TEMA 8.EL Hecho Urbano. EL Proceso DE UrbanizaciÓn PDF

Title TEMA 8.EL Hecho Urbano. EL Proceso DE UrbanizaciÓn
Course Geografía General II: Humana
Institution UNED
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TEMA 8. EL HECHO URBANO: EL PROCESO DE URBANIZACIÓN 1. EL CONCEPTO DE LO URBANO POR EL CONTRAPOSICIÓN A LO RURAL 2. EL PROCESO DE URBANIZACIÓN 2.1.

LA CIUDAD PREINDUSTRIAL

2.2.

LA CIUDAD INSUTRIAL

2.2.1. Las principales aportaciones del urbanismo utópico 2.2.2. Las soluciones reales: las transformaciones urbanísticas de la ciudad decimonónica 2.2.3. El modelo cultural y la Ciudad Jardín. La aportación española de Arturo Soria: la Ciudad Lineal

1.

2.3.

EL TRIUNFO DE LA CIUDAD NEOTÉCNICA

2.4.

EL NUEVO MODELO URBANO DE LA CIUDAD POSTINDUSTRIAL: LAS AGLOMERACIONES URBANAS DE CARÁCTER SUPERIOR. LAS ÁREAS METROPOLITANAS

2.5.

LA CIUDAD DEL TERCER MUNDO

2.6.

LAS ÚLTIMAS TENDENCIAS URBANAS DE LOS PAÍSES DESARROLLADOS. LA CIUDAD DIFUSA

EL CONCEPTO DE LO URBANO POR CONTRAPOSICIÓN A LO RURAL

La ciudad es un hecho geográfico de primera magnitud para la comprensión del mundo actual. Su definición es, sin embargo, difícil. Dos son las vías conceptuales utilizadas. Una viene enfocada con la sociología urbana, que se refiere la ciudad y a lo urbano como un hecho con características propias y permanentes. Y la otra, a la perspectiva historicista, que establece una relación con la sociedad donde se desarrolla

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La concepción de carácter sociológico plantea la idea de separación radical de los conceptos rural y urbano. Según L Wirth, lo que distingue el modo de vida urbano y rural serían tres diferencias que se dan entre la ciudad y el campo, respecto al tamaño, densidad y heterogeneidad. Las relaciones entre los individuos de la ciudad serían de carácter secundario, definidas por Wirth como impersonales, superficiales, transitorias y segmentadas. Los otros dos rasgos urbanos, elevada densidad de población y heterogeneidad social, introducen mecanismos de competencia y conducen a la segregación social en el espacio. Los individuos en el medio vivirían físicamente próximos, pero separados por la estratificación social. Estos factores explican la diferenciación interna en la ciudad, frente a la mayor homogeneidad del campo. Frente a este planteamiento, donde se supone que la existencia de un marco ecológico, como la ciudad, produce una forma de vida y de relaciones sociales, existiría otro, con la propuesta inversa. No sería la ciudad la que determinaría la relación social, sino, por el contrario, la organización social es la que provocaría la aparición de un tipo de Ciudad. Este concepto tiene un carácter dinámico y se refiere más al concepto de fenómeno urbano, que se entronca con una visión historicista de la ciudad. De acuerdo con ella, la ciudad no debería ser considerada como una entidad fija, sino como reflejo de una forma particular de civilización. En los países desarrollados se separa la etapa preindustrial, anterior a la Revolución Industrial, de la fase posterior. En la época anterior, la delimitación de la ciudad en el espacio amurallado, frente a lo que se consideraba campo, permitía ver con nitidez la diferencia entre lo rural y lo urbano. Lo rural va directamente unido a la actividad económica del sector primario mientras que la ciudad concentra el sector terciario de servicios convirtiéndose en un centro organizado y dominador del territorio circundante. El proceso de industrialización masivo que acompañó a la Revolución Industrial habría concentrado en la ciudad los principales factores productivos, haciendo crecer su tamaño y despoblando los núcleos rurales. La sociedad se ha urbanizado de tal forma que ha impuesto sus modos de vida de forma absoluta. Este proceso de urbanización ha seguido caminos distintos en función del desarrollo económico de cada país, sus propias tradiciones culturales o ideología política. La concentración progresiva de la población se realiza a ritmos diferenciados. En los países desarrollados el ritmo de crecimiento ha disminuido, y puede hablarse de una desurbanización, debido a las ciertas tendencias del crecimiento demográfico. Esto contrasta con el crecimiento de ciudades del tercer mundo. Criterios de delimitación de los asentamientos urbanos y rurales

