La creación del hombre en la obra de san Ireneo de Lyon PDF

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Teología Espiritual LXIII (2019) LA CREACIÓN DEL HOMBRE EN LA OBRA DE SAN IRENEO DE LYON Juan RETAMAR SERVER, CVMD (Valencia) RESUMEN: La historia de la Salvación, tal y como Ireneo de Lyon la expone en sus obras, tiene su punto de arranque en la crea- ción del hombre. En un movimiento continuo que ...


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Teología Espiritual LXIII (2019)

LA CREACIÓN DEL HOMBRE EN LA OBRA DE SAN IRENEO DE LYON

Juan RETAMAR SERVER, CVMD (Valencia)

RESUMEN: La historia de la Salvación, tal y como Ireneo de Lyon la expone en sus obras, tiene su punto de arranque en la creación del hombre. En un movimiento continuo que alcanza su zenit en la Encarnación del Verbo, toda la obra divina está dirigida a la “salus hominis”. Así toda la historia de la Salvación persigue al hombre, desde su aparición en el mundo, a través de ambos testamentos, hasta su madurez como hombre perfecto en Cristo. Frente a las desviaciones gnósticas de la época, esta “salus hominis” puede ser leída como “salus carnis” es por ello que en la teología de Ireneo este cuerpo que somos, o lo que se ha llamado posteriormente la “teología del cuerpo” adquiere una importancia trascendental. PALABRAS CLAVE: San Ireneo de Lyon, Patrística, Historia de la Salvación, Teología de la Creación, Teología del Cuerpo. ABSTRACT: The History of Salvation, just as Saint Irenaeus of Lyon exposes it in his writings, has its initial point in the creation of man. In a continual movement that reaches its zenith in the Incarnate Verb, all the divine work is leading towards the “salus hominis”. Thus, all History of Salvation runs after man since his appearance in the world, throughout both testaments,

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till his maturity as perfect human being in Christ. In opposition to the gnostic deviations of that age, this “salus hominis” could be read as “salus carnis”. It is for this reason that in the Irenaeus theology, this body that we are, or what it has been later called the “Theology of the Body”, acquires a transcendental relevance. PALABRAS CLAVE: San Ireneo de Lyon, Patrística, Historia de la Salvación, Teología de la Creación, Teología del Cuerpo.

INTRODUCCIÓN Leer a Ireneo es palpar la frescura del cristianismo naciente. Adentrarse en sus obras es hacerlo en los orígenes mismos de la Iglesia, de la fe y de la experiencia de los primeros cristianos. Después de casi dos mil años, la figura de Ireneo sigue ejerciendo un gran influjo entre los cristianos; su vida y su obra nos permite palpar el mundo de los primeros cristianos y de la primera Iglesia en la que nació y creció.1 San Ireneo ha sido considerado el primer gran teólogo del cristianismo, “el verdadero fundador de la teología sistemática en su forma católica”.2 Vernet, en el Dictionnaire de Théologie Catholique afirma: “de todos los antiguos escritores eclesiásticos, Ireneo es el único que ha sido capaz de escribir una dogmática

“Exponente calificado del mejor cristianismo del siglo II, Ireneo se forma en una atmósfera doctrinalmente excepcional. Denuncia una alta tensión de espíritu; un estilo de vida solicitado en buena parte por las persecuciones, e impuesto también celosamente por los maestros (resp. Presbíteros) de la nueva Fe. Habiéndole ganado a ella, desde niño, los discípulos de los apóstoles”. A. ORBE, Espiritualidad de san Ireneo, Roma 1989, XXXVII. 1

