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Bertrand Russell es el último gran filósofo anglosajón del siglo XX. A través de una longeva trayectoria intelectual trató de ofrecer un verdadero mapamundi de la realidad en La filosofía de Bertrand Russell línea directa con los principales clásicos del pensamiento occidental y los saberes científi...


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La filosofía de Bertrand Russell Javier Pérez-Jara

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La filosofía de Bertrand Russell

La filosofía de Bertrand Russell

Javier Pérez Jara

Bertrand Russell es el último gran filósofo anglosajón del siglo XX. A través de una longeva trayectoria intelectual trató de ofrecer un verdadero mapamundi de la realidad en línea directa con los principales clásicos del pensamiento occidental y los saberes científicos de su tiempo. Sin embargo, la mayoría de estudios existentes acerca de su filosofía suelen realizarse, o bien centrándose en un único periodo, aspecto o dimensión, por lo que resultan generalmente cojos, incompletos o distorsionados, o bien desde una supuesta perspectiva neutral e imparcial, por lo que renuncian a tomar consideraciones filosóficas sobre su figura y legado en nuestro presente. La amplitud del presente libro se ajusta a la extensión y pluralidad de los temas analizados, que oscilan desde las cuestiones clásicas sobre la naturaleza y límites del conocimiento humano, la diferencia entre la ciencia y la filosofía, o la naturaleza de la causalidad, el tiempo y la materia, al estudio de temas antropológicos como los que giran en torno a las religiones y lo sobrenatural, la ética y la política, la guerra, la sexualidad o la liberación de la mujer.

Javier Pérez Jara Prólogo de Gustavo Bueno

Pentalfa ediciones

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La filosofía de Bertrand Russell

©2014 Pentalfa Ediciones (Grupo Helicón S.A.) Apartado 360 / 33080 Oviedo (España) Tel [34] 985 985 386 / Fax [34] 985 985 512 http://www.helicon.es Diseño y composición: Piérides C&S Edición preparada por: Meletea CJR ISBN 978-84-7848-556-7 -digital- (Pentalfa Ediciones) ISBN 978-84-7848-557-4 -vegetal- (Pentalfa Ediciones) D.L.: AS 00051-2014

Javier Pérez Jara

La filosofía de Bertrand Russell

— Prólogo de Gustavo Bueno —

Pentalfa Ediciones Oviedo 2014

JAVIER PÉREZ JARA (Sevilla, 1983). Doctor en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Actualmente es investigador postdoctoral en la Universidad de Cambridge, donde colabora con el proyecto INTERCO-SSH estudiando el impacto sociológico y la circulación de ideas que motivaron muchas de las obras y actuaciones de Bertrand Russell después de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, es investigador asociado en la Fundación Gustavo Bueno y pertenece al Instituto de Filosofía de la Economía y Filosofía Alemana de la Universidad de Sevilla. Ha recibido varios premios y reconocimientos por su trayectoria académica y cuenta con múltiples publicaciones en diversos medios especializados. Desde 2013 pasa temporadas como profesor visitante en las universidades chinas Minzu y Fu Jen Catholic.

