El pensamiento en Egipto, Mesopotamia e Irán PDF

Title El pensamiento en Egipto, Mesopotamia e Irán
Author Jaime Turbett
Course El pensamiento en Egipto Mesopotamia e Irán
Institution UNED
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EL PENSAMIENTO EN EGIPTO, MESOPOTAMIA E IRÁN Jaime Turbett Álvarez Capítulo I – Oriente y Occidente Introducción Imprecisión de los términos Oriente y Occidente Con frecuencia, se tiende a presentar a la humanidad como dividida en dos universos cerrados y antagónicos: Oriente y Occidente. Esta antít...


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EL PENSAMIENTO EN EGIPTO, MESOPOTAMIA E IRÁN Jaime Turbett Álvarez

Capítulo I – Oriente y Occidente Introducción Imprecisión de los términos Oriente y Occidente Con frecuencia, se tiende a presentar a la humanidad como dividida en dos universos cerrados y antagónicos: Oriente y Occidente. Esta antítesis es bastante dudosa, pero hasta hace poco nadie ponía en duda la afirmación del escritor Rudyard Kipling: el Oriente es el Oriente y el Occidente el Occidente y nunca se encontrarán. Dentro del concepto de Oriente generalmente se distingue entre un Cercano, un Mediano y un Lejano Oriente. Para René Guénon, el Cercano Oriente se correspondería con el mundo musulmán, el Mediano Oriente sería la India, mientras que el Lejano Oriente designaría a China e Indochina. Guénon es de la opinión de que, aunque notables diferencias internas entre todas las poblaciones orientales, sí que hay un denominador común bastante claro que nos permite hablar de una mentalidad específicamente oriental. Si bien, para otros autores como Joseph Needham, no está tan claro que pueda englobarse bajo el rótulo de oriental a una serie de civilizaciones tan distintas entre sí: las culturas india, china, árabe y persa son tan distintas entre sí que constituyen un auténtico mosaico, imposible de amalgamar en un todo. Pero estos dos puntos cardinales han de poseer algún grado de realidad. George Fradier, en su libro Oriente y Occidente, plantea cinco factores: geografía, grupos étnicos, lenguas, creencias filosófico-religiosas y formas sociales. Respecto al primer punto, Fradier remarca que no hay que confiar en las fronteras, ya sean éstas naturales o ideales, pues sufren desplazamientos que hay que tener en cuenta; por ejemplo, para los ateniense del s. V a. C., existía un Oriente muy claro, que era el Imperio Persa, sin embargo, mil años más tarde, Atenas, Bizancio y Alejandría formaban parte del Oriente. En cuanto a los grupos étnicos, éstos han sufrido una extraordinaria mezcolanza tanto en el continente asiático como en el europeo. Oriente tampoco puede definirse como el territorio de las lenguas orientales, pues aunque nos topemos con lenguas propias del continente asiático, las lenguas indoiranias o indoeuropeas se hallan emparentadas con todos los idiomas latinos, eslavos y germánicos. Queda señalar que los países orientales albergan fundamentalmente religiones de tipo oriental. Por último, el progreso social es

