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El mito del árbol, como importante elemento sagrado, mágico o cosmogónico ha estado presente desde tiempos milenarios, por lo que su asociación con la religión, la mitología y las leyendas forma parte de nuestra cultura. Tomemos, por tanto, como punto de partida los Árboles del Génesis de la Biblia y el gigantesco Yggdrasil de la mitología nórdica como elementos fundacionales del texto que aquí nos ocupa: El señor de los anillos (1954). J.R.R. Tolkien (1892-1973) demuestra en su famosa obra literaria un profundo amor por la naturaleza, y en especial por los árboles; verdadero núcleo narrativo de sus obras: «en todas mis obras asumo la parte de los árboles en contra de todos sus enemigos». Incluso describió una vez El Señor de los Anillos como: «mi propio árbol interior». Por lo tanto, los árboles están muy presentes dentro de su obra. Muestra de ello son el Árbol de la Fiesta de los hobbits (el antiguo y el nuevo), el Viejo Hombre Sauce y el Árbol Blanco de Góndor. Asimismo, cada bosque (el Bosque Viejo, el Bosque Negro, Fangorn y Lothlórien) tiene gran importancia a lo largo de la narración. Y no olvidemos sus propios árboles cosmogónicos de Laurelin y Telperion presentes en El Silmarillion. Además, Tolkien incluye a los Ents; sin duda una de sus creaciones más personajes e interesantes. Y cuya gran peculiaridad reside en tratarse de árboles dotados de los cinco sentidos humanos, pero sin ser humanos. Algo que formará parte de transposiciones encubiertas en posteriores películas, las cuales enumeraremos más adelante. Con esto defendemos la pervivencia del mito arbóreo tolkieniano en el cine, mediante la transposición encubierta y el mito. Y en la que podemos encontrar una suerte de tolkienismo en diversos procesos de transtextualidad filmoliteraria, la cual no solo está presente en la adaptación cinematográfica de Peter Jackson, sino en obras posteriores como: 1. Harry Potter y la cámara secreta (C. Columbus, 2002) y el Sauce boxeador. Una especie de guardián de la puerta al escondite del profesor Lupin. Aquí, por su naturaleza de árbol guardián, tenemos un architexto que remite al Viejo Hombre Sauce de Tolkien. 2. El Laberinto del Fauno (G. Del Toro, 2006) y el Árbol de Sapo: roble de retorcidas formas en el que habitan extrañas criaturas y la llave de la inmortalidad. Más alejado de la influencia tolkieniana, por su carácter terrorífico, pero cuyo architexto nos lleva a una interesante transposición encubierta de Sleepy Hollow (T. Burton, 1999) y el también retorcido árbol donde vive el jinete sin cabeza. 3. Pocahontas (M. Gabriel; E. Goldberg, 1995). Aquí aparece la Abuela Sauce (Grandmother Willow) dando consejos a la protagonista, y donde el mito arbóreo tolkieniano está muy presente. De hecho, tenemos un architexto íntimamente relacionado con los Ents de El señor de los anillos. En esta línea de transtextualidad filmoliteraria podemos añadir el personaje de Groot en Guardianes de la Galaxia (J. Gunn, 2014) y el monstruo de Un monstruo viene a verme (J.A. Bayona, 2011). Árbol que si bien toma elementos oscuros guarda más relación con los Ents tolkienianos.

En definitiva, tenemos tanto en la literatura como en el cine una poderosa impronta de transtextualidad en torno a los árboles. Y donde la figura de Tolkien sirve de puente entre el pasado cosmogónico/mitológico y el cine de las últimas décadas

Shakespeare, en cada una de sus obras, trata el amor desde un ángulo distinto, creando así toda una doctrina alrededor del mismo. En Romeo y Julieta, Shakespeare narra la historia de las almas gemelas que se encuentran. No son necesarias las pruebas, los trabajos, la conquista o la devoción, pues se trata de almas que se reconocen y se unen a pesar de poder estar avocadas a un final trágico. Se trata por tanto de obedecer al corazón más allá de cualquier raciocinio o clase social. Este compromiso surge además de tal reconocimiento, y termina exigiendo eterna fidelidad. Este amor prohibido e idealizado, de como ya hemos dicho, almas gemelas que se encuentran y que se niegan a romper el vínculo que las une, a pesar de los incidentes y circunstancias que en alguna ocasión hacen que sus planes se tuerzan, constituye un mito en el que se basan tanto en posteriores escritos como producciones cinematográficas. Es mediante el uso de este mito cuando podemos asegurar que el ya citado continúa vivo, encontrando numerosos ejemplos: Titanic: La historia narra el amor imposible entre una joven comprometida con el heredero de una gran fortuna que termina por enamorarse de un chico pobre. A pesar de las dificultades y las advertencias deciden continuar con este amor, sabiendo que el camino será difícil y concluyendo en un terrible desenlace. El Diario de Noa: Nos encontramos ante la historia de amor entre una mujer de clase alta y un hombre de clase trabajadora. La diferencia entre estas clases sociales consigue que durante una parte de la cinta permanezcan separados, pero al mismo tiempo buscándose para no romper ese vínculo. Sin embargo, pesar de sus esfuerzos conjuntos, es una enfermedad la que aborda a esta historia a un trágico final. West Side Story: En esta historia, una joven puertorriqueña hermana de un pandillero de Nueva York se enamora de un expandillero europeo. A pesar de sus intentos por hacer posible este amor, es la lucha entre bandas guiada por el racismo quien guía a esta pareja hacia un trágico final. Se trata de la adaptación cinematográfica de un musical de Broadway, el cual ha sido incluso traducido al castellano como “sin barreras”, haciendo aún más evidente su relación con el mito ya citado. Por tanto podemos afirmar que existe una evidente huella entre el texto de Shakespeare y otras grandes producciones que sin duda se nos vienen a la mente cuando pensamos en una gran película de amor, y que han sido fruto del uso referencial de un mito que incluso a día de hoy es capaz de dotarnos de nuevos relatos....