Leyenda de Guatemala PDF

Title Leyenda de Guatemala
Author Hatteley Colindres
Course Cosmovisión
Institution Universidad San Pablo de Guatemala
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Leyenda de la Llorona La leyenda de la Llorona es una de esas historias que nadie sabe donde se origina. En cualquier rincón de Guatemala hay una versión de la mujer fantasma que vaga por las calles de la Ciudad mientras llama a llantos a sus hijos perdidos. En este artículo te contaremos algunas de las versiones guatemaltecas de la Llorona. La leyenda de la Llorona es una de esas historias que nadie sabe donde se origina. En cualquier rincón de Guatemala hay una versión de la mujer fantasma que vaga por las calles de la Ciudad mientras llama a llantos a sus hijos perdidos. Se dice que es más probable toparse con la Llorona en las ciudades y pueblos donde hay agua cerca, ya sea de ríos, lagos o en localidades costeras. Sus lastimeros gritos asustan al más valiente y paralizan al pavoroso, y se dice que cuando se escucha cerca es que está lejos, pero si la escuchas lejos es que está cerca. También se dice que el secreto para que la Llorona no se lleve tu alma es usar la ropa interior al revés. La Siguanaba (también llamada Sihuanaba, Cigua, Cegua y Chuca) es un espectro del folclor centroamericano. No debe confundirse con la Siguamonta. Según la tradición popular, se les aparece a hombres que salen de noche o infieles en la forma de una atractiva mujer desnuda o semidesnuda, pero con el rostro oculto.

Historia de la Siguanaba

Se cree que este mito pudo haber sido introducido en el Nuevo Mundo por los españoles durante el período colonial, que lo habrían usado para ejercer control sobre las poblaciones indígena y mestiza de la región, principalmente en Guatemala y El Salvador. Antes llamada “Sihuehuet” (Mujer hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tlaloc, del cual ella resulta embarazada. Fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante. El dios Tlaloc al descubrir esto maldijo a Sihuehuet llamándola Sihuanaba (Mujer horrible), condenándola a vagar por los campos y ciudades amedrentando a los hombres que viajan solos por la noche. Dentro de las Características que posee se encuentran las siguientes: Cuerpo escultural Posee una cabellera larga de color negro Viste un vestido de color blanco muy fino, por donde se trasluce su hermoso cuerpo Oculta su rostro, que es como el de una yegua o una calavera de caballo, hasta que su víctima se encuentra muy cerca de ella En Guatemala, el mito dice que a la Siguanaba generalmente se la encuentra lavándose el pelo con un guacal de oro y peinándoselo con un peine del mismo metal precioso. Se cuenta, asimismo, que vaga por las calles de la ciudad de Guatemala, donde acosa a hombres enamorados. La leyenda de la Siguanaba es más común en la capital, en Antigua Guatemala y en los departamentos orientales del país, donde el mito goza de más popularidad entre las poblaciones ladinas que entre las indígenas. En dichas áreas, la apariencia más común del espectro es la que lo describe con cara de caballo. Se les aparece a hombres infieles

a modo de castigo. Aparición y ataque de la siguanaba Se cuenta que todos los hombres que viajan de noche están propensos a ella. Pero ella prefiere perseguir a los hombres enamorados, “Don Juanes” a quienes les gusta presumir de sus conquistas, y hay quienes dicen que la Siguanaba se aventura a aparecerse de día en lugares lejanos y solitarios. La Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua o a las orillas de los ríos, bañándose con una palangana de oro y peinando su hermoso cabello negro con un peine del mismo metal, mientras su bello cuerpo se trasluce a través de su fino camisón blanco. El hombre que la mira queda enamorado de ella. Entonces, la Siguanaba lo atrae hacia un área solitaria y de poca infraestructura, generalmente un barranco o un basurero. Ahí, suelta una estridente risa que paraliza de terror a quien la escucha, mientras gira hacia su víctima para revelarle su espantoso rostro que se transforma en una calavera de caballo. Sus ojos se tornan rojos y se salen de sus cuencas, su piel suave y delicada se vuelve arrugada y verduzca y de su hocico suelta un olor nauseabundo. El hombre, si acaso logra sobrevivir al susto, debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios para no perder su alma. Las pesadillas, sin embargo, lo acosarán hasta el día de su muerte. Precauciones Si eres un chavo "travieso" y ves a una mujer de hermoso cuerpo bañandose de noche en un río o una pila, asegúrate de ver su rostro antes de acercarte demasiado a ella!

