Práctica 2 Texto Orient-Express PDF

Title Práctica 2 Texto Orient-Express
Course Fundamentos de Programación
Institution Universidad Carlos III de Madrid
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asignatura geografía...


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GEOGRAFÍA DEL TURISMO (CURSO 2018-2019)

Práctica Nº2: Texto Orient-Express

Fecha límite de entrega: 1/10/2018 Modo de entrega: A través de “Tareas” en Aula Global (formato PDF) Nombre del alumno: Berta Domínguez Martínez

A partir del texto introductorio de la obra de Edmond About, Orient-Express. De Pontoise a Estambul, Edit. Confluencias, pp. 13-19, realiza una ilustración del mismo referida a los lugares y personajes que en él aparecen. Incluye también un mapa de su recorrido. Extensión máxima (incluyendo el texto): 15 páginas.

Una vez ilustrado, realiza una copia del documento en formato pdf y entrégalo como práctica individual.

INTRODUCCIÓN Con el desarrollo del ferrocarril en el siglo XIX, el turismo comienza a nacer, pero hará falta esperar a la invención de los trenes internacionales para que el viaje pueda convertirse también en un placer. La creación del Orient-Express,

primer tren que unía varios países, es, pues, una etapa decisiva. Hasta su

inauguración en 1883, los viajeros no tenían más que enlaces lentos y poco confortables. Un viaje de largo recorrido era aún una expedición audaz y pocos se arriesgaban por simple placer. Se viaja, en efecto, por motivos comerciales, por negocios y por cuestiones científicas incluso. Pero el turismo, tal y como se practica hoy, nació en el Orient-Express y la guía Joanne. (Esta guía, De París a Constantinopla, de 1890, detalla todos los itinerarios posibles y proporciona todos los datos necesarios).

En

su

origen,

un

ingeniero

belga,

Georges

Nagelmackers, descubre en América los vagones-cama de los trenes Pullman. Seducido por este concepto y convencido de que había que trasladar al tren el confort de los viajes en barco, imaginaba un tren de lujo capaz de franquear las fronteras europeas. “¡Utopía!”, le contestaron, cuando expuso sus

proyectos… Pero Nagelmackers quiso realizar sus sueños y en 1872 el joven ingeniero funda la Compagnie de Wagons-lits et des Grands Express Européens. Diez años más tarde, organiza un viaje experimental. El itinerario: París-Viena. Las personalidades del mundo ferroviario y de la prensa fueron invitadas en estos términos: “Habéis podido ver, en estos días de vida de la compañía, que hemos podido organizar un viaje experimental en tren,. Si vuestro corazón palpita y no dudáis en hacer un viaje a todo vapor de dos mil kilómetros, estaremos contentos de que os unáis a nosotros”. Este Tren Relámpago constituyó todo un éxito y Nagelmackers pudo, al fin, crear su propio expreso internacional. Concebido para viajar tanto de día como de noche, con calefacción y dotado de aseos para señoras, el expreso llevará dos o tres wagonslits (según el número de viajeros inscritos), provistos de cinco departamentos con cuatro camas cada uno. En el vagón comedor, los viajeros podían encontrar un salón fumador y una sala reservada a las damas. Este tren no solo era confortable, estaba hecho de materiales preciosos y decorado lujosamente: cuero, terciopelo, maderas exóticas, cristal, plata, champan y buenos licores… El 4 de octubre de 1883, el Gran Expreso de Oriente, más conocido como Orient-Express, emprendía el viaje inaugural de su legendaria carrera. Cuarenta invitados, de los que diecinueve eran franceses, esperaban realizar esta peligrosa aventura, y se recomendaba llevar revólver, pues la frontera, durante el paso de los Balcanes, podía conllevar malas sorpresas. Por esta razón ninguna dama fue invitada.

Saliendo

de

la

estación

del

Este

de

París

(entonces Estrasburgo) el Grand Express se dispuso a recorrer 3.094 kilómetros y llegar a Constantinopla en 80 horas, treinta menos que antes. Pasó por

Estrasburgo,

Karlsruhe,

Stuttgart,

Ulm,

Münich,

Viena,

Budapest,

Bucarest…

pero al cabo de cuatro días, depositó a los viajeros a orillas del Danubio. Allí hizo falta obtener una autorización; el tren se detuvo, en efecto en el puerto de Giurgewo, donde un barco aseguró la travesía al puerto de Rustchuk,

en

Bulgaria.

