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Grado en Filosofía, Política y Economía Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Comentario de texto sobre el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire Alumna: Alba Rueda Puente Asignatura: La filosofía en la Modernidad

El siglo XVIII, también llamado el siglo de las luces, es el siglo en el que los pensadores de la Ilustración consideraban que la razón humana era el arma que podría combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía. Este movimiento

intelectual de la Ilustración fue más notorio en Francia e Inglaterra, y no sólo afectó a la filosofía, sino a todas las áreas de la cultura, como la política, economía, el arte y la ciencia. Todas estas áreas son cuestionadas por los pensadores de ésta época. El representante de la Ilustración francesa, llamado François-Marie Arouet, pero más conocido como Voltaire, fue un destacado filósofo y de los más importantes del siglo XVIII. Nacido en París en el año 1694 el filósofo y abogado es arrestado en múltiples ocasiones en consecuencia de sus escritos. A lo largo de sus 83 años, además de ser arrestado, marchó exiliado a Inglaterra en diversas ocasiones en las que entró en contacto con Berkeley, Swift, Pope y otros sabios ingleses. Voltaire era deísta, lo que quiere decir que consideraba que el que Dios exista no es cuestión de fe, sino que es un hecho. Es decir, al igual que el hecho de que exista el reloj es una prueba irrefutable de que existe un relojero, la prueba de que Dios existe es nuestro mundo. Según Voltaire, el porqué de que exista un orden en nuestro mundo es que Dios lo ideó, creó y reguló. Dios existe como la cosa más verosímil de que el ser humano pueda pensar. El filósofo estaba en contra de la iglesia y las religiones, consideraba que llevaban al fanatismo y no hacían uso de la razón, simplemente intentaban imponer sus creencias a la mayor cantidad de personas posibles de cualquier manera posible. Además una de las preguntas que le llevaron al francés a escribir este Tratado fue ¿porque una religión que predica el amor, la igualdad y la fraternidad se ha hecho intolerante?. Y aunque no sea el primer pensador que se planteó esta pregunta, sino que antes ya lo hicieron pensadores como Spinoza o Locke, él la llevó a otro nivel. Después de todas las catástrofes ocurridas en las últimas décadas, bién por intereses económicos o bién por sentimientos religiosos, la intolerancia es la base de todos esos conflictos y es lo que el ilustrado aborda en el Tratado sobre la tolerancia, y el cual analizaré a lo largo de este comentario. A principios del año 1762, un viajero procedente de Languedoc le contó al filósofo parisino la catástrofe ocurrida en la ciudad de Toulouse. El hijo de un campesino protestante llamado Jean Calas fue encontrado ahorcado en su casa, y lo que desde un principio parecía un suicidio terminó en una acusación de homicidio a la familia. El hijo, Marc-Antoine, quería convertirse al catolicismo y fue esta la base de la acusación: el padre asesinó a su hijo para así evitar que se convirtiese al

catolicismo. Jean Calas fue sometido a torturas, colgado y quemado por orden del parlamento de la ciudad. Este caso escandalizó al filósofo, puesto que sin existir pruebas condenatorias a la familia de la muerte del hijo, una multitud de católicos fanáticos acusaron y condenaron al padre de tal homicidio con la justificación de no tolerar que su hijo se convirtiese al catolicismo. Esto empujó al autor a escribir el texto y por ello el título completo es Tratado sobre la tolerancia con ocasin de la muerte de Jean Calas.

