Sociologia rural completo resumido PDF

Title Sociologia rural completo resumido
Author jose antonio crespo morgado
Course Sociología Rural
Institution UNED
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SOCIOLÓGICA RURAL

TEMA 1. Definiendo lo rural

Introducción En una asignatura denominada “Sociología Rural” resulta fundamental delimitar claramente el objeto de análisis de esta disciplina. Hablar de “rural” implica hacer referencia a un concepto construido y, por tanto, dinámico y susceptible de variar a lo largo del tiempo. La concepción generalizada, durante muchos años, del “mundo rural” como opuestos al “mundo urbano” y como una escala inferior en la escala de la modernización y progreso, permite explicar, en gran medida, su configuración actual. En el segundo epígrafe se muestran las diferentes definiciones que existen, en la actualidad, para tratar de delimitar y operacionalizar este objeto de estudio, así como los criterios en los que se sustenta cada una de ellas: tamaño del municipio, densidad de población, renta, porcentaje de activos en el sector agrario, etc. El tercer epígrafe aborda una de las cuestiones sustanciales, como es el contraste que todavía hoy pervive entre las áreas rurales y urbanas. Una desigualdad que se percibe, tanto a nivel demográfico (presentando elevadas tasas de masculinización y envejecimiento), como económico (con un mayor índice de pobre relativo y unos ingresos más bajos) y de dotación de infraestructuras (con especial incidencia en el acceso más restringido a las nuevas tecnologías), en términos de dinamismo de los mercados de trabajo, así como a nivel social y cultural.

La tradición de los “estudios rurales” y la nueva conceptualización de lo rural El análisis de lo rural ha sido objeto de extensa atención por parte de las Ciencias Sociales en sus respectivas disciplinas: Sociología, Economía, Antropología, Geografía, etc. Este campo de estudio surgió durante la segunda mitad del siglo XIX coincidiendo con las primeras transformaciones de estos espacios como consecuencia de la industrialización con un carácter asistencial, pues su objetivo era fomentar los cambios necesarios para que las comunidades rurales “avanzaran” a partir de la introducción de valores “modernos”. En esta perspectiva inicial, lo rural y lo urbano eran concebidos como dos realidades diferentes y contrapuestas. Una visión acorde con las formulaciones teóricas de la época que analizaban la evolución de las sociedades a partir del establecimiento de tipos dicotómicos representados por una serie de características o indicadores “modelo”. La percepción de lo rural y lo urbano como dimensiones diferentes comenzó a ponerse en entredicho a mediados de los años 20 del siglo xx, al considerar que no existía una separación neta entre ambas realidades, sino un continuum, una gradación entre sociedades rurales y urbanas, lo que Sorokin y Zimmerman (1929) denominaron el “continuum ruralurbano”. Estos autores consideraban que, entre ambas realidades, no había una división absoluta sino una mayor o menor presencia de los rasgos concebidos como rurales y de aquellos percibidos como urbanos. Este concepto será retomado en los años 40 por Redfield (1941, 1947) quien, a partir de los trabajos comparativos en cuatro comunidades mexicanas, estableció un continuum entre las sociedades “folk” y las “urbanas”. La corriente “Folk” estuvo vigente en la Antropología y Sociología Norteamericana hasta la década de los 60 y tuvo un papel muy importante en la corriente que Sevilla Guzmán (1997) denomina “perspectiva de la modernización agraria”. En resumen, el objetivo último de estas líneas de estudio era conocer los rasgos de los campesinos para poder establecer los mecanismos adecuados que permitieran convertirlos en agricultores industrializados adoptando, para ello, los rasgos propios de la modernización. Esta visión es la que estuvo presente, y la que aún hoy tiene vigencia, en el diseño de la política —1—

