UNA- Dificil- Insercion-EN-EL- Concierto-DE-LAS- Naciones PDF

Title UNA- Dificil- Insercion-EN-EL- Concierto-DE-LAS- Naciones
Course Historia Americana - Crísis y organización (1810 - 1930)
Institution Universidad Nacional de Río Cuarto
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Summary

Durante el S XVIII la guerra fue el instrumento de la política europea. Francia que había inaugurado el siglo como potencia, se vería desafiada por el creciente poderío comercial y marítimo de Gran Bretaña, al tiempo que España, empeñada en recuperar el sitio que había ocupado, se convertía en su al...


Description

UNA DIFICIL INSERCION EN EL CONCIERTO DE LAS NACIONES. ZORAIDA VAZQUEZ. CAMBIOS FUNDAMENTALES EN LA ARENA INTERNACIONAL. Durante el S XVIII la guerra fue el instrumento de la política europea. Francia que había inaugurado el siglo como potencia, se vería desafiada por el creciente poderío comercial y marítimo de Gran Bretaña, al tiempo que España, empeñada en recuperar el sitio que había ocupado, se convertía en su aliada por un pacto de flia. El núcleo de esta diplomacia bélica era el comercio. El intercambio se centró en el Caribe por la demanda del azúcar y otros productos tropicales y los depósitos de mercancías europeas y esclavos para el contrabando activo con las posesiones españolas. Esto convirtió a las islas en estratégicas y dio lugar a un triángulo comercian entre América, África y Europa, y a un comercio “neutral” en el que la plata novohispana iba a desempeñar un papel importante. La expansión inglesa se había iniciado desde fines del S XVII en Jamaica, Trinidad y Tobago, Honduras Británica y la Costa de los Mosquitos en Nicaragua, pero se concretó con el tratado de Utrecht de 1713, que dio fin a la guerra de sucesión española, por el que Inglaterra aceptaba la ascensión de un borbón al trono hispánico a cambio de algunas posesiones estratégicas y la concesión del asiento de esclavos. Hacia mediados del S XVIII, Gran Bretaña había sustituido a Holanda como potencia marítima, comercial y financiera, pero solo después de la guerra de los 7 años (1756-1763) y con el tratado de Paris que sello la paz se consolido la realineación de los poderes europeos. Con la derrota franco-española, las posesiones británicas se ampliaron con Canadá, la Luisiana al este del Mississippi y las Floridas españolas, mientras que Francia quedaba desplazada de América. El triunfo británico pareció ser costoso, la guerra había extenuado su hacienda, al tiempo que los espacios adquiridos exigían la reorganización administrativa y discal del nuevo imperio, lo que acarrearía la independencia de sus 13 colonias de Norteamérica en 1776, la primera de las revoluciones políticas del mundo atlántico. Para ese momento, los comerciantes ingleses de los dos lados del atlántico conducían productos y los vínculos comerciales que establecían daban origen a un intercambio que utilizaba la plata novohispana de metal, mercancía y dinero. Puertos como San Blas y Valparaíso se convirtieron en lugares de transacciones ilícitas para los angloamericanos. La plata novohispana aumento su importancia. España trato de revertir la incorporación de Nueva España al intercambio mundial e intento convertir sus posesiones americanas en colonias. Pero sus reformas fueron contraproducentes y vulneraron las bases que habían asegurado su posesión pacífica. Forzada por el aislamiento a que la sometieron las guerras, España se vio forzada a hacer concesiones para asegurar las rentas que requería para financiarlas. La apertura temporal de puertos americanos al comercio neutral tuvo consecuencias internas y externas