2 J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, Madrid 20095, 224.

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relativamente completa”.3 En Ireneo recae el mérito de ser el fundador de la teología cristiana; el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar ha escrito: “la teología cristiana, como reflexión sobre el mundo de las realidades elevadas, nace con Ireneo”.4 “Ireneo es uno de los antiguos escritores que puede reivindicar también el ser un autor moderno”.5 Muy rápido, en la antigüedad cristiana, su obra fue reconocida como fuente de autoridad privilegiada. En la teología escolástica su obra fue universalmente citada y aceptada, y mientras que en los siglos XVI y XVII fue masivamente olvidada, en el siglo XX, con el redescubrimientos de los Padres de la Iglesia y la edición crítica de sus obras, Ireneo fue ocupando, poco a poco, un lugar irremplazable en la especulación teológica.6 Son muchos los que han quedado seducidos por la juventud de su fe, capaz de encontrar fórmulas que, a dieciocho siglos de distancia, aún hablan al corazón de los creyentes. En un contexto en el que las sectas y el pensamiento gnóstico se difundían en el seno de la misma Iglesia, Ireneo fue capaz de escribir la “primera gran síntesis teológica”.7 Al profundizar en las obras de san Ireneo no nos encontramos sólo con la más antigua síntesis de la teología cristiana, sino también, una de las

3

F. VERNET, “Irénée (Saint)”, DTC, VII, 2410.

H. U. VON BALTHASAR, Gloria: una estética teológica. II. Estilos eclesiásticos: Ireneo, Agustín, Dionisio, Anselmo, Buenaventura, Madrid 1986, 33. Cf. También: F. VERNET, “Irénée (Saint)”, DTC, VII, 2530. 4

5 B. SESBOÜE, Tout récapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d'Irénée de Lyon, París 2000, 201. 6

Cf. B. SESBOÜE, Tout récapituler dans le Christ…, 201.

7 F.-M. LÉTHEL, Connaître l'amour du Christ qui surpasse toute connaissance: la théologie des saints, Venasque 1989, 57.

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más perfectas por su belleza, su amplitud, su profundidad y su equilibrio.8 Toda la obra de Ireneo está orientada a un mismo fin: descubrir a todos cuantos leen sus escritos el Dios vivo y verdadero, que con admirable sabiduría conduce la historia y que en su gran misericordia nos ha dado como don el Espíritu Santo por medio de su Hijo Jesucristo: ¡Yo también te invoco, “Señor Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob y de Israel” que eres el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Dios que por la multitud de tu misericordia te has complacido en nosotros para que te conozcamos; que hiciste el cielo y la tierra, que dominas sobre todas las cosas, que eres el único Dios verdadero, sobre quien no hay Dios alguno; por nuestro Señor Jesucristo danos el Reino del Espíritu Santo; concede a todos los que leyeren este escrito conocer que tú eres el único Dios, que en ti están seguros, y defiéndelos de toda doctrina herética, sin fe y sin Dios!9

La teología de Ireneo está construida en torno al hombre y su salvación, en torno a la salus hominis. Todos los temas teológicos abordados, desde Dios en sí mismo, pasando por la Trinidad y las misiones del Hijo y del Espíritu Santo, hasta el desarrollo de la Historia de la Salvación, encuentran en el hombre y su salvación su razón de ser: Todo gira en torno a la Salus hominis. Hasta el Verbo, con el Espíritu, se orientan hacia la mediación salvífica del hombre. Dios, conocido por visión, explica y sella su destino. La Historia salutis persigue al “ántrophos” desde su aparición en el mundo, a través de ambos testamentos, hasta su madurez como hombre perfecto por comunidad de espíritu con Dios.10

8

Cf. F.-M. LÉTHEL, Connaître l'amour du Christ…, 57.

9

Adv. Haer. III, 6,4.

10

A. ORBE, “Ireneo de Lyon”, DPAC, I, 1099.

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Esta teología la elabora Ireneo en dos movimientos –en este trabajo sólo abordaremos el primero–; en un primer momento la Creación, en la que el hombre es plasmado, por voluntad divina, a imagen y semejanza del Creador. Un segundo momento es el cumplimiento final de esta creación en Jesucristo que revela al hombre su verdadera vocación –ser imagen y semejanza de Dios– y la lleva a plenitud. Estos dos movimientos, parte de la economía salvífica, se realizan dentro de una profunda unidad: el designio salvífico de Dios en favor del hombre. Ireneo subraya así la profunda unidad que existe entre Creación y Encarnación. En una próxima entrega, quizá, podamos analizar este segundo momento del movimiento teológico de Ireneo subrayando, en la medida de lo posible, su unidad fundamental.

