Practica 2. Tema 5(Derecho y Sociedad). Bartleby, el escribiente-Herman Melville PDF

Title Practica 2. Tema 5(Derecho y Sociedad). Bartleby, el escribiente-Herman Melville
Author Tania Angelova
Course Sociología Jurídica
Institution Universidad de Málaga
Pages 5
File Size 156.1 KB
File Type PDF
Total Downloads 6
Total Views 134

Summary

Download Practica 2. Tema 5(Derecho y Sociedad). Bartleby, el escribiente-Herman Melville PDF


Description

PRÁCTICA N.2 Tema 5 Derecho y Sociedad Lea el relato de Hermann Melville titulado "Bartleby, el escribiente". Resuma la biografía del autor y la trama de la obra. Identifique los contenidos de carácter moral, económico, político, ideológico, jurídico y literario, presentes en el cuento, y explique cómo los mismos interactúan entre sí. Aclare cuál es la expectativa de Bartleby y cómo el sistema jurídico la procesa. 1. Resumen de la biografía del autor Hermann Meville (1819-1891). Herman Melville nació el 1 de agosto de 1819 en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), hijo de Allan Melville y María Melville Gansevoort, comerciantes de pieles. A partir de 1830, Herman residió en Albany. Tras el fallecimiento de su padre cuando tenía doce años, se trasladó con su madre a Lansingburgh. En Lansingburgh estudió Topografía, publicó sus primeros textos en un periódico local y trabajó en diversos oficios, fuese como empleado de banca o ayudando a su tío en una granja de Pittsfield, Massachusetts. En junio del año 1839 viajó como grumete en barco a la ciudad inglesa de Liverpool, regresando en octubre del mismo año a los Estados Unidos. Impartió clases en una escuela de Greenbush durante un breve período de tiempo y posteriormente vivió una existencia aventurera que le llevó a enrolarse como marinero en el ballenero “Acushnet”. Entre sus muchas tribulaciones acontecidas entre los años 1839 y 1844, Melville vivió con caníbales en las Islas Maquesas, residió en Honolulu y fue encarcelado en Tahití. En el año 1847 contrajo matrimonio con Elizabeth Shaw, una amiga de la familia con la que tuvo cuatro hijos. Tres años después se trasladó a vivir en una granja situada en Pittsfield. En ese ambiente campestre se relacionó habitualmente con uno de sus mejores amigos, el literato Nathaniel Hawthorne, autor de “La letra escarlata”, a quien le dedicó su obra más famosa, “Moby Dick”, (1851). Como sus trabajos no ofrecían el fruto económico deseable, a partir del año 1866 Herman Melville trabajó como inspector de aduanas, profesión que terminó abandonando en 1885. El 28 de septiembre de 1891 falleció en Nueva York a causa de un ataque al corazón. Tenía 72 años. Está enterrado en el cementerio de Woodlawn, en el Bronx de Nueva York. Su carrera literaria, que destaca por la penetración psicológica y filosófica de sus personajes, comenzó con la publicación de la novela “Taipi” (1846), a la que continuaron obras tan populares como “Omoo” (1847), “Redburn” (1848), “Mardi” (1849), la citada “Moby Dick” (1851), “Pierre o Las Ambiguedades” (1852), “Israel Potter” (1855), “El Estafador y Sus Máscaras” (1857) o “Billy Budd” (1924), novela aparecida de forma póstuma. También escribió textos poéticos en títulos como “Aspectos De La Guerra” (1866) o “Clarel” (1876); y relatos cortos, como “Bartleby, el escribiente”(1856), relato que nos ocupa en este análisis. La obra de Melville no fue suficientemente reconocida en su día pero actualmente goza de un merecido prestigio, convertiendo a su autor en uno de los principales novelistas de su país y uno de los precursores de la literatura de carácter existencialista. 2. Resumen de la trama del relato “Bartleby, el escribiente” (1856). 1