en sus posesiones americanas y su comercio había adquirido importancia para Gran Bretaña y EUA. La aparición de EUA acelero el establecimiento de un nuevo orden. Los colonos rebeldes habían logrado la alianza con Francia e indirectamente con España y el reconocimiento de los Países Bajos, lo que aseguro el aislamiento diplomático británico y el reconocimiento de la independencia de sus 13 colonias. Buena parte de sus Padres Fundadores eran comerciantes. Desde 1776, Adams había preparado un tratado que desafiaba las actas de navegación británicas. En él, el principio esencial era el comercio libre con reciprocidad, en lugar de las tradicionales concesiones como pago de alianzas. La reciprocidad “socavaba los principios comerciales mercantilistas” e implicaba la admisión de las colonias rebeldes con igualdad de derechos en el comercio colonial, significaba el fin del orden político establecido. El tratado firmado con Francia en 1778 cancelo el monopolio británico del comercio norteamericano. El reconocimiento de su propia metrópoli en 1782 y el del tratado de Paris, terminaron por cimentar las bases del principio de legitimidad dinástica. Las relaciones entre los países inauguraban una nueva época según los principios de libertad de comercio, protección al individuo y a la propiedad privada, tolerancia religiosa y derechos marítimos de los países neutrales, que vulneraba el principio de igualdad dinástica y soberanía monárquica hereditaria. Aunque Gran Bretaña se negó a aceptar el nuevo orden y hasta la guerra angloamericana de 1812 trato a los EUA como colonias. El último elemento que afino el alcance de las libertades de comercio, fue el Decreto de Reciprocidad norteamericano de 1815, que imponía la amenaza de represalias de cualquier medida de discriminación a su comercio, principio que los estados europeos adoptarían. La revolución francesa fortaleció la transformación al consolidar el principio de la soberanía popular y dislocar “el orden europeo”. A diferencia de la revolución norteamericana, la francesa tuvo que defender sus principios por medio de las armas, pero aprovecharía la lucha contra las coaliciones organizadas en su contra por Gran Bretaña, Rusia y Austria, para difundirlos. Aunque ambas revoluciones estaban emparentadas, la revolución francesa no fue bien recibida, porque ponía en peligro las otras dinastías. El estado de guerra que produjo la revolución francesa entre 1791 y 1815 iba a constituir una coyuntura favorable para los movimientos independentistas americanos y para que la colonia francesa más productiva, Saint Domingue, se independizara y aboliera la esclavitud. Con el nuevo poderío francés, los ingleses aprovecharon para ampliar el comercio con las colonias españolas, hacer incursiones en BsAs y Montevideo (1806) y apoyar movimientos independentistas. Para equilibrar las pérdidas causadas al comercio ingles por la guerra y el bloqueo continental impuesto por Napoleón, Gran Bretaña puso sus ojos en el mercado hispanoamericano y provecho la apertura insurgente de los puertos para sus armas y productos. En 1808 España se convirtió en aliada de Gran Bretaña, pero no le permitió comerciar con sus colonias, situación tolerada por el gobierno británico ante la prioridad de terminar con Napoleón para restaurar la legitimidad y el equilibrio europeo. Pero sus intereses comerciales obligaron a Gran Bretaña a jugar un doble papel, colaborando con España en Nueva España y manteniendo buenas relaciones con los rebeldes en otras regiones. El gobierno británico justifico su conducta como medio para mantener a las colonias fuera del alcance napoleónico.

