Trabajo DIÁLOGO FE- Cultura PDF

Title Trabajo DIÁLOGO FE- Cultura
Course Religión, Cultura Y Valores
Institution Universidad de Granada
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Dialogue faith & culture...


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Joan Dalmau Diálogo Fe-Cultura Ciencias Religiosas – Granada 4º curso Introducción. ¿Desde dónde planteamos el diálogo fe-cultura? Contexto social y la cuestión del sentido de la vida. El mundo de 2017 es un mundo muy distinto del que los ideales de la revolución francesa hicieron estallar por allí en 1789. En casi doscientos treinta años la sociedad occidental no ha conseguido hacer cristalizar los valores de libertad, igualdad y fraternidad con los que los jóvenes y adultos franceses se echaron a la calle. Lo que hoy llamamos “mundo occidental” en 2017 constituye una sociedad dónde la libertad queda en entredicho día sí día también (ley “mordaza”1, el caso de la NSA y los teléfonos móviles2…), la igualdad está ausente en el mundo más desigual de la historia3, y la fraternidad queda relegada a un poco moderno concepto asociado con la religión en un mundo cada vez más individualista. Pero, además de un profundo cambio de etapa a nivel histórico, ¿qué características tiene el mundo en el que se desarrollan nuestros jóvenes? La oferta religiosa se ha rendido al funcionamiento del mercado liberal; se plantea una oferta religiosa para compra, disfrute y consumo en tiempo récord, en una concepción extraordinariamente utilitarista de lo religioso: lo “adquirimos” o acudimos a ello cuando nos aparece la necesidad, y una vez saciados de nuestra pequeña dosis, abandonamos el autoservicio con el estómago de nuestra dimensión religiosa lleno de aire. Es también el nuestro un mundo polarizado, en el que tendimos a buscar en los extremos nuestro confort para sentirnos seguros. En el posicionamiento contrario de lo que no deseamos se encuentra muchas veces nuestro punto de apoyo para las decisiones personales.

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! 1 Cf. Efe en https://www.efe.com/efe/espana/sociedad/la-ley-mordaza-hace-quelibertad-de-expresion-en-espana-no-sea-realidad/10004-3255298 2 Cf. ABC News en http://abcnews.go.com/US/san-bernardino-iphone-technically-hackedapple-researchers/story?id=37065676 3 Cf. OXFAM International en el informe “Una economía para el 99%”, en https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-economy-for-99percent-160117-es.pdf

Es la nuestra una sociedad de la vivencia, de una percepción subjetiva que mantiene a los jóvenes lejos de la objetividad de la experiencia. Cuando un joven ordena sus creencias, muchas veces aparece la pregunta por el transcendente, aunque sin un sentido de pertinencia más amplio, de iglesia. Y también sucede a la inversa, cuando se utiliza la pertinencia como un elemento de referencia culturalizado en el que encontrarse con una identidad colectiva, pero sin creencia auténtica respecto a Dios ni a Jesús. Nuestros jóvenes abogan por unos valores humanizados, que comparten proyecto con una amplísima parte de la sociedad, pero con un compromiso muy frágil respecto a cómo cristalicen estos valores en actos o hechos concretos. La familia es para nuestros jóvenes una oportunidad para encontrar la propia identidad, para tener un espacio de Fe, para el diálogo… pero no lo es para una vivencia comunitaria de lo religioso, pues muchas veces es lo primero que se expulsa de la dinámica familiar con la llegada de la adolescencia. Las dificultades de los padres y madres sucumben al miedo a tratar lo religioso con esos jóvenes a la búsqueda de la identidad. Nuestros jóvenes se sienten libres, consumistas, rebeldes. En palabras de Juan M. González Anleo4: “Cuando se les pregunta a los jóvenes españoles por el rasgo más importante que les define como generación, parecen tenerlo muy claro: “somos consumistas”. Así lleva siendo desde 1999, primera vez en que ponen este rasgo por delante de los diez restantes que se les presentaban en los últimos tres informes de la Fundación SM para describirse a sí mismos, calificativos como “rebeldes”, “leales en la amistad”, “tolerantes”, “pensando solo en el presente”, “solidarios” o “idealistas”.” Así es como nuestros jóvenes dan razones de su manera de estar en el mundo, su clave de comprensión de lo que les rodea desde el sentido de estos valores que definen como rasgos. Pero esto no significa que nuestros jóvenes no tengan una búsqueda de sentido en sus vidas, ni un deseo de abarcar la totalidad. Nuestros jóvenes, de igual modo que los adultos, fundamentan la experiencia del sentido en la radical apertura que tenemos los seres humanos al mundo. !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! 4 Cf J.M. GONZÁLEZ-ANLEO. Consumidores consumidos. Madrid, 2014.

