Efecto Madre PDF

Title Efecto Madre
Course Cuidados de enfermería en el niño y adolescente
Institution Universidad Santo Tomás Chile
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Summary

Apunte traducido sobre los efectos de los lazos maternos al momento del nacimiento. Muy buena traduccion....


Description

LO EFÍMERO Y EL EFECTO-MADRE: TRANSMISIONES DE LO FEMENINO Dominique GUYOMARD (Traducido del francés por Silvia Hernández y Roberto Aceituno)

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Introducción

En este libro he intentado reflexionar acerca de los vínculos entre el narcisismo femenino y lo pulsional. Tanto en la pasión amorosa como en el riesgo de desaparición vinculado a una situación de rivalidad, los puntos de enraizamiento de la pulsión participan de una memoria que hace eco a lo materno y a su creación. Emprendo estas reflexiones con la hipótesis de una especificidad pulsional que actúa en lo materno como registro particular de una transmisión de lo femenino. He querido abrir estas interrogantes a partir de lo que la clínica psicoanalítica me enseña, siempre en relación a un trabajo con la transferencia, en la conducción de una cura. Sus variaciones propondrán un recorrido que interrogue la hipótesis señalada anteriormente. Hipótesis o enigma, en el momento en que me encuentro, se trata para mí de clarificar lo que se ha puesto bajo la égida de una experiencia fragmentaria –la mía-. Me siento en deuda con quienes quieran acompañarme con su lectura en esta aproximación1. Tanto en el campo institucional como en la intimidad del diván, hace más de treinta años que los temas del vínculo precoz y sus consecuencias psíquicas han despertado mi interés. La clínica de la transferencia y su elaboración permiten reflexionar sobre lo que actúa en la memoria inconsciente que organiza la realidad psíquica en el transcurso de un análisis. A lo largo de la escucha de historias atravesadas por dificultades vinculadas a heridas narcisistas, identitarias, y a fracasos de la transmisión, han aparecido las siguientes preguntas: ¿Qué es una madre? ¿Cómo llegar a serlo? ¿Cómo entrar en este vínculo que es lo materno? ¿Qué diferencias de registros psíquicos implican estas preguntas aparentemente simples? ¿Qué consecuencias de identificación para una niña y su narcisismo de mujer provocan las distintas modalidades de vínculo con la madre? Me ha parecido importante diferenciar la madre de lo materno, y dar al encuentro de una madre y un hijo toda su amplitud, tanto en la alegría como en las dificultades de ese real que es el alumbramiento. En efecto, lo materno no es solamente una madre y un hijo: ¡remite a toda una historia! Historia de deseos, conscientes e inconscientes, y de identificaciones. Ahí toda una genealogía es convocada: con sus memorias, sus heridas, sus tiempos de alegría y una esperanza de futuro. Lo materno es un registro psíquico que es necesario considerar en su consistencia específica, diferenciándolo de lo que es una madre. 1Quiero agradecer particularmente a uno de mis primeros lectores: Jacques André, cuya atención vigilante y amistosa permitió la publicación de este libro. 2

