La violencia, el hilo tenso entre la familia y la comunidad. Silvia Basteiro Tejedor, Adrián Cardozo Cussi, Elena de la Aldea. PDF

Title La violencia, el hilo tenso entre la familia y la comunidad. Silvia Basteiro Tejedor, Adrián Cardozo Cussi, Elena de la Aldea.
Author Lorena Caminos
Course Salud mental I
Institution Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
Pages 7
File Size 173.7 KB
File Type PDF
Total Downloads 75
Total Views 120

Summary

Resumen examen final Salud Mental Ciclo Básico - Medicina...


Description

La violencia, el hilo tenso entre la familia y la comunidad

Silvia

Basteiro Tejedor, Adrián Cardozo Cussi, Elena de la Aldea. La violencia es una producción social e histórica. Todos los tiempos y los lugares vieron violencia, pero para cada uno de ellos fue, es diferente, tiene cargas emocionales, terrores y fascinaciones e intensidades y características distintas. “Es un hecho social presente en nuestra situación” (Lewkowitz) La violencia se presenta donde se rompe o se hace inoperante el lazo social. Situación instituida que, para pasar a otra, falta un acto de quiebre de lo ya dado y que se resiste a ser destituido. Ese lazo social que está cambiando, instituye en una situación social, cultural, el modo de ser persona para esa sociedad. Asistimos hoy al agotamiento del lazo social que organizó la Modernidad (basado en el ciudadano, en el sujeto de la conciencia, en la racionalidad, en la representación, en la historia, en la noción de progreso individual y colectivo) Aparece la violencia de la instauración de otro modo de ser tanto del individuo como sociedad. “La imposición espontánea de otro lazo social” (Lewkowitz) La Modernidad se acabó, pero seguimos pensando en clave de historia, de origen, de razón, de integración, de conciencia, sin ver lo múltiple, lo indeterminado, el caos, lo inconsciente, más que como defectos, enfermedades o alteraciones de la “realidad verdadera”, “la de antes”, “la conocida”. La que ya está naturalizada. Esta negación a ver los cambios es una fuerte postura de violencia: la que tenemos que hacerle a nuestro aparato de pensar para no ver lo que estamos viendo, como la que recibimos de la incorporación obligada a las nuevas prácticas sociales con sus nuevos dispositivos en los que estamos inmersos. Toda realidad tiene una sombra y obstáculos, donde es necesario posar la mirada y la atención. Estamos siendo privados de las certezas que nos dio la Modernidad: de un lugar en la Tierra, de un sentido de futuro, de una confianza en la razón, entre otras cosas. (Lewkowitz) Definición. Violencia no significa lo mismo para todas las personas y grupos. Violencia no es igual a conflicto. En muchos casos se niegan los conflictos y se evita su abordaje por el temor que subyace a su expresión en este sentido. Cuando un conflicto puede plantearse abiertamente y resolverse a través de la negociación no tiene por qué llegarse a una expresión de violencia. Negar y/o evitar la expresión y la búsqueda de una resolución de los conflictos sí puede conducir a una escalada de violencia. Violencia tampoco equivale a agresividad, ya que constituye la fuerza que permite a los seres humanos una respuesta activa ante su entorno; siendo por tanto un elemento positivo de subsistencia y una herramienta para definir el territorio y los límites de cada un@. Sólo cuando

la agresividad se transforma en un hecho únicamente destructivo y afecta tanto al que realiza la acción como a aquel que la padece, podemos hablar de violencia. La violencia se produce cuando una persona o grupo actúa de manera unilateral, imponiendo su opinión, sin dar espacio para la negociación y el poder de ambas partes no es igual. Acción impuesta que puede tener que ver con el cuerpo, con la vida o con el destino o proyecto del otro, ya sea un individuo o un grupo. El acto violento tiene intencionalidad, sentido, historia, proceso, ocurre en el tiempo y en un determinado contexto relacional. Es producto de la decisión humana y no de la genética ni del azar; es posible entenderlo y trabajar con él. Cualquier individuo puede llegar a ser violento, con diferentes modalidades, en determinados contextos o interacciones. La violencia se apoya en el miedo en el plano afectivo y en la desigualdad del poder en el plano de lo social. La violencia es un fenómeno tanto social como psicológico. Un producto social que está estrechamente ligado a la manera de vivir y de ver el mundo, a la cultura y a la organización de la sociedad.

