Medieval I - 3 La expansión del cristianismo y las primeras herejías PDF

Title Medieval I - 3 La expansión del cristianismo y las primeras herejías
Author Alberto Marcos
Course Historia Medieval
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Historia Medieval I

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Alberto Marcos Sánchez

Tema 3 La expansión del cristianismo y las primeras herejías Introducción A la caída del Imperio Romano, la Iglesia era una de las instituciones más importantes del ámbito mediterráneo. Sin embargo, tenía que mantener una lucha constante por la ortodoxia, pues en Oriente surgían numerosas líneas de pensamiento heterodoxo conocidas como herejías. Entre ellas destacaba el arrianismo, que profesaban los visigodos que llegaron a la Península Ibérica. Otra cuestión candente era la discusión sobre si la primacía de la Iglesia estaba en Roma, Jerusalén o Constantinopla. Fuentes Eusebio de Cesarea escribe sobre Constantino y las primeras herejías en su Historia Eclesiástica, 10 tomos. San Agustín (354-430), obispo de Hipona, con obras filosóficas y teológicas: Confesiones. San Jerónimo (347-420), dálmata, tradujo la Biblia del hebreo al latín: Vulgata. San Atanasio (295-373): Apología contra los arrianos y la Vida de san Antonio Abad. Sócrates Escolástico y Evagrio Escolástico. San Gregorio Magno (540?-604), Papa, autor de una vasta producción. San Ambrosio de Milán (339?-397) libros y cartas sobre el reino ostrogodo. Beda el venarable sobre la evangelización de los anglosajones. San Benito de Nursia (480?560?) sobre el monacato benedictino. En la España visigoda, San Martín de Braga (510?-580?), contra las supersticiones. San Fructuoso de Braga (¿-665): Regula monachorum y Vitae Sanctorum Patrum Emeritensium. 1.

La organización y jerarquía eclesiásticas

La expansión del cristianismo, primero dentro de los límites del Imperio Romano y, después de las conquistas bárbaras, por los territorios situados fuera de sus fronteras (Irlanda, Germania y parte de las Islas Británicas) representa uno de los capítulos centrales de la historia europea. En 313 Constantino decreta la libertad de culto y en 380 Teodosio hace oficial el cristianismo y prohíbe el resto. El poder político y religioso se une, con gran beneficio económico para la Iglesia, aunque hubo contradicciones y resistencias (herejías). La Iglesia adquiere la organización administrativa del Imperio. El obispo reside en la civitas, siendo el centro de la administración episcopal (diócesis), con la asistencia del clero: sacerdotes y diáconos. El aumento de fieles llevó a la división en parroquias para evangelizar el pagus (paganos), dirigidas por los sacerdotes. En Hispania, Septimania y Aquitania en los S. II, III y IV, a partir del VII por Italia. Los arzobispos estaban al frente de una provincia eclesiástica, la unión de varias diócesis.

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Con la clase dirigente en sus villas, los obispos serán los portavoces de la población en las invasiones. La Iglesia aumentó su riqueza por las donaciones de los obispos y los fieles. En la Edad Media el campo es la fuente de riqueza y la ciudad el centro de la vida religiosa. Debido al incremento del poder de los obispos, los reyes y los emperadores controlaron su elección, llegando se a crear familias episcopales, con la transmisión del cargo de padres a hijos. Surge el celibato, que en Oriente es para los obispos, en Occidente es para todos. El arzobispo (o metropolitano) reunía a los obispos en sínodos. 2.