Un prestigioso y anciano abogado neoyorquino contrata a un nuevo empleado para su oficina, un copista judicial que empieza a trabajar en una oficina en Wall Street. El tal Bartleby parece mucho más eficiente que los tres tipos (de quienes sólo se nos revelan sus apodos: el primero es Turkey, alguien dedicado a su trabajo, de estatura baja y algo gordo; el segundo, Nippers, con un temperamento fuerte y explosivo, joven, y obviamente más alto que el anterior; Ginger Nut, es un chiquillo de 12 años que hace los mandados y ayuda en lo que puede en la oficina) a los que el narrador está acostumbrado, hasta que un día le pide asistencia en una tarea concreta y el nuevo responde tres palabras en castellano, cinco en inglés. "Preferiría no hacerlo". "I would prefer not to". Durante un tiempo, Bartleby sigue realizando el resto de sus funciones cotidianas con total precisión, pero muy pronto deja de hacer absolutamente nada. Sólo se queda quieto día y noche en su rincón de la oficina, que se niega a abandonar incluso cuando es despedido. El abogado decide trasladar todo su negocio a otro lugar, pero los nuevos inquilinos acuden a él para quejarse de Bartleby. Sólo se limita a estar ahí, prefiriendo no hacer nada. Cuando finalmente es detenido y encarcelado por la policía, el abogado decide ir a visitarlo. Incluso soborna a un guardia para asegurarse de que Bartleby es alimentado como es debido. Pero él prefiere no hacerlo. Así que acaba muriendo de inanición. En el epílogo de su relato, Melville nos ofrece la única clave biográfica que jamás tendremos sobre este personaje: un tiempo después de su muerte, el narrador escucha el rumor de que, antes de mudarse a la Gran Manzana, Bartleby trabajaba en una oficina postal de Washington D.C., donde se encargaba de las cartas no reclamadas. Si esta anterior ocupación fue lo que motivó un descenso en la inacción durante su temporada en Wall Street es algo que tanto el abogado como nosotros tendremos que decidir por nuestra cuenta. Nuestro personaje principal mantiene una postura firme, aunque de forma tranquila, insistente en no querer hacer lo que se le ordena -sin dejar de ser educado-, y jamás recurre a la violencia, gritos o insultos. Con toda la calma y despreocupación que le es posible, da a entender lo que no quiere, o en su caso, no “prefiere” hacer, esto hace que deduzcamos una resistencia pasiva en este personaje. Se hace acompañar por la compasión, la curiosidad, la vida de un abogado y el mundo empresarial de Wall Street. Se nos presenta a un narrador en tercera persona, sin ser omnipresente, ya que éste es simplemente alguien que logró conocer un poco de Bartleby, relatando lo que está a su alcance. Este cuento, como precursor de un existencialismo y de una literatura de lo absurdo, ha influenciado a autores como Kafka o Stephen King, la temática que presenta y sobre todo el peculiar personaje, abren una pauta para analizar y juzgar una obra tan interesante como ésta. ¿Por qué alguien se abandona de todo, y decide dejar de hacer lo que hacía? Podría decirse que a desilusión de saber que todo es efímero captado por nuestro protagonista fue lo que lo orilló a desconectarse de todo y perderle el sentido a la vida. Ahora, ¿es este texto la premonición de una sociedad cada día más deshumanizada e indiferente? Melville revoluciona con este cuento sin predecir, que años después, nuestra sociedad estaría pasando por situaciones similares a las de Bartlebly, en las cuales ya nada los llena y no encuentran el sentido a ninguna acción en particular. “Preferiría no hacerlo”(I would prefer not to) es la frase icónica de este relato, en la que se concentra toda una rebeldía pasiva de no acatar órdenes de una forma educada y tranquila, aunque se hayan mostrado acciones hostiles, en ocasiones, ante esta negación, Bartleby conserva su postura y sigue sin querer hacer nada de lo que se le ordene. ¿Hay alguna explicación ante esta negativa de su comportamiento?

