Resumen Introducción Al Pensamiento Filosófico: Filosofía Y Modernidad PDF

Title Resumen Introducción Al Pensamiento Filosófico: Filosofía Y Modernidad
Author Fer H.
Course Filosofía
Institution UNED
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INTRODUCCIÓN AL

PENSAMIENTO FILOSÓFICO

Filosofía y modernidad

MOISÉS GONZÁLEZ Ed. Tecnos, Madrid 2014 7ª edición

RESUMEN del manual para la asignatura "Filosofía" del Curso de Acceso (TEMAS 3 Y 4)

(Preparado por Javier Echegoyen, profesor-tutor (www.e-torredebabel.com). El siguiente resumen sirve facilitar la memoria de las ideas fundamentales de cada lección; para la comprensión de la misma, el alumno debe estudiar cuidadosamente el manual del profesor Moisés González)

Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)

PROGRAMA DE LA ASIGNATURA

Primera Prueba Presencial CAPÍTULO I. EL LUGAR DE LA FILOSOFÍA EN LA CULTURA (NATURALEZA Y SIGNIFICADO DE LA FILOSOFÍA) I. 1. CARGOS CONTRA LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA I. 2 ¿QUÉ ES ESO DE LA FILOSOFÍA? I. 3. DIAGNÓSTICO Y VALORACIÓN DE LA DIVERSIDAD. UNA PROPUESTA I. 4. LOS ORÍGENES DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO A) ¿Por qué los orígenes? B) ¿Por qué surgió la filosofía? Cambio de rumbo en el pensamiento C) Los “iniciadores” del pensamiento filosófico. ¿En qué consistió su filosofía? I. 5. DE MILETO A ATENAS A) Atenas, nuevo centro de la filosofía

B) Los sofistas y Sócrates I. Los sofistas y la educación para el triunfo social y político II. Sócrates y la búsqueda del bien del hombre C) La época de la plenitud filosófica: Platón y Aristóteles I. La organización de la ciudad en Platón: política, verdad y justicia a) La muerte de Sócrates y la necesidad de la filosofía b) Política y verdad: el mito de la caverna y la teroía de las ideas c) La sociedad ideal: la búsqueda de la justicia II. La búsqueda y la organización de la felicidad en Aristóteles: ética y política a) Aristóteles y Platón b) La búsqueda y organización de la felicidad: ética y política Textos de lectura: Platón y Aristóteles (los textos de estos autores que están recogidos en el libro recomendado). II. TEMA II. RAZÓN Y FE EN LA EDAD MEDIA. II. 1. RELIGIÓN Y FILOSOFÍA: DOS FORMAS DE MIRAR EL MUNDO II. 2. RAZÓN Y FE EN EL MUNDO CRISTIANO MEDIEVAL II. 3. RAZÓN Y FE EN EL MUNDO JUDÍO: MAIMÓNIDES II. 4. RAZÓN Y FE EN EL MUNDO ÁRABE: AVERROES

Textos de lectura: San Agustín y Santo Tomás de Aquino (los textos de ambos autores recogidos en el libro recomendado).

Segunda Prueba Presencial TEMA III. FILOSOFÍA Y MODERNIDAD III. 1. LOS ORÍGENES DE LA MODERNIDAD III. 2. EL HOMBRE PROTAGONISTA DE SU DESTINO III. 3. EL HOMBRE CONSTRUCTOR DE LA SOCIEDAD POLÍTICA III. 4. EL CAMINO HACIA UN PENSAMIENTO SECULAR Y LIBRE

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III. 5. REVALORIZACIÓN DEL MUNDO HUMANO: EL AMOR A LA VIDA III. 6. NUEVA ACTITUD ANTE LA NATURALEZA

A) El mundo, objeto digno de contemplación B) El hombre dominador del mundo por su conocimiento y voluntad C) De la magia a la ciencia: Galileo y el método científico III. 7. PROGRESO E HISTORIA III. 8. EL DESTINO DE LA RAZÓN EN EL MUNDO MODERNO. A) Razón y método en el racionalismo. B) La razón ilustrada C) La razón en el idealismo alemán Textos de lectura: Maquiavelo y Descartes (los textos de los dos filósofos que están recogidos en el libro recomendado).