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tradicionalmente un factor diferenciador, y queda muy unido al desarrollo industrial, que queda disociado de la imagen de Oriente. Observamos que es muy difícil distinguir entre estos dos polos, mostrar dónde acaba el uno y dónde empieza el otro. Ningún pueblo puede ser considerado a día de hoy como puramente oriental o puramente occidental. Vivimos inmersos en un proceso de disolución y mezcolanza muy acusado, y es que Oriente y Occidente se están encontrando y fusionando. Dos mundos aparentemente incompatibles Para algunos estudiosos, Oriente y Occidente representan dos formas de vida, dos modelos operativos, dos mundos aparte que se oponen y son, aparentemente, incompatibles. Dolores Riesco Díaz destaca la aspiración a la Nada, al Nirvana, por parte de Oriente, mientras que Occidente siente un supremo horror al aniquilamiento y a la nada, luchando por seguir siendo. Para Avicena (9080-1037) y Sohravardî (s. XII), dos destacados filósofos musulmanes, Oriente y Occidente representan dos espíritus diferentes y opuestos, y desde su aportación se puede trazar un inventario de las diferencias esenciales entre ambos mundos (ver p. 27). Carl Gustav Jung, en El libro tibetano de la gran liberación, señala la introversión como el estilo de Oriente, siendo la extroversión el estilo de Occidente: “Oriente se basa en la realidad psíquica, es decir, en la psique, como la principal y única condición de existencia […]. La introversión es, si fuera posible expresarlo así, el estilo de Oriente, una actitud habitual y colectiva, exactamente como la extraversión es el estilo de Occidente […]. Cualquier que tenga conocimientos prácticos del desprecio mutuo de introvertidos y extravertidos, respecto de sus respectivos valores, comprenderá el conflicto emocional entre el punto de vista oriental y la visión occidental […]. El Occidente cristiano considera que el hombre depende totalmente de la gracia de Dios, o por lo menos, de la Iglesia como el único instrumento terrenal sancionado por la Divinidad, para ayudar a la redención del hombre. Sin embargo, Oriente insiste en que el hombre es la sola causa de su desarrollo superior, pues cree en la autoliberación […]. Occidente es absolutamente cristiano en cuanto a lo que se refiere a su psicología humana […]. La diferencia entre ambos es tan grande, que no se ve posibilidad razonable, ni menos aconsejable, de algún tipo de interrelación […]. La actitud oriental contradice la occidental y viceversa. No es posible ser un buen cristiano y redimirse a sí mismo, como no es posible ser Buda y adorar a Dios.”

Menos tajante es en su postura el orientalista alemán Heinrich Zimmer, para quien uno de los objetivos del pensamiento oriental es la transformación, mientras que la información es el centro de interés de los modernos pensadores del ámbito occidental: 2

“La principal preocupación -en notable contraste con los intereses de los modernos filósofos occidentalesha sido siempre no la información sino la transformación: un cambio radical de la naturaleza humana y, con él, una renovación de su manera de entender tanto el mundo exterior como su propia existencia: transformación tan completa como es posible, y que, si tiene éxito, equivaldría a una total conversión o renacimiento. En este sentido la filosofía india está mucho más del lado de la religión que el pensamiento crítico y secularizado del Occidente moderno […] Las actitudes recíprocas del maestro hindú y del alumno inclinado a sus pies están determinadas por las exigencias de esta suprema tarea de transformación. El problema que les ocupa es el de producir una especie de transformación alquímica del alma. No solo mediante la nueva comprensión intelectual sino mediante un cambio del corazón (transformación que afectará a la médula de su existencia), el alumno ha de salir de la esclavitud, de los límites de la imperfección y de la ignorancia humanas, y trascender el plano de la existencia terrena.”

De una opinión similar es Luis Racionero, que afirma que en Oriente la filosofía no pretende la verdad sino un estado de ánimo, un cambio en el programa del cerebro. Se busca una transformación, un cambio de programa, no más datos y deducción en el mismo programa. Es fundamental el hecho de que en Occidente hay un ansia por sobrevivir a la muerte, por que la conciencia individual perdure tras la muerte. Este ansia de inmortalidad personal caracteriza a Occidente y es uno de los factores que mayormente determinan su pensamiento filosófico y religioso. El hombre oriental no busca sobrevivir, sino poner fin a la serie interminable de renacimientos dolorosos a los que está sometido; el hombre oriental busca la liberación, pues se siente aprisionado en una cadena interminable: tiene sed de morir definitivamente, de dejar de ser para siempre. El Occidente tiene sed de ser y el Oriente sed de no ser. El filósofo hindú Sarvepalli Radhakrishnan señala que desde Oriente se acepta que hay realidades que no pueden ser conocidas por nuestra mente lógica y racional, o que son distorsionadas por ésta al tratar de conocerlas. En Occidente, sin embargo, lo que hay es un miedo al horror que exige claridad y certidumbres: lo que es explicable y útil para nuestros fines inmediatos es lo real, lo que no es explicable y útil no es real. Se puede hablar, para terminar, de la preeminencia de la acción-reacción propia de la cultura occidental sobre la meditación-contemplación característica del mundo oriental. Guénon dice al respecto: se podría decir que la antítesis del Oriente y el Occidente, en el estado presente de las cosas, consiste en que el Oriente mantiene la superioridad de 3

la contemplación sobre la acción, mientras que el Occidente moderno afirma lo contrario.

