Comentario - Crítica de la Razón Negra - Achille Mbembe PDF

Title Comentario - Crítica de la Razón Negra - Achille Mbembe
Course Arte Contemporáneo al Margen de Occidente
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Achille Mbembe, Crítica de la Razón Negra. 1ª Edición, Buenos Aires. Futuro Anterior Ediciones, 2016, 288 p. Traductor: Enrique Schmukler. Título original: Critique de la Raison Négre (Éditions La Découverte, París, 2013)

El libro aquí reseñado es la primera obra importante del profesor Achille Mbembe (Otélé, Camerún, 1957) en ser traducida al español. Pese al prestigio de algunos de sus trabajos anteriores, solo dos ensayos breves y algunos artículos de este pensador estaban disponibles en nuestro idioma. Aunque formado inicialmente en la órbita cultural francesa (Universidad de la Sorbona), el autor ha trabajado en diversas universidades estadounidenses e instituciones africanas. El detalle de su formación francófona no es menor a la hora de analizar su pensamiento, que se apoya sobre todo en autores como Michel Foucault y Frantz Fanon. De Foucault, toma las nociones de biopoder y biopolítica como punto de partida para el análisis histórico del concepto de Occidente y de su “reverso tenebroso” africano. De Fanon, Mbembe destaca sobre todo su falta de neutralidad y su implicación en el conflicto argelino, generalizando sus puntos de vista al resto del continente. El autor utiliza estas referencias y su propio bagaje cultural africano (su país natal es uno de los más étnicamente diversos del planeta) para profundizar en el campo de los de los estudios postcoloniales y del “Pueblo Negro” (tan en boga hoy en Norteamérica). Esta Crítica de la razón negra es una pieza más en la monumental tarea de diseccionar el racismo estructural en el mundo actual. Así, con el loable y recurrente propósito de entender el pasado para poseer el futuro, Mbembe se lanza a la tarea posmoderna por excelencia, la deconstrucción de los conceptos y de la relación significante- significado. En su caso, se centra primero en la noción raza, a la que poco a poco despoja de todas las capas que la filosofía, la biología y la política han ido creando a su alrededor, para a continuación intentar lo mismo con el concepto de África (“yacimiento de fantasías”, en palabras del propio escritor) y el de negro (‘el negro como mineral, el negro como metal, el negro como moneda de cambio’). Con respecto a este último término, hay que resaltar la dificultad añadida que supone su uso generalizado en la traducción de obras que abordan el tema racial: si en francés se debe distinguir entre los términos “nègre” y “noir” y en portugués tenemos “negro” y “preto”, al hablar del mundo anglosajón la cosa se torna aún más complicada, teniendo que dirimir entre las variantes “negro”, “nigger” (o “nigga”) y “black”, cada una de ellas cargada de matices en función del contexto. Sin embargo el español carece de tales distinciones y usa un único vocablo para designar al color, al esclavo y al hombre libre de piel oscura (sin mencionar las connotaciones sociales adicionales que negro posee en países como, precisamente, Argentina, donde esta edición ha visto la luz). Puede que esto no sea una simple casualidad, sino fruto de las diferentes concepciones del mundo en cada cultura, pero desgraciadamente el autor no entra a analizar este aspecto. Abundando en la cuestión terminológica, sí que se agradece enormemente el poder escuchar en estos tiempos en los que el virus de lo políticamente correcto todo lo envenena (y más aún tratándose de colectivos históricamente discriminados) una voz como esta, que huye de la cansina y artificiosa terminología victimista dominante y no duda en hablar directamente del nègre, evitando circunloquios como “persona negra” y neologismos como “afrodescendiente”, etc… Quizás la razón estribe en cierta inercia y conservadurismo propios del idioma francés, o simplemente en la mayor resistencia del mundo cultural francófono hacia este vicio tan anglosajón de la reinvención del lenguaje. Para atacar la cuestión de la negritud, Mbembe no duda en utilizar todos los recursos a su alcance: estudios antropológicos, psicoanálisis y hasta la crítica literaria. Su relato histórico alternativo es especialmente interesante, y se estructura en torno a tres momentos asociados a las etapas de la modernidad: 1) La trata y la colonia (entre el siglo XV y el XVIII, aproximadamente)

