Tema 3. Otras manifestaciones poéticas, la lirica tradicional, el romancero y la satira. Apuntes Maria Villegas PDF

Title Tema 3. Otras manifestaciones poéticas, la lirica tradicional, el romancero y la satira. Apuntes Maria Villegas
Author Maria Villegas
Course Literatura Española Medieval
Institution UNED
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Tema 3

Otras manifestaciones poéticas. La lírica tradicional. El Romancero. La poesía Satírica. 1. La Lírica tradicional. 1.1 Proceso de dignificación. Durante la Edad Media, la poesía culta vive de espaldas a la lírica popular. Hacia la segunda mitad del siglo XV, como consecuencia de un incipiente humanismo decidido a valorar, también en el arte, las manifestaciones más naturales y espontáneas, se inicia un proceso de rehabilitación y dignificación de esa lírica, que atravesará con intensidad creciente todo el Siglo de Oro. Margit Frenk ha señalado las etapas de ese proceso de dignificación: -

Hacia finales del siglo XV, se inicia la valoración sistemática de la canción popular.

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Tanto en la lírica religiosa como en la profana, la utilización del cantar de tipo folklórico seguirá durante la primera mitad del siglo XVI las líneas marcadas por los poetas del siglo XV.

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La diferencia estará en un cultivo más intenso y de mayor calidad estética.

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La moda cundió por todas partes entreverándose con las otras corrientes literarias.

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Apenas habrá una recopilación poética en la que no figure un villancico con estribillo de tipo popular.

En el siglo XV, comienzan a prestarle cierta atención los compiladores de algunos cancioneros, como el de Herberay des Essart, de la corte navarro-aragonesa, que incluye ya algún poemilla de sabor popular. En los cancioneros de la corte de los RR.CC, como el Cancionero musical de Palacio, es ya sistemática la incorporación de viejos cantarcillos populares, muchas veces reelaborados en villancicos.

Los músicos cortesanos adoptan la melodía popular que los acompañaba y elaboran sobre ella una pieza para varias voces conservando la letra del villancico primitivo y añadiéndole una glosa con desarrollo estrófico. Desde comienzos del siglo XVI ese gusto popularizante está completamente generalizado, decenas de pliegos sueltos, tratados de música, compilaciones de refranes o facecias, cancioneros profanos o religiosos, piezas de teatro que recogen por centenares aquellos cantarcillos populares durante todo el siglo XVI. En sus finales y en la primera década del siglo XVII, la imitación de esta lírica se practicó de forma sistemática que, como señala Margit Frenk, podemos hablar de la aparición de una escuela poética, semipopular, que unía lo folklórico con los rasgos más llamativos de la literatura culta del momento. Así, en un estilo híbrido se escribieron infinidad de estribillos y letrillas, y se creó la seguidilla, el género más típicamente popular desde entonces. 1.2 Temas de la lírica popular. En muchas ocasiones, estos cantarcillos populares, eran breves poemillas de asunto amoroso, puestos en boca de una joven mujer enamorada. Una vieja situación poética que los inspiraba era la de la confidencia de la doncella a la madre. No puedo apartarme De los amores, madre; No puedo apartarme. Es ésta una situación poética que ya se daba en las antiguas jarchas mozárabes que recoge el más simple lamento de la doncella enamorada, la forma más esencial, mínima, del canto lírico. Ese poemilla es incluido en el Cancionero musical de Palacio, con el añadido de una breve glosa, en tono un tanto reflexivo sobre la fuerza del amor. Otra situación característica es la del lamento por la ausencia del amigo, cuya llegada es ansiada con impaciencia y cierto temor por parte de la doncella. Todas estas características son las que incorporaría Fernando de Rojas al texto de la Celestina al decidir ampliar la obra y retardar las citas de los amantes. Gozosos son en otros cantares los momentos del encuentro con el enamorado, encuentros que se producen en la romería, que el Cancionero musical de Palacio desarrolla en un poemilla lírico-narrativo, que va encadenando estrofas y estribillos, otras veces el encuentro se produce en el vergel, idílico jardín de amores, o en la fuente donde los amantes participan de los mágicos baños del amor.

