Caracteristicas de las universidades en la edad media PDF

Title Caracteristicas de las universidades en la edad media
Course Categorías del discurso historiográfico
Institution Universidad Pedagógica Nacional (Argentina)
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Características de las universidades en la edad media apuntes para la materia categorías del discurso historiográfico. Cuales son las características de la universidad en la edad media....


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CARACTERÍSTICAS DE LAS UNIVERSIDADES Desde que las universidades dan sus primeros pasos, quedan marcadas por una serie de rasgos que van a definirlas durante los primeros siglos de su experiencia. Dentro de dichos rasgos, podemos diferenciar entre aquellos que determinan y explican su nacimiento y constitución, y aquellos otros que delimitan y perfilan su ordenación y organización. En el nacimiento y constitución de las universidades medievales hay dos factores de primera importancia: como factor desencadenante, el movimiento asociacionista que impulsa a profesores y alumnos a unirse, para luchar juntos `por conseguir unos derechos que se les negaban, para defender unos intereses comunes; pero también, y en segundo lugar, la intervención de autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, que tuvieron la clarividencia de apoyar a profesores y alumnos en aquella lucha por cambiar y mejorar su situación. Igualmente, la universidad medieval se caracteriza por poseer una organización institucional interna específica, que se desarrolla sobre la base de dos grandes modelos; el de la universidad de París, y el de la universidad de Bolonia. Dicha organización se va a repetir con muy pocas variantes en la mayor parte de las instituciones universitarias del Medievo. El asociacionismo entre maestros y alumnos: Las primeras universidades nacen como asociación de carácter profesional entre alumnos y profesores, dentro de un contexto asociativo bastante generalizado en la época, y que tiene su representación máxima en los gremios: incluso se ha llegado a afirmar que si el siglo III contempló el nacimiento de las primeras instituciones universitarias, fue porque trataba, al mismo tiempo, del siglo en el que se desarrollaron los gremios. Así , por tanto, puede afirmarse que la universidad es parte, y también, al mismo tiempo, expresión de ambiente social en el que se produce su nacimiento. La universidad como corporación: lo gremios son una realidad circunstancial al medio urbano, y responden al afán de salvaguardar unos intereses comunes, y también al de consolidar la noción de pertenencia a un mismo cuerpo. Pero la universidad no era un gremio como los demás, sino que presente evidencias peculiaridades, que les son consustanciales, y que van a marcar, en gran medida, su devenir a lo largo del Medievo. La importancia que tiene el asociacionismo como fundamento de las primeras universidades se refleja en la misma terminología utilizada entonces para aludir a ellas; “ universitas” , “ consortium”, “ communitas”. El primer término es, sin lugar a duda, el más empleado en los primeros momentos del SXIII; en