He querido interrogar el trabajo de la pulsión que opera en este registro para captar en este punto de intensidad vital la fragilidad del vínculo de lo femenino con lo materno, y la necesidad para una mujer de subjetivar lo pulsional que es esencial para la vida, para el dar a luz. Esta necesidad también puede, en la violencia de la efracción que caracteriza la pulsión, arrastrar y deshacer las identificaciones que acompañan la creación del vínculo madre-hijo. Es así como me he visto obligada a pensar de otro modo el narcisismo que participa del encuentro de una madre con su hijo. Ha sido necesario entonces distinguirla madre y lo materno, distinción que las sitúa en la diferencia de registro entre vínculo y relación. Lo materno es el registro del vínculo, del narcisismo del vínculo. Esta modalidad narcísica debe diferenciarse de un narcisismo que se constituye a partir de una relación con el objeto, con el objeto en la relación. En efecto, se trata de diferenciar lo materno, como registro específico de este vínculo, de la madre-objeto en la relación ligada al proceso de identificación. Así, el narcisismo del vínculo no puede ser un narcisismo del objeto. Es necesario destacar, para que no exista equívoco alguno, que, para existir, ¡este campo materno no implica la ausencia de los demás registros psíquicos del sujeto! Les es subyacente al tiempo psíquico particular de la llegada al mundo de un pequeño ser humano. Situarse del lado de la madre me ha llevado a cuestionar del lado del hijo la relación con el objeto, con el objeto-madre, y a diferenciar sus diversos aspectos. En esta perspectiva, el narcisismo es también narcisismo del vínculo y no sólo del objeto. Asimismo, la necesidad narcisística pasa, en el campo materno, por evadir el objeto. Es un modo de protección. Esta distinción impone explicitar el estatuto del objeto en el registro materno. El concepto de objeto no puede dar cuenta de la acogida específica propia a la envoltura maternante, en un espacio que, para consistir, supone la ausencia de objeto en ese campo investido pulsionalmente. ¡No hay objeto para la pulsión! Las metáforas de envoltura, de tejido, que muchas veces expresan lo que se vive en este vínculo, evocan lo que sólo puede aprehenderse espacialmente y no en una relación de objeto. Este espacio materno, geografía del vínculo, es tierra de acogida para el encuentro madre-hijo. La relación madre-hijo, vinculada al registro materno, es creadora de un femenino posible de ser transmitido. Así, el narcisismo de una mujer no está sometido en la inmediatez del vínculo a la problemática del objeto. Este rasgo específico de lo femenino me ha permitido volver a interrogar la noción freudiana de cambio de objeto. Lo femenino vinculado a lo materno sostiene la identidad de mujer, sin que por ello esta relación sea su única detentora. La erotización del vínculo garantiza su transmisión. En efecto, es necesario que este placer del vínculo tenga lugar para constituirse como vínculo narcisisante, y su destete debe ser la garantía de una transmisión posible, pues su ausencia produce un goce que lo anula. Estas diferentes constataciones y su elaboración me han parecido evidentes para aprehender aquello que el recorrido de una mujer despliega para conquistar su identidad y que le permite franquear las resistencias del discurso social para hacer escuchar su voz y producir su reconocimiento. La 3

condena a las madres, tanto como su adulación, me parece que clausuran todo cuestionamiento sobre la especificidad de lo materno en su vínculo con lo femenino. La represión de la voz de lo femenino, en tanto resulta demasiado peligrosa, se asocia a la fascinación por el canto de las sirenas, porque es extrañamente inquietante. ¿Cómo escuchar de otro modo a las mujeres, a las madres y a las hijas? Para mí no se trataría – ¡y esto es siempre actual!- de actuar en la repetición de lo ya comprendido y cerrado, sino de intentar abrir un camino para esta escucha. Y ahí donde las cosas parecían demasiado evidentes, intentar otorgarles un nuevo estatuto. Puesto que no se trata de una simple reivindicación, me ha sido necesario proponer el testimonio de una búsqueda: aquella que proveniente de la clínica y de la necesidad de pensarla, se ha elaborado en el a posteriori1 de las curas y en la singularidad de cada historia. Este tiempo de elaboración supone también una posición transferencial lo más cercana a la sorpresa frente a la palabra y a la creatividad de un sujeto. La responsabilidad del analista oscila entre la protección necesaria para la causa de un sujeto (aquello que para Winnicott constituía el tiempo de psicoterapia que hace posible el análisis y su continuidad) y el compromiso de interrogar a los demonios, lo que puede a veces rozar la persecución para nuestros pacientes. Así fui convocada por problemáticas diferentes en múltiples direcciones. Y siempre volvieron las preguntas por el objeto y el narcisismo, la alteridad y la castración. Estas preguntas de voces plurales cruzaron mis propios cuestionamientos relacionados con lo femenino de una mujer y sus representaciones. ¿Qué es ser una hija para una madre y de qué mujer en devenir este vínculo puede ser promesa? Mi trabajo, solitario pero en compañía, encontró en la amistad la pasión compartida por el análisis2. Espero aportar con este ensayo mi humilde contribución a lo femenino y a su invención.

