Catalina II de Rusia PDF

Title Catalina II de Rusia
Author María Cazorla
Course Historia de la Baja Edad Moderna
Institution UNED
Pages 5
File Size 101.6 KB
File Type PDF
Total Downloads 55
Total Views 131

Summary

PED 2º SEMESTRE HISTORIA BAJA EDAD MODERNA...


Description

Nacida el 2 de abril de 1729 en Stettin (Pomerania), la hija primogénita del Gobernador militar de esta localidad y posteriormente Regente de AnhaltZerbst, Cristian Augusto y de Juana Isabel, cuarta hija del Príncipe de HolsteinGottorp-Euttin; fue una niña mal recibida por su madre, que esperaba un niño, educada en el seno de una familia de mediano patrimonio pero emparentada con la realiza alemana; únicamente cabe explicar que accediese al trono de Rusia, la completa situación del estado ruso tras la muerte de Pedro I el Grande, caracterizada por una sucesión de golpes de estado de débiles monarcas: Catalina I, segunda esposa de Pedro I; Pedro II, su nieto; Ana, hija de Iván V; Iván VI y así, hasta llegar a la segunda hija del segundo matrimonio de Pedro el Grande, Isabel que, al no tener hijos, designa heredero a Carlos Pedro de Holstein-Gottorp, hijo de su hermana, la Duquesa de Holstein-Gottorp y, por tanto, sobrino de Carlos Augusto de Holstein, con quien estaba prometida y que fallece de viruela poco antes de su boda. No obstante existen diversas teorías acerca de cómo Sofía de Anhalt-Zerbst acabó casada con el príncipe heredero de Rusia, quizás, la que parece más plausible y la que encuentra mayor refrendo entre los biógrafos de Catalina II es la que señala cómo Federico II de Prusia, ante el temor de que el heredero contrajese matrimonio con una princesa sajona (aliándose Rusia y Sajonia, su gran enemiga), se fijó en la hija del príncipe regente de Anhalt-Zerbst que además era, por parte de madre, prima hermana del zarévich. Llega Sofía de Anhalt-Zerbst a Moscú con 15 años, en el año 1744, acompañada de su madre; tras su conversión a la fe ortodoxa y su cambio de nombre por el de Catalina Alexeievna, celebrándose los esponsales con el zarévich y adquiriendo el título de Gran Duquesa con tratamiento de Alteza Imperial; el matrimonio tuvo lugar en Moscú, en el año 1745. Desde dicha fecha y hasta su acceso al trono ruso, Catalina vivirá una extraña situación condicionada por 3 circunstancias: a) su relación con su esposo, la cual utilizó como pretexto para dar el golpe de estado que acabó con su vida alzarse como titular del trono y no como consorte; b) su posición como princesa prusiana que debía su matrimonio a Federico II de Prusia, conjurándose para impedir que, antes del estallido de la Guerra de los Siete Años, Rusia fuese a combatir a Prusia como consecuencia de su alianza con Francia, alzándose como la cabeza visible de la fracción anglófila y c) su largo proceso de formación intelectual, iniciándose en la lectura de obras como “Vidas paralelas” de Plutarco o “Consideraciones sobre las causa de la grandeza de los romanos y sus declaracines” de Montesquieu, a instancia del Ministro de Suecia ante la corte rusa, el Conde Adolfo Gyllenborg. Al fallecimiento de la zarina Isabel, en 1761, le sucede en el trono su sobrino, el Gran Duque, con el nombre de Pedro III y, encabezando la fracción prusiana, ordena al ejército retirarse de Prusia; Pedro III, luterano, ordenó la