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agraria europea y en la dinámica que fue aplicada, en décadas posteriores, en los países en desarrollo, bajo el término “revolución verde”. El cuestionamiento más claro de la concepción de lo “rural” como mundo separado y homogéneo fue desarrollado por Oscar Lewis (1951). Este autor puso en evidencia que los rasgos considerados “folk” podían no estar presentes en las sociedades rurales, pero sí en las áreas urbanas, tal y como localizó en determinadas áreas de la ciudad de México. La emergencia del paradigma de la Teoría de la Dependencia y el Subdesarrollo vino a romper, definitivamente, con esta dualidad rural/urbano al mostrar que el desarrollo es un proceso multilineal. Este nuevo contexto teórico impulsó la emergencia, en los años 60 y 70 del siglo XX, de una corriente de estudios denominada Nueva Escuela de Estudios Campesinos (Newby y Sevilla Guzmán, 1983). Un enfoque que: •

Abandonaba la visión de estas sociedades como unidades aisladas y cerradas para entenderlas, en términos de economía política, como partes una sociedad más amplia con la que mantiene fluidas y estrechas relaciones;



Centraba su interés en el estudio del impacto y de las transformaciones que la paulatina introducción del capitalismo generaba en las economías domésticas campesinas.



Se caracterizó por su carácter interdisciplinar, por la incorporación de la perspectiva marxista en el análisis del papel de la agricultura en el modelo capitalista).

En la década de los 80 del siglo XX se empieza a hablar del “ocaso de lo rural” como categoría explicativa. Y ello porque la incidencia de la reestructuración económica global en las áreas rurales y la aparición de fenómenos como el commuting, ponían de relieve que las diferencias que podían haber existido entre los espacios y las comunidades rurales y urbanas, habían terminado por diluirse. Es en la primera de estas líneas de análisis donde se inserta la tesis de la reestructuración rural. Una perspectiva que, a mediados de los años 80, se dedicó a analizar la incidencia que los procesos globales estaban teniendo en los espacios rurales, así como las ventajas comparativas en términos económicos, de acumulación de capital y como espacios de consumo que ofrecían las estructuras sociales y espaciales de las áreas rurales. El énfasis se situaba, así, en el estudio de las características que adopta una ruralidad crecientemente segmentada como resultado de su inserción en dinámicas de alcance global (Oliva, 1995) y en el análisis de las formas que adquieren las expresiones locales de la globalización (Aguilar y Bueno, 2003) en los espacios rurales. Por otro lado, algunos de los miembros de esta corriente fueron los primeros en promover lo que se ha denominado como “giro culturalista” (Cloke, 1997) o perspectiva constructivista. El eje fundamental de este enfoque es la consideración de lo rural como una categoría social, como una forma de pensamiento sobre el mundo y una forma de clasificación. Esta perspectiva resulta fundamental para analizar un panorama conformado por múltiples ruralidades sobre el que diferentes actores sociales (ecologistas, turistas, ganaderos, nuevos residentes, agricultores, agentes de desarrollo local, etc.) pugnan por imponer un significado específico. Tal situación ha propiciado la generalización de múltiples representaciones acerca de lo que es y significa lo rural, construidas en función de las representaciones e intereses que se proyectan sobre el mismo. “La naturaleza de lo rural ya no se construye desde una diferencialidad productiva la agricultura sino que es entendida como una distinción social, distinción que se elabora por la interacción de diferentes actores sociales”. Lo rural deja, por tanto, de constituir una entidad física para pasar a ser un espacio fluido y complejo. Un fenómeno que adquiere unos contenidos y unos rasgos específicos en cada lugar y momento concreto y que, aunque está adscrito a una dimensión local, su análisis permite ahondar en las interrelaciones que se establecen entre lo global y lo local. A este proceso hay que sumar que, que en la etapa de la postmodernización y en consonancia con la preponderancia que han adquirido los signos frente a los objetos materiales, se ha producido una revalorización de lo rural que pasa a constituirse en un objeto de consumo privilegiado. —2—

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En resumidas cuentas, mientras las disparidades espaciales, económicas y culturales atribuidos a la ciudad y al campo se han desdibujado, es en la distinción social de la ruralidad donde las diferencias significativas entre rural y lo urbano permanecen (Cloke, 2006). Un fenómeno que se halla intrínsicamente ligado a la función que desarrolla lo rural en el imaginario cultural e ideológico de la postmodernidad en el que se produce, ya que: “como elemento imaginario asociado a lo natural, la salud, la identidad, la pertenencia... “lo rural” pasa a formar parte de nuestras estrategias identitarias, de consumo, residenciales, turísticas, etc.”. El interés de una sociedad crecientemente urbanizada e industrializada por unos lugares, costumbres y sentimientos que se perciben, de forma nostálgica, como supervivencias de un modo de vida ya casi perdido, y que se asocian con un mayor contacto con la naturaleza, una mayor sociabilidad, mejores estándares de calidad, etc., nos permite entender la nueva funcionalidad que han adquirido los espacios rurales.