Las iglesias orientales: los Patriarcados. El Primado de Roma

Oriente estaba dividido en 5 grandes territorios administrativos, llamados diócesis (no confundir con las diócesis eclesiásticas), que incluían varias provincias, que correspondían más o menos con las metrópolis eclesiásticas. A efectos puramente religiosos la diócesis de Egipto, que incluía 6 provincias, pasó a formar el Patriarcado de Alejandría; la diócesis de Oriente, que incluía 15, formó el Patriarcado de Antioquia; y las diócesis de Asia, Ponto y Tracia, formaron el Patriarcado de Constantinopla. El Concilio de Constantinopla (381) estableció la estructura eclesiástica y que los obispos de una diócesis civil no podían inmiscuirse en otra. Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén; en 1589 Moscú. El patriarca de Alejandría, de gran prestigio y poder político, foco principal de pensamiento y sucesor de la escuela helenística, defendiendo la ortodoxia frente a los arrianos. Más de 100 obispados, multitud de monjes y grandes riquezas. El patriarca de Antioquía siempre vio discutida su posición por el obispo de Jerusalén, hasta que éste se convirtió en patriarca, y por Chipre. Remontaba su origen a san Pedro, que estuvo en dicha ciudad antes de dirigirse a Roma. El Concilio de Calcedonia (451), concedió a Constantinopla el rango equivalente al Papa de Roma, que no lo aceptó. Su patriarca sufrió la injerencia de los emperadores bizantinos. En Occidente las diócesis civiles no dieron lugar a patriarcados, excepto Roma y Cartago, que contaba con 500 obispados, pero que se vio superado por las querellas donatistas y la invasión vándala, hasta la conquista musulmana. El Papa de Roma luchó por mantener la independencia el dogma. Es el obispo de la sede apostólica y funda su autoridad en San Pedro. Los reyes bárbaros, y arrianos, trataron de defender la independencia de su territorio frente a Roma, aunque gracias a la evangelización su autoridad terminó imponiéndose. León I Magno (S. V), reconocido en Galia, Hispania e Iliria, contribuyó a fijar la ortodoxia en Calcedonia (451), defensa de Roma frente a Atila en 452 y frente a Genserico en 455. Valentiniano III reconoce en 455 su superioridad. Los eclesiásticos, en su mejor posición desde Constantino, gozaron de numerosos privilegios: exención de cargos municipales, sujetos a derecho eclesiástico y no civil, el delito de herejía se

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equiparó al de Estado, poder arbitral en litigios públicos, etc. Ser la religión oficial, tuvo la contrapartida de los emperadores y reyes. En Roma se instaura la doctrina de la delimitación de poderes: espiritual el Papa y temporal el Emperador. Gelasio I (492-496) explica que solo Roma puede juzgar a obispos y patriarcas, que desembocó en un choque entre ambos poderes. En los primeros siglos, los obispos eran elegidos por el pueblo y el clero, con factores religiosos, políticos y económicos. Debido a los desordenes causados, empezó a intervenir la autoridad civil. El patriarca de Constantinopla era elegido por el Emperador y el Papa de Roma necesitaba su aprobación, tasada hasta que en 680 es abolida por Constantino IV. Con el tiempo, quedó la obligación de comunicar el nombre al Emperador o al exarca de Rávena; hasta que Carlomagno conquista el norte de Italia y recibe él la comunicación. 3.

Concilios y herejías

Una vez tolerado el cristianismo, surgieron diferentes interpretaciones sobre aspectos fundamentales de la fe, principalmente en Oriente, por su mayor difusión, la herencia helenística y la mayor sutileza interpretativa. 3.1.

Herejías de Occidente

Donatismo: surgida en el norte de África a principios del S. IV, con Donato de Cartago (¿-355). Secta rigorista opuesta a la vida relajada del clero. Se convirtió en una herejía que dividió a la Iglesia hasta la llegada de los vándalos y que resurgió tras la conquista de Justiniano. Pelagianismo: Pelagio (360?-430?), laico irlandés. Nacimiento sin pecado original. La importancia de Jesús es por su figura, no por su sacrificio. Impregnados de estoicismo e inspirados por la filosfía pagana. Condenada en el Concilio de Cartago en 418 Priscilanismo: Prisciliano (345?-385?), gallego y obispo de Ávila. Con vestigios gnósticos y maniqueos, se difundió por Galicia y Lusitania. Decapitado en Tréveris, fue la primera víctima. Impregnado de contenido social y crítica a la jerarquía, subsistió en Galicia dos siglos más. 3.2.

Herejías de Oriente

Los primeros Concilios Ecuménicos se reunieron para condenarlas, ya que dieron lugar a grandes controversias, contribuyendo a la crisis y debilitamiento del Imperio de Oriente. Arrianismo: Arrio (256-336), presbítero de Alejandría. Jesús, aunque era una criatura superior, no podía ser igualado en divinidad al Padre. Amenazaba los fundamentos del cristianismo, por lo que Constantino intervino con el Concilio de Nicea en 325, siendo el primer Ecuménico, donde también se acordó la norma para calcular la fecha de la Pascua de Resurreción (primer domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera. Si bien desapareció del Imperio tras su condena en el Concilio Ecuménico de Constantinopla de 381, tuvo éxito por la acción de Ulfila, que convirtió a los godos al arrianismo, creando un alfabeto y traduciendo la Biblia. Visigodos, ostrogodos, suevos, vándalos y longobardos.

