Redacciones Platón PDF

Title Redacciones Platón
Course Historia de la Filosofía
Institution Bachillerato (España)
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Platón y su filosofía...


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Dualismo Ontológico La ontología, como definición, es una rama de la metafísica que estudia lo que existe, no solo lo tangible sino también lo abstracto. Conocemos que Platón era dualista ontológico porque dividía aquello que existe en dos mundos: el sensible y el inteligible. El mundo inteligible era el lugar donde habitaban las ideas y al que se accede por medio de la razón, en cambio, por los sentidos sólo podemos acceder al mundo sensible, el cual, aunque existe, no nos proporciona verdadero conocimiento ya que es un mundo cambiante. A esta conclusión llega por influencia de Heráclito pues él, antes que Platón, ya había establecido que era imposible conocer aquello que estaba en constante cambio; él decía que nunca te podías bañar dos veces en el mismo río porque el agua fluía y cambiaba. Este mundo, el sensible, fue creado por el Demiurgo o Dios artesano, como copia del mundo inteligible. Por otra parte, sabemos que el mundo inteligible es aquel donde habitan las ideas pero, ¿qué es una idea? Para Platón una idea no es una representación mental de algo concreto sino que es la esencia o determinación que hacen a las cosas ser lo que son, son verdades absolutas que se pueden conocer. La Idea para Platón ha de cumplir una serie de características para que esta sea determinada como tal; la idea tiene que ser eterna, inmutable, inteligible y universal. Estas características Platón las coge de las características del ser de Parménides: “lo que es, es y lo que no es, no es”. Por esto este filósofo, al igual que Heráclito, es una influencia directa de Platón. Platón explica que son los objetos sensibles los que surgen de la idea y no al revés. La relación que el filósofo establece entre la Idea y el objeto sensible lo llama participación o imitación ya que los objetos sensibles participan de la Idea: es la esencia de esta lo que hace a los objetos ser lo que son. Por ejemplo: la idea de la belleza se puede aplicar a cualquier objeto que sea bello, es decir, que participe de la idea de la belleza, sea cual sea su color, tamaño, raza, edad, etc. Además, es también necesario aclarar que para Platón no todas las ideas tienen la misma importancia; este crea la jerarquía de las ideas dándole una relevancia distinta a cada una, en forma de pirámide: en la parte inferior encontraríamos las ideas sensibles, en un escalón superior las ideas matemáticas , seguidas por las estéticas, morales y políticas donde encontramos la idea de la justicia o de la belleza y en la cúspide encontraríamos la idea del Bien que es la mayor de las ideas. Pero, en realidad, ¿qué es la idea del Bien? La idea del Bien es la idea más compleja de todas y solo puede acceder a ella el filósofo gobernante, para Platón, la persona más sabia de la sociedad. La idea del Bien cumple la función ontológica, es decir, es la causa final y la causa del origen del mundo y también de la unidad de todas las ideas. Esto quiere decir que resto de ideas, jerárquicamente hablando inferiores a la Idea del Bien, participan ella y por eso pueden existir y son positivas. La idea del Bien también cumple la función epistemológica porque gracias a que, por ella el resto de ideas pueden existir, también son accesibles al conocimiento. Esta idea también cumple una función ética y política ya que al conocerla el filósofo puede gobernar de forma correcta.

Dada la complejidad de esta idea, Platón la representa mediante un mito: El mito de la caverna. En él explica la vida de unos hombres que viven encadenados en una cueva y que solo ven sombras, un día uno de ellos sale al exterior y comienza a conocer lo que allí hay: primero está cegado por el sol pero luego, este es el que le permite ver los objetos de la naturaleza. Esta relación es la misma que existe con la Idea del Bien y el resto de ideas ya que, sin el sol no podríamos conocer los objetos que éste alumbra y de la misma forma, sin la Idea del Bien no podríamos conocer el resto de ideas que participan de ella. En conclusión, Platón dividía la realidad en dos mundos: el sensible y el inteligible. En el segundo habitaban las ideas, accesibles por medio de la razón, organizadas jerárquicamente y culminadas por la idea del Bien. Por todo esto, podemos afirmar que Platón era, sin duda, dualista ontológico.

