El turismo urbano y metropolitano PDF

Title El turismo urbano y metropolitano
Course Geografía Turística
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El turismo urbano y metropolitano

Geografía Turística

El turismo urbano y metropolitano Características de los espacios urbanos y metropolitanos Antes de analizar las características que presenta el fenómeno turístico en las distintas ciudades del mundo, se debe partir de la idea de que los espacios urbanos son ámbitos complejos y totalmente dinámicos. Con el fin de lograr un abordaje integral de esta cuestión, en primera instancia se analizarán las características genéricas que presentan los espacios urbanos en la actualidad, para luego dar paso al análisis de las múltiples relaciones existentes entre este tipo de espacios y el fenómeno turístico. Al momento de lograr una definición de lo urbano, existen diversos factores a tener en cuenta. Comúnmente lo urbano se define por oposición a lo rural. No existe una definición única, universal. Algunas definiciones toman en consideración aspectos cualitativos (por ejemplo, su función, su estatuto jurídico, jerarquía, morfología, etcétera), mientras que otras se basan en aspectos cuantitativos (tamaño, densidad poblacional, porcentaje de actividad en cada sector económico). Existen al respecto definiciones estadísticas que permiten calificar un espacio como urbano o rural según determinado umbral de población, aunque este parámetro varía de un país a otro por lo que no existe un criterio unificado en este sentido. Definiciones más teóricas vinculan lo urbano con rasgos esenciales como su morfología y su densidad tanto poblacional como de edificación. En síntesis, algunos elementos que caracterizan al espacio urbano como tal son su trama, plano y diseño, el predominio del uso residencial, comercial e industrial del suelo y de las actividades de servicios. En cuanto a los aspectos sociales, se puede decir que estos espacios presentan un alto grado de interacción social –considerablemente mayor con respecto a las áreas rurales–, aunque las relaciones suelen ser de carácter secundario, impersonales, transitorias y superficiales. Reina el espíritu de la competencia, propio de las sociedades insertas en una economía de mercado competitivo. Si bien las ciudades son espacios organizados para la vida colectiva, la fragmentación y la heterogeneidad social suelen ser algunos de sus rasgos característicos en el mundo actual. Es posible hablar incluso de una cultura urbana, integrada por los valores, normas y formas de comportamiento genéricos que manifiestan sus habitantes. Este no es un detalle menor, ya que la cultura urbana aparece como un atributo

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importante de algunas ciudades de interés turístico debido a que forma parte de su patrimonio intangible. De acuerdo a lo expuesto en capítulos anteriores y desde el enfoque de la geografía contemporánea, el espacio en general y el espacio urbano en particular es considerado una construcción social, puesto que materializa las distintas relaciones sociales y es resultado de un proceso histórico y acumulativo (Alessandri, 1992). Es productor y generador de conflictos, ya que intervienen y conviven diversos actores sociales con intereses contrapuestos de apropiación y uso del suelo. La cuestión urbana ha sido objeto de estudio de distintas ramas de la geografía dando como resultado perspectivas sumamente interesantes para el abordaje de los fenómenos urbanos, entre estos, el turismo. Una línea de investigación novedosa es la propuesta por la geografía de la percepción que centra su estudio en los mapas mentales y en las imágenes urbanas con la finalidad de indagar sobre las relaciones entre el espacio y el comportamiento humano. A través de esta perspectiva, es posible identificar algunos elementos propios de los espacios urbanos, tales como las sendas -que constituyen las barreras físicas y sociales que dividen un área de otra dentro de una misma ciudad–; los nodos, punto donde convergen estas sendas; y los hitos urbanos caracterizados por su alto valor simbólico. Otro enfoque interesante lo ofrece la denominada cronogeografía, la cual suministra un análisis espacio-temporal de la ciudad al estudiar las trayectorias que los individuos realizan conjugando estas dos variables y definiendo los espacios accesibles en un período de tiempo dado. Ambas perspectivas pueden representar aportes significativos para el abordaje del fenómeno turístico en los espacios urbanos. El crecimiento metropolitano es un fenómeno mundial, aunque adquiere características particulares según se trate de países desarrollados o no y de la estructura socio-política en juego. Se puede destacar el hecho de que la población urbana de los países en desarrollo está aumentando a un ritmo mucho más acelerado que las ciudades desarrolladas. La estructura de su red urbana se caracteriza por la desarticulación y la macrocefalia, donde la concentración poblacional en las megaciudades, que tienden a absorber todas las energías del sistema urbano, está generando serios problemas de hacinamiento, pobreza, enfermedad, carencia de servicios y deterioro moral, entre otros impactos (Precedo Ledo, 2004). La explosión urbana ha producido de la mano de dos procesos distintos: la periurbanización y la suburbanización. El primero consiste en la invasión de las áreas que rodean las grandes urbes con el objetivo de trasladar allí actividades productivas que permitan aprovechar los menores costos de infraestructura, suelo y mano de obra que estas áreas suministran.