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Nestorianismo: Nestorio (¿-451), sirio, que llegó a ser patriarca de Constantinopla en 428. Cristo poseía dos naturalezas, divina y humana, completas pero separadas, prevaleciendo la humana. Se refugió en la Persia Sasánida, difundiéndose por Irak, India y China, donde aún subsiste. Monofisismo: Eutiques (378?-454?), la doctrina de Cirilo hasta las últimas consecuencias, con la naturaleza de Cristo, divina y humana, fundidas en una única naturaleza, con la divina por encima. Doctrina oficial en el Concilio de Éfeso en 449, pero condenado en Calcedonia en 451. Los obispos sirios, alejandrinos y armenios lo rechazaron, dando lugar a tres iglesias ortodoxas actuales. Los Concilios Ecuménicos eran el único órgano que podía fijar la ortodoxia y promulgar decretos y solo podían ser convocados por los Emperadores. 4.

San Gregorio Magno y la evangelización de los anglosajones

San Gregorio Magno (540?-604), pertenecía a una familia patricia y después de alcanzar el título de Prefecto de la Ciudad, residió 10 años en Constantinopla como embajador del Papa. Fue elegido como Papa en 590 y tuvo que negociar la retirada de las tropas lombardas de Roma, tras pagar un rescate, en 593. Los acuerdos firmados con Agilulfo constituirían el núcleo del futuro Patrimonio de San Pedro. Envió a Gran Bretaña al monje Agustín en 596, que sería el primer arzobispo de Canterbury, para convertir a los anglosajones, logrando la de Ethelberto, rey de Kent. Ambos fueron canonizados. Después la evangelización avanzó lentamente hacia Essex, creando sede espiscopal en Londres. San Gregorio inspiró la jerarquía universal de los Papas, dictó normas para el clero y alentó la labor evangelizadora de los benedictinos, además de crear el canto gregoriano. El proceso de evangelización de los pueblos germanos fue un gran proceso de aculturación, que no fue ni continuo ni lineal. La conversión de los reyes no comportaba la de los súbditos, aunque así lo digan las crónicas. En las excavaciones arqueológicas aparecen amuletos paganos en las tumbas. Las zonas rurales tendían a volver al paganismo, a pesar de los castigos en masa y los concilios para condenarlas. 5.

El monacato

5.1.

El monacato oriental

Surge en la segunda mitad del S. III, entre los cristianos que buscan una vida contemplativa y de sacrificio como Cristo, en sustitución del martirio. Al principio eran individuos que se retiraban para orar, como los desiertos egipcios, surgiendo los anacoretas, que buscan su perfección interna sin contacto humano. San Pancomio (292?-346) fundó en 330 una comunidad de cenobitas cuyas normas de vida fueron el trabajo manual, el estudio de la Biblia y la disciplina.

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San Hilarión (292-372) propicia a las lauras, en Palestina, Siria, Sinaí y Armenia. Sus monjes vivían durante la semana aislados en chozas y cuevas y los domingos celebraban liturgia. El verdadero fundador del monacato oriental fue san Basilio (329-379), obispo de Cesaréa, cuya regla sigue aún vigente entre los monjes ortodoxos y sirvió de modelo a San Benito. La regla basiliana huye de las mortificaciones excesivas, insiste en el trabajo manual e intelectual y sujeta al monje al mando de un superior. Apoyados por la autoridad civil y religiosa, se contaban por miles en todo el Imperio y actuaron activamente, en las discusiones teológicas. Debido a su celibato, casi todos los obispos ortodoxos se extrajeron de sus filas. 5.2.