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Para conocer la tasa de urbanización de un país o territorio es preciso separar lo que se entiende por asentamiento urbano y rural. Desde un punto de vista cuantitativo, se establecen unos criterios que ayudan a la separación. Tres han sido los criterios aceptados, que hacen referencia al volumen de población, a la densidad de población y vivienda y al tipo de actividad económica. Estos criterios coinciden con los definidos por Wirth. El diferente estado de urbanización de los diferentes países ha llevado a considerar los umbrales en el volumen mínimo de población necesario para diferenciar un asentamiento urbano de otro rural, dependiendo del país: 200 habitantes para Suecia, 30.000 habitantes para Japón. Esas diferentes valoraciones proceden de tratar de buscar un único punto de referencia en la definición de lo urbano. Hay casos difíciles de clasificar dentro de una estrecha concepción urbana ligada al tamaño de asentamiento de población o a las actividades de sus habitantes.

2.

2.1.

EL PROCESO DE URBANIZACIÓN

LA CIUDAD PREINDUSTRIAL

Se conoce como ciudad preindustrial a aquella que se encuentra en una etapa anterior a la industrialización. Coincide, en las sociedades avanzadas, con la parte de la ciudad llamada casco antiguo, y se desarrolló antes de los siglos XIX y XX. El crecimiento de esta parte de la ciudad se gestó durante un largo periodo y contiene el legado de culturas muy diversas. En nuestro país pueden apreciarse las huellas de distintas civilizaciones y períodos. En algunas ciudades, el núcleo que constituyó la ciudad preindustrial ocupa buena parte del perímetro edificado. Son aquellas que, a su origen antiguo, suman el hecho de que apenas se han desarrollado tras la explosión de la ciudad industrial. Sin embargo, existen otras, sin apenas pasado o donde es muy difícil reconocer las huellas del mismo. La ciudad preindustrial sería el fruto de la organización social anterior a la Revolución Industrial. En estas sociedades, la diferenciación social de la estructura de clases era aún limitada. Junto a la cúspide jerárquica, política o religiosa, existían otros grupos sociales, como los comerciantes, dedicados al intercambio, artesanos, en un nivel productivo aún limitado, y los campesinos. Las sociedades preindustriales han sido fundamentalmente rurales, la ciudad representaba el centro de la administración del territorio, donde el excedente procedía del campo.

