t arde.

Había leído sobre la let ra y Popi, e incluso Am ado, m e habían hablado de ella y era im presionant e. Lázaro m e explicó que su grupo est aba com puest o principalm ent e por erudit os de la religión, ant ropólogos, m úsicos not ables - que t ocaban t am bor es africanos y cant aban a los r it m os de los orichas- - y ot ras personalidades dist inguidas.

Supe que Lázaro era quien cant aba la Let ra del Año y llevaba varios años en esa elevada posición. Su grupo est aba com puest o por unos cincuent a babalawos y ot ras personas de m enor rango hast a llegar a unos 400 en su círculo int erno o fam ilia.

Pacient em ent e m e explicó que él era un babalawo que t enía la orden m ás alt a posible llam ada “ los secret os de Olofi” . Sí, m is oj os se abrían y abrían cada vez m ás. De r epent e, supe lo que él ya parecía saber y por qué Orúnm ila se había reído cuando le pregunt é cóm o encont raría el cam ino correct o. Orúnm ila m e había dicho riendo que m e pondría a la persona adecuada en el cam ino.

¡Nunca había esper ado que fuese al día siguient e!

Mi escept icism o casi había desaparecido y decidí ir direct am ent e al grano. Est o es algo que a los est adounidenses nos result a difícil, pero que los cubanos hacen con gran facilidad. Le pr egunt é a Lázaro si le sería posible int egrarm e a su grupo y que m i cerem onia de iniciación fuera con él.

Est o no era poca cosa. Le dij e que no esperaba que él fuera m i padrino, pero m e det uvo y m e pidió que escuchara. Dij o que m i hist oria había sido t an

inusual que había consult ado su opele y Orúnm ila deseaba que él fuera m i padrino. Me explicó que era algo ext raño porque en sus dieciocho años de I fá, solam ent e había t enido dos ahij ados. Me explicó que él se cent raba m ás en el est udio de la r eligión que en t ener una fam ilia num erosa. Tener ahij ados es rent able y grat ificant e, pero educarla es t am bién una inm ensa responsabilidad.

Me daba gust o escucharlo. Mient ras m ás ahij ados t enga un babalawo, m ayores son sus ganancias, puest o que funciona com o una pirám ide. Cada ahij ado va llevándole gent e y él se beneficia t am bién de ellas. Si Lázaro, con dieciocho años en I fá, solam ent e t enía dos ahij ados, era evident e que no le int eresaban las ganancias.

Todo est aba saliendo t an bien que esperaba que la bom ba cayera cuando llegáram os al precio. Pero est e fue m uy j ust o: 3.300 CUC. Puede que Orunla le dij era que no m e subiera m ucho la cifra, porque est e no es el precio que Lázaro le cobraría a un t urist a. Ya he explicado la est ruct ura de precios y cualquier cifra inferior a 4.000 CUC era un buenísim o t rat o. Est e incluía siet e días y dieciséis babalawos de uno de los grupos m ás dest acados del m undo.

Com ida y bebida para t odos, anim ales, t ransport e, la casa: sí, era un buen precio.

Hay algo que desearía supieran sobre m í: no soy de los que se m et en la m ano en el bolsillo con facilidad. No recuerdo nunca haber conocido a alguien por prim era vez y haberle deposit ado de inm ediat o 1.500 CUC en la cuent a. No lo hice direct am ent e, pero envié a Am ado al banco con la t arj et a m ágica. Sabía que Lázaro t enía que com prar m uchas cosas para est a cerem onia y especialm ent e si iba em pezar pront o.

En m enos de una hora, nos habíam os conocido y el problem a est aba resuelt o. Lázaro y yo nos echam os a reír cuando le cont é que Orúnm ila se había reído cuando le pregunt é cóm o conocería a la persona indicada. Com o m i nuevo padrino, Lázaro no parecía t an sorprendido com o yo. Es probable que en sus dieciocho años en I fá hubiera presenciado m uchos sucesos sim ilares. I m agino que est á acost um br ado a ver personas com o yo a quienes el cult o a los orichas encuent ra, pero para m í fue un día inolvidable.

