Etapa del deambulador PDF

Title Etapa del deambulador
Author Yamila Tamer
Course Psicología Evolutiva Niñez
Institution Universidad de Buenos Aires
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± Etapa del deambulador La etapa del deambulador es el periodo de vida que se extiende entre los 15 y los 30 meses de edad. Este periodo marca la transición del bebe dependiente de la madre, al niño independiente. Se denomina a los niños que se encuentran en esta etapa como deambuladores ya que se caracteriza por una conducta predominantemente motora. Alrededor de los 15 meses los niños abandonan definitivamente el gateo, para preferir la posición bípeda y la auto locomoción. Un deambulador es un niño capaz de pararse por sí mismo, caminar, establecer distancias y desplazarse explorando su entorno inmediato. La maduración neurológica hace posible que a lo largo de este periodo, la laringe, las manos, las piernas, los pies y los esfínteres vayan adquiriendo el control cortical necesario para la incorporación de nuevas pautas de comportamiento. La auto locomoción facilita el proceso de familiarización con el mundo, ya que el niño comienza a acercarse por sí mismo a personas, objetos o lugares que antes solo veía a través de su cuna o desde los brazos de un adulto . El deambulador desarrolla las habilidades de caminar, tomar la cuchara, masticar, hablar, y estar algún tiempo solo; estos logros son indicadores de una creciente autonomía psíquica. La creciente autonomía psíquica sobre la que avanza el deambulador, se refiere a la toma de conciencia de sí mismo como una persona separada, conviviendo en un mundo de personas. Las principales características de esta etapa son: • Desarrollo motor: destreza manual, posición bípeda y marcha independiente. • Control de esfínteres: Comienzo del “proceso” que va de la incontinencia a la continencia. • Lenguaje: desde las primeras palabras aisladas hasta la construcción de frases de dos o tres palabras. • Juegos infantiles: Juego simbólico. Juego dramático. Desde la perspectiva social del juego: juego paralelo. • Primeros dibujos: Etapa del garabateo. • Socialización: Ámbito extra familiar y jardín maternal. • Desarrollo cognitivo: finales del período sensorio motor y comienzos del período preoperatorio. • Desarrollo emocional: negativismo infantil, autonomía creciente, proceso de separación e individuación Juegos infantiles en la etapa del deambulador: El juego es fundamental para el desarrollo psicológico de los niños. Al jugar el niño incorpora y ejercita nuevas habilidades motrices. Asimismo, la imaginación expresada en los juegos pone en marcha capacidades cognoscitivas relacionadas con la simbolización, imitación, anticipación y solución de problemas. En la etapa del deambulador aparece un primitivo juego social denominado juego paralelo: el deambulador disfruta de la compañía de otro niño jugando al lado suyo, pero aun no le es posible compartir un mismo juego, no interactúa con el par ni comparte objetos. En su comienzo el juego paralelo se encuentra centrado en los objetos más que en el producir un juego social. Son muy frecuentes las disputas por la pertenencia de los juguetes por lo que pueden llegar a empujar pegar o morder. Entre los 18 y 30 meses de edad las interacciones más frecuentes entre pares son la lucha por la posesión del objeto, la copia motora (imitar lo que hace el otro) y el intercambio de objetos. El deambulador está en continuo movimiento ejercitando sus nuevas capacidades motrices. Salta, corre, aplaude, trepa, arrastra objetos. Prefiere jugar con utensilios de cocina antes que con juguetes pequeños. Objetos grandes, cajas donde poner y sacar elementos, son los que despiertan el interés del niño de esta edad. Hacia fines de la etapa deambulatoria, los niños comienzan a hacer sus primeros juegos dramáticos, en estos juegos se observa una cierta representación ficcional donde se recrean aspectos de la realidad, y en los que interviene algún tipo de simulacro, como jugar a ser un cierto personaje (colectivero, maestra). Por lo general, los primeros juegos dramáticos consisten en pequeñas representaciones de la vida doméstica. Por ejemplo hablar por teléfono imitando la postura del padre. Los deambuladores suelen jugar con muñecos y