Comentario de texto. Abd al-Rahman III PDF

Title Comentario de texto. Abd al-Rahman III
Author Paula Bermejo
Course Historia Medieval De España
Institution Universidad Complutense de Madrid
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Frente a la proclamación del califato, Abderramán manda una carta a sus territorios pidiendo que se le llame Príncipe de los Creyentes....


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Paula Bermejo Iscar Grado en Historia, grupo A3

HISTORIA MEDIEVAL DE ESPAÑA COMENTARIO DE TEXTO Nº7 PRIMERA SESIÓN DE PRÁCTICAS ABD AL-RAHMAN III PROCLAMA EL CALIFATO DE CÓRDOBA

El sábado día 2 de du-l-hichcha de este año (17 de enero del 929), fueron despachadas cartas suyas dirigidas a los “ummal” de sus diferentes provincias, conforme a una redacción única. He aquí la copia de una de estas cartas: “En el nombre de Allah clemente y misericordioso. Bendiga Allah a nuestro honrado profeta Mahoma. Los más dignos de reivindicar enteramente su derecho y los más merecedores de completar su fortuna y de revestirse de las mercedes con que Allah altísimo los ha revestido, somos nosotros, por cuanto Allah altísimo nos ha favorecido con ello, ha mostrado su preferencia por nosotros, ha elevado nuestra autoridad hasta ese punto, nos ha permitido obtenerlo por nuestro esfuerzo, nos ha facilitado lograrlo con nuestro gobierno, ha extendido nuestra fama por el mundo, ha ensalzado nuestra autoridad por las tierras, ha hecho que la esperanza de los mundos estuviera pendiente de nosotros, ha dispuesto que los extraviados a nosotros volvieran y que nuestros súbditos se regocijaran por verse a la sombra de nuestro gobierno (…) En consecuencia hemos decidido que se nos llame con el título de Príncipe de los Creyentes, y que en las cartas, tanto las que expidamos como las que recibamos, se nos dé dicho título, puesto que todo el que lo usa, fuera de nosotros, se lo apropia indebidamente, es un intruso en él, y se arroga una denominación que no merece. Además, hemos comprendido que seguir sin usar ese título, que se nos debe, es hacer decaer un derecho que tenemos y dejarse perder una designación firme. Ordena, por tanto, al predicador de tu jurisdicción que emplee dicho título, y úsalo tú de ahora en adelante cuando nos escribas. Si Allah quiere”. En consecuencia, y conforme a estas órdenes, el predicador de Córdoba comenzó a hacer la invocación en favor de al-nasir li-din Allah, dándole el título de Príncipe de los Creyentes, el día 1º de du-l-hichcha de este año (16 de enero del 929). (Una crónica anónima de Abd al- Rahman III al-Nasir)

Este texto pertenece a una crónica anónima del califa andalusí Abd-al-Rahman III al-Nasir en la que se cuenta que el califa ha enviado unas cartas a los gobernadores locales de Al-Ándalus solicitando que se refieran a él y a sus sucesores políticos como Príncipes de los Creyentes. Así, este texto, coetáneo a la proclamación del Califato Cordobés, explica los deseos del nuevo Príncipe de los Creyentes de que, a partir de ese momento, sean así llamados los califas andalusíes. Habla del prestigio de Al-Ándalus en el mundo y legitima el derecho de los califas andalusíes omeyas al título de Príncipe de los Creyentes, en el nombre de Alá. Abd al-Rahman espera que los ummal y los predicadores se refieran a él bajo este título, por lo que les envía esta carta legitimadora de tal decisión. Esto llevó al predicador de la mezquita mayor de Córdoba a referirse así al califa el 16 de enero del año 929. En cuanto al autor de este texto, que es una fuente secundaria, se trata de un cronista anónimo que, probablemente, escribiera por encargo, dada la seriedad y el detalle del texto. Esta crónica que se conoce fue la comprada por E. Lévi-Provençal y E. García Gómez, Una crónica anónima de Abderramán al-Nasir (1950), y ni siquiera es la original, sino que se trata de una copia del siglo XIV, por lo que se podría cuestionar su veracidad u originalidad. Se ha observado que el copista no conocía bien el árabe, lo cual podría debatir su posible creación por encargo, dado que no se espera de un alto funcionario andalusí que no conociera correctamente el árabe. Esto lo podemos observar en la palabra “du-l-hichcha”, que ha sido escrita en otros textos y fuentes como “dul-Hiyya”. En las próximas líneas se desarrollará este asunto. Los investigadores, pese a estas problemáticas que se pueden encontrar por doquier, han validado en mayoría la veracidad del texto. Por tanto, se trata de una fuente vital para la historiografía y el conocimiento del mundo andalusí, pues, recogiendo las palabras del califa, se consigue recrear con mayor veracidad esos días de tránsito de un modelo político-religioso a otro muy distinto. Esa transformación debía ser aceptada por los súbditos, por ello incluye una legitimación de la nueva situación, que se explicará en este comentario. El texto no es propiamente epistolar pues incluye una introducción y conclusión del texto. Sin embargo, la mayor parte del texto sí es epistolar, refiere a la carta enviada por el califa Abd alRahman III. Las primeras y últimas líneas, que no corresponden al fragmento epistolar, podrían considerarse narrativas en cuanto a que informan de la situación que circundaba a la carta del califa. Así, el 16 de enero de 929, Abd al-Rahman III se proclama califa y Príncipe de los Creyentes. A su nombre añade el título honorífico de al-nasir li-din Allah, “el que combate victorioso por la religión de Alá”. Para este momento, todos los insurrectos habían sido dominados, la paz reinaba en Al-Ándalus. Abd al-Rahman III, octavo emir independiente del año 912 al 929 cuando proclama el califato, llevó a Córdoba a convertirse en la ciudad más poblada y próspera de Europa después de Constantinopla. Uno de los mayores regalos del Islam a la civilización occidental, fueron las aportaciones intelectuales y artísticas que, incuestionablemente, afectaron positivamente al devenir del mundo europeo 1. Sin embargo, anterior a esa prosperidad califal, cuando heredó el trono como emir, cada vez eran más los caudillos bereberes, árabes o muladíes que actuaban por su cuenta y se desentendían del gobierno central. Esto llevó a una situación de profunda descomposición 1 Manuel F. Ladero y Paulina Lopez, Introducción a la historia del occidente medieval, Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2010, p. 97

