El cuarto de atrás PDF

Title El cuarto de atrás
Author Angela Tofe
Course Griego: Lengua, Literatura Y Cultura
Institution Universidad de Alicante
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Análisis de la novela El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite...


Description

RASGOS DE LA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES EN EL CUARTO DE ATRÁS, DE CARMEN MARTÍN GAITE

Ángela Toledo Fernández La literatura escrita por mujeres en España e Hispanoamérica Máster en Estudios Literarios Curso 2017-2018

ÍNDICE

1. Introducción ............................................................................................................ 2 2. Rasgos de la literatura de mujeres presentes en El cuarto de atrás ...................... 3 2.1. Novela de formación (bildungsroman femenino) ................................................ 3 2.2. Aspectos formales............................................................................................... 7 2.3. Aspectos temáticos ............................................................................................. 8 3. Conclusión ............................................................................................................. 12 4. Bibliografía ............................................................................................................ 13

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1. Introducción Carmen Martín Gaite nació en 1925 en Salamanca, donde vivió hasta que en 1948 se licenció en Filología Románica y poco después se trasladó a Madrid para realizar su tesis doctoral. En la capital conoció a los miembros de la llamada Generación del 50, y pasó a formar parte de este grupo de autores. En 1953 se casó con uno de ellos, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, pero se separaron en 1970. A pesar de dedicarse principalmente a la narrativa, durante diez años dejó en segundo plano la ficción para centrarse en otra de sus pasiones, la investigación histórica, y escribió numerosos ensayos sobre la historia de España, hasta que en 1974 volvió a las novelas con la publicación de Retahílas. En 1978 publica El cuarto de atrás, obra por la que le concedieron el Premio Nacional de Literatura, convirtiéndose así en la primera mujer en obtenerlo. El cuarto de atrás es una novela en la que se entremezclan varios géneros; es fundamentalmente una novela de memorias de tono intimista, pero en cierto modo también es una novela fantástica, y en ella la autora subvierte algunos géneros, como el de la novela rosa. La obra comienza con un monólogo interior de Carmen, la protagonista, que es la propia autora, mientras trata de dormir en su habitación. En esta primera escena, el espacio en que se encuentra, el cuarto de atrás, ya desencadena una serie de recuerdos de su juventud, cuando compartía esa misma habitación con su hermana. También comienzan a confluir el sueño y la realidad, entrelazados con los recuerdos del pasado. Cuando Carmen por fin logra dormirse, el sonido del teléfono la despierta; un hombre llama desde el bar de abajo, pues habían quedado para una entrevista a media noche. No obstante, cuando el misterioso hombre vestido de negro entra en el apartamento y comienza el diálogo, parece más una conversación distendida entre desconocidos que una entrevista a una escritora. Es esta conversación, que discurre en un terreno donde las barreras entre sueño y realidad no están claras, lo que desencadena el proceso de reconstrucción de la identidad de Carmen a través de sus recuerdos.

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2. Rasgos de la literatura de mujeres presentes en El cuarto de atrás 2.1. Novela de formación (bildungsroman femenino) Una de las características comunes de las novelas escritas por mujeres durante la Transición es el trasfondo autobiográfico. En este caso, como mencionábamos anteriormente, se trata además de una novela de memorias, lo que significa que el personaje es un reflejo de la propia autora, y que todos los recuerdos que describe en el texto son los de Martín Gaite. Este tipo de novelas, donde el protagonista hace un repaso de su trayectoria vital desde el presente con el fin de alcanzar el autoconocimiento, se denominan novelas de formación o de aprendizaje, y en la literatura de mujeres se califica incluso como bildungsroman femenino, por tener unos rasgos propios que la distancian y la diferencian de la novela de aprendizaje masculina tradicional. Los bildungsroman femeninos tienen como objetivo la búsqueda y recuperación de la identidad de la protagonista mediante la vuelta al pasado; en El cuarto de atrás, los recursos que ayudan a la protagonista a encontrar su yo son el misterioso interlocutor y el espacio interior del apartamento, repleto de objetos del pasado que la retrotraen a diferentes momentos de su vida. Por otro lado, esa identidad femenina está siempre condicionada por factores externos, generalmente de carácter histórico y social, y esta obra no es una excepción. Los condicionantes que limitaron el proceso de formación de la identidad de Carmen están relacionados con los duros momentos de la guerra y la posguerra, marcados por una fuerte represión social que la llevan a querer revelarse contra el orden establecido y, sobre todo, contra los modelos femeninos impuestos por el régimen. El siguiente fragmento refleja muy bien las dificultades de la posguerra que tuvo que afrontar el conjunto de la sociedad española, frente a la percepción subjetiva de la protagonista durante su infancia: Podría decirle que la felicidad en los años de guerra y posguerra era inconcebible, que vivíamos rodeados de ignorancia y represión, hablarle de aquellos deficientes libros de texto que bloquearon nuestra enseñanza, de los amigos de mis padres que morían fusilados o se exiliaban, de Unamuno, de la censura militar, superponer la amargura de mis opiniones actuales a las otras sensaciones que esta noche estoy recuperando, como

