Consejos entrevista - PDF

Title Consejos entrevista -
Course Psicología del desarrollo II
Institution Universitat Oberta de Catalunya
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LA ENTREVISTA DE HISTORIA DE VIDA En este apartado pretendemos presentar brevemente la entrevista como el instrumento de recogida de datos que generalmente se utiliza para obtener historias de vida de una manera relativamente sistemática. Nuestra intención es proporcionar algunas pautas básicas para evitar caer en algunos errores frecuentes. Aprender a entrevistar correctamente es fundamentalmente cuestión de práctica y llegar a ser un entrevistador experto requiere muchas horas de experiencia.

La entrevista como instrumento de recogida de datos Antes de entrar en detalles acerca de cómo llevar a cabo una entrevista quizá sería bueno definir qué entendemos por entrevista. Por ejemplo, Bingham y Moore (1983) la definen como 'una conversación seria que se propone un fin determinado distinto del mero placer de conversar'. Es decir, la entrevista es una situación de interacción verbal entre dos personas en la que una (el entrevistador/a) se propone obtener algún tipo de información de otra (el entrevistado/a). Por ello, aunque se parece a una conversación informal de las muchas que mantenemos cotidianamente, no es exactamente eso: en una entrevista hay un claro punto de comienzo y unos roles definidos. En la entrevista para obtener historias vitales, la voz del entrevistador ha de quedar en segundo plano y servir sólo de estímulo para que el entrevistado hable y cuente. Dentro de esta definición tan amplia caben muchos tipos de entrevista. Una dimensión que puede ser útil para clasificar los diferentes tipos de entrevista se refiere al grado de estructuración. Esta estructuración tiene dos extremos: 

La entrevista no estructurada: en ella el entrevistador no tiene preparadas preguntas a priori y, a veces, ni siquiera pregunta nada, dejando que el entrevistado hable y comente libremente aquello que quiera decir de la manera que el desee. La libertad, tanto del entrevistador como del entrevistado, es total. La entrevista psicoanalítica, en la que el paciente en el diván comienza a hablar libremente, sin ningún límite impuesto por el analista (que sería el ‘entrevistador’ en este caso), sería un ejemplo de entrevista no estructurada o libre.



La entrevista altamente estructurada: en ella, a diferencia de la anterior, el entrevistador lleva preparadas una serie de cuestiones que tiene que preguntar siempre de la misma manera a todos los entrevistados y sobre las que no puede hacer ningún tipo de modificación. Esta restricción de libertad no afecta sólo al entrevistador, sino también al entrevistado, quién puede incluso estar limitado a contestar eligiendo entre una serie de formatos de respuesta prefijados y generalmente breves y muy concretos. Así, cuando la entrevista es muy estructurada, tiende a parecerse a un cuestionario.

Entre los dos polos se encuentran las entrevistas denominadas semi-estructuradas. En ellas los entrevistadores pueden tener una serie de preguntas que se dirigen a diferentes áreas (infancia, relación con los padres, relaciones de pareja, trabajo, etc.). Más que preguntas estandarizadas, lo que guía la entrevista son determinados temas de los que se quiere que el