El cuadro del payaso en Guatemala Guatemala, Ciudad. Esta es la trágica historia de la acaudalada familia Muñoz, oriunda de Quetzaltenango, compuesta por el padre, don Amilcar Muñoz; la madre, Josefina de Muñoz; y sus tres hijos: Alberto, de 15 años; Francisco, de 11 años; y Marcela, de 4. Don Amilcar Muñoz era médico de profesión y amigo del Ministro de Salud de Guatemala en ese entonces. Por varios años había trabajado en el hospital de Quetzaltenango, hasta que en enero 1980 es llamado a trasladarse a la capital para ocupar un puesto importante en el Ministerio.

de

Todos están muy contentos con esta oportunidad. Todos, excepto Alberto, el hijo mayor, ya que tendrá que dejar a su novia y amigos en Xela. Al llegar a la ciudad de Guatemala, la familia es llevada a la casa que les ha preparado el Sr. Ministro. Se trata de una casa muy grande y hermosa, frente a la iglesia Yurrita en la

zona 4 capitalina. La familia está entusiasmada, los mas pequeños entran corriendo a la casa para explorarla, los padres entran abrazados sintiendo que el futuro les depara cosas muy buenas, mientras que Alberto aún no está convencido del cambio por lo que entra de último con un sentimiento de frustración. Los niños corretean por toda la casa, y ya han escogido los que serán sus cuartos en el segundo piso, mientras que los esposos Muñoz inspeccionan la cocina, el comedor y la sala antes de subir al cuarto principal para ver el que será su nuevo nidito de amor. La casa está amueblada, pero no ha sido habitada en varios años, por lo que unas polvorientas mantas blancas cubren los muebles, cuadros y línea blanca. Tras el recorrido inicial y dejar sus maletas en los que serán sus cuartos, la familia se reúne en la sala familiar y decide dar inicio al siguiente paso: descubrir y desempolvar todo el amueblado. Inician pues por quitar las mantas de la sala familiar. Aparece un hermoso y cómodo sofá de 3 piezas, una bella mesita de centro, unas convenientes mesas auxiliares, un mueble con una vieja TV, un cuadro de un hermoso paisaje de Antigua, otro cuadro extraño en el que se aprecia un circo, y un espeluznante cuadro de un payaso. El cuadro del payaso causa escalofríos a toda la familia, posee una mirada penetrante, una sonrisa maquiavélica y un puño cerrado. Todos quieren tirar el cuadro a la basura, excepto Alberto, que ve la oportunidad de fastidiar a sus padres por haberlo obligado a mudarse a la ciudad de Guatemala.

Leyenda de El Sombrerón

El Sombrerón es una de las leyendas más populares de Guatemala. Se trata de un personaje legendario de la tradición oral guatemalteca también conocido como el Tzitzimite, el Tzipitío o el Duende. Se lo describe como un enano o un hombrecito de muy corta estatura (aproximadamente medio metro de alto) que lleva un enorme sombrero con el que esconde la mirada y sus sucias intenciones. En el hombro lleva una guitarra endemoniada con la que da serenata y enamora a las mujeres bellas de ojos grandes y pelo largo que tienen la mala suerte de llamar su atención. Hay muchas versiones de la leyenda de El Sombrerón. En unas viaja en una mula en la que lleva carbón. En otras versiones son cuatro mulas o un brioso caballo negro. Su piel se ve oscura y su vestimenta negra por el polvo de carbón que lleva en el lomo de su montura. De su ropaje únicamente sobresale un cincho grueso con brillante hebilla, y unas botas de charol con espuelas de plata y taconcito cubano con las que hace mucho ruido al caminar o bailar. Cuenta la leyenda que el Sombrerón era un carbonero de Guazacapán, en el departamento de Santa Rosa. Otras versiones indican que era un ranchero que llegó a Guatemala procedente del norte de México a mediados del Siglo XVIII. Lo cierto es que la leyenda se origina justo antes de los terremotos de Santa Marta en 1773, cuando la capital de nuestro país todavía se llamaba Santiago de los Caballeros de Goathemala, luego del suicidio de un hombre que había sido condenado por el tribunal de la inquisición a llevar un enorme sombrero y que se había convertido en objeto de burla de

