Joseph Alois Schumpeter PDF

Title Joseph Alois Schumpeter
Course historia del pensamiento económico
Institution Universidad de Alcalá
Pages 7
File Size 82.2 KB
File Type PDF
Total Views 148

Summary

Download Joseph Alois Schumpeter PDF


Description

SCHUMPETER Pablo Martín-Aceña Catedrático de Historia e Instituciones Económicas Universidad de Alcalá Joseph Alois Schumpeter Triesch (Moravia, hoy en Checoslovaquia), 1883-Taconic (Connecticut), 1950. Schumpeter nació el 8 de febrero de 1883, en Triesch, en la región de Moravia que hoy forma parte de la República Checa. Fue hijo único de Alois Schumpeter, fabricante de paños, y de su esposa Johanna. La fábrica la había fundado su abuelo y quizá ello explique la importancia que en su obra académica atribuyó al empresario y a la innovación tecnológica. Su madre enviudó cuando Jozsi, así lo llamaban su familia y sus amigos, tenía 18 años. Johanna volvió a casarse con Segismundo von Kéler, coronel del ejército austro-húngaro; el matrimonio se rompió en 1906, pero hasta entonces Kéler ejerció una notable influencia sobre nuestro personaje. Schumpeter nació en la doble Monarquía, en la misma Europa que Keynes y que tan bien describió Stefan Zweig en ese espléndido libro, el Mundo de Ayer, en que el que, al menos para la clase alta y con medios, se podía viajar sin impedimento, sin pasaportes ni visados, establecerse donde uno quisiera, y donde existía plena libertad de expresión y de asociación. De 1893 a 1901 asistió al “Theresianum” (Academia de los Caballeros de María Teresa), un colegio aristocrático para hijos de la alta sociedad civil y militar de Viena, donde recibió una educación clásica –latín y griego incluidos, además de lenguas modernas (inglés, francés e italiano). El alumno del “Theresianum” llevaba el bastón de mariscal de campo en la mochila y proceder del famoso instituto de la antigua “favorita” Imperial, aseguraba un tratamiento privilegiado en el servicio público. En 1901 inició sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Viena, donde se licenció en 1906, con el grado de “Doctor utriusque juris” en Romano y Canónico. También tuvo oportunidad de tomar clases de economía con dos de los economistas más prestigiosos de la reconocida escuela austriaca: Eugene Böhm-Bawerk y Friedich von Misses. Terminada la licenciatura se marchó a Inglaterra, para completar sus estudios de derecho y allí pasará temporadas en Londres y también en Cambridge y Oxford, donde conocerá a Alfred Marshall y Francis Edgeworth, dos padres fundadores de la microeconomía moderna, y el primero de los cuales fue, como se ha mencionado, profesor de Keynes y su supervisor de tesis. En 1907 se casó con Gladys Ricarde Seaver, hija de un alto dignatario de la iglesia anglicana, mayor que Jozsi y al parecer de un extraordinario atractivo. Ambos se trasladaron a El Cairo, donde Schumpeter entró a trabajar en un prestigio bufete de un jurista italiano y tuvo ocasión de ejercer como abogado en el Tribunal Mixto Internacional. Gracias a los asuntos que le encargaron y merced a su buen hacer logró acumular una pequeña fortuna, que luego perdió. Dejó Egipto en 1909 para ocupar una plaza de profesor en la Universidad de Czernowitz, capital de la Bukovina (hoy parte de