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El dinamismo de la ciudad era lento y dependía de la producción de alimentos, lo que, en épocas de abundancia, conducía al incremento demográfico de la población. Este incremento y el excedente de alimento facilitaba el desarrollo de las actividades y del comercio, diversificando la sociedad y permitiendo el crecimiento de la población. Se entiende que una sociedad tan precaria está sujeta a la existencia de malas cosechas, hambres, pestes y guerras. La situación y el emplazamiento de la ciudad industrial tiene mucho que ver con su función dentro de la sociedad anterior a la revolución industrial. La situación o localización de la ciudad con relación a su entorno se caracteriza por el deseo de dominar, por razones de tipo político, económico y estratégico-militar, las rutas más importantes que facilitaba los desplazamientos de hombres y mercancías. El emplazamiento o espacio concreto era fundamentalmente defensivo y se adaptaba a la topografía. La estructura y la morfología de la ciudad eran un reflejo de la sociedad donde ésta se desarrollaba. La estructura de clases sociales explica la presencia de elementos urbanos diversos. El ejercicio del poder por una clase dirigente es más fácil reconocible en la existencia de espacios diferenciados, donde se instalan el palacio y el templo que suelen constituir el centro de la ciudad. Las diferencias de clase van asociadas a la calidad arquitectónica de las viviendas. Los palacetes y las casas señoriales han resistido más el paso del tiempo. El plano de la ciudad es el elemento más duradero de la morfología y de su paisaje. El casco antiguo ha conocido un largo desarrollo histórico y su trama urbana refleja las vicisitudes del mismo. En la mayoría de los casos el largo periodo medieval es el que mejor refleja su influencia en el plano. El crecimiento urbano queda reflejado en la irregularidad de su trazado, en una ciudad donde las murallas delimitan con nitidez la separación campo-ciudad y cumplen con la doble finalidad defensiva y fiscal. El crecimiento de la ciudad se producía extramuros, en los arrabales, tras la ampliación de un nuevo recinto amurallado. La antigua trama de la ciudad preindustrial es observable en los cascos antiguos de muchas ciudades actuales, incluso en pequeñas ciudades conserva un peso importante, que constituye un elemento de referencia. Las nuevas necesidades impuestas tras la Revolución Industrial convierten a esta parte de la ciudad en poco apta para el tráfico. La función residencial de la vivienda y la recreativa y de ocio son sus funciones dominantes, siendo por su accesibilidad y prestigio los lugares más codiciados de la ciudad.

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2.2.

LA CIUDAD INDUSTRIAL

El explosivo desarrollo de las fuerzas productivas de la Revolución Industrial constituyó un elemento clave en la transformación de la ciudad. A partir de ahí nada sería igual. Las murallas que delimitaban el recinto urbano desaparecerían y el crecimiento de la ciudad tendría una expansión hasta límites insospechados. La importancia del despegue industrial y su relación interdependiente con el desarrollo de los transportes, crecimiento de la población y revolución agraria. El fenómeno industrial creció de forma paralela a la urbanización y la fábrica se convirtió en el elemento básico del desarrollo urbano. Las leyes de la libre competencia y el mercado se fueron imponiendo en la organización de la ciudad. Las fábricas se instalaron cerca de los ríos. La nueva ciudad industrial iba creciendo, sin embargo, sin un plan funcional y el agrupamiento de las industrias y viviendas tenía lugar sin orden. Así, las familias que abandonaban el campo, atraídas por la industria, debían alojarse en las nuevas construcciones erigidas en la periferia. Asimismo, los centros en la ciudad sufrieron la densificación por la acogida del inmigrante. Las viejas casas se convirtieron en tugurios donde se amontonaban los pobres y los nuevos inmigrados. Las condiciones sanitarias e higiénicas llegaron a ser insoportables y pronto se levantaron las voces invitando a una revolución social. Surgieron dos corrientes de opinión y actuación diferenciadas, la primera se aproximaba a los problemas del urbanismo moderno, a partir de un modelo ideológico global, con un cambio radical y utópico en las soluciones planteadas, mientras la segunda trataba de enlazar con el propio desarrollo de la ciudad industrial buscando en la técnica la solución parcial de los defectos observados.

2.2.1. Las principales aportaciones del urbanismo utópico Las aportaciones de los utopistas decimonónicos fueron variadas. Una de las de mayor interés fue la de Robert Owen, que basaba sus convicciones personales en una experiencia directa, y esbozó un modelo de ciudad ideal, semirrural, de dimensiones reducidas. La idea base era siempre la misma y suponía la creación de una célula urbana autosuficiente, capaz de integrar el mundo del trabajo y la vivienda y dar respuesta, mediante servicios colectivos, a las necesidades urbanas. Formó parte de un modelo progresista.

