Gobiernos DE JUAN Manuel DE Rosas PDF

Title Gobiernos DE JUAN Manuel DE Rosas
Author vanina ventura
Course Historia Política
Institution Universidad Nacional del Comahue
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GOBIERNOS DE JUAN MANUEL DE ROSAS (1829/1832 y 1835/1852)

El período de luchas que se inició luego del fusilamiento de MANUEL DORREGO y que prosiguió durante el interinato de JUAN JOSÉ VIAMONTE, concluyó al ocupar el poder JUAN MANUEL DE ROSAS. Este indiscutido caudillo popular, había hecho de la vida en la campaña su escuela política. Allí fue el jefe supremo, el más hábil, el más trabajador y también el más enérgico, el más duro e inflexible. Cuando interpretó que los unitarios desconocían los intereses de la campaña, se instaló como el heredero de DORREGO y levantó la bandera del federalismo, pero como una simple mística, al solo efecto de lograr el apoyo de las mayorías populares. Espíritu autoritario, amante del orden y de los gobiernos fuertes, estaba persuadido de que las autonomías provinciales, le impedirían controlar el país bajo su autoridad. En los largos años que duró su gobierno, prefirió no organizar a la República y continuar con un régimen provisorio, pues juzgaba prematuro establecer un orden constitucional. Consiguió la adhesión de la masa popular (que no entendía a teóricos e intelectuales) y llevó a la práctica un gobierno primitivo, adaptado a las exigencias del medio. Fue laborioso y honrado en el manejo de los negocios públicos y defendió la soberanía nacional contra repetidos ataques extranjeros.

Primer gobierno de Rosas. El 8 de diciembre de 1829 y en medio de un gran entusiasmo, Juan Manuel de Rosas se hizo cargo del gobierno de la provincia de Buenos Aires y asumió el mando en uso de las “facultades extraordinarias” que le habían sido otorgadas. En 1830, la Legislatura le otorgó el título de “Restaurador de las Leyes” y así comenzó una historia que finalizará 23 años después, precisamente el febrero de 1852, cuando cae derrotado por Urquiza en la batalla de Caseros. Durante el transcurso de su primer gobierno, el país no estaba organizado como una nación, sino que las provincias mantenían fuertes diferencias entre si y los caudillos pugnaban cada uno por los intereses particulares de sus territorios, librando feroces combates que ensangrentaron estas tierras. Algunos de ellos, en representación de Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis, Tucumán, Salta y Mendoza, habían conformado la “Liga Unitaria”, mientras que por otro lado, las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, adhirieron al llamado “Pacto Federal”, confirmando así que nadie supiera definir el camino que conduciría a la paz y a la organización nacional. Desde el principio de su gobierno Rosas declaró enemigo al partido unitario y utilizó la famosa divisa: “El que no está conmigo, está contra mí” para atacarlos, por lo que puso a su favor a los burgueses, conservadores y reaccionarios, a los católicos, a los gauchos descontentos, a los indios, a la plebe urbana y a parte de la población rural. Rosas apareció como un restaurador, debido a la actitud de desprecio, de violación de derechos que habían dado los anteriores gobiernos. En su contra aparecieron los unitarios, los jóvenes ilustrados, los liberales, los militares y viejos patricios de la revolución. Su gobierno era centralista, respetuoso de los señores feudales siempre y cuando estos le estuviesen sometidos. Dispuso varias medidas contra los unitarios integrantes de la ”liga unitaria” que firmaron el “Pacto Federal” en 1831. Controló severamente los gastos públicos y conjugó el déficit del erario que había encontrado al asumir. Exigió la incorporación de los extranjeros al ejército nacional y reglamentó las atribuciones de los Jueces. En el orden de las relaciones internacionales, nombró a Manuel Moreno a cargo de la representación diplomática ante el gobierno de Gran Bretaña, a Carlos María de Alvear ante el gobierno de los Estados Unidos y a Eugenio Santa Coloma ante el gobierno de Francia. Tenía un criterio proteccionista antieuropeo, de un nacionalismo