Dualismo Epistemológico Sabemos que aquello que percibimos por los sentidos existe pero, ¿lo conocemos? Según Platón, la respuesta es no. La epistemología es la ciencia que estudia lo que podemos conocer, algo que, sin duda, interesaba mucho a Platón. Tema por el cual discutía, junto con Sócrates, contra los sofistas ya que estos segundos eran relativistas, es decir, para ellos los valores morales son fruto de una convención, un pacto decisorio entre hombres. En cambio Platón y Sócrates eran universalistas, para ellos existían verdades universales que podíamos conocer mediante la mayéutica, método propuesto por Sócrates, que nos permitía extraerlas de nuestro interior. Defendían que el bien o la justicia tenían valor por sí mismos y no dependía, su significado, de la voluntad humana. De los valores morales, por tanto, se deriva objetivamente una definición universal. Estas definiciones universales eran lo que Platón denominaba Ideas, las cuales no eran una representación mental de algo concreto sino que eran la esencia o determinación que hacen a las cosas ser lo que son, es decir, son verdades absolutas que se pueden conocer. La Idea para Platón ha de cumplir una serie de características para que esta sea determinada como tal; tiene que ser eterna, inmutable, inteligible y universal. Además, la relación que el filósofo establece entre la propia Idea y el objeto (el cual habita en el mundo sensible) lo llama participación o imitación ya que los objetos sensibles participan de la Idea: es la esencia de esta lo que hace a los objetos ser lo que son. Decimos que Platón es dualista epistemológico porque, igual que dividía aquello que existía en dos mundos, también diferencia entre dos tipos de conocimiento: el falso conocimiento (u opinión) y el verdadero conocimiento (o episteme). La división de estos dos tipos de conocimiento se ve reflejada en el símil de la línea de este autor: Platón diferencia el mundo inteligible, donde habitan las ideas, y donde sí podemos adquirir verdadero conocimiento (únicamente por medio de la razón) y el sensible, sobre el que solo podemos tener opinión; al ver una cosa en el mundo sensible somos capaces de reconocer la idea que imita y esto se debe a que el alma racional, cuando no estaba unida aún al cuerpo del hombre, habitaba en el mundo inteligible donde contemplaba las ideas y al encontrarse con el cuerpo las olvida. A pesar de haberlas olvidado, puede recordarlas, como ya he dicho, al ver un objeto que la imita, esta es la llamada teoría de la reminiscencia de Platón. Volviendo al símil de la línea: dentro de la opinión, el grado más bajo de conocimiento es la eikasía o conjetura que adquirimos al captar el reflejo o la sombra de un objeto sensible (cuando te ves en el espejo no eres tú sino tu reflejo y eso que captamos en el espejo es la conjetura o imaginación). El siguiente grado sería la creencia (pístis) que tenemos sobre los objetos sensibles al captarlos por medio de los sentidos; en este último grado de falso conocimiento se encuentra la física, que es una vía epistemológica que no nos proporciona verdadero conocimiento, ya que esta nos facilita información sobre los fenómenos que se dan en el mundo sensible. El siguiente grado de conocimiento entra ya dentro del mundo inteligible donde sí es posible el verdadero conocimiento, este primer grado de verdadero conocimiento es la dianoia o pensamiento discursivo, aquí encontramos las matemáticas como vía epistemológica que nos proporciona este grado de conocimiento y nos prepara para el siguiente y el de mayor grado: la noesis , filosofía, o dialéctica. En este grado podemos conocer las ideas. El máximo conocimiento que se puede alcanzar sobre las ideas sería llegar a conocer la Idea del Bien.