Coincidencias y discrepancias Prejuicios e incomprensiones La concepción judeo-cristiana occidental se define en sus ideas filosóficas y metodológicas más hondas por un concepto personal de la divinidad. Esta creencia supone una barrera a la hora de entender la noción no-teísta del budismo. Además, en el mundo oriental el politeísmo se manifiesta como una creencia religiosa auténtica y como una práctica viviente de culto. Pero hay más diferencias que nos chocan: ni en el pensamiento hindú ni en el budismo se contempla la creencia, esencial para nuestro pensamiento, en la diferencia existente entre el Creador y el resultado de su actividad creadora. Además, la meditación, que acabó perdiendo importancia en Occidente, es fundamental en el hinduismo y el budismo. Por otro lado, desde el mundo cristiano se condenó todo lo relacionado con la magia, la superstición y la hechicería, mientras que en el mundo oriental siguen entremezclándose todos los derivados religiosos y todas las variedades de la fe; en el mundo oriental a nadie le extraña que convivan con la religión prácticas ascéticas y meditativas. En Antropología estructural, Lévi-Strauss señala que el uso abusivo que se hace del lenguaje en Occidente no es para nada universal. En el mundo oriental, las manifestaciones verbales quedarían limitadas a circunstancias prescritas, escatimándose las palabras al margen de éstas. En este sentido, desde Occidente no son raras las voces que esgrimen que la filosofía oriental no tiene categoría suficiente para ser puesta junto a la filosofía europea. Desde esta postura, se considera que la filosofía nació en Grecia, y que es desde entonces un elemento occidental, que no ha tenido parangón en ninguna otra parte del mundo, pues a pesar de que la India o China hayan dado lugar a sabidurías muy altas, no salieron de éstas adquisiciones permanentes para el pensamiento humano (Jacques Chevalier). Uno de los filósofos occidentales que más ha contribuido a difundir esta idea ha sido Hegel: para Hegel -así como para cualquiera que desprecie la

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categoría filosófica del pensamiento oriental- le falta algo a los sistemas orientales, y esto es un método crítico y una concepción secular y ateológica del mundo. Ante este pensamiento se alza el laborioso trabajo de sucesivos orientalistas, que no dudan en hablar de filosofía al referirse a las obras del pensamiento de India y China. Además, si nos situamos en la perspectiva positivista, entonces debemos dejar igualmente fuera del ámbito de la filosofía un importante fragmento de aquello que los pensadores occidentales han mostrado acerca de ciertos asuntos, como la Metafísica, por ejemplo. Y esta forma de entender la filosofía no coincidiría con lo que se entendió por tal en la Grecia Antigua. Pero si entendemos la filosofía como una búsqueda de la verdad, Oriente y Occidente han puesto todo su empeño en tal objetivo, y esto sí es una importante coincidencia. Semejanzas y diferencias El célebre símil de la caverna de Platón, recuerda a la doctrina de la ilusión, la sublime plegaria de la Brihadâranyaka Upanishad: llévame del no-ser al ser, llévame de la tiniebla a la luz, llévame de la muerte a la inmortalidad. Igualmente hay una correspondencia clara entre la división de la ciudad ideal platónica en guardianes gobernantes, auxiliares, labrados y artesanos, y las castas de la India (sacerdotes, guerreros, agricultores, comerciantes y servidores). Sorprende también las similitudes entre las parábolas y los milagros budistas y cristianos: el Jataka1 190 se cuenta la historia de un discípulo que es capaz de caminar sobre el agua pues tiene fe ciega en el Buddha, pero empieza a hundirse cuando su éxtasis decae. Hay que decir que la doctrina de la transmigración o metempsicosis es algo compartido por la historial espiritual de la India y de Grecia, aunque en Grecia no llegase a alcanzar la posición que logró en Oriente. Empédocles de Agrigento (493-433 a. C.) tuvo una notable relación con el orfismo y la creencia en la metempsicosis (pues yo he sido ya, antaño, muchacho y muchacha, y un arbusto y un pájaro y un pez escamoso en el mar). Pitágoras aceptó también sin reservas la doctrina de la metempsicosis. Platón, por su parte, en la República, hace una clara alusión a esta doctrina, al poner en boca de Er, un guerrero que consiguió volver del reino de los muertos, la narración de cómo las almas iban escogiendo una a una sus nuevas vidas.

