Democracia PDF

Title Democracia
Author Eli Vázquez
Course Historia de la filosofía Moral y Política
Institution UNED
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Democracia....


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DEMOCRACIA Hemos dicho ya que para un buen gobierno es necesario que haya autoridad política. SOBERANÍA ABSOLUTA Hobbes  imprescindible soberano absoluto (autoridad sin límites terrenales). Mejor en un solo monarca (no divisiones internas) que en una asamblea. Crítica: sustituir la inseguridad del estado de naturaleza (anarquía) por monarca todopoderoso es ir de mal en peor. Locke  “Los hombres son tan estúpidos como para cuidar de protegerse de los daños que puedan causarles los gatos monteses y los zorros, y que (…) encuentran seguridad en el hecho de ser devorados por los leones”. Hobbes responde: un monarca prudente siempre desearía la prosperidad de sus súbditos, pues su propio poder depende, en último término, de esa prosperidad. Pero si miramos la historia, muy pocos monarcas han sido prudentes. Confiar todo a la monarquía es demasiado arriesgado. ARISTOCRACIA Dar el poder a sabios y virtuosos, porque sabemos que llevan el interés de la gente en sus corazones. «Gobierno de los mejores». (el argumento más convincente para muchos filósofos de la política hasta mediados del siglo XIX). El problema es determinar qué significa «bondad» en un gobernante y quiénes tienen tales características. Esta tarea demostró ser muy complicada: en la práctica, aristocracia equivalía al gobierno de la clase noble, la clase adinerada, mejor educada, dependiendo del tiempo y el lugar. Aunque pudiese demostrarse que esas personas tienen habilidades políticas que no poseen las demás, el problema seguiría siendo que esas personas tienen intereses propios y distintos de los intereses de la mayoría. DEMOCRACIA Tras el demostrado problema de la aristocracia, fue ganando peso el argumento a favor de una constitución democrática de la autoridad política, basado en 2 supuestos fundamentales: -

Ninguna persona es por naturaleza superior a otra, y por tanto que toda relación de autoridad entre ellas exige una justificación. El mejor modo de salvaguardar los intereses del pueblo es convertir al pueblo en el depositario final de la autoridad política (cualquier persona a la que se dé poderes especiales debe responder ante el pueblo en su conjunto).

¿Qué papel debe desempeñar el pueblo en su conjunto dentro del gobierno? En la práctica, los sistemas políticos a los que llamamos democracias conceden a sus ciudadanos un papel muy limitado en el gobierno: derecho a votar en elecciones periódicas para elegir gobierno, consultas ocasionales mediante referéndums en cuestiones constitucionales importantes, y formar grupos para presionar al gobierno. Pero la capacidad

real de determinar el futuro de las sociedades democráticas está en manos de un pequeño número de personas (ministros, funcionarios, miembros del parlamente, etc). Si la democracia es la mejor manera de tomar decisiones políticas, ¿por qué no hacerla realidad permitiendo que la gente decida por sí misma y directamente las cuestiones importantes? Una respuesta común: que millones de ciudadanos participen en todas las decisiones que los gobiernos tienen que tomar es imposible. No sólo quedaría paralizado el gobierno hasta tomar decisiones, sino también las vidas de los ciudadanos (se quedarían sin tiempo para hacer otras cosas). Pero esta respuesta es insuficiente, porque los ciudadanos podrían tomar las decisiones generales (y sería sencillo por medio de la electrónica), dejando los detalles de su puesta en práctica a ministros y similares. ¿Por qué entonces sólo se hace en las raras ocasiones en que se convoca referéndum? Respuesta: extendida creencia de que la gente corriente no está «capacitada» para entender lo que está detrás de las decisiones políticas, y por eso la gente se alegra de poder Eder esas decisiones a personas que consideran más cualificadas para enfrentarse a ellas. Schumpeter, en Capitalismo, socialismo y democracia (1943), sostiene que lo que debe hacer el ciudadano no es intentar tomar decisiones directamente, sino elegir un grupo de líderes que le representen. “Así pues, el ciudadano normal desciende a un nivel inferior de actuación mental tan pronto como penetra en el campo de la política. Argumenta y analiza de una manera que él mismo calificación de infantil dentro de la esfera de sus intereses reales. Se hace de nuevo primitivo”.  El mejor sistema al que podemos aspirar es la «aristocracia electiva» (todo lo que se le puede pedir al ciudadano es que sea capaz de reconocer a las personas capacitadas para tomar decisiones en su nombre, y echarles del gobiernos mediante el voto si resultan no estarlo). No encaja bien con el ideal democrático (autoridad política en el conjunto del pueblo). Ante esta postura, analicemos cómo se alcanzan las decisiones políticas. Una decisión política requiere un juicio político sobre qué se debe hacer en una situación en la que hay varias posibilidades y desacuerdo sobre cuál es la mejor opción. 3 elementos forman parte de este juicio: -

-

Información fáctica relevante (ej: ¿Qué consecuencias económicas tendrá un determinado aumento de los impuestos?) Conocimiento de los intereses y preferencias de los ciudadanos (ej: ese aumento es para financiar nuevas instalaciones deportivas ¿cuántas personas desean realmente estas instalaciones y cuánto lo desean?) Principios morales (ej: ¿es justo que todo el mundo pague impuestos para financiarlo o su coste deben asumirlo solamente aquellos que van a darles uso?)