2

3. Identifique los contenidos de carácter moral, económico, político, ideológico, jurídico y literario, presentes en el cuento, y explique cómo los mismos interactúan entre sí. Bartleby encarna el prototipo de persona que incomoda a una sociedad burguesa. Es un ser inadaptado, marginal, como un mendigo o un “ocupa” contemporáneo que sacude las conciencias de las personas que le rodean. En este caso la del abogado que con su vida resuelta y apacible piensa que “la vida más fácil es la mejor” y “rara vez pierde la calma y se indigna por una injusticia…” tiene que actuar ante la progresiva pasividad de Bartleby que se niega a llevar a cabo cualquier acción ordenada por él y más tarde, cuando lo despide, a abandonar el despacho. La resistencia pasiva de Bartleby, una forma de rebeldía, de protesta, de crítica a la sociedad industrial. Se ha señalado también la relación de la obra de Melville con el existencialismo, la literatura del absurdo y sobre todo con Kafka y nos ha hecho recordar títulos como “La metamorfosis”, “El proceso” y “El castillo”. El trabajo mecanizado, sin alma, sin creatividad, que esclaviza, crea “hombres- robot”. El trabajo en el “Departamento de Cartas Muertas” de donde venía Batleby antes de trabajar en el despacho del abogado crea “hombres muertos”. En un mundo industrial y deshumanizado en la que el trabajo y la religión son los valores sagrados de una sociedad que se ha construido sobre dos pilares fundamentales: el puritanismo y el mito del “Sueño Americano”, Bartleby pone en cuestión esos valores. Como el ser que “no es de este mundo” y que “no es exigente” está muy lejos de conseguir el Paraíso que todos los emigrantes que salieron de Europa esperaban encontrar en América mediante su trabajo y ambición. Volviendo a la relación que se establece entre el abogado y Bartleby algunos han visto un cambio en el comportamiento y en la conciencia del jefe del despacho que se debate entre sentimientos contradictorios: El deber de lo políticamente correcto y la preocupación del “qué dirán” por una parte, y sus sentimientos de culpa y de pena por otra. También se le plantea un dilema: actuar o no actuar. No utiliza la fuerza ni la violencia para sacar al escribiente de la oficina. Al final otros actúan por él y tiene que asumir las consecuencias de sus propias decisiones o indecisiones… Esto nos llevó a la pregunta de ¿Cómo hubiéramos actuado en su lugar? ¿Qué solución hubiéramos adoptado? Como en todas sus obras literarias Herman Melville nos hace reflexionar sobre nuestro propio comportamiento. En sus retratos psicológicos y filosóficos del ser humano nos hace ser más conscientes de nuestros propios defectos y virtudes, nuestras luces y sombras que en definitiva constituyen la condición humana. Melville aborda la cuestión de la ideología: el narrador es incapaz decomprender que, en gran parte, la situación de los trabajadores se deriva de su situación laboral y, en definitiva, de las relaciones económicas que se establecen entre ellos. En la narración entra en juego un campo semántico muy rico (culpa, traición, solidaridad, jerarquía,orden) que configura un sistema social que no es natural, aunque pasa por serlo. La ideología capitalista funciona ahora como justificación de las prácticas socioeconómicas. En efecto, el ecosistema de la oficina en general y el conflicto entre el abogado y Bartleby en concreto se asienta sobre una inferencia determinada: la justificación de las relaciones socioeconómicas del capitalismo. Los hábitos del abogado no están provistos de una solidaridad ilimitada. El caso del escribiente es absolutamente paradigmático. No solo su “trabajo no es vida”, sino que su vida ha quedado automáticamente negada dentro del sistema de trabajo asalariado. En el relato de Melville el trabajo aparece tan marcadamente como desrealización del trabajador que el propio Bartleby acaba buscando la muerte por inanición.

