Resumen del libro de La ciudad Antigua PDF

Title Resumen del libro de La ciudad Antigua
Author Ernesto Alvarez Cruz
Course Derecho Público
Institution Corporación Universitaria del Meta
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Resumen del libro de La ciudad Antigua Publicada en París en 1864, esta obra de Numa Denis Fustel de Coulanges es un estudio magistral sobre los orígenes de las instituciones sociales de la antigüedad griega y romana. De carácter interpretativo más que informativo, la obra se propone referir las más antiguas instituciones civiles a la religión. Según las "antiguas creencias" (a las cuales está dedicado el primero de los cinco libros), los difuntos sobrevivían en el sepulcro y ejercían influencia propia sobre los vivos, lo cual dio lugar a la primera forma de religión, con ritos considerados indispensables para la felicidad de ultratumba. El culto de los muertos se convirtió de este modo en el fundamento de la cohesión y de la continuidad familiar, dada la importancia de asegurarse por medio de descendientes las honras necesarias para la paz del alma. Por eso eran únicamente admitidos en él los descendientes en línea recta masculina, y sus ritos se desenvolvían en la tumba de los antepasados, que se levantaba junto a la casa, o al hogar, donde se tenía encendido el fuego sagrado. La "Familla" (libro II) recibe las primeras reglas jurídicas y morales de esta religión, porque todo lo que interrumpe o altera la descendencia compromete la continuidad del culto y su eficacia. De este modo se explican la autoridad paterna (el "pater" era su sacerdote), el matrimonio religioso y su indisolubilidad, la condena por adulterio, la condena del celibato, el repudio por esterilidad y la institución de la "adopción". Originariamente la propiedad fue, por lo tanto, nada más que la inviolabilidad de la tierra donde están las tumbas de los "antepasados", y el término (límite, confín) fue sagrado. El derecho de sucesión se transmite con las mismas leyes de la transmisión del culto. Los siervos y los clientes están vinculados por admisión a los ritos familiares; la "gens" no era sino una familia en sus varias ramas, enlazadas por la religión común. De la familia, primera forma de sociedad humana, se pasa a la "Ciudad" (libro III). Cuando la asociación se extendió a comprender varias familias (patrias, curias, tribus), siempre consistió el vínculo en un culto común, dedicado a un hombre divinizado (héroe epónimo). Pero al mismo tiempo se desarrolló, sin ninguna relación con la religión de los muertos, conservada en las familias, la adoración de las fuerzas de la naturaleza, la cual dio lugar a una más compleja elaboración religiosa. También ésta tuvo al principio el carácter de culto doméstico, por el cual se multiplicaron al infinito las divinidades; pero entre ellas predominaron algunas, haciéndose comunes, y consagrando entre los hombres relaciones que iban más allá del círculo familiar. La ciudad antigua fue, pues, una confederación de asociaciones familiares independientes entre sí, de donde se originó la necesidad de una religión común para consagrar reglas comunes. Análogo al familiar, este culto fue exclusivo de la ciudad y se ejerció en torno al hogar (pritaneo), excluyendo a los extranjeros y a los desterrados. No existía acto de vida pública que no estuviese acompañado de un rito; sacerdotal fue el carácter de la monarquía primitiva; y de la autoridad religiosa del rey derivó su autoridad judiciaria y militar. La ley era considerada de carácter divino, más que fundada en un concepto de justicia. La sociedad así constituida excluye, por lo tanto, el concepto típicamente moderno de la libre "libertad individual" de los ciudadanos. Fustel de Coulanges examina después, en el libro IV ("Las revoluciones"), las causas de la disolución de la ciudad antigua, reduciéndolas a dos: el debilitamiento de las antiguas creencias religiosas, por causa de una natural evolución espiritual, y la

