Lacan, J. Seminario 10 La angustia PDF

Title Lacan, J. Seminario 10 La angustia
Course Práctica Profesional
Institution Universidad Argentina John F. Kennedy
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Summary

pasantia clinica psicoanalitica...


Description

La angustia

Clase 1

del 14 de Noviembre de 1962

Clase 2

del 21 de Noviembre de 1962

Clase 3

del 28 de Noviembre de 1962

Clase 4

del 5 de Diciembre de 1962

Clase 5

del 12 de Diciembre de 1962

Clase 6

del 19 de Diciembre de 1962

Clase 7

del 9 de Enero de 1963

Clase 8

del 16 de Enero de 1963

Clase 9

del 23 de Enero de 1963

Clase 10

del 30 de Enero de 1963

Clase 11

del 20 de Febrero de 1963

Clase 12

del 27 de Febrero de 1963

Clase 13

del 6 de Marzo de 1963

Clase 14

del 13 de Marzo de 1963

Clase 15

del 20 de Marzo de 1963

Clase 16

del 27 de Marzo de 1963

Clase 17

del 8 de Mayo de 1963

Clase 18

del 15 de Mayo de 1963

Clase 19

del 22 de Mayo de 1963

Clase 20

del 29 de Mayo de 1963

Clase 21

del 5 de Junio de 1963

Clase 22

del 12 de Junio de 1963

Clase 23

del 19 de Junio de 1963

Clase 24

del 26 de Junio de 1963

Clase 25

del 3 de Julio de 1963

14 de Noviembre de 1962

E

ste año les hablaré de la angustia. Alguien nada distante de mí en nuestro círculo, el

otro día me dejé, advertir sin embargo cierta sorpresa por haber elegido yo un tema cuyo alcance no le parecía tan grande. Debo decir que, no ha de costarme mucho probarle lo contrario En la masa de lo que se nos propone sobre este tipo de cuestiones, tendré que elegir y con severidad. Por ello os que desde hoy trataré de echar a ustedes al montón. La pregunta me pareció conservar la huella de no sé qué inocencia nunca a placada y ello en virtud de que implicaría creer que es por una elección que cada año yo pincho un tema que me parecerle interesante para proseguir con el juego de cierto camelo, como se suele decir. No es así como verán, pienso que la angustia es precisamente el punto de cita donde les aguarda todo lo que fue mi discurso anterior, y donde se esperan entre si acierto número de términos que hasta el presente pudieron no aparecer suficientemente unidos. Verán como en el terreno de la angustia al anudarse más estrechamente, cada uno ocupará todavía mejor su lugar. Digo todavía mejor, pues recientemente pudo manifestárseme, a propósito de lo dicho sobre el fantasma en una de las reuniones llamadas "provinciales" de nuestra Sociedad que algo en vuestra mente hab ía tomado efectivamente su lugar en lo relativo a esa estructura tan esencial llamada fantasma . Verán que el de la angustia no está lejos de aquél por la razón de que es totalmente el mismo. Sobre esto pizarrón —un pizarrón, después de todo no es grande les he puesto algunos pequeños significantes de referencia o ayuda-memoria, tal vez no todos los que hubiese querido, pero al fin de cuentas conviene no abusar de los esquematismos. gráfico(1) Tenemos aquí un grafo del que me excuso por importunarlos con él desde hace tanto tiempo, pero del que es igualmente necesario —pues su valor indicativo será para ustedes, pienso, cada vez más eficaz— que yo recuerde la estructura que debe evocar ante