Ucrania). Aquí protagonizó diversos altercados en defensa de los estudiantes; en una ocasión escribió al ministro de Educación protestando por la discriminación que sufrían las mujeres en el acceso de loa estudios universitarios. Dos años más tarde obtuvo una cátedra en la Universidad de Graz, de gran tradición y tanto prestigio como las universidad de Viena y Praga. En el curso 1913-14 tuvo oportunidad de acudir como profesor invitado a la Universidad de Columbia, dentro de un programa de intercambio. Asistió a los seminarios de Irving Fisher, por entonces uno de los economistas de mayor ascendencia en los Estados Unidos, por sus aportaciones a la teoría monetaria. En ese tiempo tuvo, además ocasión de viajar por todo el país. Tras su estancia en Columbia, se divorció Gladys, retornó a Austria, y allí permaneció durante toda la Primera Guerra Mundial. Su paso por América y un matrimonio con una inglesa, le convirtieron en “aliadófilo”, y crítico del Imperio alemán. Terminada la Gran Guerra, Schumpeter formó parte de la comisión gubernamental que el gobierno socialista alemán creó para preparar las nacionalizaciones de la industria, lo cual le generó críticas de banqueros y empresarios austriacos que vieron una contradicción entre sus ideas, liberales y su pertenencia a una comisión de tintes socialista. En el año 1919 es nombrado ministro de Hacienda en el Gobierno austriaco formado por Karl Renner de coalición socialistas y católicos, a propuesta de Otto Bauer, ministro de Asuntos Exteriores, amigo y condiscípulo suyo. Renner y Bauer le eligieron por sus conocimientos hacendísticos y fiscales. En 1918 había escrito una novedosa aportación con el título de La crisis del Estado fiscal. Se trata de un ensayo sociológico, influido por Max Weber, al que admiraba, en el que advierte de la tendencia de los estados a gastar más de lo que ingresan, a caer en sistemáticos déficit presupuestarios y a aumentar el endeudamiento hasta la asfixia. Aceptó el cargo porque tenía plena confianza en sí mismo y en su capacidad poder resolver las dificultades financieras de la arruinada Hacienda austriaca. Las circunstancias le superaron; los estallidos revolucionarios a lo largo de Centroeuropa y en los antiguos territorios del Imperio. Le desconcertaron. Tuvo grandes dificultades de gestión desde el principio, pues su propuesta para atajar el déficit y la inflación no fue compartida por otros miembros del Gabinete, ni tampoco por empresarios y banqueros. Quiso introducir un impuesto sobre el capital, al cual se opusieron empresarios y banqueros, y solicitar un préstamo exterior para estabilizar los tipos de cambio. Fracasó en ambos casos, quizá por falta de experiencia en los asuntos públicos. Antes de cumplir el año el cargo dimitió del cargo y se alejó de la política para siempre. En 1921 aceptó la presidencia del Biedermann Bank, una entidad de crédito de larga tradición que, sin embargo, quebró en 1924 azotada por el vendaval de la crisis económica y financiera que zarandeó las economías centroeuropeas de la primera posguerra mundial. Schumpeter en este caso también calculó mal. Aceptó el puesto fascinado por la idea de convertirse en financiero y poder mantener un alto nivel de vida. Utilizó el crédito del banco para realizar sus propias inversiones. La bancarrota de la entidad le arruinó. Su prestigio y su situación patrimonial se vieron seriamente comprometidos y posiblemente eso le llevó a abandonar el mundo de los negocios y trasladar su interés de la gestión al estudio de la empresa. Pero durante una década tuvo que luchar desesperadamente para pagar sus deudas.