Esta idea solo puede ser conocida por el filósofo gobernante, la persona con mayor grado de abstracción del conocimiento, y la cual es la única que debe gobernar en la teoría del Estado Justo de Platón. En conclusión, Platón presta mucha atención a aquello que podemos o no conocer; divide el conocimiento en verdadero conocimiento y falso conocimiento. A causa de esta separación del conocimiento en dos, podemos afirmar que Platón era, sin duda, dualista epistemológico.

Dualismo Antropológico Platón era dualista en varios ámbitos. A nivel ontológico, sabemos que el autor dividía aquello que existía en dos mundos: el mundo inteligible, el lugar donde habitaban las Ideas a las cuales sólo podamos acceder por medio de la razón y el sensible, una copia del mundo inteligible realizada por el Demiurgo, donde habitaban los objetos sensibles sobre los que sólo podíamos tener opinión. A nivel epistemológico, Platón dividía el conocimiento también en dos: el falso conocimiento (el que se tenía sobre el mundo sensible) y el verdadero conocimiento (el que se tenía sobre las ideas). Como sabemos también, los objetos del mundo sensible participan de las ideas a las que imitan y de esta forma, al ver el humano cierto objeto sensible es capaz de reconocer la idea la que imita pero, ¿cómo? La respuesta es: mediante la reminiscencia. Además de ser Platón dualista en estos dos campos, también era dualista antropológico. Este autor dividía al ser humano también en dos: el cuerpo (o soma): parte física y tangible del hombre, y el alma: sustancia simple, indisoluble, inteligible, preexistente al cuerpo e inmortal. Estas dos partes se unen de forma accidental en el mundo sensible: Para Platón, la parte racional del alma, antes de unirse a un cuerpo habitaba en el mundo de las ideas, dedicándose a su contemplación. Una vez el alma se une al cuerpo, olvida todo lo que conocía. Con el tiempo va recordando ese mundo anterior y va reconociendo las ideas en los objetos sensibles que participan de ellas. Por lo tanto, para Platón, conocer es recordar, hacer memoria de lo ya sabido. Esto en conjunto, es la llamada teoría de la reminiscencia. En suma, al ser el alma racional inmortal para Platón, esta al acabar una vida no moría sino que pasaba a habitar en otro cuerpo. El cuerpo en el que se reencarnaba era uno u otro dependiendo de cómo se había comportado el alma en el cuerpo anterior. Para él la mejor reencarnación era purificarse en el filósofo y la peor, retroceder a ser tirano. Esta teoría era llamada teoría de la metempsicosis o transmigración de las almas, creada por Pitágoras y seguida por Platón. También es importante aclarar que para Platón, el alma no estaba formada por una sola parte sino que esta estaba dividida en tres partes que conformaban un todo: el alma en sí. Las tres partes que formaban el alma eran las siguientes: la parte racional (la cual participaba en la metempsicosis y reminiscencia), la irascible y la concupiscible. Como sabemos la parte racional es inmortal pero las oras dos sí desparecen con el cuerpo tras la muerte. Además, cada parte del alma se sitúa en una zona distinta del cuerpo: la parte racional en la cabeza, la irascible en el tórax y la concupiscible en el bajo vientre. Al mismo tiempo a cada parte se le asocia una virtud diferente: a la racional la sabiduría (encarnada en el filósofo), a la irascible la valentía o fortaleza (soldado) y la concupiscible la prudencia o moderación (propia del Artesano). Todo el mundo poseía estas tres partes, pero es importante saber que para Platón, el cuerpo es la cárcel del alma ya que esta última puede alcanzar las virtudes pero es el cuerpo quien le arrastra a las pasiones. Por esto, hemos de someternos a la parte racional de nuestra alma para que sea esta quien controle nuestros deseos y nuestro cuerpo no consiga arrastrarnos a las pasiones. Por otra parte, es importante también aclarar que en cada persona predomina una parte del alma diferente y por ello, algo imprescindible para Platón era la educación pues esta posibilitaba cultivar la virtud predominante en cada persona; de esta forma se conseguía una armonía entre las partes del alma y se alcanzaba, en suma, la virtud de la justicia. Siendo todos justo, la sociedad también lo sería pues cada ciudadano cumpliría su función en la sociedad (los más