A mis padres A mi hermano A Jana

Prólogo

Javier Pérez Jara analiza la filosofía de Bertrand Russell desde la perspectiva del materialismo filosófico 1. Javier Pérez Jara ofrece en esta obra los resultados de un proyecto titánico, según nos parece: la “exposición integral” de la figura más grande que cierra, a lo largo del siglo XX, la caudalosa corriente del pensamiento británico que, desde el siglo XVI (si mantenemos en la penumbra sus fuentes escolásticas escotistas y occamistas), fue discurriendo por los cauces que le señalaba el Imperio a lo largo de toda la edad moderna. Los “remolinos” más visibles de esta corriente a la que nos referimos podrían asociarse a nombres tales como los del Canciller Bacon, William Shakespeare, Thomas Hobbes, Herbert de Cherbury, John Toland, Lord Shaftesbury, Isaac Newton, Samuel Clarke, Robert Boyle, John Locke, David Hume, el obispo Berkeley, Adam Smith, Stuart Mill, Robert Malthus, Herbert Spencer, o Charles Darwin. Después de Russell, la “caudalosa corriente” perderá su ritmo dividiéndose pulverizada en cien corrientes “analíticas.” Como perdería el ritmo el propio imperio británico en el que nació y en el que fue educado el joven Bertrand Russell, quien, ya anciano, asistió a la celebración de los funerales del imperio desde el Tribunal Internacional que lleva su nombre. 2. Si consideramos “titánico” al proyecto de ofrecer una “exposición integral” de la filosofía de Russell, en lugar de una colección de monografías sobre el pensamiento de Russell en, por ejemplo, las sucesivas tríadas o décadas de su vida, que es el procedimiento más socorrido y seguido por casi todos los que reconocen que Russell no mantuvo opiniones fijas a lo largo de su vida, sino que pasó de unas a otras en función de la propia evolución de las circunstancias políticas, tecnológicas o científicas de su época y del interno desarrollo y revisión de sus pensamientos, es porque tenemos en cuenta la amplitud enciclopédica de los intereses de Russell y la dificultad, por no decir imposibilidad, de tomar como referencia a alguna de sus obras mejor que a otras. En todo caso, el proyecto de exponer integralmente la filosofía de Russell puede considerarse titánico dada la intrincación de sus pensamientos en las

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cambiantes circunstancias políticas, científicas o tecnológicas del siglo en que Russell actuó, en cuyo ámbito cosmopolita vivió las dos guerras mundiales, junto con las grandes revoluciones científicas inauditas tales como la teoría de la relatividad, la fractura del átomo, el desarrollo de la biología molecular o la tecnología de los ordenadores (Russell muerto en 1970, no alcanzó a ver el desarrollo de Internet ni la genómica o las investigaciones evo-devo, ni tampoco el derrumbamiento de la Unión Soviética y la reorganización del “nuevo orden mundial”.) Arriesgarse a acometer el análisis integral de la filosofía de Russell desde el “conjunto vacío de premisas” equivale a ser arrastrado o tragado por los torbellinos de la corriente. Y sólo fraccionándola en trienios o en décadas cabría fingir una aproximación al proceso en marcha, pero a costa de sustituir el “análisis global” por una acumulación de análisis particulares. Lo que obligaría además a tomar algunas de estas parcialidades artificiosamente delimitadas como “centro de coordenadas” de las restantes parcialidades. Y esto debido sin duda a que el pensamiento filosófico de Russell no “cristalizó” —como ocurrió, por ejemplo, con el pensamiento de Kant— en ninguna de las etapas de su curso, en un sistema de ideas capaces de “recubrir” a las restantes ideas del sistema. Pérez Jara, al tanto sin duda de estas dificultades, se ha decidido a asumir las coordenadas del materialismo filosófico como plataforma desde la cual fuera posible analizar la caudalosa corriente russelliana que corre bajo sus arcadas. Sólo disponiendo de un sistema de coordenadas adecuado cabe mantener, paradójicamente acaso, una objetividad etic en el análisis. Una objetividad cuyo alcance crítico pone sin duda a prueba la capacidad de la propia plataforma y permite medir su potencia relativa respecto de la potencia del material analizado. Por ejemplo, sólo desde una teoría de la ciencia definida, como pueda serlo la Teoría del Cierre Categorial, puede concluirse que Bertrand Russell no logró cristalizar una teoría propia de la ciencia, sino que no desbordó los límites del descripcionismo inductivista tradicional o del teoreticismo de cuño marcadamente idealista. En cualquier caso, la misma plataforma del materialismo (si pretende mantener su capacidad para llevar a cabo una confrontación entre la filosofía de Russell, tanto su filosofía mundana como su filosofía académica, y otras corrientes filosóficas pertinentes) tendrá que ser “puesta a prueba” en el momento de la confrontación, puesto que no se utiliza como un mero instrumento (“herramienta”, suele decirse últimamente) de análisis capaz de mantenerse “neutral” en el momento de la confrontación, sino como instrumento crítico que “toma partido” al analizar el propio sistema. Dicho de otro modo, los análisis de Pérez Jara no se llevan a cabo desde el “metro imparcial” del materialismo filosófico que puede servir sin duda de sistema neutral de confrontación (como ocurre acaso con la utilización del materialismo filosófico en el análisis del sistema de Espinosa que llevó a cabo con gran destreza utilizándolo como herramienta Vidal Peña), sino que requiere tomar partido ante terceras posiciones, sin perjuicio de que esta toma

