Silba y Spartano. Cumbia Nena. Letras, relatos y baile según las bailanteras PDF

Title Silba y Spartano. Cumbia Nena. Letras, relatos y baile según las bailanteras
Author Martin Rodriguez
Course Comunicación y cultura para el cambio social
Institution Universidad Nacional de Quilmes
Pages 4
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Silba y Spartano. Cumbia Nena. Letras, relatos y baile según las bailanteras
Comunicación y cultura
UNQ 2019...


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Malvina Silba y Carolina Spataro Cumbia Nena. Letras, relatos y baile según las bailanteras Introducción La cumbia fue concebida como música para la diversión y la celebración festiva a través del baile. Tuvo aceptación sobre todo de los sectores populares y fue menospreciada por las capas intelectuales.Vila sostiene que el sentido de la música está ligado a las articulaciones en las cuales dicha música ha participado en el pasado. Si bien dichas articulaciones no actúan como una camisa de fuerza que impide su rearticulación en configuraciones de sentido nuevas, sí actúan poniendo límites al rango de articulaciones posibles en el futuro. A fines de los 80 el mercado de la música tropical se afirmó como un espacio central para la explotación comercial, produciendo un proceso de adaptación de estilos de cumbia a los diversos sectores de consumidores. La difusión masiva que alcanzaron en los medios de comunicación y en éxito de las presentaciones en lugares frecuentados por la clase media alta argentina no ocultaban las diferencias sociales existentes que la cumbia señalaba: los músicos y sus públicos seguían siendo representados por los estratos más bajos de la pirámide social y su posición de clase no cambiaba por formar parte de la “movida tropical”. A fines de los 90 y en un contexto de crisis social y económica, surgió un nuevo subgénero: cumbia villera. Incorporó a sus letras tópicos que no eran habituales en este género, vinculados con las problemáticas sociales. Al ubicarse como referente de las condiciones de vida de los sectores populares urbanos, la cumbia villera intentó colocarse como “reflejo” de los que les sucede a los sujetos pertenecientes a dicho estrato social. Se dice de mí: narrativas de género en la cumbia villera La CV introdujo nuevos tópicos a la música popular. Además del consumo de ddrogas y actos delictivo, este subgénero tiene la figura de la mujer como uno de sus ejes centrales. El lugar de las mujeres dentro de estas líricas musicales está definido por las prácticas que se les adjudican. Este discurso muestra a un cuerpo que adquiere representatividad sólo para darle placer al hombre. Los fragmentos del cuerpo representados son siempre los mismos: la vagina y la cola de las mujeres. El discurso musical de la CV parece remitir siempre a imágenes idénticas: mujeres que abren las piernas, practican sexo oral y mueven la cola, hombres que las apoyan y se excitan. Se cierra el sentido y se imprime una representación que ubica a la mujer en un lugar de objeto para ser consumido y mostrado. Las relaciones de poder están aquí discursivamente construidas por el género. Las jóvenes son convocadas desde el discurso en un espacio de preponderante pasividad sexual. El goce no es para ellas sino para ellos. A través de este discurso se otorgan nombres y rótulos que definen relaciones sociales, sujetos y posiciones dentro de un campo, los cuales tienden a instaurarse como “naturales” por la monoacentuación que se carga sobre un término. El sentido nunca es acabado, cerrado e inmutable, las construcciones son siempre precarias, contradictorias y en proceso. En este proceso, la cultura masiva cumple un papel importante en las sociedades contemporáneas ya que no sólo es un conjunto de objetos sino un principio de comprensión, un modelo cultural desde el cual los grupos y los individuos viven esa cultura.