vuestros ojos. Además, su forma, que tal vez nunca advirtieron, de pera de angustia, quizás no deba ser evocada aquí por azar; por otra parte si el año pasado, a propósito de esa pequeña superficie topológica a la que concedí lama atención, algunos pudieron ver sugerirse en su mente ciertas formas de repliegue de las hoyas embriológicas y hasta capas del córtex, nadie, a propósito de la disposición a la vez bilateral y anudada, de inter-comunicación orientada de este grafo, nadie evocó nunca al respecto el plexo solar. No pretendo, por ciento, librar a ustedes sus secretos, pero esta curiosa pequeña homología no es quizás tan externa como se cree y merecería ser recordada al comienzo de un discurso sobre la angustia. Hasta cierto punto, la reflexión por la cual he introducido mi discurso, reflexión hecha por uno de mis allegados —quiero decir en nuestra Sociedad—, la, angustia no parece ser lo que los sofoca, así lo entiendo, como psicoanalistas. Y sin embargo, no es e xcesivo decir que dentro de la lógica de las cosas, o sea de la relación que tienen ustedes con sus pacientes, debería hacerlo. Después de todo, sentir lo que de esa angustia el sujeto puede soportar los pone a prueba en todo instante. Es preciso, pues, su poner que al menos para aquellos de ustedes formados en la técnica la cosa acabó por pasar como la menos advertida en vuestra regulación. No está excluido, a Dios gracias, que el analista, por poco que esté dispuesto a ello, quiero decir por muy buenas disposiciones para ser analista que posea, aquel que Ingresa en su práctica experimente ante sus primeras relaciones con el enfermo sobre el diván, cierta angustia. Además, y a ese propósito, conviene mencionar la cuestión de la comunicación de la angustia. Esa que saben regular tan bien en ustedes, según parece, hasta taponar el hecho de que ella los guía, es la misma que la del paciente?. Por qué no?. Se trata de una pregunta que dejo abierta por ahora y quizás no por mucho tiempo, pero que vale la pena dejar sí desde el principio, aunque sea preciso recurrir a nuestras articulaciones esenciales para poder darle una respuesta válida, o sea esperaral menos un momento, en las distancias, en los rodeos que voy a proponerles, los que de ninguna manera se hallan fuera de toda previsión para quienes son mis oyentes. Porque si recuerdan, justamente a propósito de otra serle de jornadas —de las llamadas "provinciales"— que estuvieron lejos de proporcionarme tanta satisfacción, a propósito de ellas en una suerte de inclusión, de paréntesis, de anticipación, en mi discurs o del año pasado creí deber advertirles y proyectar por anticipado una fórmula que les indicara la relación de la angustia esencial con el deseo del Otro. Para quienes no estuvieron allí recuerdo la fábula, el apólogo, la divertida imagen que me propuse erigir por un instante: yo mismo revistiendo la máscara animal con la que se cubre el brujo de la gruta de los tres hermanos. Imaginé ante ustedes hallarme frente a otro animal éste verdadero, y para la ocasión supuestamente gigantesco, el de la mantis religiosa. Y como además yo no sabía cual era la máscara que me cubría, Imaginarán fácilmente que tenía algunas razones para no encontrarme tranquilo, dada la posibilidad de que, por azar, esa máscara no fuese inadecuada para llevar a mi partenaire a algún error acerca de mi identidad. Bien subrayada la cosa cuando agregué que en ese espejo enigmático del globo ocular del insecto yo no veía mi propia imagen.

