Eclesiología EA 3 - Nota: 8 PDF

Title Eclesiología EA 3 - Nota: 8
Author Dr. Francisco Zapata
Course Etica y Docencia
Institution Universidad de Oriente Venezuela
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Informe sobre Evaluación Activa del capítulo 3 de Eclesiología...


Description

EXPERIMENTACIÓN ACTIVA 2

1. Describa sintéticamente la comprensión teológica del Concilio Vaticano II sobre la “comunión”. Cuando la Escritura habla de la Iglesia (Ekklesía) hace referencia a la asamblea de los llamados o convocados, siendo el rasgo principal de ésta no su condición de asamblea, sino el Dios que la convoca, y siendo ese Dios único y trino a un mismo tiempo quien se ha procurado, por intermedio del Espíritu Santo, la reunión de todos los Santos que la conforman. La comprensión teológica del Concilio Vaticano II sobre la “comunión” tiene su principal fundamento en la teología paulina que habla, entre otros pasajes, en 1 Co 10, de la comunión que tenemos con la sangre de Cristo, con el cuerpo de Cristo y especifica que todos somos participantes de dicho cuerpo, que es la Iglesia. Para Pablo, la comunión no era una parte importante, sino que era el elemento constituyente mismo de la Iglesia pues sin comunión no es posible concebir una Iglesia. De aquí que el concepto de comunión, partiendo de la teología paulina, estaría vinculado con el de participación, pues sería a través de esta última que se realizaría la primera. Visto así, es comprensible la noción de que la eucaristía (y la comunión con Cristo que tiene lugar mediante ella) sería el origen de la comunión eclesial. De hecho, uno de los elementos que se resaltan durante el nacimiento de la Iglesia es que “los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón” (Hc 2,43-46), expresión palpable de la comunión que se produjo y que sería uno de los signos distintivos de la iglesia primitiva. Es así que se destaca como “uno de los elementos de renovación” del Concilio Vaticano II el haber centrado la teología de la Iglesia Ministerio en la idea de comunión: la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. Y al revisar la Constitución Dogmática Lumen Gentium, evidenciamos que LG9 especifica que la salvación del género humano tiene carácter comunitario y no individual, siendo el agente de esta comunión el Espíritu Santo mismo.

Por otra parte, es importante señalar que, producto de los postulados del Concilio Vaticano II, surgen una serie de conceptos que procuran ejemplificar y permiten la consolidación del concepto de comunión en la Iglesia. Entre éstos, podemos mencionar: 1. La unidad comunicativa de los creyentes; 2. La verticalidad (con Dios) y horizontalidad (con los hermanos) de la comunión; 3. La diversidad que se produce (y que es permisible) en medio de la unidad y la comunión eclesial; 4. La dimensión jurídica o “jerárquica” de la comunión (en el entendido de que para que la comunión pueda ser custodiada, debe existir un ministerial sacramental jurídico a su servicio); 5. El aspecto escatológico de la comunión, que trasciende claramente nuestra existencia visible; y 6. El devenir en misión de la comunión cristiana.

2. ¿Qué sería lo común a todas las formas de vida cristiana? ¿Qué sería lo más “específico” en la vida laical, religiosa y presbiteral? Lo común a todas las formas de vida cristiana ser ía la noción de “comunión” y, más específicamente, el concepto de “sacerdocio común” que a partir del Concilio Vaticano II se nos asigna a cada cristiano. En su primera epístola, el apóstol San Pedro escribió: “Pero ustedes son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios hizo suyo para proclamar sus maravillas; pues él los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe 2,9). El sacerdocio que tenemos los cristianos católicos no está relacionado con el culto o el sacerdocio ministerial propiamente dicho, sino con el hecho de que nuestra vida está unida a Jesús y, de esta forma, tendría relación con la consagración por la regeneración y la unción del Espíritu Santo que recibimos al cumplir con el sacramento del bautismo. De aquí que nuestra vida debe ser manifestación viva de ese sacerdocio y de la esperanza de vida eterna que hay en nosotros. Estaríamos así designados (cada cristiano) para cumplir con el anuncio (manifestado en nuestro accionar), la celebración (de la gracia recibida) y el servicio del evangelio (basado en el amor). Por otro lado, cuando hacemos referencia a lo más “específico” en cada una de estas formas de vida cristiana, podemos señalar como particularidad de cada una de ellas: 

En la vida laical. Aun cuando el Concilio Vaticano II no ofrece una definición teológica precisa del laico, LG31 presenta lo que se ha considerado como una definición empírica: “Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia ”. En este sentido, lo más específico en referencia a la vida laical vendría expresado en relación a la vocación de los laicos: “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”, agregando que “deben ayudarse mutuamente a una vida más santa, de tal manera que el mundo se impregne del espíritu de Cristo y alcance su fin con mayor eficacia en la justicia, en la caridad y en la paz”, y asignándoles un lugar “más destacado” en ese sentido a los laicos. Probablemente esta porción de la Declaración es la que ha permitido que, a partir de este concilio, y por su influencia, se haya superado en buena parte la contraposición de grupos (sacerdocio y pueblo) que se estableció luego de la reforma gregoriana del siglo XI.