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de partido obligue a desarrollar el propio sistema-plataforma según líneas muy profundas, sin contar con la necesidad de determinar numerosos “parámetros” insospechados. Según esto, Javier Pérez Jara, no sólo utiliza como metro neutral e inerte el sistema del materialismo filosófico, sino que lo utiliza como instrumento que requiere él mismo adaptarse e interpretarse en cada punto de aplicación al material fluyente. Por ejemplo, cuando en el capítulo 3 dedicado a analizar las ideas de Russell sobre la estructura de la materia (y su oposición a la “mente”), Pérez Jara no se limita a reexponer desde la perspectiva emic de cada momento las ideas de Russell sobre cuestiones tan fundamentales como el monismo neutro, el idealismo subjetivo o mentalista, el idealismo objetivo, etc., porque en tal caso estaría prisionero de la dicotomía mente/materia, es decir, del dualismo cartesiano en función del cual Russell postuló en su momento el monismo neutro. Dicho de otro modo, estaría obligado a aceptar el dilema en el que quedó atrapado el propio Russell entre la espiritualismo idealista o el materialismo mecanicista o contingentista; sólo si se dispone de ideas capaces de comenzar interpretando el espiritualismo idealista como una modulación (M2) de la propia idea de Materia, y el idealismo objetivo como una modulacion (M3) de esa misma idea de Materia, será posible un análisis crítico objetivo (etic) de la filosofía de Russell. “En todo caso [dice Pérez Jara en la conclusión de este capítulo: 3.23], lo que no puede aceptarse, al menos desde la perspectiva del materialismo filosófico, es que el mundo que vemos y tocamos tiene algo de ilusorio o ficticio al no mostrarnos los constitutivos últimos de la materia; esto es así porque para el materialismo filosófico no existen tales constitutivos últimos de la materia, sino un Universo empírico común percibido a distintas escalas y desbordado por la materia ontológico general como pluralidad discontinua infinita. El espacio ontológico podría conceptuarse, desde el materialismo, como un mapa analógico compuesto por la secuencia de seis símbolos algebraicos: . Ya hablamos de este mapa con anterioridad: la primera letra, M, designa a la materia ontológico general como la realidad más amplia que cabe conceptuar desde el materialismo; es decir, como una pluralidad actual discontinua infinita, impersonal y eterna, aunque nunca inmutable. La segunda letra, Mi, designa al Universo antrópico, es decir, a aquellas dimensiones de M filtradas por el sujeto operatorio. A su vez, este Universo, como es sabido, está compuesto por múltiples materialidades o entidades que podríamos agrupar en tres grandes rúbricas: las materialidades físicas (M1), las psicológicas (M2), y las eidético-abstractas (M3). La última letra del mapamundi materialista, E, designa al propio ego operatorio humano en cuanto demiurgo del propio mapa, dado que es el propio sujeto el que filtra los contenidos de M que constituyen Mi, organizando y clasificando dichos contenidos en los tres géneros de materialidad (M1, M2, M3), en tanto realidades dadas a nuestra escala y desbordadas por una materia ontológico general de la que prácticamente sólo podemos tener un conocimiento negativo.”

