Introducción 2º moodle PDF

Title Introducción 2º moodle
Course Epigrafía y Numismática
Institution Universidad de Córdoba España
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Introducción Teórico-Metodológica HISTORIA Y CONOCIMIENTO HISTÓRICO. HISTORIA ANTIGUA ¿Qué es la Historia?: es la realidad (verdad) de las sociedades humanas del pasado. Pero esa realidad (verdad) ya no existe, solo existen sus huellas. ¿Qué es el conocimiento histórico?: es el conocimiento relativo a las sociedades humanas del pasado, al que podemos acceder a través del estudio de la huellas de éste; es la Historia como disciplina, no como la realidad (verdad) que fue. ¿Cuál es el objeto de estudio de la Historia como disciplina, el objeto del conocimiento histórico?: las sociedades humanas del pasado. ¿Cuál es el fin último de la Historia como disciplina, el fin último del conocimiento histórico?: el fin último de la Historia como disciplina, es decir, del conocimiento histórico, no está en el pasado sino en el presente, pues el conocimiento histórico nos proporciona la base, el adecuado y bien cimentado criterio, para la reflexión razonada y crítica sobre nuestro presente. El conocimiento histórico crea identidad, identidad social, es decir, define la idiosincrasia de un pueblo, su modo de ser y hacer, y, por ende, genera también conciencia social. Por ello, constituye uno de los saberes humanos más importantes y trascendentes, sobre todo cuando se trata de articular una sociedad, proceso en el cual el saber histórico debe desempeñar un papel esencial, absolutamente imprescindible. Origen de la palabra “historia”: Indoeuropeo: Wid-tor = saber, ver. Griego: de Istor (= testigo, el que ve) se deriva Istoríe/Istoría Latín: historia. Castellano: historia = indagación, averiguación, investigación sobre los acontecimientos del pasado. Ambivalencia del término Historia: El término Historia es ambivalente, significa a la vez: -la realidad, la verdad de los acontecimientos del pasado. -la reconstrucción de dichos acontecimientos a través de la investigación. Subjetividad, objetividad y fiabilidad: Esta ambivalencia ha planteado no pocos problemas en cuanto a la fiabilidad del conocimiento histórico, ¿es posible conocer exactamente lo que sucedió en el pasado, hasta que punto?. E igualmente en cuanto a su subjetividad o a su objetividad. En este sentido, es cierto que siempre hay un factor subjetivo en la elaboración del historiador, ajeno o no a su voluntad.

Proceso de elaboración del conocimiento histórico: Pero tal circunstancia no tiene por qué condenar irremisiblemente a la Historia, al conocimiento histórico, a la condición de una disciplina absolutamente subjetiva y meramente especulativa. Actualmente, el conocimiento histórico no deriva de un proceso de investigación "individual", sino "social", es decir desarrollado por toda una comunidad, la comunidad científica de los historiadores. Este es el procedimiento que se sigue para paliar o incluso eliminar los efectos de la parece que inevitable, en mayor o menor grado, subjetividad del historiador. Así una objetividad, siempre relativa, pero de mayor grado indudablemente, queda garantizada por la colaboración de numerosos estudiosos, que someten el conocimiento histórico a una rigurosa y consecuente crítica científica, posibilitando el avance constante del saber histórico, que como en todas las ramas del saber científico se encuentra permanentemente en construcción. Ciencia e Historia: Pero, estamos hablando de saber científico, ¿es la Historia una ciencia?, el conocimiento histórico ¿es un conocimiento científico?. Se trata de una cuestión tremendamente debatida, y existen opiniones, todas bien fundamentadas, para todos los gustos. CIENCIA (R.A.E.): "conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales". Historia (R.A.E.): es ciencia humana/social. -"Ciencia" no es igual a "verdad absoluta", como ya demostró el físico alemán Werner Heisenberg con su conocido "Principio de la indeterminación o de la incertidumbre" (1925), que le valió la obtención del Premio Nobel de física en 1932, según el cual es falsa la pretensión de asignar el concepto de verdad absoluta aquellas ciencias que se definían como "puras" o "exactas", términos que parece debemos abandonar definitivamente, pues no existe tal cosa. -Otra cuestión es el mayor o menor grado de veracidad o verdad que en cada ciencia o, incluso, en los distintos campos que cada una abarca, pueda lograrse. -Como decíamos, uno de las características que definen en la práctica a las disciplinas científicas es que formulan leyes generales, reglas o principios básicos. -Pues bien: -El objeto de la Historia es el estudio de las sociedades humanas. -Estas sociedades se han tenido que enfrentar, a lo largo de su existencia, a una serie de retos establecidos: por el entorno en el que se movían y por la propia dinámica social interna de los grupos.