En la vida religiosa. Al igual que el sacerdocio común que profesamos, la vida religiosa tendría su raíz en el bautismo y su rasgo o signo distintivo sería la consagración, la cual tendría 4 niveles o sentidos: escatológico, cristológico, trascendental y pneumático, dejando claramente establecido el Concilio Vaticano II que de ninguna forma la vida religiosa constituye una especie de estado “intermedio” entre las vidas laical y presbiteral. Adicionalmente, esta vida consagrada estaría caracterizada por la especificidad, la cual nacería de la vocación y se diferenciaría de la vida laical en el hecho de que mientras aquellos se enfocan más en el mundo de Dios, los religiosos tendrían su foco en el Dios del mundo.



En la vida presbiteral. Hacemos referencia a la vida consagrada al segundo grado del sacramento del orden; el presbiterado. De esta forma, un presbítero es ministro de la palabra de Dios y de los sacramentos y la eucaristía, además de rector del pueblo de Dios; es decir, predica el evangelio, celebra el culto divino y apaciente a los fieles. El cumplimiento de esta función en cuanto al culto marcaría la diferencia con el sacerdocio común que tenemos todos, haciendo a Cristo presente en el pueblo y representando al pueblo ante el Padre., don que vendría de Jesús mismo, quien elegiría para sí de entre el pueblo a quienes serían sus colaboradores, por lo que no sería posible el ejercicio de la vida presbiteral fuera de la comunión eclesial.

3. ¿Qué quiere decir la afirmación según la cual las “Iglesias particulares están formadas a imagen de la Iglesia universal” y que “en ellas y a base de ellas se constituye la Iglesia católica, una y única”? ¿En qué lugar del Concilio Vaticano II se afirma eso? Comente esas afirmaciones. Estas declaraciones forman parte del texto de LG23, donde se habla de la “unión colegial” de la Iglesia y de la relación que los Obispos deben mantener con las Iglesias particulares y con la Iglesia universal. Esta declaración del Concilio Vaticano II expone en forma específica el ámbito de acción de los Obispos, limitándolos a “ejercer su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal”. Sin embargo, se ha planteado que, por no haber formado parte del centro de los temas tratados en las reuniones preparatorias para el Concilio, el mismo no es tocado en la Declaración con la precisión y amplitud que merece, y demostración de ello es que un tema tan importante fue incluido en el contexto de las obligaciones y campo de acción de los Obispos, y no en forma particular dentro de la misma, como un aparte que hiciese referencia en forma puntual al tema, lo que algunos consideran como una “laguna” del Concilio Vaticano II al respecto. En forma específica, la primera declaración (“Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal”) aparece referenciada a San Cipriano en su epístola 66 ("el obispo en la Iglesia y la Iglesia en el obispo"). La segunda (“en las cuales y a base de las cuales se constituye la Iglesia católica, una y única”), es referenciada a la epístola 55 ("única Iglesia, dividida en muchos miembros por todo el mundo") del mismo San Cipriano. La frase completa formada por ambas afirmaciones expresaría la “mutua interioridad” que existe entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal. Entiendo que, aunque existen muchas “iglesias”, la Iglesia de Cristo es una sola, y concibiendo a la Iglesia particular como siendo “Una, Santa, Católica y Apostólica”, en la cual se encuentran los elementos esenciales de la eclesialidad (el Espíritu Santo, el Evangelio, la Eucaristía y el ministerio pastoral). Al ser conceptualizada como una única Iglesia, la Iglesia particular (concebida como diócesis, desde el punto de vista organizacional) estaría formada a imagen de la Iglesia universal, la cual tendría su ser a partir de cada una de éstas.

De aquí surgiría el concepto de “complementariedad” entre la Iglesia universal y la Iglesia particular, así como las nociones de simultaneidad y el origen unitario de éstas. Sin embargo, al margen de todos los análisis y disertaciones que sobre una u otra pudieran hacerse, un solo hecho prima: la comunión eclesial, de donde podemos resaltar la frase: “cada Iglesia particular es Iglesia en la comunión que constituye la Iglesia Universal”.-...


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