En este momento en el que han caído los grandes relatos de la historia, nos damos cuenta de vivir en un continuo presente, que existe solamente y sin mucha relación con el pasado y mucho menos con el futuro. Sucede y acontece solamente un continuo “carpe diem” que no enraíza en ningún pasado ni apunta a ningún futuro. Hemos perdido el sentido histórico del discurrir de nuestras vidas. Aparece, pues, la pregunta sobre el sentido. Estos jóvenes a los que acompañamos, en todas las vicisitudes en las que viven, experimentan y son, ¿cómo se acercan a la cuestión del sentido de sus vidas? Estamos en un presente sin tensión existencial con el pasado y el futuro. Lo que sale del “ahora” no tiene lugar en unos jóvenes con un pasado en el que no sienten raíz, y un futuro que no les deja lugar. Así experimentan el amor, como una promesa del paraíso en la misma tierra, un presente, un ya que acontece como culminación de la propia felicidad. Es un amor psicológicamente gratificante, que cambia el sentido del compromiso por el de exprimir un ahora que me satisfaga. Es un amor frágil, sin ataduras profundas, que permite fluctuar entre el deseo y la comodidad. Frente a la realidad de un amor que se escurre de las manos delo compromiso, existe también la realidad de la muerte. Aunque en la búsqueda de ese bienestar que toma forma de amor de (solo) presente se acostumbra a olvidar la realidad de la muerte, esta se empeña en seguir siendo condición de vida. Herederos de un entorno social que tiene secuestrada y medio apartada la realidad de la muerte, acontece casi siempre a modo de sorpresa, de golpe inesperado. Pocos jóvenes son los que integran en la realidad de la vida también la de la muerte, así que se vive la finitud humana como una derrota, como un acabarse que no formaba parte del presente. Aún y así, la cuestión del “más allá” sí que despierta interés en nuestros jóvenes, que buscan abastecer el infinito en su camino de sentido. Precisamente a la pregunta del sentido de sus vidas, cabe preguntarse por el camino a través del que discurrirá esa descubierta. Sobre la desorientación que provoca la pregunta de si la vida tiene sentido, muchos jóvenes necesitarán de experiencias para encontrar más bien el sentido que le

dan a sus vidas, y estas experiencias necesariamente recaerán en el descubrimiento de una alteridad que supere su realidad íntima y personal.

