El imperio bizantino hasta las cruzadas PDF

Title El imperio bizantino hasta las cruzadas
Course Historia de la Alta Edad Media
Institution Universidad de León España
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Profesora: Margarita...


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EL IMPERIO BIZANTINO HASTA LAS CRUZADAS 1. INTRODUCCIÓN Podemos considerar que el período de la Edad Media sobre el que se han producido mayores avances historiográficos en las últimas décadas es la Alta Edad Media (en relación también con los de la tardorromanidad), lo cual ha supuesto que paulatinamente se haya podido superar la tradicional frase atribuida a estos siglos como la época de los siglos oscuros. En los últimos años, historiadores y arqueólogos han abordado el período desde nuevos planteamientos, reinterpretando de una forma global el período que generalmente, y por influencia de la historiografía marxista, se ha denominado el de la transición de la Antigüedad a la Edad Media, tanto en Occidente como en Oriente Y en este replanteamiento han desempeñado un papel primordial las numerosas excavaciones arqueológicas desarrolladas a lo largo de toda Europa y un acercamiento entre historiadores y arqueólogos en el uso de distintos tipos de fuente que se hacen imprescindibles a la hora de abordar la Alta Edad Media, ya que como señala Mackiterrich en su reciente recensión sobre este período, los altomedievalistas se han acostumbrado a abordar una amplia variedad de materiales y de pruebas documentales por la luz que pueden arrojar sobre el pasado. Estos avances han permitido arrojar luz sobre el período, pero las interpretaciones sobre el mismo aún distan mucho de ser unánimes y así hoy nos movemos en torno a tres diferentes líneas interpretativas que ponen el acento y el momento de la ruptura en tres hitos cronológicos distintos.

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En primer lugar la línea de interpretación que heredera de los planteamientos de Gibbon en el siglo XVIII pone su atención en las invasiones germánicas y en la disolución política del Imperio, considerando que la llegada de los bárbaros supuso el fin de la civilización romana en Occidente y su perduración en Oriente hasta el siglo VI Un segundo planteamiento historiográfico está más ligado a la continuidad de las estructuras en el mundo occidental, defendiendo una continuidad del mundo antiguo hasta la época carolingia, e incluso hasta el año mil, tal y como han defendido autores como G. Bois y Bonnassie que defiende la existencia de un rápido cambio en el inicio del siglo XI , la revolución feudal que supone la eliminación de los elementos que pervivían de la sociedad antigua y su sustitución por la sociedad feudal. Y finalmente en las últimas décadas están las posturas que llevan a cabo una reformulación de los antiguos planteamientos de Pirenne, que consideran que debería de situarse la fractura entre la Antigüedad y la Edad Media en el siglo VII, existiendo una clara continuidad de los elementos institucionales y económicos del mundo romano dentro de las estructuras de los diferentes reinos gérmanicos en occidente y en el mundo bizantino y que la fractura no se produciría hasta el siglo VII. Según los originales planteamientos de Pirenne esta se debería a las invasiones islámicas, sin embargo esta línea historiográfica, aun considerando que se debe marcar una fractura en el siglo VII, no relaciona ésta directamente con la presencia islámica, sino que la recesión económica sería previa y la invasión islámica no será la causa, sino la consecuencia de la crisis del Mediterráneo en el siglo VII. Por lo tanto nos encontramos ante un período que considerado en conjunto con la tardorromanidad nos ofrece la perspectiva de partir de un Mediterráneo unificado bajo el dominio romano en el siglo V y que en el siglo X nos presenta tres realidades territoriales, culturales y religiosas marcadamente diferenciadas: el occidente europeo, que será durante este período el escenario de la formación de la realidad feudal que se plasmará a partir del siglo X; el mundo musulmán, que comienza su

