Ascenso DE Hitler AL Poder PDF

Title Ascenso DE Hitler AL Poder
Author Anonymous User
Course Historia De Las Relaciones Internacionales Del Siglo Xx
Institution Universidad Complutense de Madrid
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Ascenso de Hitler al poder...


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ASCENSO DE HITLER AL PODER

Los efectos de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914-1918) están estrechamente vinculados con el nacimiento del nazismo. La derrota y caída del Imperio alemán (1871-1918) en aquel conflicto implicó el establecimiento de un nuevo régimen en Alemania: la República de Weimar (1918-1933). Este régimen surgió tras la Revolución de Noviembre de 1918, la cual se produjo poco después de que el Imperio alemán pidiera un armisticio a sus principales potencias enemigas (Francia y el Reino Unido). De este modo, Alemania pasó de un sistema monárquico a una república parlamentaria. A la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial se sumó la firma del oneroso Tratado de Versalles de 1919. Mediante este tratado, las potencias vencedoras en la guerra impusieron a Alemania el desarmarse, una durísima indemnización económica (que recién se terminó de cancelar en el 2010) y la pérdida de sus colonias. Muchos alemanes consideraron excesivo y humillante aquel tratado, lo que fue utilizado políticamente por un partido surgido del descontento y la crisis provocada por el fracaso militar. Hitler participó en las reuniones del Partido Obrero Alemán, coincidiendo con las ideas de esta organización, llegando a dar un discurso que impresionó a la militancia del partido. Tras nueve meses, Hitler abandonó el ejército, se integró al partido, llegó al poder dentro del mismo y desplazó a los líderes originales, quienes renunciaron poco después. En 1920, Hitler le dio un nuevo nombre a la organización: Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Mediante un discurso ultranacionalista, que reivindicaba el supuesto orgullo germano herido por la derrota en la “Gran Guerra”; revanchista hacia las potencias vencedoras y hacia los “enemigos” internos (comunistas y judíos); racista, principalmente antisemita (culpaban a los judíos de todos los males de Alemania); y tanto anticapitalista como anticomunista, los nazis fueron ganando adeptos entre amplios sectores de la sociedad descontentos por el contexto de crisis social y política que vivía el país.

El movimiento de Hitler se inspiraba en el fascismo italiano, pero agregó la reivindicación de la raza aria y elementos racistas y antisemitas. Los fascistas italianos habían llegado al poder en 1922, en el episodio conocido como “la marcha sobre Roma”. Se trató de la insurrección con la que Mussolini tomó el poder, que consistió en una marcha de más de 40 mil camisas negras fascistas desde distintos puntos de Italia para exigir el poder. Así, el rey Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro del Reino de Italia, iniciándose de este modo el régimen fascista (Italia se convertiría en una república solo después de la Segunda Guerra Mundial). En 1923, los nazis intentaron dar su propio golpe de Estado. El episodio se conoció como el Putsch de Múnich. La intentona golpista fue un fracaso, murió una veintena de personas y Hitler acabó preso en la cárcel de Landsberg. Durante su prisión, Hitler escribió “Mi Lucha” (originalmente se iba a titular “Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, la estupidez y la cobardía”), libro autobiográfico en el que expuso sus ideas acerca de la nación alemana y sus proyectos geopolíticos. Todo lo anterior hizo de Hitler una figura política popular con un trato especial en Landsberg donde recibía visitas de diversas personalidades. Finalmente, el líder nazi fue liberado gracias a una amnistía masiva para presos políticos el 24 de diciembre de 1924, tan solo ocho meses después de ingresar a Landsberg, a pesar de haber sido condenado a cinco años. Una vez libre, Hitler reorganizó el Partido Nazi y decidió ir por la vía legal y participar formalmente en elecciones. Esto pese a que consideraba que la democracia hacía del gobierno un “mendigo de la mayoría ocasional”. A partir de esta legalización, los nazis utilizaron los mecanismos del sistema democrático para llegar al poder. A comienzos de la década de 1930, el clima en Alemania era lúgubre. La depresión económica mundial había golpeado muy duro al país y había millones de desocupados. El recuerdo de la derrota humillante de Alemania quince años antes, durante la Primera Guerra Mundial, estaba todavía fresco en la memoria de muchos, y los alemanes no confiaban en su débil gobierno, conocido como la República de Weimar. Estas condiciones propiciaban el surgimiento de un nuevo líder, Adolf Hitler, y su partido, el

Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, o partido nazi de manera abreviada. Hitler era un orador potente y cautivador que atraía a un gran séquito de alemanes desesperados por un cambio. Les prometió a los desencantados una mejor vida y una nueva y gloriosa Alemania. Los nazis apelaban especialmente a los desempleados, los jóvenes y a las personas de la clase media baja (propietarios de pequeñas tiendas, empleados de oficina, artesanos y granjeros). El ascenso al poder del partido fue rápido. Antes de que la depresión económica golpeara, los nazis eran prácticamente desconocidos, y habían ganado apenas el 3 por ciento de los votos para el Reichstag (parlamento alemán) en las elecciones de 1924. En las elecciones de 1932, los nazis ganaron el 33 por ciento de los votos, más que cualquier otro partido. En enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller, el jefe del gobierno alemán, y muchos alemanes creyeron que habían encontrado al salvador de la nación. Algunas fechas claves son las siguientes: 28 DE JUNIO DE 1919: EL TRATADO DE VERSALLES PONE FIN A LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL En el Tratado de Versalles, posterior a la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros estados aliados) le imponen rigurosos términos a Alemania. Alemania, bajo amenaza de invasión, se ve obligada a firmar el tratado. Entre otras cláusulas, Alemania acepta la responsabilidad por la guerra y acuerda efectuar enormes pagos (conocidos como compensaciones), limitar su ejército a 100.000 hombres y transferir territorio a sus vecinos. Los términos del tratado condujeron a un descontento político generalizado en Alemania y Adolf Hitler gana apoyo prometiendo anularlos. 24 DE OCTUBRE DE 1929: DERRUMBAMIENTO DE LA BOLSA DE NUEVA YORK La caída en picada de los valores de las acciones asociada con el derrumbamiento de la bolsa de Nueva York trae como consecuencia una racha de quiebras de empresas. En

Estados Unidos reina el desempleo. La "Gran Depresión", como se le llama, da inicio a una crisis económica mundial. En Alemania, en junio de 1932 hay seis millones de desocupados. Las dificultades económicas contribuyen a un aumento meteórico del apoyo al partido nazi. Como consecuencia, el partido nazi gana los votos de casi el 40 por ciento del electorado en las elecciones del Reichstag (parlamento alemán) de julio de 1932. En este punto, el partido nazi se convierte en el partido más grande del parlamento alemán. 6 DE NOVIEMBRE DE 1932: LOS NAZIS PIERDEN APOYO EN LAS ELECCIONES PARLAMENTARIAS En las elecciones del Reichstag (parlamento alemán) de noviembre de 1932, los nazis pierden casi dos millones de votos en relación con las elecciones anteriores de julio. Ganan solamente el 33 por ciento de los votos. Parece claro que los nazis no ganarán una mayoría en elecciones democráticas, y Adolf Hitler acuerda formar una coalición con los conservadores. El 30 de enero de 1933, después de meses de negociaciones, el presidente de Alemania, Paul von Hindenburg, designará a Hitler canciller de Alemania en un gobierno aparentemente dominado por los conservadores. El Partido Nazi participó en las elecciones de 1928 con pésimos resultados (solo obtuvo un 2.63% de votos). Sin embargo, el Crack de 1929 y la consecuente Gran Depresión generaron el escenario de crisis económica y política perfecto para que los nazis capitalizaran

simpatizantes mediante

su

discurso antisistema,

radicalmente

nacionalista y revanchista. El año 1932 tuvo varios procesos electorales que sirvieron a los nazis para ir escalando en el poder. En marzo y en abril de ese año, fueron la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En ambas, Hitler quedó por detrás del mariscal Paul von Hindenburg (de 84 años en ese entonces), héroe de la Primera Guerra Mundial, quien fue reelegido como presidente de la República de Weimar (jefe de Estado). En julio, hubo elecciones parlamentarias en las que los nazis obtuvieron el 37.4% de los votos y se convirtieron en la primera fuerza política en el Reichstag (el parlamento alemán). Sin embargo, Hindenburg tuvo que disolver constitucionalmente el Reichstag

y volver a convocar elecciones parlamentarias, debido a que el canciller (jefe de gobierno) y los ministros no obtuvieron la confianza de los parlamentarios. Finalmente, en noviembre de 1932, se celebraron unas segundas elecciones parlamentarias. En este proceso electoral, a pesar de haber perdido dos millones de votos respecto a las elecciones anteriores, los nazis tuvieron el 33.1% de los votos. Con ese porcentaje, mantuvieron la mayor cantidad de escaños en el Reichstag, unos 196 escaños de un total de 584, lo que significaba que tenían 75 escaños más que su competidor más cercano, el Partido Socialdemócrata. Tras estas elecciones, los nazis supieron mover los hilos de la política hasta lograr que Hitler sea nombrado canciller por Hindenburg el 30 de enero de 1933. Ese año es decisivo porque marca la llegada de los nazis al poder y el consecuente final de la impopular República de Weimar.

De este modo se daba inicio al Tercer Reich, el “Tercer Imperio” germano y ario que supuestamente duraría mil años. Según la Constitución de Weimar, si bien el presidente tenía la facultad de nombrar o destituir al canciller y a los ministros, el gobierno estaba formado por los ministros bajo el liderazgo del canciller, quienes requerían de la confianza del parlamento, el cual desde 1932 contaba con mayoría nazi.

Al mes siguiente del nombramiento de Hitler como canciller, esto es, el 27 de febrero de 1933, el Reichstag fue incendiado. Se trató de un atentado orquestado muy posiblemente por los propios nazis, quienes culparon del incendio a Marinus van der Lubbe, un joven comunista holandés de tan solo 24 años, quien fue guillotinado al año siguiente.