toda la ciudad. Tras su muerte, las personas temían salir por las noches y toparse con el espíritu del Sombrerón. Se dice que el Sombrerón es un ser maligno muy galante, enamorado y seductor empedernido, y que sabe entrar a las casas sin abrir las puertas. Aparece a la hora del crepúsculo y recorre las calles y los barrios de la ciudad. Cuando ve a una hermosa jóven de ojos grandes y cabello largo, amarra su mula al poste de la casa donde vive ésta, toma su guitarra y empieza a cantar una ranchera que acompaña con el taconeo de sus botas. Si la mujer se asoma a su ventana al escuchar la música y mira al Sombrerón, caerá irremediablemente bajo el embrujo de su dulce voz. A partir de ese momento el Sombrerón la visitará todas las noches para darle serenata, hasta ganarse su alma. Las víctimas del Sombrerón parecen hipnotizadas, tienen la mirada perdida y solo piensan en la música de su enamorado. Dejan de comer y dormir, y muchas veces amanecen con el cabello trenzado. Es muy difícil que una mujer hechizada por el Sombrerón salga del embrujo por sí misma, ya que casi nunca reconocen su estado y terminan muriendo de inanición. Por eso es importante siempre estar atentos con el comportamiento de hijas, sobrinas y hermanitas, ya que si el Sombrerón ha elegido a una de ellas para llevarse su alma dependerá de uno deshacer el maleficio. La única manera de salvarle la vida es cortándole muy corto el cabello, ya que esto no le gustará al Sombrerón y la dejará de buscar, aunque nunca la olvidará. Cuando no encuentra una muchacha que le guste, el Sombrerón va a las fincas y se mete en los establos, donde trenza la cola y las crines de los caballos y mulas. Luego, los cabalga durante toda la noche hasta dejarlos agotados. Al día siguiente, los pobres animales no pueden cumplir con sus tareas por el agotamiento y se vuelven hostiles con sus amos. Los campesinos buscan entonces trenzas en los animales para ver si aún son aptos para trabajar. Algunos dicen que si un animal es trenzado por el Sombrerón ya no vuelve a servir para ninguna tarea, mientras que otros dicen que puede ser rescatado cortándole las greñas y descansando durante varias semanas. Una forma de saber si el Sombrerón está visitando la casa o la finca es colocar una silla y una mesa de pino cerca de un balcón de la casa o cerca de la entrada al establo. En la silla debe dejarse una guitarra y en la mesa una botella de aguardiente. En noches de luna llena, todo mundo debe acostarse temprano y permanecer en silencio. Si se escucha la guitarra y el canto del Sombrerón, córtele el cabello a las jóvenes y las greñas de las bestias del establo.

El Cadejo

La leyenda del Cadejo es una leyenda guatemalteca que se origina en la mitología MayaQuiché. Está emparentada con los nahuales, animales considerados como espíritus protectores de las personas, aunque en este caso, el animal es un perro cuyas intenciones pueden ser malignas. Según el escritor Enrique Zepeda, el Cadejo no es un espíritu protector sino uno merodeador, que sale a asustar a los trasnochadores (principalmente a los borrachos), a manera de escarmiento para la gente de mala vida. La palabra “Cadejo”, según el diccionario de la Real Academia Española, significa:

