Lengua Española - Practica de cenapec PDF

Title Lengua Española - Practica de cenapec
Author Wendy Carrasco
Course Economic Development
Institution University of Northern Iowa
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Summary

Practica de cenapec...


Description

Lengua Española, segundo grado abril. Unidad 8. Introducción Para desarrollar tu capacidad de análisis y tu creatividad, en esta unidad, encontraras la narración y formas narrativas. Tendrás la oportunidad de analizar textos narrativos de cuentos y novelas, y también aprenderás sobre su redacción. Instrucciones ¿Cómo aprovechar al máximo este material de estudio? Los contenidos desarrollados en esta unidad son de sumo interés para enriquecer tus conocimientos y experiencias. Así podrás terminar felizmente este ciclo de la Educación Media: Lee cuidadosamente los contenidos que debes estudiar y aprender hasta que los comprendas. Ten claro cuáles son los propósitos generales de la Unidad. No omitas ninguna lectura o actividad. Realizar las actividades con sinceridad, te permitirá comprobar que has aprendido los contenidos estudiados. Al final de esta unidad encontrarás una hoja de respuestas y orientaciones para las actividades. ¡Comprueba tus respuestas! Revisa el ejercicio de autocomprobación para verificar lo que has aprendido. Consulta el glosario y la bibliografía, te ayudará a ampliar tus conocimientos. Al final te anexamos un ejercicio de auto evaluación que contiene todo lo tratado en esta unidad, el que deberás llenar respondiendo por ti mismo/a con honestidad. No dudes en revisar de nuevo el material si no te sientes seguro/a o no lograste la mayor cantidad de respuestas correctas en la evaluación. 5 El tutor estará siempre dispuesto a guiarte en tu autoaprendizaje. Consúltalo en caso de necesidad. Unidad 8 Los propósitos de esta unidad son: Afianzar tus conocimientos acerca de la forma narrativa. Analizar textos narrativos: novelas, cuentos anécdotas. Redactar textos narrativos. Ampliar tus conocimientos sobre la obra narrativa nacional e internacional. Ampliar tus conocimientos sobre autores dominicanos.

Usar con corrección abreviaturas, siglas y acrónimos. Contenido Introducción 5 Instrucciones 6 Propósitos 7 Tema 1. ESTUDIO DE LA LENGUA La Narración 9 Tema 2. ESTUDIO DEL TEXTO Formas Narrativas: La Novela 13 El Cuento 13 La Anécdota 14 El Diálogo 14 Tema 3. ORTOGRAFÍA Abreviatura Abreviatura, Sigla y Acrónimo 26 Tema 4. LITERATURA Conozcamos un poco de nuestros autores: Virgilio Díaz Grullón. 20 Hoja de Respuesta de las Actividades 33 Actividades de Auto evaluación 35 Respuestas de las Actividades de Auto evaluación 39 Glosario 39 Bibliografía 40 ESTUDIO DE LA LENGUA LA NARRACIÓN ELIDIENTE ROTO A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granulas, recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole .El sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día empieza la edad de oro de Juan Peña. Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin observar el diente roto; el cuerpo inmóvil, vaga la mirada - sin pensar. Así, de alborotador y pendenciero, móntese en callado y tranquilo. Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de Juan. Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis; mientras allá dentro en la oscuridad de la boca cerrada, su lengua acariciaba el diente roto - sin pensar.