-La reacción del hombre como animal es básicamente similar ante determinados retos o circunstancias. -Esto hace posible establecer al menos algunos enunciados, leyes, reglas o principios básicos de comportamiento humano en determinadas circunstancias. -Podemos, pues, considerar a la Historia como una ciencia, una ciencia social; y al conocimiento histórico un conocimiento científico. El objetivo (pasado) y el fin último (presente y futuro) de la Historia, del conocimiento histórico: Pasado y cambio temporal: aunque la Historia como disciplina, el conocimiento histórico, es el estudio del pasado, no es solo el estudio de un momento determinado de dicho pasado, sino que estudia, sobre todo, el cambio temporal, las transformaciones que con el paso del tiempo se van produciendo: las continuidades y los hiatos, las herencias y las innovaciones, las largas permanencias y las nuevas tendencias que van surgiendo. Somos un producto histórico y necesitamos, pues, síntesis históricas, que nos faciliten el conocimiento y comprensión de estas realidades pasadas, para así entender nuestra realidad presente; el conocimiento de nuestra historia es fundamental para la comprensión de nuestro presente, a partir de la conexión de los hechos del pasado con lo que acontece en nuestro momento actual. En la actualidad parece olvidarse esta realidad del conocimiento histórico: estudios de corto alcance y excesiva compartimentación disciplinaria en las carreras universitarias, "hiperespecialización" de los investigadores, ... . Se hace necesario insistir en la reflexión sobre el cambio temporal, a largo plazo, desde la Prehistoria hasta hoy. Necesitamos, pues, síntesis históricas, que nos faciliten la consecución del fin último del conocimiento histórico, que no es el pasado (que sólo es su objetivo), sino la comprensión del presente y la contribución a la construcción del futuro. ¿De qué sirve la historia si no es para esto que decimos?. Cualquier otra finalidad no pasa de ser una mera erudición. Historia y presente: son conceptos íntimamente ligados. -en muchas ocasiones, en las investigaciones históricas, han sido los problemas actuales los que han marcado qué buscar en el pasado; muchos historiadores están de acuerdo en que la historia es una mirada al pasado para responder a preguntas que nos hacemos como hombres y como sociedad en el presente. -la preocupación por el presente está actualmente en primera línea del pensamiento de muchos historiadores; sería absurdo preocuparse por el pasado. -el conocimiento histórico es sumamente importante como fundamento (criterio) para la reflexión razonada y crítica sobre nuestro presente. -los historiadores deben atreverse a reflexionar sobre los problemas actuales. Los historiadores deben "arriesgarse" a hablar hoy sobre hoy. Deben ocuparse de los problemas