Sobre la definición de la ruralidad Existen multitud de definiciones del medio rural (y de la sociedad rural), en función de factores diversos (demográficos, territoriales, económicos, culturales, etc.). Dado que los datos estadísticos relativos a esas zonas (con independencia de cómo se las defina) suelen disponerse sólo a nivel municipal, las definiciones deben conjugar un elemento significante y otro territorial. El criterio más frecuentemente utilizado es la densidad de población. Y desde luego este criterio discrimina bien las zonas rurales de las urbanas, pues la baja densidad poblacional (esto es, poca población en mucho territorio) es un rasgo característico de las zonas rurales, frente a la alta densidad poblacional (mucha población en poco territorio) que caracteriza al fenómeno urbano. Y la densidad está asociada con el grado de dispersión de la población sobre un territorio, de modo que las zonas rurales no sólo son zonas de baja densidad sino también de gran dispersión territorial. Factores ambos de importantes consecuencias sociales. El criterio de la densidad es utilizado, por ejemplo, por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) y por EUROSTAT. Definir la ruralidad en base a la densidad de población La OCDE (1994) define como rurales aquellas unidades locales (por ejemplo, municipios) con una densidad de población de menos de 150 habitantes por km . Un criterio demasiado amplio para el caso de España, ya que según el MARM (2009c), la densidad media es de 92 habitantes por km. En las zonas rurales, la densidad es mucho menor que la media nacional: 19,79 hab/km lo que, junto con la mayor dispersión de la población en estas áreas limita, en gran medida, sus posibilidades de desarrollo económico. El despoblamiento rural se ve acentuado en los municipios rurales de pequeño tamaño (18 hab/km de media), siendo Aragón y las dos Castillas (1011 hab/km) las Comunidades más despobladas. Para tratar de operacionalizar esta definición de lo rural, la OCDE realizó una clasificación de las regiones en diferentes categorías: •

Predominantemente Rurales: si más del 50% de la población de la región vive en municipios rurales;



Intermedias: si entre el 15% y el 50% de la población de la región vive en municipios rurales;



Predominantemente Urbanas, si menos del 15% de la población de la región vive en municipios rurales

En 1988 EUROSTAT estableció una Nomenclatura de las Unidades Territoriales Estadística (NUTs) para dar uniformidad en las estadísticas regionales europeas, aunque dicha Nomenclatura no entró en pleno funcionamiento hasta 2003. Por unidad territorial se entiende una región geográfica con una autoridad administrativa establecida y con competencia institucional y legal en el estado en cuestión. Es decir, esta Nomenclatura se establece en base a las unidades administrativas ya existentes en cada uno de los estados miembros. Por ejemplo, en España, los niveles de NUTS han quedado prácticamente igualados a la organización políticoadministrativa existente. Los NUTs 1 corresponden a una agrupación de Comunidades Autónomas, los NUTs 2 a las Comunidades Autónomas y los NUTs 3 a las provincias e islas. —3—

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Basándose en esta nomenclatura, y utilizando el criterio de densidad de población de la OCDE, se elaboró un mapa de la ruralidad a nivel europeo. Es decir, los territorios europeos a nivel NUTs2 y NUTs3 se clasificaron como rurales. Para el caso español, ello supuso (como vemos en los Mapas 2 y 3) que en cinco Comunidades Autónomas: Madrid, País Vasco, Aragón, Cataluña y Comunidad Valenciana no se contemplara la existencia de zonas rurales. A nivel NUTs3 la situación se transforma notablemente y pasa a refleja mejor la extensión e importancia de las áreas rurales puesto que la mayoría de las comunidades autónomas, exceptuando Madrid, incluirían alguna de estas zonas. Sin embargo, hay que destacar que el peso de las grandes ciudades provoca una cierta distorsión en esta clasificación a nivel provincial y de islas ya que, por ejemplo, la situación de la provincia de Zaragoza en esta clasificación cambiaría notablemente si excluyéramos a su capital. Para superar las limitaciones de este modelo, EUROSTAT acuñó el concepto “grado de urbanización” en el que se combina la densidad de población (aunque en este caso se consideraría rurales las unidades locales con una densidad de menos de 100 habitantes por km) con el tamaño de las unidades locales, estableciendo tres categorías: •

Zonas densamente pobladas (ZDP), caracterizadas por una densidad superior a 500 hab/ km, y al menos 50.000 habitantes.



