Fundamentos de la investigación literaria PDF

Title Fundamentos de la investigación literaria
Author Heylenn Daiana Cardozo Torres
Course Investigación I
Institution Universidad del Tolima
Pages 20
File Size 233.1 KB
File Type PDF
Total Downloads 69
Total Views 119

Summary

Sobre investigación literaria.
...


Description

FUNDAMENTOS DE LA INVESTIGACIÓN LITERARIA * Miguel Ángel HUAMÁN Universidad de San Marcos El presente trabajo pretende precisar los fundamentos de la investigación literaria en la actualidad. Esta exposición se hace necesaria porque la consolidación de los estudios literarios entre las disciplinas de las ciencias humanas requiere del reconocimiento de su especificidad como investigación académica. Muchos proyectos de tesis de la especialidad se ven frustrados porque se les pretende imponer un modelo o diseño de investigación propio de las ciencias naturales y ajeno a la naturaleza peculiar de la indagación humanista. En ese sentido, este ensayo busca propiciar el debate, dentro de la comunidad científicoliteraria, en torno al estado epistemológico actual de los estudios literarios. Estas líneas intentan formular muchos de los principios y criterios que sirven en un sector de la enseñanza universitaria para el control práctico de los proyectos de investigación de la especialidad de literatura. Asimismo, puede servir para incentivar la actualización de los conocimientos en torno a los avances de la investigación literaria, con la intención de demostrar su legítima inclusión en el conjunto de las ciencias sociales y humanas. Dada la naturaleza compleja del tema y la amplia información existente, las siguientes líneas poseen un carácter tentativo y provocador, más que exhaustivo y conclusivo. Nos anima el deseo de contribuir al desarrollo de la investigación en nuestra especialidad y, en tal sentido, son palabras de invitación para que colectivamente se profundice en el problema. Confiamos que nuestra propuesta tenga principalmente el mérito de suscitar nuevos y mejores aportes al respecto. Los argumentos a favor de la inclusión de la investigación literaria como una actividad científica específica, entre las disciplinas académicas, los presentaremos en tres apartados o aspectos: pragmáticos, epistemológicos y metodológicos. Fundamento pragmático Para nadie es un secreto que la educación nacional está en crisis. La información y los datos abundan en la evidencia: estamos ubicados en el último lugar a nivel mundial, en cuanto a calidad de la enseñanza. Por ejemplo, el desempeño en comunicación de los alumnos que concluyeron secundaria, según datos oficiales del Ministerio de Educación para el año 2001, fue desastroso: sólo el 24 % lograron un manejo suficiente y adecuado de mensajes verbales, 13 % sólo un nivel básico y 63 % deficiente o por debajo de lo básico. Es decir, 63 de cada 100 egresados del sistema escolar no podían comprender ni emitir un mensaje verbal coherente; 13 lo hacían con las justas y sólo 24 lo hicieron exitosamente. Las cifras son alarmantes y se agravan más si consideramos la diferencia entre educación pública (69 % por debajo, 13 % básico y 18 % suficiente) y privada (54 % por debajo, 16 % básico y 30 % suficiente). Los resultados en matemática son peores aún: 5 % lograron un desempeño suficiente, 13 % solo básico y 83 % deficiente o por debajo de lo básico; y la imagen * Publicado en Tesis Revista de la Unidad de Post Grado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, N° 1, 2007.