principio se utiliza para designar a cualquier corporación compuestas por personas que ejercen el mismo oficio. Con el transcurso del tiempo ( a partir del S. XV), pasará a aplicarse, en exclusividad, a la corporación de maestros y estudiantes reunidos en una ciudad con el fin de transmitir el saber, función que se garantiza y protege a través de unos estatutos jurados y apoyados por todo un conjunto de privilegios. Y es que, muchas universidades surgen espontáneamente, a raíz de la formación de una de estas corporaciones de maestros y estudiantes, que se coaligan para defender unos intereses comunes, para luchar por su autonomía, en pugna con las autoridades civiles, pero también con las autoridades eclesiásticas locales, representadas por el obispo. La universidad y el oficio del intelectual: La semejanza con la organización gremial se observa, también, en otros aspectos del mundo universitario; si los gremios actuaban, en gran medida, a modo de mecanismo de control de los diversos oficios manuales, la universidad, por su parte, va a suponer también la posibilidad de controlar el oficio intelectual, de quella masa de maestros y estudiantes que, al situarse al margen de las escuelas episcopales y municipales, prácticamente escapaba al control de las autoridades civiles y eclesiásticas. Las primeras universidades eran, entre otras cosas, en mecanismo de autocontrol de la comunidad intelectual; es la propia corporación la que se dota de unos reglamentos o estatutos, que se encarga de hacer respetar, tras exigir a todos sus miembros, tantos maestros como estudiantes, que los juren y cumplan. Paralelamente, se pone punto y final al sistema de enseñanza superior que había predominado antes del nacimiento de las primeras universidades, caracterizado por el desorden, la espontaneidad y, también al menos hasta cierto `punto, la libertad de acción de profesores y alumnos, haciendo evidente que el auto-control impulsado por la propia universidad es mucho más eficaz que el control que sobre alumnos y profesores habían tratado de imponer las autoridades civiles y eclesiásticas. Así pues, maestros y estudiantes han de sujetarse a unas determinadas normas de conducta, a una determinada disciplina. Al mismo tiempo, la universidad controla el número de maestros que pueden ejercer como tales la docencia, así como los procedimientos de acceso a dichos puestos docentes; controla los planes de estudio, tanto en lo que se refiere a sus contenido, como también en lo relativo a su desarrollo… Además, la universidad adquiere una autonomía regulada en sus estatutos, quedando exenta tanto de la jurisdicción civil como de la eclesiástica, aunque siempre bajo la protección dispensada por el Papado, una protección que confirma y consolida, precisamente, la autonomía universitaria.

LA INTERVENCIÓN DE LAS AUTORIDADES CIVILES Y ECLESIÁSTICAS; Además de la incidencia que tuvo en el nacimiento de las primeras universidades el asociacionismo entre profesores y estudiantes, hay que valorar la influencia que tuvo en este proceso la intervención de las autoridades civiles y eclesiásticas. Así como las primeras universidades surgieron de forma totalmente espontánea, posteriormente las instituciones universitarias empezaron a tomar carta de naturaleza precisamente gracias a la acción fundadora de dichas autoridades. El intervencionismo pontificio: EL intervencionismo pontificio fue uno de los factores que más positivamente influyó en el nacimiento de las primeras universidades. Las razones por las que el Papado apoyó a las nacientes instituciones universitarias son de índole diversa. Para empezar, deseaba contar con las armas adecuadas para combatir unos movimiento heréticos en pleno crecimiento; igualmente, el Pontificado estaba deseoso de aumentar y consolidar sus poderes frente a las reclamaciones y aspiraciones de las autoridades civiles, en relación con la teocracia pontifica que llega a su culminación con el Papa Inocencio III; finalmente el Papado pretendía reclutar para sus oficinas personal altamente cualificado, capaz de llevar a cabo las más delicadas misiones. Las recién nacidas universidades eran capaces de ofrecer la respuesta adecuada a estas necesidades pontificias. Así, la intervención papal sería esencial en relación con el nacimiento de las primeras universidades; los Papas apoyan su lucha, las colocan bajo su protección, las colman de privilegios y atenciones. Gracias a esta protección, las instituciones universitarias adquieren un carácter internacional que no habían tenido, hasta ese momento, los centros de enseñanza superior; asimismo, el apoyo pontificio supone la extensión de la condición clerical a todos los miembros del mundo universitario, maestros y estudiantes, aunque éstos no siempre se comportaran como clérigos. Bien es verdad, que el Pontificado exige, a modo de contrapartida, la lealtad del mundo de la cultura y de las élites intelectuales. La relativa docilidad de los intelectuales frente al Papado tiene razones muy claras: el estudio de la teología y del derecho canónico abre ante ellos la posibilidad de protagonizar brillantes carreras que culminan- en muchos casos- con el acceso a cargos de obispo, o incluso al de cardenal. De todas formas, este panorama no debe ocultarnos otra cara de aquella situación; a largo plazo, esta sumisión de las universidades al Pontificado acarreó problemas y dificultades, a veces de considerable importancia. El Papado no se limitó a proteger a los centros universitarios que surgieron de forma espontánea: también participó activamente en el nacimiento de otras universidades, que se debieron a su iniciativa; en este aspecto, el Papado daba

