Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México D.F. Paidos p.p. 118-149 Marx PDF

Title Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México D.F. Paidos p.p. 118-149 Marx
Author Yarim cano
Course Metodología de la Investigación Científica
Institution Universidad Nacional Autónoma de México
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MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS

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Marx, M. H. y Hillix (1985) te darán a conocer la naturaleza de los sistemas psicológicos y cómo la psicología emergía de un trasfondo general científico y filosófico, temáticas propias de la segunda unidad mínima de aprendizaje, el Funcionalismo, de la Unidad I Los Sistemas de la Psicología Científica NCION ALI SMO MO EL F FUNC

UN ID AD I . LOS SISTEMAS DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

Lectura 2 Marx,

M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México D.F. Paidos p.p. 118-149

El funcionalismo fue el primer sistema norteamericano de psicología. Su desarrollo comenzó con William James, considerado en el ámbito de la profesión como el más grande psicólogo norteamericano (Becker, 1959), y llevó directamente al conductismo watsoniano. La fuerza original del funcionalismo provino en parte de su oposición al estructuralismo, situación que repetirían posteriormente los conductistas al oponerse a ambos sistemas. El funcionalismo nunca fue una posición sistemática muy diferenciada. En realidad, según Woodworth (1948): "Se llama psicología funcionalista una psicología que intenta dar una respuesta exacta y sistemática a las preguntas: `¿qué hacen los hombres?' y `¿por qué lo hacen?' " (pág. 13). Si aceptamos los términos de esta especificación tan débil, eI funcionalismo podría no morir hasta tanto nuestros hábitos lingüísticos de preguntar qué, cómo y por qué fueran reemplazados por otros. Pero probablemente ésta es una especificación inadecuada del funcionalismo. Aunque su definición debe conservar la laxitud del sistema, podemos por lo menos agregar que un funcionalista se interesa de una manera característica en la función de adaptación al medio que tienen la conducta y la conciencia del organismo. Es probable que también se interese en las relaciones funcionales, o de dependencia, entre antecedentes y consecuentes; aquí se emplea el término "función" en su acepción matemática. La psicología norteamericana, influida por la teoría de la evolución y por un espíritu práctico, se ha interesado en la utilidad de la conciencia y de la conducta. Por eso tendió a ser funcional. Tal como se muestra en el cuadro 9, tres grupos de psicólogos contribuyeron al desarrollo del funcionalismo. Los pioneros son los que pusieron los cimientos para el desarrollo ulterior del funcionalismo, abriendo una amplia variedad de nuevos campos de indagación, como por ejemplo la conducta infantil y animal. Los fundadores, John Dewey y James Angell, establecieron el funcionalismo como sistema. Y a los

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desarrolladores, Harvey Carr y Robert S. Woodworth, se debe la maduración y elaboración ulterior del sistema. Se muestra también, a la izquierda del cuadro 9, tres influencias antecedentes primarias, todas de origen inglés. Charles Darwin (1872) comenzó el estudio de la conducta animal, así como el desarrollo de la teoría moderna de la evolución orgánica. Galton, que recibió la influencia de la teoría evolucionista, inició el estudio científico de la capacidad humana. Romanes y Morgan dieron un ímpetu adicional al estudio de la conducta animal. James, Hall y Baldwin fueron influidos de una manera directa por la teoría evolucionista, y Hall se ocupó también de los tests y las diferencias individuales. Carr se interesó por los estudios animales, más que su predecesor más directo: Angell. Se incluye a Baldwin, Ladd y Scripture porque participaron en el montaje de la escena para el desarrollo de la psicología funcionalista; no se los considera con importancia suficiente respecto de las aserciones básicas del funcionalismo, y por eso no se los trata en el texto.En los comienzos de su carrera E. L. Thorndike tuvo un marcado interés por la investigación animal, y estuvo estrechamente relacionado con James y Cattell. Su conexionismo podría haberse incluido en este capítulo, como un tipo especial de funcionalismo y no en el capítulo 3 sobre el asociacionismo. El cuadro 9 excluye a dos hombres que, aunque originalmente formados por funcionalistas, participaron después en el desarrollo de otras escuelas, John B. Watson se formé en el funcionalismo y luego se hizo conductista; se graduó con Angell. Bergmann (1956) llega a considerar a Watson como el último y más gran-de funcionalista. Walter S. Hunter es otro producto de la escuela de Chicago, aunque también él tendió a considerarse un conductista. Sin embargo, su desarrollo y guía de un laboratorio pequeño pero muy productivo, en la Universidad de Brown, justifica que por lo menos se lo mencione en este panorama general. La investigación producida durante muchos años en Brown tuvo un fuerte sabor funcionalista, y puede ciertamente comparársela en cuanto a excelencia general —no ya en cantidad o extensión— con las de Columbia y Chicago. En consecuencia, parece que casi tenemos una regla de la evolución sistemática: la mayor parte de los discípulos norteamericanos de Wundt — sobre todo Cattell y Hall— regresaron a los Estados Unidos y se hicieron funcionalistas, o al menos avanzaron en esa dirección. Los discípulos de los funcionalistas, como Watson y Hunter, se movieron más en dirección al objetivismo y se convirtieron en conductistas o en casi conductistas. Por supuesto, en cualquier generación de organismos o de personas que trabajan