que afectan a los hombres de hoy [Josep Fontana "El historiador y la Geografía", en A. Cohen Amselem, R. G. Peinado Santaella (coords.), Historia, historiografía y ciencias sociales , Univ. de Granada, 2007, pp. 87-100: la función de los historiadores no sería exclusivamente "sacar a la luz acontecimientos que estaban enterrados en el olvido", sino "contribuir a la formación de una conciencia común que responda a las necesidades del momento (...) ayudando a crear escenarios en que sea posible encajar e interpretar los hechos nuevos que se nos presentan"; para eso es imprescindible "partir del conocimiento adecuado de los problemas del mundo de hoy"]. -los historiadores deben abordar temas de actualidad: las identidades, la organización política del Estado, las estructuras de poder, el deterioro del medio ambiente, los medios de comunicación de masas, la memoria colectiva, la transición democrática,... Historia y futuro: el historiador tiene también responsabilidades respecto al futuro. En todos los tiempos han habido historiadores que se han abocado a realizar prospecciones sobre el futuro en su obra histórica: Tucídides estimaba que el pasado resulta útil para conocer el futuro, igualmente sucede entre los humanistas del Renacimiento; Marc Bloch estimaba que la historia "puede intentar adentrarse en el futuro"; E. H. Carr: "Sospecho que los buenos historiadores, tanto si piensan en ello como si no, tienen el futuro en sus huesos; además de la cuestión ¿porqué? el historiador se plantea también la cuestión ¿hacia dónde?"; son muchos los historiadores que han hablado de la capacidad de la historia para hacer una "previsión inteligente del futuro". En definitiva, a través de la elaboración de una historia razonada, podemos conocer el pasado para comprender el presente y atisbar el futuro. Ejemplo de lo que acabamos de exponer: la Historia Urbana, el presente y el futuro. Las ciudades existentes poseen un espacio construido, generalmente con una larga historia, que deberá ser en buena parte conservado. Entender cómo se ha ido produciendo dicho espacio es esencial para la construcción del futuro urbano, para decidir qué parte del mismo se ha de modificar y cual se ha de mantener. La investigación histórica es fundamental para decidir que se ha de conservar, y porqué, y cuáles son los espacios heredados que han de dedicarse también a nuevos usos y funciones; es imprescindible para tener criterio a la hora de tomar las decisiones oportunas. El futuro se ha de construir a partir del presente, pero conociendo cómo se ha llegado a él, conociendo el pasado. En este sentido el conocimiento histórico es hoy tal vez más necesario que nunca en el diseño de los proyectos de ciudad. ¿Qué entendemos por proyecto de ciudad? Por proyecto de ciudad se entiende la definición de un proceso a través del cual se persiga la construcción de la ciudad que estimemos más deseable. Se trata de un proceso abierto y complejo, no exento de múltiples dificultades, y que debe responder a las diversas realidades y necesidades que presenta la ciudad actual. Dentro del proyecto de ciudad se integraría el más restrictivo concepto, si lo interpretamos técnicamente, de proyecto urbano. La ciudad contemporánea participa a la vez de tres conceptos legados de nuestro pasado griego y romano: el de polis, el de civitas y el de urbs.