EL CUERPO EN LA TEOLOGÍA DE IRENEO: LOS RELATOS DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE

“Ireneo no escribe un tratado sistemático sobre la creación del hombre”,11 sobre la distinción entre el orden natural y sobrenatural, la elevación a la gracia del hombre y su caída en el pecado. Ireneo toma al hombre tal cual es, tal cual ha sido creado por Dios tal y como nos lo transmiten las Sagradas Escrituras. De hecho, la comprensión que del hombre tiene Ireneo, viene de la lectura que el Santo hace del libro del Génesis y, en especial, de los primeros capítulos del mismo. Toda la teología de Ireneo “tiene su centro en la Creación misma que sus adversarios tanto despreciaban”.12 La dificultad que entrañan los relatos de la Creación narrados en el libro del Génesis hace necesario que nos introduzcamos en

11

Cf. F. VERNET, “Irénée (Saint)”, DTC, VII, 2451.

12 J. J. AYÁN CALVO, “Ireneo di Lione”, en A. Di Bernardino, Letteratura Patristica, Cinisello Balsamo 2007, 770.

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ellos con precaución. A pesar de esta dificultad sugieren, a la vez, una gran cantidad de datos que no bastaron a los exégetas judíos y cristianos para resolver, con cierta unanimidad, la infinidad de cuestiones que plantean, dando lugar a una enorme cantidad de ideologías y teorías heterogéneas siempre en contraste.13 Ireneo, ha dicho Armstrong, “ha sido el primer teólogo de la Iglesia cristiana en ser, deliberadamente, biblista”.14 El obispo de Lyon no se aparta de la Escritura, ésta es el lugar verdadero y firme en el que se manifiesta el designio de Dios. Al contrario que los gnósticos, Ireneo no sueña, no se lanza a construcciones audaces y a conjeturas,15 presta oídos a la Escritura, donde se manifiesta la vera et firma de Deo scientia, para Ireneo cuenta únicamente lo revelado por Dios en la Escritura pues sola illa vera et firma, y así en ella encuentra fundamento la fe y la predicación de la Iglesia.16

Para una reflexión sistemática sobre la interpretación de los relatos de la creación en la teología de la primera iglesia: A. ORBE, “La definición del hombre en la teología del s. II”, Greg 48 (1967), 522-576; A. ORBE, “El día de la creación del hombre entre los teólogos del s. II”, EE 42 (1967) 297-220; A. ORBE, “Los primeros 40 días de Adán”, Greg 46 (1965) 96-103. 13

14

G. T. ARMSTRONG, Die Genesis in der Alter Kirche, Tübingen 1962, 52.

“Autrement dit, Irénée ne conçoit pas le travail du théologien comme une réflexion personnelle sur le contenu de la révélation ou même comme une critique de la prédication de l’Église à partir de cette révélation, mais il conçoit le travail du théologien comme un exposé de la foi avec l’aide de toutes les donnée traditionnelles, de tout l’apport du passé chrétien”. A. BENOÎT, Saint Irénée: introduction à l'étude de sa théologie, París 1960, 143. 15

16 Cf. Adv. Haer. V, praef; Adv. Haer. V, 20,1. François-Marie Léthel subraya el marcado carácter bíblico sobre el que se fundamenta toda la teología de Ireneo: “Sa théologie est essentiellement biblique: elle reprend toute l’Écriture Sainte, Ancien Testament et Nouveau Testa-

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Estos relatos son retomados una y otra vez cada vez que los teólogos han intentado esclarecer el sentido de la existencia humana. Pero, sin salir de la cuestión que nos ocupa, enfrentándonos al texto mismo del libro del Génesis, surge un problema importante: el Génesis menciona, en dos relatos distintos (Gn 1,26 y 2,7), el acto de la Creación del hombre. Estos textos, se preguntaron los Padres de la Iglesia ¿responden a una misma creación, o a dos distintas? o en otras palabras ¿estos textos presentan dos relatos distintos de los orígenes del hombre o los dos relatos tienen el mismo significado?