2) Los movimientos abolicionistas y revolucionarios surgidos de la Ilustración (y también combatidos desde ella), seguidos por la descolonización y el estertor final del apartheid, ya en la segunda mitad del s.XX). 3) El momento actual, caracterizado por nuevas formas de racismo y por la difusión generalizada de un neoliberalismo que exige renovados mecanismos de control y explotación de la población. Es esta etapa la que Mbembe denominará más tarde ‘el devenir negro del mundo’. No es una sorpresa que el filósofo camerunés vincule estos tres momentos con las diferentes etapas del capitalismo y con los estadios evolutivos de Estado moderno (construcción, transformación y disolución). Así, la primera etapa coincidiría con la expansión planetaria europea y por ende, con el surgimiento de una administración poderosa, organizada y ubicua, imprescindible para el comercio internacional, la explotación ordenada de los recursos y la fiscalización de las formidables plusvalías originadas en las colonias. El segundo momento comenzaría con la espoleta disparada por la revolución haitiana (hija de la francesa y en muchos sentidos, más radical que esta). Las corrientes abolicionistas se extienden por todo occidente, con consecuencias tales como la guerra de secesión estadounidense y más tarde los movimientos anticolonialistas. Pero ya desde las primeras revueltas, el rearme ideológico en el seno de los estados postilustrados no se hace esperar, tomando forma en una serie de estrategias de legitimación y justificación que recurren al concepto biológico de “raza” y construyen al negro como una negación de todo lo que representa el hombre blanco. Como bien señala Mbembe, se trata de una ‘formidable voluntad de ignorancia que, una y otra vez, pretende hacerse pasar por conocimiento’. Esta segunda etapa comprendería también los hipócritas debates del siglo XIX en torno al autogobierno y el “retorno a África” de los descendientes de esclavos (en el fondo otra forma de racismo encubierto), así como el ejercicio de interiorización de las formas primitivas de arte efectuado por las vanguardias artísticas de principios del siglo XX y, finalmente, la descolonización y los subsiguientes debates sobre el panafricanismo y el socialismo africanos. Para terminar, Mbembe realiza una sorprendente pirueta argumentativa y temporal al vincular directamente la época actual con el del s.XIX, siendo ambos ‘momentos de división, de diferenciación universal y de búsqueda de la identidad pura.’ La lógica de raza, según él, se metamorfosea constantemente para adaptarse a las estructuras socioeconómicas de cada época. De acuerdo con esto, la alianza entre las esferas civil y militar tendría como objetivo el perfeccionamiento de las estrategias de clasificación, regulación y exclusión con supuestos fines de seguridad: En el contexto de la ola antimigratoria de Europa y de la herida abierta por el 11-S, nuevas formas de ‘guerra vertical’, de cosificación y violencia institucionalizada son puestas en juego gracias a las herramientas brindadas por la digitalización y los estudios genéticos, posibilitando la división de la población en comportamientos estancos e incomunicados entre sí. Los “sin papeles”, ‘los nuevos negros del siglo XXI’, sin identidad ni derechos, serían las primeras víctimas de este resurgir de la lógica de raza. Pero no serían las únicas, pues las tácticas de deshumanización, racismo y coacción del primer capitalismo se estarían extendiendo según el filósofo camerunés al ámbito económico, y sus víctimas seríamos todos nosotros. En este caso, más que el Estado, son los mercados y la maquinaria neoliberal los encargados de levantar nuevos tipos de muros invisibles para compartimentar a la población en función de su fluidez, de su amoldabilidad y predisposición al cambio permanente; de su habilidad, en definitiva, para convertirse en la materia prima de la nueva economía. Una mutabilidad que solo puede conducir a la destrucción definitiva del Yo, contra la que Achille Mbembe quiere prevenirnos. De este modo, siguiendo la estela de Foucault, el autor nos muestra el corolario final de su recorrido histórico: que libertad y esclavitud son dos caras de la misma moneda, pues la democracia occidental está directamente apoyada en un liberalismo que hunde su raíz en el capitalismo colonial, basado a su vez en un régimen de esclavitud legitimado por el racismo institucional. Y que es este pecado original el que impide a Occidente huir de la tentación totalitaria y cosificadora. Como forma de superación, el autor propone una especie