nuevamente resulta más grave si se considera la diferencia entre educación pública (88 % deficiente y 2 % eficiente) y privada (76 % deficiente y 8 % eficiente)1. Estos resultados negativos involucran también a los propios maestros. La evaluación de 95,219 docentes en el 2002 dio como resultado calificativos sorprendentemente bajos: en educación inicial los provenientes de Institutos Superiores Pedagógicos obtuvieron de nota 15.39 y los licenciados por universidades 18.62; en educación primaria, 11.45 y 12.77; en educación secundaria, 11.70 y 14.29, respectivamente. La nota promedio para los varones fue 11.49 y para las mujeres 12.19. Algunos pensarán que no son calificaciones tan malas porque finalmente aprobaron, pero lamentablemente debemos aclarar que dichos resultados se dieron sobre un total de 40 puntos. Ello implica que en términos vigesimales sus notas promedio son 5.74 y 6.092. Obviamente esta situación es producto de un largo proceso de deterioro que nos involucra a todos. Nadie puede excluirse de esta grave situación de emergencia del sistema educativo nacional. Este mal dura más de cuarenta años y también las supuestas alternativas o remedios: reformas y contrarreformas, diferentes equipos técnicos según cada gobierno o ministro, políticas de actualización y perfeccionamiento, etc. Después de tantas décadas, el resultado ha sido negativo: el sector educación ha crecido, pero ello sólo ha significado que el problema sea mayor y más agudo. En el Perú, en el año 2004, existían 428,519 docentes en el sistema educativo escolarizado no universitario y de ellos 296,556 pertenecientes a instituciones públicas. El departamento de Ayacucho ocupa el décimo quinto lugar con un total de 9,769 profesores 3. Las facultades de educación son las más numerosas entre las especialidades universitarias en todo el país; en otras palabras, la educación superior peruana produce principalmente maestros. Tenemos 25 facultades en universidades nacionales y 27 en las privadas; en total 52 facultades. Asimismo, los institutos superiores pedagógicos son en total 390; de ellos, 148 públicos y 242 privados. Es decir, el crecimiento de la oferta en la formación docente ha sido vertiginoso; en menos de dos décadas han proliferado las facultades de educación y los institutos pedagógicos. La gran mayoría está en el sector privado, de acuerdo a la información disponible que nos muestra que en 1993, el 85 % de la formación docente se cubría en el sector público y sólo el 15 % en el privado; para el 2003, la situación era: 41 % para el público y 59 % para el privado4. Evidentemente, en medio de este exorbitante crecimiento podemos concluir que la respuesta frente a las carencias y problemas de la educación nacional fue impulsar la formación docente a través de las universidades y los institutos superiores. Sin embargo, esa medicina parece que, en lugar de solucionar el problema, lo ha agudizado e incrementado al ampliar sus defectos, sino no se explican los desastrosos resultados de acuerdo con las cifras iniciales de esta exposición. Ante esta evidencia nos preguntamos frente a este impulso permanente de la formación docente, dada la proliferación de 1

Fuente: Ministerio de Educación. Evaluación Nacional de Rendimiento Estudiantil 2001. Fuente: Ministerio de Educación. Suficiencia Profesional. Marzo 2002 3 Fuente: Ministerio de Educación. Estadísticas de la Calidad Educativa. Disponible en: www.minedu.gob.pe/escale/magnitudes/2004/docentes/2004.xls 4 Fuente: Documento-Informe de Luis Piscoya (2004). 2

facultades de educación e institutos pedagógicos, de postgrados con maestrías y doctorados: ¿cuál es la contribución, el aporte de todo este caudal de investigación detrás de los miles de títulos y grados otorgados a lo largo de tantos años? ¿En qué han contribuido a la solución del problema educacional del país los cursos de investigación, los seminarios de tesis, las asesorías, las propias tesis e informes? Si nos atenemos a los resultados, la respuesta es simple: nada. No han sido parte de la solución sino del problema. Las universidades e institutos superiores han sido fábricas de titulados y no de profesionales. La complejidad de la crisis implica una diversidad de aspectos involucrados y una solución que exige medidas que se apliquen durante varias décadas. Esa continuidad de respuesta demanda un consenso entre todos los sectores que resulta ilusorio por los múltiples intereses en juego. Nuestra exposición no pretende esbozar ninguna solución porque no creemos que esta surja de alguna mente iluminada, sino de un esfuerzo colectivo y consciente de los propios actores de la educación nacional. Tampoco nos sentimos los más indicados para emitir juicios generales al respecto, pues sólo somos parte de un reducido grupo de docentes universitarios que, conscientes de la magnitud del problema y de sus repercusiones para el futuro del país, intentamos acercar los desarrollos en la investigación de las disciplinas académicas básicas al esfuerzo de los maestros auténticos que intentan respuestas que empiecen a revertir los pésimos resultados. En tal sentido, hemos sido de los primeros entre los docentes universitarios que han increpado a los colegas su actitud desdeñosa cuando se trata de la relación con los profesores de colegio. Creemos que es indispensable acercar los nuevos enfoques, las últimas investigaciones y los desarrollos conceptuales de las especialidades académicas y de ciencias básicas a la tarea formativa de los docentes en el país. Nuestra participación permanente en congresos, simposios, cursos o seminarios pedagógicos en todo el territorio nacional dan testimonio de nuestro compromiso en tal sentido. Para nosotros, es fundamental colaborar en la formación del docente para poder elevar el nivel académico del futuro maestro. Necesitamos superar conjuntamente nuestras carencias y limitaciones materiales –sobre todo el evidente mercantilismo que rige mayoritariamente la tarea de actualización y capacitación- si buscamos encaminar a nuestra nación hacia mejores niveles de vida. Los casos de Brasil, India y China han demostrado que son aquellas formaciones sociales que invierten en la investigación en ciencias básicas (matemática, física, biología, química) y en especialidades académicas o humanidades (lingüística, filosofía, literatura, historia) las que logran un impulso científico y tecnológico propio, que les permite competir con posibilidades de éxito en esta era de la globalización y la revolución informática. Uno de los aspectos medulares del desarrollo de estas disciplinas radica en su vínculo con la enseñanza escolar, porque es en ese nivel donde se forjan las actitudes, las habilidades y los conocimientos que después florecerán en los investigadores de las actividades científicas. Las especialidades profesionales (contabilidad, ingenierías, ciencias médicas, educación, etc.) y técnicas (informática, comercial, administración, electricidad, etc.) juegan un papel importante en la aplicación y difusión de los conocimientos en la sociedad, pero no producen ni generan nuevos conocimientos.