LA CREACIÓN ÚNICA FRENTE A LAS DOS CREACIONES En la teología de los primeros siglos no existe una única respuesta a la cuestión que nos ocupa.17 Entre los gnósticos se pensaba que el hombre había sido creado en dos momentos distintos. Orígenes también era partidario de esta doble creación adoptando la doctrina de la doble creación filoniana revistiéndola de elementos paulinos. Para Orígenes la primera creación (Gn 1,26) muestra al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Sobre este factus recaen las cualidades platonizantes del intelecto (nous) y las paulinas del hombre espiritual, celeste, nuevo, interior. La segunda creación muestra al hombre modelado con el ment. Irénée cite presque uniquement l’Écriture, et il écrit sa synthèse dans le langage de l’Écriture. Mais l’Écriture est toujours lue et interprétée dans l’Esprit Saint, c’est-à-dire dans l’Église qui est lieu de l’Esprit Saint”. F.-M. LÉTHEL, Connaître l'amour du Christ…, 57. Cf. También H. U. VON BALTHASAR, Gloria: una estética teológica…, 56. 17 Cf. A. ORBE, Introducción a la teología de los siglos II y III, Salamanca 1988, 212-218; A. ORBE, “La definición del hombre…”, 522576; A. ORBE, Antropología de san Ireneo, Madrid 19972, 8-28; J. J. AYÁN CALVO, “La novedad de una visión sobre el cuerpo y la sexualidad: el testimonio de los Padres de la Iglesia”, RET 70 (2010) 129-146; V. GROSSI, Lineamenti di antropologia patristica, Roma 1983 16-79.

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barro de la tierra. Sobre el plasmatus recaen las categorías comunes al hombre sensible platónico y al animal, terreno, viejo, exterior de san Pablo: Nuestra existencia primordial nos ha sido dada en cuanto que hemos sido formados “según la imagen” del Creador; no aquella que viene de la caída por el cuerpo que hemos recibido, plasmado del fango de la tierra.18

Y en su obra Sobre los principios Orígenes subraya el hecho de la imposibilidad de encontrar la imagen y semejanza divina en el cuerpo por el hecho de que éste es, esencialmente, corruptible: Está claro, pues, que los signos de esta imagen divina en el hombre pueden ser reconocidos, no en la forma del cuerpo que es corruptible, sino en la prudencia de la inteligencia, en la justicia, en la moderación, el valor, la sabiduría, la instrucción, es decir, en todo el complejo de virtudes que en Dios están presentes de manera sustancial y en el hombre por su actividad e imitación de Dios.19

La doctrina de la doble creación del hombre, suavizada y matizada posteriormente por Gregorio de Nisa, Ambrosio de Milán, Hilario de Poitiers o Gregorio de Elvira, pone el acento de la creación y el valor de hombre en el alma racional desvinculando de la noción del hombre el plasma. Lo más específico del hombre –y para Ambrosio lo único esencial–,20 el epicentro que lo constituye, está en el alma, como si ella sola fuese su esencia a título de imagen exclusiva de Dios:

18

ORÍGENES, In Iohannem XX, 182 (SC 290, 249).

19

ORÍGENES, De principiis, IV, 4,10 (SC 268, 427).

20 “Nuestra alma es, entonces, imagen de Dios. Tú, oh hombre, eres todo en ella, pues sin ella nada eres […] pues nada es la carne sin el alma”. AMBROSIO DE MILÁN, Hexameron VI, 7,43 (CSEL 32 pars I, 234).

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Suavizada y todo entre los Padres occidentales, la doble creación retiene un elemento grave. El constitutivo del hombre, lo único esencial en él, sería el alma racional, fruto de la creación primera. En la psique hay que buscar la imagen de Dios. En ella sola se cumplirá el destino primero, “a imagen y semejanza de Dios”. El plasma no entra en la noción de hombre, ni en él se verifica el ideal del Creador.21