Cuando llam é a Am ado, le di la not icia y lo envié al banco, m e reí al ver sus oj os abrirse de asom bro. Él no conocía a Lázaro, aunque m ás t arde supe que el padrast ro de Yoshi pert enecía a su grupo. La m adre de Yoshi era am iga de

la m adrina de la casa y así fue cóm o habíam os conseguido la casa del río. Pero quien piense que Yoshi pudo haber organizado t odo est o en una hora, no sabe nada de Cuba. A Fidel le habría sido difícil organizar est o en una hora en La Habana con t odo y su caravana de vehículos.

Am ado est aba t an im pacient e com o yo de cont arle a Popi t odo est e conj unt o asom broso de circunst ancias. Le pregunt é a Lázaro si Popi podría ser m i ot ro padrino, ant e lo cual respondió: “ ¡Por supuest o! ” Robert o, el oba, llegó y em pezam os las cerem onias y consult as del día final, donde m is nuevos orichas m e dieron sus sabios consej os. Todo salió m uy bien y concluí est e paso.

Regresem os al río un m om ent o. No soy act ivist a para la conservación del m edio am bient e ni m iem bro de Greenpeace, pero sin dudas m e opongo a la cont am inación y aunque no uso aut os híbridos o paneles solares, m e considero bien inform ado y com prensivo.

Por supuest o, no m e correspondía a m í dict ar cát edra a m is m ayores, por lo que diría que m ás bien les suplicaba. Prim ero les expliqué que nuest ra

religión era la m ás am bient alist a de t odas las religiones, puest o que cada uno de nuest ros orichas rige los elem ent os de nuest ra Tier ra. Dij e que m i m adre Ochún era el río y que, al arroj ar basura a sus aguas, la enoj ábam os y le falt ábam os al r espet o. Expliqué que aunque un ebbó ( un rem edio) exij a que se deposit e un anim al, un ave o una plant a en un río o incluso en el océano, no debía hacerse en una bolsa plást ica. Expliqué que la bolsa debía elim inarse porque no hay nada nat ural en ella. I nst é a t odos a que difundieran la palabra de la Nat uraleza. Adem ás, indiqué la probabilidad de que los ebbós no funcionaran si los orichas est aban descont ent os.

Lógicam ent e, a m i ent ender, el ebbó no funcionaría y no era est a una am enaza vana. Si los creyent es cont am inan los bosques, ríos u océanos con elem ent os art ificiales com o el plást ico, con seguridad est o desagrada a los orichas y es cuest ionable que el ebbó llegue adónde debe ir para la sanación si se insult a al oricha en lugar de aplacarlo. A Elegguá no le agradaría que sus encrucij adas o las esquinas de las calles est uvieran llenas de basura. Tam poco a Ochún el río o a Yem ayá y Olokun el océano.

Parecía increíble que los cubanos no se hubieran dado cuent a de est o ant es. Est a es una de las cam pañas que prom uevo con paciencia cada vez que

t engo la oport unidad. De hecho ya había hablado de est o ant es, pero aquí est á ahora en m ayor det alle. Es un m ovim ient o que considero im port ant e no solo para nuest ra fe, sino t am bién para el m edio am bient e. I nvit o a t odos los que lean est o, sean de nuest ra fe o no, a que piensen en lo que he dicho, difundan el m ensaj e y t am bién act úen com o deben al prescribir un ebbó. En el m ism o sent ido, m e gust aría lograr que el gobierno de Cuba part icipara en est e proyect o de lim piar al m enos las vías fluviales.

De niño, vivía en un río que sufría el m ism o t ipo de abandono y fueron los j óvenes quienes dieron inicio a la t area de lim pieza básica. Considero que est e debería ser un excelent e proyect o escolar en t odos los niveles. Es el t ipo de proyect o que brinda dividendos enseguida y cuyos r esult ados se ven de inm ediat o, lo que infunde un sent ido de orgullo com unit ario y solidaridad. Est oy convencido que los cubanos harían suyos est os obj et ivos, del m ism o m odo que m uchas ot ras cult uras y naciones lo han hecho. Adem ás, pienso ...


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