Fuentes Para La Prehistoria PDF

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FUENTES PARA LA PREHISTORIA I. PREHISTORIA: CONCEPTO, METODOLOGIA Y PRÁCTICA 1. Prehistoria y prehistoriadores. Concepto y contexto disciplinar de la prehistoria: 











El término Prehistoria apareció por primera vez en 1851 y fue empleado por Wilson en una obra llamada “Anales de arqueología y Prehistoria de Escocia”. Poco a poco ese término fue siendo empleado por distintos autores y se popularizó cuando apareció en publicaciones como el periódico “Times” en 1888 y la revista “Nature” en 1902. Etimológicamente Prehistoria significa antes de la Historia, lo cual genera cierta confusión. Realmente con este término Wilson quiso referirse a la parte de la historia para la cual no contamos con textos escritos. El término prehistoria puede ser entendido en un doble significado: como época histórica o como disciplina científica. En el primer caso se definiría como el período comprendido entre la aparición de los primeros antepasados del hombre y la redacción de los primeros documentos escritos. Pero esto límites temporales dependen del área geográfica donde nos encontremos. Como disciplina científica la prehistoria es una ciencia social cuyo objeto es construir el devenir humano en su época más remota. La fuente básica de la que se nutre la prehistoria es la arqueología; disciplina técnica que nos permite conocer el pasado humano a partir del análisis de su cultura material y el contexto donde aparece. Hasta bien entrado el siglo XIX la imagen que se tenia del arqueólogo estaba impregnada de una visión romántica y aventurera, pero la aportación metodológica de arqueólogos como Pitt-Rivers hizo que desde mediados del siglo XIX esta visión empezase a cambiar hasta valorarse el papel del arqueólogo como la recuperación, el estudio, la interpretación y divulgación de todo de tipo de restos materiales que las culturas han dejado a lo largo de la Historia. Según Vicent, la Prehistoria y la Arqueología comparten un mismo objeto formal, que son los restos materiales de los grupos humanos del pasado; pero su objetivo teorético es distinto, pues la Arqueología se encarga de la recuperación y análisis de los restos materiales y la Prehistoria procede a su interpretación y síntesis, es decir, se trata de dos momentos distintos en un mismo proceso. La Prehistoria también mantiene una estrecha relación con la antropología cultural, que estudia la tecnología, las pautas de comportamiento, la organización social y las creencias de grupos humanos con el fin de establecer regularidades en el comportamiento humano. Por último, la Prehistoria también mantiene intensas relaciones con otras disciplinas como la geología, la paleontología, la biología, etc.

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Historiografía: orígenes y desarrollo de la practica y el conocimiento de la Prehistoria: Desde la antigüedad el ser humano se ha preguntado por su origen. Todas las culturas cuentan con mitos de creación propios y esta necesidad común se explica porque casi ninguna sociedad piensa que ha existido desde siempre. En las primeras explicaciones sobre los orígenes de la Humanidad aparecían concepciones míticas y alegóricas donde la presencia de divinidades, espíritus, héroes o tótems aparecen como impulsores de la creación. El interés por los restos arqueológicos también es muy antiguo. De hecho sabemos que en el siglo V a.C. Nabonido, último rey de Babilonia, se dedicaba a coleccionar antigüedades y llego a excavar en Ur, antigua ciudad del sur de Mesopotamia donde según la Biblia nació Abraham. Este es solo un ejemplo de ese interés. En el mundo grecorromano se plantearon diversos modelos de explicación sobre el origen del ser humano y de la Tierra. Estas teorías se pueden agrupar en dos bloques: por un lado los que ofrecen una visión del origen y evolución de la humanidad como un proceso de degeneración, y las que presentan una constante progresión o evolución del ser humano. Entre los primeros se encuentra Hesiodo, que en el siglo VIII a.C. en sus obras “Teogonía” y los “Trabajos y días” presenta al ser humano creado en una edad de oro que fue cayendo sucesivamente a las edades de plata, bronce y hierro por su propia degeneración. En el segundo grupo encontramos a Lucrecio, un escritor romano que en su obra “De rerum natura”, acerca de la naturaleza de las cosas, anticipa el modelo de las tres edades al señalar que el ser humano por su innato afán de progreso evoluciono por tres edades sucesivas: la edad de piedra, la edad de bronce y la edad de hierro. Durante la Edad Media la tesis catastrofista de la Biblia condicionó las explicaciones sobre el pasado del hombre. En estos siglos sabemos que se recuperaron por parte de campesinos útiles líticos, especialmente hachas pulimentadas que no eran atribuidas al hombre, sino que se le otorgaban un origen celestial, denominándolas “piedras del rayo”, al creerse que se hundían en la tierra al caer los rayos y apareciendo al cabo de cierto tiempo. A estos útiles se les atribuía ciertas propiedades mágicas. Durante el Renacimiento, el interés por el pasado grecolatino animo a la realización de excavaciones con el objeto de recuperar restos de este periodo. El espíritu crítico de la época llevó a muchos investigadores a preguntarse de nuevo por el origen del ser humano y de sus obras. El naturalista Aldrovandi afirmará que los objetos denominados “piedras del rayo” no tenían un origen celestial, pues en realidad eran herramientas elaboradas por los pueblos antiguos antes de los descubrimientos de los metales. A lo largo de la Edad Moderna se realizaron interesantes excavaciones, normalmente impulsadas por nobles y monarcas como sucedió en el caso de Pompeya y Herculano. También en esta época se iniciaron los primeros trabajos en Stonehenge, un monumento megalítico. Pero la incómoda situación que se estaba generando por el desarrollo de variadas especulaciones en torno al origen del ser humano empezó a preocupar a los ámbitos eclesiásticos, que decidieron dar una respuesta “definitiva” para poner fin a esta situación. De

