Unidad 2 - Concepto de Traduccion PDF

Title Unidad 2 - Concepto de Traduccion
Course Teoría e Historia de la Traducción
Institution Universidad de Alicante
Pages 28
File Size 817.6 KB
File Type PDF
Total Downloads 95
Total Views 139

Summary

Apuntes de teoría e historia de la Traducción, profesor ya jubilado....


Description

Title Description Keywords Objectives Author Organisation Version Date Copyright

Unidad 2 - Concepto(s) de la traducción

Javier Franco 28/01/2017

Datos básicos de la asignatura y de la unidad Asignatura: Teoría e Historia de la Traducción Código: 32523 Curso: 2016-17  Profesores del grupo 1: Pedro Mogorrón, Lucía Navarro & Fernando Navarro  Horario clases:

Lunes 15-17 & Martes 17-19

Horario tutorías: Fernando Navarro Lunes de 17h a 19h Edif. Filosofía y Letras 3, 2ª planta, desp. 06 Lucía Navarro Miércoles de 17h a 19h Edif. Filosofía y Letras 3, 1ª planta, desp. 33 Pedro Mogorrón Martes y Jueves de 10h a 13h Edif. Filosofía y Letras 3, 1ª planta, desp. 33

 Profesor de los grupos 2 y 3:  Horario clases:  Horario y lugar tutorías:

Juan A. Albaladejo Lunes 15-17 & Martes 17-19 (Gr. 2) Lunes 17-19 & Miércoles 15-17 (Gr. 3) Martes 15-17 & Miércoles 11.30-13.30 Edif. Geografía, 1ª planta, desp. 41

Unidad: 2 – Concepto(s) de la traducción. Objetivos: 1. Comprender la complejidad y las paradojas envueltas en el concepto de traducción. 2. Comprender los anisomorfismos que forman parte indisoluble del fenómeno traductor.

3. Comprender el concepto de equivalencia y su evolución histórica.

El problema de definir la traducción Los estudiosos llevan siglos intentando definir la traducción, siempre con resultados discutibles y discutidos. En general en el pasado, en la a veces llamada era precientífica (antes de la Segunda Guerra Mundial), las definiciones de traducción eran apriorísticas y prescriptivas y, por tanto, procuraban determinar cómo debería ser una traducción para merecer tal nombre. En 1957, Theodore Savory se tomó el trabajo de resumir las distintas definiciones que los principales teóricos habían ido postulando de lo que debía ser una traducción. El resultado, un reflejo absolutamente desolador de las estériles consecuencias de este enfoque, fue el siguiente: 1. A translation must give the words of the original 2. A translation must give the ideas of the original. 3. A translation should read like an original work. 4. A translation should read like a translation. 5. A translation should reflect the style of the original. 6. A translation should possess the style of the translation. 7. A translation should read as a contemporary of the original. 8. A translation should read as a contemporary of the translation. 9. A translation may add to or omit from the original. 10. A translation may never add to or omit from the original.

Evidentemente, el problema del enfoque prescriptivista radica en que se ha traducido de maneras muy distintas a lo largo de cada momento de la historia y según el texto original y el propósito de la traducción, además de que a los distintos autores les parecía que la traducción debía tener características esenciales distintas (ser igual que el original en la forma, en el sentido, en los efectos…) y en última instancia la cuestión se reducía a una cuestión de conflicto de opiniones, sin mayor base empírica. Aquí nos embarcaremos en la tarea de analizar las definiciones de traducción más destacadas e influyentes que ha habido a lo largo de la historia, con el concepto de equivalencia como elemento central de la mayoría de ellas. Como paso previo sería importante intentar trazar el marco ontológico en el que se desarrolla la traducción, es decir, estudiar el tipo de relaciones que son de hecho posibles entre un texto original y su traducción. Para ello, resulta especialmente útil detenerse en los llamados anisomorfismos o asimetrías esenciales que condicionan de manera necesaria el fenómeno traductor.