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existencia de una clase de hombres que, sintiéndose por varias causas extraña a la organización de la ciudad, tenía interés en destruirla. La filosofía griega refirió a la razón el fundamento de la ley; y la plebe penetró en la ciudad con las revueltas y con el ascendiente dado por la riqueza, no ya derivado de la sola propiedad territorial, sino de otras actividades económicas. Finalmente Roma (libro V, "La conquista romana"), al desacreditarse el régimen municipal, fundió en un solo organismo estatal las distintas ciudades. El cristianismo dio el golpe definitivo a la sociedad antigua, destruyendo toda divinidad particular de una familia o de un pueblo y haciendo prevalecer universalmente el concepto, que ya se habla afirmado en la filosofía griega, de un valor y de un fin individuales distintos de la vida del Estado. Esta obra de Fustel de Coulanges, de importancia fundamental por la originalidad de su punto de vista, por la rara penetración de sus intuiciones y por la novedad de sus conclusiones, fue considerada con justicia como una obra maestra. Sustrayéndose y en parte oponiéndose a los principios del positivismo histórico, se nutre más bien de una investigación psicológica para emparentarse con las más valiosas corrientes espirituales de la primera mitad del siglo XIX, mientras su punto de partida recuerda las ideas fundamentales de Giambattista Vico. Su visión de la ciudad antigua, sin embargo, resulta verdadera y sugestiva sólo desde un punto de vista particular, mientras quedan en la sombra los elementos económicos y políticos que no se podrían encuadrar en ella. Gran parte de esta obra genial ha quedado como una adquisición importante para los estudios históricos, y a cada momento se pueden referir a ella algunas de las orientaciones más modernas en la interpretación de la ciudad antigua.

LIBRO PRIMERO CREENCIAS ANTIGUAS CAPITULO I Hasta los últimos tiempos de la historia de Grecia y Roma se vio persistir entre el vulgo un conjunto de pensamientos, y usos, que indudablemente, procedían de una época remotísima. De ellos podemos inferir las opiniones que el hombre se formó al principio sobre su propia naturaleza, sobre su alma y sobre el misterio de su muerte. Las generaciones antiguas, mucho antes que hubiera filósofos, creyeron en una segunda existencia después de la actual, consideraron la muerte, no como una disolución del ser, sino como un mero cambio de vida. Según las más antiguas creencias de los griegos y de los italianos, no era en un mundo extraño el presente a donde el alma iba a pasar su segunda existencia, permanecía cerca de los hombres y continuaba viviendo bajo la tierra (sub terra censabant reliqium vitam agi mortorum). También se creyó durante mucho tiempo que en esa segunda existencia el alma permanecía asociada al cuerpo. Nacida con el, la muerte no los separaba y con el se encerraba en la tumba; cuando se colocaba un cuerpo en el sepulcro, se creía que era algo viviente lo que ahí se colocaba. Era costumbre, al fin de la ceremonia fúnebre, llamar tres veces al alma del muerto por el nombre que había llevado. Se le deseaba vivir feliz bajo tierra; se escribía en la tumba que él reposaba allí. Jamas se prescindía de enterrar con el los objetos de que, según se suponía, tenia necesidad. De esta creencia primitiva se derivo la necesidad de la sepultura. Para que el alma permaneciera en esta morada subterránea, que le convenía para su segunda vida, era necesario a que el cuerpo al que estaba ligada quedase recubierto de tierra. El alma que carecía de tumba no tenia morada, vivía errante, se convertía pronto en malhechora. La antigüedad entera estaba persuadida de que sin la sepultura el alma era miserable, y que por la sepultura adquiría la eterna felicidad.