Ocasión de estremecedora belleza son los encuentros de los enamorados al amanecer, al que la doncella enamorada convoca: Al alba, venid, buen amigo, Al alba venid. Villancico que el Cancionero musical de Palacio desarrolla en una composición paralelística en dísticos encadenado y que constituye una de las más bellas albadas literarias. El poema es una sucesión de versos agrupados de dos en dos. Los dos primeros son los inspiradores de la composición y funcionan a manera de estribillo. Lo demás es un desarrollo de esos dos versos en técnica paralelística y encadenado, conformando dos unidades estróficas, constituidas a su vez por dos núcleos estróficos, cada uno de dos versos. El primer núcleo de dos versos recoge la llamada al amigo y su convocatoria al amanecer. El segundo núcleo repite la redacción del primero casi en su totalidad, cambiando solo la palabra o sintagma rimante final de verso por otra sinónima. Estos dos núcleos constituyen una primera unidad estrófica. A ella sigue una segunda que guarda estrecho paralelismo con la primera y se construye de forma encadenada. El segundo núcleo de esta segunda unidad se limita a variar de nuevo la palabra en rima. En todo el poema hay apenas tres versos distintos, los demás versos o repiten exactamente otro o lo varían mínimamente. Lo conceptual está disuelto en múltiples repeticiones y correspondencias. La primera estrofa recoge dos motivos temáticos: el afectivo amor de la doncella a su amigo y el temporal de la llegada del alba. Motivos que reitera en el segundo dístico. La segunda estrofa trata otros dos motivos: la llegada del alba y el secreto, el sigilo o la complicidad, íntimamente relacionado con el motivo amoroso del primer dístico. El poema privilegia el motivo temático temporal, el motivo de la llegada del alba. Lo destaca y reitera en las dos estrofas, e incluso se abre el poema con un sintagma que alude a él. Es un motivo central que resalta la plenitud de la luz, siempre presente. El motivo amoroso, por su parte, está expresado con gran intensidad: con un ponderativo (el que más) y un verbo imperfecto que marca el tiempo durativo. Ese apasionamiento se une a un amor secreto, cómplice, sin testigos, lo que le añade notas de tensión, dramatismo y cierto misterio. Todo ello expresado de manera armoniosa y trabada de repeticiones y proporciones, que conforman la técnica paralelística y el encadenado. Dando como resultado un bello poema. El amor es el tema privilegiado en toda esta lírica tradicional, junto a este suelen aparecer los temas de fiesta, los de boda y bautizos, los de viaje, trabajo y los pregones.

1.3 Forma poética. En cuanto a la forma caracteriza a estas cancioncillas una extremada imprecisión y fluctuación métrica. Frente a la forma regularizadora que presentan a partir del siglo XVII, las anteriores presentan una gran inestabilidad métrica. Suelen estar escritas en dos, tres, o cuatro versos, de número de silabas también muy variables, aunque hay acusada tendencia al uso del octosílabo. Respecto de la lengua, las caracteriza una gran simplicidad y economía de registros, los que bastan para contener, en un estilo conciso y dinámico, el sentimiento elemental que las informa. Predomina en su sintaxis, las oraciones y grupos fónicos breves, muchas veces una simple frase enfática exclamativa o interrogativa. Hay, también, una gran simplificación de nexos, elevada frecuencia de la yuxtaposición o la utilización para diversas funciones de algunos de ellos que puede llegar a su gramatización. Contribuyen otros rasgos como son la parquedad en el uso de adjetivos o el empleo muy frecuente de verbos de movimiento. Los adjetivos son raros en estos poemillas y los pocos que se registran son formas más bien estereotipadas. Por estas características la lírica tradicional sugiere más que dice, su componente poético más fecundo y esencial es el símbolo. Las menciones de los diferentes objetos de la naturaleza incorporados al poema remitirán a un plano conceptual de oscuras resonancias de un subconsciente colectivo. De ese modo la mención, por ejemplo, de la fuente ira asociada no solo al lugar de encuentro de los amantes sino a una idea de renovación y fecundidad, lo que la convierte en un símbolo del amor mismo. Los elementos de la naturaleza se representan asociados al amor. También con ese estilo breve y dinámico se relaciona el intenso y profundo sentido dramático de estas canciones. Los poemas de la lírica tradicional presentan un estilo muy simple, de gran sencillez y parquedad expresivas, decantado en una sucesión de siglos. Esta temporalidad universal es la que se nos revela en esta forma esencial del canto popular, cargada en elementalidad de un denso mundo de resonancias significativas, sugerencias simbólicas e intenso dramatismo.

