Guerra colonial y crisis de 1898. PDF

Title Guerra colonial y crisis de 1898.
Author Victoria García
Course Historia de España
Institution Bachillerato (España)
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Apuntes del siglo XIX de la Historia de España del temario de Andalucía. Saqué un 9'5 en Selectividad con estos apuntes....


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GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898 1. INTRODUCCIÓN Entre 1895 y 1898, España perdió los últimos restos de su imperio colonial: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Estos acontecimientos, conocidos como “desastre del 98”, dieron paso a una nueva etapa de la Restauración protagonizada por los intentos de “regenerar” el país por parte de políticos e intelectuales. 2. ANTECEDENTES DEL CONFLICTO Y SITUACIÓN EN LA ISLA Tras la “Guerra de los Diez Años” (1868-1878), los españoles prometieron una serie de reformas que dieran a los cubanos mayor autonomía política y económica. Pero estas promesas no se cumplieron: en 1895, Cuba, Puerto Rico y Filipinas seguían subordinadas al poder centralista de España, no tenían autonomía administrativa ni derechos de representación y dependían económicamente a la metrópoli. Por otra parte, los gobiernos españoles eludieron el control sobre los abusos que los trabajadores indígenas sufrían por parte de los propietarios. Esto provocó el surgimiento de nuevas revueltas que condujeron finalmente al independentismo (destaca la “Guerra Chiquita” de 1879-1880). El factor económico fue también esencial: en Cuba se producían enormes cantidades de azúcar y tabaco que se vendían, casi en su totalidad, a los Estados Unidos. Sin embargo, y siguiendo la más pura lógica colonial, los Estados Unidos no podían introducir sus productos libremente en Cuba. El gobierno español aplicó una política fuertemente proteccionista y elevó las tarifas para los productos importados que no procediesen de la Península (“arancel Cánovas” de 1891). El objetivo, que era convertir la isla en un mercado privilegiado para los productos españoles, generó una gran frustración entre los norteamericanos, que comenzaron a dar su apoyo a los insurgentes. Desde el punto de vista ideológico, la población cubana estaba muy dividida entre españolistas e independentistas. En la isla había tres grupos políticos: - La Unión Constitucional: Partido españolista opuesto a cualquier reforma. Dominaba las instituciones de la isla y tenía gran influencia en los círculos de gobierno en Madrid. Representante de los enormes intereses económicos de la isla entre los latifundistas, comerciantes españoles y criollos muy ricos. -

El Partido Autonomista Cubano: Grupo reformista moderado y favorable al mantenimiento de la unidad con España. Formado en su mayor parte por cubanos. Pedían una serie de reformas económicas y políticas sin llegar a la independencia.

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El Partido Revolucionario Cubano: Grupo independentista formado en 1893 por José Martí en Estados Unidos (país del que consiguió apoyo inmediato) con el fin de preparar la guerra de independencia.

3. LA GUERRA DE CUBA La insurrección comenzó en 1895 en la zona oriental, en Santiago de Cuba, con el “grito de Baire” (“Viva Cuba libre”) y pronto se extendió a la zona occidental donde estaba la capital, la Habana. Los principales líderes insurgentes fueron el propio José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez. Los luchadores separatistas (llamados “mambises”) utilizaron la táctica de la guerrilla. Buscaron sus escondites en la selva (la “manigua”) y en las zonas más escarpadas, y eran ayudados por los campesinos. Por su parte, los soldados españoles enviados desde la Península (unos 200.000, el mayor ejército nunca trasladado al otro lado del Atlántico), eran reclutados entre la clase trabajadora. Los más ricos se libraban porque pagaban la “redención” en metálico. En la guerra de Cuba se pueden distinguir tres etapas: -

Primera etapa (1895): El gobierno liberal de Sagasta envió a Cuba al general Martínez Campos, con una estrategia combinada de acción militar y conciliación con los sublevados. Pero Martínez Campos no logró controlar la rebelión, y el nuevo gobierno conservador de Cánovas (que estaba decidido a continuar la guerra “hasta el último hombre y hasta la última peseta”) decidió sustituirlo por el general Valeriano Weyler.