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Las formulas de la ceremonia fúnebre, puesto que sin ellas las almas permanecían errantes y se aparecían a los vivos, es que por ellos se fijaban y encerraban en las tumbas, y así como habían formulas que poseían esta virtud, los antiguos tenían otra con la virtud contraria: la de evocar a las almas y hacerlas salir momentáneamente del sepulcro. Se temía menos a la muerte que a la privación de la sepultura, ya que se trataba del reposo y la felicidad eterna. En las ciudades antiguas la ley infligía a los grandes culpables un castigo reputado como terrible: la privación de la sepultura. Hay que observar entre los antiguos se estableció otra opinión sobre la mansión de los muerto, se figuraron una región, también subterránea pero infinitamente mayor que la tumba, donde todas las almas lejos de su cuerpo, vivían juntas y donde se les aplicaban penas y recompensas. Se rodeaba a la tumba de grandes guirnaldas de hierba y flores, que se depositaban tortas, frutas, sal, se derramaba leche, vino, y a veces la sangre de alguna víctima. Según las antiguas creencias de los Griegos no eran en un mundo extraño, el presente a donde el alma iba a pasar su segunda existencia, permanecía cerca de los hombres y continuaba viviendo bajo tierra (subterra censabant reliqium vitam agi mortorum) Se creyó también que en la existencia el alma permanecía asociada al cuerpo, se creía que era algo viviente. Al final de la ceremonia era costumbre fúnebre llamar 3 veces al alma del muerto por el nombre que había llevado, se le deseaba vivir feliz bajo tierra. El alma que carecía de tumba no tenía morada, vivía errante, se convertía en malhechora, la antigüedad estaba persuadida de que sin la sepultura el alma era miserable, pero con la sepultura tendría la vida eterna. Se temía menos a la muerte que a la privación de la sepultura. La Ley infringía un castigo que era la privación de la sepultura. CAPITULO II EL CULTO DE LOS MUERTOS Entre los griegos había entre cada tumba un emplazamiento destinado a la inmolación de las víctimas y a la cocción de su carne. La tumba romana también tenia su culina, especie de cocina de un genero particular, y para el exclusivo uso de los muertos. Estas creencias dieron pronto a lugar las reglas de conducta. Puesto que el muerto tenia necesidad de alimento y bebida, se concibió un deber de los vivos satisfacer esta necesidad, fue obligatorio. Los muertos pasaban por seres sagrados, los antiguos les otorgaban los más respetuosos epítetos que podían encontrar: llamándoles bienaventurados, buenos, santos. Para ellos tenían toda la veneración que el hombre pueda sentir por la divinidad que ama o teme; en su pensamiento cada muerto era un dios. No se daba distinción entre los muertos. Los griegos daban de buen grado el nombre de dioses subterráneos, los romanos les daban el nombre de dioses “manes”. Las tumbas eran los templos de estas divinidades. Si el muerto al que se olvidaba era un malhechor, aquel al que se honraba era un dios tutelar, que amaba a los que ofrecían el sustento. Estas almas humanas divinizadas por la muerte, eran lo que los griegos llamaban demonios o héroe, los romanos le dieron el nombre de lares y manes. Se habla de que la tumba romana, tenía su CULINA, ósea una cocina para el uso de los muertos para poder alimentarse en la otra vida, estas creencias dieron lugar a reglas de conducta y de carácter obligatorio como satisfacer las necesidades de los muertos. Los muertos pasaban a ser sagrados, se les daban EPITETOS, son calificativos para el muerto como bienaventurado, bueno, santo. Cada muerto era un dios no se hacía distinción entre los muertos que recibían el nombre de dios subterráneo, para los romanos las tumbas eran los templos de estas divinidades. CAPITULO III EL FUEGO SAGRADO La casa de un griego o romano encerraba un alta, en este altar tenia que haber un poco de ceniza y carbones encendidos, era una obligación sagrada para el jefe de la casa el conservar el fuego de día y noche. No era licito alimentar ese fuego con cualquier clase de madera, este fuego debía conservarse siempre puro.