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proceso de expansión precisamente en el siglo VII y que se beneficiará de la crisis que se da en las estructuras herederas del mundo romano; y un Imperio Oriental en el que perviven las estructuras antiguas hasta el siglo VII, dando posteriormente paso a lo que propiamente podemos considerar el Imperio Bizantino. Será de esta realidad que surge en Oriente a partir del siglo VII de la que nos ocupemos en este tema. 1. EL MARCO POLÍTICO 1.1 La dinástía heráclida y la crisis del siglo VII (610-717). En el año 610 accede al trono bizantino Heraclio y con él se inaugura la dinastía Heraclida, que se mantendrá en el poder hasta el 695, en que se da paso al reinado de unos cuantos emperadores, jefes militares que llegan al poder por sucesivos golpes de estado. En el 717 el comandante de Anatolia León III el isaúrico consigue mantenerse en el poder e inicia una nueva dinastía. Este período, desde el 610 hasta el 717, es el período que se conoce como la crisis del siglo VII, momento en el que se produjeron importantes cambios en las estructuras del Imperio bizantino. Si algo caracteriza este período es el continuo estado de guerra, tanto en el frente oriental como en los Balcanes. El frente Oriental: A principios del siglo VII, los persas atacaron el Imperio y se hicieron con amplios territorios aunque la contraofensiva de Heraclio atacando el corazón del imperio persa; en el 628 entra en su capital y recupera las provincias orientales. Fue a partir de este momento cuando tomó el nombre de basileus que en origen correspondía al emperador persa: cada vez el imperio romano se volcaba más hacia Oriente y se abandonaban los antiguos títulos latinos. Pero esta recuperación duró poco tiempo. En el 636 los bizantinos son derrotados en la batalla de Yarmuk por los musulmanes que a partir de ese momento

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se hacen con Siria, Palestina y Egipto, posteriormente con el Norte de África y Armenia y poco después con las islas de Rodas y Chipre. En el 673, se producía el sitio de Constantinopla, pero en este caso la efectividad del llamado fuego griego, una mezcla inflamable incluso en el agua de nafta, azufre y pez, que se lanzaba por unos tubos, contribuyó a levantar el asedio a la capital. Después de esto la situación se mantuvo estable entre ambos poderes durante 40 años. El frente danubianobalcánico. Se produce una progresiva penetración de los eslavos hacia el sur hasta instalarse en Macedonia; mientras los ávaros abandonan la región y se instalan más hacia occidente. Y se produce la aparición en escena de dos nuevos pueblos de estirpe turca: los jázaros, que se mantendrán hasta mediados del siglo X en el curso bajo del Volga desde donde controlaban una de las rutas comerciales hacia Asia; y los Búlgaros que tendrán posteriormente una gran importancia en la política exterior bizantina. El frente occidental. Entre el 625 y el 630 la España bizantina pasó a manos de los visigodos; África fue ocupada por los árabes a mediados del siglo VII y la Italia bizantina se vio reducida a Rávena, Sicilia y enclaves costeros en el Sur; a estas pérdidas territoriales se unía la actitud separatista del exarca de Rávena que cada vez se acercaba más a las posturas papales y se enfrentaba a Constantinopla. 1.2 La dinastía Isáurica (717-867). León III el Isaúrico, procedente de Anatolia, instaura una nueva dinastía en el 717, dinastía que podemos considerar que tendrá continuidad hasta la dinastía macedónica que llegará al poder en el 867. Este período va a estar marcado por dos cuestiones relevantes: las acciones militares y diplomáticas con los grupos que ya habían protagonizado el período anterior: árabes, jázaros, búlgaros y eslavos y por la querella iconoclasta. Es en este