- El niño no está bien, Pablo - decía la madre al marido -; hay que llamar al médico. Llegó el doctor, grave y panzudo, y procedió al diagnóstico: buen pulso, mofletes sanguíneos, excelente apetito, ningún síntoma de enfermedad. - Señora - terminó por decir el sabio después de un largo examen -, la santidad de mi profesión me impone declarar a usted. - ¿Qué, señor doctor de mi alma? ... - interrumpió la angustiada madre. - Que su hijo está mejor que una manzana. Lo que sí es indiscutible, - continuó con voz misteriosa -, es que estamos en presencia de un caso fenomenal. Su hijo de usted, mi estimada señora, sufre de lo que hoy llamamos el mal de pensar; en una palabra, su hijo es un filósofo precoz, un genio, tal vez. En la oscuridad de la boca, Juan acariciaba su diente roto - sin pensar. Parientes y amigos se hicieron eco de la opinión del doctor, acogida con júbilo indecible por los padres de Juan. Pronto en el pueblo todo se citó el caso del "niño prodigio", y su fama se aumentó como una bomba de papel hinchada de humo. Hasta el maestro de escuela, que lo había tenido por la más lerda cabeza del orbe, se sometió a la opinión general, por aquello de que voz del pueblo es voz del cielo. Quien más, quien menos, cada cual traía a colación su ejemplo: comía arena, Shakespeare era un pihuelo desarrapado, Edison, etc. Creció Juan Peña en medio de libros abiertos ante sus ojos, pero que no leía, distraído por la tarea de su lengua ocupada en tocar la pequeña sierra del diente roto - sin pensar. Y con su cuerpo crecía su reputación de hombre juicioso, sabio y "profundo", y nadie se cansaba de alabar el talento maravilloso de Juan. En plena juventud, las más hermosas mujeres trataban de seducir y conquistar aquel espíritu superior, entregado a hondas meditaciones para los demás, pero que en la oscuridad de su boca tentaba el diente roto - sin pensar. Pasaron meses y años y Juan Peña fue diputado, académico, ministro, y estaba a punto de ser coronado Presidente de la República, cuando la apoplejía lo sorprendió acariciándose su diente roto con la punta de la lengua. Y doblaron las campanas, y fue decretado un riguroso duelo nacional; un orador lloró en una fúnebre oración a nombre de la Patria, y cayeron rosas y lágrimas sobre la tumba del grande que no había tenido tiempo de pensar. AUTOR: Pedro Emilio Coll (Venezolano) Ejercicio No. 1 Después de leer el cuento "El Diente Roto" realiza las siguientes actividades. , 1.- Busca en el diccionario el significado de las siguientes palabras: a. Guijarro b. Granuja c. Sierra d. Reprimenda e. Hierático f. Mofletes g. Júbilo

h. Lerdo i. Apoplejía 2.- Escribe una oración con cada una de las palabras buscadas en el Diccionario. a. b. C. d. E. F. gH. I. 3.- ¿Qué significan, en el cuento, las siguientes expresiones? a. Edad de Oro b. Vaga la mirada c. El mal de pensar d. Hacerse eco e. Niño prodigio f. Voz del pueblo, voz del cielo g. Traer a colación 4.- Investiga quienes fueron: Demóstenes, Shakespeare, Edison. 5.- ¿Cómo era Juan antes de romperse el diente? 6.- ¿Cómo era Juan después de romperse el diente? 7.-¿Era Juan Peña, en realidad, lo que la gente creía: juicioso, sabio, profundo? Justifica la respuesta. 8.-¿Qué era lo que en verdad ocurría con Juan? 9. El cuento forma parte del modo de expresión narrativo. Es una narración, porque relata, cuenta una historia. A. Una ley de la narración es la verosimilitud, es decir, parece verdad, puede ocurrir en la realidad. Trayendo la historia de Juan Peña a la vida real, ¿Puede ocurrir este caso o algo semejante, en la realidad? Justifica la respuesta.

b. Otra ley de la narración es la unidad que consiste en un centro de interés alrededor del cual gira toda trama. ¿Cuál es el centro de interés en "El Diente Roto"? c. Al cuento "El Diente Roto" se le puede aplicar el refrán "La apariencia engaña". ¿Por qué?