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Había un día del año, que para los romanos era el 1 de mayo en que cada familia tenia que extender su fuego sagrado y encender otro inmediatamente, pero para obtener el nuevo fuego era preciso observar escrupulosamente algunos ritos. El fuego tenia algo de divino, se le adoraba, se le rendía un verdadero culto. Jamas salía el hombre sin dirigir una oración a su hogar; al regreso antes de ver a su mujer y de abrazar a sus hijos debía inclinarse ante el hogar e invocarlo, el fuego del hogar era pues la providencia de la familia. El culto del fuego sagrado no solo pertenecía Grecia y Roma, sino que también se encontraba en oriente, entre los indos suele llamarse agni. El hombre culpable no podía acercarse a su hogar, hasta que se purificara de la mancha. El nombre del fuego sagrado fue personificado con el nombre de Vesta. Se represento a esta divinidad con rasgos de mujer, porque la palabra con que se designo al altar era de genero femenino. Vesta fue la diosa virgen, que no representaba en el mundo la fecundidad ni el poder, fue el orden, pero no el orden rigurosos, abstracto, la ley imperiosa y fatal, que se advirtió muy pronto en los fenómenos de naturaleza física. Lares o héroes no eran otra cosa que el alma de los muertos, a la que el hombre imponía un poder sobrehumano y divino. El recuerdo de uno de estos muertos sagrados estaba ligado siempre al hogar. Dorando a uno no podía olvidarse al otro. Era costumbre muy antigua enterrar a los muertos en las casas. Se puede pensar que el hogar domestico solo fue, en su origen, el símbolo del culto de los muertos, que bajo la piedra del hogar descansaba un antepasado, que el fuego se encendía allí para honrarle y, que este fuego parecía conservar en el la vida o representaba a su alma siempre vigilante. Esto solo es una conjetura. En la casa de un ciudadano siempre había un altar, que debía tener un poco de ceniza y carbones encendidos, era una obligación sagrada que el jefe del hogar conservar el fuego de día y de noche, no se permitía alimentar el fuego con cualquier madera, porque el fuego debía mantenerse siempre puro. Había un día en el año (1 de Mayo) en cada familia debía extinguir el fuego y encender otro inmediatamente, bajo ciertos ritos el fuego tenía algo de divino, se le adoraba y rendía culto. El hombre jamás salía de la casa sin dirigir una oración a su hogar, y cuando llegaba lo primero que hacía era inclinarse ante el hogar o fuego sagrado, en la providencia de la familia. CAPITULO IV LA RELIGIÓN DOMESTICA Desde hace muchos años el hombre solo admite una doctrina religiosa mediante dos condiciones: que le anuncie un dios único, y que se dirigía a todos los hombres y a todos sea accesible sin rechazar sistemáticamente ninguna clase ni raza. En esta religión primitiva cada dios solo podía ser adorado por una familia. La religión era puramente domestica. Una de las reglas de aquel culto, era que cada familia solo podía rendir culto a los muertos que le pertenecían por la sangre, por eso la ley prohibía que un extranjero se acercase a una tumba, tocar con el pie, aun por descuido una sepultura era un acto impío. En Grecia y Roma así como en la India, el hijo tenia el deber de hacer las libaciones y sacrificio a los manes de sus padres y de todos los abuelos. Entre los vivos y los muertos de cada familia existía un cambio perpetuo de buenos oficios. El muerto no podía prescindir del vivo, ni este del muerto. Cada familia tenia su tumba, donde los muertos descansaban en su tumba unos al lado de otros, siempre juntos. El culto no era publico, al contrario las ceremonias solo se celebraban por los miembros de la familia.