estrecho, y reacio a los cambios y a lo extranjero. Su primera medida en el gobierno, de hecho, fue suprimir la libertad de prensa y adueñarse de ella. Sin embargo este primer periodo fue solo una imagen de lo que sería su segundo gobierno, ya que hasta aquí, Rosas no tenía experiencia verdadera en la política. Así es que en 1832 Rosas impide que la Comisión Representativa convoque a un Congreso general para organizar la república. La idea de Rosas era que el país no estaba en condiciones de entrar en una organización general; debía mantenerse la unión de las provincias sólo con el Pacto Federal. “Debemos existir y después organizarnos”, era su argumento. Cumplido su mandato, en mayo de 1832, al parecer disgustado por la posición expresada por algunos de sus partidarios, que se oponían a que se le concedieran los poderes extraordinarios que había exigido para continuar en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, Rosas renunció ante la Legislatura, actitud, que aunque parecía sincera, era en realidad una astuta jugada política, que decidió, al tomar conciencia del

rechazo que había provocado en la ciudadanía (aún entre sus seguidores), el poder absoluto que detentaba. Este problema había dividido el Partido Federal, pues un grupo minoritario de tendencia moderada (más tarde apodado “los lomos negros), se resistía a conceder nuevamente esas facultades. Después de largas y acaloradas discusiones, con quienes, fieles y enfervorizados adictos, exigían que se los renovara, triunfó el criterio de los moderados y la Legislatura dispuso reelegir a Rosas, que había finalizado su período legal de gobierno, pero sin otorgarle los poderes absolutos que se le habían adjudicado. Disgustado con esta determinación, Rosas rechazó el nombramiento y luego se dirigió al sur, empeñado en la Campaña al Desierto que iba a comandar Facundo Quiroga. Ante esta situación, el 17 de diciembre de 1832, la Legislatura de Buenos Aires eligió para reemplazarlo al general JUAN RAMÓN BALCARCE, pero éste se mostró poco dispuesto a aceptar las directivas que los rosistas, aún enquistados en el poder, querían imponerle, lo que aumentó aún más, el disenso existente entre los federales, enfrentados por la cuestión de los poderes dictatoriales que le habían sido otorgados a Rosas en 1829. El 28 de enero de 1833 ROSAS fue designado jefe de una de las columnas de las fuerzas que al mando de FACUNDO QUIROGA debían dirigirse al sur de la provincia de Buenos Aires, para poner término a la angustiante situación de las pobladores de esos territorios, permanentemente atacados por los indígenas que asaltaban sus propiedades, saqueaban y robaban el ganado. ROSAS, cuyas relaciones con BALCARCE, su sucesor como Gobernador de Buenos Aires, eran cada día que pasaba, más frías y distantes, debió alejarse entonces temporariamente de Buenos Aires y mientras se vio obligado a permanecer lejos de la ciudad, se agravó aún más la división que existía entre dos grupos de federales enfrentados. A fines de abril de 1833, con motivo del llamado a elecciones para elegir disputados, surgieron dos listas: la propiciada por los “cismáticos” (también llamados “lomos negros”), que eran los federales moderados liderados por BALCARCE y los “federales netos”, (también conocidos como “los apostólicos”), que eran los más duros y fieles seguidores de Rosas. El triunfo correspondió a los primeros, lo que originó una gran tensión política y la renuncia de algunos diputados federales netos, por lo que a mediados de junio, se realizó un nuevo comicio, a fin de llenar las vacantes producidas, pero otra vez, a causa de los tumultos que se produjeron, el gobierno lo suspendió, cuando los “apostólicos” llevaban ventaja. ROSAS se hallaba en plena “Campaña al Desierto” y era su esposa Encarnación la encargada de manejar los asuntos políticos de su marido y en eso estaba, cuando se produjo “la Revolución de los Restauradores”, obligando a que el 3 de noviembre de 1833, la Legislatura dispusiera el relevo del general Balcarce (1), nombrando en su reemplazo al general JUAN JOSÉ VIAMONTE. VIAMONTE asumió interinamente el