sabios serían los filósofos gobernantes, los más valientes serían los soldados y los prudentes, los artesanos) y se conseguiría de esta forma, llevar a cabo la teoría del estado justo de Platón. Como hemos podido observar, Platón cree en la división del hombre en dos partes: la que nos permite conocer la verdad y la que nos empuja a las pasiones. Hemos de conseguir que el alma racional controle nuestro cuerpo y a su vez, cultivar la virtud que predomina en nosotros para así cumplir nuestro papel en la sociedad. Por todo esto, podemos afirmar que Platón era, sin duda, dualista antropológico.

Ética ¿Cómo debo comportarme? Esta es una de las cuatro preguntas kantianas a la que Platón, siglos atrás, ya trató de dar respuesta mediante la teoría del intelectualismo moral. Pero para poder desarrollar dicha teoría antes tenemos que saber qué existe para Platón y qué podemos conocer. Platón es dualista ontológico porque divide aquello que existe en dos realidades: el mundo inteligible, donde habitaban las Ideas a las cuales sólo podemos acceder por medio de la razón y el sensible, donde habitaban los objetos sensibles sobre los que sólo podíamos tener opinión. A nivel epistemológico, Platón dividía el conocimiento también en dos: el falso conocimiento (el que se tenía sobre el mundo sensible) y el verdadero conocimiento (el que se tenía sobre las ideas). El máximo conocimiento al que se podía aspirar sobre las ideas y que solo era accesible para los filósofos, es la idea del Bien, esta misma idea es sobre la que gira el intelectualismo moral de Platón. El intelectualismo moral es la doctrina fue utilizada por Sócrates para oponerse al relativismo de lo sofistas; Los conceptos morales, para él, no son fruto de una convención o pacto entre hombres ni son entidades subjetivas y relativas, ya que se refieren a realidades existentes y permanentes (ideas) que son independientes de la razón y la voluntad humanas. Sin embargo, es a través de la razón como el hombre puede tomar contacto con ellas. Platón afirma que sólo el sabio, el cual conoce la idea del Bien, puede llevarla a cabo en la vida práctica y así gobernar en base a ella para conseguir una sociedad justa y buena, bajo un buen gobierno muy alejado de la democracia o la tiranía (gobiernos que según Platón eran nefastos). Además, la inteligencia y la virtud coinciden y se necesitan recíprocamente. Es decir, una persona sabia, conoce, en suma, la virtud, es decir, la idea a la que se refiere el concepto "virtud", y por tanto: una persona sabia es una persona virtuosa. En resumen: el sabio, el que conoce la idea del Bien, actuará en base a ella y, por tanto, no podrá ser malo, ya que el mal es fruto de la ignorancia. Además, la ética platónica mantiene una estrecha relación con su visión antropológica y metafísica. Alma y cuerpo constituyen dos elementos no sólo distintos, sino irreconciliables entre sí: el cuerpo es la cárcel del alma, el lugar donde ésta se hace esclava de lo material y lo pasional. Mientras el hombre permanezca ligado a su cuerpo, se encontrará incapacitado para la felicidad y para el verdadero conocimiento. Alcanzar éstos sólo será posible si llevamos una vida justa de acuerdo con la razón, es decir, moderando los deseos a su justa medida y dedicándonos al desarrollo de nuestra racionalidad. Siguiendo con la relación entre la antropología y la ética platónica, es necesario destacar que para Platón, el alma no estaba formada por una sola parte sino por tres: la parte racional (relacionada con la virtud de la sabiduría), la cual destacaba en el filósofo, la irascible que destacaba en el guardián (se relaciona con la virtud de la valentía) y la concupiscible (relacionada con la virtud de la templanza), destacada en el artesano. La parte racional del alma es inmortal para Platón, y esta al acabar una vida no muere sino que pasa a habitar en otro cuerpo. Si en la vida anterior, se habían cultivado las virtudes, el alma se purificaba para la siguiente, si por el contrario la vida anterior había sido controlada por las pasiones y deseos individuales, el alma retrocedía. La mejor reencarnación era en el filósofo y la peor, en el tirano. Esta es la llamada teoría de la metempsicosis.