reproducen con ellos algún aspecto de los cuidados recibidos por ej. Darles de comer o hacerlos dormir. Generalmente los niños durante su segundo año de vida disfrutan del juego sensorial: la manipulación de texturas como por ejemplo, pintura, tierra, arena, líquidos, plastilina, entre otros. Estos juegos pueden ser pensados en el contexto del pasaje por la fase anal del desarrollo libidinal, donde esos materiales se convierten en representantes simbólicos de las heces y orina. Finalmente, alrededor de los 24 meses, se hace posible la evocación de situaciones no actuales, inaugurándose el juego simbólico. Se lo considera simbólico ya que permite la utilización de símbolos motivados, construídos a voluntad, al estilo de creaciones individuales. Un muñeco de peluche puede ser un bebé, minutos después pasa a ser un avión, una pelota, etc. Un objeto puede representar una diversidad de otros objetos. Control de esfínteres:

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El control de esfínteres, es un proceso gradual que transcurre a lo largo del segundo y tercer año de vida hasta llegar a la autorregulación definitiva, no se avanza de manera fija y uniforme, sino que lo esperable es que ocurran altibajos y periodos de meseta. Esto se debe a que el proceso de control de esfínteres depende de factores fisiológicos y psico-sociales, dentro de los cuales la exigencia de los padres juega un rol fundamental. En primer lugar el dominio en la eliminación depende de la maduración del sistema nervioso vegetativo, de los centros corticales y la mielinización que permiten el control voluntario del funcionamiento, hasta ese momento involuntario. Por lo general se adquiere el control de intestinos una vez que se ha consolidado la posición erguida y la marcha. A partir de entonces y no antes, el niño está capacitado para establecer las conexiones neuronales que hacen posible otorgar significación a las sensaciones provenientes del interior del organismo. La modalidad que adopten los padres y cuidadores (abuelas, maestras de guardería, niñera) en el transcurso del proceso, va a ser decisivo en los resultados. Una posición muy rígida y exigente que no contemple la posibilidad de retrocesos temporarios, es probable que lejos de adelantar el proceso, lo demore. Los aportes del Psicoanálisis sostienen que durante la etapa del deambulador el niño transita por la fase anal del desarrollo psico-sexual. El pasaje por dicha fase determina en gran parte los avatares del proceso que culmina con el control definitivo. Cuando el niño es capaz de dominar voluntariamente sus músculos, advierte espontáneamente que puede demorar o provocar la micción y defecación. Este ejercicio de retener y dejar pasar el producto se convierte en esta etapa en un ejercicio cargado de interés erótico. Entre los 15 y los 24 meses de edad transcurre una fase de “regulación parcial”. Alrededor de los 15 meses los niños comienzan a mostrar desagrado por los pañales sucios, ese puede ser indicador de que está en un momento oportuno para ser entrenado en el control voluntario. Es probable que las primeras veces que se coloque al niño en el inodoro, éste reaccione con llanto y otras demostraciones de angustia. A esa edad suelen tener fantasías de ser tragados por el inodoro, por lo que resulta más adecuado comenzar ofreciendo una pelela. A partir de los 15 meses, algunos niños responden favorablemente si los padres tienen la constancia de sentarlo en la pelela a horarios regulares. Pero por la inmadura 7 capacidad de asociar las sensaciones internas con la excreción, todavía no es capaz de comunicar anticipadamente si siente necesidad de evacuar. A los 18 meses, si los padres continúan tratando de instalar el hábito, sentándolo a horarios regulares, puede ser que el niño llegue a inhibir la descarga hasta el momento de ser ubicado en la pelela. A veces las incontinencias son intencionales, como un modo de ejercer su voluntad y desafiar al pedido de los padres. Con el desarrollo del lenguaje, el niño puede utilizar una palabra para comunicar el hecho, aunque todavía no diferencie entre el producto del intestino y de la vejiga. Lo más probable es que diga “caca” a ambos. Además puede responder “sí”o “no”, ante la pregunta de si siente deseos de