El monacato en Occidente

Es introducido desde Oriente, difundiéndose lentamente, sin tener una Regla común hasta el S. VI cuando se crea el benedictinismo. San Agustín creó una Regla para el norte de África. En la Galia fue el panonio San Martín de Tours (315?-397) creó dos monasterios, en Tours y Poitiers. En la España visigoda se funda el monasterio de Dumio (Braga) en 550. Los principales focos monásticos se encontraban en Irlanda y Gran Bretaña, con alto nivel cultural, rigurosidad y su importante papel en la cristiandad occidental. San Patricio (389?461?), aristócrata británico educado con los monjes de Lerins (Provenza) fundó monasterios e iglesias en el norte de Irlanda, destacando Armagh. Debido a la falta de apoyo, la evangelización de Irlanda y Escocia fue lenta y los clanes y druidas opusieron resistencia. De algunos monasterios irlandeses partieron monjes conocidos como scotti, que evangelizaron a los pictos del norte de Inglaterra y también hacia la Galia, Borgoña o Italia. El monacato irlandés siguió pautas rigoristas y llegaron a tener 300 monjes como Bangor. Sus abades ejercían el papel de obispo. San Benito de Nursia (Norcia) (480?-560?), italiano, fundó el monasterio de Montecasino (entre Roma y Nápoles), donde redactó la Regula Monachorum, con 73 capítulos, sintetizando las existentes y concediendo gran importancia a la vida intelectual y manual (ora et labora). El abad, con cargo vitalicio, es el jefe de la comunidad. Los monjes quedaban adscritos a un monasterio. En 577 fue saqueado por los lombardos. La Regula Monachorum se extendió rápidamente por Europa, ya que era práctica, al estar reglamentada toda la vida del monje, pero siendo más flexible y humana, alejada del rigorismo de los monjes celtas. Exaltaba la obediencia a la autoridad y trabajo manual. En el S. IX Carlomagno y el episcopado carolingio la reconocen como única válida. Los benedictinos, desde las zonas rurales, con sus scriptoria, práctica de la liturgia romana y su organización contribuyeron a la formación de la idea de pertenencia a un mundo común fusionando lo germano, lo romano y lo cristiano: Europa. 6.

La transmisión de la cultura clásica en Occidente

6.1.

Lengua y cultura

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Se abrió una brecha política, social y cultural entre Oriente y Occidente tras la división de 395, que fue acentuándose progresivamente. En Oriente el griego sustituyó al latín, helenizándose, incluyendo Asia Menor y Alejandría. Pero en Egipto se usaba el copto, en Siria el arameo y el siríaco. Justiniano usaba las dos lenguas, pero tras la muerte de Tiberio II en 582, el griego pasó a ser la lengua oficial del Imperio. En Occidente se abandona el latín a raíz de las invasiones, aunque ya había diversidad según la región y la falta de lengua escrita contribuyó a acelerar esa diferencia. Desaparecen las escuelas de gramática y retórica, y los nuevos gobernantes no tienen interés, excepto Teodorico. Los textos de autores clásicos y la mitología se abandonan, sustituidos por la Biblia. 6.2.

Centros de creación y difusión

En Francia destaca Sidonio Apolinar, de origen senatorial; en el S. VI Gregorio de Tours, historiador y obispo; Venancio Fortunato, obispo de Poitiers (598), compositor de himnos que todavía se mantienen. En Italia, Odoacro y Teodorico favorecieron la cultura y artes clásicas. En el S. V Ennodio, con personajes mitológicos; Beocio, filósofo clásico formado en la Escuela de Atenas; Casiodoro, escritor de Institutiones, una guía para los monjes. En el S. VI destaca Gregorio Magno. En España, S. VII, Isidoro de Sevilla recogió, ordenó y sistematizó el saber antiguo con sus Etimologías, de las que se conservan casi un millar de códices manuscritos. En Irlanda e Inglaterra, se cultiva el latín clásico y se estudia a los autores de la antigüedad. Los monjes irlandeses fueron los primeros en copiar en sus scriptoria toda clase de manuscritos, decorándolos con miniaturas de lacerías y animales. Los ingleses han dejado el mayor legado. San Beda el Venerable (673-735), escribió la historia de la Heptarquía y propuso las fechas “antes y después de Cristo”. Tradujo la Biblia al anglosajón y la usaron para sus composiciones. La Iglesia, a través de sus monjes, fueron los únicos que recopilaron y transmitieron a Occidente la cultura de la antigüedad. Fuera de sus muros no había actividad intelectual. Sin embargo, trasladan el eje de la forma de pensar a la Biblia y la vida eclesiástica. Se propone a las figuras de la evangelización para su consideración por los fieles, en sustitución de los mártires de los inicios. Siguen un esquema estereotipa en la obra hagiográfica: presagios de futura santidad, durante la infancia y adolescencia; conducta irreprochable, en la madurez; superación de pruebas y tentaciones; muerte edificante y realización de milagros en vida o, sobre todo, tras la muerte. Por ejemplo San Martín de Tours o Santa Genoveva de París....


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