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3. En conclusión, nada más lejos de la metodología de este libro que utilizar las coordenadas del materialismo filosófico como un “lecho de Procusto” en el que depositar el cuerpo vivo de la obra de Russell, recortándola o ampliándola en las partes que no encuentren acomodo fácil en el lecho. Lo que Pérez Jara hace, apoyándose en su amplia experiencia en las tareas de análisis de múltiples ideas del materialismo filosófico, es ahormar el propio lecho a cada segmento del cuerpo clavado en él, desarrollando aspectos descuidados, introduciendo parámetros oportunos, como pueda serlo, por ejemplo, la idea de “posicionamiento” de Patrick Baert (capítulo 18.2, nota 813) para dar cuenta de las razones por las cuales los “posicionamientos” públicos de Russell ante multitud de temas de gran actualidad en su día, le granjearon no sólo enemigos sino también valiosos colaboradores. De este modo, la obra que el lector tiene entre sus manos, no sólo ilumina a plena luz la filosofía de Bertrand Russell. La luz reflejada de éste también ilumina el propio sistema del materialismo filosófico. No pocas interpretaciones que el materialismo filosófico recibe de sus detractores e incluso de sus defensores resultarán desbordadas y fuera de lugar por el “esfuerzo titánico” de su autor, Javier Pérez Jara.

Niembro, 25 de diciembre de 2013 Gustavo Bueno

«I’ve often seen a cat without a grin,’ thought Alice; `but a grin without a cat! It’s the most curious thing I ever saw in all my life!’» (Lewis Carroll, Alice’s Adventures in Wonderland, Chapter VI)

«¡Oh, si no viviera yo en esta quinta generación de hombres, o más bien, si hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la Edad de Hierro.» (Hesíodo, Trabajos y Días)

Agradecimientos

Este libro es el fruto de varios años de trabajo. Me gustaría mostrar mi agradecimiento a todas las personas que, de un modo u otro, me han ayudado en su confección. Sin embargo, nombrarlas una a una sería imposible. No obstante, me gustaría mencionar algunos nombres en especial. Gustavo Bueno Sánchez, amigo y maestro, tuvo la amabilidad de sugerir el proyecto de este libro cuando me preparaba para la defensa de mi tesis doctoral, dirigida por Francisco Rodríguez Valls en la Universidad de Sevilla, y en la que Gustavo fue parte del tribunal. Aunque conté con una gran libertad tanto para la redacción como para la defensa de mi tesis doctoral, en aquel momento los conocidos filtros académicos me impidieron desplegar toda la artillería conceptual y crítica que quería usar para analizar los problemas filosóficos que aquí se estudian a través de la obra de Russell. De este modo, el presente libro cuenta con más de cien páginas completamente nuevas, así como con multitud de textos y partes editadas, reformadas y ampliadas, con objeto de alejar el ensayo del lenguaje y estilo de una tesis doctoral y acercarlo al de un verdadero libro de filosofía que trate de ser claro, preciso y ameno, a la vez que sistemático, crítico y profundo en los temas analizados. Haya tenido o no éxito en esta empresa, de lo que no cabe duda es de que si este libro ha podido ver la luz es gracias a Gustavo Bueno Sánchez, al cual no puedo sino agradecerle toda la ayuda y apoyo prestados durante todos estos años. Por supuesto, no puedo sino expresar mi más sincero agradecimiento a Gustavo Bueno Martínez, el filósofo español más profundo y riguroso del siglo XX y de lo que llevamos del XXI. Asombrado por su rigor y capacidad, comencé a estudiar su obra en mi último año de instituto, y desde que tuve el gran privilegio y honor de conocerle por primera vez en Sevilla en la primavera del 2003, ha tenido la generosidad y paciencia de invertir muchas horas atendiendo a mis preguntas y dudas, leer varios de mis escritos, y, en general, charlar sobre diversos asuntos filosóficos de enorme interés para mí, y de los que Bueno es un auténtico experto, poseyendo doctrinas novedosas, rigurosas y verdaderamente profundas que lo colocan sin la menor duda en un auténtico puesto de privilegio en la historia de la filosofía y del pensamiento occidental.