ejemplo a las universidades civiles, que también impulsaron el nacimiento de nuevos centros universitarios. EL INTERVENCIONISMO DE LAS AUTORIDADES CIVILES Efectivamente, emperadores, reyes, príncipes y municipalidades acometieron la fundación de nuevas universidades, con el objetivo de formar buenos colaboradores, y también con el de apuntalar y aumentar su prestigio. Su intervención en el mundo universitario se incrementó considerablemente a lo largo de los siglos XIV y XV; afectó por igual a todas las universidades, tanto a las nuevas, como las antiguas, pues unas y otras empezaron a perder su independencia frente a los poderes establecidos. Este proceso supuso el fin de la autonomía corporativa de las universidades, y fue provocado por las nuevas circunstancias políticas de los siglos XIV y XV. Entre dichas circunstancias estuvo la actitud de unas monarquías y unas municipalidades –en el caso de las ciudades-estado-empeñadas en una lucha cuyo objetivo final es la afirmación de su autoridad. Para conseguirlo, recortaron los privilegios obtenidos con anterioridad por las diversas corporaciones, y se obstinaron en restringir la jurisdicción eclesiástica. Esto supuso un doble peligro para las universidades, obligadas a plegarse ante las autoridades civiles. Esta intervención se proyectó, por ejemplo, en los nuevos sistemas de financiación que se aplicaron en el mundo universitario durante estos dos siglos. En general, las universidades fundadas por la iniciativa de autoridades civiles, fueron financiadas por dichas autoridades; pero, además, durante los momentos finales de la Edad Media también aquellas otras universidades que no habían sido fundadas por autoridades civiles se vieron obligadas a acogerse a su generosidad. Su intervencionismo se vio favorecido por las nuevas condiciones del mundo universitario, determinadas por el aumento en el número de universidades, muchas de ellas incapaces de hacer frente a los gastos derivados de su funcionamiento.

EL PROFESORADO: Las universidades hubieron de hacerse con un conjunto de profesores, capaz de satisfacer las ansias de saber de un alumnado en continuo crecimiento. En un primer momento cada universidad contaba con un profesorado bastante reducido en su número, pero con el tiempo el profesorado fue aumentando, según se ampliaron y consolidaron las necesidades docentes. Perfil del profesor universitario: Los profesores univerLAsitarios tenían cuatro rasgos comunes, que ayudan a establecer su perfil: practicaban un respeto reverencial hacia las autoridades sobre las que se apoyaban para desempeñar