El concepto polis está reflejado en la dimensión político-administrativa de la ciudad, es la legalidad, su estructura jurídica. En la ciudad actual, a diferencia de la polis griega (en la que los ciudadanos varones eran un grupo privilegiado, frente a las mujeres, los metecos y los esclavos, que no gozaban de derechos de ciudadanía), esta estructura jurídica parte de la igualdad legal de todos sus habitantes, del derecho de ciudadanía universal, y ello significa democracia e implica la participación efectiva de todos los ciudadanos en la gestión de lo público. La idea de civitas se refiere a los ciudadanos, a quienes poseen el derecho de ciudadanía, y es para ellos, para los que la ciudad ha de construirse, buscando su bienestar, con especial sensibilidad hacia la población con menores recursos. Frente a la obsesión observable por dar a las ciudades visibilidad mundial, está la necesidad de prestar prioritaria atención a sus ciudadanos, no a los turistas y visitantes; la ciudad se ha de pensar y construir para los primeros, no para ser vista y consumida por los segundos, por muy importante que sea el sector turístico para nuestra economía. Este segundo objetivo se infiere del primero: si (especialmente en las ciudades históricas) conseguimos plasmar la ciudad más deseable para sus ciudadanos, manteniendo y potenciando su singularidad, su atractivo para los posibles visitantes está garantizado. Y, finalmente, el concepto urbs, que se manifiesta en el urbanismo propiamente dicho, la fábrica material de la ciudad, su forma física. Estos tres conceptos, que definen a la ciudad actual, deben ser tenidos indefectiblemente en cuenta en cualquier proyecto que se encamine a la construcción de la ciudad, a la mejora de la misma, en el camino de la consecución de la ciudad deseable. La contemplación de estas tres realidades y la casuística que comportan debe constituir el núcleo de lo que se llama proyecto de ciudad, en el que se han de contemplar, por tanto y por este orden, los aspectos concernientes a su dimensión jurídica, a su realidad social y cultural, y, finalmente, al urbanismo propiamente dicho. Indudablemente, en todo proceso de construcción ciudadana juegan un papel esencial los planes y proyectos urbanos, entendidos stricto sensu en su acepción técnica especializada urbanística, y claro que ha de considerarse esta realidad, pero más allá de estos planes y proyectos urbanísticos, e incluyendo, lógicamente, a estos, una ciudad debe elaborar un proyecto de ciudad, en el que se plasme la idea de la ciudad que queremos. ¿De qué forma debe desarrollarse el proceso de construcción de la ciudad? De una forma sustancialmente distinta a la acostumbrada, que difiere mucho de lo que acabamos de decir. En la actualidad, cuando se abordan los problemas que puedan existir en una ciudad y se plantea el posible tratamiento de los mismos, o cuando se procede a bosquejar el diseño de la ciudad deseable, se suelen priorizar los aspectos propios de la urbs (la fábrica material de la ciudad, su forma física) sobre el resto de aspectos concernientes a su dimensión jurídica y social, los cuales, aunque resulte difícil de aceptar, en ocasiones ni siquiera se consideran.

En contraposición a esto, en el diseño de la ciudad deseable, en la elaboración de un proyecto encauzado a la consecución de la misma, es preciso tener en cuenta, en principio, las cuestiones relativas a su dimensión jurídica y social (la polis y la civitas) y, una vez esclarecidos estos aspectos y consideradas las demandas que presentan y los criterios más idóneos para darles respuesta, finalmente, la urbs, el urbanismo, a través del cual y de la ejecución de los proyectos técnicos que se planteen, se plasmarán las soluciones adoptadas mediante el consenso de todos los agentes intervinientes en ese proyecto de ciudad. La forma física de la ciudad, su urbanismo, no debe ser, pues, algo determinante, sino organizarse en función de esos objetivos mencionados, es decir, ponerse al servicio de las necesidades sociales, en la búsqueda del bienestar, la equidad (justicia natural), el civismo y la educación. ¿Qué agentes deben intervenir, y de qué forma, en el proceso de construcción de la ciudad? Deben intervenir diversos agentes: los ciudadanos en general, los especialistas en variados campos del saber (histórico, geográfico, jurídico, artístico, ecológico, económico, ...), los técnicos urbanistas, por supuesto, y los gestores políticos. Actualmente, esta colaboración queda por lo general reducida a los dos últimos sectores mencionados, y, aún valorando la innegable importancia de los mismos en tal labor, esto no debería producirse así. Con todo el respeto que merecen estos altamente cualificados