-

Fenómenos sociales nuevos que influencian las manifestaciones de la violencia: El crecimiento demográfico y la percepción de los países ricos de: “población mundial que sobran” La urbanización desmesurada El cambio acelerado y la desestabilización, traducidos en desorientación y falta de alternativas Desigualdades económicas y sociales entre diferentes grupos Los nuevos conflictos internacionales que toman la forma de conflictos internos y ponen en juego un mayor número de civiles. La guerra y el terrorismo psicológicos que promueven sentimientos de intolerancia, desconfianza, odio y venganza El individualismo fomentando la competencia extrema y desarticulando el tejido social solidario La priorización de estrategias de control por sobre las de prevención Estas transformaciones se traducen en una pérdida de referentes a nivel de sus leyes internas y de las normas que les permiten solucionar sus conflictos . El hecho violento no es un hecho aislado, ocurre en un contexto social, histórico que le da sostén y discurso.

 

Manifestaciones de la violencia en la familia Violencia entre la pareja, generalmente contra la mujer: violencia física, sexual, psicológica y económica. Maltrato a los niñ@s en el seno de la familia: maltrato y abandonos físicos y/o emocionales, negligencia, explotación laboral y/o mendicidad, abuso sexual, corrupción y maltrato prenatal.



Maltrato a ancian@s: abandono y maltrato físicos y/o psíquicos, abuso económico, violación de los derechos del anciano, negligencia y abuso sexual



Violencia de hijos hacia padres: conductas tiránicas, de utilización y de desapego.



   



 



 

A nivel de funcionamiento interno, las familias con interacciones violentas entre sus miembros presentan: Escasa o nula posibilidad de pensamiento simbólico: perturbación cognitiva, acompañada de baja o nula estimulación intelectual. El pensamiento se ve desbordado continuamente por la acción, que ejerce un dominio en desmedro de cualquier alternativa de reflexión o introspección Falta de límites: caos y disfuncionalidad en normas de funcionamiento familiar que diluyen principio organizador de la vida cotidiana Falta de contención familiar: vivencia continua de clima ansiógeno perturbador que favorece el desinterés y desatención de las necesidades básicas del otr@ Distorsión afectiva: relaciones cargadas de desamor, predominio de intercambios de desapego y desvalorización. Falta de discriminación relacional: indiscriminación de roles y funciones en la dinámica familiar propiciada por la falta de organización y acompañada de dificultades básicas en la comunicación entre los miembros de la familia Trastornos de aprendizaje: historia de fracasos socioeducativos manifiestos a través de estudios inacabados, escaso rendimiento escolar y baja estimulación para el aprendizaje. A nivel de funcionamiento externo, trasciende el ámbito familiar y sus repercusiones llegan a otros contextos: Negligencia: descuido y desatención, abandono y /o promoción de situaciones de riesgo Malos tratos físicos/psicológicos: acciones conyugales y/o parentales destinadas a hacer daño a la pareja o a los hijos, agresiones físicas o psíquicas con el propósito de someter al otr@ , actitud de agresión continua, que puede incluir abusos sexuales hacia la cónyuge y/o l@s hij@s Fracaso escolar/absentismo/conductas disruptivas: expresiones de malestar más o menos generalizadas de niñ@s/adolescentes perturbados por la multiproblematicidad familiar que se trasladan al contexto educativo y/o social Transgresión normativa: manifestación de la falta de límites que genera un cuestionamiento a cualquier principio de autoridad, jerarquía o norma de funcionamiento socioeducativo. Alarma social: transgresiones de todo tipo que acaban generando un efecto multiplicador en el medio, a través de actos violentos que pueden adquirir características delictivas. Familia – instituciones – comunidad La violencia entendida como abandono, desprotección, negligencia, malos tratos, distorsión y disfuncionalidad en las posibilidades nutricionales de la familia, resulta intolerable para quienes reciben el impacto de su problemática, ya que suele generar ansiedad a quienes les toca interactuar con ellas.