1(Nota de la trad.): aquí, y en diversos momentos del texto, se traducirá la expresión francesa “aprèscoup” como “a posteriori”, a falta de una expresión en castellano más precisa.

2Es necesario destacar aquí la amistad de mis colegas Sylvie Sesé-Léger y Liliane Gherchanoc, con quienes compartir y contrastar nuestras diferentes vías de investigación animaron siempre nuestro seminario en común, Le féminin en question (Lo femenino en cuestión).

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Capítulo I Baby-blues: el encuentro y la creación del vínculo

¿Por qué baby blues? Esta expresión familiar podría parecer una broma. Sin embargo, en ningún caso su significado puede entenderse así. ¿De qué se trata? ¿A qué tiempo específico de la maternidad se refiere? Se trata de un tiempo equivalente al de un duelo psíquico: duelo de lo que habría que dejar ir para que exista el encuentro de una madre con su hijo. Mi propósito se refiere a ese tiempo psíquico, particular y necesario, que no se vive obligatoriamente de forma consciente pero que es emblemático de la creación del vínculo madre-hijo. Tiempo que interroga la transmisión de lo materno tomado en el cuerpo de lo femenino. Para dar a esta indagación todo su despliegue, quisiera explorar lo que se relaciona con el trabajo psíquico inconsciente denominado baby-blues, antes de proponer algunos fragmentos de una cura con un hijo y sus padres. El camino a seguir, para el futuro del hijo y su relación con su madre, es este paso, este salto de un registro a otro que puede entenderse como pasaje – y transformación - del vínculo a la relación. Pero todavía es necesario, para una madre y un hijo, poder acceder a este vínculo para después abandonarlo, manteniendo al mismo tiempo la huella narcísica que lo caracteriza. Huella, pues es memoria de un narcisismo del vínculo. Vamos entonces a interrogar este tiempo llamado baby-blues como un tiempo que circunscribe esta entrada en el vínculo materno, vínculo que preside la creación y el encuentro de una madre y un hijo. Me remito aquí, para una descripción sólida y precisa de este tiempo particular, a un texto de Kathy Saada, Le baby-blues, donde describe lo que siente una parturienta después de haber dado a luz1: «Inquietante extrañeza. Percepción sin representaciones. Un momento de desamparo, al borde de la subjetividad. Llora sin saber por qué… No se siente capaz de ocuparse de su hijo. Tiene ganas de apartar a su hijo de ella, de retirarse en su cama.» ¿Podríamos escuchar en esta retirada los ecos de una memoria de la burbuja madre-hijo donde la parturienta era el bebé de su madre? Esta hipótesis concierne también al vínculo madre-hijo y las memorias que lo constituyen. 1 Kathy Saasa, “Le baby-blues”, conferencia realizada durante un encuentro en Túnez en mayo de 1999 entre el grupo Réciproques y un servicio de psiquiatría pediátrica.