evacuar. A los 24 meses adquieren mayor dominio y puede anticiparse al hecho y verbalizar la necesidad de ir al baño y hasta quizás pueda diferenciar entre defecación y micción. Son menos frecuentes las incontinencias. Recién a los 30 meses la mayoría de los niños logran el control nocturno de vejiga, si los padres se encargan de levantarlo a mitad de la noche. Ya a los 4 años es capaz de mantener por sí mismo la rutina de la evacuación. Solicita cierta privacidad en el momento de eliminar y muestra fastidio si un adulto pretende esperarlo dentro del baño. Hasta los 5 años puede haber episodios aislados de incontinencia nocturna o diurna, generalmente ligados a factores emocionales o a episodios de excitación. Existen otras 3 características muy importantes que deben tenerse en cuenta durante esta etapa:  Oposicionismo: En esta etapa del desarrollo humano, la conducta oposicionista normal se expresa en el lenguaje por medio de la aparición de la negación. A los 18 meses de edad los niños se resisten a la solicitud del adulto sacudiendo la cabeza. Recién a los 24 meses pueden decir la palabra “no”. el psicoanalista inglés René Spitz, ubica la aparición del “no” como uno de los tres organizadores (junto con la angustia del octavo mes y la sonrisa social), que indican puntos nodales en el desarrollo psíquico normal de los niños. El “no”, que según Spitz es anterior al “sí” y al “yo”, indica la capacidad de reconocerse a sí mismo como individuo separado.  Egocentrismo: “No”, “dame” y “mío” son las palabras más utilizadas por el niño de 24 meses. Esto se debe a su incipiente sentido de la propiedad, el egocentrismo y por lo tanto la creciente autonomía psíquica.  El negativismo infantil: Esta conducta oposicionista puede ser considerada como una característica normal en el desarrollo psicológico de los niños. El negativismo expresa aquello que está ocurriendo a nivel psíquico: se trata de la separación del niño respecto de su madre, y como consecuencia de ello la distinción entre él y los otros. Al encontrarse aun en los comienzos del camino a la autonomía, los niños de esta edad suelen fluctuar entre la dependencia y la independencia. En un principio, la actitud oposicionista refleja el marcado interés del niño de 18 meses por lograr liberarse de la ayuda del adulto, hacer las cosas por sí mismo y a su gusto. Hacer valer su propia voluntad, implicará para el deambulador una cierta oposición a los demás. Las rutinas diarias que hasta entonces aceptaba sin miramientos, se vuelven un campo de batalla para sus actos de

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autoafirmación. Se resiste a comer o lo hace bajo sus condiciones, simula no oir o no comprender lo que se le solicita, se niega a orinar, a dormir, etc. Su escaso sentido de la propiedad, hará que surjan escenas de berrinches al reclamar lo “mío”, referido tanto a los objetos propios como a los ajenos. En los comienzos de la etapa del deambulador, los niños despliegan su conducta negativista por medio del llanto, gritos, golpes y otros ataques físicos. Hacia el final de esta etapa, con la mayor habilidad lingüística, se hacen más sutiles los métodos de resistencia. Separación-Individuación Margaret Mahler plantea que el nacimiento psicológico del infante humano es un lento proceso intrapsíquico de Separación-Individuación que se extiende entre los 5 y 36 meses y que permite al niño funcionar separadamente en presencia de una madre emocionalmente accesible. En ese proceso o Fase de Separación-Individuación se distinguen cuatro subfases: 1) Subfase de diferenciación y desarrollo de la imagen corporal (5 a 9-10 meses). Se produce el fenómeno de “ruptura del cascarón”; el bebé emerge de la membrana simbiótica que lo unía a la madre como en un segundo nacimiento. 2) Subfase de ejercitación locomotriz (10 a 15 meses) Con el investimiento libidinal de las capacidades de locomoción, el niño vive una etapa de “idilio con el mundo”. Está tan absorto en practicar la marcha que no se preocupa por si al caminar se aleja de la madre. Parece dar por descontada la presencia emocional de la madre, y sólo cada tanto retorna a ella como para reabastecerse libidinalmente, para luego continuar sus exploraciones autónomas. A esta edad es frecuente observar niños que gatean o caminan en dirección a la madre, la tocan un instante y se vuelven a alejar por otro lapso de tiempo. Tres desarrollos interrelacionados contribuyen hacia la conciencia de separación e individuación: la diferenciación corporal de la madre, el establecimiento de un vínculo específico con ella, y el desarrollo y funcionamiento de los aparatos autónomos del yo en estrecha relación con la madre. 