Cuando surge una demanda de familias multiproblemáticas, se observa que la dificultad repercute en otros contextos diferentes al de la familia. Generalmente, situaciones vinculadas con niñ@s o adolescentes que provocan alteraciones sociales con sus conductas. Las familias suelen hacer una depositación en las instituciones para que se encarguen del control de los niñ@s y adolescentes. Estos se ven superados y devuelven en la dirección contraria la depositación recibida. Lo que realmente puede facilitar la violencia es la distorsionada implicación institucional. Suele romperse esta inercia cuando ocurre un hecho grave, que dejan dolidos a los familiares, consternadas a las instituciones y alarmada a la comunidad. Los movimientos de ida y vuelta crean un hilo tenso entre la familia y la comunidad sostenido por la incapacidad para atender la complejidad que se presenta. Se suelen buscar caminos lineales para explicar los problemas y por tanto las posibles soluciones no llegan, porque se transitan aspectos parciales que no permiten entender la globalidad relacional. Lo que debilita y ensombrece las posibles salidas al/los problema/s planteado/s, potencia el crecimiento de círculos viciosos (reflejo de visiones recortadas en uno y otro contexto); con el riesgo de una multiplicación intervencionista que puede acabar siendo perjudicial, si no se apoya en una planificación institucional coordinada. Predomina la necesidad de poner orden y poder pensar y formular hipótesis relacionales que ayuden a responder adecuadamente a la complejidad de la problemática planteada. Instituciones del ámbito educativo se manejan con normas y clasificaciones rígidas que dejan un espectro amplio en el campo de la exclusión. El absentismo, fracaso escolar, comportamiento disruptivo y la violencia denuncian la conflictividad permanente que existe, hasta que se impone el criterio del adulto vehiculizado a través de la expulsión del alumno o el ataque agresivo que culmina en instancias policiales y judiciales. La escolarización obligatoria hasta los dieciséis años no tiene en cuenta la diversidad de intereses y capacidades a la hora de aportar alternativas formativas para todos. El vínculo profesores-alumnos se establece desde la premisa de estar ante “posibles enemigos” en términos de “ataque y defensa”, sin dar lugar a una relación humana de intercambio recíproco entre ambas partes. La institución educativa se declara “incapaz” de hacerse cargo, recurriendo a “reforzar las medidas de disciplina en los centros” por partir de un análisis equivocado según el cual se considera que “la indisciplina es la principal causa de los problemas educativos” sin verla como emergente del sistema y del macrosistema del que éste forma parte. A nivel de la institución de Servicios Sociales suele observarse un funcionamiento similar al de la familia. Los equipos, cuando los hay, están sobresaturados de demandas “urgentes” y de

diferentes tipos de exigencias que atienden desorganizada y caóticamente, generando un círculo vicioso en vez de una alternativa de salida. Tiende a establecerse un vínculo dependiente, por dar respuesta asistencialista, en vez de implicarse en una labor terapéutica que fomente una responsabilizacion progresiva de parte de éstas en la resolución de su cotidianidad. En la medida en que se ven desbordados, pueden fomentar un modelo relacional expulsivo. Obstáculos personales y grupales para la intervención  El activismo: trabajar con situaciones de violencia imprime una urgencia a la intervención y ello puede llevarnos a una respuesta inmediata riesgo de que este modo de actuar se convierta en tendencia y perdamos de vista la necesidad de tiempo suficiente para la evaluación de cada incidencia que permita valorar el alcance de la acción en sí misma.  La generalización: impide ver las particularidades, lo que hace única a una situación, empobrece la mirada y bloquea la capacidad de respuestas. Disminuye el uso de recursos disponibles y la innovación de los procedimientos. Sólo se interviene en situación e incluyéndonos en la misma.  Implicación afectiva: implicarnos en lo sucedido e incluso a identificarnos con alguno de sus protagonistas. Cuando vamos a intervenir sobre el problema lo hacemos sobre nuestra construcción subjetiva del mismo, que depende de nuestro sistema de valores, nuestra experiencia personal, miedos, prejuicios, el contexto en el que nos encontremos, las expectativas que nos sintamos presionados a cumplir, etc.  Fantasía de poder resolver la situación en soledad: no tener en cuenta la mirada grupal y de un espacio de contención en el que compartir vulnerabilidades y fortalezas y experiencias vividas en la tarea. Esto implica no tomar conciencia de los límites de nuestra acción  No tener en cuenta a los protagonistas de la situación : la situación conflictiva no puede resolverse sin la participación de sus protagonistas y del contexto en que ésta ocurre. Tejiendo redes o de cómo empezar a destensar el hilo… La comunidad, a través de sus instituciones, debe buscar soluciones complejas partiendo de un marco de actuación coordinada (coordinación intra e interinstitucional) Util que alguien tome la iniciativa, con un criterio institucional claro respecto al sentido que tendría el encuentro entre profesionales para discutir los casos y plantearse hipótesis y distintas alternativas de atención a la violencia en la familia y sus atravesamientos comunitarios. Requiere que las instituciones implicadas puedan incluirse, considerándose parte integrante del proceso de cambio o mantenimiento de la situación de la familia. Se enriquecerá en un marco de encuentro e intercambio del equipo sobre la tarea que desarrolla. Cuanto más estable sea el contexto de intervención institucional y el equipo encargado de concretarla, más posibilidades de sostén y apoyo existirán.