Normalmente, un juicio político incorporará elementos de estos tres tipos, aunque su peso específico varía de unos casos a otros:

Algunas son fundamentalmente técnicas, de manera que la decisión será relativamente sencilla una vez que nos hayamos puesto de acuerdo en la parte fáctica (ej: antes de que un medicamento entre al mercado, querremos saber si ha sido debidamente evaluado y si se ha comprobado que es seguro, pero después de eso el darle luz verde es una cuestión rutinaria). En otros lo fundamental son los principios morales (ej: la pena de muerte puede adoptarse para ciertos crímenes? Aquí la información fáctica es importante (de verdad consigue disuadir?) ,pero lo crucial es si tenemos o no legitimidad moral para quitar la vida a alguien por castigo) Los juicios más difíciles son los que implican los tres tipos de elementos a la vez. (ej: caza del zorro en Reino Unido). Resulta muy difícil formarse un juicio racional en estos casos. En la práctica, la gente suele tener opiniones muy firmes sobre asuntos como éste, lo que refuerza la tesis de Schumpeter. Veamos si las personas elegidas como representantes pueden hacerlo mejor, analizando los elementos del juicio político. 1. Muchos juicios requieren de información fáctica que sólo los expertos en el tema pueden proporcionar (ej: cuestiones científicas, sociales o económicas), en los que el problema consiste en determinar los efectos probables de lo que se quiere instaurar. Estas respuestas no son obvias y, en general, los que conforman el gobierno no están en mejor situación que nosotros para contestarlas. Al igual que nosotros, tienen que confiar en las opiniones de los expertos en el asunto, y, en caso de que esas opiniones sean divergentes, tienen que decidir cuál es más fiable.  no hay razón para pensar que una aristocracia electiva emitirá mejores juicios que la gente corriente. 2. Segundo elemento: detectar las preferencias de la gente y su fuerza relativa. Podemos pensar que al tomar las decisiones democráticamente, todo el mundo tiene la oportunidad de contribuir a ellas, por lo que todas las opiniones son escuchadas… pero la realidad demuestra que no es exactamente así (los gobernantes son predominantemente hombres blancos de clase media). Se espera que, de alguna manera, gobiernan, tengan en cuenta las opiniones de sus electores, pero en realidad disponen de una gran independencia (las presiones vienen de su partido, no de la gente que les votó).  si queremos que las decisiones políticas respeten las preferencias de quienes se van a ver afectados por esas decisiones se debería de tener en consideración a toda la población y no sólo a una pequeña minoría que no es representativa. Cuestiones de intensidad en la preferencia: la mayoría apoya una cosa, la minoría apoya la contraria pero le da mucha más importancia a la cuestión que la mayoría. Un juicio político debería tener en cuenta no sólo el número de personas de cada bando, sino también la fuerza con la que se inclinan hacia ese bando. No parece justo que una tibia mayoría pase por encima siempre de una minoría apasionada. En este caso, ¿Podría ser que los representantes electos harían mejores juicios que el público? Quizás los representantes se convenzan al ver la intensidad con la que defienden su posición, o porque su preocupación es no perder votos para las siguientes elecciones. Además, las minorías pueden unirse y llegar al acuerdo de que cada una de ellas defenderá las exigencias de las demás también, de modo que con la unión de ellas pueda surgir una coalición mayoritaria (ej: manifestación feminista en Bilbao: jubilados,