Diálogo fe-cultura e identidad cristiana. è La experiencia cristiana Creer en Dios no es un acto que dependa de la razonabilidad de la fe. Aunque entraña cierta razonabilidad, el acto de creer requiere de una elección libre que cada cristiano debe decidir según sus razones. Pero… ¿existen razones? Vamos a ver. Al largo de la vida muchas son las veces que nos preguntamos sobre la existencia de Dios, cierto es. Aunque no menos cierto es también que esa pregunta acaba muchas veces por los derroteros de una respuesta razonable con argumentos que poco tienen que ver con Dios, sino más bien sobre nuestra finitud y nuestra naturaleza humana. Y no son solamente esas inquietantes preguntas las que nos dejan un runrún en el estómago, y la inquebrantable búsqueda de razones a muchas otras preguntas; acerca del dolor, del amor, o hasta de por qué el Barça ha perdido su estilo de juego desde la llegada de Rossell a la directiva. Bromas a parte, debemos contextualizar la desazón producida en nuestra reflexión junto con otras experiencias muy humanas. No siempre obtenemos pruebas que refuten nuestras hipótesis acerca de los intangibles de la vida; no las tenemos, por ejemplo, cuando nos preguntamos por amor casi infinito que sentimos por esas personas con las que hemos decidido compartir un proyecto común de vida; ni las tenemos tampoco cuando vemos padecer a nuestros alumnos en alguna de las muchas situaciones que se dan en nuestros centros y los vemos a ellos como frágil diana de demasiados golpes; tampoco tenemos nunca pruebas cuando sentimos que nuestra comunidad educativa se apiña y se une cuando uno de sus miembros lo pasa mal; no hay detalles observables, no hay razones evidentes, no hay pruebas que demuestren nada.

Pero, como bien dice Antoine de Saint-Exupéry en El Principito; “lo esencial es invisible a los ojos”. Es decir, las cosas más importantes de la vida no son detalles que podamos comprobar, registrar, ver a simple vista. Como el mismo autor dice, se trata más bien de “ver con los ojos del corazón”, que son los que pueden ver más allá de lo que se ve a simple vista. Para observar el amor necesito escuchar más a mi corazón que atender a mis ojos. Pero que no podamos verlo, sentirlo o tocarlo no significa que no tengamos razones para pensar que no pueda, a través del proceso de formación y maduración de mi fe, encontrar razones que alimenten mi creencia. En nuestro entorno, en la vida de Jesús y el Reino de Dios que anunció, de su testimonio, o de la vida de tantísimos santos que en nuestra iglesia han entregado sus dones, puedo encontrar razones para mi fe. Todo lo empírico es real, pero no todo lo real es empírico. No siempre tenemos demostraciones, sino signos que deben ser interpretados. Dios no ofrece pruebas de su existencia (a Dios no lo ha visto nadie nunca), pero el acceso a la realidad de Dios es a través de la Fe. Jesús fue en su momento una realidad empírica. Jesús el Señor no es algo empírico. Los discípulos conocieron a Jesús de Nazaret, pero me dicen que tuvieron una experiencia REAL, pero no empírica, que transformó sus vidas. La clave para mi vida es descubrir mi realidad presente de forma misteriosa, teniendo experiencia. Para eso debe servir la Iglesia. Para el creyente es necesaria una convergencia de razones que ayuden a la experiencia cristiana de “escuchar” a Dios, aunque se trate de “escucharle” sin los oídos. A través de esta fe que alimento, voy a tener mi clave de interpretación para el enigma de la existencia, que aunque no tenga que ser el mismo en todos los cristianos, sí comparte muchos elementos con nuestra comunidad eclesial. En mi fe doy sentido a la complejidad que me rodea, descifro e interpreto el enigma de la existencia que tantas veces no alcanzamos a comprender. En mi fe encuentro el sentido para mi vida. Y en mi fe encuentro la fuerza. Y también en mi fe adquiero una perspectiva global para poder analizar mi vida.

A través de la oración puedo encontrar los caminos que me ayuden a descubrir quién es Dios para mí. En la oración encontramos la expresión más fiel de la experiencia personal de Dios, el culmen de la fe. Para ser más precisos, debemos hablar de experiencia de Dios, no de vivencia. En la oración tenemos la experiencia cumbre de la FE: eso significa que yo me abro con toda mi persona a un misterio que se me impone. Ahí es dónde debo hacer yo un trabajo de reflexión y de interpretación de los signos. La bondad del ser humano no es una demostración de Dios, pero sí que es un signo de la mediación de Dios, que me puede ser útil para hacer experiencia de Dios. Caben todavía algunos matices finales: las virtudes teologales (fe, caridad y esperanza) nos ayudan a organizar esa experiencia que queremos mantener en nuestras vidas. A través de éstas, sostenemos nuestra experiencia cristiana de Dios. Según queda detallado en el libro de la asignatura5: §