TEMA IV. LA FILOSOFÍA EN LA HORA PRESENTE IV. 1. SENTIDO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA. CONTRA LA CONCEPCIÓN ACADEMICISTA DE LA MISMA IV. 2. LA CIENCIA Y LA TÉCNICA DEFINEN NUESTRA ÉPOCA IV. 3. LA FILOSOFÍA ANTE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA A) Ciencia y filosofía B) Técnica y filosofía IV. 4. FILOSOFÍA Y POLÍTICA IV. 5. HUMANISMO Y FILOSOFÍA: NECESIDAD DE UN HOMBRE NUEVO IV. 6. ¿CRISIS DEL HUMANISMO, CRISIS DE LA MODERNIDAD?

Textos de lectura: Nietzsche y Ortega y Gasset (los textos de ambos autores recogidos en el libro recomendado).

Recuerda que el examen tendrá dos partes: desarrollar un tema de carácter general de la parte teórica, de entre dos que se propondrán, y hacer un breve comentario de alguno de los textos que aparecen en el libro recomendado.

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CAPITULO III: FILOSOFÍA Y MODERNIDAD

III. 1. LOS ORÍGENES DE LA MODERNIDAD A comienzos de la era cristiana, la obra de la razón griega quedará oscurecida y en parte barrida por la fuerza y el arraigo de nuevas formas de fe que, durante muchos siglos, ejercieron su dominio sobre la vida de los hombres. Pero el espíritu que había dado vida al pensamiento filosófico griego renacería con fuerza contribuyendo de forma decisiva a alumbrar un mundo en el que los seres humanos, en lugar de tener que atender a los imperativos de la religión y de la teología, buscaron proseguir el interrumpido proyecto que los filósofos griegos entendieron como "el orden de la razón". Este nuevo mundo en el que la razón, adjetivada cada vez más como "razón científica", sirve de base al sistema de convicciones de los hombres, es el que conocemos como Mundo Moderno. El punto de partida del pensamiento y del mundo moderno no hay que situarlo en el siglo XVII, como si fuese posible que de un escolasticismo decadente y petrificado pudiese surgir de pronto la filosofía y la ciencia moderna que representan Descartes y Galileo. Fueron los hombres del Renacimiento los que, al declinar la concepción medieval, iban a romper con las tradiciones clericales de la Edad Media. El comienzo de este período podemos situarlo alrededor del 1400, y su final hacia 1650, es decir, cuando ya ha triunfado la mentalidad moderna, el sistema de ideas, valoraciones e impulsos que desde entonces han constituido los principios fundamentales de la Edad Moderna. Durante este período de tiempo el pensamiento europeo sufrirá una profunda transformación cuyo resultado final será la formación de una nueva mentalidad que produjo un cambio en la cultura, al que contribuyeron de forma conjunta humanistas, artistas, artesanos, literatos, comerciantes, filósofos, y hombres de acción, a los que corresponde el mérito de ser los iniciadores de la modernidad. El Renacimiento es un período enormemente complejo y plural por la heterogeneidad de los elementos presentes en él, donde lo viejo y lo nuevo se entrecruzan y mezclan. Hay ciertamente en el Renacimiento una supervivencia de ciertos aspectos de la vida medieval, pero lo que le define y distingue es la germinación y desarrollo de una vida nueva que terminará dando sus frutos. El hecho de que los pensadores de esta época tengan clara conciencia de ello es precisamente lo que marca la distancia y separa de raíz al Medievo del Renacimiento. El hombre renaciente tiene una nueva imagen del mundo al que no ve como un lugar de paso, sino como algo valioso y bello, objeto digno no sólo de contemplación, sino adecuado para que, mediante su trabajo, el hombre pueda construir en él su morada. Lo que hace que los hombres del Renacimiento sean auténticamente "modernos" es la exaltación de la dignidad y la grandeza del hombre, al convertirle en protagonista de su propio destino. Los humanistas y filósofos enseñarán que el hombre con su inteligencia y con sus manos es capaz de dominar las cosas y de organizar humanamente, esto es, de forma racional y libre, la comunidad a la que pertenece. Esta capacidad creadora, que el hombre es el único en poseer, es lo que hizo que muchos de los filósofos del Renacimiento abandonaran el símbolo medieval de Adán por el de Prometeo, inventor