Además, aunque todos poseemos las tres partes del alma, en cada persona predomina una diferente y por ello, algo imprescindible para Platón era la educación pues esta posibilitaba cultivar la virtud predominante en cada persona; de esta forma se conseguía una armonía entre las partes del alma y se alcanzaba, en suma, la virtud de la justicia. Siendo todos justos, la sociedad también lo sería pues cada ciudadano cumpliría su función en ella (los más sabios serían los filósofos gobernantes, los más valientes serían los soldados y los prudentes, los artesanos) y se conseguiría de esta forma, llevar a cabo la teoría del estado justo de Platón. En conclusión, para Platón la ética giraba en torno al intelectualismo moral, destacando que aquellos que son sabios son, por añadidura, virtuosos. Cada virtud del alma se relaciona con una parte de esta y, para ser felices, hemos de atemperar nuestros deseos y cultivar nuestras virtudes para conseguir, en suma, una armonía entre las partes que derivaría a su vez en una sociedad justa.

Teoría del estado justo y del filósofo gobernante Antes de conocer a Sócrates, Platón fue educado para participar en la vida política de la polis. Sin embargo, la participación de sus familiares en el Gobierno de los Treinta tiranos y los errores de la democracia imperialista ateniense, provocaron que Platón se alejara de la política y se centrase en elaborar una teoría política que permitiera un gobierno ideal que superara las errores cometidos por los distintos gobiernos que él había vivido. Realmente, toda su teoría tiene como objetivo la búsqueda del gobierno perfecto (como el mismo dice en la carta VII) y todo el conjunto de su teoría acabará formando su obra La República. Para poder hablar de la justicia platónica, primero hemos de aclarar que consideraba Platón que se podía conocer. Él era universalista; defendía la existencia de verdades absolutas, inteligibles, inmutables y universales que llamó ideas. Estas ideas habitan en una realidad paralela pero interrelacionada a la que nosotros habitamos, el mundo inteligible. En la realidad en la que nosotros habitamos, llamada realidad sensible, habitan las cosas que son la proyección de las ideas (una copia imperfecta). Las cosas son mutables y finitas y además las percibimos por los sentidos por esto no podemos obtener verdadero conocimiento de ellas, solo mera opinión. Gracias a que estamos compuestos por cuerpo y alma, somos capaces de reconocer las ideas a las que las cosas imitan. Esto se debe a que, además, el alma está compuesta por tres partes: la racional, la irascible y la concupiscible. El alma racional es inmortal y antes de encontrarse con el cuerpo habitaba en el mundo inteligible contemplando las ideas. Al encontrarse con el cuerpo olvida todo lo conocido pero cuando ve una cosa es capaz de reconocer la idea a la que imita, de recordarla. Los tipos de alma anteriormente nombrados, se encuentran en todos los individuos pero solo una de ellas predomina en cada uno de nosotros. Dependiendo de qué alma sea, habremos de desarrollar una virtud u otra a través de la razón. El alma racional es la que predomina en los filósofos-gobernantes que han de cultivar la virtud de la sabiduría. Se encuentra en la cabeza. El alma irascible es la parte del alma que predomina en el guerrero y la virtud que a de cultivar este alma es la fortaleza. Se encuentra en el pecho. Y por último, el alma concupiscible es la que nos sujeta a los placeres y pasiones. La virtud de esta parte del alma es la templanza o moderación y es la que prevalece en el pueblo llano o artesano. Se encuentra en el bajo vientre. Si cada uno de nosotros se encarga de descubrir que tipo de alma predomina en él y cultivar la virtud que le corresponde para así alcanzar su lugar en la sociedad, se producirá el ...


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