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un olor inesperado que irrumpiera en oleadas. Casi nunca las apreso así, desligadas, en su puro y libre surgir, más bien las fuerzo a desviarse para que queden enfocadas bajo la luz de una interpretación posterior, que enmascara el recuerdo. Y nada más fácil que acudir a este recurso de manipulación, que tan habitual se ha vuelto en este tipo de coloquios. Pero este hombre no se merece respuestas tópicas. —La verdad es que yo mi infancia y mi adolescencia las recuerdo, a pesar de todo, como una época muy feliz (p. 69).

Lo curioso de esta obra es que el proceso de liberación nunca llega a realizarse, puesto que la muerte de Franco se produce cuando la protagonista ronda la cincuentena, es decir, cuando ya ha asumido su papel en la sociedad, por lo que durante toda su vida se dedica a buscar su lugar en el mundo, principalmente a través de la escritura. Escribir es lo que la ayuda tanto a liberarse de la carga social como a reconstruir su identidad. Por ese motivo casi todas sus novelas, incluida esta, tiene un carácter autobiográfico en mayor o menor medida. El principal mecanismo de concienciación que emplea es el recuerdo, es decir, revivir experiencias que marcaron su vida y la convirtieron en la persona que es en el presente. Entre esos recuerdos se encuentran los de la guerra, cuando durante los bombardeos tenía que refugiarse junto con su familia y sus vecinos en un búnker, así como la educación franquista que, lejos de inculcarle unos valores patrióticos y un ideal de feminidad, le produjeron un gran rechazo hacia ese modelo de perfección: Bajo el machaconeo de aquella propaganda ñoña y optimista de los años cuarenta, se perfiló mi desconfianza hacia los seres decididos y seguros, crecieron mis ansias de libertad y se afianzó la alianza con el desorden que había firmado secretamente en el piso tercero del número catorce de la calle Mayor. También me puse en guardia contra la idea del noviazgo como premio a mis posibles virtudes prácticas. Por entonces ya iba a bailar al Casino y había desaparecido el cuarto de atrás. Pero desde mucho antes, desde que, sentada en el sofá verde, frente a este aparador, miraba en mi infancia los santos del libro de historia, ni los acontecimientos gloriosos ni los comportamientos ejemplares me parecían de fiar, me desconcertaban los reyes que promovían guerras, los conquistadores y los héroes, recelaba de su gesto altivo cuando ponían el pie en tierra extraña, defendían fortines o enarbolaban cruces y estandartes (p. 95).

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También encontramos algunas experiencias amorosas frustradas, como la del chico del balneario o la del portugués de Coimbra, cuyas cartas quemó tiempo atrás. Otro elemento importante de su pasado es el cuarto de atrás de su casa de Salamanca, una habitación que da nombre al libro y que es una metáfora de la represión e invasión de la identidad femenina perpetrada por el franquismo. Asimismo, el hecho de que paulatinamente vaya convirtiéndose en despensa lo que originalmente era una sala de juegos y un refugio para libertad, es reflejo de las dificultades económicas y la gran miseria que trajo consigo la posguerra, donde tuvieron que cambiarse los juguetes por alimentos de primera necesidad para poder sobrevivir. Por este motivo, esta novela emboza no sólo una subjetividad, sino que es un retrato colectivo de toda una generación, y el yo femenino llega a convertirse en una colectividad de mujeres que estuvieron condicionadas por una serie de circunstancias sociopolíticas. Otro de los mecanismos de concienciación, que fluye junto al diálogo, es la introspección. Aunque Carmen rememora su pasado gracias a las preguntas que le hace su interlocutor, en muchas ocasiones no responde, sino que reflexiona sobre ellas sin verbalizarlo. Esta tendencia de la protagonista a “fugarse” puede considerarse una rareza de su comportamiento, lo cual es un elemento característico de la literatura escrita por mujeres. Por último, el desdoblamiento es una de las técnicas más frecuentes, y consiste en la proyección del yo en otra persona o en un objeto, lo cual permite al sujeto femenino analizar su interior desde una perspectiva externa con el objetivo de construir una identidad global a partir de los distintos fragmentos. En El cuarto de atrás encontramos varios elementos que realizan esta función. El más importante es el recurso del interlocutor, el hombre vestido de negro, que ayuda a la protagonista a desahogarse y liberarse por medio de la palabra, y de esa manera desencadena el proceso de concienciación. Además, es significativo el hecho de que le proporcione píldoras para refrescar la memoria. Este recurso cobra más fuerza si pensamos que en realidad el misterioso personaje es en realidad un producto de un sueño que está teniendo Carmen, y por tanto se trataría de una proyección de su psique. El interlocutor sería, por tanto, un elemento donde se reflejan sus recuerdos y cuya función es la reconstrucción de su identidad como escritora, pero sobre todo como mujer. 5