Regresó a la vida académica aceptando la cátedra de Hacienda Pública en la Universidad de Bonn. Ese mismo año se casó con Annie Reisinger, una joven austriaca, veinte años más joven que él e hija del conserje de la casa materna. Con ella vivió felizmente por dos años hasta que falleció de parto en 1926. La muerte de Annie sumió a Schumpeter en la tristeza, su carácter cambió, se auto-aisló durante años y se tornó pesimista. Desde entonces vivió exclusivamente para su trabajo y sus alumnos. En 1927 y 1928 y luego en 1930 dio clases en la Universidad de Harvard. En 1932 le ofrecieron un puesto permanente y decidió quedarse definitivamente en los Estados Unidos. Lo hizo, en buena medida, porque deseaba dar un giro radical a su vida. En Harvard se convirtió en una verdadera celebridad. Sus aulas se llenaban todas las sesiones con alumnos entusiastas y cada tarde organizaba una pequeña y selecta reunión en torno a una mesa de café en la Widener Library. En Harvard se convirtió en un economista de notable predicamento, una rutilante estrella en la esfera académica de los economistas. Fue uno de los miembros fundadores de la “Econometric Society” y miembro destacado de la “American Economic Association, de la cual fue nombrado presidente en 1948. En 1937 contrajo un tercer matrimonio con Elizabeth Boody, también economista que le ayudaría a concluir una de sus magnas obras, la Historia de Análisis Económico, que se publicó de manera póstuma en 1954. Schumpeter murió a los 67 años en su retiro de Taconic, Connecticut, el 8 de enero de 1950, en la preciosa casa que compartía con Elizabeth. Familia y colegio dieron a nuestro segundo personaje de hoy un elevado nivel de cultura y refinamiento. Pese a no ser de extracción aristocrática, Schumpeter se codeó con la alta sociedad austro-húngara. Tenía un porte elegante, gesto serio, mirada penetrante, aspecto adusto y vestimenta siempre formal. Un dandy de principios del siglo XX que confesó que sus tres ambiciones eran ser un buen economista, el mejor jinete de Austria y el mejor amante de Viena. Tres veces casado, demuestra que era un hombre que necesitaba el apoyo de las mujeres. También fue querido y admirado por sus estudiantes, en Europa y en América, y dejó una legión de discípulos y seguidores. Apenas escribió nada sobre su vida personal y lo que sabemos es por lo que dejaron dicho sus amigos y estudiosos de su obra. Schumpeter realizó cuatro grandes aportaciones en forma de libro: en 1911 publicó la Teoría del desarrollo económico, que le dio a conocer en el mundo académico. En 1939 en plena Segunda Guerra Mundial, publicó un largo ensayo teórico, histórico y estadístico, Ciclos económicos, que pese a su calidad tuvo escaso éxito. Sí conocería las mieles del éxito en 1942 con la publicación de su Capitalismo, socialismo y democracia, quizá su obra más conocida y popular. Después preparó su monumental Historia de Análisis Económico, donde aunaba la teoría económica, la historia económica y la estadística, en su opinión las tres ramas principales de la economía. Además de ello Schumpeter publicó numerosos artículos biográficos sobre los principales economistas, que fueron recogidos y publicados en 1951 con el título de Diez grandes economistas. El último capítulo del libro está dedicado a Keynes, a quien admiró y también criticó.

¿Qué hizo famoso a Joseph Alois Schumpeter? ¿Por qué se le incluye en la lista de grandes economista del siglo XX, incluso al lado de Maynard Keynes? Schumpeter elaboró una teoría sobre el desarrollo económico vinculada al cambio tecnológico y una teoría del empresario. Situó a la empresa innovadora y al empresario en el centro del capitalismo y de la economía de mercado. Innovación y empresarios eran los motores que hacían avanzar una economía. En su libro Teoría del desarrollo económico, aparecido en 1911 expuso su particular visión del proceso de desarrollo. A su entender y partiendo de una situación de equilibrio, las economías se trasforman a impulsos de la innovación. Las innovaciones pueden revestir formas muy distintas: aparición de un nuevo bien, o calidades distintas del mismo producto; introducción de un método novedoso de fabricación, de formas de comercializar bienes y servicios ya existentes a través de canales y mecanismos no ensayados hasta entonces; la apertura de nuevos mercados; la conquista de nuevas fuentes de aprovisionamiento de materias primas; cambios en la organización de las industrias. Las innovaciones generan un proceso de destrucción creadora: las empresas menos dinámicas desaparecen, quiebran o son absorbidas, y surgen nuevas, innovadoras y ágiles que copan el mercado; y sobreviven las que tienen suficiente flexibilidad y se adaptan al nuevo panorama tecnológico. Para Schumpeter la economía de mercado, el sistema capitalista era por su propia naturaleza cambio continuo y nunca podía ser estacionario Las innovaciones solían aparecer en bandadas u oleadas, transformando por completo el funcionamiento de la economía y conducían a un nuevo equilibrio que tarde o temprano volvería a romperse. La clave del desarrollo era lo que denominaba “el ventarrón de la destrucción creativa”, el mecanismo mediante el cual el capitalismo revoluciona constantemente sus condiciones de existencia. Los cambios podían ser exógenos al sistema, causados por factores sociales o políticos, o endógenos, nacidos de la dinámica del sistema. El capitalismo era discontinuidad, alteración, novedad, parámetros variables. Schumpeter escribía esto en 1911, en plena segunda revolución industrial, con la electricidad, el motor de combustión interna, el acero Siemens, los automóviles, la química de los hidrocarburos, los plásticos y los fertilizantes, la seda, el motor de turbina, Edison, Marconi, Bell. Contemporáneo de un entorno cambiante, supo interpretarlo atribuyendo a la innovación un papel central en el proceso de transformación industrial que se producía delante de sus ojos. Al tiempo, el austriaco advirtió que las innovaciones no se introducían solas en el proceso productivo. Eran el resultado de la acción de hombres emprendedores: los empresarios, o más bien el “empresario schumpeteriano”. No era el capital lo que trae el éxito, porque el capital mismo está formado en gran parte por la acumulación del capital. Es el empresario como líder del mercado lo que trae el éxito a una empresa. “Los hombres que abrieron nuevos caminos, que combinaban habilidad técnica, sentido de mercado, poder organizativo y audacia innovadora”. Pero lo más novedoso de su análisis no fue insistir en el papel creativo del empresario, sino es su capacidad destructora, o mejor dicho en su función de realizar el difícil proceso de lo que llamó “destrucción creativa”. Como explicó el mismo, “Tenemos en primer lugar el ideal y voluntad de fundar un reino privado… Podemos mencionar también la voluntad de conquista: el impulso de lucha, de manifestarse como superior a los demás, de tener éxito por el éxito mismo y no por sus frutos…Finalmente el gozo creador, de hacer las cosas, o simplemente de ejercitar la energía y el ingenio…Nuestro tipo de hombre busca