“Parte del cabello muy enredada que se separa para desenredarla y peinarla”. De ahí, que el nombre que los españoles dieron a esta criatura parezca estar relacionado al enigma que representa, como un enredado misterio. Cuenta la leyenda que cuando Dios vio los problemas obstáculos que a diario enfrentaban los seres humanos, creó un ser sobrenatural para protegerlos: el Cadejo. Con forma de perro blanco y ojos rojos que brillaban como llamas ardiendo, su misión era protege a sus seguidores. Pero cuando el Diablo vio al Cadejo blanco, se puso celoso y decidió crear a su propio Cadejo, un perro negro con patas de cabra y también de ojos rojos como llamas, con un hedor repugnante, y cuya misión es hipnotizar a los trasnochadores para robarse sus almas. El Cadejo blanco mantiene a raya al Cadejo negro, para evitar que se robe las almas de los inocentes. Esto conlleva a que en numerosas ocasiones los Cadejos blancos y negros se enfrenten. Según la leyenda, existen 4 tipos de cadejos. El primer Cadejo es el más peligroso, pues es considerado como el mismo Satán que ha tomado forma de un enorme perro negro, del tamaño de una vaca, con una gran melena y en sus patas de cabra arrastra cadenas ardientes al rojo vivo que fueron calentadas por el fuego del infierno. El segundo tipo de cadejo son los Cadejos negros, muy similares al primer tipo de Cadejo, pero más pequeño. Los Cadejos negros son criaturas demoníacas que intentan robar el alma de los que llevan vidas desordenadas, principalmente borrachos y drogadictos. El tercer tipo de cadejo son los Cadejos blancos, que son considerados buenos y que cuidan a las personas inocentes para que los Cadejos negros no les hagan daño. Se podría decir que son una especie de ángel de la guarda con forma canina. Estos a diferencia de los negros no tienen patas de cabra sino patas caninas. El cuarto tipo de Cadejo son grises, que serían el producto del cruce entre un Cadejo negro y uno perro normal. Este es el único tipo de Cadejo que se puede matar. Cuando uno de estos es matado, su cuerpo se disuelve en cuestión de segundos, dejando tras de di una asquerosa mezcla de fluidos que maldice la tierra y evita que vuelva a crecer vegetación en ese lugar. Forma de ataque De acuerdo con la leyenda, el Cadejo se esconde en lugares oscuros esperando que pase su víctima, generalmente un trasnochador bolo o drogado. Cuando escoge a su víctima, asume una posición muy agresiva que la paraliza de terror, impidiéndole huir o pedir auxilio. Clava sus ojos rojos y ardientes en los de su víctima para hipnotizarlo y robarle su alma u ocasionarles una terrible muerte. Algunos Cadejos lamen a su víctima en la boca, convirtiéndolos en alcohólicos o drogadictos para siempre. Quienes han sobrevivido a un encuentro con el Cadejo parecen sufrir una condición parecida al Desorden de Estrés Post Traumático por el resto de sus vidas. Defensa contra el Cadejo Algunos dicen que los artículos religiosos ofrecen cierto grado de protección contra el Cadejo. Por ejemplo, pueden ser repelidos quemando incienso. Aunque menos eficaces, un rosario o un crucifijo pueden ser de ayuda para mantener a raya a un Cadejo que se haya acercado demasiado. Si el Cadejo es gris, puede ser matado por cualquier medio como si se tratara de un perro normal, pero debe cuidarse de no ser mordido pues la herida ocasionaría la muerte en pocas horas. En caso de ser mordido, debe lavarse con agua bendita lo antes posible. Las únicas historias de mordeduras de Cadejo son de los grises, pero es posible que esto se deba a que nadie haya sobrevivido a un ataque con mordida de un Cadejo negro.