Por otro lado, el espejo es un motivo recurrente en la literatura de mujeres, ya que se emplea tanto para expresar la falta de identidad del personaje, como para reconocer en él aspectos de su personalidad. En esta novela encontramos el espejo como símbolo la falta de identidad de Carmen en aquellas ocasiones en que se mira y no se reconoce, pero también como medio que conecta el presente y el pasado, es decir, como elemento que refleja su yo de la infancia o de la juventud y que le ayudan a construir su identidad actual con piezas de identidades pasadas representadas por recuerdos. Un buen ejemplo lo encontramos en este fragmento del tercer capítulo, donde Carmen se mira al espejo mientras está limpiando la mesa de la cocina con motivo de la visita del hombre vestido de negro, y en el espejo no se reconoce a su yo del presente, sino a sus identidades pasadas que le recriminan por desempeñar una tarea doméstica: La sonrisa se tiñe de una leve burla al darse cuenta de que llevo una bayeta en la mano; a decir verdad, la que me está mirando es una niña de ocho años y luego una chica de dieciocho, de pie en el gran comedor de casa de mis abuelos en la calle Mayor de Madrid, resucita del fondo del espejo —¿era este mismo espejo?—, está a punto de levantar un dedo y señalarme: «Anda que también tú limpiando, vivir para ver». Ya otras veces se me ha aparecido cuando menos lo esperaba, como un fantasma sabio y providencial, a lo largo de veinticuatro años no se ha cansado nunca de velar para ponerme en guardia contra las acechanzas de lo doméstico, y siempre sale del mismo sitio, de aquel comedor solemne, del espejo que había sobre la chimenea. La suelo tranquilizar y acabamos riéndonos juntas. «Gracias, mujer, pero no te preocupes, de verdad, que sigo siendo la de siempre, que en esa retórica no caigo.» (p. 74).

Esta idea de la reconstrucción de una identidad a través de imágenes de identidades pasadas reflejadas en un espejo, la expresa Liesbeth De Bleeker (2006), profesora de la Katholieke Universiteit Leuven, al afirmar que «a través del espejo, le hablan a Carmen sus "yos" anteriores: la identidad actual de la protagonista se manifiesta como el producto de una sucesión de distintas identidades, que incluso pueden comunicarse cuando, a través del espejo, se derrumban los límites del tiempo y del espacio».

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2.2. Aspectos formales Esta novela, al igual que muchas otras escritas por mujeres durante la Transición, no presenta una gran complejidad argumental, pero formalmente se sale de lo tradicional al rechazar la linealidad y el orden cronológico. Emplea un lenguaje llano y una sintaxis relativamente sencilla, sin demasiada subordinación ni grandes paréntesis. Se trata de un lenguaje liberador, como si entablara un diálogo con el lector al tiempo que conversa con el interlocutor. Este tono, que en ocasiones se puede calificar de coloquial, se debe en gran medida a que abunda el diálogo y a que, las veces en las que la protagonista no está conversando con el hombre vestido de negro, parece estar dialogando consigo misma, en una especie de monólogo interior. La profesora Dunia Gras (1998), de la Universidad de Barcelona, explica así esa técnica narrativa en forma de diálogo y el desdoblamiento que realiza la protagonista para narrarse a sí misma su pasado: La forma es, como decíamos, dialogada, pero sólo aparentemente: en realidad, reconocemos que son monólogos de la propia narradora, o sea, narraciones de incógnito al fin y al cabo. Se produce un desdoblamiento de la autora en narradora como voz en off o narradora observadora (que desde una supuesta realidad, la del momento de la escritura, transcribe esa ficción, ese diálogo ficticio como realidad que ha ocurrido verdaderamente) y narradora-personaje, dialogante, que toma parte en la conversación (de esta forma el "yo" autobiográfico aparece dentro del plano de la ficción), dando lugar a un juego de espejos.