Al igual que las ciudades de la Hansa, los Países Bajos, Dinamarca y EUA, los británicos deseaban la liberación del comercio, pero también la restauración y ponerles freno a las ideas revolucionarias y alcanzar el “equilibrio de poder”. Los EUA que habían ocupado en 1812 la Florida occidental, española nuevamente, se abstuvieron a apoyar a los insurgentes para no comprometer sus negociaciones con España. Pero, lograda la cesión de las Floridas a cambio de una frontera definida con Nueva España en el tratado Adams-Onís de 1819, el congreso norteamericano autorizo al ejecutivo a reconocer a las nuevas naciones. LOS PROBLEMAS DEL RECONOCIMIENTO. Al iniciarse la década de 1820, la independencia de las colonias hispánicas ya era casi un hecho. La restauración liberal en España en 1820 facilito la consumación de la independencia mexicana y la derrota delas fuerzas españolas en Sudamérica. Los nuevos estados se convirtieron en presa fácil de las potencias comerciales. La paz europea las privaba de la oportunidad que el estado de guerra (1791-1814), había proporcionado a EUA: la libertad para ensayar sus instituciones políticas sin interferencia extranjera. Tampoco tuvieron la fortuna de lidiar con una metrópoli aislada, pues una España fortalecida por el apoyo de la santa alianza, se negaba a otorgar el reconocimiento dentro de la relación dinástica como la propuesta por los tratados de Córdoba. La única carta de las nuevas naciones para ser admitidas en el concierto internacional era el valor de su mercado. Los países europeos se vieron ante el dilema de elegir entre sus principios y sus intereses. La oferta mexicana de coronar a un infante español y la declaración de independencia brasileña ofrecieron una alternativa para legitimar la situación. Francia y Gran Bretaña discurrieron que el establecimiento de monarquías era la solución, que permitía resolver el problema de la legitimidad y construirles una barrera al jacobinismo y al expansionismo norteamericano. Los EUA temerosos de que el poderío británico sustituyera a la debilidad española a pesar de las afirmaciones de Castlereagh (ingles), introdujo agentes y cónsules en las principales pcias americanas, y en 1822 reconocieron de jure a la Gran Colombia y al imperio mexicano, y en 1823 al imperio de Brasil. Esto ponía en evidencia que los norteamericanos no buscaban solo la libertad de comercio, sino también la expansión de su sistema político y de sus fronteras. Castlereagh reconocía que los intereses británicos no coincidían con los de los poderes continentales de la quíntuple alianza, que incluía a Francia, inclinados a apoyar el absolutismo español. Muchos hispanoamericanos deseaban mantener las ligas con su ex metrópolis y confiaban en que les extendería el reconocimiento. El ultimo jefe español en Nueva España había reconocido al imperio mexicano en los tratados de córdoba, pero las cortes los desconocieron y en 1822 enviaron sus comisiones pacificadoras a nueva España, Guatemala, Costa Firme y BsAs. Los comisionados tenían instrucciones de informar, promover partidos favorables a la metrópoli y firmar tratados provisionales de comercio. Aunque los comisionados fueron bien recibidos cuando llegaron, en 1823, los mexicanos exigían que los reconocieran previamente. El gobierno republicano nombre al general Guadalupe Victoria para las conversiones con los comisionados españoles, condicionándolas al reconocimiento absoluto de independencia, la integridad del territorio y el cese de “toda hostilidad en los demás estados independientes de América, cuya suerte e intereses son los mismos que los de México”. Para Canning el legitimismo del rey y de parte del gabinete británico obstaculizaba el reconocimiento. La declaración de la independencia del Brasil en 1822, con el emperador don Pedro, la apoyo. Pero, Brasil representaba un dilema menor. Por lo tanto, Canning opto por lograr la reconciliación de los dos miembros de la dinastía Braganza. La tarea solo en 1825 se logró que Portugal reco0nociera la independencia de Brasil a cambio del pago de su deuda externa. En cuanto a Hispanoamérica, Canning favorecía que España otorgara su reconocimiento a las independencias para evitar que las relaciones europeas se deterioraran. Cuando la Alianza opto por la invasión de la península para apoyar el absolutismo de Fernando VII, Canning abandono la reunión de la quíntuple alianza, advirtiendo que Gran Bretaña reconocería la existencia de los gobiernos independientes, dada la incapacidad española de poner orden en sus colonias. Canning se concentró en impedir la intervención de la santa alianza en el nuevo mundo. Primero busco hacer un pronunciamiento conjunto con el presidente Monroe, pero después prefirió presionar al príncipe Polignac, ministro francés en la corte británica, para que negara que Francia tuviera designios en Hispanoamérica. Monroe, por su parte, en 1823, lanzo su advertencia contra cualquier atentado europeo de colonización en el hemisferio occidental, dirigido también contra las pretensiones rusas en la costa del pacifico. La restauración del absolutismo en España impacientó a Canning que despacho comisionados a investigar la estabilidad de México y Colombia para negociar tratados de comercio. Dada la importancia de Londres como centro comercial y financiero, los agentes fueron bien recibidos en México y Colombia, ya que el reconocimiento británico se consideraba fundamental y una garantía contra las amenazas de la santa alianza, la mediación con España y la obtención de los préstamos que se necesitaban. Mientras Canning preparaba las instrucciones para los cónsules en repuesta a la presión de los comerciantes, en Londres se fueron presentando representantes de BsAs, Colombia y Brasil, a los que se unieron los de México. Sus instrucciones los autorizaban para negociar, en compañía de los demás ministro de América, el reconocimiento de la independencia de todos los países, la mediación con España, un tratado defensivo contra la santa alianza, otro de comercio, contrastar un préstamo y comprar armas y buques para expulsar a los españoles. La decisión del británico, del envió de agentes a América del Sur, abrió la puerta padre las relaciones internacionales a los nuevos estados y asentó un golpe a la santa alianza. La noticia causo crisis en las cancillerías Europeas y se cruzó con la victoria de Ayacucho, que liquidaba el poder español en América, símbolo de la consolidación de la independencia hispanoamericana.