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También suelen crearse aquí áreas residenciales marginales ocupadas por aquellos habitantes que han abandonado la ciudad empujados por los elevados costos de la renta y los servicios. Estas áreas suelen presentar un rápido crecimiento de su ocupación, pobreza y degradación ambiental, ya que se invaden tierras productivas o ecosistemas naturales ubicados en las zonas de transición de campo a la ciudad. El segundo proceso, conocido como suburbanización, comprende las áreas residenciales de baja densidad que se expanden en los alrededores de algunas ciudades y que cuentan con una comunicación rápida a través de autopistas con el área central. En Argentina este proceso está directamente asociado con la proliferación de barrios privados situados en áreas periféricas próximas a las grandes urbes. Esta modalidad surgió en los Estados Unidos cuando el uso del automóvil hizo posible los desplazamientos cotidianos hacia la ciudad. En la actualidad, este tipo de urbanizaciones implica la invasión y destrucción de espacios verdes, deforestación, contaminación de recursos naturales y un alto consumo de energía y agua, además de los elevados costos implicados en el tendido de la red de servicios. Algunos geógrafos definen a estas áreas como suburbanas en el sentido de que son espacios de transición, donde se combinan las actividades agrícolas, la población urbana y el paisaje rural. El crecimiento de la mancha urbana que experimentan las ciudades hoy ha dado nacimiento a las áreas y regiones metropolitanas. Aunque ambos términos habitualmente se emplean de manera indistinta, vale la pena aclarar que conceptualmente hay diferencias entre uno y otro. Se habla de área metropolitana cuando el crecimiento de la ciudad se lleva a cabo de manera contigua en el espacio, de modo que la mancha urbana se extiende uniendo a varios municipios en su interior, desbordando los límites de cada uno. En oposición, la región metropolitana está conformada por ciudades que forman parte de un sistema urbano funcionalmente integrado, junto con los intersticios intermedios no urbanizados, es decir que no existe contigüidad en el espacio, sino que se trata de una serie de ciudades de distintas jerarquías y perfiles productivos, interconectadas entre sí. La región metropolitana está integrada por nodos, ciudades satélites y los espacios que median entre una y otra.

El desarrollo turístico en los espacios urbanos y metropolitanos El turismo urbano se enmarca dentro del turismo cultural, dentro del cual el patrimonio arquitectónico, artístico e histórico actúa como un verdadero imán de flujos turísticos. Dado que el concepto de patrimonio ya ha sido abordado en el Módulo 1, resulta interesante en esta instancia incorporar

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otro aspecto que no debe dejarse de lado, debido a su relevancia en el ámbito turístico: el paisaje urbano. El paisaje urbano es la forma en que se manifiesta el espacio urbano. Reproduce en un momento varias etapas de la historia; emergen en él la multiplicidad de los tiempos que constituyen lo urbano. Se trata de un paisaje humano, que tiene una dimensión histórica y social de lo producido por la vida del hombre. Algunos autores consideran que las diferencias explícitas del paisaje urbano pueden percibirse como varias ciudades dentro de una misma ciudad, dividiéndola en sectores homogéneos sin ninguna articulación entre sí. De hecho, las diferencias explícitas del paisaje pueden ser entendidas como manifestaciones de las contradicciones que están en el origen mismo del proceso de producción del espacio (Alessandri, 2004). Las transformaciones que han experimentado los espacios urbanos en las últimas décadas han llevado a los organismos públicos a tomar cartas en el asunto a través del diseño e implementación de políticas de renovación y rehabilitación urbana, muy ligadas a lograr un mayor aprovechamiento turístico. Las políticas de renovación pretenden lograr la adaptación de un espacio urbano a nuevas funciones con el objetivo de reforzar su potencial económico y su valor paisajístico. En muchos casos, esto implica la destrucción total de la antigua trama urbana y la liberación de superficies para nuevos usos del suelo de carácter más intensivo. Como resultado, las ciudades experimentan transformaciones morfológicas; funcionales, debido al desarrollo de nuevas actividades; económicas, a causa de la revalorización inmobiliaria; y demográficas, ya que suponen la presencia de nuevos habitantes. Las políticas de rehabilitación urbana, por su parte, tienen por finalidad reacondicionar espacios con valor histórico, poner un freno al despoblamiento que experimentan las áreas centrales y los barrios históricos, mejorar la red de servicios y conservar el patrimonio arquitectónico y la multiculturalidad de los espacios urbanos.