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de acuerdo con un sistema, la mayoría de los individuos no se alejará demasiado; pero, parecería haber una dirección clara del movimiento para aquellos que sí lo hacen. ANTECEDENTES DEL FUNCIONALISMO Charles Darwin (1809-1882) originó una de las controversias más grandes de la historia intelectual, una cuyos ecos todavía no se han extinguido en este año de Nuestro Señor. Y Nuestro Señor tuvo, por supuesto, mucho que ver en la polémica, por cuanto la evolución hizo estremecer los fundamentos de la religión. Irónicamente, Darwin era un científico tan cauteloso, por no decir un tímido y un solitario retraído, que jamás habría publicado sus ideas ni iniciado la controversia, de no haberle enviado Alfred Russell Wallace (1823-1913) un informe en el que bosquejaba exactamente la misma teoría de la evolución en la que Darwin había estado trabajando durante 20 años. Según relata Irvine: La siguiente carta de Wallace, conteniendo el famoso trabajo sobre la evolución y la selección natural, tuvo el efecto de una bomba. En el curso de una sola semana, mientras un ataque de malaria lo mantenía postrado, en las junglas de la península malaya, Wallace había pasado súbitamente de su posición anterior a las conclusiones más avanzadas de Darwin. Todo lo que a Darwin le había costado dos décadas de perplejidad, indagación, preocupaciones, ansiedad, dolor e infinitos sacrificios, Wallace lo investigó y explicó —con mucha menos perfección pero exactamente con los mismos resultados— en unos tres años. Las ideas conocidas aparecían expresadas con una fuerza y claridad nada darvinianas, como éste no pudo evitar reconocerlo. (1963; pág. 98-99). Como era típico de él, Darwin fue incapaz de resolver por sí mismo el dilema que se le presentó al recibir el trabajo de Wallace. Dos de sus amigos, Lyell y Hooker, lo resolvieron por él mediante el recurso de leer, en una misma sesión de la Linnean Society, el informe de Wallace y un

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esbozo de las ideas de Darwin. Es digno de destacar que tanto Darwin como Wallace fueron amigos toda su vida y que el respeto mutuo emergió incólume de una situación que podría haber llegado a ser áspera y amarga en extremo. Darwin no pudo responder personalmente a las iracundas críticas que desencadenó su trabajo y que llegaron a su punto culminante en 1859, con la publicación de The origin of species. La batalla le cupo en suerte a Thomas Henry Huxley (1825-1895), el biólogo que fue implacable y brillante amigo y colega de Darwin. El que Huxley terminara finalmente por ganar la victoria para la evolución (al menos dentro del marco de la comunidad científica) ya es historia. Cuando las cosas se ponían difíciles Darwin siempre sentía la necesidad de retirarse a un balneario por problemas de salud. A pesar de sus excentricidades, este perro de presa científico fue uno de los antecedentes más importantes del funcionalismo. Era un agudo observador de la conducta y también de la morfología animal. Su teoría establecía una continuidad entre los seres humanos y los animales que era necesaria para justificar el intenso estudio de la psicología animal. Finalmente, el acento evolucionista sobre la adaptación al medio fue introducido de modo directo como una "explicación" de la conducta por vía del instinto, y quizá de modo indirecto como principio de refuerzo. Sir Francis Galton (1822-1911), inspirado por su primo Darwin, estudió el problema de la herencia en los seres humanos. Su aristocrática aspiración era controlar la herencia, pero primero tenía que demostrar su eficacia como agente de cambio. Esta necesidad lo condujo a estudiar la herencia de la inteligencia humana, justamente algo que, según se decía, él poseía en grado sumo (se le estimaba un Cl de 200; véase Boring, 1950, pág. 461). Por supuesto, estas estimaciones cuasi cuantitativas son una tontería. Sin embargo, mientras no se las tome demasiado en serio resultan divertidas y nos permiten recordar, una vez más, que al estudiar historia estamos estudiando las hazañas de personas brillantes. Hereditary genius (1869) de Galton contenía estudios sobre las diferencias individuales de inteligencia. Ya hemos observado, sintéticamente, de qué modo Cattell continuó las investigaciones en esta área, poco tiempo antes de que empezara a abrirse el campo de los tests mentales, para llegar a su plenitud durante la Primera Guerra Mundial, cuando se comenzaron a administrar tests a los reclutas del ejército de los Estados Unidos. Este campo ha hecho muchísimo para justificar ante el público la existencia de la psicología durante los años de su infancia, aunque ahora está comenzando a importunar nuestra madurez. Por alguna razón —y muy pronto expondremos