Una ideología que convierte todo lo que tenga que ver con la tecnología en una panacea, en un ídolo al que hay que adorar, hace creer erróneamente a la gente que la utilización de una nueva tecnología en alguna actividad productiva o distributiva como por ejemplo el uso de un software, una innovación en materiales o un nuevo fármaco son automáticamente desarrollo científico y progreso económico para nuestra nación. Por el contrario, el país que ha forjado al matemático, al físico o al químico que ha innovado teóricamente en algún aspecto de su disciplina es el que generalmente ha producido la aplicación útil y operativa de dicho descubrimiento. De modo que así se ha convertido en exportador de tecnología y no en simple consumidor, con lo que logra evitar la mayor dependencia que tienen las naciones –como el Perú- que no generan dichos nuevos conocimientos. Equivocadamente, las personas creen que carreras que producen momentánea y coyunturalmente más dinero son equivalentes a mayor desarrollo científico y tecnológico. Se trata sólo de aplicaciones que pronto serán obsoletas y reemplazadas por otras. En este marco es fundamental la formación integral, la conciencia crítica y la capacidad de diálogo que las ciencias humanas y sociales deben forjar en los futuros cuadros de investigadores y profesionales. Para estas disciplinas, consideradas inútiles y pérdida de tiempo por la ideología consumista y tecnológica, la necesidad de difundir sus recientes contribuciones, estrechar sus vínculos y ampliar su influencia en la formación de los docentes del sistema escolar es, más que una necesidad, cuestión de vida o muerte. Vivimos una nueva revolución productiva y un cambio de época cultural que plantean retos inimaginables a nuestra humanidad. De la mano de la informática y lo digital la producción capitalista viene impulsando una acelerada innovación cibernética en la producción industrial que tiene el sello de lo automático y artificial. Esta base productiva genera un cambio en el modo como se conserva y difunde el conocimiento o información social que de la era del libro y la imprenta transita hacia la era de la multimedia y la telemática lo que termina por imponer la lógica del consumo pasivo, la imagen virtual y lo concreto sensorial. La capacidad de abstraer, pensar y escribir se convierten en rasgos de un homo sapiens que está perdiendo rápidamente terreno frente al homo videns (Sartori 1999). El internet, la biotecnología, la producción de alimentos transgénicos, la clonación y una serie inmensa de nuevas aplicaciones tecnológicas están ocasionando cambios profundos en nuestra forma de vida. Alteran su futuro tanto como los cambios climatológicos consecuencia del calentamiento global generado por la contaminación de los países altamente industrializados. Resulta vital el papel de la formación humanista en este contexto. Son las ciencias experimentales o fácticas incapaces de ofrecer orientaciones éticas, criterios axiológicos y equidad social en medio del crecimiento desmesurado de la tecnología. Las ciencias humanas y sociales pueden equilibrar el proceso al difundir una perspectiva crítica sobre los modos de vida que se priorizan, incentivan el imaginar formas de existencia más justas y ecológicas. En pocas palabras, deben de contribuir sustancialmente en el proyecto de una nueva civilización sin las distorsiones etnocéntricas, desigualdades abismales y el predominio irracional del consumismo de la actual época en proceso, que precisamente una ideología tecnológica y cientificista encubre. Resulta paradójico e irónico que en medio de esta eclosión del conocimiento en la globalización, en los medios pedagógicos peruanos ligados al Ministerio de Educación, en las Facultades de Educación y en los sindicatos magisteriales, todavía exista una