Zonas intermedias (ZIP), unidades locales que, aunque no pertenecen a una zona densamente poblada, tienen una densidad mínima de 100 hab/km, o bien la población total de la zona es superior a 50.000 habitantes, o bien es adyacente a una zona poblada densamente.



Zonas poco pobladas (ZPP), las que tienen una densidad de menos de 100 habitantes por km2 y su población es inferior a 50.000 habitantes (aquí es donde entrarían las zonas rurales).

Definir la ruralidad en base al tamaño del municipio Por tanto, a lo largo de las últimas décadas se han desarrollado una serie de indicadores que permiten realizar comparaciones a nivel internacional. Con todo, y como ya hemos señalado, estos criterios no permiten reflejar claramente la realidad de los espacios rurales españoles. Para la delimitación de los territorios rurales, en España, el INE ha utilizado como indicador el tamaño del municipio, considerando municipios rurales los que tienen hasta 2.000 habitantes; los intermedios entre 2.001 y 10.000 y los urbanos los superiores a 10.000 habitantes. Esta clasificación es las que se utiliza más frecuentemente en los estudios rurales. Si bien, dependiendo de los datos utilizados y los intereses de la investigación, muchas veces se consideran rurales a los municipios de menos de 10.000 habitantes. Con todo, conviene advertir las limitaciones de este indicador pues el uso de los municipios como unidad de análisis oculta más que revela la realidad sobre el significado de la ruralidad es España. La razón es que si se utiliza como unidad de análisis los núcleos de población y se considera un mismo criterio de tamaño (p.e. núcleos de menos de 10.000 habitantes), la dimensión de la ruralidad es diferente si se hace referencia a los municipios o las entidades singulares de población. En la mayoría de las regiones españolas el municipio no constituye una unidad de asentamiento sino que, por el contrario, comprende múltiples entidades de población diversas. Por tanto, si la unidad de análisis son las entidades de población, se acentúa la ruralidad de buena parte de la población objeto de estudio ya que se convierte en rurales a municipios que, sumada la población de todas sus entidades, superan los diez mil habitantes (umbral habitual de la ruralidad en muchos estudios). Hay que tener en cuenta, asimismo, que la ruralidad no sólo designa a poblaciones pequeñas sino que se define también por su carácter disperso (ocupación y uso extensivos del espacio frente a la ocupación y uso intensivos del espacio característico de la ciudad, como ya hemos comentado) (Gómez Benito, 2000). Definir la ruralidad en base a la combinación de diversos factores Para superar estos problemas a la hora de definir el medio rural, la Ley 45/2007 de 13 de diciembre de Desarrollo Sostenible del Medio Rural (en adelante LDSMR) combina, en su definición, el criterio de tamaño con el de densidad. Así, en el artículo 3, define el medio rural como “el espacio geográfico formado por la agregación de municipios o entidades locales menores definido por las administraciones competentes que posean una población inferior a 30.000 —4—

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habitantes y una densidad inferior a los 100 habitantes por km”. Obsérvese que para operacionalizar esta definición se trabaja con agregados de municipios, es decir, con zonas rurales que quedan definidas como el “ámbito de aplicación de las medidas derivadas del Programa de Desarrollo Rural Sostenible regulado por esta Ley, de amplitud comarcal o subprovincial....”. Es importante distinguir el municipio rural y el espacio geográfico rural, como hace este Ley, pues una de las características de la nueva ruralidad es la movilidad y, por lo tanto, el ámbito operativo y funcional es siempre supramunicipal, normalmente comarcal o subprovincial. Un espacio que debe caracterizarse por la escasa población (...


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