Así los espacios patrimoniales aparecen como áreas de protección de la diversidad cultural local frente a la amenaza de lo global, en donde se tratan de proteger formas tradicionales de expresión que están siendo muy alteradas o modificadas por la globalización. (Gómez Schettini, en Bertoncello, 2008, p. 121).

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El redescubrimiento y la revalorización de los antiguos barrios céntricos de las grandes ciudades empezaron a manifestarse después de la década del cuarenta. Esto se ha hecho especialmente evidente en los países que sufrieron una notable destrucción de su patrimonio arquitectónico durante la Segunda Guerra Mundial, tales como Alemania, Polonia y la Unión Soviética. Una vez finalizado el conflicto se dio inicio a las tareas de reconstrucción minuciosa de los edificios del centro de las ciudades, mientras que en las zonas periféricas las obras de construcciones fueron de baja calidad y planificación. Los países menos afectados por la Guerra no se ocuparon de establecer políticas y acciones de renovación de sus centros históricos hasta la década del sesenta, después de que algunos antiguos barrios fueron víctimas de la demolición para dar paso a edificaciones más modernas. En los países menos desarrollados la existencia de graves problemas urbanos y la insuficiente infraestructura han relegado a un segundo plano la cuestión de la revalorización arquitectónica de sus sitios de valor histórico. Sin embargo, algunas ciudades han conseguido la ayuda económica y técnica de organismos internacionales para revalorizar su patrimonio. En la mayoría de los países desarrollados la política urbana contempla el acondicionamiento para uso turístico de sus centros históricos. Esto implica la revalorización de grandes edificios, la limpieza de fachadas y la renovación de pinturas, entre otras tares, de iglesias, monumentos, palacios, museos, edificios públicos y demás sitios de valor cultural. Esto, sin lugar a dudas, requiere partidas importantes de los presupuestos públicos, lo que ha conducido, en algunas ocasiones, a que la financiación de estas obras se reparta entre las administraciones locales, regionales y nacionales e incluso contar con la intervención de organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Otras ciudades han emprendido la rehabilitación de islotes urbanos de valor histórico y arquitectónico tras largos años de abandono, lo que implica grandes costos, pero su puesta en valor garantiza las posibilidades de un turismo cada vez más interesado en lo auténtico. En cuanto a la remodelación del conjunto del entramado urbano central debe decirse que no solo responde a una preocupación turística, sino que también entran en juego razones de índole social, económica y funcional. Acciones de este tipo han hecho que se abran calles peatonales repavimentadas y acondicionadas con mobiliario urbano en los barrios comerciales. Las grandes superficies comerciales subterráneas y en superficie incrementan el atractivo de estos barrios que habían sido abandonados de manera paulatina por sus habitantes, quienes se desplazaron hacia las zonas residenciales periféricas. Como contrapartida, la revalorización de estos barrios da lugar a la especulación inmobiliaria y a los aumentos de la renta, lo que retroalimenta el proceso

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de despoblamiento de estas áreas, ya que expulsa a la población de ingresos medios y bajos hacia otros barrios de la ciudad. Además, la proliferación de restaurantes, galerías de arte, centros comerciales y demás establecimientos destinados al turismo suele producirse en detrimento de los comercios y los servicios más tradicionales (Mesplier, 2000). El turismo urbano cuando es masivo transforma la fisonomía y el funcionamiento de las ciudades, en especial, en lo que respecta al tránsito: suele generar problemas producto de la obstrucción de vehículos y el estacionamiento desordenado en las principales arterias. En algunas metrópolis se han construido amplias áreas de aparcamiento subterráneas con el fin de preservar el entorno o se han emplazado estas áreas fuera del núcleo histórico para evitar los inconvenientes anteriormente mencionados. Sin embargo, la gran extensión que presentan algunas ciudades, donde los atractivos están diseminados por todo su ejido, hace sumamente necesario utilizar algún medio de transporte para desplazarse de un sitio a otro. Por esta razón algunas ciudades ofrecen servicios de transporte especiales para la realización de circuitos turísticos completos. La presencia de contingentes de visitantes debe constituir una variable más a tener en cuenta al momento de gestionar el uso de los espacios urbanos. Se deben realizar los cálculos de capacidad de carga de acuerdo a la estacionalidad y volumen de afluencia turística. A esto hay que agregar que los problemas de delincuencia, contaminación auditiva y aumento de residuos urbanos se ven exacerbados en las épocas de mayor actividad (Zeballos de Sisto, 2003). En cuanto a las áreas periféricas de las ciudades se puede decir que han desempeñado históricamente una función de ocio y esparcimiento para los habitantes citadinos. Eran los sitios elegidos para paseos de fines de semana, andar en bicicleta, realizar caminatas por los parques, visitar jardines zoológicos, pescar y practicar remo. Primero, el tren y, luego, el automóvil particular fueron los medios de transporte que hicieron posible estos usos. En la actualidad, las áreas periféricas albergan equipamiento adaptado al turismo de negocio, a la demanda de propuestas recreativas de los propios ciudadanos y de los viajeros en tránsito. En los cruces de ejes periféricos y de las grandes vías de acceso a los aeropuertos se localizan las denominadas ciudades empresarias con todo el equipamiento necesario para los viajes de negocios, tales como hoteles de categoría y centros de convenciones. En estas áreas se emplazan también los parques acuáticos, los campos de golf, los circuitos automovilísticos, los grandes predios deportivos y los estadios olímpicos. Estos últimos aparecen rodeados, en el caso de las ciudades europeas, de barrios edificados en ocasión de los juegos olímpicos (Mesplier, 2000).