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período cuando se produce un aumento de la influencia en Bulgaria y que más tarde se materializará también en el principado ruso de Kiev. El último Basileus de la dinastía fue Miguel III, con el que comienza la recuperación económica y política de Bizancio tras darse por terminada la querella iconoclasta y que tendrá su continuidad durante la dinastía macedónica. Estos momentos coinciden con la importancia de la figura de Focio, un intelectual que llega a ocupar el patriarcado de Constantinopla y que puso las bases para el alumbramiento de una nueva situación de la iglesia bizantina, fortalecida tras la derrota de la iconoclastia. Durante este reinado se produjo también la estabilización de los diversos frentes militares que tenía abiertos Bizancio: la anterior presión musulmana se vio sustituida por unos todavía tímidos ataques bizantinos en Asia Menor, Creta y Egipto, mientras que los búlgaros quedaban neutralizados con la conversión al cristianismo de su rey Boris que tomó el nombre de Miguel. Miguel III fue asesinado por su favorito que subió al trono en el 867 con el nombre de Basilio I, con el que se inaugura la dinastía macedónica. 1.3 La dinastía macedónica (867-1056) Este período coincide con la época más brillante de la historia militar y política de Bizancio. Se intentaron conservar los territorios italianos, aunque los resultados no fueron del todo satisfactorios, aunque sí en Dalmacia ya que consiguieron situar bajo su órbita a todos los pueblos eslavos. Coincidiendo con los primeros basileus se produce el enfrentamiento con un nuevo problema, los magiares (los húngaros), pueblo turco de origen asiático asentado al sur de Rusia, al que León VI mezcló en sus guerras con los búlgaros. Finalmente

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darán lugar al reino húngaro (esto lo veremos al tratar el tema de las segundas invasiones). Durante este período, las relaciones con los búlgaros van a sufrir distinta evolución, pasando por períodos de mayor estabilidad (después de su cristianización) a otros de presión por parte de los búlgaros. Respecto a la frontera oriental, lo más significativo es el comienzo de la presión bizantina sobre la misma tras siglos de haberse limitado a defenderse de los musulmanes. Así se produce la recuperación de Creta y Chipre, Armenia, Mesopotamia Siria y Palestina y se constituye en esta zona una frontera en la que ciudades y fortalezas podían cambiar de manos de forma alternativa y en la que se desarrolla la actividad de unos soldados especiales, los akritai. 2. LOS SIGNOS DE DISCONTINUIDAD: LA CRISIS DEL SIGLO VII La situación política descrita y las circunstancias particulares del siglo VII favorecieron una serie de cambios, que se dan en el siglo VII que nos permiten hablar de un momento de inflexión que dará lugar a una nueva realidad sociopolítica que afecto a todo el ámbito del imperio. Los aspectos fundamentales en los que se aprecia dicha discontinuidad son: 1. La militarización, propiciada por las continuas necesidades de un contingente militar debido a las presiones ejercidas sobro todas sus fronteras por parte de los persas, los eslavos, ávaros, bulgaros, hungaros y musulmanes. Esta militarización se plasmó en la reforma administrativa y militar que dio lugar a los themas. 2. La desestructuración del sistema urbano típico del Imperio Romano. Por un lado ya que dejan de tener la función que desempeñan en la antigüedad debido a la reforma temática y la reordenación administrativa

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que dejó sin operatividad a las provincias. Junto a esto, las pérdidas de territorios frente al islam se hace a costa de las zonas más urbanizadas. 3. El fortalecimiento del mundo rural. La aldeanización del Imperio. El siglo VII asiste a un importante descenso demográfico, pero también a los continuos cambios de población 3. LOS PROBLEMAS RELIGIOSOS a. La querella iconoclasta Este hecho está relacionado con el culto a los iconos o a las imágenes, que habían cobrado una gran importancia en las prácticas religiosas bizantinas. El culto a los iconos se había generalizado desde el siglo VI. En las difíciles épocas de las invasiones persas y árabes las imágenes milagrosas e intercesoras eran adoradas como potenciales soluciones de salvación. A fines del siglo VII se produjo una profunda crisis espiritual en la sociedad bizantina como consecuencia del incremento de la presión árabe sobre diferentes partes del imperio, en una atmósfera de inestabilidad política que caracterizó a los últimos años de la dinastía heracliana. Los ataques árabes fueron creando un ambiente de desmoralización colectiva a la vez que de pérdida de la fe en el valor de los iconos, que no eran capaces de salvar a la comunidad de tales ataques, con lo que fracasaba su poder de intersección con la divinidad. Esta nueva situación exigía una nueva religiosidad más propia de un estado más centralizado y modesto que volvería su vista hacia el Antiguo Testamento y se centraría en unos símbolos religiosos más reducidos que la adoración de una multiplicidad dispersa de iconos. A esto hay que sumar los planteamientos del monofisismo que habían tenido una especial relevancia en el período anterior, ya que al creer en una única naturaleza de Cristo consideraban que no era lícito su representación figurada. Junto a esta