política y anarquía que afectaron al comercio exterior y perjudicaron gravemente la economía. En cuestión de política exterior, eran dos los grandes peligros para el emir: Asturias en el norte y los fatimíes, que querían unificar el Islam bajo su mandato. Para continuar con el contexto histórico del texto, se deben iniciar al mismo tiempo las interpretaciones de los expertos como las propiamente personales. Abd al-Rahman III fijó su gobierno sobre dos grandes pilares. El primero consistiría en la defensa de una supuesta legitimidad omeya frente al califato abbasí de Bagdad, quienes no eran considerados por los omeyas los sucesores legítimos del profeta Mahoma. Esto lleva a proponer una posible intención del califa de reestablecer la dinastía omeya. Sin embargo, adoptó el modelo de Estado todopoderoso y distante que en Bagdad se había importado de Persia. Esta forma de gobierno llevó a un distanciamiento del califa con los súbditos, pues defendía esa visión del califa como algo sagrado e inasequible, por no tener ya solo el poder terrenal, sino también el espiritual. Volviendo al contexto histórico, el Califato Abbasí de Bagdad no era el único problema para Abd al-Rahman III. En el año 909, se había proclamado en el norte de África el Califato Fatimí. Esta última palabra deriva del nombre de la hija del profeta Mahoma, Fátima az-Zahra, y de su esposo Alí, primo del profeta. Pertenecían a la corriente ismailí dentro de la rama de los chiíes. Los bereberes se vieron divididos entre el Califato de Córdoba y el Fatimí, y este no fue el único problema con el que se encontró el califa andalusí. El nacimiento de un nuevo califato en el norte de África suponía una amenaza político-religiosa que quizás quiso aplacar con la creación de otro califato, el Califato Cordobés, para ganarse el apoyo de los bereberes andalusíes y del sector árabe anti-abbasí y pro-omeya. Así, suprimiría también los levantamientos muladíes. Esto sentó muy mal en Bagdad, porque solo debía haber un califa, un enviado de Alá encargado de guiar a los creyentes de la comunidad islámica, la umma. Como podemos observar, quién debía ser la máxima autoridad de la civilización islámica era una cuestión problemática. Se cuenta que, inmediatamente tras la muerte de Mahoma, se dio una fuerte rivalidad y violencia en la umma, la comunidad islámica, especialmente entre su familia y la aristocracia qurayši 2. Fragmentado el Califato de Bagdad con el nacimiento del Califato Fatimí, este primero perdía la supremacía religiosa y la legitimidad. Esto dio vía libre a Abd al-Rahman III para proclamarse “califa”, palabra que deriva del término árabe jalifa, que significa sucesor o lugarteniente. El califa sería así el legítimo sucesor del profeta, motivo por el cual se han abierto a lo largo de la historia tantos bandos islámicos enfrentados entre sí por el parentesco y la relación con Mahoma. Un califa es el imán o jefe supremo de la comunidad de creyentes del Islam, el garante de la ley transmitida, el comandante supremo del ejército y, como dice el texto, debe ser considerado el Príncipe de los Creyentes (califa “Amir-al-Muminin”). Como dato curioso, cabe decir que los mozárabes pronunciaban mal esta última palabra, por lo que llamaron al califa “Miramamolín”. Abd al-Rahman III quiso con esta decisión que Córdoba se convirtiera en la nueva Damasco, en cuanto a que defendía la antigua legitimidad omeya. Es vital decir que en el texto habla repetidamente de “nosotros”. Se supone que se refiere a los Príncipes de los Creyentes en general, o a los omeyas en particular. El caso es que pretende legitimar mediante la voz de Alá 2 Manuel F. Ladero y Paulina Lopez, Introducción a la historia del occidente medieval, Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2010, p. 99