Los anisomorfismos “es utópico creer que dos vocablos pertenecientes a dos idiomas y que el diccionario nos da como traducción el uno del otro, se refieren exactamente a los mismos objetos. Formadas las lenguas en paisajes diferentes y en vista de experiencias distintas, es natural su incongruencia. Es falso, por ejemplo, suponer que el español llama bosque a lo mismo que el alemán llama Wald” [Ortega y Gasset 1937].

Anisomorfismo es una palabra derivada del griego que quiere decir “distinta forma” y viene a ser un sinónimo de asimetría. La traducción está sujeta a cuatro anisomorfismos sistemáticos (siempre presentes) que vamos a ver a continuación y que sirven para explicar por qué es sencillamente imposible que un original y una traducción sean nunca iguales.

Como insistiremos más adelante, es muy importante recalcar que el hecho de que ambos textos no sean iguales no implica en absoluto que la traducción sea mejor ni peor que el original, sino simplemente distinta por definición. Del mismo modo, aunque empecemos la unidad subrayando el carácter diferencial de la traducción con respecto al original, conviene desde el principio ser conscientes de que la traducción ciertamente se basa en una diferencia insoslayable, pero que esa diferencia se ve acompañada también siempre por la similitud. Por decirlo con otras palabras, una traducción siempre es una representación (similitud) del original con características necesariamente propias (diferencia). Los cuatro anisomorfismos principales son: el anisomorfismo lingüístico (la asimetría entre los dos sistemas lingüísticos implicados), el anisomorfismo interpretativo (la necesidad de interpretar el texto original debido al hecho de que ningún texto tiene un significado ni cerrado ni único), el anisomorfismo pragmático (las convenciones para expresar el mismo tipo de mensaje son distintas en distintas culturas) y el anisomorfismo cultural (los referentes culturales específicos de cada cultura son opacos o tienen connotaciones distintas para la otra). El anisomorfismo lingüístico La existencia del anisomorfismo lingüístico se basa en que las lenguas naturales no son correlatos o reflejos objetivos de la realidad, sino taxonomías, esto es, intentos de separar en categorías lo que en realidad es un continuum sin barreras. Un ejemplo clásico para ilustrar esto es el de los colores. Al respecto, baste decir que en griego antiguo no existía una palabra para el azul (un problema clásico de la traducción bíblica), mientras que en escocés moderno hay un único término para el color gris-azul, o que, cuando no se ponen rojo cangrejo, los ingleses se ponen marrones de tomar el sol mientras que nosotros nos ponemos de color bronce o negro, aunque en la “realidad” es de suponer que nos bronceamos/amarronamos igual. Evidentemente, el problema radica en que en la realidad no existen barreras “naturales” entre los colores (es todo un continuum único); somos nosotros, con el lenguaje, los que hacemos “cajitas” y decimos que hasta aquí es gris o, si uno habla en escocés, que el gris y el azul son en realidad matices del mismo color. Ni los griegos antiguos ni los escoceses ni los británicos ni los españoles “ven” colores distintos; sencillamente los expresan y clasifican de manera distinta, en función de su cultura y necesidades. Por poner otro ejemplo ilustrativo sobre la arbitrariedad clasificatoria del lenguaje, muchos de nosotros hemos aprendido que había nueve planetas en el sistema solar, pero en 2006 durante unos días hubo diez, luego doce y desde agosto de ese año finalmente sólo han quedado ocho. Tras aclarar rápidamente que ninguno se ha desintegrado repentinamente, cabe preguntarse qué ha sucedido. Sencillamente, que ha cambiado el sistema de clasificación y Plutón ya no es (denominado) planeta. Necesitaríamos una carga de arrogancia bastante superior a la habitual en los seres humanos para suponer que "en realidad" hay 9, 10, 12 u 8 planetas según dicte nuestro capricho o el interés de los astrónomos. Lo cierto es que ahí fuera hay "cuerpos celestes" en tal cantidad y variedad que necesitamos agruparlos de algún modo para hacer el caos manejable, comunicarnos y darle nombres distintos, por ejemplo, al que nos proporciona calor o al que habitamos. Por eso, decidimos de manera arbitraria que con tal órbita, composición, forma y tamaño es planeta, pero con tales otras, asteroide o estrella. Sin embargo, que el lenguaje sea capaz de ordenar la realidad no implica que la realidad esté realmente ni ordenada ni distribuida en las categorías señaladas por el lenguaje. A eso nos referimos cuando decimos que las lenguas naturales son sistemas de clasificación arbitrarios.