gobierno de la provincia de Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1833 y no tardó en quedar sometido al control de los rosistas, quienes censuraron su actuación y se aprestaron a la lucha por el poder. Estos “federales netos”, organizados en pandillas, atemorizaban a los pobladores de Buenos Aires y descargaban sus armas de fuego contra las viviendas de los “cismáticos”, muchos de los cuales, decidieron emigrar, mayoritariamente hacia la Banda Oriental. A fines de 1833, bajo la inspiración de Encarnación Ezcurra (la esposa de Rosas), con el objeto de organizar los actos de adhesión a Rosas y disuadir cualquier tipo de disenso, fue creada la “Sociedad Popular Restauradora” (conocida como “la mazorca”, porque ésta era su símbolo, ya que el marlo y sus granos, significaban la unión de sus integrantes). Al principio, la integraron hombres pertenecientes a distintas clases sociales, algunos hasta miembros de distinguidas familias porteñas, pero luego se transformó en una organización terrorista y represiva, cuando empezaron a incorporarse a sus filas, individuos pendencieros y fanáticos. Expresando su impotencia para gobernar el 27 de junio de 1834, el doctor Viamonte renuncia a la gobernación de Buenos Aires en medio de una irresistible presión restauradora (pro rosista). Cuando Rosas regresó a Buenos Aires, luego de concluída su Campaña al Desierto, la trágica muerte de Facundo Quiroga (16 de febrero de 1835), había producido una gran consternación popular. Los federales acusaron a los unitarios del asesinato y afirmaron que el episodio era el comienzo de un plan destinado a eliminar a las autoridades constituídas. Finalmente, tras un paso fugaz de TOMÁS MANUEL DE ANCHORENA, de NICOLÁS ANCHORENA y de MANUEL VICENTE MAZA por el gobierno, el 7 de marzo de 1835 la Legislatura aceptó la renuncia presentada por el doctor Maza y nombró en su reemplazo al brigadier general Juan Manuel de Rosas para el cargo de gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires y por medio de una Ley, le confirió “la suma del poder público de la provincia, por todo el tiempo que a su juicio fuere necesario, sin más condiciones que las de defender la religión Católica Apostólica Romana y la causa nacional de la Federación, que han proclamado todos los pueblos de la República”. Rosas demoró unos días en responder y luego, consciente del extraordinario poder que se le otorgaba, pidió a modo de garantía, que tanto la Legislatura como los ciudadanos “expresen su voto precisa y categóricamente sobre el particular” El criterio fue aceptado y luego de tres días de plebiscito, (se realizó entre el 26 y el 28 de marzo de ese año), resultó que 9.320 ciudadanos sufragaron en favor de la Ley y sólo ocho en contra. Rosas,

aceptó el nombramiento y el 13 de abril de 1835, por segunda vez, asumió formalmente el gobierno de la provincia de Buenos Aires.

Segundo gobierno de Rosas.. El 13 de abril de 1835, los porteños, en masa, asistieron a los actos celebratorios de la ascensión de JUAN MANUEL DE ROSAS al Gobierno de Buenos Aires, por segunda vez. Las calles por donde pasó Rosas con su comitiva, desde la Casa de Representantes hasta el Fuerte, estaban ornamentadas con grandes colgaduras de damasco rojo, mantones, cortinas y colchas que pendían de todas las puertas, ventanas y balcones. Los postes estaban cubiertos de guirnaldas de laurel y de sauce, el suelo de la calzada alfombrado de rojo. La plaza, la pirámide de Mayo y la Recova circundante cubiertas con trofeos de lienzo pintado, emblemas, figuras e inscripciones laudatorias al gobernante. En la esquina del Cabildo histórico se había erigido un arco de triunfo, en cuyo centro una pira simbolizaba el fuego y la pureza del amor de los buenos federales a su “Libertador y Padre”. Fue su gobierno un espejo donde se reflejaron la violencia y el desorden que caracterizaron a esa etapa nefasta de nuestra historia, ensangrentada por las luchas fratricidas que inspiró los más descabellados proyectos hegemónicos promovidos por caudillos, caciques y capitanejos aborígenes e intrigantes profesionales. La policía, el ejército, la