3) Subfase de reacercamiento (15 a 22 meses) Se produce el reconocimiento de la madre como persona separada. Aumenta la ansiedad de separación y el niño comienza a buscar activamente a la madre, se acerca a ella con mucha frecuencia, o necesita escuchar que está cerca. Es común en este momento la conducta del niño de llevar continuamente objetos a la madre. Las crisis por temor a la pérdida del objeto de amor disminuyen con el progreso del lenguaje, y el juego simbólico. 4) Subfase de consolidación de la individualidad y constancia del objeto (22-24 a 36 meses) Las representaciones de la madre se hacen accesibles intrapsíquicamente. Las huellas mnémicas del objeto de amor hacen posible que el niño pueda estar separado de su madre por un tiempo. ± Etapa escolar En su desarrollo el infante humano realiza simultáneamente su inserción en la cultura y su constitución subjetiva. Estas dimensiones del desarrollo reciben el nombre de socialización y singularización: La socialización designa el proceso mediante el cual se apropian los valores, ideales, normas y creencias del entorno cultural, mientras que la singularización hace referencia a los procesos por medio de los cuales se configura un sujeto único, singular. Berger y Luckmann establecen una distinción entre socialización primaria y secundaria, la socialización primaria es la primera que atraviesa el niño y se produce principalmente en el contexto familiar, en ella el niño construye su primer mundo personal y se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria por su parte, conduce al individuo a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad e implica el acceso a sub-mundos institucionales. La socialización secundaria inicia en la edad preescolar y continua a lo largo de la edad escolar. El periodo de la edad escolar se extiende desde los 6 hasta los 12 años de edad. Se destacan 2 características específicas del desarrollo de los niños en edad escolar: 1) La capacidad para realizar aprendizajes sistemáticos y 2) La inserción en ámbitos extra familiares. 1) La escuela es la primera institución que le propone al niño la adquisición sistemática de conocimientos, así como también de normas acerca del funcionamiento institucional. En ella se le exige por primera vez una cierta productividad: el aprendizaje y los resultados académicos. El ingreso al sistema escolar confronta a los niños con las exigencias y expectativas del entorno social y con la propia vivencia de ajuste o desajuste a ellas. Un desempeño adecuado y saludable en el ámbito escolar supone un desarrollo intelectual esperable para adquirir conocimientos, y a la vez un desarrollo emocional y social que le permita al niño reflexionar acerca de lo aprendido, expresar ideas y sentimientos, y vincularse con sus pares y maestros. 2) En este periodo cobran gran importancia las relaciones con los grupos de pares. En la escuela, así como también en otros ámbitos extra familiares como por ejemplo los clubes, los niños tienen la oportunidad de vincularse con compañeros. En estos grupos por primera vez el niño ocupa una posición de paridad y no de subordinación, ya que se encuentra rodeado de iguales con quienes comparte intereses similares. En los primeros años de este periodo la heteronomia del grupo hace necesaria la intervención de adultos o niños mayores, en la organización de actividades o en la mediación de conflictos. Hacia el final del periodo las

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actividades con pares tienden a ser más estables en el tiempo, organizadas por los mismos niños y dan muestra de fuertes sentimientos de pertenencia al grupo. En los años escolares es característica también la separación para compartir actividades con compañeros del mismo sexo, niñas por un lado y niños por otro.

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