d. ¿Cuál es el ambiente o lugar en el que se desarrolla la historia? e. En la narración, la parte más emocionante, intensa y complicada, se denomina nudo. Expresa con tu palabra el nudo del cuento. f. La solución del nudo de la narración se llama "Desenlace". ¿Cuál es el desenlace de "El Diente Roto"? g. En la narración, el narrador, o sea, la persona que relata la historia, puede aparecer como un personaje de la misma o como simple observador. En "El Diente Roto", ¿El narrador es observador o personaje? h. Dos dé los recursos usados en la narración son: sensaciones (visuales, auditivas, olfativas, etc.) y emociones (tristeza, alegría, odio, amor, dolor,...) Cita dos sensaciones que aparezcan en el cuento y di en qué momento aparecen H. Cita tres emociones que aparezcan en el cuento y di en cuáles momentos aparecen. LA NARRACIÓN Elementos de la Narración ACCIÓN PERSONAJE AMBIENTE Partes de la Narración EXPOSICIÓN NUDO DESENLACE Leyes de la Narración UNIDAD VEROSIMILITUD INTERÉS Recursos Técnicos de la Narración FUNCIONES DE LA LENGUA SENSACIONES EMOCIONES DIÁLOGO MONÓLOGO OTROS El Narrador en la Narración OBSERVADOR (POSICIÓN EXTERNA) PERSONAJE (POSICIÓN INTERNA)

El ESTUDIO DEL TEXTO En el tema anterior, aparece el género literario denominado narración (en sentido general). En el presente tema te presentamos las formas narrativas, es decir, narraciones que, por determinadas características, son clasificadas de diferentes maneras. O sea son géneros narrativos. Entre estas formas narrativas se encuentran la novela, el cuento, la anécdota. También es importante el diálogo, el cual no es uña forma narrativa, sino un recurso técnico de mucha importancia que utiliza el narrador. La Novela La novela es una obra literaria considerablemente extensa en la que se narra una acción principal y una o más acciones secundarias, relacionadas con la principal. Por razones de espacio, no se incluye una novela en esta unidad. El Cuento (Tomado de "Técnicas Para Escribir Cuentos" de Juan Bosch) Un cuento es el relato, más o menos breve, que tiene indudable importancia. Debe se indudable, convincente para la generalidad de os lectores. Mientras en la novela el relato incluye un -echo principal y varios secundarios, en el cuento no hay sino un hecho principal, nada más. No hay posibilidad para más de un tema. El tema del cuento debe ser humano, o, por lo menos, humanizante. El mejor tema para un cuento será un hecho humano, que mueva al ser humano y debe tener categoría universal. La ley del interés debe cumplirse. El cuentista debe mantener el interés del lector sosteniendo constante la tensión y la fuerza con que se va desarrollando el hecho. El cuento debe iniciar interesando al lector, con el protagonista en acción física o psicológica. El principio y el nudo del cuento deben estar cerca. La brevedad es otra ley del cuento, pero un cuento puede ser largo, con tal que mantenga la condición de ser un relato de un solo hecho. La primera ley del cuento es la fluencia constante, es decir, la acción no puede detenerse nunca, hasta llegar al final. El tipo de lengua puede ser discursivo, pero, generalmente, el cuento se redacta en lengua expresiva (subjetiva) Hay cuentos cuyo fin es relatar una acción, sin más consecuencias. Otros delinean un carácter o destacan el aspecto sobresaliente de una personalidad. Algunos ponen de manifiesto problemas sociales, políticos, emocionales, colectivos o individuales. Los hay humorísticos, tiernos, dramáticos. El cuentista desarrollará el tema apropiadamente para lograr su fin.

De la Colección "El Llano en Llamas" Autor: Juan Rulfo. ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad. - No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti. -Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile Que lo haga por candad de Dios. -No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá. -Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues. -No. No tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño. -Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. No más eso diles. Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo: -No. Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato. -Dile al sargento que te deje ver al coronel. Y cuéntale lo viejo que estoy. Lo poco que valgo. ¿Qué ganancia sacará con matarme? Ninguna ganancia. Al fin y al cabo él debe de tener un alma. Dile que lo haga por la bendita salvación de su alma. Justino se levantó de la pila de piedras en qué estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir: -Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿Quién cuidará de mi mujer y; de los hijos? -La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver ¡qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge. Lo habían traído de madrugada. Y ahora j era ya entrada la mañana y él seguía todavía I allí, amarrado a un horcón esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento ¡de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado. Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. Nonada más por nomás, como quisieron hacerle ver a los de Alima, sino porque tuvo sus razones. El se acordaba: Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra | y que, siendo también su compadre, le negó I el pasto para sus animales. Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otros sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la hierba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a

Romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca, para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero. Así de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo. Y él y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo. Hasta que una vez don Lupe le dijo: -Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato. Y él le contestó: -Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahí si me los mata. "Y me mató un novillo". "Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel. Todavía después se pagaron con lo que quedaba nomás por no perseguirme, aunque de todos modos me perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que se nombra Pado de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero, según eso, no lo está. "Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo. El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los dos muchachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no había que tener miedo. "Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome. Cada vez que llegaba alguien al pueblo me avisaban: -"Por ahí andan unos fuereños, Juvencio. "Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo sólo verdolagas. A veces tenía que salir a la medianoche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida. No fue un año ni dos. Fue toda la vida". Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilo. "Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz." Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos. Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de que su mujer se la había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se fuera como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía Mucho dejar que lo mataran. No podía, menos ahora.

Pero para eso lo habían traído de allá, de Palo de Venado. No necesitaron amarrarlo para que los siguiera. El anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr con aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como secas, acalambradas por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir, se lo dijeron. Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago, que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que trabarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran. Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se hubieran equivocado. Quizás buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él. Caminó entre aquellos hombres en silencio, con los brazos caídos. La madrugada era oscura, sin-¡Ey, tú! ¿Qué si has habitado en estrellas. El viento soplaba despacio, se llevaba la tierra seca y traía más, llena de ese olor como de orines que tiene el polvo de los caminos. Sus ojos, que se habían apeñuscado con los años, venían viendo la tierra aquí, debajo de sus pies, a pesar de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi sería el último. Luego, como queriendo decir algo, miraba a los hombres. Que iban junto a él. Iba a decirles que lo soltaran, que lo dejaran que se fuera: "Yo no le he hecho daño a nadie, muchachos", iba a decirles, pero se quedaba callado. "Mas adelantito se los diré", pensaba. Y sólo los veía. Podía hasta imaginar que eran sus amigos; pero no quería hacerlo. No lo eran. No sabía quiénes eran. Los veía a su lado ladeándose y agachándose de vez en cuando para ver por donde seguía el camino. Los había visto por primera vez al pardear de la tarde, en esa hora desteñida en que todo parece chamuscado. Habían atravesado los surcos pisando la milpa tierna. Y él había bajado a eso: a decirles que allí estaba comenzando a crecer la milpa. Pero ellos no se detuvieron. Los había visto con tiempo. Siempre tuvo la suerte de ver con tiempo todo. Pudo haberse escondido, caminar unas cuantas horas por el cerro mientras ellos se iban y después volver a bajar. Al fin y al cabo la milpa no se lograría de ningún modo. Ya era tiempo de que hubieran venido las aguas y las aguas no aparecían y la milpa comenzaba a marchitarse. No tardaría en estar seca del todo. Así que ni valía la pena de haber bajado; haberse metido entre aquellos hombres como en un agujero, para ya no volver a salir. Y ahora seguía junto a ellos, aguantándose las ganas de decirles que lo soltaran. No les veía la cara: sólo veía los bultos que se repegaban o se separaban de él. De manera que cuando se puso a hablar, no supo si lo habían oído. Dijo:

-Yo nunca le he hecho daño a nadie- eso dijo. Pero nada cambió. Ninguno de los bultos pareció darse cuenta. Las caras no se volvieron a verlo. Siguieron igual, como si hubieran venido dormidos. Entonces pensó que no tenía nada más que decir, que tendría que buscar la esperanza en algún otro lado. Dejó caer otra vez los brazos y ...


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