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este modo el arzobispo James Ussher a comienzos del siglo XVII calculó que según la evidencia del Antiguo Testamento se podría concluir que la Tierra había sido creada en el 4004 a.C. John Lighfoot, vicerrector de la Universidad de Cambridge, dio un paso más en el año 1642 al afirmar que el hombre, en este caso Adán, había sido creado el 23 de Octubre del año 4004 a.C. a las 9 de la mañana. La Ilustración del siglo XVIII fomentó la renovación intelectual sobre todo de la mano de la Enciclopedia de Diderot y D´Alambert, donde se alude a los tres estados por los que se suponía que había pasado la Humanidad: las hordas errantes, grupos cazadores y los agricultores. En 1721, Antoine de Jussieu realizo un estudio comparativo entre las piedras talladas encontradas en diversos lugares de Europa y las realizadas por los indios canadienses, llegando a la conclusión de que los útiles europeos habían sido fabricados por hombres primitivos. En el siglo XIX se producen importantes avances de la mano de la Geología, la Biología y la Paleontología. En el ámbito geológico destaca Lyell, que en su obra “Principios de geología” del año 1833 sentó las bases de la geología estratigráfica, demostrando la gran antigüedad de la Tierra y socavando los fundamentos de la teoría catastrofista, defendida entre otros por Cuvier, que afirmaba que se habían producido una sucesión de faunas en la Tierra pero sin continuidad entre ellas, pues grandes catástrofes hacían desaparecer especies que eran sustituidas por otras más desarrolladas. En el campo de la biología son fundamentales los trabajos de Lamarck, que en 1809 planteo la teoría evolucionista, indicando que la naturaleza había producido gradualmente todos los grupos de seres vivos, desde los más simples a los más complejos. Sus ideas fueron ampliadas por Darwin en El origen de las especies del año 1859, cuya idea fundamental es que las especies varían en el tiempo y el factor básico de esta variación es la selección natural. En 1871 en su obra El origen del hombre planteo que el ser humano procedía de una forma animal preexistente y analizaba las causas de la evolución humana. En el siglo XIX también se incrementan los hallazgos arqueológicos y ello animará a su clasificación y ordenación en colecciones y museos. En este sentido destaca la labor del danés Thommsen que ordeno los materiales del Museo de Copenhague en vitrinas según la materia prima y su posible función, obteniendo como resultado una clasificación en piedra, bronce y hierro. A principios del siglo XX arqueólogos como Montelius, preocupados por la definición de las causas que motivan los cambios culturales, coinciden en afirmar que éstos se producen a través de procesos de difusión. Surge así la corriente difusionista, que señala que el desarrollo de la cultura europea se produjo por la difusión de los avances culturales desde el Próximo Oriente; teoría conocida como “Ex Oriente Lux”. Esta tendencia será llevada a su máxima consecuencia por los hiperdifusionistas. El arqueólogo más importante de la primera mitad del siglo XX es Gordon Childe, partidario del difusionismo aunque algo atemperado por un evolucionismo de inspiración marxista. Su mayor aportación teórica fue su definición de cultura arqueológica como una serie de restos materiales distintivos que aparecen reiteradamente juntos.