“La fe es el punto de partida, el marco en el que se vive según el estilo de vida teologal. Se funda en una opción libre que ha descubierto y experimentado la ternura de Dios. Implica una actitud dócil de abandono en su misericordia, ofrecimiento de la propia persona, afectividad centrada en él como valor supremo de la existencia, oración personal y comunitaria, asentimiento a su Palabra y obediencia a su voluntad. […]

§

Desde la fe nos abrimos a la esperanza. Sin esta es imposible la vida. La esperanza teologal no resulta fácil. Exige abandono radical en el amor misericordioso de Dios como única garantía y, al mismo tiempo, el reconocimiento de nuestra impotencia absoluta para lograr la salvación. Todo esto supone rupturas, descentramientos, éxodos, renuncias, conversión permanente. Sin la presencia del Espíritu en el corazón del cristiano no sería posible la experiencia de la esperanza teologal […].

§

El centro y el vértice de la vida teologal es la caridad […]. Con frecuencia pensamos en la caridad como exigencia, como consecuencia coherente de la fe. Y olvidamos la realidad primordial de la revelación: desde siempre Dios nos amó de forma incondicional. Podemos amar de verdad porque fuimos amados.”

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! 5 JIMÉNEZ-ORTIZ, A. La fe en tiempos de incertidumbre. Madrid, 2015

è Los desafíos del ateísmo y de la nueva era al diálogo fe-cultura. El fenómeno del ateísmo fue tomado por el Concilio Vaticano II como un fenómeno existencia y social que nos cuestiona como creyentes, más que una teoría. Ante el ateísmo la teología y la fe debe mantener una actitud de diálogo abierto y crítico para purificar la imagen distorsionada de Dios, pues en el diálogo aparece la posibilidad de Dios. Fe y teología se necesitan mutuamente para dar respuesta al ateísmo que, aunque planteado más como un “post-teísmo” que como un “anti-teísmo”, requiere de una respuesta filosófica centrada en la antropología, en la realidad cotidiana del ser humano, de sus esperanzas, anhelos, miedos y angustias. En el conjunto de la experiencia humana Dios no puede ser un añadido o una dicotomía, sino una condición de posibilidad para ser tomada en libertad. El ateísmo nos revela posibilidades para la reflexión del creyente, en la clarificación argumentativa que pueden suponer las respuestas que se den a algunas de las críticas expuestas. Cabe destacar, también, que de las posibles posturas acerca de la increencia, el ateísmo y el agnosticismo suponen un punto de partida mucho mejor que la indiferencia. Con un indiferente no se puede hablar, no se puede entablar conversación, ni mostrar argumentos; con un indiferente no se puede buscar la experiencia ni ponerle nombre, porque a un indiferente le da igual. Todo. Así que situarse delante de la negación argumentada o de la duda razonada suponen al menos un punto de inicio mucho más prometedor. Pero no todos los desafíos a la experiencia religiosa parten solamente desde el ateísmo. Desde los años 70 se venía detectando cómo algunos adultos y jóvenes parecían mostrar cierta tendencia a una religiosidad ambigua, que abarcaba algunas experiencias que parecían de carácter religioso, pero que terminaron por estar cercanas a la superstición y al politeísmo. Especialmente significativo era el movimiento de la Nueva Era (“New Age”), que se caracteriza por un perfil poco definido, sin estructura jerárquica, y de un parecido “líquido”, que se escurre sin una solidez teórico-filosófica que sostenga nada en ella.