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una de las razones posibles— Galton no ha recibido un gran reconocimiento por sus logros. Romanes (1848-1894) y Morgan (1852-1936) son nombres importantes para la psicología debido a su trabajo en el campo de fa conducta animal. Cada uno de ellos representa una actitud hacia las relaciones entre el hombre y los anima-les inferiores. Darwin fue duramente reprobado por los teólogos porque opinaban que estaba haciendo descender a la humanidad al nivel de los animales, y sólo admitieron la ascendencia antropoide con una gran resistencia, no carente de arrogancia. Desde el punto de vista contemporáneo, sin embargo, parece que tanto Darwin como Romanes pecaron de excesiva generosidad en la dirección opuesta. Cada uno de ellos estaba conciliadoramente dispuesto a atribuir facultades humanas a los animales. Morgan, que no compartía para nada este entusiasmo infantil, exigía pruebas estrictas antes de acordar a los humanos o a los animales una facultad "superior" sobre la base de un determinado desempeño. Romanes y Morgan definieron así una polaridad que todavía se advierte, pero ambos dieron su apoyo al estudio de los animales. En la década de 1970, el interés por los animales parece haber alcanzado su punto más alto. Las series de televisión los muestran como si poseyesen ha bilidades que hacen parecer ultraconservadoras las afirmaciones de Romanes. En la dirección contraria tenemos multitud de libros que comparan a los humanos con los monos o los antílopes, y explican nuestros problemas atribuyendo los orígenes de nuestra agresión, de nuestra sexualidad o de nuestra territorialidad a nuestro pasado animal (Ardrey, 1966, 1970; Lorenz, 1966; Morris, 1967). A pesar de lo cuestionables que puedan ser estos esfuerzos, ellos indican la profunda aceptación dentro de la conciencia popular de la perspectiva evolucionista. La teoría de la evolución parece haber sido el escalón intelectual necesario como preparación previa para vemos a nosotros mismos como parte de la naturaleza y empezar así a interesarnos seriamente en ella. Herbert Spencer (1820-1903) tenía una perspectiva algo diferente de la naturaleza; veía la evolución como una batalla permanente, con dientes y uñas, en la que la victoria era para el más fuerte. Consideraba que la sociedad no debía interferir con la parte humana de esta batalla auxiliando al débil; era ley de la naturaleza que el débil

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tenía que desaparecer. Bajo una forma un tanto diferente, Spencer estaba expresando el interés eugenésico de Galton por el mejora-miento de la especie. Es probable que este aspecto de su pensamiento haya empeorado la reputación de ambos; ésta es la razón a la que aludirnos antes, al señalar que Galton no ha recibido el reconocimiento que aparentemente mere-ce. El concepto de eugenesia jamás fue popular en las sociedades democráticas, y mucho menos después del intento de Hitler de "mejorar la especie" exterminando a millones de judíos. Por este motivo, es probable que, a la larga, tanto Spencer como Galton hayan hecho tanto para dificultar el desarrollo de la psicología funcionalista como lo hicieron para que progresara. Spencer se destacaría incluso en un catálogo de genios excéntricos. Anticipó a Darwin con una teoría de la evolución que tuvo la mala fortuna de ser lamarckiana y, en consecuencia, no tuvo influencia durante mucho tiempo. Infortunadamente también, Spencer no se inclinaba a basar sus opiniones en un examen minucioso de los datos. Según Irvine: Ningún pensador moderno ha leído tan poco a fin de escribir tanto. Se preparó para su Psychology primordialmente mediante una lectura cuidadosa de Prolegomena logicae de Mansel, y para su Biology, mediante un examen a fondo de los Principies of comparative physiology de Carpenter. Elaboró un tratado de sociología sin leer a Comte, y un tratado sobre ética aparentemente sin haber leído nada. ...Había descubierto que sus "sensaciones de cabeza", con sus ramificaciones acompañantes, se debían a un deterioro en la irrigación sanguínea al cereb r o . . . por lo tanto. . . Algunos de los capítulos más profundos y difíciles de la Psychology fueron dictados... durante los intervalos de un partido de tenis jugado cerca de Londres. Su vida racional no se hizo menos excéntrica con el paso de los años (1963, págs. 287-288). A pesar de sus extravagancias, de las que lo que antecede es sólo un leve indicio, Spencer produjo la primera psicología completamente evolutiva. Darwin menciona expresamente The principies of psychology (1855) de Spencer y señala que trazó los lineamientos que debe seguir el desarrollo de la psicología evolutiva. Lo cual es un tanto extraño puesto que Darwin hace este comentario en The origin of species (1859), ¡que fue la primera exposición completa de la propia teoría darviniana!

