Demostración de la existencia de Dios PDF

Title Demostración de la existencia de Dios
Course Historia de la Filosofía
Institution Bachillerato (España)
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Redacción sobre la existencia de Dios hecha en clase...


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3. DISERTACIONE S 1. DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS Descartes, en su duda metódica, es decir, al dudar de todos los conocimientos adquiridos anteriormente, establece algunas hipótesis o motivos de duda. Como bien sabemos una de ellas es la hipotética existencia de un genio maligno (introducido en las Meditaciones), que nos engañara continuamente. Es decir, que incluso lo que nosotros vemos clara y distintamente podría ser falso, por influjo de un ser mucho más poderoso que nosotros y que provocara tal situación. Por eso, Descartes necesita defender que Dios existe: si efectivamente hay un ser omnipotente y bueno, él impedirá que el genio maligno nos engañe. Por eso, es enorme la importancia de Dios en su sistema; es el fundamento último de todo su sistema, el garante de su verdad y de su posterior demostración de la existencia del mundo.

En consecuencia, Descartes se esfuerza, en diversos textos y con diversos argumentos, por demostrar la existencia de Dios. En concreto, las demostraciones más importantes se hallan en la cuarta parte del Discurso del método y en la tercera y quinta meditación de sus Meditaciones metafísicas. Por ello, para seguir avanzando en su filosofía, para descubrir nuevas verdades, Descartes no encuentra otro camino que la idea de Dios. Necesitamos demostrar que Dios existe y que su existencia y su naturaleza (su modo de ser) hace imposible la hipótesis del genio maligno. Por eso, tres son los argumentos que da para demostrar la existencia de Dios: La primera de ellas requiere previamente aclarar la teoría de las ideas innatas. Descartes demostrará la existencia de Dios a partir de la reflexión relativa a la existencia en nosotros de la idea de un ser absolutamente perfecto.

La segunda demostración se halla en el principio de causalidad, esta prueba parte de la contingencia de mí mismo como ser finito. Dios será en esta prueba causa de mí (no ya de la idea de Él que en mí hay). La prueba está basada en la imperfección y dependencia de mi ser.

Los dos primeros argumentos se apoyan en tesis de la filosofía anterior, aunque elaboradas personalmente: parten de una realidad que conocemos (cogito, pienso) y llega a Dios basándose en el principio de causalidad; Lo peculiar de Descartes es que parte, no de la experiencia sensible, sino del yo con sus ideas, puesto que ignoramos si aún existe otra cosa. Las dos primeras pruebas se distinguen sólo por un matiz: la primera parte de la idea de un ser perfecto, y la segunda parte de la paradoja de que un ser imperfecto (yo) posea la idea de perfección.

Y el tercero es el que, desde Kant, se denominó argumento ontológico.

Según Descartes existen tres tipos de ideas: Las ideas innatas, que están en nosotros desde el momento mismo del nacimiento, al menos como potencialidad, las ideas adventicias, o derivadas de los sentidos, y finalmente, las ideas facticias, o construcciones de nuestra imaginación. Hecha esta distinción, la cuestión está clara. Si en nosotros habita la idea de Dios como lo perfecto e infinito, ¿de qué tipo de idea se trata? Evidentemente, de una idea innata; pero, ¿cómo está presente en nosotros esa idea de infinitud y perfección, siendo nosotros seres finitos e imperfectos? La respuesta supone aceptar que es Dios mismo quien ha introducido en nosotros esas ideas innatas. Descartes afirma que hay en su mente dos clases de ideas: Las que se refieren a seres exteriores como el cielo, la tierra, la luz, el calor… y la idea del ser perfecto.

Al primer tipo de ideas, en obras posteriores, las llamará adventicias, porque parecen provenir de fuera de nosotros. Es decir, no sabe si la causa de esas ideas está en algo exterior a él, puesto que considera que no hay ningún inconveniente en que él mismo las hubiera causado, es decir que fueran facticias, creadas por la misma mente. Sin embargo, también tenemos la idea de un ser perfecto, por el solo hecho de darnos cuenta de que es imperfecto dudar.

¿Cuál es su causa?, ¿de dónde proviene esta idea? No puede proceder de mí -dice Descartes-, porque en la causa tiene que haber, al menos, tanta realidad como en el efecto.

Admitir que lo más perfecto proceda de lo menos perfecto, sería admitir que algo proviene de la nada, lo cual es absurdo. La causa de mi idea de perfección no puede ser otra que el mismo Ser perfecto, que la ha puesto en mí desde siempre y, por eso, es innata, como la llama en las Meditaciones.

La segunda prueba, es, soy imperfecto, puesto que dudo, y tengo la idea de perfección. Por consiguiente, la poca perfección que poseo no viene de mí, pues si fuera capaz de darme una perfección me habría dado todas las perfecciones que concibo. Dependo, pues, de una causa que posee por sí misma todas las perfecciones y ese es Dios. Este argumento se basa en mi propia existencia. No se puede deber a mí mismo, ni a que haya existido siempre, ni por supuesto, a una causa menos perfecta. Luego he de buscar la respuesta definitiva en Dios. Esta prueba parte de la contingencia de mí mismo como ser finito. Dios será en esta prueba causa de mí (no ya de la idea de Él que en mí hay).

La tercera prueba, es, el argumento ontológico. Es la que mejor concuerda con su sistema filosófico, pues es como una prolongación de la intuición de la existencia del yo. Esta prueba comienza con la consideración de que hay ideas que él considera innatas: la idea de extensión infinita o cuerpo continuo. Según él, nosotros construimos todas las figuras y cuerpos geométricos a partir de dicha idea de extensión, pero nada asegura que esos objetos posean existencia exterior a nuestra mente. Pero si tomamos como punto de partida la idea de ser perfecto, descubrimos que su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si faltara la existencia, ya no sería la idea de ser perfecto, puesto que la existencia es la primera de las perfecciones.

Una vez que Descartes ha demostrado que Dios existe, se encarga de demostrar sus atributos o perfecciones. Siguiendo la tradición anterior, se centrará fundamentalmente en dos: Dios es causa de toda la realidad y absolutamente veraz. Se trata de un Dios creador, que crea el mundo material (la res extensa) y los espíritus (la res cogitans), con todas sus ideas innatas. Se trata, además, de un Dios bueno que no nos puede engañar ni permite el engaño del hipotético genio maligno.

De este modo, el papel de Dios en el sistema cartesiano es capital. Ahora, de manera plena, podemos confiar en nuestra razón y sus evidencias, en las ideas claras y distintas. Este criterio de verdad está, en última instancia, garantizado por Dios. E incluso, Dios es la garantía de que las ideas adventicias responden a algo exterior, no son siempre pura ficción nuestra o engaño del genio maligno.

En definitiva, la idea de Dios es la única que permite pasar al exterior: haber demostrado que fuera del pensamiento existe una realidad con características muy especiales, será lo que permita la construcción del entero sistema cartesiano....


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