2. El Romancero. 2.1 Características generales. Con el nombre de romances agrupamos una serie de composiciones poéticas, documentadas también a partir de los cancioneros del siglo XV, que poseen unas características literarias que las diferencian de los demás géneros de la lírica medieval. Son poemas con una forma métrica bastante uniforme, consistente en la sucesión seriada de octosílabos que riman en asonante los pares, aunque también pueden estar dispuestos de forma agrupada en versos de dieciséis sílabas monorrimos asonantados. Son poemas de cierta extensión, de carácter narrativo que tratan asuntos diversos, normalmente históricos o novelescos. Es característico que hayan llegado hasta nosotros en diversas y diferentes versiones, transmitidas por manuscritos e impresos antiguos, o conservados de la tradición oral moderna. Un mismo romance puede presentar un texto muy diferente y cambiante de unos testimonios a otros, lo cual nos revela su condición de poesía tradicional, que perdura activa en la colectividad y que vive precisamente en variantes. Como poesía popular, los romances tardaron tiempo en incorporarse al gusto cortesano y a los cancioneros poéticos. Los primeros signos de aprecio docto los encontramos en la corte de Alfonso V. Solo a finales de siglo les prestaran atención los cancioneros poéticos y musicales, y los poetas cortesanos comenzaran a reelaborarlos poéticamente, unas veces parafraseándolos mediante una glosa y otras rehaciéndolos y combinándolos fragmentariamente. Desde el punto de vista de su composición, el romance tiene siempre una forma narrativa. Puede ser una narración extensa, desarrollada en una serie de episodios que constituyen una historia más completa, a lo que Menéndez Pidal llamó romance-cuento. Más común es el romance-escena, una narración episódica, fragmentaria, de un aspecto aislado de una historia que se supone más extensa, sin que en este momento interese lo que antecede ni lo que sigue. El relato se le ofrece al espectador en su presente y él participa más como testigo que como destinatario. Son frecuentes en el romance las fórmulas de actualización, apóstrofes dirigidos al auditorio, la alternancia y cambio de tiempos verbales, el comienzo abrupto in media res y, sobre todo, el diálogo de los personajes que protagonizan como en un drama aquella historia. Otros recursos estilísticos muy presentes en los romances son aquellos que vienen a resaltar su lirismo y a ralentizar de algún modo ese pequeño drama que se desarrolla ante nosotros, como las repeticiones, las contraposiciones y antítesis o el paralelismo.