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explicación de tipo interno, también existe una influencia externa, tanto del mundo islámico como del judío, ya que ambas religiones son contrarias a cualquier representación iconográfica de carácter religioso y dicha tendencia se había acentuado durante el siglo VIII. Esta reacción iconoclasta propiciada por algunos emperadores trajo consigo desordenes a los largo de todo el siglo VIII y parte del IX, problemas que desbordaron el terreno puramente religioso y produjeron una división. Estos enfrentamientos y estas divisiones tardaron mucho tiempo en superarse, sobre todo por que se sucedieron en el poder emperadores que eran iconoclasta -contrarios a las imágenes- con otros que eran iconodulos -partidarios de las mismas- y lo mismo ocurría entre el clero y los Obispos, así que durante muchos años se produjeron persecuciones y problemas. El PRIMER PERÍODO ICONOCLASTA SE EXTIENDE DESDE EL 726 HASTA EL 787, y se inicia con el ascenso al poder de León III el Isáurico. Procedente de la frontera del Este del Imperio, tenía la voluntad de crear un nueva dinastía y llevar a cabo una renovación política y la expresión religiosa de ambas voluntades la encontró en la exaltación de la cruz y la persecución de las imágenes. Así contrapusieron el poder de la Cruz de Cristo al poder de las imágenes de los santos, monoplolizadas por los grandes monasterios, la cruz reconvirtió en el referente del propio emperador, el poder único, por encima de las demás autoridades, militares, civiles o eclesiásticas. La iconoclastia comenzó con la retirada de la imagen de Cristo que remataba la puerta de bronce del palacio imperial y su sustitución por una cruz. A esto se opusieron son sólo los monasterios, sino también el papa lo que supuso el enfrentamiento con Roma y la mayor alianza con el patriarca bizantino. Este primer período culminó con la llegada al poder de Irene y en el concilio de Nicea de 787 se fijó el final de la iconoclastia y el triunfo de la iconodulia.

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El SEGUNDO PERÍODO ICONOCLASTA (815-843): La llegada al poder de León V el Armenio supuso una vuelta a la iconoclastia, de hecho el emperador asumió elementos simbólicos ligados a León III y se procedió a una masiva destrucción de imágenes, aunque nunca tuvo la virulencia del primer período. La liquidación de la iconoclastia significó el final de una larga pesadilla, de una crisis que se puede considerar como una de las más profundas a las que hizo frente la sociedad bizantina. Los dos períodos iconoclastas se caracterizaron por un repliegue intelectual y vital del imperio dentro de sus fronteras lo que había contribuido a destacar más sus rasgos distintivos frente a occidente. Desde el punto de vista religioso la querella había supuesto el enfrentamiento entre dos interpretaciones acerca de la propia divinidad: de un lado la que se basaba en el antropocentrismo de raíz grecorromana y cristiana y de otro la que podemos considerar ligada a la tradición oriental, asiática, de un dios misterioso, inmaterial e incognoscible. Por otro lado generó un importante cambio en las posiciones respecto a los patriarcados. b. El cisma con la Iglesia de Roma. El primero de los cismas con la iglesia de Roma se produce durante el patriarcado de Focio, mediados del siglo IX. Este desempeñó importantes cargos como alto funcionario imperial hasta que llegó a ocupar el patriarcado, y fue un personaje muy importante por el auge que durante su mandato tuvo la vida cultural en Bizancio, tanto en lo referido a las artes como a la literatura, a la copia de manuscritos, etc. Se trataba de una persona con gran personalidad y con una gran cultura y durante los años de su patriarcado se asiste al cisma entre las iglesias bizantina y la de Roma. Esta separación momentánea se debió a un problema meramente de poder e influencia sobre el recientemente cristianizado reino búlgaro, que no quería depender del patriarcado bizantino, sino que quería un patriarca propio. El rechazo de Bizancio a esta petición produjo una fuerte reacción de los búlgaros que se encaminaron con su petición hacia Roma, y aquí les dieron la razón, de ahí que a partir de ese momento los