La primera de las características de esta nueva era es una disolución absoluta del concepto de Dios: a Dios se llega encontrándose a uno mismo. Se borran además los límites del yo, con una experiencia del todo a la que se accede por los caminos de la psicologización de la experiencia y las relaciones. Se unifica el yo con el mundo, de manera que se presenta el universo como una totalidad, en la que la vida humana late como parte de esa unidad en la que es sujeto y objeto. En ese mismo proceso se funden práctica y objetivo, fin y medios, sujeto y todo. En la conciencia de la unidad del universo se encuentra el camino de experiencia “religiosa”, con lo que se acaba confundiendo a Dios con el universo, o con la conciencia expandida de lo humano en el universo. Así se ve a un Dios como espíritu del universo, una fuerza inmanente que tiende a organizarse y a ordenarse en su existencia. Esta creencia de la nueva era confunde a Dios con una forma de panteísmo (todo es Dios) o de panenteísmo (todo está en Dios). Dios pasa de ser un alguien con el rostro de la revelación a ser un “algo” objetivable. Y si a Dios le objetivamos en la Nueva Era, pues a Jesús lo vamos a mitologizar o simbolizar. Jesús pasa a ser una figura simbólica que consigue fundir esa energía cósmica en él mismo, fusiona su humanidad con su divinidad. La realidad pasa a ser un dato psicológico acerca de la voluntad de encontrarse con uno mismo, de expandir la propia conciencia. Esa manera de divinizarse conlleva que los datos psicológicos adquieran criterio de verdad, eliminando el carácter religioso de la experiencia. Esta nueva forma de religiosidad, pero, nos invita a afrontar el reto de esta espiritualidad con lucidez y críticamente. Debemos saber interpretar lo atractivo que supone el optimismo exacerbado que propone, que como proyecto religioso consigue calar muy hondo en muchos campos de nuestra sociedad; debemos hacer de nuestra esperanza cristiana un símbolo de esperanza para otros, y quizás tomar de la Nueva Era algunas intuiciones que nos ayuden a llevar lo humano a un plano prioritario. Pero también debemos reconocer que la Nueva Era supone un vacío respecto a la fe cristiana en algunos temas. Por ejemplo:

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Aún y tener espiritualidad y mística, en la Nueva Era no tenemos experiencia religiosa de la fe. Es decir, Dios es una energía cósmica, no es un Tú que me interpela, que me convoca, que nos ama a todos por igual y que desea que nos encontremos; Dios en la Nueva Era es un remedio, una pomada, una pastillita para cuando lo quiera tener.

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La historización cíclica de la Nueva Era conduce irremediablemente al gnosticismo. La salvación a través del conocimiento, de manera que se sostiene una realidad dual que, con carácter cíclico, va a acabar volviendo.

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La salvación pasa a ser en la Nueva Era un camino de mejora personal del “yo”, como un ejercicio espiritual que me lleva a conocer la totalidad de la energía cósmica. Se quiere dominar el misterio y ponerlo al servicio de la creencia.

El autor del libro y profesor de la asignatura, propone, entonces, algunas iniciativas6 que deberían surgir con fuerzas en el seno de la iglesia: §

“Que la iglesia haca creíble su oferta de salvación, vinculando la fe con experiencias humanas de sentido, con historias concretas de humanización, expresando con claridad la coherencia entre lo religioso y lo ético.

§

Que la iglesia se comprometa con un lenguaje teológico renovado en la personalización de la transmisión de la fe, revitalizando su dimensión comunitaria, guiando con tacto al cristiano a la experiencia de la oración personal y de la celebración de los sacramentos, especialmente de la eucaristía, con una adecuada y paciente ‘alfabetización simbólica’.

§

Que la iglesia, en una actitud lúcida de discernimiento y diálogo, se abra a la realidad compleja y pluralista del mundo actual y a los desplazamientos que se están dando en la experiencia religiosa, para descubrir los interrogantes y los deseos legítimos que están presentes, y para los que la fe tiene un camino de búsqueda y respuesta.

§

Y especialmente, que la iglesia sitúe de forma explícita en el centro de su evangelización el núcleo trinitario de la fe: la experiencia de la misericordia infinita de Dios Padre, revelado en Jesús el Cristo, por el amor y la fuerza del Espíritu Santo.”

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! 6 Cf. A. JIMÉNEZ ORTIZ, La fe en tiempos de incertidumbre, 119.

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