humanismo global autoconsciente heredero del ‘genio herético’ de los negros, que no solo curaría la herida del racismo sino que evitaría el rampante colonialismo de sí mismo que amenaza al humano contemporáneo. Los últimos capítulos están dedicados a la crítica literaria, diseccionando las obras de varios autores representativos de la novela africana moderna, en las que el camerunés analiza los mecanismos psicológicos de apropiación física y temporal del negro. Las clarividentes tesis de Mbembe sobre el ‘devenir negro del mundo’ cobran inesperada relevancia en el contexto pandémico de 2020, donde con la excusa de la seguridad (sanitaria, en este caso) vemos cada día cómo nuevos instrumentos de control y clasificación hasta hace poco inimaginables son habilitados por el Estado: Aplicaciones móviles de rastreo, confinamientos preventivos, toques de queda, controles policiales masivos, etc… Se nos localiza, clasifica, digitaliza y controla, se limitan nuestros movimientos y nuestra vida social, al tiempo que se nos exige adaptación rápida y sin contestación a los cambios de normativas (a menudo arbitrarios y mediatizados por intereses políticos). Simultáneamente, los medios de comunicación ejercen de imprescindibles intermediarios en esta estrategia del miedo, mientras explotan el inesperado filón económico que la amenaza global les ha proporcionado. Poder y dinero, coacción y terror, ahí tenemos los tradicionales motores de la manipulación de cuerpos y mentes, manifestándose en todo su esplendor. De paso, vemos cómo este nuevo afán absolutista crea extraños compañeros de cama y de trinchera, con ultraconservadores y comunistas defendiendo las medidas coercitivas en un lado, y liberales y anarquistas resistiéndolas en el otro. Biopolítica en estado puro. Los nuevos negros somos todos, en efecto. En el lado negativo de la balanza, a pesar del esfuerzo de Mbembe por soslayar el dualismo y los juicios de valor poco profundos, hay que decir que en ciertos momentos el libro pasa de puntillas sobre aspectos que quizás merecerían un análisis más pausado. En particular, se echa en falta la disección más detallada de algunos frutos negativos de la descolonización y del autogobierno africano: el nacionalismo, las guerras civiles, la tiranía y el desprecio generalizado a los derechos humanos, así como un revisionismo interesado. La gran tragedia del África moderna, en efecto, es que lejos de luchar contra la lógica de la raza, sus dirigentes se han contentado con reutilizarla adaptándola a sus propios intereses (véase el genocidio de Ruanda o los desmanes de Robert Mugabe en Zimbabue), como se reconoce en el libro (p.171): ‘Si África fue falsificada en el contacto con el exterior, ¿cómo dar cuenta de la falsificación a la cual, en su esfuerzo por ingerir el mundo, los negros, por su parte, han sometido al mundo?’ Además, y aunque se cuida mucho de expresarlo explícitamente, hacia el final del libro la prosa de Mbembe parece coquetear con la idea de que cierta resistencia violenta contemporánea es la justa compensación por la violencia pasada del colonialismo. El libro cita los dispares puntos de vista de Mandela y Aimé Césaire en su empeño por construir un discurso coherente para África, pero deja entrever la dificultad para lograrlo cuando se admite que en realidad nunca han estado perfectamente claros ni los objetivos (la emancipación es un concepto demasiado vago) ni los medios para conseguirlos. Al fin y al cabo, incluso el propio Nelson Mandela terminó renegando del recurso a la lucha armada, después de décadas de encendida apología. Crítica de la razón negra es, en definitiva, una advertencia disfrazada de relato y una respuesta que cobija mil preguntas más. Mbembe ha escrito un libro incisivo pero de final abierto, destinado no solo a entender las bases del racismo, sino a reconocernos como sujetos y objetos simultáneos del mismo, al tiempo que nos deja entrever cuál podría ser el camino para derrotarlo. El tiempo dirá si hemos aprendido algo de todo ello.

César Sánchez Martín, Diciembre 2020 [email protected]...


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