de todas las artes y los instrumentos de la vida civil. Un tema central de la literatura, del arte y de la filosofía renacentista es la del papel creador que desempeña el hombre, que de ser un simple juguete o espectador frente a las fuerzas cósmicas, pasa a convertirse en verdadero protagonista de su historia. En los círculos humanistas y filosóficos de los siglos XV y XVI se fue consolidando un espíritu crítico desprovisto de prejuicios que impuso un cambio de rumbo en la historia del pensamiento humano al cuestionar el método de la tradición y las "autoridades" sobre el que se había basado gran parte del saber medieval, por un nuevo método de autonomía frente a lo recibido del pasado. El hombre renacentista quiere conocer y gozar de este mundo labrando su existencia en libertad, pero no al margen de Dios. Lo que sí existió fue un proceso de secularización en el pensamiento y en su actitud ante el mundo, pero eso no implicó la irreligiosidad ni el ateísmo, que fueron fenómenos raros en el Renacimiento. Dios estaba presente, pero los hombres se colocaron cara al mundo intensificándose cada vez más su interés por él. La religión se convierte, especialmente durante el siglo XV, en un asunto privado, adoptándose una evidente actitud de indiferencia y de desprecio hacia la autoridad de la Iglesia y de sus representantes. Esta es, sin duda, una de las raíces del protestantismo. Sin embargo, aún reconociendo que el protestantismo contribuyó a librar al hombre de la tutela de la Iglesia en sus relaciones con Dios, no hay que olvidar que la concepción

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luterana del hombre es tremendamente pesimista, dejándole atrapado en su culpa y pecaminosidad, angustiado con la conciencia de que su destino está fijado desde la eternidad y que nada puede hacer para modificarlo. Esta concepción del hombre es profundamente antirrenacentista y antimoderna. Fue precisamente este pesimismo determinista en la concepción del hombre lo que impidió a un humanista liberal como Erasmo el adherirse al protestantismo. Además no hay que olvidar que tanto la Reforma como la Contrarreforma son dos movimientos religiosos, esto es, que ven al hombre y al mundo desde una perspectiva de fe y no de razón, que es otro aspecto esencial que caracteriza al hombre moderno. El hombre del Renacimiento, de acuerdo con la tradición clásica, adopta una actitud racional ante el mundo, pero al no haber abandonado su fe religiosa mantiene una escisión interior que sólo supera en la medida en que su fe es algo consuetudinario y convencional. Los renacentistas adoptan una actitud en línea con la tradición clásica, y así la renovación cultural que tuvo lugar a finales del siglo XIV y comienzos del XV tuvo como lema el del "retorno los clásicos". El humanismo filosófico sostenía la necesidad de estudiar e imitar a los antiguos, pero no se limitaba a glosarlos e interpretarlos, sino que veía en ellos auténticos modelos del uso autónomo