profesionales, considero que arquitectos e ingenieros han tenido y tienen un peso excesivo en las propuestas y planes urbanos. Indiscutiblemente, ellos son los depositarios del saber técnico, pero los procesos de urbanización (entendida esta en el sentido amplio de "hacer ciudad") encierran tal complejidad que no pueden ser abordados por una sola disciplina, que específicamente concierne a la parcela estrictamente urbanística de un proyecto de ciudad, sino que, muy al contrario, requieren de aproximaciones multidisciplinarias, de la colaboración operativa de distintos agentes. Y, desde esta misma óptica, debemos igualmente considerar el papel de los gestores políticos en este proceso de "hacer ciudad", en el que, al igual que los técnicos urbanistas, han un peso específico excesivo, concretado en la toma de decisiones (aunque, normalmente, suelen limitarse a seguir las directrices técnicas marcadas por los especialistas). Los gestores políticos, tras su elección por los ciudadanos, reciben un mandato legítimo que les obliga a tomar decisiones y dirimir entre posiciones diversas al respecto, pero ni tienen carta blanca para ello, ni pueden limitarse a contar solamente con la opinión de los técnicos urbanistas; resulta imprescindible que propicien la colaboración en esta tarea de profesionales de otros campos del saber y, asimismo, que establezcan el necesario diálogo con los ciudadanos, incorporándolos a la labor de construcción de la ciudad. De esta manera, se contribuiría, además, a la profundización en la democracia. Lógicamente, esta participación ciudadana en la construcción de la ciudad se verá favorecida y adquirirá un mayor grado de calidad y eficacia, si los ciudadanos poseen una adecuada y deseable educación e información en diversos campos del conocimiento, de entre los cuales el de carácter histórico es fundamental.

A este respecto, nuestra sociedad española presenta un elevado déficit de conocimiento histórico, el cual, además, se ve progresivamente acrecentado como consecuencia de un sistema educativo que infravalora el conocimiento histórico e ignora la enorme importancia del mismo para la más adecuada articulación de nuestra sociedad. La educación de los ciudadanos en la materia histórica es la piedra angular en la construcción de la ciudad. Hemos de poner en marcha, por tanto, una nueva forma de "hacer ciudad", frente al excesivo papel desempeñado por técnicos y políticos, que diseñan los planes para que los ciudadanos introduzcan, en el mejor de los casos, matices o detalles, es preciso que dichos planes se realicen después de escuchar los criterios provenientes de otros ámbitos del conocimiento y las demandas derivadas de la opinión, bien fundamentada y argumentada, de los ciudadanos en general; todo ello debería plasmarse en un proyecto de ciudad, que se constituyese en documento rector/orientador de ulteriores actuaciones. ¿Qué interés reviste y qué papel debe desempeñar el conocimiento histórico en un proyecto de ciudad, en la construcción de la ciudad? Respecto a este punto, se deben reivindicar las aportaciones que desde el conocimiento histórico pueden hacerse a un proyecto de ciudad. El conocimiento histórico es una excelente herramienta para analizar la ciudad actual, conocerla en profundidad y contribuir a su diseño. No es posible el entendimiento de una ciudad actual, que es un producto histórico, resultado de toda una serie de pervivencias e innovaciones, de transformaciones experimentadas desde su nacimiento, si no sabemos cómo se ha desarrollado ese proceso que, en definitiva, es el que ha ido modelando su carácter, sus señas de identidad, aquello que le confiere singularidad frente a otras. El conocimiento de ese proceso de cambio, de ese proceso secuencial, que nos proporciona la Historia urbana (no solo urbanística), constituye, por tanto, una base imprescindible a la hora de proyectar la ciudad, de discernir entre las distintas posibilidades de intervenir en la misma, y de decidir qué conviene modificar y qué conservar, y porqué; sin incurrir en su "descaracterización", si se permite el palabro. Pero teniendo también en cuenta que el pasado, aunque contribuye activamente a la formación del presente no lo condiciona obligatoriamente, y que cualquier actuación que acometamos debe hacerse sin determinismo, siendo legítima la ruptura razonable, sin que esta tenga que interpretarse como "descaracterización". ¿Cuál es la situación en que se encuentra el proceso de construcción de la ciudad en el caso de Córdoba? En términos generales, el proceso de construcción de nuestra ciudad, como en otras muchas ciudades españolas, no se ajusta suficientemente a ...


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