Este hecho permitió a los nazis convencer a Hindenburg de disolver el Reichstag y emitir el llamado Decreto del Incendio del Reichstag, una ley que estableció un régimen de excepción mediante la restricción de derechos fundamentales, como la inviolabilidad del domicilio, la libertad de expresión, el derecho de reunión, entre otros. Así se sentaron las bases para la dictadura nazi. Poco después, los comunistas y otros opositores quedaron fuera de la Ley.

A la promulgación del Decreto del Incendio del Reichstag se sumaron otros hechos determinantes para la consolidación de Hitler en el poder. En marzo de 1933, solo seis días después del incendio del Reichstag, se volvió a celebrar elecciones parlamentarias. En estas elecciones, los nazis aumentaron su poder en el Reichstag con el 43.9% de los votos, lo cual fue seguido por la aprobación de la Ley Habilitante, una norma que dio a Hitler la capacidad de legislar al margen del parlamento, que terminó como un simple órgano de respaldo a su régimen. El 14 de julio de 1933, y sobre la base de la Ley Habilitante, Hitler promulgó la Ley contra la formación de partidos, norma que estableció que el Partido Nazi era el único legal en Alemania.

De este modo, se proscribió a todos los demás partidos políticos. Una vez hecho esto, hubo elecciones parlamentarias en el mes de noviembre, proceso electoral en el que se presentó una lista única conformada por el Partido Nazi y 22 personas “invitadas”. Aquella elección, además, fue acompañada por un referéndum mediante el que Alemania se retiró de la Sociedad de Naciones, organización internacional predecesora de la ONU fundada por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial.

A todo lo anterior, se agrega otro hecho fundamental en la consolidación del totalitarismo nazi: el fallecimiento del anciano presidente Hindenburg en agosto de 1934. Tras su muerte, Hitler unificó el vacante cargo de presidente con el suyo (el de canciller). Así, se acabó con cualquier contrapeso o freno a su poder. Además, los nazis aprovecharon políticamente la muerte de Hindenburg, pues el expresidente dejó una carta en la que apoyó la continuidad del nazismo tras su fallecimiento.

Poco antes de unificar ambos cargos, sin embargo, Hitler llevó a cabo una radical jugada al interior de su propio partido que, hasta ese momento, tenía diversas facciones: la Sturmabteilung (SA), organización paramilitar compuesta en su mayoría por gente de clase trabajadora; el strasserismo, que era el ala izquierdista del partido; y la Schutzstaffel (SS), esto es, la élite del partido nazi. Veremos en qué consistían estos sectores al interior del Partido Nazi y la purga que pasó a la historia como “la Noche de los Cuchillos Largos” en otro informe.

Hasta aquí hemos visto la situación del Partido Nazi tras la elección de Hitler como canciller, suceso que marca el fin de la democracia en la República de Weimar y el surgimiento del Tercer Reich.

Desde otra perspectiva, la dualidad del régimen nazi puede ser mejor comprendida a la luz del análisis que realizó Ernst Fraenkel, emigrado judeo-alemán, del fenómeno del “estado dual”. Es decir, la coexistencia simultánea, dentro de un sistema totalitario, del “estado prerrogativo” (Massnahmenstadt), caracterizado por “arbitrariedad y violencia ilimitadas, no restringidas por garantía legal alguna”, y el “estado normativo”, caracterizado por su respeto al poder judicial y al imperio de la ley. El “estado prerrogativo”, encarnado sobre todo en la institución de la Gestapo, podía intervenir en cualquier momento y anular los poderes del “estado normativo”.

Con la radicalización creciente del sistema nazi a fines de los años ’30, hubo en este incómodo balance un giro decisivo hacia el componente arbitrario y violento. Otro emigrado judeo-alemán, Franz Neumann, en un escrito de 1942, caracterizó a la estructura del estado nazi con el nombre de Behemot, por el mitológico monstruo bíblico. De acuerdo con Neumann, la sociedad alemana estaba compuesta por cuatro grupos centralizados, operando cada uno de acuerdo con el principio conductor y en concordancia con sus propios poderes legislativo, administrativo y judicial: el movimiento nazi, la burocracia superior, las fuerzas armadas y la economía monopolista. Lo único que reunía a estos cuatro centros de poder conflictivos en una suerte de transacción era la necesidad de defender sus intereses comunes contra las masas oprimidas. En este temprano análisis, las decisiones de Hitler fueron consideradas como simples confirmaciones de “compromisos” previamente elaborados entre estos sistemas de poder opuestos entre sí.

Esta tendencia a separar a Hitler del proceso de toma de decisión en el Tercer Reich, ha sido llevada aún más lejos en estudios posteriores, que describieron al sistema nazi como una “anarquía autoritaria” o un “caos organizacional”, e incluso calificaron a Hitler mismo como “dictador débil”. Frente a estas extravagancias del enfoque “estructuralista”, es importante reafirmar que, si bien el estado nazi no fue el estado monolítico en torno al Führer exageradamente presentado por la propaganda nazi y así grabado en el imaginario popular, fue, no obstante, tanto en los niveles más altos como

en los más bajos, un sistema manejado ideológicamente con el fin de implementar objetivos determinados por el programa nazi y por su supremo, carismático propulsor: Adolf Hitler....


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