Existen distintas editoriales que han publicado este tratado y en algunas de ellas, a modo de introducción aparecen tres cartas que el filósofo escribe a tres amigos: un abogado, un canciller y un académico, en las que presenta la desgracia contada anteriormente. Voltaire afirma que se ha llevado a cabo un juicio en secreto e injusto; y pide la publicación del procedimiento y dirá que “es renunciar a la humanidad tratar con indiferencia un episodio como éste” puesto que considera que ha habido una condena sin motivos y debe llevarse a la opinión pública. El texto en sí de el Tratado sobre la tolerancia está compuesto por veinticinco capítulos, de los cuales los dos primeros son una explicación del trágico caso de Jean Calas y donde lo cataloga como un caso de fanatismo. En el tercer capítulo, Voltaire, explica el inicio del problema de la intolerancia y el fanatismo junto con las reformas religiosas renacentistas además de el marco en el que han surgido. Este trabajo tendrá como foco principal comentar los siguientes dos capítulos a los ya explicados de una manera superficial; es decir, los capítulos IV y V. En el capítulo IV, titulado “De si la tolerancia es peligrosa y en qué pueblos está permitida”, explica cómo el espíritu dogmático y el abuso de la religión cristiana mal entendida, en resumidas cuentas, el fanatismo, ha generado devastadoras catástrofes derramando mucha sangre en múltiples países de Europa. Además explica cómo, en ese momento, las religiones no suponían disturbios entre ciudadanos ni el origen de rebeliones. Mediante la narración de distintos sucesos violentos en distintos puntos de Europa, considera que el inicio de todos o la gran mayoría de estos sucesos era las religiones y su afán por controlar las mayores mentes posibles, lo que considera

fanatismo. Para este problema, Voltaire, dirá que la filosofía es la que desarma la manos que los religiosos supersticiosos arman y ensangrentado. Con esto concluye el capítulo afrimando que la intolerancia ha creado escenarios dignos de una matanza en San Martín, y que la tolerancia, como explica en los ejemplos que hace referencias a culturas mitificadas ya como la turca, india, persa, tártara, la china o la japonesa, no ha creado ninguna guerra civil; es decir, la intolerancia mata y la tolerancia nos deja vivir. El capítulo V se titula “De cómo la tolerancia puede ser admitida” y expone cómo, por ejemplo en el caso de Alemania, si no hubiesen firmado la paz de Westfalia se habría convertido en un cementerio de católicos, evangelistas, reformados y de anabaptistas, que se habrían matado unos a otros. En este capítulo aborda, al contrario que en el anterior, como han llegado, en distintos lugares, a una paz civil, en la que la tolerancia es una realidad y distintas culturas comparten un mismo espacio y no terminan a ostias. Esta paz civil, dirá Voltaire, que llega cuando el número de maniáticos disminuye, y esto sólo se puede lograr “sometiendo tal enfermedad del espíritu al régimen de la razón, que aunque sea lenta es la manera infalible de iluminar al ser humano”. El autor añade que esta razón es dulce, es humana, inspira indulgencia, ahoga la discordia, fortalece la virtud, hace amable la obediencia o las leyes, mucho más de lo que la fuerza las impone. Poniendo como introducción a la lectura del texto el trágico caso de Jean Calas, el autor pretende previamente enseñar al lector que la intolerancia no es la solución, sino que trae sangre y dolor. El filósofo parisino mediante narraciones de acontecimientos pasados explica cómo la intolerancia, en su mayoría, por parte de las instituciones religiosas, han sido los causantes de cantidades de catástrofes; y en cambio como la tolerancia, o incluso la intolerancia al intolerante, como en el caso de el gran emperador Yung-Chêng expulsó con los judíos en China, siendo el propio destierro descrito por Voltaire, un ejemplo de tolerancia y humanidad. Concluye con que no se debe ni predicar ni ejercer la intolerancia, ya que no es la vía para la paz, sino para la guerra. Voltaire en este Tratado habla en numerosas ocasiones de cómo la religión y como el espíritu dogmático ha sido la causante de tantas catástrofes humanas,