DOS PRECIADOS RECONOCIMIENTOS SE RETRASAN. El reconocimiento español era importante para los países hispanoamericanos porque significaba la paz, pero debido a la terquedad de Fernando VII los nuevos estados tuvieron que endurecerse para preparar su defensa y mantener ejércitos, lo que amenazaba el avance de sus instituciones. México logro expulsar a los españoles de San Juan de Ulúa en 1825, pero al igual que Colombia, se sentia vulnerable a una posible expedición de reconquista por la cercanía con Cuba, lo que explica que los dos países consideran la idea de liberar a Cuba, punta lanza española para una reconquista, pero los EUA y los europeos preferían que siguiera siendo España. El reconocimiento de la Santa Sede, fue entorpecido por la política antiliberal adoptada por la iglesia como por la presión española y el radicalismo hispanoamericano. Desde 1816 la corona española logro que el papa exhortara a las jerarquías eclesiásticas a desarraigar el espíritu revolucionario en la encíclica. Mas el vaticano aprovecho la restauración liberal en España de 1820 a 1823 para armar una política neutral y envió al monseñor Muzi como vicario apostólico a la América meridional. El radicalismo chileno y argentino hizo fracasar la misión de Muzi; el único que se percató de la importancia de su visita para la iglesia hispanoamericana fue Bolivar, que si bien lo invito a Colombia, llego tarde, Bolívar ya había enviado a Tejeda a Roma, pero bajo la presión española el vaticano le tuvo que pedir que se retire. Las exigencias de Fernando VII forzaron al papa a hacer una declaración sobre la legitimidad de su autoridad. La encíclica Etsi jam diu condenaba a los gobiernos independientes, pero al gobierno español no le agrado y sí causo ira en los americanos. En 1825, la santa sede recibió al representante del imperio brasileño Vidigal, hecho que Tejeda aprovecho para solicitar la misma dignidad, su petición fue aceptada con la advertencia de que no se otorgaría el reconocimiento externo por no existir relaciones. En Roma, Tejeda aprovecho el temor por un cisma en Guatemala para lograr que en enero de 1827, el papa nombrara a 4 obispos titulares en Colombia. La medida produjo la protesta española. El gobierno mexicano había enviado un agente en 1823, pero la santa sede lo recibió a título personal, por lo que al nombrar a monseñor Vázquez en 1824, se le advirtió no presentarse en Roma a menos de ser recibido oficialmente. El presidente Victoria, en una carta personal, le notificó a León XII que la constitución mantenía la católica como religión de estado. Al recibirla el ministro en Londres adjunto una nota al secretario de estado, llamando su atención a la consideración del gobierno mexicano hacia la santa sede y la “resolución de sostener la independencia y los derechos de la nación”. La comunicación recibió una cortés contestación. A petición del gobierno mexicano, los cabildos catedralicios preparaban una lista de candidatos para las sedes vacantes, y la santa sede reunía noticias sobre la situación mexicana; hicieron una lista de posibles candidatos, que coincidía con los presentados más tarde por el gobierno. Vázquez se esperanzo con el nombramiento de obispos para Quito y Paz y la comunicación de Pio VIII al presidente Guerrero de su deseo de remediar las necesidades espirituales del pueblo mexicano. El cambio de gobierno en México, en 1830, permitió a Vázquez atreverse a solicitarle a Roma “privilegios y exenciones conforme al derecho de gentes” para trasladarse y al recibir esa garantía, en 28 de junio de 1830 partió hacia el vaticano. En este prevalecía la opinión de nombrar solo obispos sin sede real, solución aplicada en