3

Se realiza una crítica a la burguesía o los revolucionarios no comunistas que procuran reformar los problemas del sistema capitalista a través de la reforma o la solidaridad ingenua. Melville carga contra sus lectores acomodados a partir de sus narradores, verdaderos cómplices de muchos de los conflictos que protagonizan la trama. Marx y Engels, por otro lado, dedicaron una gran parte de su esfuerzo a diferenciarse del resto de tradiciones socialistas que la ortodoxia ha considerado, siguiendo la injusta etiqueta de Marx, como “socialistas utópicos”. En el personaje de Melville se pueden detectar rasgos de alienación: su indiferencia es tal que, como hemos visto, se niega a involucrarse en otras partes del proceso de producción. La falta de conexión con aquellos que utilizan sus copias le sitúa en el plano de la alienación respecto de la especie, mientras que el caso más flagrante es cuando Bartleby reduce sus funciones vitales para concentrarse en la relación económica que le sujeta con un hilo muy débil a la vida. El relato describe con una prosa rápida, mordaz y poderosa, esta metamorfosis de falsas vacuidades del comportamiento. Este Bartleby de Herman Melville, también se nos presenta como un desafío; un reto al día a día de nuestra monótona existencia. Algo tan sencillo como una frase de tres palabras, pone en jaque toda una vida laboriosa y cimentada en mil sólidos pilares (la abogacía, la solvencia económica, la posición social…) Esa falta de respuesta de Bartleby, se transforma en distinta y diferente, y trasgrede las normas sociales a las que está acostumbrado a hacer frente el prestigioso abogado, por lo que podríamos decir, que una de las interpretaciones de este relato, es la duda ante las costumbres y el sistema de la época (mediados del siglo XIX) como precursor de los cambios sociales que se produjeron en el siglo XX y que tuvieron como primera gran consecuencia la Primera Guerra Mundial. Pero regresando a lo concreto, Bartleby parece anunciarnos que existe una realidad ajena y muy diferente a la que nosotros vivimos y vemos. Y es, en esa oscura realidad, donde la actitud del escribiente nos deja entrever esa puerta de atrás que todos poseemos, y que fluye paralela a nuestra realidad, hasta que algo o alguien las hace confluir. Realidad y ficción, van de la mano en este relato corto, que admite mil y una interpretaciones, y de ahí quizá, le venga su gran valor literario, filosófico e ideológico añadido. 4. Aclare cuál es la expectativa de Bartleby y cómo el sistema jurídico la procesa. Decíamos que aquello que es central en el texto es la frase de Bartleby ,"preferiría no hacerlo". Esta es la contestación que surge a lo largo del relato ante cada requerimiento del abogado, quien lejos de despedir sin más en un primer momento a su empleado, se ve subsumido en una imposibilidad de actuar frente a un suceso absolutamente extraño. Él no dice simplemente "no" sino "preferiría no". La preferencia es lo que le da un tono distinguido. La Ley se nos presenta a menudo como algo absoluto, como un imperativo en un solo sentido que precisamente nos impide hacer las cosas a nuestro modo. La norma nos exige un comportamiento, jamás nos da un menú de opciones. Incluso, suponemos que la Ley forma parte de un sistema coherente y cerrado, que es capaz de autoejecutarse ante el incumplimiento de los sujetos. Precisamente por eso es que la respuesta de Bartleby nos resulta irracional, porque la preferencia no tiene nada que hacer frente al verbo imperativo, ante la fuerza soberana de las órdenes del abogado. La preferencia ante la Ley deviene entonces en el hecho crucial de la historia. Entonces, ¿se puede preferir ante la autoridad de la norma? La Ley establece una mediación con el sujeto. Es decir, jamás llega de un modo puro. Siempre acontece a través de un lenguaje, al menos de uno que sea comprensible para el receptor.