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Segunda etapa (1896-1897): El general Weyler recuperó gran parte del territorio, empujando a los insurrectos hacia las montañas. Dividió Cuba en zonas por líneas fortificadas llamadas “trochas” con el fin de dificultar el movimiento de los insurgentes. Creó campos de concentración para los campesinos, para evitar que pudieran ayudar a los guerrilleros. Guerra total y durísima represión. Comenzó una guerra de desgaste en plena selva, una guerra para la que los españoles no estaban preparados: sufren el ataque de las guerrillas, las enfermedades tropicales y la falta de pertrechos.

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Tercera etapa (1897-1898): Tras el asesinato de Cánovas y el fracaso de la opción represiva de Weyler, los liberales de Sagasta enviaron a Cuba al general Blanco e intentaron un nuevo proyecto de autonomía con gobierno propio, sufragio universal, igualdad de derechos y autonomía arancelaria. Era una estrategia de conciliación para evitar la guerra con EEUU, pero llegó tarde: los independentistas, que contaban con el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades, unilateralmente declarado por el gobierno español. El gobierno de Estados Unidos se mostró favorable a la intervención en el conflicto, al menos desde 1895, cuando el presidente McKinley dio abiertamente su apoyo a los insurgentes, a los que enviaba armas. En 1898, el acorazado norteamericano “Maine”, con 250 marines a bordo, estalló en el puerto de La Habana. Fue el chispazo que provocó el estallido de la guerra. Los Estados

Unidos culparon del hecho a agentes españoles y enviaron un ultimátum a España en el que se le exigía la renuncia a Cuba. España negó cualquier vinculación con el Maine y no aceptó el ultimátum, a pesar de que se sabía que una guerra contra EEUU tendría un resultado catastrófico. Comenzaba así la “guerra hispano-americana” o “guerra de los Cien días”, en 1898, que fue un paseo militar para los Estados Unidos debido a su superioridad tecnológica. La flota española del almirante Cervera fue derrotada en la batalla de Santiago. Poco después, tropas norteamericanas desembarcaban en Guantánamo y en la isla de Puerto Rico.

4. LA GUERRA DE FILIPINAS De forma paralela al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en otra colonia, las Islas Filipinas. La presencia española era aquí más débil que en Cuba, pues había menos intereses económicos. El independentismo filipino se fraguó en la Liga Filipina, fundada en 1892 por José Rizal, y en la organización secreta “Katipunan”. La insurrección se extendió entre 1896 y 1897 y fue duramente reprimida por el ejército español, dirigido por Polavieja (Rizal fue ejecutado). Represión total, se fusilaba cada día a los independentistas presos. Tras el asesinato de Cánovas, el gobierno liberal de Sagasta sustituyó a Polavieja por Fernando Primo de Rivera, que promovió la negociación. Sin embargo, en el contexto de la guerra hispano-norteamericana en Cuba, los estadounidenses aprovecharon para derrotar a la escuadra española de Filipinas en la Batalla de Cavite (1898).

5. EL TRATADO DE PARÍS El Tratado de París (1898) puso fin a la guerra. España renunciaba definitivamente a su soberanía sobre Cuba (independiente en 1902, pero bajo protección estadounidense hasta mediados del siglo XX) y cedía a EEUU Puerto Rico (actualmente “estado asociado” de Estados Unidos), Filipinas (independiente de EEUU en 1946) y la isla de Guam en las Marianas (aún hoy pertenece a EEUU). Al año siguiente, el resto de las Marianas, las Carolinas y Palaos se vendieron a Alemania. Era el desmantelamiento definitivo del imperio colonial español.

6. LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA El “desastre” supuso un duro golpe y una llamada de atención en la conciencia de los españoles. Fue la primera gran crisis del sistema de la Restauración y arrastró importantes consecuencias que hicieron del fin de siglo un momento crucial en la Historia de España:

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Pérdidas humanas: 120.000 soldados muertos entre 1895 y 1898, la mayoría no en guerra, sino por enfermedades tropicales (fiebre amarilla). Muchos mueren en la retirada al pisar tierra española por el hacinamiento y las malas condiciones de vida en los barcos. Protestas entre las familias pobres que habían perdido a sus hijos por no poder pagar las 2000 pesetas de redención de las quintas. Golpe psicológico y moral por la penosa visión de los supervivientes convertidos en enfermos físicos y mentales.

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Consecuencias económicas: Pérdida de ingresos de las colonias y de mercados privilegiados para productos como el café y azúcar, que debían comprarse ahora a mayor precio. También aumentó la deuda por la guerra, lo que obligó a aumentar la presión fiscal. También aspecto positivo: repatriación a España de capitales americanos, que permitió el desarrollo de la banca española.

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Crisis política: Deterioro del sistema de la Restauración tal y como lo diseñó Cánovas. La incapacidad de los gobiernos para vencer en la guerra desgastó a los partidos y a sus dirigentes. Apareció una nueva generación de líderes como Maura en el partido Conservador o Canalejas en el Liberal.

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Desprestigio militar: Derivado de la dureza de la derrota. La imagen del ejército salió muy dañada, provocando una oleada de antimilitarismo. Esto provocó que parte del ejército se inclinara a posturas más autoritarias, atribuyendo la derrota a la eficacia y la corrupción de los políticos. En el seno del ejército fue tomando cuerpo la idea de que los militares debían tener mayor presencia y protagonismo en la vida política. Todo ello culminó en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1931) y en el golpe de Estado de 1936 que inició la Guerra Civil.

7. EL REGENERACIONISMO En este clima de derrota por la pérdida definitiva del Imperio, aparecieron una serie de críticas desde una óptica cultural o política, tanto hacia el funcionamiento del sistema de la Restauración como a la propia mentalidad del país. A los dirigentes políticos e intelectuales les sorprendió la pasividad con que la opinión pública reaccionó a la pérdida del Imperio colonial, solo alterada por el dolor de las víctimas. Silvela, líder del partido Conservador tras el atentado de Cánovas, hablaba de la “España sin pulso” para referirse a la resignación y fatalidad con que la mayoría de la población aceptó el desastre. Así pues, la crisis del 98 fue sobre todo una crisis moral e ideológica producida entre políticos e intelectuales. Entre todas las críticas destacaron las de los “regeneracionistas”, con representantes como Macías Picavea, Lucas Mallada y, sobre todo, Joaquín Costa, profesor de la Institución Libre de Enseñanza. Costa acuñó la