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Una línea semejante es la aportación de Charles Fourier , con el proyecto del Falansterio o Palacio social, donde podían vivir 200 familias asociadas en la producción y el consumo, organizadas en común. Otras soluciones utópicas fueron las de Benjamin Richardson, médico interesado en higiene, que escribió su obra Hygeia, ciudad ideal para 100.000 habitantes. O la de Étienne Cabet, con su Viaje a Icaria. La materialización de la mayoría de las ideas condujo al fracaso. Su gran error consistió en ofrecer soluciones abstractas y esquemáticas, carentes de una valoración realista de los vínculos urbanísticos y del desarrollo de las relaciones económicas y sociales. Su visión utópica de la realidad les llevó a confundir e identificar el ordenamiento urbanístico con el ordenamiento social. Suponían que la complejidad de la vida social podía ser encorsetada en determinados proyectos urbanísticos, como si se tratara de monasterios con una vida autosuficiente.

2.1.2. Las soluciones reales: las transformaciones urbanísticas de la ciudad decimonónica La importancia de la ciudad, como mercado potencial de consumo, explica que no solamente los nuevos centros fabriles o aquellas ciudades situadas en la proximidad de los yacimientos mineros crecieran, sino que las ciudades antiguas también lo hicieran. Así, muchas ciudades que no disponían de puertos se beneficiarán de las nuevas circunstancias derivadas de una producción masiva de bienes. En nuestro país, a pesar del fracaso de la revolución liberal y económica, también hay ejemplos, como Madrid, que vio crecer su población a un ritmo nunca visto y tuvo que plantearse el problema de acondicionar la ciudad a las nuevas necesidades. La congestión y precariedad de las condiciones de vida en los cascos antiguos de las ciudades obligó a las autoridades a plantearse soluciones drásticas. En unos casos, mejorar las condiciones higiénicas y sanitarias mediante alcantarillado, la provisión de agua, la limpieza urbana, la pavimentación, el alumbrado o el traslado de los cementerios al exterior. Otras soluciones fueron la reforma interior de las ciudades, destinadas a la ampliación de la anchura de las vías principales, que permitiera una mayor fluidez del tráfico, así como la construcción en altura, que tuvo como consecuencia la densificación de la vivienda. Sin embargo, la contribución de la burguesía al urbanismo del siglo XIX fue la edificación de los ensanches. Las cercas y murallas fueron

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demolidas y una nueva área de ciudad planificada será construida, enlazando con el casco antiguo. Un ejemplo característico sería la ciudad de Nueva York. El plan de extensión de 1811 preveía establecer una red inmensa cuadrangular de avenidas y calles frente al casco antiguo construido de forma irregular, el resultado fue un conjunto ordenado. Una solución similar fue utilizada en Europa, con la edificación de ensanches en capitales como las de Atenas, Ámsterdam, Madrid y Barcelona. En unos casos, la solución adoptada era el damero rectangular, coincidiendo con las necesidades del terreno y los núcleos edificados; en otros casos, como Barcelona, la retícula ortogonal era atravesada por dos diagonales que estructuraban el tejido urbano en torno a dos orientaciones geométricas. De gran interés es el urbanismo parisino la época de Napoleón III, que decidió hacer de París la capital de las capitales, con una urbanística ambiciosa asignada a Haussman. El resultado fue una vasta red de arterias que configuraban el territorio de la ciudad, tanto el centro como la nueva zona periférica en expansión, con una nueva estructura urbana hecha de bulevares, avenidas y largas calles. Los Ensanches, cuyo desarrollo urbanístico tuvo lugar durante un largo período de tiempo, hicieron posible la materialización de grandes negocios inmobiliarios. Además, estos nuevos barrios sufrieron una excesiva especulación, que originó una densificación muy superior a la definida en el momento de la planificación. En el caso de Madrid, concebido su ensanche para la acomodación de clases de variado nivel social, la falta de control urbanístico produjo fuertes abusos y un aumento de los precios, dando como resultado la marginación de las clases trabajadoras, de inferiores recursos y sin posibilidades económicas de acceso a la vivienda. Éstas fueron expulsadas al exterior, produciéndose así la segregación de la población en dos áreas: una planificada, la del ensanche residencial de la clase burguesa, y la otra de edificación espontánea en el extrarradio o en los barrios obreros. El crecimiento de los núcleos de la periferia se produjo en Madrid y Barcelona a comienzos del siglo XX.