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Desde la segunda mitad del siglo XX se han desarrollado distintas aportaciones teóricas y metodológicas en la arqueología, entre las que podemos destacar: el enfoque ecológico, representado por investigadores como Steward que destacan que las culturas no solo se relacionan unas con otras, sino también con el entorno, por lo cual es importante estudiar como cada cultura de la sociedad se adaptó a su entorno. Otra de las teorías era la nueva arqueología. Binford y Ren Frew son los principales representantes de esta corriente que entiende la cultura como un sistema adaptativo al medio ambiente. Destaca las aportaciones de la antropología y afirma que el arqueólogo debe formular hipótesis como un científico más e intentar contrastarlas con los datos recuperados en la excavación. Por otro lado la corriente contextualista, representada por Daniel y Stuart Piggot, sostiene que la explicación de los hechos arqueológicos surge de un conocimiento amplio del contexto en el que se produce. Otra corriente es el materialismo, representada por Champman, Gilman y Friedman, que emplea una metodología de base marxista y considera que los cambios en las fuerzas y modos de producción conllevan cambios en la ideología. El postprocesualismo es otra corriente cuyo principal representante es Hodder y concede especial importancia a lo ideal y a lo simbólico. El estructuralismo intenta establecer correspondencias entre sistemas de pensamiento, definir estructuras y esquemas conceptuales comunes a todos los seres humanos para así poder acceder a la interpretación de lo ausente.

2. La Prehistoria y la arqueología de campo. Tipología, formación y alteración de los yacimientos arqueológicos: Los arqueólogos buscan información y documentación en los yacimientos arqueológicos, que son lugares que contienen restos materiales de presencia y actividad humana en el pasado. Los yacimientos arqueológicos pueden ser clasificados a partir de diferentes criterios:     

Atendiendo a la cronología en función de la época. La función que desempeñó (poblado, necrópolis, lugar ritual, cazaderos, etc.) La posición en la que se ubica el yacimiento (en altura, en llano, en costa, en una cueva…) Su duración (lugar de ocupación esporádico, permanente) Su grado de conservación (si está intacto, saqueado…)

En la formación y alteración de los yacimientos arqueológicos intervienen distintos procesos y fenómenos; algunos de carácter natural como la erosión eólica, la erosión por el agua, terremotos, desprendimientos, la acción de los animales, procesos químicos… Pero hay otros procesos y fenómenos producidos por la acción humana, lo que se conoce como acción antrópica, y que pueden producir lo que se llama tell (es un término que significa "colina" o "montículo", que sirve para designar un yacimiento arqueológico con forma de montículo de tierra que es el resultado de la acumulación y la subsecuente erosión de materiales depositados por la ocupación humana de un lugar durante largos periodos de tiempo.), las reconstrucciones de distintos lugares… 4

La prospección arqueológica: La prospección engloba un conjunto de procedimientos técnicos orientados a obtener un importante volumen de información arqueológica de un área determinada. La prospección puede ser entendida de tres formas distintas:  

Como un trabajo previo a la excavación. Como una actividad posterior a una excavación.



Como una actividad arqueológica con entidad propia y que no depende de una excavación.

En los últimos años se ha desarrollado el interés por la prospección arqueológica, a lo cual han contribuido distintos factores: por un lado la influencia del ecologismo, que ha conllevado un mayor interés por el estudio de los entornos habitados por los seres humanos. Otro factor es que la prospección presenta una ventaja con respecto a la excavación de carácter económico, pues sus costes son más reducidos. En último lugar, el interés de las distintas administraciones públicas, especialmente las Comunidades Autónomas por conocer su patrimonio con el fin de proceder a una mejor gestión de sus recursos arqueológicos. De este modo las Comunidades Autónomas han impulsado la elaboración de las cartas arqueológicas. En cualquier caso y sea por los motivos que sea, la prospección ocupa cada vez más un destacado papel en la actividad arqueológica. Este hecho ha favorecido el desarrollo de una serie de planteamientos y técnicas. En definitiva una metodología que permite ir superando carencias anteriores. Es fundamental diferenciar dos momentos de actuación: 

En primer lugar el trabajo previo. Para planificar correctamente una prospección es importante partir de una acertada elección del área de estudio. Para ello podemos adoptar diversos criterios:  Criterios arbitrarios: por ejemplo divisiones administrativas. Es el más empleado, aunque no el más adecuado ya que el yacimiento del pasado no puede corresponder a la división actual administrativa, pudiendo por tanto ocupar territorios de distintas Comunidades Autónomas.  Criterios naturales: por ejemplo los accidentes geográficos. Éstos pueden haber condicionado la vida en el pasado.  Criterios culturales: por ejemplo los territorios que comprendían la Orden de San Juan en la Edad Media. En el paleolítico no tendría sentido y por tanto se aplican a la existencia de una determinada cultura o pueblo en un momento determinado de la historia. Una vez seleccionada la zona de prospección debemos familiarizarnos con ella. Para ello contamos con una amplia gama de soportes cartográficos que nos aportan interesantes informaciones. Entre estos soportes destacan los mapas topográficos, que con una escala 1:50000 o 1:25000 reproducen todo el territorio nacional aportando datos sobre accidentes geográficos, topónimos, infraestructuras, divisiones administrativas, etc. 5