su derecho a convertirse en califa, en cuanto a que Alá “ha extendido nuestra fama por el mundo, ha ensalzado nuestra autoridad por las tierras, ha hecho que la esperanza de los mundos estuviera pendiente de nosotros, ha dispuesto que los extraviados a nosotros volvieran y que nuestros súbditos se regocijaran por verse a la sombra de nuestro gobierno ”. Así, el mismo Alá preferiría el gobierno andalusí omeya antes que cualquier otro, intentando de esta manera Abd al-Rahman III ganar una batalla a los califatos abbasí y fatimí: respecto al título de Príncipe de los Creyentes, “todo el que lo usa, fuera de nosotros, se lo apropia indebidamente, es un intruso en él, y se arroga una denominación que no merece”. Respecto a la histórica dependencia de Al-Ándalus respecto al califato original, Abd al-Rahman dice que “hemos comprendido que seguir sin usar ese título, que se nos debe, es hacer decaer un derecho que tenemos”. Aquí, declara la guerra de legitimidad al califato abbasí, en cuanto a que ya ha nacido otro califato en el norte de África, y ahora uno en la Península Ibérica, que creen tener más derecho sucesorio. Finalmente, el predicador de la mezquita mayor de Córdoba, así como el resto de predicadores de Al-Ándalus, comenzaron a llamar a su antiguo emir, califa y Príncipe de los Creyentes. Como ya se ha comentado con anterioridad, el cronista no era un perfecto conocedor del árabe, al menos a la hora de escribirlo. Si es cierto que en algunos textos se encuentra la palabra du-l-hichcha . Sin embargo, si se estudia el calendario árabe, que es distinto al nuestro, se puede observar que hay un mes con un nombre muy similar: el mes de dul-hiyya, que correspondería al duodécimo mes del calendario árabe, aquel en el que se realiza la peregrinación, siendo uno de los cuatro meses sagrados para los musulmanes: Dul-Quida, DulHiyya, Muharran y Rayab. Los tres primeros serían consecutivos (noviembre, diciembre y enero), siendo Rayab el correspondiente a julio. Debe aclararse que al ser un calendario distinto no se pueden hacer comparaciones a la ligera, pues se observa que en el mes de dulhiyya, el duodécimo del calendario islámico, Abd al-Rahman III proclama el Califato de Córdoba, en lo que para nosotros sería el mes de enero, el día 16, concretamente, mientras que en el texto habla del primer y segundo día del mes dul-hiyya. Otros términos que se nos pueden hacer extraños son el de ummal y predicador. El ummal sería una especie de gobernador local, un agente de rango inferior en contacto casi directo con la población civil. Por otro lado, los predicadores son imanes que hacen la predicación del viernes, la jutba. Así, Abd al-Rahman III pretendía ser respetado tanto por los poderes terrenales como por los espirituales, pues con su título de emir carecía de estos últimos, pues respetaba el poder del califa de Bagdad. Por tanto, este texto, de cronista anónimo, posee una información sumamente importante, que permite a los investigadores confirmar o desmentir teorías sobre, por ejemplo, los motivos de Abd al-Rahman III para proclamar un califato independiente de Bagdad. Es altamente informativo también, en su comentario, de varios términos importantes para el estudio de las fuentes en lengua árabe. Como conclusión, me gustaría recalcar el interés por el mundo islámico que ha suscitado en mí, y las ganancias intelectuales que he obtenido de este estudio que, sin duda, me serán de gran utilidad en mi carrera como historiadora, aunque me hubiera gustado que hubiera alguna alusión a los reinos cristianos.

Bibliografía -

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Diversas páginas web especializadas, recomendando www.puzzledelahistoria.com, que contiene breves ficheros con información fundamental sobre cualquier acontecimiento histórico. F. Ladero, Manuel, y López, Paulina, Introducción a la historia del occidente medieval, Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2010. Rocher, Begoña, “Ceremonial y protocolo en el Califato de Córdoba”, Tulaytula: Revista de la Asociación de Amigos del Toledo Islámico, 11 (2004), pp. 95-132. Yassine Bendriss, Ernest, Breve historia del Islam, Nowtilus, 2013....


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