1 Los Jatakas tienen varios siglos más de antigüedad que los Evangelios.

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Pero no todo son semejanzas entre ambos mundos, y es que también nos topamos con diferencias. La filosofía occidental se ha encaminado hacia intereses teóricoespeculativos en torno a la naturaleza, el alma o la divinidad, pero sin preocuparse especialmente por la espiritualidad. En el subcontinente, sin embargo, la filosofía emanó de necesidades prácticas, no teorizando desde el sillón, sino aspirando a la realización del valor supremo, a la liberación (moksha). Además, en la India no se aspiró a un concepto unívoco de verdad, razón por la cual diferentes corrientes opuestas entre sí son consideradas igualmente trascendentales. Es importante decir que la toma de conciencia de la impermanencia del universo lleva al oriental a clasificar todo lo que le rodea como expresiones pasajeras y a concebir en la liberación de la rueda samsárica el supremo anhelo de toda conquista humana. La existencia tiene para el oriental por tanto un valor relativo, al ser impermanente y breve. Esto va ligado al hecho de que los sabios-filósofos de oriente desaparecen detrás de sus sistemas, y casi nada se sabe de sus biografías, que aparecen mezcladas muchas veces con elementos míticos y de leyenda (En el Zhuang zi: El hombre perfecto no tiene yo, el hombre espiritual no tiene éxito, los grandes sabios no tienen nombre). Influjo, convergencias e intercambios Pero a pesar de las notables diferencias particulares, podemos decir que los momentos por los que ha ido pasando el pensamiento indio coinciden en gran medida con las etapas del pensamiento occidental. Al inicio del pensamiento indio aparecen visiones míticas del universo que nos recuerdan mucho a las formas primitivas del pensamiento occidental: no hay una frontera clara entre lo espiritual y lo material, lo animado y lo inanimado, lo abstracto y lo concreto, etc. Tanto en Grecia como en la India, no hay una tajante distinción entre materia y espíritu hasta un determinado momento: Anaxágoras para Grecia (430 a. C.), y el jainismo para la India. Además, desde los tiempos de Alejandro Magno (356-323 a. C.) se viene declarando reiteradamente que el pensamiento indio tiene muchos puntos en común con el pensamiento occidental. Los intercambios y las conexiones entre el mundo griego y el indio se vieron favorecidos por dos destacados factores: 1) el griego y el sánscrito proceden del indoeuropeo, 2) en los fondos mítico-religiosos de ambas culturas hay muchas correspondencias. Pero a pesar de que todas estas concepciones presentan concordancias entre sí en algunos puntos concretos, también es cierto que hay que ser 6