2.2 Romances históricos. Son romances que toman sus argumentos de los acontecimientos y sucesos históricos más recientes, por lo que también se les llama romances noticieros. Tratan sucesos de los siglos XIV y XV que se produjeron tanto en Castilla, como en Andalucía y Murcia en la frontera con el reino de Granada. El más antiguo es el de la muerte de Fernando IV, el Emplazado, ocurrida en 1312, muerte que en la crónica particular del rey es anunciada por dos caballeros, a los que ha mandado ajusticiar por haber dado muerte al gentilhombre Juan Alonso de Benavides. En el romance, el ajusticiamiento de dos caballeros, Pedro y Rodrigo Carvajal, es consecuencia de las tropelías y desmanes que aquellos han cometido con los vasallos del rey. El romance era ya popular a mediados del siglo XV, poco posterior debe ser el romance “Don García de Padillas, / ese que Dios perdonase”, referido a la rebelión victoriosa del prior de San Juan, Hernán Rodríguez, contra Alfonso XI y privado Alvar Núñez Osorio, en 1328. Un grupo homogéneo, de unos veinte poemas, forman los Romances del rey don Pedro. Se refieren a hechos protagonizados por Pedro I el Cruel, son poemas de propaganda en su contra. Tienen por personaje central al mismo rey, pero como protagonista poco heroico, como un ser vil y cruel que, como impulsado por una fuerza demoníaca, da muerte al hermano, a la esposa, a los vasallos y combate ferozmente con su hermanastro Enrique, hasta que en Montiel cae él mismo víctima de la traición de este, que será coronado rey. Domina, a veces, en estos romances un tono patético y sobrecogedor. Como en el que refiere la decapitación de don Fadrique, o como percibimos la aparición del pastorcico profeta. Un suceso muy notable de aquellos tiempos del otoño medieval fue el de la muerte del príncipe don Juan recogido enseguida por el romancero. El romance reproduce una breve escena en la sala donde yace el enfermo a la que acuden los médicos de palacio, seis de los cuales diagnostican que su mal es leve y solo el séptimo, el famoso doctor de la Parra, le anuncia la inminencia de su muerte en un plazo de tres horas. Con la llegada del rey Fernando, que al punto se percata de la gravedad de la situación y cae desmayado, se cierra el romance. En las versiones de la tradición oral moderna, el romance sufre numerosas variaciones. Otro grupo muy importante es el de los romances fronterizos. Cantan estos los episodios guerreros que tuvieron lugar en torno al reino de Granada en la última fase de la reconquista. Tienen como fin informar del curso de la guerra, dando cuenta de sucesos como la toma de una plaza, la muerte de algún caballero o la firma de algún pacto o

alianza. Al referirse a un ámbito en cierta manera desconocido y exótico, suele haber en ellos un derroche de elementos coloristas y una sorprendente estilización de motivos, un sutil preciosismo literario, como en los requiebros que el rey Juan II dirige a la ciudad de Granada en el Romance de Abenamar. A veces, el romance se eleva a un tono patético y la situación cobra tintes trágicos, como en el Romance de la perdida de Alhama, en el que, tras emitir el rey moro sus quejas y lamentos y convocar a sus consejeros, un alfaquí levanta la voz acusadora. Un cierto fatalismo y hasta una reprobación del comportamiento del bando cristiano denuncia el Romance de Moraima, la morilla forzada y engañada. 2.3 Romances literarios. Llamamos así a los romances que tienen su inspiración en una fuente literaria, en especial en las crónicas y en los cantares de gesta, tanto españoles como franceses. Forman ciclos constituidos por series de romances en torno a la figura de un determinado personaje heroico (Cid). También son de este género los que se basan en algún episodio bíblico o en temas de historia antigua. 2.3.1 Romances épicos castellanos. Un grupo representativo lo forman los Romances del rey don Rodrigo y la pérdida de España. Son una serie de romances compuestos hacia la segunda mitad del siglo XIV e inspirados en la Crónica sarracina, de 1430. Recogen e interpretan la leyenda del último rey godo, en torno a dos motivos principales, la pérdida de España y el de los amores de Rodrigo con la Cava. Tratan así distintos momentos de aquella leyenda, tejida de pecados y culpas y hasta de un cierto simbolismo religioso, episodios que van constituyendo toda una trama novelesca. Otro ciclo lo forman los Romances de Bernardo del Carpio, el héroe leonés que se enfrenta a su rey y luchará contra el ejército de Carlomagno. Otro lo constituyen los Romances de Fernán González, el conde fundador de Castilla. Otro el de los Infantes de Lara, traicionados y muertos por su tío Rodrigo Velázquez y vengados después por Mudarra, con romances muy conocidos como el que comienza “Pártese el moro Alicante”, que recoge el llanto de Gonzalo Gustioz sobre las cabezas de sus hijos. En el caso de los Romances del Cid, fueron muy pocos los que se desgajaron del viejo Cantar de Mio Cid. Del más moderno y novelesco Cantar de Rodrigo, o de episodios de la leyenda, fue de donde se desprendieron la mayoría de los romances cidianos que hoy poseemos. Nos hablan casi todos de acciones y circunstancias del joven Rodrigo Díaz, un personaje mucho más novelesco, arrogante e impulsivo que el mesurado y leal