entrevistado hable. En consecuencia, el entrevistador no ha de ceñirse de manera rígida al guión, sino variar la forma y el tipo de pregunta concreta para que tenga sentido en la situación de la entrevista. Además, si el entrevistador piensa que la respuesta que recibe no se dirige a lo que quiere saber, es ambigua, es incompleta, indica que la pregunta no se ha entendido o simplemente origina nuevos temas interesantes, tiene la libertad de preguntar otra vez, pedir aclaraciones o tratar de profundizar más en ese punto. El entrevistado, por su parte, contesta aquello que quiere a cada cuestión (sin atenerse a formatos de respuesta predefinidos) y se extiende en cada pregunta lo que considera oportuno. Este tipo de entrevista es el más adecuado (y el más utilizado) para la obtención de historias de vida. Por una parte, permite obtener información de una gran riqueza y profundidad, ya que el entrevistado no se ve coartado en su respuesta por unos formatos prefijados. La situación puede asemejarse más a una conversación, dado que el entrevistador es flexible en sus preguntas, las varía en función de las respuestas que obtiene y deja el protagonismo al entrevistado. Por otra parte, tampoco se cae en la anarquía de la total libertad: muchos de los temas sobre los que se pregunta son relevantes en la vida de todas las personas, con lo que podemos a priori definirlos y crear un cierto guión de entrevista. Siguiendo ese guión, las historias vitales que obtengamos tendrán una estructura temática similar, y podrán ser más fácilmente comparadas entre sí. La profundidad que permite una entrevista semi-estructurada revierte en el enriquecimiento del entrevistador y en el conocimiento de las vivencias y circunstancias de las personas en diferentes momentos de su vida. Esta riqueza 'controlada' difícilmente se podría conseguir administrando cuestionarios estándar o dejando hablar a la persona de aquello que quisiese, tuviese o no que ver con los temas que interesa conocer y que caracterizan a una historia vital.

Factores que influyen en el proceso de la entrevista

Tiempo, ritmo y lugar de la entrevista La entrevista es necesario llevarla a cabo sin prisas, ni por parte del entrevistador ni por parte del entrevistado. Es recomendable realizar la entrevista cuando el entrevistado pueda dedicar un tiempo suficientemente amplio a ella. De lo contrario, corremos el riesgo de que conteste deprisa y sin profundizar demasiado o, peor aún, que nos deje colgados a mitad de la entrevista. Aunque el entrevistador inicia la entrevista, el ritmo lo marca el entrevistado, y la entrevista va a durar realmente lo que él o ella quieran. En todo caso hay respetar y adaptarse a ese ritmo: hay personas que necesitan su tiempo para recordar y dar sentido a esos recuerdos. Otras responden muy rápidamente y de inmediato hilvanan unos recuerdos con otros. Por eso, la duración de la entrevista de historia vital es muy variable. A partir de nuestra experiencia, podemos decir que una historia vital simple, en la que se pide a la persona que recuerde los aspectos más importantes de su vida, es difícil que dure menos de una hora (si

la entrevista se hace bien), y puede alargarse hasta varias horas dependiendo del tipo de entrevistado.