Esta metáfora conserva hoy todo su valor y ella justifica que en el centro de los significantes que puse en el pizarrón vean ustedes la cuestión que hace mucho tiempo que introduje como siendo la bisagra de los dos pisos del grafo, en la medida en que estructuran esa relación del sujeto con el significante que sobre la subjetividad me parece ser la de lo que Introduce en la doctrina freudiana el "Che vuoi?": "¿que quieres?". Fuercen un poquito más el funcionamiento, la entrada de la llave y tendrán "qué me quiere?", con la ambigüedad que el francés(2) permite en el me, entre el complemento indirecto o directo: no solamente "¿qué quiere él de mí?", sino algo suspendido que concierne directamente al yo (moi), y que no es "cómo me quiere? sino ''¿qué quiere él en lo relativo a ese lugar del yo?"; que es algo que se encuentra en suspenso entre dos pisos, $(a-d y m-i(a), los dos puntos de retorno qué en cada uno designan el efecto carácterístico y la distancia que es tan esencial construir en el principio de todo aquello por lo cual vamos a avanzar ahora, distancia que torna a la vez, homóloga y tan distinta la relación entre el deseo y la identificación narcisista. En el juego de la dialéctica que anuda tan estrechamente los dos pisos veremos introducirse la función de la angustia no por ser ella misma su resorte, sino lo que, dados los momentos de su aparición nos permite orientarnos. Así pues, en el momento en que formulé la pregunta de vuestra relación de analistas con la angustia, tal pregunta dejó en suspenso ésta: a quién ponen en Juego ustedes?. Al Otro, sin duda, pero también a ustedes mismos, y esas dos puestas en juego no por recubrirse deben ser confundidas. Tal es incluso una de las miras que se les propondrán al final de este discurso. Por ahora introduzco esta indicación de método: la enseñanza que tendremos que extraer de nuestra búsqueda sobre la angustia será la de ver en qué punto privilegiado ella emerge. Habrá de modelarse sobre una orografía de la angustia que nos conduce directamente a un relieve, el de las relaciones término a término que constituyen esa tentativa estructural más que condensada de la que creí deber hacer para ustedes la guía de nuestro discurso. Si saben ustedes arreglarse con la angustia, esto nos hará avanzar o intentar ver de qué modo: además yo mismo no podría introducirla sin arreglarla de alguna manera y quizás hay aquí un escollo no debo arreglarla muy rápido—. Esto tampoco quiere decir que de alguna forma, por cierto fuego psicodramático mi fin deba ser arrojarlos (vous jeter) en la angustia con el juego de palabras que ya hice con el je (yo) de jeter. Cada uno de ustedes sabe que esta proyección del je en una introducción a Ia angustia es desde hace algún tiempo la ambición de una filosofía llamada para nombrarla, existencialista. Referencias no faltan después de Kierkegaard, Gabriel Marcel, Chostov, Berdiaef y algunos otros; no todos ellos ocupan el mismo lugar ni son tan utilizables. Pero al comienzo de este discurso tengo que decir que me parece que en esa filosofía, entre su rector nombrado primero, y aquellos cuyos nombres pude pronunciar después, se marca indiscutiblemente cierta degradación. Me parece ver marcada a esa filosofía por cierta prisa desconocida de ella misma marcada diría yo, por cierto desorden (désarrol)(3) con relación a una referencia en la cual, en la misma época el movimiento del pensamiento se confina: la referencia a la historia. Es por un desorden —en el sentido eti mológico del término— con relación a esa referencia que nace y se precipita la reflexión existencialista El caballo del pensamiento diría yo tomado prestado de Juanito el objeto de su fobia, el caballo del pensamiento que por un tiempo se imagina ser el que arrastra el coche de la historia, de golpe se encabrita, se vuelve loco, cae y se entrega a un gran Krawallmachen,

para referirnos todavía a Juanito, quien da una de esas imagenes a su querido temor. A esto es que le llamo "movimiento de prisa", en el mal sentido del término, el del, desorden. Y por eso lo que más nos interesa está lejos de hallarse en el linaje de pensamiento que hace, un instante enhebré —con todo el mundo además— al término existencialismo.

Y bien, mi Dios, a la distancia correcta, la que en ningún caso nos pone demasiado cerca de nadie, precisamente a esa distancia familiar que yo evocaba al tomar las últimas referencias, la de mi interlocutor, que in extremis me alcanza mi papel, y a la de mí mismo, que debo arriesgarme a mi discurso sobre la angustia.

También puede observarse que el último en llegar, y no de los menos grandes, Sartre, se dedica bien expresamente a volver a poner a ese caballo no sólo sobre sus pies, sino en los varales de la historia. Precisamente en función de esto Sartre se ocupó mucho, se interrogó mucho sobre la función de la seriedad. Hay también alguien a quien no puse en la serie —y por lo tanto, ya que simplemente abordo, tocándolos en la entrada de ese fondo de cuadro, a los filósofos que nos observan sobre el punto al que arribamos: estarán los analistas a ]a altura de lo que hacemos de la angustia?—, Heidegger. Por cierto que con el retruécano que realicé con la palabra jeter, era de él, de su derelicción original que más cerca me encontraba.