Este discurso fragmentario se corresponde con la falta de linealidad a la hora de relatar el pasado de la protagonista; este relato se ve interrumpido constantemente por las preguntas y los comentarios de su interlocutor. La fragmentariedad del discurso viene dada además por la ambigüedad que se mantiene a lo largo del relato con respecto a si se trata de una conversación real o de un sueño, por lo que ese ambiente onírico contribuye a crear confusión en el lector con respecto a lo que se está narrando. El desorden formal y el discurso coloquial del texto son un reflejo de la personalidad de Carmen, puesto que ya desde la infancia se rebelaba contra la idea de orden y de perfección propia tanto del franquismo como de la tradición literaria

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masculina. Se trata de una novela que, como muchas otras de este periodo, se propone trasgredir mediante la incoherencia y la improvisación en el discurso. Pero esa improvisación aparenta ser inintencionada, puesto que la protagonista intenta sin éxito exponer los hechos de forma ordenada, pero la fluidez del relato hace que se desvíe y dé lugar a digresiones y divagaciones. También expresa en varias ocasiones su dificultad para recordar los hechos en el orden exacto en que ocurrieron, a lo que su interlocutor le responde que no se moleste en seguir las «piedrecitas blancas», porque la memoria tiende al desorden: —…el tiempo transcurre a hurtadillas, disimulando, no le vemos andar. Pero de pronto volvemos la cabeza y encontramos imágenes que se han desplazado a nuestras espaldas, fotos fijas, sin referencia de fecha, como las figuras de los niños del escondite inglés, a los que nunca se pillaba en movimiento. Por eso es tan difícil luego ordenar la memoria, entender lo que estaba antes y lo que estaba después. […] —¡Saber lo que estaba antes y lo que estaba después! Ya salieron las piedrecitas blancas; el desorden en que surgen los recuerdos es su única garantía, no se fíe de las piedrecitas blancas (p. 116).

Además, dicho desorden se observa también en la casa de la protagonista, donde reina el caos y las cosas parecen cambiar de lugar sin que nadie las haya tocado, lo cual contribuye a crear esa incertidumbre acerca de la naturaleza de la acción.

2.3. Aspectos temáticos Como ya adelantábamos, la autora subvierte algunos géneros como la novela rosa o la novela fantástica. La novela rosa fue un género que marcó su adolescencia, y en esta obra los personajes prototípicos de este tipo de literatura están representados en Alejandro, el hombre misterioso, y Carlota, la mujer que llama preguntando por él. Carmen, por su parte, desempeñaría el papel de la amante, sin realmente serlo, puesto que niega ser la autora de las cartas de amor que guarda celosamente Alejandro. Es aquí donde la autora subvierte los roles, ya que quien marca los límites de su relación y no permite que se desate el romance es la protagonista, y no el hombre, como suele pasar

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en las novelas románticas. La profesora Maria Sergia Guiral Steen, de la Universidad de Colorado, explica la subversión realizada por Martín Gaite con respecto al género romántico: La importancia de este género y la historia amorosa, se debió a que la mujer era la sometida y liberada por el hombre, dependiente de él, nunca elemento decisivo en la relación. Martín Gaite nos va a desenredar el ovillo, descubriéndonos que aquel significado cambió, que la palabra mujer no es sinónimo de esclava, doña nadie, seguidora, que el dialoguismo del término se encuentra en otros parámetros. En esta novela la mujer establece sus propios límites y relaciones, no precisamente amorosos, sino de interés humano, de mujer intelectual, capaz de crear una novela fantástica. La autora desarticula la definición de novela rosa al desposeerla de su función, al revertir el papel femenino, siendo ella quien marca la pauta y él quien la sigue. (2008).

En cuanto al género fantástico, no encontramos elementos de fantasía propiamente dichos, sino que lo fantástico, entendido a la manera de Todorov, al que cita en varias ocasiones, está presente en la medida en que se mantiene la incertidumbre, tanto en el personaje como en el lector, con respecto a si la acción ocurre realmente o si se trata de un sueño. En otras palabras, traslada lo fantástico a un ámbito cotidiano sin que se produzcan grandes cambios en la realidad, como ocurre con la narrativa fantástica tradicional. Siguiendo con la idea anterior, el intimismo y el subjetivismo es una constante en la narrativa escrita por mujeres, y la dimensión interna de la mujer está anclada en los espacios interiores, donde tradicionalmente se ha desarrollado la feminidad. En El cuarto de atrás, el espacio interior de la casa es donde se proyecta la subjetividad de la protagonista, como si se tratara de una extensión de su persona. Recordemos además que la acción sucede en un solo lugar: el apartamento, y que los recuerdos que describe se sitúan generalmente en espacios interiores. Esa constricción a la que se ve sujeta Carmen hace que desarrolle durante su juventud unas inmensas ansias de libertad. Esta necesidad de liberarse se observa en varias ocasiones a lo largo de la novela, empezando por el inicio, cuando rememora la vieja fantasía que le invadía en sus noches de insomnio sobre ser una de esas «mujeres de mirada soñadora, pelo a lo garçon y piernas estilizadas, que hablaban por teléfono, sostenían entre los dedos un vaso largo o

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fumaban cigarrillos turcos sobre la cama turca de su garçonière» (p. 13); otra de sus vías de escape frecuentes consistía en la invención de una isla, junto a su amiga del instituto, a la que podía huir mentalmente cuando se e...


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