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Por otra parte, fue gracias a Lino Camprubí que pude conocer en persona a Gustavo Bueno para exponerle una serie de cuestiones y dudas filosóficas. Desde aquel entonces, Lino ha mostrado todas las cualidades y virtudes de lo que es y debe ser un verdadero amigo. Por supuesto, ni mi tesis doctoral ni este libro se habrían escrito sin el apoyo, cariño y consejo de mis padres, mi hermano y Jana. Por eso es a ellos a quienes dedico este libro desde mi más profundo agradecimiento.

Introducción

Nuestras actuales visiones del mundo son herederas de las formaciones ideológicas de nuestros antepasados. Nos envuelven y nos determinan, orientan nuestros pensamientos y nuestras acciones, de modo análogo a como un imán orienta pequeñas ferritas en una dirección u otra. A su vez, estas formaciones ideológicas no son en absoluto homogéneas; por el contrario, son diversas, incompatibles y contradictorias entre sí, a menudo confusas y caóticas, dependiendo de la perspectiva desde la que se las contemple. Cada formación ideológica, asentada en un grupo social, trata de ofrecer un mapa del mundo por oposición a otros mapas del mundo defendidos por otros grupos sociales. Detrás de la constitutiva incompatibilidad entre estos mapas se encuentran las incompatibilidades y divergencias reales entre diversos grupos, comunidades o sociedades humanas enfrentadas entre sí, con ritmos de desarrollo distintos, y en lucha permanente por unos recursos y privilegios finitos. Bertrand Russell, gracias a una vida consagrada al estudio de las ciencias y la filosofía, ofreció un mapa del mundo, y uno de los que más han influenciado a otros mapas del mundo del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Y no sólo a nivel académico; por el contrario, el pensador británico contó con un enorme impacto público a través de sus diversos posicionamientos en materias éticas, morales o políticas, como los llevados a cabo a través de sus actividades pacifistas durante la Primera Guerra Mundial, su lucha por el derecho al voto femenino, la despenalización de la homosexualidad, su manifiesto, firmado junto con Einstein, por el desarme nuclear, la creación del Tribunal Russell contra los crímenes de guerra durante la invasión americana de Vietnam, sus ideas liberales sobre sexualidad, su papel de mediador pacifista durante la Crisis de los Misiles, etc., etc. Pero estas actividades e impactos públicos, como es natural, no fueron efectuados por Russell desde el conjunto cero de premisas, sino desde las coordenadas propias de su peculiar mapa del mundo. Resulta muy importante reparar en que los mapas cósmicos de naturaleza filosófica, religiosa o ideológica, de modo análogo a los mapas físicos, no tienen un interés únicamente teórico

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o especulativo; por el contrario, la función principal del mapa es práctica: los mapas sirven, ante todo, para guiarnos, para tratar de comprender por dónde pisamos; de lo contrario caminaríamos a ciegas, con sus consecuentes peligros, a veces mortales cuando nos encontramos bajo determinadas circunstancias. Esta idea puede resumirse en la concepción clásica del Homo Viator. Por ello, los lugares estratégicos que la sexualidad, los derechos de la mujer, la naturaleza de las guerras, la moral, o el futuro de la humanidad ocupaban en el mapamundi de Russell, le sirvieron, ante todo, para acciones prácticas a lo largo del viaje de su vida; unas acciones que le concedieron a Russell una gran fama pública, sin duda, pero no exenta de problemas y conflictos, dado que por varias de sus teorías y actuaciones el filósofo británico fue a parar a la cárcel en dos ocasiones, la segunda ya siendo anciano. Igualmente, por sus actividades pacifistas o por sus posturas ante la sexualidad sufrió cancelaciones de contratos de universidades, e incluso una puritana caza de brujas en Estados Unidos, por ser considerado, al igual que Sócrates milenios atrás, un peligroso corruptor de la juventud. ¿Hasta qué punto el mapamundi que nos ofreció Russell ayudó en su época, y aun puede seguir ay...


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