desamortización de las tierras eclesiásticas, cesar la persecución de los ortodoxos y suprimir la Cancillería secreta. En este contexto, se produce el golpe de estado, organizado por los hermanos de Grigory Orlov, amante de Catalina (no obstante “su cerebro” fue el Ministro Nikita Panin), que, dirigido a desplazar a la facción prusiana y antieclesiástica, llevan a la nueva zarina en coche descubierto recorriendo los diversos regimientos para conseguir, finalmente, que Pedro III, desprovisto de apoyo militar, acaba entregándose y abdicando; pocos días después, Aleksy Orlov escribe a la nueva zarina afirmando que: “el Zar depuesto ha muerto en una refriega en la villa de recreo, en Ropcha, donde estaba detenido”. Breve reseña acerca de su vida personal: La vida de la zarina giró, en la corte rusa, en torno a dos personas: Grigory Orlov, con quien tuvo 3 hijos y Grigory Potemkin, militar de escasa graduación y que procedía de la baja nobleza. Rasgos políticos de su reinado: Su política giró, principalmente, en torno a 3 ejes: a) política exterior expansiva; b) intento de reformar la estructura social; c) reforma de las instituciones políticas de forma autocráctica. Por lo que respecta a su política exterior, quizás el elemento más exitoso de su reinado, buscó continuar la obra de Pedro el Grande y aproximarse a Prusia; para ello, firmó con Federico III de Prusia un tratado de ayuda mutua, en abril de 1764, por el que consiguió: de un lado, un marco de estabilidad, en la política exterior rusa y, de otro, el apoyo de Polonia a Poniatowsky, amigo de Catalina, para acceder al trono de Polonia, a cambio de que la Dieta polaca proclamara a la Emperatriz protectora de Polonia; su plan de expansión hacia el sur le llevó am la guerra ruso-turca, en su afán por conseguir la libre navegación por el Mar Negro y proclamar la independencia de Crimea, que finalmente se anexionará a Rusia. Por lo que atañe a sus intentos de reformar la estructura social rusa, Catalina centró sus esfuerzos en fortalecer a la burguesía y al campesinado, con escasos resutlados. Catalina II de Rusia, llamada la Grande; nacida en Stettin, hoy Szazecin, actual Polonia, 1729; fue emperatriz de Rusia desde 1762 hasta 1796, año en que fallece, en San Petesburgo); princesa alemana de la dinastía Anhalt-Zerbst, fue enviada por su familia a Rusia para contraer matrimonio con el gran duque Pedro, nieto del zar Pedro I de Rusia, también llamado Pedro el Grande; una vez establecida en San Petersburgo cambió su nombre original, Sofía Augusta, por el de Catalina Alexeievna, y entró en la Iglesia Ortodoxa rusa, gesto que se

reveló decisivo para su futuro político; contrajo matrimonio en 1745 con el gran duque, quien accedió al trono ruso en enero de 1762 con el nombre de Pedro III.

Catalina la Grande, zarina de Rusia La desdeñosa actitud del zar Pedro III ante las tradiciones rusas y, sobre todo, su política iconoclasta y de secularización de bienes le granjearon la enemistad de numerosos sectores, encabezados por la Iglesia y la guardia imperial. Dadas estas circunstancias y el escaso entendimiento de la pareja real, Catalina protagonizó a finales de junio siguiente un golpe de Estado «para la defensa de la ortodoxia y la gloria de Rusia». Los hermanos Orlov sublevaron los regimientos de la guardia imperial y el zar fue detenido, obligado a abdicar y, poco después, asesinado. El hecho de que este crimen se mantuviera en secreto fue aprovechado por Pugachev, entre 1773 y 1774, para soliviantar a las masas populares en nombre de Pedro III. Mientras tanto, Catalina II de Rusia tomó la dirección del imperio, dispuesta a transformar profundamente sus estructuras administrativas y productivas de acuerdo con las tendencias que habían de definir el despotismo ilustrado. Impregnada del espíritu iluminista de la época, Catalina II mantuvo relaciones poco disimuladas con numerosos amantes, pero supo ganarse el respeto de la mayoría de los gobernantes europeos y de los intelectuales ilustrados de la época, como Voltaire y el enciclopedista Diderot, que fue uno de sus más próximos consejeros. Gracias a su influencia, en 1764 la zarina impuso como rey de Polonia a Estanislao Poniatowski, antiguo amante suyo, y algo más tarde logró que las leyes polacas estuviesen bajo su observancia. Dueña de un poder de dudosa legitimidad, Catalina la Grande hubo de apoyarse en la aristocracia terrateniente rusa para desarrollar su programa de reformas liberalizadoras y racionalistas. Para ganarse este respaldo no sólo mantuvo los antiguos privilegios de la nobleza, sino que la dispensó del servicio militar y reforzó su poder sobre los siervos, al conceder a los nobles el derecho a deportarlos a Siberia (1765) e instituir la servidumbre en Ucrania (1783). Estas concesiones le permitieron, por otro lado, instaurar una serie de medidas liberalizadoras, como la de secularizar los bienes de la Iglesia (1764). Tras vencer en la guerra contra Turquía en el año 1774, emprendió una reforma político-administrativa del territorio que consolidó el centralismo autocrático y suprimió la autonomía ucraniana; en política exterior mantuvo una política expansionista, apoderándose de Lituania, la Rusia Blanca -tras los repartos de Polonia de 1772, 1793 y 1795-, Crimea y, previa victoria de nuevo sobre Turquía, el territorio situado entre el Dniéster y el Bug. Durante su reinado la economía rusa creció considerablemente merced a la gratuidad de gran parte de la mano de obra, a las medidas liberalizadoras del

comercio y de la industria y a una política inmigratoria que favoreció la colonización agrícola, especialmente entre Crimea y Kuban, y la fundación de ciudades como Sebastopol y Jerson. La emperatriz desarrolló al propio tiempo su programa iluminista en el campo de la enseñanza (fundó numerosas escuelas) y trató de europeizar el país, para lo que favoreció la penetración de las ideas ilustradas, invitó a la corte a numerosos intelectuales europeos e impulsó el uso de la lengua francesa en los círculos nobiliarios y cortesanos; hacia el final de su reinado, sin embargo, el estallido de la Revolución Francesa intensificó sus actitudes autocráticas. En materia religiosa adoptó una política de tolerancia que terminó con la persecución de los disidentes de la Iglesia Ortodoxa.