expresión “oligarquía y caciquismo” para referirse a la situación política de España y llegó a crear un partido político, la Unión Nacional, con un programa anticaciquil muy crítico con la Restauración. En síntesis, los regeneracionistas denunciaron el aislamiento del cuerpo electoral del país debido a la manipulación electoral, la corrupción de los partidos políticos y el atraso económico y social de España respecto a los países europeos más avanzados. Para superar esta situación, debían enterrarse las glorias pasadas (“cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid”, según Costa) y emprender un programa de mejoras materiales y educativas para las clases populares y campesinas (“escuela y despensa”, de nuevo en palabras de Costa). Además, debía acabarse con la corrupción del sistema electoral, dignificar la vida parlamentaria y emprender un ambicioso programa de obras públicas (Costa propuso, sobre todo, la extensión de los regadíos para mejorar la productividad agraria). Dentro de esta corriente “regeneracionista”, debemos referirnos a los miembros de la Generación del 98, un grupo de intelectuales que intentaron analizar el “problema de España” en un sentido crítico y pesimista. Es famosa la sentencia de Miguel de Unamuno: “Me duele España en el cogollo del corazón” (ver páginas 300 y 301 para saber más: “La Edad de Plata de la cultura española”). Estas críticas llegaron a la política y algunos líderes, como el conservador Silvela en 1899, trataron de llevar a la práctica programas regeneracionistas. Sin embargo, las reformas anunciadas no se llevaron a cabo y el sistema siguió funcionando con cambios mínimos. Las viejas prácticas caciquiles mostraron su capacidad para amoldarse a cualquier intento de cambio y regeneración. 8. LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN1 En 1902, Alfonso XIII fue proclamado rey al cumplir la mayoría de edad. Un año más tarde moría Sagasta. Durante el primer tercio del siglo XX, y aunque el sistema sobrevivió al “desastre”, comenzó una etapa nueva conocida como la “crisis de la Restauración”. En los inicios del siglo XX, la opinión pública y la política española seguían impregnados de “regeneracionismo”. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una auténtica participación democrática imposibilitó llevar a cabo una verdadera reforma del sistema. El panorama general de los años 1902-1923 (inicio de la dictadura de Primo de Rivera) fue el de una permanente crisis que afectó a los fundamentos del sistema canovista pero que no llegó a destruirlos del todo. Las causas de esta crisis fueron múltiples. Entre ellas pueden distinguirse:

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Esto es un resumen del tema 11 del libro. Vale para dos temas de Selectividad a la vez: va bien como el final de este y también es necesario ponerlo como final en el de la Restauración.

1. La personalidad del nuevo rey, Alfonso XIII, partidario de la intervención activa en política al contrario que sus padres, Alfonso XII y María Cristina. Además, se rodeó del sector más conservador del ejército. 2. La división de los partidos dinásticos: Muerte de Cánovas y Sagasta, luchas personalistas entre los nuevos jefes conservadores (Maura, Dato) y liberales (Moret, Canalejas) por el control de sus grupos. Los conflictos internos impidieron que surgieran unos liderazgos fuertes que habrían permitido la modernización de los partidos. 3. La ruptura del consenso para continuar el turnismo. El “turno pacífico” de Cánovas se resquebrajó, sobre todo a partir de 1912. Se recurrió en numerosas ocasiones a gobiernos de gestión o de concentración formados por personalidades de ambos partidos para hacer frente a las crisis políticas. Entre 1902 y 1923 se sucedieron 32 presidentes del gobierno. 4. La pérdida de influencia del caciquismo y la influencia del regeneracionismo, que disminuyó la eficacia de la maquinaria electoral de los partidos dinásticos. Por otra parte, el crecimiento urbano, con un voto más libre, hizo más difícil la manipulación electoral (que seguía siendo descarada en las zonas rurales). Como resultado, cada vez era más difícil encontrar mayorías estables en las Cortes. 5. El crecimiento de los partidos políticos ajenos al sistema de la Restauración, como los socialistas, republicanos y nacionalistas. 6. El aumento de las luchas sociales, tanto campesinas como de los obreros industriales, organizados a través de sindicatos (UGT, CNT) y con el recurso frecuente a las huelgas. Las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores agudizaron los conflictos, sobre todo en la “Semana Trágica” de 1909 y la gran crisis de 1917. Esta última crisis hirió de muerte al sistema de la Restauración. A las huelgas y al pistolerismo se le añadió la Guerra de Marruecos, con el punto de inflexión del “Desastre de Annual” en 1921. En septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado y terminó con el parlamentarismo. Se iniciaba así una dictadura militar que se prolongaría hasta 1930 y que supondría el último periodo de la Restauración, ya que en 1931 (tras los breves gobiernos de Dámaso Berenger y Juan Bautista Aznar) se proclamó la Segunda República. Era el fin de una etapa de la Historia de España que había comenzado en 1875....


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