Podríamos multiplicar los ejemplos hasta el infinito, pero no parece necesario. Lo importante es que en la realidad no existe límite objetivo alguno entre, por ejemplo, amarillo y naranja. Somos los seres humanos los que establecemos ese límite para poder manejar la realidad y comunicarnos. Dado que esos límites, por muy útiles que sean, no dejan de ser arbitrarios, resulta lógico suponer que, tal como de hecho sucede, distintas sociedades con distintos intereses y vivencias clasifiquen la realidad de manera distinta. De hecho, hace ya muchas décadas que los lingüistas están de acuerdo en que el significado es interno, es decir, que las palabras significan no a partir de la realidad, sino a partir de los límites que marcan sus diferencias con respecto a las demás palabras. Pongamos de nuevo un ejemplo, ahora interlingüístico, de cómo los límites arbitrarios entre palabras y no el reflejo de la realidad determinan los significados y las consiguientes diferencias entre idiomas. En inglés hay tres palabras para el periodo comprendido entre las 12 del mediodía y las 12 de la noche: afternoon, evening y night. En español hay dos: tarde y noche. Eso significa que ninguna de las tres inglesas se corresponde con ninguna de las dos españolas: podríamos atrevernos a decir que afternoon siempre es “tarde”, pero sin lugar a dudas “tarde” no siempre es afternoon. Si buscamos en un diccionario bilingüe, nos encontramos con que evening significaría tanto “tarde” como “noche”, una mezcla o confusión que es imposible en español. Lo contrario sucede entre el inglés y el alemán, donde afternoon sí equivale a Nachmittag, evening a Abend y night a Nacht, lo que nos demuestra que el anisomorfismo (inter)lingüístico es variable y depende del par de lenguas implicadas. De ahí procede el anisomorfismo lingüístico (que no es sólo léxico, sino también fonético, morfológico y sintáctico). En traducción siempre se produce una operación de “recontextualización” por la que sustituimos un sistema de clasificación construido por la lengua original por otro sistema de clasificación distinto construido por la lengua término y las palabras de un idioma significan en función de las compañeras de su mismo idioma y del uso (connotaciones e intertextualidad) que hayan tenido a lo largo de la historia de esa cultura, por lo que necesariamente cambia la realidad descrita y lo que para unos es brown para otros es “negro” y lo que significa “evening” no es lo mismo que lo que significa “tarde”. El anisomorfismo lingüístico se manifiesta en todos los niveles y todos los elementos de dos lenguas dadas, pero resulta especialmente claro cuando la distancia entre las lenguas es mayor y, por tanto, el grado de asimetría asciende. Por ello y para ilustrar mejor este concepto suele recurrirse a idiomas exóticos, donde las diferencias son muy claras por la falta de intercambios entre ambas culturas. Sin embargo, es importante ser conscientes de que no hay realmente necesidad de recurrir a ejemplos extremos, que pueden dar la sensación de que se le está buscando los tres pies al gato. He aquí algunos ejemplos especialmente claros y perfectamente normales y cotidianos para el par inglés-español:  Anisomorfismo lingüístico morfológico: en inglés no hay más que una forma de pasado simple y en español hay dos, lo que implica que la forma de referirse al pasado sea sistemáticamente distinta y la diferencia siempre esté presente. El tiempo verbal marcado por “Played” es siempre claramente distinto del marcado por “jugaba” o por “jugó”.  Anisomorfismo lingüístico referido a los campos semánticos: en inglés hay multitud de verbos distintos para “mirar” (look, stare, gape, glance, gaze, watch, gawk, scan, glare, peer, peep, observe, glimpse, spot, behold, view, sight, leer, squint, peek, ogle, browse…) y en español no hay tantos, lo que implica que en español haya que acudir a adverbios y perífrasis para intentar