trabajadoras del hogar…). Esta forma de entender la democracia representativa se denomina «pluralismo»: supuesto de que la gente se unirá en grupos para defender sus intereses y preferencias más preciados, y que los encargados de tomar decisiones (gobierno) responderán a las actividades de estos grupos (ej: manifestaciones, etc). Pero en los grupos, además del número de personas y la intensidad de su compromiso, hay otros elementos que juegan un papel importante: el tipo de organización y la cantidad de recursos con los que cuentan. Por tanto  en un sistema representativo se escucha a todas las minorías, pero no a todas por igual. Caso: Pensemos en lo que pasaría si se votase de manera directa una cuestión en la cual la mayoría y la minoría tienen preferencias distintas. No habría ningún punto central en el que concentrar la presión, por lo que todos los grupos tendrían que recurrir al contacto directo con el mayor número de votantes posibles. Los recursos se podrían usar para hacer campaña en los medios de comunicación, por lo que los grupos con más recursos en principio tendrían más posibilidades; pero se podría poner un límite a esto. Por lo que esta versión directa de la democracia, los grupos con muchos recursos tendrían mucha menos influencia que en un sistema representativo. Los grupos minoritarios tendrían que basar su estrategia más en la persuasión y menos en el poder y la influencia. Por lo que su éxito dependerá de si los miembros del grupo mayoritario están dispuestos a escuchar sus planteamientos y modificar sus propios puntos de vista. 3. Los principios morales están presentes en casi todas las decisiones políticas y lo que se plantea es si lo que se pretende aprobar trata a todos los individuos y grupos equitativamente, o si viola alguno de sus derechos.  en cuestiones morales no existen expertos, por lo que tampoco se puede decir que los políticos tengan un conocimiento más profundo que el ciudadano medio de los principios morales relevantes.  no hay razones para creer que la gente tomaría peores decisiones desde el punto de vista moral en una democracia directa que los políticos en una democracia representativa.  El político debe ser capaz de combinar estos 3 aspectos para tomar la mejor solución a un problema. Esto no es fácil, pero las personas que tienen que tomar decisiones políticas suelen hacerlo cada vez mejor. No porque tenga una especial capacidad innata. Un ciudadano medio podría hacerlo igual de bien si se le diese el tiempo y la información necesarios para pensar cuidadosamente un problema. Prueba de ello los citizen’s juries (pequeños comités de personas elegidas al azar para que debatan y recomienden medidas concretas en cuestiones como la política sanitaria y la política de transportes. Convocan a expertos para que les informen, escuchan a los defensores de los distintos puntos de vista y someten a discusión el problema antes de emitir un veredicto). Los observadores se han quedado sorprendidos por la seriedad y el rigor de sus debates y por la sencillez de sus conclusiones. Entonces, ¿por qué el escaso interés político de los ciudadanos? ¿por qué su escasa formación política? Una posible explicación es que la democracia, tal y como se practica hoy, ofrece muy pocos incentivos para que la gente adquiera conocimientos y formación política. Lo que único que se pide al ciudadano es elegir entre partidos cada cuatro o cinco años, y para eso no hace falta saber mucho. Problema: sería arriesgado pedir a la gente tomar decisiones políticas

importantes si no tienen la formación e información necesarias, pero si no se les permite tomar decisiones no se les incentiva a que tengan interés en ello. Miller considera que deberíamos preocuparnos porque nuestra democracia deje de ser incompleta (papel político del ciudadano medio muy limitado). Añade que en la medida en que no conseguimos ejercer nuestras capacidades políticas, la mayoría de nosotros somos idiotas (del griego idiotes: persona que vivía de manera completamente privada y no participaba en la vida pública de la ciudad). Rousseau: “El pueblo inglés se piensa libre; se equivoca mucho; sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; en cuanto que han sido elegidos, es esclavo, no es nada. En los breves momentos de su libertad, el uso que hace de ella bien merece que la pierda”. (me recuerda a Jesús Candel /Spiriman: voto nulo para cambiar el sistema). Es necesario desarrollar formas de participación que proporcionen a todo el mundo la experiencia de una ciudadanía activa, ya sea a nivel local o mediante selección aleatoria de personas para que formen parte de citizen’s juries o similares. Esta experiencia aumenta por lo general la cualificación de la gente, y después de haberla tenido es más probable que se interesen de manera sostenida por la política. Con ello, descubrimos que la democracia es una lucha constante por dar al conjunto de la población la autoridad última sobre los asuntos del estado. MAYORÍA Y MINORÍA La realidad es que cuando hay que tomar decisiones suele ser la mayoría quien las toma. Ya que un acuerdo unánime sobre la política a adoptar es casi imposible, la votación mediante mayorías parece inevitable para tomar decisiones. Pero, ¿qué pasa con los que terminan en el bando perdedor? Podría parecer que no tienen derecho a quejarse de nada, ya que sus votos se han contado igual que los de la mayoría, en igualdad de valor de cada voto. Pero hay dos circunstancias en las que una minoría podría sentir que el gobierno de la mayoría «viola» la igualdad política. 1. Caso de que los votantes de la mayoría se jueguen menos o tengan menos interés en la decisión que los votantes de la minoría. Aunque el número de votos se ha contado de manera equitativa, da la impresión de que no sucede lo mismo con las preferencias y los intereses. 2. Caso del grupo que se encuentra una y otra vez en minoría a la hora de votar. (Ej: vamos a elegir actividad, y 6 de 10 quieren intensamente hacer baloncesto, y los otros 4 fútbol, con la misma intensidad. Siempre se jugará a baloncesto si nos regimos tan sólo por el número de votantes). Podríamos pensar que este sistema no trata equitativamente a todos los miembros, y que por tanto es menos democrático que otro sistema en el que los de fútbol también lo consiguiesen lo que quieren de vez en cuando. Tendríamos dos problemas: el problema de una minoría «intensa» y el problema de una minoría «persistente».