cuidadosos a la hora de aplicar sin más los conceptos orientales a los occidentales, y también a la hora de establecer comparaciones excesivamente fáciles. Lo que está fuera de toda duda es que algunos pensadores griegos de la Antigüedad participaban de ideas mantenidas por pensadores de la India, por ejemplo la doctrina de la metempsicosis. Pero de ningún pensador griego se ha afirmado más veces y de manera más rotunda su analogía con el pensamiento indio como de Pitágoras. Para el de Samos, la auténtica sabiduría sólo puede lograrse tras penetrar las puertas del mundo de ultratumba, mientras que, para el budismo, el individuo ha de morir a cualquier tipo de existencia. Y del mismo modo que el Buddha creó el Sangha (comunidad monacal), Pitágoras instauró una comunidad. Pero no hay prueba de una dependencia de los indios por parte de los griegos ni viceversa. En cuanto al origen de la Filosofía, hay opiniones muy diversas. Luciano de Samosata (125-180 d. C.) atribuye tal logro a las poblaciones orientales, mientras que Diógenes Laercio hace lo propio con los griegos. Jacques Chevalier sigue a Diógenes Laercio, mientras que autores como Joaquín Córdoba le llevan lo contrario: Miles de tablillas de arcilla y papiros muestran que nuestra cultura no nace con el pensamiento griego y la literatura bíblica: en el principio de nuestra cultura está la palabra. Gúenon es partícipe de esta última postura: “Desde los tiempos llamados históricos, el Occidente nunca ha vivido intelectualmente, en la medida en que ha tenido intelectualidad, sino de préstamos hechos del Oriente, ya sea de una manera directa o indirecta. La misma civilización griega está muy lejos de haber tenido esa originalidad que se complacen en proclamar los que son incapaces de ver nada más allá, y que llegarían de buen grado hasta pretender que los griegos se calumniaron cuando reconocieron lo que debían al Egipto, a Fenicia, a Caldea, a Persia, y hasta a la India. Por más que estas civilizaciones son incomparablemente más antiguas que las de los griegos, algunos, cegados por lo que podemos llamar el prejuicio clásico, están dispuestos a sostener, contra toda evidencia, que son ellas las que han recibido préstamos de la helénica y que sufrieron su influencia, y es muy difícil discutir con ellos, precisamente porque su opinión sólo descansa en prejuicios.”

Por último, merece la pena destacar la influencia oriental de diversos pensadores occidentales. Leibniz (1646-1716) escribe en 1699 una colección de informes sobre China con el título de Novísima sínica, en donde concluye que frente a la corrupción que estaba presenciando en su parte del mundo, lo que harían falta habrían sido misioneros de la China. Schopenhauer (1788-1860) sufrió una profunda influencia de la Oupnek’hat persa, afirmando la excelencia de los escritos orientales, su elevado valor 7

espiritual, y la honda presencia que tienen en el propio pensamiento europeo. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) se aproximó en buena medida a las dos primeras verdades en un fragmento de sus Discursos: […] la naturaleza ha creado al hombre de tal modo que desea todo pero es incapaz de alcanzarlo; el deseo siempre es mayor que la capacidad para satisfacerlo, de ello resulta la disconformidad con lo que posee y la insatisfacción consigo mismo.

Diálogo entre Oriente y Occidente El difícil diálogo Hoy día, en un mundo cada vez más interconectado e internacionalizado, hablar de Oriente y Occidente como opuestos antagónicos es algo políticamente incorrecto. Y lo cierto es que muchos autores, como Chang Wing-Tsi o Rivière, señalan que estamos inmersos en un proceso de síntesis entre Oriente y Occidente que ha intensificarse, como camino hacia una comunión de toda la humanidad. Para ellos, cualquier choque entre ambos mundos no puede traer nada positivo, mientras que los beneficios de una unión armoniosa serían casi innumerables. Si bien, S. P. Huntington advirtió del choque de civilizaciones como futuro inminente para el mundo, y aun sin saber si esto será así, lo que es palpable es que el diálogo es cada día más difícil. Allí donde rozan Oriente y Occidente aparecen la intolerancia, la amenaza, la violencia y la guerra. ¿Es acaso posible un encuentro pacífico entre los dos? Hacia un encuentro Oriente-Occidente Somos testigos de la eclosión de una cultura de ámbito universal, que se debe al cultivo de la inmediatez, a la uniformidad de la cultura de masas y a la economía y el pensamiento únicos. Detrás de este proceso están también los intereses políticos y económicos de las naciones más poderosas de la tierra, que conducen a una masa cada vez más adormilada a un irremediable proceso de homogeneización (imposición etnocéntrica occidental al resto de las culturas del globo, que no favorece ninguna forma de acercamiento entre los dos mundos). En este sentido apunta Mª Teresa Román lo siguiente: “Actualmente, los pueblos orientales que mejor habían preservado su autonomía espiritual, sus modos de pensar, de viv...


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