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Además, como lo hemos visto, Spencer no titubeó, como el cauto Darwin, en hacer amplias caracterizaciones de la teoría evolucionista y en trazar analogías con la sociedad (véase Spencer, 1961; publicado por primera vez en 1863). En consecuencia, su influencia se hizo sentir —aunque no fue siempre favorablemente acogida— en el pensamiento social, la sociología y la psicología social (véase Hofstadter, 1955). Spencer vio con claridad que los tipos de cambios que se producen en la vida del individuo por medio del aprendizaje podrían ocurrir, mediante la selección, en la vida de las especies. Lamentablemente, decidió que las asociaciones adquiridas por el organismo individual se podían transmitir genéticamente; es decir, creía que Lamarck estaba en lo exacto. Se había persuadido de la exactitud de Lamarck leyendo los argumentos en contra de su teoría, lo cual indica que la testarudez de Spencer no siempre le dio resultado. Si Spencer hubiese rechazado a Lamarck, o siquiera no hubiese abierto juicio, podría haber sido considerado un gran psicólogo en lugar de ser uno más entre los muchos antecedentes del funcionalismo. Aun así, la idea de atribuir los cambios evolutivos y los cambios con el aprendizaje a un marco de referencia común, pero con una escala de tiempo diferente, es muy importante (véase en Fisher, 1966, un estudio del tema). Podemos esperar que la psicología y la biología modernas sean capaces de demostrar que incluso intervienen materiales comunes —quizá con la participación de materiales genéticos como el ADN (ácido desoxirribonucleico) o el ARN (ácido ribonucleico) en el proceso de aprendizaje. LA PSICOLOGÍA DE JAMES William James (1842-1910) fue el principal antecedente norteamericano del funcionalismo, si preferimos no considerarlo su fundador. Su obra en dos volúmenes, The principies of psychology (1890), era un clásico virtualmente antes de su publicación, ya que gran parte del libro había aparecido en forma periódica, a medida que se iban completando los capítulos. Watson (1968) figura entre los que han señalado que esta obra es todavía leída por quienes no tienen necesidad de hacerlo, ¡un raro tributo para un libro de texto! James fue también ungido como el más grande de los psicólogos norteamericanos por sus colegas en una encuesta realizada después de 1950. ¡Lo que no está nada mal para un

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hombre que escribió un solo libro y que no hizo nada en psicología después de 1890! Parte de la popularidad de James se debe a la personalidad amable y entusiasta que aflora en sus escritos. Joncich (1968) afirma de James que "el último libre que leía era siempre una gran obra y la última persona que veía, un hombre maravilloso" (pág. 434). Considerando lo que James dijo con respecto al tipo de psicología fechneriana (algo que examinaremos con más detalle en un momento) hay que pensar que Joncich debe haber estado hablando de manera un tanto hiperbólica. James llegó incluso a llamar a Herbert Spencer ignoran-te, y dijo que no tenía habilidad para elaborar nada en detalle. Pero Joncich es-taba correcto en lo esencial; James tenía entusiasmo incluso por las cosas que le desagradaban, y sin duda era feliz toda vez que encontraba algo sobre lo cual podía entusiasmarse. Esta personalidad no le permitió a James ser un gran experimentalista. Su contribución al desarrollo de la psicología se debió a su capacidad para sintetizar los principios psicológicos sugeridos por los experimentos de otros, para efectuar conjeturas intuitivas allí donde faltaba el conocimiento y para presentar los resultados en un envoltorio verbal increíblemente atractivo. Durante años, el dicho favorito de los psicólogos ha sido que William James era un psicólogo que escribía como un novelista, en tanto que su hermano Henry era un novelista que escribía como un psicólogo. Cronológicamente, James está entre Wundt (diez años mayor) y Titchener (veinticinco años menor). Como ha señalado Heidbreder (1933), James precede y sucede a Titchener, en el sentido de que sus ideas reconocen raíces meta-físicas más antiguas, y al mismo tiempo han perdido tan poco de su frescura que aún ahora no sólo es agradable leerlo sino que resulta sorprendentemente moderno, aunque necesariamente pasado de moda en muchos temas. James tenía un talento poco usua...


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