¿Cómo abordar estos problemas en una democracia? Hay, fundamentalmente, 2 formas de hacerlo: 1. Diseñar una constitución que limite el poder de las mayorías de manera que las minorías queden protegidas. Ej: incluir una lista de derechos que todo ciudadano debe poseer (ej: libertad religiosa), por lo que tiene que haber también un tribunal constitucional, que tenga el poder de decidir si una medida que se quiere adoptar infringe o no la constitución. Garantía de que, independientemente de lo que decida la mayoría, no se infringirán ninguno de esos derechos fundamentales recogidos en la constitución. A esta solución se le tilda muchas veces de antidemocrática, porque el tribunal puede bloquear la voluntad de una mayoría. Pero partimos de que la constitución está elaborada ya de forma democrática, y que incluye cláusulas para enmendarla y reformarla, para lo cual no basta solo con el apoyo mayoritario de los votantes (precisamente para asegurarse de que ciertos derechos queden seguros a pesar de formar parte del bando minoritario. Ej: libertad religiosa). 2. Crear distintas circunscripciones para decidir distintos conjuntos de cuestiones. (Ej: sistemas federales, en los que las regiones o provincias tienen competencia legislativa en asuntos especialmente relevantes para sus habitantes, mientras otro tipo de decisiones están reservadas para el gobierno central). Estas circunscripciones no tienen por qué tener un fundamento territorial (Ej se va a conceder una subvención, pero hay dos proyectos, uno apoyado por 6 personas, y el otro por 4, con igual intensidad. Si se cuenta por la mayoría, las subvenciones siempre se las llevará el de 6; pero se pueden crear dos comités para los proyectos, se reparte la subvención entre los dos y ellos se gestionan internamente). Pero no todos los problemas relacionados con las minorías pueden resolverse mediante estos mecanismos constitucionales (ej: caza del zorro). Por tanto, el sistema democrático que pretenda tratar equitativamente a todos sus ciudadanos tendrá que ir más allá. Tendrá que asegurarse de que la mayoría toma en consideración adecuadamente las inquietudes de la minoría antes de adoptar una decisión final, incluso cuando no estén en juego los derechos básicos. La clave es el debate público, en el que los dos lados escuchan el punto de vista del contrario y tratan de llegar a una solución que sea, en la medida de lo posible, aceptable para ambos. Es decir, se trata de que el votante mayoritario no vote simplemente por la solución que ya había elegido antes del debate, sino de que trate de formarse un juicio tras escuchar los argumentos del bando contrario. Si se encuentra un principio general con el que ambos pueden estar de acuerdo, supone un paso adelante. Pero ¿por qué habría de comportarse así la mayoría? Por lo general, la solución final implica que el lado mayoritario renuncia a parte de sus objetivos originales. Hay dos razones para ello: 1. Por respeto a tus conciudadanos. Quizás en el asunto que se está tratando estés en profundo desacuerdo con ellos, pero se supone que, en una democracia, sus voces cuentan igualmente, así que debes escucharles antes de decidir y, si es posible, encontrar una solución que tome en cuenta lo que dicen. (Hay algunos asuntos que no admiten acuerdos, pero son muy raros)

2. Quizás en la siguiente vuelta tú estés en minoría, y querrás que los que están en el lado mayoritario tengan en cuenta tus inquietudes. Por tanto, te interesa fomentar una cultura democrática en la que las mayorías no arrollen simplemente a las minorías, sino que traten de considerar justamente sus intereses antes de tomar decisiones. CONCLUSIÓN La democracia es una tarea muy exigente. Exige que la gente se interese por asuntos políticos que a menudo son complicados y parecen estar muy apartados de sus vidas cotidianas, y exige que tengan mesura y autocontrol cuando tomen decisiones de este tipo, y especialmente que no pisoteen a los grupos minoritarios aunque puedan hacerlo. Puede resultar más fácil dejarnos llevar y que sean los representantes los que tomen las decisiones políticas, en lugar de aferrarnos a la idea de que la autoridad política pertenece en último término a la ciudadanía en su conjunto, pero eso sería dejarnos devorar por los leones (Locke)....


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