su actividad docente, pues las consideraban la fuente de todo el saber; tenían un perfecto dominio del método dialéctico, lo que les llevaba- paralelamente- a despreciar el método experimental; proclamaban la universalidad del saber y del conocimiento y enseñaban desde una óptica cristiana. Los profesores eran, todos ellos, eclesiásticos. Pero a pesar de su estatuto clerical, muchas veces no habían recibido la ordenación sacerdotal, sino tan sólo la tonsura. Sin embargo, su fuero eclesiástico pesó bastante en su vida privada, pues raramente contraían matrimonio, permaneciendo solteros en su gran mayoría, para llevar un modo de vida más acorde con su situación jurídica. Por otra parte, los profesores no eran tan sólo docentes, sino que también tenían responsabilidades morales y religiosas que cumplir. En el profesorado universitario se incluían tanto miembros del clero secular, como miembros del clero regular. Estos últimos empezaron a adquirir un especial protagonismo desde el siglo XIII, sobre todo algunos miembros de las Órdenes Mendicantes. Efectivamente, éstas mostraron un manifiesto interés por integrar en el profesorado universitario a sus miembros mejor dotados intelectualmente, obteniendo éxitos evidentes. Por esta vía, un nuevo tipo de religioso letrado se unió a los ya numerosos clérigos cultivados. Los dominicos, especialmente, mostraron pronto una fuerte inclinación cultural, relacionada con la firma creencia de que únicamente una sólida formación intelectual podía capacitar para el desempeño de las importantes tareas a las que la Orden se sentía llamada. Los franciscanos, aunque en un primer momento se mostraron reticentes, y a pesar de que nunca alcanzaron la misma relevancia intelectual que llegaron a tener los dominicos, también se dedicaron a la enseñanza universitaria. Dentro del profesorado, el escalón superior estaba compuesto por los catedráticos, divididos, a su vez, en diversas categorías; entre ellas, las más destacadas son las cátedras de prima y cátedras de vísperas, determinadas por el horario en el que el correspondiente catedrático ejercía la enseñanza. En cuanto al escalafón inferior, estaba compuesto por los bachilleres, que, integrados en la cátedra de su maestro, ejercían en ella labores de carácter secundario. La querella entre mendicantes y seculares. El éxito docente de dominicos y franciscanos fue evidente; además, se trató de un éxito impulsado y celebrado por el Papado, que valoraba especialmente su actitud universalista, así como su condición de fieles auxiliares de sus iniciativas. Sin embargo, la presencia de las universidades de profesorado perteneciente a las Órdenes Mendicantes también tuvo sus inconvenientes y causó algunos problemas. Al principio, los mendicantes se integraron en el profesorado sin dificultad, sin que existiera ningún signo de rechazo de los profesores seculares. Pero los

problemas no tardaron en presentarse, relacionados con el papel destacado que los mendicantes iban consiguiendo en el mundo universitario. En la universidad de París, el conflicto estalló hacia mediados del S. XIII, cuando se hizo patente el monopolio de franciscanos y dominicos sobre las cátedras de teología, que eran entonces las más prestigiosas. Los profesores seculares, guiados por Guillermo de Saint-Amour, acusaron a los mendicantes de no ser auténticos universitarios, pues no defendían los derechos de la universidad, sino los del Pontificado, incumpliendo, además, unos estatutos que eran vinculantes. El Papa Inocencio IV dio la razón a los profesores seculares mediante la bula Etsi animarum de 1254. Sin embargo, tan sólo un año más tarde, Alejandro IV publicaba la bula Quasi Lignum Vitae, por la que devolvía a los mendicantes a la universidad, convirtiendo el Papado en su defensor. Pero la querella no terminó ahí; de hecho se estiró a lo largo de años sucesivos, hasta que fue definitivamente resuelta en 1290, con la victoria de franciscanos y dominicos. Sistemas de contratación y honorarios: Los sistemas de contratación del profesorado fueron muy diversos, y varían considerablemente de acuerdo con las distintas universidades. En algunos casos, eran las autoridades que financiaban a la universidad las que contrataban a los profesores: así sucedía en Bolonia, donde la municipalidad se ocupaba de dicha gestión. En otros casos, era la comunidad univesitaria la que se ocupaba del tema, como sucedía en la universidad de Paris. A partir del siglo XV, empezó a implantarse el sistema de oposiciones, por ejemplo en Salamanca. En cuanto a los honorarios que percibían los profesores, al principio eran directamente aportados por los estudiantes, en virtud de un contrato que se ponía por escrito, la collecta. Pero, con el paso del tiempo, en muchas universidades- como, por ejemplo, en la de Paris- los maestros se vieron galardonados con beneficios, rentas y prebendas eclesiásticas. Era un sistema lógico, si se tiene en cuenta el fuero eclesiástico que afectaba a los profesores. Su uso evitaba las preocupaciones morales que suscitaba el cobrar unos honorarios por la transmisión del saber, que, debido a su carácter no material, se consideraba un don celestial; además de esta forma se reconocía explícitamente el carácter eclesiástico de la enseñanza. Por último, este procedimiento aseguraba la gratuidad de la enseñanza a los estudiantes que no tenían recursos económicos.