Rodeada de libros de Cicerón, Platón, Tácito, Montesquieu, Diderot y Voltaire, se transformó en una erudita calificada por el último, con el que se carteó durante años, como “la estrella más brillante del Norte”. Diderot dijo que tenía “el alma de un Bruto, pero el corazón de una Cleopatra”. Un doble retrato cercano a la realidad, ya que Catalina amplió las fronteras de Rusia, ganó acceso al Mar Negro y le arrebató Crimea al Imperio Otomano en grandes victorias militares. Pero su empeño en ser reconocida como una soberana ilustrada derivó en el apodo de “déspota ilustrada”. Su proyecto de crear una gran comisión de funcionarios, nobles, burgueses y campesinos no prosperó porque llevaba un embrión democrático considerado peligroso. Tampoco liquidó la dependencia servil de los campesinos, que no eran ciudadanos libres. A pesar de su indudable talla intelectual y su probada valía como estadista, fue también una mujer decididamente atada a su tiempo. Tal vez por eso, Pushkin, el gran escritor romántico ruso, concluyó en el siglo XIX que era “un Tartufo [el impostor de la obra de Molière] coronado y con faldas”. En su agitada existencia fue especialmente importante la figura de Grigory Potemkin, el militar que la arropó con el golpe y comandó luego la guerra rusoturca de 1768-1774. Convertidos en amantes hacia 1774, intercambiaron una jugosa correspondencia que revela admiración mutua además de sexo y poder. La intensidad de la relación no evitó que Potemkin fuera sustituido un año después por otro amante, pero la pareja mantuvo una estrecha amistad y él pudo dedicarse a una de sus pasiones, fundar ciudades y proteger la flota del Mar Negro. Catalina la Grande, como Federico, consideraba parte importante de su grandeza contar con el apoyo de los filósofos. Solicitó la presencia en la corte rusa de filósofo y matemático D`Alembert, como preceptor del zarevitch Pablo, que se negó, pero Catalina insistía y le ofrecía un gran sueldo; sin embargo, aquel, persistía en rechazar la oferta, alegando que no sabía nada de política;

ávida por mantener relación y contacto intelectual con los más famosos filósofos de la época, mantuvo correspondencia con Voltaire que, sin embargo, nunca viajó a Rusia (quizás, escarmentado por lo que había sucedido anteriormente en la corte prusiana); mediante sus numerosas cartas, ambos participaron en el juego de la seducción. Entre las numerosas epístolas que se intercambiaban, Voltaire le escribía a Catalina, en 1766: “No pedimos más que el honor de colocar vuestro augusto nombre a la cabeza de aquellos que nos ayudan a aplastar el fanatismo “ y en 1767 le escribía: “Vendrá un tiempo … en que toda luz vendrá del Norte” y en 1771: “Es del Norte hoy que nos viene la luz”; en sus elogios a la zarina, ensalzada como campeona de orden frente a la anarquía, como defensora de la tolerancia frente al fanatismo, Voltaire no parece sentir ningún escrúpulo, ni con motivo del asesinato del zar Pedro, ni con ocasión del reparto de Polonia, al que califica de “pacificación”; al fallecimiento de Voltaire, Catalina escribió: “Querría gritar! Es mi maestro, yo soy su discípula”. Deseosa de conservar de algún modo tangible su herencia, la soberana adquirió su biblioteca de 6.000 volúmenes, por la enorme cantidad de 135000 libras tornesas (Bluche, 68, 188). Todavía más significativa es su relación con Diderot, quien la admiraba profundamente; en 1762, la zarina lo invitó a trasladarse a Rusia para terminar la Enciclopedia y en 1765 le compró su biblioteca personal, por 15000 francos, permitiéndole conservar el usufructo y asignándole un sueldo de 1000 libras torneas como bibliotecario de la emperatriz; al recibir de una sola vez cincuenta anualidades de salario, Diderot se lo devolvió, no sin pronunciar innumerables alabanzas, entre otras, “modelo de soberano ilustrado”; en 1773, después de años de relaciones epistolares con su “Divinidad”, Diderot aceptó la invitación de visitarla a San Petesburgo, viaje que resultó tremendamente penoso para el filósofo, cansado, solo y enfermo, como decepcionante su conocimiento personal de la zarina, del que concluyó que nunca llegaría a ser una “soberana ilustrada”, al considerar que, en la zarina, la “razón del poder” vencía a la razón de las luces”; por ello, convencido de la inutilidad de su presencia en Rusia, regresó a Francia, consagrándose a su trabajo...


Similar Free PDFs