Trataremos de tomar a esa angustia bajo el brazo la cosa no será más indiscreta por eso. Nos dejará verdaderamente a la distancia opaca créanme, que nos separa de aquellos que son nuestros más allegados, Entonces, entre esa preocupación y esa seriedad y es a espera, creerán que es así como quise cercarla, calzarla?. Y bien, desengáñense. Si en medio de los tres términos tracé un circulito con sus flechas abiertas, fue para decirles que si allí la buscan, pronto verán que si alguna vez estuvo, el pájaro se voló. No ha de ser buscada en medio de Inhibición, síntoma y angustia, pues tal es el título, el slogan bajo el cual aparece en la memoria de los analistas, donde queda marcado el último término de lo que Freud articuló sobre el tema. En esta ocasión. no entraré en el texto de Inhibición, síntoma y angustia por cuanto, como lo ven desde el comienzo, estoy decidido a trabajar hoy sin hilo determinado, y por cuanto no hay tema donde el hilo del discurso freudiano esté más próximo a darnos una seguridad en definitiva falsa pues justamente cuando entremos en dicho texto verán lo que hay que ver a propósito de la angustia: que no hay hilo, pues precisamente tratándose de la angustia cada eslabón, si puedo decir como conviene, no tiene más sentido que dejar el vacío en el cual hay angustia.

El ser para la muerte —para llamarlo por su nombre— vía de acceso por donde Heidegger con su avezado discurso nos lleva a su interrogación presente y enigmática sobre el ser del ente, no pasa verdaderamente por la angustia. El puso un nombre a la referencia vivida de la pregunta heideggeriana:: ella es fundamental, ella es lo todo, ella es on, ella es la omnitud del cotidiano humano, ella es la preocupación (souci). Por cierto que a ese título no podría, como tampoco la preocupación misma, sernos extraña.. Y puesto que he llamado aquí a dos testigos, Sartre y Heidegger, no me privaré de invocar a un tercero en la medida que no lo creo indigno de representar a quienes aquí se encuentran observando también lo que él va a decir; yo mismo quiero decir que después de todo, en los testimonios que en horas bien recientes he obtenido de lo que llamar la espera —no hay como la vuestra, de la que hablo en esta ocasión—— por cierto que he obtenido esos testimonios, pero que ayer por la tarde me haya llegado un trabajo cuyo texto le había pedido a uno de ustedes a fin de orientarme a propósito de una pregunta que él mismo me había formulado, trabajo que yo le había dicho que esperaba antes de comenzar mi discurso, el hecho de que me lo haya traído en cierto modo a tiempo, incluso si después no pude tomar conocimiento de él, como después de todo también vengo aquí a responder a tiempo a vuestra espera, se trata de un movimiento en sí mismo apto para suscitar angustia?. Sin haber interrogado a aquel de quien se trata, no lo creo en cuanto a mi. A fé mía que pudo responder, ante esa espera destinada sin embargo a hacer cargar sobre mí el peso de algo, que no es ésa —creo poder decirlo por experiencia— la dimensión que en sí misma hace surgir la angustia. Diría incluso lo contrario, y que tuve que hacer esta última referencia, tan cercana que puede parecerles problemática, para indicarles de qué modo entiendo colocar a ustedes en lo que constituye mi pregunta desde el comienzo, a qué distancia para hablarles de ella. Sin meterla de inmediato en el armario, sin dejarla tampoco en estado loco, a qué distancia poner esa angustia?

Gracias a Dios, en al discurso de Inhibición, síntoma y angustia se habla de todo menos de la angustia. Quiere esto decir que no se pueda hablar de ella?. Trabajar sin hilo evoca al funámbulo. No tomo como cuerda más que el título: Inhibición, síntoma y an gustia. Salta al entendimiento, por así decir, que los tres términos no son del mismo nivel, conforman algo heteróclito, y por eso los escribí así, sobre tres líneas, y éstas desfasadas.