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Un aspecto relevante que caracteriza al turismo de ciudad es el hecho de que su estacionalidad no es tan acentuada, es decir que la afluencia turística es más homogénea a lo largo del año y, en general, las estadías son de menor duración. Las ciudades turísticas son poseedoras de un excelso patrimonio cultural que se manifiesta tanto en sus aspectos tangibles como intangibles: paisaje urbano, trazado, museos, iglesias, templos, monumentos, parques, historia, costumbres, espectáculos artísticos, gastronomía, entre muchos otros. También actúan como centros de distribución cuando cuentan con atractivos interesantes (naturales o culturales) dentro de su radio de influencia, ya que nuclean los servicios necesarios para los turistas y desde allí parte la mayoría de los circuitos turísticos.

Clasificación de los centros turísticos urbanos En lo vinculado a las distintas modalidades turísticas, el turismo de ciudad está claramente identificado con el turismo cultural, según lo expuesto. El apogeo del multiculturalismo en la ciudad ha propiciado la aparición de nuevos atractivos turísticos.

Es así como viejos espacios y constructor (patrimoniales o no), ciertas costumbres o entornos de vida cotidiana, pasan a ser considerados como nuevos atractivos turísticos y, a diferencia de cómo se pensaba la gestión local en el pasado, cuando lo “viejo” era visto como obsoleto, hoy lo “viejo” se reconvierte no sólo en relación con su valor cultural como patrimonio, sino también como recurso económico, principalmente turístico. (Gómez Schettini, en Bertoncello, 2008, p. 113).

Dentro de lo que se consideran ciudades turísticas, es posible realizar una primera clasificación según el tamaño de las urbes y el grado de importancia que el turismo asume con respecto las demás funciones urbanas. A continuación, se expone una descripción de cada tipología según la clasificación desarrollada por Mesplier (2000). En cuanto a aquellos centros que adquieren una importancia media en el sector turístico, se encuentran las pequeñas ciudades y las ciudades de tipo medio.

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Las primeras suelen presentar interés para la actividad en razón de su patrimonio o de su localización geográfica, en la medida en que se hallan insertas en un entorno regional atractivo, próximas a cursos de agua, montañas u otros tipo de recursos naturales y culturales. Suelen cumplir la función de puntos de partidas de itinerarios regionales. En la mayoría de los casos, el turismo es la actividad dominante y la que captura gran parte de la mano de obra local. También puede tratarse de pueblos pintorescos que disfrutan de una privilegiada ubicación geográfica en entornos de suprema belleza paisajística. Dado que son poblados que dependen de su afluencia turística, se presta especial atención al cuidado de su arquitectura y su entorno natural. A modo de ejemplo, se puede citar el caso de pequeños pueblos patagónicos como Villa La Angostura y San Martín de los Andes. Otra variante son las pequeñas ciudades que cuentan con una amplia gama de servicios y puntos de interés. A menudo son ciudades históricas de rico patrimonio cultural, tal como la ciudad de Alta Gracia, famosa por su patrimonio jesuítico y museístico, por citar solo un ejemplo local. Un segundo grupo está constituido por las ciudades de tipo medio, las cuales poseen mayor población que las del grupo anterior. Si bien no dependen exclusivamente del turismo, este tiene un peso importante dentro de su estructura económica y funcional. Los barrios históricos son los más animados del entramado urbano, por lo que generan un efecto de arrastre sobre la población local, aunque a veces un único monumento de gran tamaño constituye el eje sobre el cual se organiza la trama de la ciudad. Expresado de otra manera, el atractivo de estas ciudades pued...


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