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búlgaros prometieron ser servidores de Roma. Esta intromisión de Roma en los asuntos de Oriente resultó inadmisible para los bizantinos y en este momento salieron a la luz todas las viejas diferencias que separaban a ambas iglesias. Aunque este cisma con Roma no duró debido a la deposición y muerte de Focio, este tuvo una enorme trascendencia, tanto para la propia Iglesia bizantina como para las relaciones con Roma. Así con la figura de Focio y la dinastía macedónica se inaugura la época más brillante del Imperio bizantino, segunda mitad del siglo IX, el siglo X y el siglo XI. En este período se producirá el cisma definitivo con Roma en el siglo XI. En el conflicto jugaron un papel relevante diferencias de orden teológico y disciplinario: problemas sobre la doble filiación del Espíritu Santo, del padre y del hijo, aceptada por Roma y rechazada por Bizancio, diferencias sobre el celibato clerical, irrenunciable según Roma y absurdo según Constantinopla, la forma de consagrar, con pan normal o con ázimo. Pero en realidad lo que había detrás era el rechazo de Constantinopla a la supremacía de Roma que ellos consideraban meramente simbólica y no efectiva. También en este período se incrementó el poder del monacato griego; a lo largo del siglo X se consolidó y organizó el foco monástico que estaba destinado a convertirse en el más representativo del mundo bizantino, el Monte Athos, al Norte de Tesalónica; a mediados del siglo X se fundó el primer monasterio en este lugar y se redacto la primera regla monástica del Monte Athos. A partir de estos momentos se fueron produciendo frecuentemente fundaciones monásticas, así como una organización cada vez más perfeccionada. 4. LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO BIZANTINO. 3.1 La reforma themática A partir del siglo VII se producen una serie de cambios administrativos que tuvieron continuidad en los siglos posteriores, que dieron lugar a una nueva estructura

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política que nos permite hablar de un estado plenamente bizantino. Esta reforma es la creación de los themas, circunscripciones en las que se daban dos principios que hasta el momento sólo habían estado unidos de una forma excepcional: los soldados campesinos como realidad social y militar básica y la concentración del poder militar y civil en manos del strategos o general en jefe de la circunscripción. El precedente más remoto de esta solución son los limitanei de la reforma diocleciana y el más cercano los exarcados creados por Mauricio en Rávena y África. La reforma temática se inicio durante el mandato de Heraclio y se fue completando con posteriordad: en un primer momento aparecieron el de Oriente, el de Armenia, el de Tracia, el de la costa asiática cerca de Constantinopla y el de los estrechos. En estas nuevas unidades administrativas, los soldados poseedores de parcelas militares cumplían un servicio militar a caballo cuando eran convocados a las campañas militares mediante la leva. El resto del tiempo cultivaban sus parcelas en el seno de las aldeas donde convivían con los pequeños y medianos propietarios. El general en jefe del thema, el strategos, tenía la autoridad militar suprema, pero también tenía a sus órdenes la burocracia civil, tanto la judicial como la fiscal, con lo que su poder era enorme. Los generales y oficiales temáticos recibían salarios muy altos q...


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