dificultades con objeto de verse obligado a realizar alteraciones; encuentra su gozo en la aventura”. El empresario no es el guardián del equilibrio económico, sino el destructor del equilibrio; el proceso creativo es el motor del capitalismo y el causante de los ciclos económicos, necesarios para el progreso de las economías. Schumpeter propuso una teoría del desarrollo económico centrada en torno al binomio “creación-destrucción”, causada por el innovador. Esto era lo trasgresor en una sociedad conservadora, donde las elites las formaban funcionarios y militares. En la teoría de nuestro personaje, lo escandaloso era la existencia de “empresarios” destructores de equilibrios que pudieran tener una función social útil. La teoría sobre el papel del empresario le ha asegurado un papel esencial en la historia del pensamiento económico. El austriaco también quiso destacar el papel de los beneficios, de la ganancia. Escribió: “sin desarrollo no hay ganancia y sin ésta no hay desarrollo”. Porque la posibilidad de ganar dinero es el señuelo que atrae a los negocios a esos tipos especiales de individuos. Lo que esta detrás de “espíritu emprendedor”, la fuerza de los que tienen la voluntad de transformar las condiciones existentes, de superar los obstáculos y romper las rutinas, de ir contra la corriente y crear cosas nuevas. Esos individuos se atreven a lanzarse a lo desconocido, son los héroes del capitalismo. La función del emprendedor es la de reformar revolucionar las formas de producir poniendo en uso una invención. Schumpeter también subrayó la importancia del crédito, del papel de las entidades financiera. En su opinión la acumulación de capital no era posible sin la palanca del crédito. Este es necesario porque sin su aportación no es posible el crecimiento económico. El crédito, señalaba, promueve la aparición de empresarios eficaces y el crédito es imprescindible para la innovación. Ahí esta el ejemplo histórico del Crédit Mobilier (los bancos de negocios) y la financiación de los ferrocarriles a mediados del siglo XIX. Incluso pensaba que la inflación que el crédito pudiese generar podía llevar a las primeras etapas de desarrollo, generando lo que se denomina “inflación de beneficios”, si los precios suben por encima o se adelantan a los salarios. La “inflación de beneficios” distribuye la renta a favor de los propietarios del capital que son los inversores. Lo importante es que existiesen entidades crediticias capaces de asumir riesgos en su totalidad o de repartidos con el empresario innovador. Y que el innovador tuviese acceso al crédito. El siguiente paso en la construcción de una teoría del desarrollo lo dio con la publicación en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial de un largo ensayo teórico, histórico y estadístico, Ciclos económicos, que pese a su calidad tuvo escasa difusión. En esta contribución el autor explicaba que el desarrollo económico capitalista tenía un ritmo discontinuo, ondulatorio, en forma de ciclos de distinta longitud. A tiempos de bonanza le siguen períodos de crisis y, después de estos, vienen de nuevo los buenos tiempos. Esto era así por lo que había explicado en su libro anterior: porque las innovaciones vienen en oleadas, sin una frecuencia que pueda establecerse. Tampoco el espíritu emprendedor es igual en todos los períodos. Las condiciones sociales y políticas condicionan la formación de “empresarios destructores”, que necesitan un marco institucional adecuado, derechos de propiedad garantizados, seguridad jurídica. En el libro Ciclos económicos, Schumpeter distinguió tres tipos de ciclos: largos, de entre 40 y 60 años, que denominó Kondratiev, en honor al economista ruso que los