Sin

embargo,

en

algunos

casos

concretos

(especialmente

cuando

el

entrevistador no es muy experto o cuando entrevistador y entrevistado se conocen mucho), podría durar menos de ese tiempo. Un aspecto interesante relacionado con el ritmo de la entrevista es el uso del silencio por parte del entrevistador. Muchos entrevistadores sin experiencia se sienten incómodos cuando en la entrevista se producen pequeños lapsos de silencio, e inmediatamente se ver urgidos a intervenir, pasando rápidamente a otra pregunta para salvar ese silencio. Esta actitud ‘impaciente’ suele ser contraproducente y resta posibilidades a la entrevista. En muchas ocasiones, los silencios se producen por el propio ritmo del entrevistado, a quien puede no serle fácil recordar acontecimientos que pasaron quizá cuatro, cinco o seis décadas atrás. En estos casos el entrevistado debe respetar ese ritmo, sin precipitarse, sin ofrecer ayudas no solicitadas, sin completar las respuestas. Incluso los entrevistadores más experimentados pueden aprovechar esa cierta ‘incomodidad’ que crean los silencios, aguantando sin intervenir para dar una nueva oportunidad a que el entrevistado alargue la respuesta que acaba de dar o aporte información que quizá dudaba si ofrecerla o no. En cualquier caso, un entrevistador pausado, sin prisas, es absolutamente necesario para conseguir el clima de tranquilidad necesario en una entrevista y para fomentar el establecimiento de una cierta intimidad. Después de todo, quizá no hay nada más íntimo que explicar a alguien la propia vida. Si la entrevista se alarga mucho y la persona entrevistada se cansa es recomendable parar en cierto momento (cuando se cambia de tema, cuando se cambia de etapa vital) y dividir la entrevista en varias sesiones. En estos casos, cuando se empieza una nueva sesión también es recomendable que el entrevistador resuma brevemente lo ya contado y explicite el momento en el que quedó la entrevista. En cuanto al lugar donde realizar la entrevista, conviene que sea un espacio tranquilo, en el que el entrevistado se sienta cómodo y en el que no haya ningún tipo de estímulo distractor, como por ejemplo una televisión o una radio encendidas. En la medida de lo posible la entrevista se ha de llevar a cabo a solas, sin la presencia de terceras personas. Si por algún motivo no se puede evitar que estén, debemos pedirles que se mantengan en segundo plano (si es posible, incluso fuera del campo visual del entrevistado) y que se abstengan de intervenir. La presencia de otras personas puede distorsionar las respuestas del entrevistado, ya que si es consciente de que es escuchado podría modificar sus respuestas en función de lo que la otra persona presente desea oír. Por ejemplo, si preguntamos sobre la vida matrimonial a una persona estando su pareja presente, se corre el riesgo de que la respuesta sea diferente a la que daría si su pareja no estuviese allí. Auque la propia casa del entrevistado/a es quizá el lugar ideal para realizar la entrevista, también puede utilizarse sitios relativamente públicos (por ejemplo, un parque, un centro de personas mayores), siempre que haya la suficiente tranquilidad y privacidad. La presencia de

ruido y de distractores también resta claridad a la grabación, lo que, como veremos, es un factor que dificulta la posterior transcripción de la entrevista.

Actitud del entrevistador El objetivo del entrevistador, especialmente en los primeros compases de la entrevista, es conseguir un clima de confianza con la persona que tiene delante. Si esto no ocurre, nos encontraremos con respuestas no demasiado elaboradas, lo que dificultará el análisis posterior y decepcionará a ambas partes. ¿Cómo se consigue fomentar esta confianza? Lamentablemente no hay fórmulas mágicas ni recetas que lo consigan. Lo importante, a nuestro juicio, es acercarse a la entrevista con una actitud empática y de escucha activa. Es decir, afrontar la entrevista como un reto, una situación en la que vamos a conocer parte de las experiencias de otra persona. Hemos de ser conscientes del gran valor que tiene el material que vamos a escuchar y de la oportunidad y el privilegio que representa poder acceder a la vida de otra persona. Por ello, necesitamos prestar total atención y comprensión hacia esa persona, intentar ponernos en su lugar y entender la lógica de sus pensamientos y sentimientos, que puede ser muy alejada de la nuestra. Se debe adoptar una postura curiosa y relajada a la vez, dispuesta a atender a lo que la persona dice y a responder a ello sin juzgar, mostrando interés en conocer los porqués de su vida. Un prerrequisito para conseguir esta actitud de comprensión e interés por la persona que tenemos delante es haber reflexionado nosotros antes sobre posibles preguntas que sería interesante formular y posibles temas que pueden aparecer. Sólo si conocemos bien la entrevista que vamos a hacer podremos adaptarla a las necesidades de cada persona y tendremos tiempo ya no para 'recitar' una serie de preguntas, sino para conversar y prestar mayor atención a las respuestas. Si se consigue tener este interés sincero por lo que la persona nos está contando, es probable que el comportamiento no verbal del entrevistador (asentimientos, sonrisas) lo muestre, fomentando que el entrevistado muestre una mayor confianza y apertura, y cuente más y mejor los avatares de su vida. También pueden ser de ayuda expresiones espontáneas de sorpresa (‘¡Debió ser muy difícil para usted!’) o incluso de extrañeza, duda o de no comprensión, (‘Esto no sé si me ha quedado claro… ¿me lo podría explicar un poco mejor?’) cuando la persona haya contado algo que realmente el entrevistador no ha entendido. A esta actitud ha de corresponder la suficiente flexibilidad para seguir ciertos temas que quizá no esperábamos que apareciesen o para plantear nuevas preguntas allí donde el entrevistador ve que puede iniciarse un relato interesante. En este mismo sentido, en ocasiones puede resultar útil ‘desafiar’ la interpretación del entrevistado (‘¿Y a la gente que le rodeaba no le extrañó esa decisión que usted tomó?’, ‘Quizá mucha gente no entendería eso que usted hizo’). Esto obliga al entrevistado a elaborar más su historia, haciéndole consciente de cómo se ve desde fuera y estimulándole a afirmar su propio punto de vista desactivando posibles puntos de crítica. Lógicamente, este último recurso ha de