vasallo del antiguo Cantar. También nos presenta situaciones mucho más condensadas y tensas que la dilatada peripecia de aquél. Los Romances del Cid, forman una amplia serie, en la que se cogen poemas procedentes de diferentes leyendas épicas, como el reparto del reino por Fernando I, el cantar sobre las mocedades de Rodrigo o el cantar del destierro. Invención de la leyenda es el famoso romance de La jura de Santa Gadea, en el que Rodrigo se muestra como arrogante vasallo que se enfrenta al rey y le toma juramento de no haber intervenido en la muerte de su hermano. La respuesta del Cid a la orden de destierro es altiva, incrementándose a sí mismo los años de destierro y marchando sin más preocupación a cazar. Todos los cantares de gesta de tema español sobre los que la historiografía nos proporcionó noticia dieron lugar al nacimiento de romances “viejos” vinculados a la tradición épica. Esos romances “viejos” heredan, en su versificación y en otros aspectos de su poética, muchos rasgos formales de las gestas hispanas que les proporcionaron los argumentos. 2.3.2 Romances carolingios. Con la difusión de las gestas francesas en España, el romancero se enriqueció al incorporar motivos de aquella procedencia, que reelaborarán con gran originalidad e inventiva. Personajes y situaciones de la épica francesa sufrirán a veces una curiosa transformación que los alejará de sus orígenes y los presentará totalmente españolizados. Con la tradición épica de los sucesos en el paso de Roncesvalles enlaza, por ejemplo, el romance de la Huida del rey Marsín que narra aquella batalla concediendo la victoria al ejército francés. A la misma tradición pertenece el del Sueño de doña Alda, que recibe la noticia de la muerte de su esposo don Roldán, presagiada en un inquietante sueño que cuenta a sus damas de compañía. En este grupo también es de notable interés el de La muerte de don Beltrán, protagonizado por el padre de don Beltrán que busca afanosamente el cuerpo de su hijo en el campo de Roncesvalles y de cuya muerte le da señales un moro al que se dirigeAunque el nombre de Beltrán es desconocido en la leyenda rolandiana, el episodio recuerda el del viejo Aymone buscando entre los muertos el cuerpo de su hijo Rinaldo, en la Chanson de Roland.

El influjo de las chansons de geste francesas sobre los romances fue muy intenso. A los casos mencionados, puede añadirse aún el ciclo de Montesinos, protagonista de la historia, cuyos amores se cuentan en el romance de Rosaflorida. 2.3.3 Romances bíblicos y clásicos. Dentro de este amplio marco de los romances llamados literarios, podrían considerarse también los grupos minoritarios y más bien tardíos de romances de tema bíblico y de tema clásico. Entre los primeros son famosos el de David y Absalón, sobre la trágica muerte de éste llorando por su padre David contra quien se había rebelado, y el de Tamar y Amón, sobre la violación de aquella por su hermano. De los temas clásicos sobresalen los referidos a la guerra de Troya, los de historia romana o el citado de la Muerte de Alejandro, citado como ejemplo por Antonio de Nebrija en su Gramática castellana y narra los últimos momentos del héroe macedonio asistido por su ayo Aristóteles. 2.4 Romances líricos. Aparte de los históricos y los literarios, hay todavía algunos romances que no se refieren a ningún suceso concreto ni poseen una fuente literaria determinada. Unos más bien son de carácter novelesco, de aventura, romances de amor, de venganza o de misterio, como el de la Infantina o el del Conde Arnaldos. Otros son de carácter lírico, sin referencias localistas, entretejidos de motivos folclóricos y...


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