prensa y las masas estaban decididamente a su favor y tras formar su propio “Partido Restaurador Apostólico”, y con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora y “La mazorca”, que aterrorizaba a sus adversarios unitarios, comenzó a erigirse en dueño absoluto del poder. Formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación y quizás, fue en el ámbito de la política exterior, donde Rosas, durante éste, su segundo gobierno, marcó su impronta ROSAS ocupó el cargo desde 1835 hasta 1852, largo período en que aplicó sistemáticamente su anunciado propósito de castigar a todos aquellos que se oponían a su voluntad. Había aceptado el gobierno, luego de que sus conciudadanos le otorgaran la suma del poder y desde un principio, hizo pública la dura misión que debería cumplir. El gobierno de Rosas fue la consecuencia del proceso de descomposición social que siguió a la anarquía. El elemento popular y autóctono, en su mayoría pobre e inculto, fue privilegiado por los caudillos en defensa del federalismo y la tradición, contra una minoría autocrática y liberal de tendencia europea, que trataba de imponer los principios unitarios. Las dos fuerzas que impulsaron los acontecimientos de la Argentina, desde 1810, hicieron crisis después del fusilamiento de Manuel Dorrego, el legítimo gobernador de la provincia de Buenos Aires. Los unitarios y los federales, ya puesto de manifiesto su encono durante el gobierno de Rivadavia, desatan una mutua violencia y engendran la dictadura de Rosas, una resultante de un proceso anárquico que marca un tiempo funesto en nuestra Historia. La política exterior de Rosas se caracterizó por la defensa de la soberanía nacional en todos sus aspectos y particularmente contra la agresión extranjera. Es evidente que los problemas surgidos con dos grandes potencias europeas (Francia e Inglaterra), se debieron en gran parte a la actividad de los unitarios exiliados en el Uruguay, quienes procuraron obtener la ayuda de dichas naciones para derribar a Rosas. Rosas y el ataque ingles a las Islas Malvinas. En enero de 1833 Inglaterra ocupó nuestras Islas Malvinas y entonces, el gobernador Balcarce y más tarde Rosas enviaron enérgicas protestas al gobierno inglés sin obtener nunca una respuesta satisfactoria a sus demandas. Conflicto con la Confederación “Peruano-Boliviana”. En mayo de 1837, ROSAS, de acuerdo con el gobierno Chileno, le declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana, cuyo ambicioso jefe, el mariscal SANTA CRUZ, había atacado la provincia de Jujuy y su política exterior “amenazaba la independencia de estas repúblicas americanas”. Durante el gobierno de Rosas, Buenos Aires y el litoral argentino sobre el río de la Plata, fueron bloqueados dos veces por naves extranjeras. El primer asedio lo efectuaron naves francesas y se prolongó desde marzo de 1838 hasta octubre de 1840. El segundo estuvo a cargo de una poderosa flota anglo-francesa, desde setiembre de 1845 hasta julio de 1847, fecha en la que Inglaterra retiró sus efectivos, dejando a las naves francesas para que continuaran con el asedio hasta junio de 1848. Las intervenciones de Francia e Inglaterra en nuestros problemas internos, motivó que el general San Martín, desde su ostracismo en Francia, censurara la actitud de dichas potencias. El bloqueo francés. La causa inmediata del primer bloqueo Francés se debió a la aplicación de una antigüa Ley de nuestra legislación, que obligaba a los extranjeros a incorporarse a las milicias, a lo que se opuso Francia, alegando que esa ley no siempre era aplicada y que al hacerlo con los residentes franceses, se cometía un acto discriminatorio. Las relaciones con el gobierno galo empeoraron cuando Rosas ordenó poner en prisión, acusándolo de conspirador, al ciudadano francés HIPÓLITO BACLE y la reacción francesa no se hizo esperar. El 28 de marzo de 1838, el almirante francés LEBLANC declaró el bloqueo de Buenos Aires. Contemporáneamente con estos sucesos, en el mes de diciembre de ese año, se concertó una alianza defensiva y ofensiva entre el encargado de negocios francés en Montevideo (un tal MARTIGUY), el gobernador uruguayo FRUCTUOSO RIVERA y el gobernador de la provincia de Corrientes (BERÓN DE ASTRADA),