Leyenda de La Tatuana

Manuelita nació entre 1745 y 1750. Era una joven hermosa como ninguna otra. De niña, había sido vendida como esclava a un hombre que conocía las artes del esoterismo maya. La niña era muy hábil e inteligente, y pronto se ganó el cariño de su amo. Más que una esclava, Manuelita se convirtió en su alumna, y aprendió de él numerosos hechizos, encantamientos y curaciones. Con el paso de los años, Manuelita se convirtió en una bellísima mujer. El viejo brujo, en su lecho de muerte, le dijo que era el momento de dejarla partir, no sin antes tatuarle un pequeño velero en el brazo. Éste, le dijo, le permitiría escapar de cualquier peligro o cautiverio en el que se encontrara. Así pues, Manuelita partió en busca de su destino. Se dice que llegó al Reino de Guatemala en un barco que no atracó en ninguno de sus puertos y en ninguna de sus playas. Apareció así nomás un día en la Ciudad de Santiago de los Caballeros (Antigua Guatemala). Era una mujer blanca de grandes ojos negros, cabello ondulado más negro que la noche y una figura alta y voluptuosa. El escote de su ajustado vestido dejaba ver montes y mil maravillas. Hermosa. Exuberantemente hermosa. Endiabladamente deseable. En Guatemala jamás se había visto una mujer como ella, que despertaba los instintos carnales más salvajes de jóvenes y maduros. Paseó con arrogancia su belleza en la plaza central frente a marqueses, condes y plebeyos. Todos, sin excepción, la colmaron de piropos y galanterías. A su paso, dejaba un llanto encolerizado de celos entre las esposas y amantes de la vieja Capital. Manuelita fue apodada La Tatuana por el misterioso tatuaje de un barco que llevaba en el brazo. Se instaló en una pequeña casita en el barrio de la Parroquia Vieja y se encerró en ella. La humilde casita se convirtió en poco tiempo en una gran mansión entregada al placer y al vicio. Y es que cuando el sol se ocultaba en el horizonte, aparecían en la puerta de la Tatuana misteriosos caballeros y alegres mujerzuelas para entregarse al guaro y la lujuria desde el crepúsculo hasta el amanecer. La Tatuana era odiada por las señoras de la ciudad, pues se dice que no hubo hombre que se resistiera a pasar por ahí una nochecita. Sin embargo, las acusaciones caían siempre en oídos sordos. Las autoridades de la ciudad de Santiago eran clientes frecuentes del palacio de la Tatuana, y la protegían pues no podían arriesgarse a ver sus buenos nombres relacionados con tan pecaminosas actividades. Pero la suerte de la Tatuana estaba por dar un giro. Corría la noche del aniversario de su llegada a la ciudad, y la Tatuana daba una gran fiesta en su mansión. Unos fuertes golpes se escucharon en la puerta principal. La Tatuana no esperaba más invitados esa noche, por lo que decidió ignorarlos y siguió danzando, disfrutando de su fiesta. Los

golpes insistieron. Cuando finalmente abrió, se encontró frente a una docena de hombres armados que aguardaban por ella en el pórtico. –¿Qué puedo hacer por vuestras mercedes? Pero a la pregunta siguió un gran silencio. Los hombres armados eran soldados acantonados en un Fuerte distante a dos días de camino. Habían escuchado los rumores sobre aquella hermosa mujer, pero jamás la habían visto. Todos quedaron absortos por la belleza de la Tatuana, empapada en sudor tras bailar durante horas, y no supieron pronunciar palabra. Finalmente, el Capitán alcanzó a levantar el brazo para entregar una orden proveniente del Tribunal de la Santa Inquisición. Se acusaba a Manuela La Tatuana de brujería y de hacer hechizos para atraer a todos los hombres de la localidad, además de codicia y de no seguir los preceptos de la Iglesia. La Tatuana fue conducida espléndidamente vestida a un calabozo del Palacio del Ayuntamiento. Pasaron casi dos meses hasta que finalmente, en la mañana del 28 de Julio de 1773, llegó a la ciudad un hombre muy alto envuelto en un manto negro. Era el Comisario del Santo Oficio, que había sido enviado para emitir sentencia. El inquisidor leyó uno a uno los pliegos que contenían las acusaciones contra Manuelita, y finalizó condenándola a ser quemada en la hoguera a la mañana siguiente. El inquisidor le indicó a la Tatuana que por ley tenía derecho a una última gracia. Sus carnosos y deliciosos labios respondieron que únicamente quería un pedazo de carbón o tiza, para pasar sus últimas horas pintando y dejar una huella de su paso por la vida. El inquisidor aceptó la solicitud y ordenó que se le llevara un trozo de carbón después de la cena. Eran pasadas de las 20h00 cuando el guardia de la celda le llevó el pedazo de carbón. Una gran alegría se apoderó de ella cuando lo tuvo en sus manos. De inmediato puso manos a la obra. Dibujó en la pared de su celda un tranquilo océano en el que navegaba un barco velero. Y mientras dibujaba, recitaba conjuros en una lengua incomprensible para el guardia, que casi murió de espanto al ver cómo se aparecía el mism...


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