de la razón. Al mirarlos como modelos del pensar y no como dioses omniscientes, sustituyeron el principio de autoridad, método que utilizado en la Edad Media, por el de la libre investigación. Fueron los filósofos humanistas los que, debido a sus preocupaciones histórico-críticas, trataron de situar a los pensadores antiguos en sus dimensiones precisas, encuadrándolos en su propia época. Así Aristóteles, p. ej., es visto como un gran filósofo, pero no como la encarnación de la ciencia, y su pensamiento fue limitado por ser un producto histórico, ligado a determinado tiempo y lugar y surgido para responder a situaciones y problemas propios de su época. A medida que nuevos descubrimientos geográficos, científicos y técnicos fueron llegando, se pudo apreciar la limitación de las doctrinas de los antiguos, lo que provocó que se volviese la espalda a las teorías recibidas, y que la experiencia y reflexión personal se constituyesen en métodos imprescindibles del nuevo rumbo del pensamiento. Pero todo ello no llevó a los filósofos y pensadores renacentistas al desprecio o la indiferencia hacia el pensamiento de la antigüedad, muy al contrario valoraron muy positivamente sus logros, pero lo que sí hicieron fue apreciarlo en su justa medida, poniendo de manifiesto que los ingentes cambios ocurridos en su propio mundo exigían un nuevo saber que no podía ser hallado en la antigua filosofía, aunque sí buscaron y creyeron encontrar en ella un estilo autónomo de pensamiento que debía ser imitado. La superioridad de los modernos sobre los antiguos, tema frecuente en el Renacimiento, se debe precisamente a que, como dicen algunos renacentistas, "subidos sobre sus hombros" , podemos divisar y ver más cosas, pero también a que dejaron muchas más por resolver y eso constituye la tarea que queda por realizar a los hombres de la nueva época. El nuevo orbe filosófico que surge en esta época permite separar la filosofía renacentista de la escolástica medieval, tanto por las nuevas exigencias metodológicas como por cambiar la imagen de una filosofía que empieza a interesarse por investigaciones concretas en las ciencias humanas y de la naturaleza, pero sigue existiendo una problemática heredada en parte de la filosofía medieval cristiana, como la preocupación por el lugar que ocupa Dios en el esquema de las cosas. La filosofía humanista fue el primer paso de un desarrollo intelectual en la línea de un pensamiento secular moderno. En el Renacimiento se dio una enorme importancia al hombre, a su dignidad y a su lugar privilegiado en el Universo, y estos aspectos son característicos de esta época y no enlazan con influencias medievales, para las que la dignidad del hombre no descansaba en su libertad y capacidad de creer, sino en ser una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. En este sentido puede decir con razón Ortega que "La vida antigua fue cosmocéntrica; la medieval teocéntrica; la moderna antropocéntrica".

III. 2. EL HOMBRE PROTAGONISTA DE SU DESTINO La creencia, auténticamente humanista, en la potencia creadora del hombre capaz de modelar el mundo y su propio destino, frente a una concepción estática del hombre que dominaba en el Medievo y que veía a éste como un mero espectador en el conjunto de las fuerzas cósmicas y cuya alternativa era confiar en Dios, surgirá en el Renacimiento, y dará lugar a un nuevo concepto de

hombre que, confiado en sí mismo, en su razón, en su capacidad de construir, debe convertirse en artífice de sí mismo y de su destino.

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Los textos de exaltación de la grandiosidad humana se compusieron en la Florencia del siglo XV y por encima de todos ellos destaca la famosa "Oración sobre la dignidad del hombre" de Pico de la Mirandola. La grandeza del hombre no reside en ocupar un lugar privilegiado en la estructura del universo, ni en la excelencia de su naturaleza que le convertiría en una especie de intermediario de todas las criaturas, ni se encuentra, ni reside en la capacidad inquisitiva de su razón, su grandeza no depende de su ser, sino de su libertad con la que el hombre puede hacerse a sí mismo a su gusto, esto es, convertirse en "libre escultor y modelador de sí mismo". El hombre no tiene una naturaleza fija, concreta y determinada, su carácter milagroso reside en ser un punto de libertad total en el universo. El hombre tiene ante sí una infinidad de posibilidades y él mismo es una infinita posibilidad abierta, capaz de elegir por sí mismo lo que quiera ser, él es el artífice de su propia suerte. Para Pico el hombre puede emplear mal su grandeza: no es lo mismo ser una cosa u otra y, por tanto, hemos de procurar no convertir en perniciosa la saludable opción libre que se nos otorgó. La libertad es una llamada hacia la perfección, hacia la plena realización, pero también puede convertirse en un proceso corruptor, y en este sentido la miseria del hombre radicará en el mal uso que haga de su libertad, pero de ninguna forma cree Pico, ni la mayoría de renacentistas, que la depravación forme parte esencial de la naturaleza humana, ya que esa naturaleza no es algo dado y fijo. El mito del "pecado original" se desvanece. Los humanistas no creen que hayamos heredado ningún pecado de Adán, pero sí afirman que es posible que sigamos su ejemplo, es decir, podemos corrompernos con nuestro obrar, pero no somos seres depravados y corruptos. Esta concepción del hombre muestra la profundidad de la ruptura renacentista, con respecto a la concepción medieval, para la que fue el pecado de Adán quien hizo perder la dignidad natural al hombre; e igualmente pone de manifiesto la radical distancia que separa la concepción humanista del hombre, que está en la base de la concepción moderna del mismo, de la concepción que mantiene la Reforma protestante, tanto en Lutero como en Calvino, que niegan la grandeza del hombre e insisten en la pecaminosidad y depravación del mismo, tras la caída de Adán. La libertad, tal como la entiende Pico, no es una posibilidad vacía, cerrada en sí misma, sin horizontes, es una libertad para hacerse y para obrar, para elegir, para serlo todo, para abarcarlo todo, para apropiárselo y dominarlo. El hombre se hace a sí mismo actuando en el mundo, su destino es