4

La respuesta de Bartleby es repulsiva, nos parece de alguien que no pertenece a este mundo, querríamos deshacernos ya mismo de él no sin antes preguntarle cómo se le ocurre comportarse de tal manera ante la Ley. La preferencia de Bartleby es por la no-preferencia, porque esa inconmensurable Ley absoluta jamás sea representada, y de ese modo, nunca pueda ser cumplida siquiera en partes. Allí radica la actitud profundamente nihilista de Bartleby, en su negación de todo poder subjetivo, y a su vez de toda norma jurídica representativa de ese poder que él jamás reconoce como propio. La postura del preferiría no hacerlo es una manera de irreconciliación con la sociedad. No querer de ninguna forma pertenecer a ella, que nadie pertenezca a ella. Así culmina Bartleby como un sujeto desprovisto de toda subjetividad, como una vida sin vida, como una forma de preferir la muerte pero declarando ante todo que él está vivo ("Sé dónde estoy" dice Bartleby en su agonía). Bartleby tiene una obsesión por los límites, los mismos que la sociedad se impone a sí misma a cada paso. Podríamos decir, pues, que Bartleby objeta la conciencia social y normativa y defiende su propia conciencia. Se ve impulsado por estas consideraciones morales que lo enfrentan a una o unas determinadas normas, pero no al sistema en total. Desobedece, desde luego, pero acepta el sistema (y, por cierto, el castigo, cuando lo hay). Su comportamiento, pues, no es un ataque al Derecho, sino una defensa de sí mismo, de su integridad moral. Aunque, cabe decir que el que quiere proteger su conciencia desea también que la norma cambie. De algún modo, se entiende que hacer valer la conciencia propia frente a una norma jurídica es algo que, en principio, realza el mérito del sujeto. Se trata de alguien que, en términos generales, es un buen ciudadano y cumple con sus deberes, pero que valora tanto su conciencia que frente a un deber que choca con ella prefiere incumplir. Valorar de este modo la conciencia propia es muestra del alto valor y de la solidez moral del sujeto, a pesar de que enfrentarse al Derecho no es algo que se considere valioso, dado que el Derecho (al menos en los Estados democráticos) goza de una pretensión de validez, de legitimidad, que desactiva cualquier oposición. Enfrentarse, pues, a un sistema jurídico legítimo sobre la base de que uno piensa de manera diferente es algo destinado a fracasar. Los motivos políticos, por ejemplo, no pueden ser alegados para incumplir una norma porque se entiende que las cuestiones de ideología política entran en el juego de construcción del Derecho, una de cuyas reglas indica que el resultado de ese juego debe ser aceptado por todos. Los motivos de conciencia, sin embargo, se aprecian de otro modo porque se refieren a lo que se considera más importante para los seres humanos, lo que se considera que los constituye, esto es, su moral. No en todos los asuntos morales vale cualquier punto de vista. En algunos asuntos, por mucho que pueda darse un conflicto entre la norma que impone el deber y la moral del destinatario, la razón esgrimida por el sujeto no se considera válida y la objeción no es posible porque su conciencia queda deslegitimada (pensemos, por ejemplo, en el que asegura que frente al deber de no matar a otros su conciencia le indica que debe acabar con todos los que no profesan su religión o no comparten su raza). La objeción, por tanto, sólo cabe cuando se acepta que el sujeto tenga un planteamiento moral diferente al que sirve de base a la norma. Se trata de asuntos que se considera que tienen que ver de una manera más clara y directa con el perfeccionamiento personal, en los que el individuo se juega su constitución de persona moralmente recta. Normalmente estas cuestiones se refieren a conductas que dañan o pueden dañar a otros (aborto, eutanasia, servicio militar), pero no siempre es así (matrimonio homosexual). Para algunos individuos, el percibirse como la causa de la muerte de un feto o de un ser humano independiente, o como causa de la legitimación de una unión homosexual, resquebrajaría de tal modo su integridad moral que prefieren no cumplir con sus deberes y mantener esa imagen moral que les hace reconocibles ante sí mismos. Cuando hablamos de la objeción de conciencia nos referimos a la conciencia moral de un individuo respecto de cuestiones que se conciben como fundamentales para mantener la propia integridad moral. 5...


Similar Free PDFs