indicar los matices que en inglés van incorporados al verbo correspondiente y que, por tanto, la identidad no sea posible. Anisomorfismo lingüístico referido a la distribución semántica de una “misma” palabra: Elijamos ahora un elemento nada especial para que quede claro que el anisomorfismo lingüístico siempre está ahí, más o menos marcado. Todos diríamos a primera vista que table es lo mismo que “mesa”. Sin embargo, a poco que uno empiece a escarbar por debajo de las apariencias, las diferencias empiezan a surgir con claridad. Para empezar, las connotaciones etimológicas son totalmente distintas. Resulta que table en inglés o francés alude claramente al material del que está hecha típicamente una mesa (tabla de madera), mientras que “mesa” alude a su forma (superficie elevada y llana). Para continuar, una rápida ojeada a un diccionario monolingüe nos dice que table significa también cosas que “mesa” no significa en español. Por poner dos ejemplos claros y nada rebuscados, table significa también “a game board” (tablero) o “a tabular arrangement of data” (tabla). Evidentemente, table y “mesa” no tienen la misma distribución semántica en ambos idiomas y, por consiguiente, no significan lo mismo. Y otro tanto sucede con la inmensa mayoría de las palabras en ambos idiomas, y ello sin necesidad de referirnos a los falsos amigos (traduce-difamar). Tangencialmente, conviene comentar aquí la cuestión cultural y la pragmática que veremos a continuación. En el párrafo anterior, dábamos por supuesto que a un traductor siempre le interesará traducir “table” por su significado primario o de diccionario, pero esto no tiene por qué ser así. Imaginemos, por ejemplo, que hay que traducir “table” a una cultura en la que no se coma en mesas y un nuevo problema está servido. Imaginemos, igualmente, unas convenciones literarias en las que una palabra como “mesa” perteneciese al lenguaje no literario (como sucedía en español hace un tiempo con “cara”, cuya versión literaria habitual era “rostro”). Como se puede ver, el anisomorfismo lingüístico es sólo parte del problema y traducir no se limita en absoluto a “elegir el significado correcto” desde un punto de vista meramente lingüístico.

El anisomorfismo lingüístico, planteado de un modo sistemático por Humboldt a principios del siglo XIX y aceptado actualmente por todos (cf. por ej. Mounin 1963:638) cuenta, por supuesto, con distintas lecturas. Cabe hablar de un anisomorfismo lingüístico “fuerte” representado prototípicamente en los años treinta y cuarenta por las influyentes tesis de Sapir-Whorf, cuya profunda imbricación entre lenguaje y configuración de la realidad lleva en su planteamiento más extremo a postular la incomunicabilidad entre dos individuos que hablen idiomas diferentes, con las consecuencias demoledoras que ello supondría para la traducción. Sin embargo, el hecho innegable de que los individuos de hecho se comunican –al menos funcionalmente– a través de la traducción, así como la capacidad de los individuos para aprender otros idiomas (algo en principio inexplicable si el abismo interlingüístico fuera insalvable), lleva a plantear modernamente una forma débil de esta misma asimetría. La idea central se basa en el hecho de que todos los seres humanos contamos con órganos de percepción similares y, por ende, una experiencia del mundo al menos comparable, lo que nos lleva a plantear que las diferencias son de carácter secundario, esto es, de organización cultural a posteriori de una realidad primaria que tendría más puntos en común que diferenciales.