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Dar nacimiento no es sólo transmitir la vida; es traer al mundo, estar ya en el vínculo con la comunidad humana que acoge al hijo y lo presenta a su madre: comunidad que enraíza al padre en este tiempo del nacimiento como aquél que reconoce al hijo como suyo y que restituye también a su compañera su estatuto de mujer deseada. Es al menos lo deseable … y no siempre evidente. Este tiempo así llamado baby-blues no hay que confundirlo con una depresión post partum, que sería más bien su fracaso. No es un acontecimiento patológico. Es un tiempo psíquico, vivido conscientemente o no, necesario para volver a apropiarse del deseo como marca por la castración de la alteridad, la nuestra y la de cualquier otro, tanto el más próximo como el más lejano. Paradójicamente, podríamos pensar el babyblues como fuera del tiempo de esta comunidad humana, un tiempo de soledad radical. El efecto traumático del parto, por definición, cualquiera sean los discursos y el imaginario que lo rodean, provoca una separación respecto al hijo imaginario. Este efecto traumático del nacimiento tiene un efecto «vaciante», de vacío –y no solamente del vientre, del cuerpo de la mujer, sino del vacío en relación al fantasma. La actividad fantasmática está saturada de la realidad apabullante de estos dos cuerpos: de una mujer genitora y de un pequeño ser humano. Acontecimiento que puede ser traumático para el psiquismo de la madre. Traumático en el sentido de una realidad nueva, irreversible e irrepresentable para la imagen inconsciente del cuerpo de la mujer que da a luz, cualquiera sean las realidades objetivamente conocidas por ella en relación a su embarazo. Lo imaginario del deseo está atravesado en cierto modo por lo pulsional en acto, necesario y vital para el parto mismo. Allí donde la pulsión barrería el espacio fantasmático del deseo, ella encuentra el objeto, a la vez, en una especie de choque en cadena con la derrota de lo imaginario del deseo inconsciente, y en el cara a cara mujerbebé. La violencia pulsional va al encuentro del trayecto del deseo, puesto que éste se encuentra detenido, paralizado por una representación traumatizante: este cara a cara al cual será necesario confrontar y arrancar palabras para transformarlo en vínculo. Se trata de un tiempo suspendido, antes de sumergirse en el vínculo de maternaje. En cierto modo, la pulsión borra el deseo hallándolo como objeto, es decir desprendido de su adorno imaginario; como si el exceso pulsional, vital para el momento de la llegada al mundo, desposeyera al deseo inconsciente del imaginario fantasmático que lo sostenía: imaginario inconsciente en tanto modalidad que teje la relación humanizando al otro. La pérdida no se inscribe de entrada como firma del deseo. Es la huella de la pérdida la que concurre para crear el objeto de deseo. Ambos registros, de la pulsión y del deseo, se confunden en este suspenso psíquico, vivido conscientemente o no, en este espacio sin límites y fuera del tiempo.

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La identidad del sujeto inconsciente, organizado por el deseo que estructura el fantasma, se «realiza», «se reifica»; como si se tratase aquí de una escapatoria imposible. A partir de ahí diversos destinos, en la entrada de este vínculo materno, son posibles. Destinos que tejen toda vida, tanto las nuestras como las de nuestras y de nuestros pacientes. Esta escapatoria imposible es también una manera de hablar de este paso, este salto a otra cosa; es decir, una manera de hablar de lo irreversible y de lo que enfrenta a toda mujer que trae al mundo un hijo con su mortalidad y la de su hijo. Culpabilidad indecible, monstruosa, que a veces se manifiesta en el miedo de hacerle daño al bebé, de tener impulsos violentos: lo imaginario convoca representaciones conscientes que muchas veces son necesarias para el tejido del vínculo, y paradojalmente tranquilizadoras, aún si son dolorosas, de esta culpabilidad inherente al hecho mismo de dar la vida. El baby-blues es entonces este necesario tiempo de elaboración psíquica que muchas veces se materializa cronológicamente en una depresión pasajera –vinculada en el discurso médico a la disminución hormonal y racionalizada como tal. Se trata también, paradojalmente, de un fuera-del-tiempo, pues rompe la continuidad psíquica y corporal. Y es debido a que se trata de un tiempo vacío, vacío de identidad, de identificaciones y de deseos a los cuales está vinculado de manera significativa el sujeto, que existe esta vacilación (fluctuación). Esta fluctuación expresa la vacilación que tiene lugar antes de entrar en el vínculo maternante, antes del encuentro con una madre, la madre de este hijo y el hijo de esta madre. Ser madre o ser hijo para esta madre no son condiciones dadas de antemano. Las representaciones «legadas» o no, posibles o no de ser figuradas, no eximen de esta modalidad particular de creación del vínculo madre-hijo. Hay que ir ahí como lanzándose al vacío, pues muchas veces es en representaciones de absorción de sí como se expresa la representación vivida del vínculo. En este vínculo, uno no se encuentra a medias. No obligatoriamente, pero si se constituye es en esta captura psíquica. Ocupación, preocupación materna primaria, como se dice. Reconocer a su hijo y adoptarlo supone una disponibilidad, no solamente del deseo de hijo, que es un requisito, sino del deseo del vínculo. Y es allí donde una mujer se encuentra confrontada a una – al menos una - identificación inconsciente que pasa por el terror de un goce olvidado, pero cuya memoria es reactivada por el momento de su confrontación con el bebé que ha traído al mundo, y a lo que de ella está vinculado a la memoria del lactante que ella fue para su madre. Volvamos un instante sobre dos términos: «terror y goce». Me parece que permiten nombrar el a posteriori de la represión. Estos son a la vez su marca y lo que, de la represión, da paso a la nostalgia del vínculo e impide su acceso. El placer del vínculo narcisisante de la díada madre-hijo - placer de la seducción compartida, entregada y recibida - debe ser efímero para cumplir su función estructurante. Este efecto de madre 7