concepción que sostiene que el docente principalmente debe estar formado en el cómo enseñar y subsidiariamente en el qué enseñar. Anteriormente la formación docente del futuro maestro se hacía junto con los de cada especialidad académica y de ciencias básicas; es decir, el que estudiaba educación para ser profesor de matemática llevaba esa materia con los matemáticos, el del física con los físicos, el de lengua con los lingüistas, el de literatura con los de literatura, el de filosofía con los de filosofía. La exigencia en el conocimiento de su materia era igual para todos. La modificación de dicha alternativa es relativamente reciente y coincide con la aparición de las facultades de educación, el énfasis puesto en los aspectos pedagógicos, didácticos y de gestión, y con la concentración de la formación en manos de los mismos de la especialidad de educación. Ellos convertidos en especialistas en todo, dictaban todas las materias y, con la paulatina reducción dentro de la programación curricular de cursos de la materia disciplinaria, terminaban forjando especialistas en nada. Así se fortaleció corporativa y gremialmente al magisterio pero se descuidó suicidamente su formación hasta mediocrizar y estandarizar su nivel académico. Una epistemología tradicional, incentivada por una ideología cientificista, justificó esta tendencia al pregonar como modelo de la investigación educativa el de las ciencias experimentales o fácticas. Las tesis se orientaron masivamente hacia aspectos cuantitativos, de diagnóstico y de aplicación de instrumentos que hicieron proliferar en los títulos de los trabajos aspectos diversos (diagnóstico de grado, nivel, área, línea; evaluación curricular, programación; didáctica de área, grado, curso, tema; rendimiento escolar, tecnología educativa, etc.) pero alejados de las nuevas propuestas de las especialidades académicas y básicas. Cada nueva promoción de tecnócratas del ministro de turno trajo una nueva terminología que encubrió este alejamiento paulatino de la investigación educativa de las ciencias básicas y académicas. La consecuencia fue que el maestro terminó sabiendo mucho sobre didáctica, currículum, planes y programas pero ignorando todo sobre las materias que impartían. En el caso específico de lengua y literatura el asunto es grave. Los nuevos profesores de estas especialidades se enfrentan a la tarea docente con un arsenal conceptual obsoleto y completamente desarmados frente a los nuevos procesos del cambio cultural antes descrito, cuyas consecuencias e importancia para el conocimiento del lenguaje o la actividad estético-literaria son patentes en los nuevos modelos teóricos y metodológicos de las ciencias del lenguaje y los estudios literarios. Se están preparando soldados culturales con un armamento del siglo XIX para dar una batalla del siglo XXI. Ello ha generado una pérdida de la estima del propio maestro de estas especialidades, constantes problemas de disciplina y un descrédito creciente en torno a la necesidad de dicha formación. El subsumirlas en lo comunicativo como área es sólo una consecuencia de lo señalado. Centrándome en mi especialidad debo señalar que lamentablemente muchos colegas de educación aún mantienen una idea obsoleta y arcaica de los estudios literarios, precisamente porque creen que no es un campo científico como sí lo son la física o la biología. Esta suerte de marginación deviene en doble segregación o prejuicio. Se aplica a quienes padecen la misma lectura errónea, en lugar de intentar revertir juntos la división injusta y falsa entre las dos culturas, en términos de Snow: ciencias y humanidades. Lamentablemente, así como muchos creen todavía que hay ciencias más ciencias que otras,

tampoco diferencian, en el caso de la literatura, que el término designa simultáneamente el objeto de estudio y la disciplina que la investiga, como he desarrollado en varios escritos. La investigación literaria involucra principalmente a los estudiosos de las escuelas de literatura de las facultades de letras y ciencias humanas existentes (cuatro en el país: San Marcos, San Agustín, Católica y Villarreal), pero también a los numerosos egresados de las cincuenta y dos (52) facultades de educación en la especialidad de lengua y literatura. Además, los que terminan en los trescientos noventa instituto pedagógicos nacionales y privados. Algunos de ellos, por esfuerzo personal de superación o imitación de los especialistas, pretenden para la licenciatura o para la maestría, fundamentar una investigación propia de los estudios literarios, es decir, centrado en el análisis e interpretación de un texto. Este meritorio afán encuentra como primer obstáculo –a veces insalvable-, el desconocimiento de parte de la comunidad académica de educación a la que pertenecen, del significado y naturaleza de la investigación en los estudios literarios; es decir, desconocen lo que implica la investigación en una ciencia humana básica. Son estos profesores integrantes de las comunidades académicas los que imponen un diseño, esquema y modelo de investigación propio de las ciencias naturales o de disciplinas de aplicación que enfatizan la dimensión empírica del proceso. Rechazan una propuesta diferente por temor a un campo disciplinario desconocido, también por un prurito de rigurosidad y exigencia mal entendidas, al limitarse a la aplicación mecánica y autoritaria de aspectos pedagógicos, didácticos, de utilización de tecnología educativa o de diseño curricular. Niegan una investigación en torno a la producción de sentido de un determinado texto o a la interpretación de una obra pues creen que eso es tarea de poetas o novelistas, de escritores o literatos. Ignoran, como he precisado en distintos trabajos publicados, que los estudios literarios son algo diferente a la creación literaria. Lo que llamamos literatura designa en nuestra sociedad y cultura tres actividades diferentes. En primer lugar, llamamos literatura a la práctica de creación verbal que existe desde que el hombre desarrolló el lenguaje. La actual cultura moderna no inventó dicha actividad pero sí le impuso ciertas restricciones: la autoría, su naturaleza escrita, cierta teleología discernible y la referencialidad como criterio de evaluación. Estas determinantes expresan la lógica de desarrollo de la sociedad e ...


Similar Free PDFs