propiciado por los exiliados argentinos antirosistas, con el fin de derrocar a Juan Manuel de Rosas, pero el plan les fracasó debido a las derrotas militares que estaban sufriendo los unitarios a manos de los federales. El bloqueo anglo-francés. Después de ordenarle al general Manuel Oribe el sitio de Montevideo en febrero de 1843, Rosas declaró el bloqueo de dicho puerto y cerrada la navegación para las naves extranjeras, por los ríos Paraná y Uruguay. Teniendo a la vista estas medidas que afectaban grandemente sus posibilidades de éxito en la guerra que mantenía con el gobernador de Buenos Aires, el gobernador de Montevideo, Fructuoso Rivera y los argentinos unitarios exilados en el Uruguay solicitaron la ayuda militar a los gobiernos de Francia e Inglaterra, quienes nombraron a los comisionados Deffaudis Y Ouseley para presentarle a Rosas una serie de exigencias que fueron rotundamente rechazadas por éste. Fracasada su gestión, ambos diplomáticos, en nombre de sus respectivos gobiernos, declararon el bloqueo del puerto de Buenos Aires (1845). Ante la certeza de que las naves europeas remontarían el Paraná, desobedeciendo lo dispuesto por Rosas, éste dispuso fortificar la orilla derecha del río, al norte de la provincia de Buenos Aires, en un paraje conocido como “La vuelta de Obligado”. El 20 de noviembre de 1845, once naves con bandera de Francia e Inglaterra forzaron el paso y luego de un violento combate, siguieron remontando el río hacia el norte, buscando llegar al Paraguay con fines comerciales. A principios de 1846 llegaron a Buenos Aires, nuevos mediadores enviados por las naciones agresoras: Manuel Hood y Juan Howden venían en representación de Inglaterra y Alejandro Walesky en representación de Francia, y como resultado de esta gestión, Inglaterra dispuso levantar el bloqueo el 15 de julio de 1847, quedando en consecuencia solamente las naves francesas para continuar en su actitud hostil. Rosas firma la paz con los franceses. El 31 de agosto de 1850, JUAN MANUEL DE ROSAS, firmó con el representante del gobierno francés, una Convención de Paz. Francia se comprometía a desalojar la isla Martín García, a levantar el bloqueo impuesto en el estado oriental, tal como lo había hecho con el bloqueo a las costas argentinas el 16 de junio de 1848 y reconocía la soberanía de la Confederación Argentina sobre la navegación interior del río Paraná, sometida a sus leyes y reglamentos y de igual modo en forma conjunta con el estado oriental sobre el río Uruguay. Rosas y su relación con el Brasil. En julio de 1844 llegan a Río de Janeiro noticias de que el acuerdo entre Francia y Gran Bretaña marcha viento en popa. Esperando concretar la alianza anglo-francesa-brasileña contra la Confederación Argentina, el Brasil retoma su política agresiva contra Rosas, para levantar el sitio de Montevideo. Un experimentado diplomático, el vizconde de ABRANTES es designado comisionado ante las cortes de Londres y París. Sus instrucciones rezan “A su paso por París y Londres informará sobre las ambiciones de ROSAS que pretende anexarse el Estado Oriental. Se mostrará conforme con la libre navegación del Plata y sus afluentes y concertará la participación brasileña en la empresa”. En las reuniones diplomáticas se exponen los tres propósitos públicos de la intervención: 1) Defender la independencia oriental contra ORIBE, “aliado del general ROSAS”; 2) Defender la independencia del Paraguay contra Rosas, “que se obstina en no reconocerla”, 3) Acabar con las guerras en el Plata “tan fatales para el comercio como desastrosas para la causa de la humanidad”. Pero, para Inglaterra y Francia existían propósitos secretos: 1) Convertir a Montevideo en “factoría comercial para las naciones marítimas”. 2) Obligar a la “libre navegación” del Plata y sus afluentes; 3) Independizar Entre Ríos y Corrientes “si sus habitantes lo quisiesen”; 4) Fijar los límites del Estado Oriental, Paraguay y el nuevo Estado de la Mesopotamia “...


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