Hay que preguntarse qué tipo de significaciones construyen estos relatos, qué clase de configuraciones identitarias promueven. Sin embargo, esto no quiere decir que cualquier representación sea aceptable: las letras de la CV construyen una representación de la mujer en donde sus deseos y su voz no son puestas en escena, su presencia se justifica para darle placer la hombre, y el lugar subordinado está siempre ocupado por ellas. Sin embargo, el reposicionamiento de la mujer se evidencia no sólo dentro de los movimientos sociales y en ámbitos laborales, sino también en la INSTANCIA LÚDICA que el baile habilita y en la construcción de nuevos vínculos con los hombres. La mujer se ubica en un rol sexualmente activo y no como objeto de placer de los varones. El Estado a través del COMFER, dictó en 2001 una serie de pautas para la evaluación de la CV debido al incremento de la difusión de las bandas. Los contenidos que se consideran como una infracción a la normativa son la exaltación del consumo de sustancias tóxicas, la exaltación de los efectos de éstas como positivos, el relato de factores detallado de factores como la distribución de sustancias tóxicas, la exaltación de prácticas como el delito o la transgresión de normas y asociación del contenidos de violencia o temáticas de índole sexual. Pero para el Estado la subordinación de la mujer no es un tema que implique ningún timpo de riesgo. Al igual que la industria cultural, el Estado refuerza la dominación de género. A las mujeres ¿les gusta la CV? Recuperando la palabra de las que no cantan Las representaciones proponen modelos de vida, invisten de sentidos a las prácticas, y lo que los sujetos “hacen” con esas representaciones es un punto importante para el análisis: el consumo debe ser comprendido como un modo de producción otro, silencioso y disperso, que ubica a los sujetos en un espacio activo. Consideran que la música es un tipo de artefacto cultural que provee a las personas de diferentes elementos para la construcción de sus identidades sociales, porque la matriz musical permite la articulación de una particular configuración de sentido cuando los seguidores de ésta sienten que las mismas se vinculan con la trama argumental que organiza sus vidas. Indagar sobre la instancia de recepción de la CV implica el análisis de los sistemas simbólicos, o sea, de las formas en las que las sociedades representan en este caso al género, haciendo uso de éste para enunciar las normas de las relaciones sociales o para construir el significado de la experiencia. Se hicieron entrevistas en 2006 en un barrio de clases populares de la zona sur y en la fila que se forma en la puerta de entrada de Pasión de sábado. Las jóvenes expresaron rechazo al modo en que las letras tratan a las mujeres. El punto de coincidencia en estos relatos es que las letras de CV “se zarpan”. Pareciera que la representación de la mujer como objeto, presente en otros subgéneros de la cumbia, y en otros productos de la industria cultural, es aceptable. Pero lo que narra la CV no. Las trolas son las otras o cómo las mujeres refuerzan el estigma Conjuntamente con la impugnación por parte de la mayoría de los testimonios conviven algunos que sostienen que las letras dicen lo que otras mujeres hacen. En este caso, las entrevistadas hablan de ellas y de las otras: construyen una oposición entre las decentes frente a “las otras”, las