además de considerarlas fanatismos y maniáticos, pero luego se percibe cierta defensa a la religión. Primero con su afirmación deísta de considerar a Dios como creador y luego con la defensa de las religiones y de que en el pueblo siga viva la idea de que Dios castiga. Es decir, y como dirá Marx sobre el ilustrado francés: predica en el texto la no creencia, y en las acotaciones defiende la religión. Voltaire sostiene con convencimiento que la intolerancia no es más que el camino que conduce a la guerra y a la catástrofe, y que es la tolerancia la vía hacia una paz civil; y yo sin contradecir esta afirmación, añadiría, ya que en el texto no he sentido en ningún momento una condena por parte del autor hacia los intolerables, una necesidad de condena a los intolerantes. En mi opinión, al igual que la de Voltaire, es que la tolerancia es el camino que debemos elegir si queremos vivir en una sociedad en la que se sienta una cierta paz. Pero esto sólo sería posible si fuésemos todos tolerantes, algo que es imposible. A día de hoy, después de que Voltaire escribiese este tratado, han habido revoluciones, guerras mundiales y cantidades de guerras civiles en las que la intolerancia a sido su gran protagonista, conjuntamente los intereses económicos y estratégicos. En mi opinión, una manera de evitar que esto suceda de nuevo, no es simplemente educar en base a una tolerancia, si no enfrentarse al intolerante. En los últimos años, en España y en distintos países de Europa, ha habido un incremento de partidos fascistas, y en España, en concreto, el partido fascista es la tercera fuerza política del país. El hecho de que estas ideas cojan fuerza tiene mucho que ver con su blanqueamiento y normalización bién en los medios de comunicación y bien en nuestro día a día; es decir, si normalizamos actitudes y discursos racistas recibiremos racismo; porque los discursos populistas son llamativos y muy convincentes para cualquier persona que tenga un problema en su vida y ganas de echarle la culpa a alguien. Esto es, ¿para que hecharle la culpa al presidente, que queda muy lejos, si puedes echarsela y encararte con tu vecino el marroquí que tiene un bar al lado de tu casa y se gana la vida dignamente? Estos discursos intolerantes deben ser intolerables, al igual que el caso nombrado previamente del emperador Yung-Chêng con los jesuitas. Es comprensible, que después de lo vivido por el autor, llegase a la conclusión de que la tolerancia es la base de la paz, y que no debemos ser intolerantes con el prójimo por ser diferente a nosotros, pero cómo ya he expresado anteriormente no creo que sea ese el único punto que se debe cumplir para lograr

una paz entre civiles y pueblos. La paradoja de Popper explica perfectamente cómo no debemos tolerar discursos intolerantes si no queremos que estos tomen poder. Claro está que uno debe ser libre de pensar como piensa, siendo sus pensamientos los más intolerantes, pero no podemos tolerar que esos pensamientos cobren fuerza mediante discursos ni propagandas, puesto que entramos en delitos de discursos de odio. La libertad de pensamiento es indudablemente importante y necesaria, pero al igual que ponerle freno a los discursos intolerantes con las minorías y cualquier colectivo social desfavorecido, los cuales suelen ser los más afectados en estos casos. Una de las famosas citas sobre la tolerancia de Voltaire es: “no comparto tus ideas, pero defenderé con mi vida, tu derecho a expresarlas”. Apoyando el derecho del libre pensamiento, además de estar a favor de la libertad de expresión; no considero que esta deba ser llevada a cabo en todas las situaciones, ya que cuando la libertad de los demás se ve perjudicada por tu acciones debe entonces ponerse unos límites. BIBLIOGRAFÍA: MAURO ARMIÑO. (01/06/2013 y 29/11/2013). Voltaire Tratado sobre la tolerancia. Diario Público, 11. 28/12/2019, De Archivo de la Frontera Base de datos GIOVANNI REALE y DARIO ANTISERI . (2018). Historia del pensamiento filosófico y científico 2 Del Humanismo a Kant. Barcelona: Herder. VOLTAIRE. (11/02/2016). Tratado sobre la tolerancia Con ocasión de la muerte de Jean Calas. Castillo de Ferney-Voltaire: Alianza....