Para que la cosa marche, para poder entenderlos como una serie, realmente es preciso verlos como los he puesto aquí, en diagonal, lo que implica que hay que llenar los blancos. No voy a demorarme en demostrarles lo que salte a la vista, la diferencia entre estructura de los tres términos si queremos, situarlos, ninguno de ellos posee los mismos como contexto, como entorno. La inhibición es algo que se encuentra, en el sentido más amplio del término, en la dimensión del movimiento. y además Freud habla de l a locomoción cuando la introduce. No entraré en el texto. Además, lo recuerdan bastante para ver que Freud no pudo hacer otra cosa que hablar de la locomoción en el momento en que introdujo el término. Más

amplio, ese movimiento al que me refiero existe en toda función, aunque no sea locomotriz. Al menos existe metafóricamente, y en la inhibición es de la detención del movimiento que se trata. Detención: sólo esto está destinada a sugerirnos la inhibición. Fácilmente podría oponerse, también, frenado, por qué no, estoy de acuerdo. No veo por qué no pondríamos, en una matriz que debe permitirnos distinguir las dimensiones de las que se trata en u na noción tan familiar para nosotros, sobre una línea la noción de dificultad y en otro eje de coordenadas la que he llamarlo "del movimiento". Esto Incluso nos permitirá ver más claro porque también nos permitirá volver a bajar al suelo, al suelo de lo que no es velado por la palabra erudita, por la noción y hasta el concepto con el que siempre se sale del apuro. gráfico(4) Por qué no servirse de la palabra impedir? Sin embargo, de eso se trata. Nuestros sujetos están inhibidos cuando nos hablan de su inhibición y cuando hablamos de ella en congresos científicos; y cada día están Impedidos. Estar impedido es un síntoma; e inhibido, un síntoma puesto en el museo; y si se mira lo que quiere decir, e star impedido —sépanlo— no implica ninguna superstición. Del lado de la etimología —de ella me sirvo cuando me sirve— también impedicaré quiero decir ser tomado en la trampa. Noción extremadamente valiosa, pues implica la relación de una dimensión con algo diferente que viene a interferir y que embrolla lo que nos interesa, lo que nos acerca a lo que buscamos saber: no la función, término de referencia del movimiento difícil, sino el sujeto, es decir, lo que pasa bajo la forma, bajo el nombre de angustia. Si pongo aquí impedimento (empêchement), ustedes lo ven: estoy en la columna del síntoma; y de inmediato les indico aquello que por cierto veremos llevados a articular mucho más adelante: que la trampa es la captura narcisística. Pienso que no han llegado totalmente a los elementos relativos a la captura narcisística, quiero decir que recuerdan lo que al respecto articulé en último término, a sabor el límite, muy preciso, que ella introduce en cuanto a lo que puede investirse en el objeto, y que el residuo, la fractura, lo que no llega a investirse, es propiamente lo que dará su soporte, su material, a la articulación significante que en el otro plano —simbólico— será llamado castración. El impedimento sobrevenido está ligado a ese círculo que hace que por e l mismo movimiento con el cual el sujeto avanza hacia el goce, es decir, hacia lo que está más lejos de él, encuentre esa íntima fractura bien cercana. A causa de qué?: de haberse dejado tomar en el camino por su propia imagen, por la Imagen especular. Esa es la trampa. Pero tratemos de ir más lejos, pues todavía nos hallamos en el nivel del síntoma. En lo relativo al sujeto, qué término colocar en la tercera columna?. Si extremamos aún más la interrogación del sentido de la palabra inhibición (inhibición, impedimento), el tercer término que les propongo, siempre en el sentido de devolverlos al suelo de lo vivido, a la ridícula seriedad de la cuestión, les propongo embarazo (embarras). Será tanto más valioso para nosotros cuanto que hoy la etimología me colma; manifiestamente el viento sopla para mí, si advierten que embarras es muy exactamente el sujeto S revestido de la barra, que la etimología imbarricare hace, hablando con propiedad, la alusión má...


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