utilizarse con prudencia y sólo cuando el clima de confianza ya esté creado, para que el entrevistado no sienta que se le está contradiciendo en una historia que le pertenece. En suma, el entrevistador ha de ejercer de espectador privilegiado de la vida de otra persona, pero también de guía que conduce la historia y anima a explorar las diferentes rutas que ha seguido esa vida. Un guía, sin embargo, que no impone una estructura, sino que deja que la historia fluya y que sea el propio entrevistado o entrevistada quién dé forma a los recuerdos de su vida, ya que él o ella es el propietario de la historia. En este proceso, no es extraño que aparezcan emociones a veces difíciles de controlar. Muchas personas han experimentado dolorosas pérdidas, y contarlas implica revivirlas y hacer otra vez presentes los sentimientos que provocaron. Los entrevistadores inexpertos en ocasiones tratan de evitar que esto suceda, no entrando en cuestiones que pueden motivar esas emociones (por ejemplo, evitando preguntas sobre fallecimientos de personas queridas, sobre la muerte, sobre la visión del futuro en personas muy mayores, sobre cómo le gustaría ser recordado, etc.) Ciertamente, es mejor preguntar por estas cuestiones potencialmente difíciles hacia el final de la entrevista, cuando el clima de confianza es probable que ya se haya creado. Sin embargo, eludir esos temas sería un error. Nuestra experiencia nos indica que la gran mayoría de entrevistados hablan sobre esos temas, y suele suceder que sus respuestas dicen mucho más sobre ellos y su vida que las respuestas a otros temas más neutros. En estos casos, respecto por el ritmo del entrevistado y el uso del silencio, del que hablábamos anteriormente, suele ser especialmente importante. Cuando a un entrevistado le es muy difícil hablar o no quiere contestar, el entrevistador se dará cuenta enseguida y puede, sin prisas, reconducir la pregunta. Esta dificultad puede, de hecho, ser también objeto de interpretación en el posterior análisis. Si las emociones se desbordan (no es infrecuente que las lágrimas o el llanto aparezca), el entrevistador debe mostrar una actitud de apoyo y parar hasta que la persona esté dispuesta a seguir, sin forzar la situación. Callar o tomar de la mano al entrevistado pueden ser comportamientos no verbales apropiados para expresar nuestro apoyo y comprensión por la emoción que muestra la persona entrevistada. En ocasiones las situaciones difíciles vienen no tanto porque las personas no quieran hablar de determinadas cosas, sino porque contestan saliéndose por la tangente o diciendo cosas que no tienen nada que ver con lo que nosotros hemos preguntado, contando cosas incluso sin relación con su historia de vida. En estos casos no hemos de cortar al entrevistado o advertirle que eso no nos interesa o que debe ceñirse a las preguntas. Si el entrevistado se extiende en un tema aparentemente irrelevante, probablemente es porque no lo es tanto desde su punto de vista, aunque no forme parte de manera estricta de su historia vital. Independientemente de que luego lo analicemos o no (si no tiene nada que ver con la pregunta podría incluso no transcribirse, como veremos más adelante), es recomendable que dejar terminar las explicaciones que da el entrevistado y, cuando termine, tratar de reconducirle suavemente al tema original, aprovechando y reformulando si es posible parte de lo que ha dicho para volver al tema o pregunta que no ha contestado. Hacer esto con delicadeza para conseguir que el entrevistado no se sienta en ningún caso ignorado o

rechazado no es fácil, especialmente en el caso de entrevistadores poco experimentados. Sin embargo, es necesario intentarlo.