2.1.3. El modelo cultural y la Ciudad Jardín. La aportación española de Arturo Soria: la Ciudad Lineal El segundo modelo urbanístico, que aparece como oposición al modelo progresista de los utopistas, fue el denominado modelo culturalista. Este modelo concibe la ciudad sin propósitos ni estándares definidos. Cada edificio debía ser diferente y expresa un carácter único. La clave del modelo no era el concepto de progreso, sino el de la cultura; la estética predominaba sobre la higiene y la uniformidad. El modelo cultural surge

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como una reacción a la homogeneización urbanística. Ebenezer Howard aportó un modelo de ciudad que se mantenía en un lugar intermedio entre ambas líneas del pensamiento urbanístico, compartiendo puntos de vista. Por una parte, la Ciudad Jardín era concebida como una célula viva, aislada y rodeada de un cinturón verde capaz de albergar un número limitado de habitantes. La población excedente debía habitar otra nueva, situada a una distancia suficiente. En este sentido, el modelo enlaza con las ideas del movimiento progresista. La Ciudad Jardín de Howard pertenece también al modelo culturalista, a causa de la preeminencia que en ella se concede a los valores comunitarios. La concepción de Howard se adaptaba a las posibilidades del sistema económico imperante entonces, por lo que era realista y con posibilidades de ser construida. La ciudad estaba limitada a una población de 32.000 habitantes y una superficie de 2400 hectáreas, de las que 2000 se dedicaban a la agricultura. El triunfo de las ideas de Howard se hizo patente por la constitución de compañías encargadas de construir ciudades como Welwyn y Letchworth, dentro de una concepción más abierta que los utopistas progresistas. A partir de ese momento, la idea primitiva de la Ciudad Jardín fue evolucionando según dos líneas de desarrollo diferentes. La primera, teórica y de investigación, que contribuyó con la aportación de modelos abstractos utilizados en la planificación urbana. La otra línea sería la de las realizaciones prácticas, sobre trazados informales e irregulares al estilo del jardín inglés. La idea cristalizaría en un urbanismo anglosajón de grandes barrios residenciales de viviendas unifamiliares situadas en el extrarradio de la ciudad. La auténtica idea de la Ciudad Jardín era sustituida por un planteamiento menor y de ajardinamiento residencial de una parte de la ciudad. A destacar la aportación de Arturo Soria y Mata, realizada en Madrid a finales del siglo XIX y comienzos del XX tras fundar la Compañía Madrileña de Urbanización, éste pretendía ofrecer un tipo de ciudad integradora, donde pobres y ricos pudieran vivir juntos en un planteamiento utopista. La solución establecía los principales servicios urbanos a lo largo de la vía de transporte lineal. La Ciudad Lineal estaba constituida por una franja urbanizada, uniendo dos ciudades antiguas, centrada sobre un eje formado por una calle de 500 m de anchura. Esta misma vía albergaría todos los servicios urbanos como agua, alcantarillado y electricidad, y la superficie se establecerían centros de vida común, como parada de trenes, el comercio y los servicios públicos.

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A ambos lados del eje central se dispondrían unas bandas de terreno edificable divididas en manzanas rectangulares por vías secundarias. Finalmente, dos bandas más extensas plantadas de árboles o de bosque, servirían de transición entre la ciudad y el terreno natural donde podría instalarse la agricultura y los establecimientos industriales. El resultado sería la triangulación del espacio mediante cintas urbanizadas. También planteaba que la edificación fuera dispersa y las viviendas unifamiliares, siguiendo tendencias naturalistas de acercamiento al campo y la oposición a la ciudad industrial.

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