Retomando la cita de Ortega que abre este apartado, la imagen germana del «Wald» con sus húmedas, densas y altas coníferas contaría no sólo con suficientes paralelismos con la de nuestro «bosque» mediterráneo, sino que sus factores diferenciales serían explicables y, por tanto, comprensibles e «integrables» por parte de los siempre flexibles recursos lingüísticos que tienen a su disposición los hablantes de cualquier otra lengua. De ahí la afirmación de Jakobson (1959), según la cual cualquier experiencia, por exótica que sea, es transmisible en cualquier idioma, pues la naturaleza dinámica de los recursos de toda lengua natural le permitirán expresar satisfactoriamente lo que desee o necesite comunicar, aunque para ello tenga que emplear explicaciones y perífrasis donde el TO emplea una sola palabra. Esto no significa, por supuesto, que cualquier traducción que venga a «significar lo mismo» sea aceptable para una sociedad dada, y menos aún en los textos en que se produzca una explotación de los significantes (la forma o el sonido de las palabras), pues esos mismos préstamos y circunloquios propuestos por Jakobson, perfectamente válidos desde un punto de vista denotativo, tendrán necesariamente connotaciones peculiares en lengua término. Por ello, no se puede hacer caso omiso al hecho de que las lenguas distan bastante de ser un vehículo neutro de significación; al hecho, en fin, de que cada idioma organiza su material lingüístico de forma distinta, lo que implica siempre respecto a las demás lenguas una diferencia en su modo de categorizar la realidad y, por tanto, en su traducción. Todo ello nos obliga a aceptar como principio axiomático que dos mensajes en idiomas distintos nunca pueden ser idénticos. El anisomorfismo interpretativo La comprensión total de un texto es realmente inalcanzable. Para comprender totalmente un texto sería preciso un lector ideal, que se identificase con el autor. [...] Si la comprensión de un texto pudiera ser total, sería también posible que varios lectores, al leer ese texto, comprendieran exactamente lo mismo en un texto de alguna amplitud y de cierta riqueza. Una prueba de esto la tenemos en el hecho de que nunca hay dos traducciones del mismo libro coincidentes en todo. (García Yebra 1982:31-2)

Al carácter colectivo de la asimetría lingüística hemos de añadir el importantísimo factor individual del traductor como lector. No es sólo cierto que dos idiomas no expresan nunca exactamente lo mismo al referir “la misma realidad”, sino que también dos individuos que compartan un mismo idioma materno nunca entienden exactamente lo mismo ante un enunciado cualquiera en el mismo idioma. Las lenguas naturales son organismos vivos y flexibles que cuentan con tradiciones que han organizado y coloreado sus términos y expresiones a lo largo del tiempo. Del mismo modo, cada individuo cuenta con su propia e intransferible experiencia lingüística, el denominado idiolecto, que define el hecho de que conozca (o desconozca) cada término, recurso y expresión de su propio idioma en unas circunstancias concretas que nunca serán absolutamente idénticas a las de cualquier otro individuo. Así, se puede llegar a afirmar que la idea de la unidad del lenguaje no deja de ser una quimera, ya que cada sistema lingüístico actúa como marco común en el que cada uno habla su propio lenguaje y entiende el de los demás a su manera. El carácter necesariamente abierto de cualquier lengua natural y, por ende, de cualquier texto conlleva el hecho de que cada lector o destinatario en general aplique un sistema particular de competencias y prioridades a la hora de comprender y realizar mentalmente el significado de cualquier enunciado que se le proponga, así como que aplique esa misma vivencia lingüística individual cuando pretenda reescribir un mensaje cualquiera, incluso en su propio idioma materno.

Asimismo, no debemos olvidar las circunstancias concretas de recepción, que incluyen una gama de factores entre los que cabe destacar la actitud emocional del traductor hacia el texto que tenga entre manos, su familiaridad con el tipo textual y los campos semánticos que desarrolle, el mayor o menor conocimiento del idioma original, la mayor o menor presión temporal con el consiguiente margen para el análisis y la revisión, etc., condicionamientos todos que introducirán nuevos matices en la comprensión y reproducción del texto original. Recapitulando, ...


Similar Free PDFs