La entrevista, los roles y a quién entrevistar Parece obvio, pero es necesario recordar que en una entrevista semiestructurada cada uno de los participantes tiene un rol claro: el entrevistador pregunta, el entrevistado decide si responde o no y qué tipo de contestación da. Tras escuchar la respuesta del entrevistado, el entrevistador tiene que decidir si la respuesta es suficientemente completa y clara. Si lo es, puede pasar a otra pregunta o tema. Si no, debe hacer alguna pregunta adicional o de apoyo (por ejemplo ‘¿me puede explicar esto un poco más’, ‘¿me puede poner un ejemplo sobre lo que acaba de decir?’, ‘¿puede aclarar qué significó para usted x?’). Sin embargo, a veces estos roles en ocasiones parecen difuminados. Por ejemplo, es frecuente (sobre todo en entrevistadores inexpertos) que el entrevistador intervenga demasiado en la entrevista, no sólo haciendo preguntas, sino participando también en la respuesta o explicitando su interpretación de lo que le sucedió al entrevistado en realidad. Hemos de procurar que esto no se produzca. En las entrevistas de historia vital, las preguntas son sólo la excusa para que el entrevistado genere su historia, una historia que le pertenece sólo a él o ella, y de la que el entrevistador se tiene que mantener lo más al margen posible. Posteriormente, en la transcripción y análisis, ya habrá tiempo para interpretar esa historia. La cuestión de los roles también resulta problemática cuando, además de el rol de entrevistador y entrevistado, los protagonistas de la entrevista tienen ya asignado un rol previo que se mezcla con ellos. En concreto, nos referimos a aquella situación en la que se entrevista a personas conocidas o allegadas. En estos casos, la relación que se tiene establecida antes de la entrevista puede interferirla y afectar a la propia elaboración de la historia vital. Estas interferencias pueden ser al menos tres. 

En primer lugar, el entrevistador puede encontrar ciertas preguntas demasiado íntimas como para hacérselas a un allegado (padres, abuelos), ya que él propio entrevistado no es neutro y está implicado en la respuesta, coartando su libertad para profundizar en ellas.



En segundo lugar, también la persona entrevistada puede, deliberadamente o no, ocultar o distorsionar cierta información que ya se da por supuesta o que no desea que el familiar o conocido que le está entrevistando sepa. Por ejemplo, si se pregunta a la propia madre cómo ha evolucionado su relación de pareja durante los últimos años, no es probable que diga abiertamente que ha ido a peor, aunque realmente ella crea firmemente eso.



Un tercer tipo de sesgo tiene que ver con los sobreentendidos. Cuando entrevistador y entrevistado se conocen mucho es probable que ya hayan hablado antes de algunos de los temas presentes en la entrevista y que cada uno conozca parte de la historia vital del otro. En estas circunstancias (cuando uno es consciente de que el otro ya sabe cosas de él), ciertas preguntas pueden no formularse (porque el entrevistador ya conoce la

respuesta) y ciertas respuestas pueden tender a no enunciar de nuevo la información compartida, esos sobreentendidos. El resultado es que el análisis posterior tiene menos base explícita en la que basarse y ha de confiar más en interpretaciones que van más allá de lo que realmente se dijo y está presente en la transcripción. Sin embargo, no todo son peligros en las entrevistas a familiares o personas muy conocidas, también podemos encontrar algunas ventajas. Quizá la principal es que entrevistar a un familiar es posible que despierte un interés especial en los entrevistadores, ya...


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