el caso argentino. Vázquez recibió la solicitud de presentar la documentación de los candidatos del gobierno mexicano a las sedes episcopales. Con la muerte de Pio VIII, Gregorio XVI (electo en 1831), estaba resuelto a nombrar obispos propietarios, no sin comunicar a Fernando VII su intención de “dejar intactos los derechos relaticos de la Corona de España, aunque su ejercicio esté suspendido”. El 28 de febrero de 1831, Gregorio XVI nombro, sin la presentación de la corona española a los 6 obispos mexicanos, todos candidatos del gobierno, entre ellos Vázquez, quien, elegido para el obispado de Puebla, fue consagrado el 6 de marzo de 1831. Fernando VII no se resignaba a la perdida de Nueva España y sus proyectos de reconquista se materializaron en el intento de 1829. Los problemas de la sucesión fueron los que inclinaron a la corona a reconciliarse con los liberales y a explorar la posibilidad de reconocer las independencias a cambio del pago de un prorrateo de la deuda pública española, contraída cuando Hispanoamérica formaba parte de España. Cuando en 1834 el ministro norteamericano en Madrid insistió en el reconocimiento, se le contesto que las negociaciones ya habían comenzado. Al llegar a Paris, Lorenzo de Zabala a cargo de la legación mexicana, recibió una invitación del embajador español para negociar. Zabala convoco a los ministros de Bolivia, Chile y Nueva Granada, para actuar de común acuerdo. Las negociaciones fracasaron porque mientras que los hispanoamericanos les interesaban el reconocimiento, los españoles se empeñaban en un convenio comercial. La cuestión no progreso hasta la llegada de Miguel Santa María como ministro mexicano en Londres, facultado para tratar con Madrid. Santa María insistió en que un “reconocimiento absoluto de la independencia y de su forma de su forma actual de gobierno”, era la única base aceptable de toda negociación. Santa María se trasladó a Madrid y, en contacto con el plenipotenciario venezolano Soublete, presento su proyecto. Después de someterlo a todas las juntas provinciales españolas, España presento su contraproyecto. El 3 de diciembre de 1836 las cortes aprobaron el reconocimiento de la independencia y el 28 de diciembre se firmó el tratado de paz y amistad que reconocía a la República Mexicana, declaraba admistia general, seguridad a los comerciantes de los dos países y derecho a sus ciudadanos a reclamar derechos y obtener justicia. Los demás reconocimientos se otorgaron con retraso: Ecuador en 1840, Chile en 1844, Venezuela en 1845, Bolivia en 1847, Nicaragua en 1851, Argentina en 1858, Costa Rica en 1859, Guatemala en 1863, Uruguay en 1882 y Honduras en 1894. Las negociaciones con España favorecieron las relaciones con el vaticano. El imperio brasileño había sido reconocido y contaba con su nuncio desde 1828. Tejeda logro el reconocimiento de Colombia en 1835. Al llegar el enviado extraordinario mexicano ante la santa sede en 1836 fue recibido por el papa y días después se le envió la comunicación oficial para el gobierno mexicano. TRATADOS PARA REGULAR LA LIBERTAD DE COMERCIO.

Recibido el reconocimiento británico, BsAs y Colombia se apresuraron a firmar y ratificar tratados de amistad y comercio con Gran Bretaña y los EUA. Las negociaciones mexicanas se complicaron, en parte por el intento de Canning de proteger parte de los derechos españoles; además, México rechazaba la formula británica de otorgar un reconocimiento de facto a la independencia y el uso del término de estado, que evitaba la referencia a la república. Los británicos sostenían que solo España podía otorgar el reconocimiento de jure. Por...


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