El camino a transitar será menos costoso si se cuenta con una cadena de sostenes (red social de apoyo) que proporcionará alivio y cumplirá un papel indispensable para la resolución de la/las dificultades más acuciantes. La aceptación de la realidad tal como se presenta y apoyarnos en instrumentos relacionales con los que contemos, con la posibilidad de sumar más que de restar. Habrá que consultar, con cautela, discreción y amorosidad a los participantes del hecho para lograr una idea clara de la situación y de los recursos de salud con los que contamos en ese grupo familiar, en esa institución, en esa comunidad específica, para enfrentar ese hecho. Desarrollo de la intervención La evaluación es el primer paso. Importante brindarle el tiempo de dedicación que requiere. Suele ser mayor el tiempo dedicado a la preparación de la acción y la valoración de su alcance que la acción en sí misma. Aunque se trate de una situación de emergencia en la que sea necesaria respuesta inmediata, es necesario pensar intervenciones posteriores que permitan un abordaje continuo y global con implicación del grupo , que cumplirá una función educativa preventiva. En la medida en que mantengamos la constancia, los resultados tendrán perdurabilidad e irán generando un efecto dominó, en el que el esfuerzo tendrá que ser cada vez menor porque se irán generando mecanismos de autorregulación a nivel grupal. El significado y sentido del acto violento dependerá de cada situación y requerirá respuestas asistenciales diferentes. Tiempo para identificar los elementos de nuestra propia percepción, de nuestra implicación, que pueden influenciar nuestra intervención. No se trata de eliminarlos, no es posible, sino de que los profesionales puedan tomar conciencia de su propia percepción del problema, a fin de diferenciar entre lo que les pertenece y lo que pertenece a los otros actores La incorporación del equipo. Evaluar con otr@s la pertinencia o no de una intervención y de qué modo llevarla a cabo, una mirada grupal que aporta diferentes puntos de vista, un espacio de contención, amplia gama de recursos y acompañante interno en la soledad de muestra tarea. Nos referimos a otros profesionales con los que sintamos una relación de proximidad, afinidad y confianza, un@ o más compañer@s de nuestro centro de trabajo y u otr@s con quienes tengamos oportunidad de trabajar conjuntamente en estos temas. Coordinación con otros recursos. Definir qué es posible hacer y qué actuación está a nuestro alcance: cuáles son los límites de nuestra acción: hasta dónde podemos llegar, cuáles son las ventajas y cuáles los riesgos. Examinar lo que sí podemos hacer es tomar conciencia de los límites entre los cuales se sitúa la intervención y hacer el duelo de la intervención ideal. Tomar conciencia de posibilidades y límites en la intervención dirige nuestra mirada a otros roles profesionales de un modo u otro vinculadas al problema que se está afrontando y plantea la alternativa de una derivación. Una derivación que no se haga desde un mecanismo de depositación sino desde el compartir responsabilidades desde el área de intervención de cada uno.

La participación de sus protagonistas: escuchar y ver cómo comprenden el problema , tratando de tener la mayor cantidad de puntos de vista posibles. El acercamiento ha de hacerse desde interés de tener la mayor cantidad posible de datos sobre lo ocurrido antes de emitir juicios, conocer lo que el episodio representa para ellos y ayudarles a desplegar sus propios recursos para afrontar los hechos. “Nosotros” como herramientas Ser cuidadoso con los propios sentimientos que nos provocan, para evaluar cuáles son las propias violencias que están siendo movilizadas. No rechazarlas ni actuarlas: observarlas, tomar conciencia de ellas y pensarlas y pensarnos. Estar alertas frente a un error frecuente: suponer absolutamente diferentes al agresor de la víctima. Al agredido se lo ve sin odio ni deseos de venganza, no existe la violencia ni la crueldad que sí está presente en el victimario. Se despoja al agredido de su realidad, de su fuerza y de la energía de su furia para defenderse, vivir y recrearse y al agresor de una posibilidad diferente de relacionarse. Detrás de este supuesto se esconde la creencia, una diferencia radical, un elemento “natural” ahistórico y por lo tanto inmodificable. Desaparecen los efectos estructurales: la desigualdad, el abuso de poder, las construcciones sociales injustas. Perspectiva o pronóstico de la familia Sin perder la perspectiva terapéutica, no podemos olvidarnos de las “otras” cuestiones presentes en el funcionamiento cultural, social, educativo, que condicionan muchos comportamientos, admitiendo las particularidades de una familia multiproblemática. No podremos hacernos cargo de todos estos atravesamientos, pero sí tenerlos en cuenta para saber en qué nivel se produce la fractura, ver en cuáles de ellos podemos pedir responsabilidades y en cuáles no tenemos posibilidad de intervenir, aceptando las limitaciones de nuestro rol profesional. Pensamos que la metamorfosis familiar en el siglo XXI se dirige hacia un lugar incierto, pero que implica el desafío de vivir en clave de transformación permanente, procurando adaptarnos activamente a los momentos sucesivos de inestabilidad con los que conviviremos durante largos períodos de tiempo y que involucrarán a las familias y al conjunto de la sociedad....


Similar Free PDFs