Tomaron, entonces, un tres especial que les llevó a

Varna, donde embarcaron a bordo de L’Espero, para la travesía del Mar Negro,

y desembarcaron en el Bósforo

a la mañana siguiente. Itinerario, aún complejo, que necesitó dos trasbordos. (Seis años más tarde, afortunadamente, cuando la vía férrea fue terminada, París no estaría más que a 67 horas de Constantinopla y los viajeros podrían descansar en el hotel Pera Palace, hotel de lujo,

que Nagelmackers había hecho construir para los enamorados del OrientExpress). Los privilegiados pasajeros de este primer viaje pasaron cuatro días en la vieja ciudad de Estambul, antes de retornar en tren a París. A su regreso, los periodistas publicaron sus crónicas “hauts de coleurs” de esta travesía europea. El OrientExpress había abolido las fronteras; atravesó la Baviera de Luis

II,

la Austria-Hungría de Francisco José,

la Serbia de Alejandro I,

la Bulgaria de Fernando I

y la Rumanía de Carlos I, antes de

El

arribar

futuro

la

Turquía de

académico

de

Abdul

Hamid.

Edmond

About,

que formó parte de esta comitiva, ofreció algunos meses más tarde un relato de lo más cautivador del viaje en De Pontoise à Stamboul.

Profetizó la evidencia que parecía utópica a los contemporáneos de Nagelmackers: “El hombre…se convertiría con el tiempo en un animal sagrado, un

gato de Egipto. Todo el mundo estará de acuerdo en querer disfrutar no sólo de la velocidad, sino de la calma, del sueño y del confort, a cambio de su dinero”, Edmond About tuvo, sobre todo, la fineza de observar cómo este nuevo tren era capaz de penetrar hasta en los pueblos más atrasados y recónditos. A través de sus ventanas sin teñir, el express ofrecía al mundo un nuevo espectáculo en movimiento, que inspiró a numerosos poetas hasta mediados del siglo XX. Liberados de las vicisitudes del viaje, los viajeros del OrientExpress (estamos tentados a decir “sus huéspedes”) formaron parte de la leyenda. Este palacio de vapor recibió tanto a artistas como a embajadores. Su historia romancesca relató ataques, toma de rehenes, crímenes, que inspiraron a escritores y cineastas que contribuyeron a su celebridad. Los más grandes nombres del mundo de las artes, de la política o de las finanzas se complacieron en viajar en él. El Orient-Express fue el medio de transporte donde se viajaba para disfrutar del paisaje, de la compañía, en un mundo maravilloso… y de todos los placeres del

viaje, muy diferentes a los de hoy, cuando se entalla a los viajeros en aviones muy poco confortables. Es cierto que el Orient-Express, que hizo soñar al mundo, no fue disfrutado más que por unos pocos…Los grandes de este mundo, que se relacionaban con la realeza,

como la reina de Rumanía, que leía sus poemas en persona a los distinguidos pasajeros que se detenían en Bucarest. En Bulgaria, el tren fastuoso se convertía en un juguete en las manos del rey Fernando, que se disfrazaba de conductor y se divertía. Como los pasajeros se quejaron a la Compañía del Orient-Express, los diplomáticos fueron los encargados de recordar al rey que el tren no era un juguete personal. En Rumanía, incluso, el príncipe

Bibesco,

gran propietario terrateniente, se complacía en decir: “El Orient-Express tarda cuatro horas en atravesarme”. Testigo de las idas y venidas de estos aristócratas, los cineastas consiguieron fijar en imágenes estos

viajes: el del emperador alemán

a Palestina, el último de la reina Victoria. Momentos de antología, pero que se conservaron mal en archivos polvorientos durante los siguientes decenios. Estos soberanos testifican el sentimiento de haber atravesado fronteras cuando subieron al Orient-Express. Más que un tren de lujo, el OrientExpress ha sido el símbolo de una Europa unificada. Europeo convencido, George Nagelmackers deseó que el Orient-Express fuera el “Tren de Europa, aquel que uniera a las naciones de Europa, del Este y del Oeste”. Operaría para una mejor conexión entre las capitales europeas y el Medio Oriente. Pero las guerras

y las revoluciones del siglo XX destrozaron estas ideas. La Primera Guerra Mundial quebró a Europa, y el proyecto pacífico de Nagelmackers quedó en una situación irónica: ciertos vagones se dedicaron al transporte de tropas y los más lujosos se transformaron en burdeles. El Orient-Express fue utilizado desde entonces como un instrumento de la política europea, y su aventura, ya mítica, fue sinónimo de violencia más que de progreso. Émile Capella...


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