En la medida de lo posible es conveniente complementar los mapas topográficos con una cartografía más detallada, como por ejemplo planos a escala 1:10000 y 1:5000, que pueden consultarse en el Catastro y en los archivos municipales. La información de los mapas topográficos debe complementarse también con mapas geomorfológicos y edafológicos, que nos dan pautas sobre la formación de yacimientos, procesos post deposicionales y posibilidades de explotación económica de un territorio. A la cartografía se le añaden los sistemas de teledetección, como fotografías aéreas y por satélite, tomas de infrarrojos, etc.; las cuales nos pueden mostrar contrastes y variaciones significativas en el terreno causadas por sombras, diferente grado de humedad, distinto desarrollo de la vegetación, etc. que nos pueden ayudar a detectar lugares de interés arqueológico. Los análisis cartográficos se complementan con el estudio de las fuentes documentales, tanto orales como escritas. La documentación escrita suele encontrarse en los fondos de museos y de algunos archivos que recogen informes de trabajos arqueológicos o noticias referidas a hallazgos relacionados con materiales arqueológicos; aunque si las fuentes son antiguas, en ocasiones los datos son poco precisos o emplean una terminología ya en desuso. La información oral también es adecuada y para tomarla resulta conveniente tomar encuestas que pueden ser abiertas o cerradas. Finalmente también debemos realizar una revisión pormenorizada de la toponimia de la zona a prospectar, pues frecuentemente existen topónimos que pueden sugerir la presencia de un yacimiento arqueológico. 

En segundo lugar el trabajo de campo. En función de la intensidad que apliquemos en la inspección del área de estudio podemos diferenciar entre prospección extensiva, sin una clara metodología ni planificación; y prospección intensiva, la cual a su vez puede ser de cobertura total o de muestreo. La fracción de muestreo debe ser al menos de un 20 o 25 % del total para que los resultados sean fiables. Las unidades de muestreo pueden adoptar diversas formas, aunque las más habituales son los Quadrats y los Transects. La disposición de estas unidades de muestreo puede ser aleatoria, sistemática o estratificada, en la que elijo la zona en función de unos criterios topográficos. La salida al campo debe estar planificada y realizarse con un material adecuado. Es fundamental elaborar fichas que recojan el contexto ambiental del yacimiento, su tamaño, el tipo de materiales que se documentan, el estado de conservación, los accesos…

Como complemento a la prospección existen técnicas de inspección subsuperficial basadas en el contraste de las propiedades físicas (térmicas, eléctricas o magnéticas) o químicas que presenta un terreno en relación a su entorno. Estas técnicas, más que para hallar yacimientos, se emplean para delimitar su contorno, diferenciar áreas de actividad o documentar posibles estructuras. 6

La excavación arqueológica:

Pese al avance de otras técnicas, especialmente vinculadas con la prospección, la excavación continúa siendo el principal procedimiento de la arqueología para conocer el pasado más remoto de la humanidad. Es fundamental entender que no excavamos objetos, sino los seres humanos ejecutores de los restos que podamos encontrar. Excavar supone “destruir”, es decir, no podemos releer lo ya excavado. Por eso es fundamental evitar la pérdida de datos a través de una metodología lo más exhaustiva posible. El carácter “destructivo” de la excavación exige una correcta formación teórica y práctica que permita afrontar con garantías un proyecto de excavación. Los criterios para seleccionar un yacimiento pueden ser de diversos tipos: - Criterio de salvamento: cuando se decide excavar un yacimiento afectado total o parcialmente por obras. Es un criterio obligado. - Criterio de las lagunas del conocimiento: se prioriza la excavación de una determinada época porque es poco conocida. - Criterio de fomento de las líneas de investigación Una vez decidido el yacimiento a excavar se debe cumplir una serie de requisitos legales. Hay que planificar las operaciones previas que facilite el posterior desarrollo de la excavación. Por ejemplo analizar los accesos, estudiar la ubicación de infraestructuras donde guardar el material de excavación, el alojamiento del equipo de excavación, la instalación de un laboratorio, etc. Es preciso realizar una topografía del yacimiento para la posterior disposición de planos y dibujos y un reportaje para plasmar la fisonomía del yacimiento antes de iniciar la excavación. Para que el proceso de excavación resulte eficaz y los restos hallados puedan ser referenciados correctamente, se debe proceder a la cuadriculación del yacimiento basándose en el levantamiento topográfico, normalmente basado en los puntos cardinales para orientar los ejes. De este proceso se obtienen unas unidades de excavación o cuadriculas, cuya forma o tamaño depender...


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