EL ALUMNADO Igual que el profesorado, el alumnado también fue aumentando gradualmente, según se fue haciendo más habitual el acceso a los estudios universitarios. Así,

por ejemplo, la universidad de Paris contaba, hacia fines del S.XIV, con un número de alumnos aproximado de unos 10.000 estudiantes, mientras que durante sus primeros años de existencia apenas debía contar con unos pocos centenares. Predominaban claramente los alumnos pertenecientes el estamento eclesiástico, aunque, en muchos casos, tan sólo habían recibido la tonsura; su presencia se veía, además, favorecida por la existencia de rentas y beneficios eclesiásticos que les permitían financiar sus estudios, y era estimulado por las posibilidades que ofrecían de conseguir una buena carrera eclesiástica. Los alumnos laicos no eran excesivamente numerosos, aunque esta tendencia empezó a invertirse a partir del siglo XV, y sobre todo en relación con estudios de mayor orientación utilitarista, como los de medicina o derecho. Procedencia geográfica y socio-económica: Los alumnos tenían una procedencia geográfica muy variada, de acuerdo con el carácter internacional y cosmopolita que tenían las universidades a lo largo del Medievo. Sobre todo en aquellas que jugaban un papel más destacado en el panorama educativo y científico, era posible encontrar alumnos procedentes de los más diversos rincones del continente europeo, alumnos que acudían a ellas atraídos por su fama académica. También era diversa su procedencia socio-económica, pues se puede decir que todas las clases sociales aportaron alumnos al mundo universitario. Destacan, especialmente, los alumnos procedentes de las clases medias, sobre todo de las instaladas en las ciudades, pero tampoco se han de olvidar los estudiantes procedentes de las clases más humildes, ni los pertenecientes a la nobleza; concretamente, la presencia de miembros de la nobleza en la aulas universitarias aumentó considerablemente a partir del siglo XV, debido al creciente prestigio de la educación universitaria y a la conversión de la titulación universitaria en una marca de distinción social. Las diferencias socio-económicas se hacían muy patentes entre el alumnado. Aquellos que disfrutaban de una posición económica más sólida acudían a las universidades rodeados de familiares y criados; habitaban en alojamientos cómodos, espaciosos y bien situados; podían acceder sin problemas a todos los libros de texto que necesitaban utilizar a lo largo de sus estudios; contaban con la ayuda de profesores particulares, y, por último, se integraban fácilmente no sólo en la vida universitaria, sino también en la vida urbana de la ciudad correspondiente, gracias a sus contactos e influencias. Distinta era la situación de los estudiantes pobres, cuya presencia era sumamente habitual. Tenían que hacer frente a graves problemas, derivados de sus escasos recursos económicos, llevando una vida bastante precaria. Aunque muchos de ellos-los más afortunados- lograban algún beneficio o renta eclesiástica para ayudarse en sus gastos, o- en caso de pertenecer a las

Órdenes Mendicantes- conseguían la protección de sus hermanos de religión en la ciudad en la que desarrollaban sus estudios, muchos otros ni tan siquiera podían acogerse a estas facilidades. Si tampoco les era posible lograr la protección o el mecenazgo de alguna persona pudiente, dispuesta a pagar los gastos generados por sus estudios, estos alumnos se veían obligados a desempeñar trabajos muy diversos, para conseguir los medios económicos de que carecían. Muchas veces trabajaban como criados, para estudiantes ricos o para otras personas; en otros casos, trabajaban como copistas de libros, o bien recurrían a la venta y alquiler de sus apuntes de clase; también podía convertirse en profesores particulares de otros alumnos, más jóvenes o menos aventajados; finalmente, en muchos casos incluso se dedicaban a al mendicidad. Los colegios mayores: Uno de los más graves problemas a los que debían enfrentarse estos alumnos carentes de medios era el de encontrar un techo bajo el...


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