que están con los músicos de las bandas, práctica aparentemente repudiada por este grupo: el límite es moral. La representación de las mujeres como objeto sexual estereotipado está siendo cuestionada, pero tales cuestionamientos conviven con una revalorización de la mujer fiel, de “su casa” y decente. Estas mismas mujeres no parecen cuestionar una representación de sí mismas que la cumbia romántica estructura a partir de tres trópicos fundamentales: la musa inspiradora, propiedad del hombre y la traidora. Esto propone lo que Ana María Fernández define como “Mujer de la Ilusión”. Durante la modernidad su imagen fue construida sobre la base de tres mitos: el mito de la mujer madre, de la pasividad erótica femenina y del amor romántico. Si bien pueden afirmar que las jóvenes entrevistadas cuestionan la representación sexista que las letras de CV construyen de ellas, dicho cuestionamiento solo existe en función de que éstas exceden el límite de lo que están dispuestas a soportar. O sea, los productos de la industria cultural menos cuestionados son aquellos más cercanos a la figura romántica que a la erótica y sexualizada. Las entrevistas permiten señalar que la música que las jóvenes eligen para escuchar en su vida cotidiana es la cumbia romántica. Esto no significa un total rechazo a la CV sino una instancia de negocación en la que dichas jóvenes lo aceptan para bailar y divertirse. Una cuestión de actitud: aceptación, negociación y rechazo a través del baile En las entrevistas se marcó una clara división entre la música para escuchar y aquella escogida para bailar: la CV no es una elección musical de las entrevistadas en la vida cotidiana. Uno de los lugares donde no pueden evitar escucharla son las bailantas. Las letras de CV parecen tener otros “significados” en el espacio de las bailantas. Esto permite afirmar que existe una covivencia de múltiples significados: uno de ellos construido en prácticas discursivas y otro en prácticas corporales. “Algunos grupos sociales, y algunas formas identitarias, se construyen otorgando un papel preponderante a lo corporal y a la experiencia que el cuerpo soporta” dice Blázquez. De todas esas prácticas posibles, las ligadas al baile son centrales en la vida de dichas mujeres, para quienes ir a bailar constituye uno de los momentos más importantes de la semana. Las diferentes (y en apariencia contradictorias) formas de posicionarse de las jóvenes frente al mencionado producto cultural se vinculan con los distintos contextos y situaciones. No es lo mismos el ámbito de la vida hogareña que una reunión con amigos en un lugar privado o una instancia lúdica más o menos excepcional como el baile. Noches bailanteras: entre la violencia, los cuerpos y la música Con respecto a los consumos, pudieron observar la inversión de dinero en grupos bien diferenciados de objetos. Uno es la indumentaria y el otro es la música. El lugare a donde este grupo va a bailar la mayoría de los fines de semana es una bailante de la zona. Una de las características de la dinámica bailantera es la actividad corporal intensa relacionada principalmente con la cantidad de público que ingresa a la bailanta, y con la disputa por el espacio que eso exige. En dicha disputa, las jóvenes no sólo deben garantizar la conservación del lugar adonde quieren estar sino soportar el plus que representan los varones que intentan seducirlas, invitarlas a bailar o tocarlas. Pudieron confirmar en las entrevistas lo observado en las actitudes de algunas chicas: que muchas de ellas no tienen reparo ni vergüenza en defenderse de las agresiones de los varones.

Mientras bailaban parecían encontrarse en su máximo momento de disfrute, participante de un ritual netamente femenino, adonde los varones tienen el ingreso vedado. Lo partidular de este baile, además de la coreografía que las chicas habían desplegado, fue que se desarrolló al ritmo del menaíto pero acompañado por las tradicionales letras de CV. No hay contradicción alguna entre criticar las letras y bailarlas en la medida en que entendemos la práctica del baile como uno de los lugares donde las mujeres encuentran un espacio propio de celebración festiva de su cuerpo, su sensualidad y su talento para el baile. Pueden inferir que estas jóvenes encuentran en el baile una respuesta posible frente a los varones que las denigran a través de las letras de las canciones y al abalanzarse sobre ellas con el objetivo de manosearlas. Ese tipo de respuestas constituyen una forma identitaria anhelada o imaginaria en donde lo que prima es el deseo de las mismas de poder ejercer su libertad y su autonomía articulando la instancia discursiva con la corporal. Es inevitable la mención a la industria cultural, que impone estilos y bandas musicales con el único objetivo del rédito económico. En ese ámbio existe total ausencia de regulación por partde del Estado. Conclusión Si bien la industria cultural continúa ubicando a la mujer en un rol subordinado con respecto al del varón, tanto en la cumbia romántica como en la CV estas jóvenes se posicionan, discursiva y corporalmente, en un rol activo y no como mero objeto de placer de los hombres. Frente a la oferta que les brinda el subgénero villero, ellas cuestionan el contenido sexista de las letras y le orotgan otros sentidos en el espacio de las bailantas, sin que esto implique contradicción alguna. En un contexto sociocultural que las denigra y las relega a mero objeto, ellas dan una respuesta a través de la práctica del baile y articulan con su vos y con su cuerpo diferentes tácticas para subvertir ese sentido naturalizado, reclamando de múltiples maneras un lugar de mayor autonomía....


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