Farenheit 451 ensayo PDF

Title Farenheit 451 ensayo
Author Andy Margareth Kuk Torres
Course COMPRENSIÓN DEL DISCURSO LITERARIO
Institution Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
Pages 3
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Summary

Ensayo del libro ...


Description

Fahrenheit 451 no habla sobre un mundo en el que unos malvados gobernantes han prohibido los libros para poder manipular a la población, sino algo mucho más aterrador. Habla sobre una sociedad en la que los miedos han triunfado. No los miedos individuales de cada una de las personas, sino los miedos de la sociedad en su conjunto. El miedo a la inteligencia y a aquellos que pretenden pensar por sí mismos se ha convertido en una fobia intrínseca de cada individuo de la sociedad. En un lugar en el que todo el mundo quiere ser feliz, si se puede garantizar una superflua felicidad, ¿por qué se va a permitir a la gente leer sobre las mil y una maneras de no poder alcanzar una felicidad plena? Todos los que puedan encontrar una manera de ser infelices, son el enemigo. Y eso es algo que se ha escrito a lo largo de cientos de años en libros que narraban la historia, analizaban el presente y elucubraban sobre el futuro. Una sociedad que aspira a alcanzar la felicidad no quiere libros que puedan dificultarle ese camino. Ni para ser leídos, ni para ser escritos. Y así, con el paso de las generaciones, la capacidad retentiva de esa sociedad bajará hasta unos mínimos que permitan a todos los individuos ser felices sin esfuerzo alguno, sin plantearse ni poder analizar nada que vaya más allá del estricto presente. Porque, como siempre se ha creído, la ignorancia da la felicidad. Pero la realidad es muy distinta y mucho menos alentadora: la ignorancia tan solo nos hace lo suficientemente estúpidos como para no poder ver lo infelices que realmente somos. Entonces… ¿quemamos los libros?

Sí, el mundo descrito por Bradbury ya casi es una realidad, al menos en nuestro país. Es un hecho comprobado que cada vez hay menos gente aficionada a la lectura. Lo más preocupante es que la inmensa mayoría de los jóvenes confiesen que nunca han leído un libro, y que probablemente, jamás lo leerán. Prefieren otras cosas, entre ellas, la televisión, que les ofrece un buen abanico de programas y series pensados para ellos, para hacerles más dóciles y receptivos a las ideas modernas y progresistas con las que les bombardean constantemente. Más de un treinta por ciento de los escolares adolecen de una total falta de comprensión lectora; es decir, no entienden ni jota de lo poco que leen. Y el porcentaje crece cada año imparablemente, mientras los ministerios competentes, el de Cultura y el de Educación, malgastan recursos financieros y humanos en absurdos proyectos tales como la Educación para la Ciudadanía, curiosa asignatura ésta cuyo objetivo principal es el de adoctrinar a los jovenes a fin de que, una vez alcancen la edad adulta, sean buenos ciudadanos, en la acepción políticamente correcta de la expresión. Mientras tanto, se descuida algo tan vital como es la lectura. Abundan los idiotas que defienden que leer en voz alta en el aula no es educativo. Lo preocupante es que muchos de esos idiotas están al cargo de la educación de nuestros jóvenes, u ocupan altos cargos en los ministerios competentes. Como consecuencia de todo esto, se está incubando una generación de iletrados, incapaces de redactar un párrafo de cuatro líneas sin meter doce faltas ortográficas, de leer sin seguir las líneas del texto con el dedo, como hacen demasiados universitarios, y de comprender y asimilar correctamente los textos que se vean obligados a leer. Obviamente, estos nuevos ciudadanos mostrarán una aversión patológica hacia la palabra

impresa, y transmitirán sus complejos a sus hijos, en una cadena sin fin que acabará convirtiendo nuestra sociedad en un gigantesco corral en el que pastarán, estultamente felices, millones de aborregados ciudadanos, convenientemente pastoreados por la politiquería de turno. La pesadilla de Bradbury hecha realidad. Un relato que debería ser obligatoriamente conocida por todos, antes de que su argumento se convierta en realidad. Para lo cual, ciertamente, no falta mucho ya....


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