enseñorearse de la propia naturaleza y es precisamente en esta reestructuración y remodelación del mundo cuando se da un rostro propio; la huella que deja en el mundo con su acción y su trabajo, el oficio que en él desempeña, le permite tener una imagen y una faz propia. El hombre está íntimamente unido a la naturaleza y en esta relación puede dominar sobre los elementos y la naturaleza toda. "Si queremos podemos" proclama Pico; y la razón de ese poder es que al carecer de una naturaleza concreta, siendo libertad total, se encuentra fuera y por encima de la jerarquía de los seres y, por tanto, puede transformarlo todo y provocar la sujeción de todas las formas al hombre. Fue esta apasionada preocupación de Pico por la libertad lo que le llevó a luchar contra el determinismo astrológico, que consideraba que el mundo histórico y el natural eran consecuencia necesaria del influjo de los cuerpos celestes. Es cierto que tal determinismo, tal como era defendido, por ejemplo en Pompanazzi, había alejado lo sobrenatural del mundo, liberando a los hombres del capricho de los dioses, pero éstos seguían atados al movimiento de los astros. Pico no acepta ningún tipo de determinación que le venga de fuera, ya sea material o espiritual. El hombre no tiene una naturaleza que lo ate o determine, él es el padre de sí mismo, resultado de su propia acción. Con Pico la libertad se convierte en una categoría antropológica que afecta a todos los hombres sin distinción y esta novedad fue una verdadera revolución que el Renacimiento aportó a la modernidad. Cuando se habla en exclusiva de la "revolución científica" se olvida que ésta fue posible gracias a la revolución antropológica que la precedió y que vio en la ciencia y en la técnica el instrumento imprescindible para la realización de esa libertad constitutiva del ser humano. Bruno, que al igual que Pico, está contra la astrología, afirmará que el verdadero cielo se encuentra en nuestro espíritu y que no podemos someternos a poderes ajenos a nosotros mismos. Sólo los hombres regidos por las supersticiones tienen a los astros como soberanos supremos de su destino. Es preciso derribar esos supuestos poderes por los del hombre mismo, pero sólo será posible si desarrolla en sí mismo ese sentimiento heroico que le permitirá alcanzar su madurez y realizarse plenamente. Otra línea argumental en el Renacimiento: afirmando con la misma intensidad la excelencia del hombre, no la concibe como lo hacen Pico y sus seguidores. La realización del hombre sigue estando

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en la libertad, pero una libertad entendida de forma muy distinta, en especial en lo que se refiere a la relación del hombre con la naturaleza, cuyo poder queda limitado por el inmutable orden de las cosas al que el hombre como todos los demás seres está atado. Esta línea de pensamiento es la que se encuentra en Pompanazzi, máximo representante del aristotelismo, y que está al mismo tiempo

fuertemente influenciado por las corrientes humanistas. Él va a defender una concepción de la dignidad del hombre que nada tiene que ve con la de Pico: en su libro "De incantationibus" (“Sobre los encantamientos”) en el que pretende reducir a causas naturales todos los fenómenos "maravillosos" o "milagrosos" que s...


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