es estructurante en tanto efímero1 y en tanto designa lo que está guardado nostálgicamente como perdido. Desde este punto de vista es también una condición para hacer huella de lo materno y de lo femenino en una mujer: es decir, es condición de las identificaciones posibles. Me parece que esto requiere el desarrollo de dos temas: 1/ la madre, primer objeto de amor; 2/ la transmisión de lo femenino. El poder de las madres.

LA MADRE, PRIMER OBJETO DE AMOR Si la madre sigue siendo el primer objeto de amor, es esta permanencia de la que se trata aquí, recubierta por la represión necesaria a la asunción de la relación (de objeto). Permanencia que está fuera del tiempo fálico, es decir del lado de una constitución cualquiera del objeto. La homoerotización del vínculo narcisisante, como lugar del encuentro madre-hijo supone, en el vínculo madre-hija, el feliz reconocimiento de lo femenino de la hija por parte de la madre. Es en este placer vivido donde una hija enraíza su propio placer de ser mujer: lo femenino de ella debe ser amado por su madre para convertirse en feminidad. Feminidad como declinación de un femenino narcisisado. Esto equivale a decir que para una hija la huella de lo materno, que sostiene la transmisión de lo femenino llevado por su madre, tiene un origen y un destino particulares. Esta especificidad es fuente de metáforas producidas en una resistencia al discurso falocéntrico, pero que también es organizado por él: es lo que podríamos llamar, como destino, la metáfora obligada. Algunas mujeres ¿«tocan» más lo real de su sexo, de su ser femenino, en el parto como paso sexuado? Paso que supone este tiempo al cual nos hemos referido, tiempo vivido a destiempo. El parto puede ser vivido como una ruptura de todas las continuidades de ser, en el sentido que da acceso a un vivir sin metáfora. Es entonces cuando el babyblues viene a nombrar y metaforizar el tiempo posible de investidura de lo vivido con palabras y un discurso que se puede compartir. Lo real, por definición sin metáfora, deja estupefacta a una mujer en la vivencia a veces traumática del parto, porque cualquiera sea su acompañamiento descubre un cuerpo que no conocía. No hay «imagen inconsciente del cuerpo» que la prepare para tal acontecimiento. Lo traumático aquí no es del orden de la destrucción, sino de lo simbólico sin representaciones que une a toda “parturienta” con su propia madre – y sin duda con todas las madres posibles - en ese cuerpo: cuerpo que puede dar a luz. A lo real de un cuerpo que es también el de su 1 [Nota de la Trad.: El efecto de madre (l´effet de mère o, más adelante, effet-mère) permite un juego de palabras con la homofonía del término l´éphémère: lo efímero. El juego verbal con estos términos está presente a lo largo de todo este libro y no puede traducirse al castellano.

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madre que la dio a luz: eso no se sabe de antemano, no se dice; se vive y produce lo simbolizable materno, a condición de que se encuentren las metáforas necesarias para ello. Metáforas que son su soporte imaginario. La represión de este paso, en el sentido de «sobre todo, no sentir nada» ...


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