descubrió empíricamente; ciclos de maduración media, de 10 a 15 años, ligados a inversiones en infraestructuras, que llamó Juglar, por el mismo motivo; y ciclos Kitchin, cortos, de menos de cinco años, ligados a las inversiones en existencia y bienes de equipo. Y luego vino su libro más conocido y popular: Capitalismo, socialismo y democracia. Ahí el hombre de Triesch, nacido en el corazón desaparecido Imperio Austro-Húngaro, se planteó el futuro del capitalismo y se preguntó si éste podía sobrevivir. Su respuesta fue una negativa; el capitalismo no sobreviviría. Un estudioso como Heilbroner, autor de un entretenido libro de título Vida y doctrina de los grandes economistas, resumió la postura de Schumpeter: “El capitalismo tenía todo el brillo y la emoción de un torneo entre caballeros medievales. Pero ahí estaba precisamente el mal. La caballeresca justa exigía un escenario romántico; el viejo y emprendedor espíritu capitalista no podía sobrevivir en la atmósfera aburrida, prosaica, sórdida y calculadora creada por los mismos empresarios, transformados en burócratas en burgueses cada vez menos interesados en transformar el mundo de los negocios y más inclinados a la buena vida. El capitalismo sólo podía sobrevivir en la medida que los capitalistas se comportaran siempre como “emprendedores”. Y Schumpeter veía que ese tipo de capitalista se estaba extinguiendo, aniquilado por la misma sociedad que había creado, convertido en rentista, aburguesado, conservador. El capitalismo no podría sobrevivir porque el éxito del mismo sistema eliminaría la figura del empresario, que sería sustituido por administradores profesionales, que le privarían de la savia esencial de la innovación permanente. También porque el marco institucional del capitalismo de libre concurrencia desaparecería. Cuando preparó Capitalismo, socialismo y democracia contemplaba cómo la estructura industrial ya no estaba formada por un gran número de pequeñas empresas, cuya subsistencia dependía de la capacidad de los propietarios para sobrevivir en un mundo competitivo. Sino que eran las grandes corporaciones y los sindicatos lo que controlaban y pactaban el funcionamiento del sistema. Como Carlos Marx, el ya veterano profesor de Harvard tenía una visión del capitalismo de fuerza del progreso, liberalizadora y destructora del mundo feudal y estamental. Pero a diferencia de Marx, pensaba que el fin del capitalismo no vendría como resultado de la lucha de clases, sino de la traición de los capitalista convertidos en rentista (trahison des clerks). Para Marx el final del capitalismo sería resultado de la encarnizada lucha de clases, motor de la historia; para Schumpeter la evolución del capitalismo al socialismo se derivaría de la competencia entre empresarios y burócratas; en la descomposición del capitalismo la clase obrera no desempeñaba ningún papel, era un mero espectador. El legado de Schumpeter es excepcional: dejó tras de sí una escuela de pen...


Similar Free PDFs