Mientras que san Hilario y san Ambrosio recurrían a las dos creaciones para explicar el origen del alma, hecha a imagen de Dios (Gen 1,26), y del cuerpo, modelado con el polvo de la tierra (Gen 2,7), los partidarios de la creación única atienden directamente al cuerpo, modelado a imagen de Dios, y dejan en segundo término el origen del alma. Ireneo discurre por un camino opuesto al de la tradición alejandrina e identifica en los dos relatos del Génesis dos aspectos de un mismo acto creador de Dios. A las palabras del Creador: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” responde el cumplimiento con la plasis (modelado). Junto con Ireneo, son también partidarios de la creación única Clemente, Justino y Teófilo. Para Justino, en respuesta a la decisión de Gen 1,26 vino el hombre compuesto de elementos materiales, en su cuerpo humano, creado no por ángeles sino por las personas divinas. Dios hizo al hombre plasmándole, su actividad característica sobre el antrophos estuvo en modelarle el cuerpo: Estos (enemigos de la resurrección carnal) parecen ignorar la universal empresa de Dios y la aparición y plasmación inicial del hombre, y por qué se hicieron las cosas del mundo. ¿No dice acaso el oráculo (Gen 1,26): “Hagamos un hombre a nuestra imagen y semejanza”? ¿Cuál? Alude al hombre carnal, es claro. Pues dice el oráculo (Gen 2,7): “Y tomó Dios de la tierra barro y plasmó al hombre”. Sal-

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A. ORBE, Introducción a la teología…, 215.

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ta, pues, a la vista que el hombre modelado a imagen de Dios era carnal.22

Los partidarios de una sola creación asignan al cuerpo la perfección de la forma “a imagen de Dios”. La distinción paulina entre hombre animal y espiritual, terreno y celeste, primero y segundo Adán, no compromete la creación del primer Adán, hecho y conformado a imagen del Segundo. Al identificar ambas creaciones en un solo acto creador, Ireneo afirma que es uno y único el hombre “hecho” y “plasmado”. El hombre fue modelado a imagen y semejanza de Dios; y hecho por Dios de barro. Dios hizo al hombre plasmándole a su imagen y semejanza o bien, plasmó al hombre haciéndole a su imagen y semejanza.23 Orígenes y Ambrosio habían exaltado el hacer sobre el plasmar, Ireneo exalta, en cambio, la plasis del hombre y lo eleva a obra de Dios: “Opera Dei plasmatio est hominis”.24 Para Ireneo el único verdadero hombre es el modelado (plasis) por Dios a su imagen y semejanza del barro de la tierra. Así, el

22

PSEUDO-JUSTINO, De resurrectione carnis 7, 2 (PG 6, 1583).

23

Cf. A. ORBE, Introducción a la teología…, 216.

24 “Mas la obra de Dios es la creación del hombre. Y esto lo llevó a cabo como una operación suya, según dice la Escritura: “Y Dios tomó barro de la tierra, y plasmó al hombre” (Gn 2,7). Por eso el Señor escupió en tierra, hizo lodo y le untó con él los ojos, para mostrar cómo había hecho la antigua creación, y para hacer ver la mano de Dios a quienes puedan entender, por medio de la cual el hombre fue plasmado de la tierra. Aquello que el Verbo artífice había dejado de hacer en el vientre, lo completó en público, “para que en él se manifieste la acción de Dios”. No necesitamos ya otra mano fuera de aquella que plasmó al hombre, ni otro Padre, al saber que la mano de Dios nos plasmó al principio y nos plasma en el vientre de la madre, ella misma nos buscó en los últimos días, al mirarnos perdidos (Lc 19,10), para recobrar su oveja perdida y volverla a cargar sobre sus hombros, a fin de llevarla, lleno de alegría, de nuevo al rebaño”. Adv. Haer. V, 15,2.

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acento recae no tanto en el alma o la inteligencia sino en el cuerpo, sobre el hombre corpóreo. Es en la carne donde Dios a impreso su imagen y semejanza; la imagen de Dios, de la cual nos habla Gen 1,26, sólo puede ser entendida en relación a una realidad esencialmente visible: Ireneo hace del componente corpóreo del hombre el lugar donde la imagen de Dios queda plasmada. El acento, para Ireneo, recae sobre el hombre corpóreo y concreto. El hombre creado a imagen y semejanza de Dios no es otro que el plasmado y modelado a partir del humilde polvo de la tierra.

EL HOMBRE, QUICIO DE LA CREACIÓN: PER MANUS DEI Los relatos del Génesis atribuyen a Dios toda la obra de la Creación. Sin embargo no todo fue creado de la misma manera. Tertuliano ya hace notar que mientras todos los elementos de la naturaleza fueron ...


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