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Para esta religión domestica, no había reglas uniforme, ni ritual común. Cada familia poseía la mas completa independencia. Ningún poder exterior tenia el poder de regular su culto o su creencia. No existía otro sacerdote que el padre. Esta religión solo podía propagarse por la generación. La religión domestica solo se propasaba de varón en varón. En esta religión cada dios solo podía ser adorado por una familia, una de las reglas de aquel culto era que cada familia solo podía rendir culto a los muertos que le pertenecían por la sangre, ósea a sus antepasados. Por eso la Ley le prohibía a un extranjero que se acercara o tocara una tumba, aun por descuido una sepultura era un acto impío. Cada familia tenía su tumba donde sus muertos descansaban siempre juntos, integrantes de la misma familia en una misma sepultura. El culto no era público, al contrario las ceremonias, solo se celebraban por los miembros de la familia, para esta religión domestica no habían reglas uniformes ni ritual común. Este religión solo podía propagarse de varón a varón. LIBRO II LA FAMILIA CAPITULO I La religión ha sido el principio constitutivo de la familia antigua. En ciertos días, cada cual determinado por su religión domestica. Los vivos se reúnen cerca de los antepasados. Les llevan la comida fúnebre, les vierten la leche y el vino, depositan las tortas y frutas o queman en su obsequio la carne de una víctima. A cambio de estas ofrendas, solicitan su protección, les llaman sus dioses y les piden que den fertilidad al campo, prosperidad a la casa, virtud a los corazones. El principio de la familia antigua no radica en la generación exclusivamente. El principio de la familia tampoco consiste en el afecto natural, pues el derecho romano y el griego no tienen para nada en cuenta ese sentimiento. El fundamento de la familia romana, han creído que ese fundamento debía encontrarse en el poder paternal o marital. Lo que une a los miembros de la familia antigua, es la religión del hogar y los antepasados. Una familia era un grupo de personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y ofrecer la comida fúnebre a los mismos antepasados. En ciertos días, los vivos se reúnen cerca de los antepasados, les llevan la comida fúnebre, le vierten la leche y el vino, depositan las tortas y frutas, y queman en su obsequio la carne de una víctima. Solicitan la protección, les llama sus dioses y les piden que le den fertilidad al campo, prosperidad a la casa y virtud a los corazones. El principio de la familia antigua no radica en la generación exclusivamente, tampoco consiste en el afecto natural el fundamento de la familia romana han creído que ese fundamento debía encontrarse en el poder paternal o marital. Lo que une a los miembros de la familia antigua, es la religión del hogar y los antepasados, una familia era un grupo de personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y ofrecer la comida fúnebre a los mismos antepasados. CAPITULO II EL MATRIMONIO El matrimonio es pues, un acto grave para la joven, y no menos grave para el esposo, pues esta religión exige que se haya nacido cerca del hogar para tener el derecho de sacrificarle, y sin embargo va introducir cerca de su hogar a una extraña. El matrimonio era la ceremonia santa que había de producir esos grandes efectos. La religión con que se consumaba el matrimonio no era la de Júpiter o la de Juno, o la de otros dioses del olimpo. La ceremonia no se realizaba en el templo, sino en la casa, y la presidía el dios domestico. La ceremonia entre los griegos se componía, por decirlo así de tres actos: ante el hogar del padre, en el hogar del marido y en el transito de uno a otro. El matrimonio romano se parece mucho al griego y como este comprendía tres actos: traditio, deductio in domun, confarreatio. La joven abandona el hogar paterno, se conduce a esta a la casa del esposo, se canta en torno a ella un antiguo himno religioso, el cortejo se detiene ante la casa del marido, allí se presenta a la joven el agua y el fuego; luego se conduce a la esposa ante el hogar donde se encuentran las imágenes

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de los antepasados. Comen juntos una torta de flor de harina, es lo que realiza la unión santa entre los esposos. El matrimonio ha sido para ella como un segundo nacimiento. Esta religión no acepta la poligamia, haciéndolo indisoluble y el divorcio casi imposible. El derecho romano permitía fácilmente disolver el matrimonio por coemptio pero el religioso era muy difícil. El efecto de la conferatio solo podía ser destruido por la differratio. El matrimonio es un acto grave para la joven, y no menos grave para el esposo pues en este religión exige que se halla nacido cerca del hogar para tener el derecho de sacrificarle, la religión con que se consumaba el matrimonio no era la de Júpiter o la Juno o la de los otros dioses del Olimpo la ceremonia se realizaba en la casa y la presidia el Dios doméstico. La ceremonia entre los griegos se componía de tres actos ante el hogar del padre, en el hogar del marido y en el tránsito de uno a otro. El matrimonio romano se parece en tres actos (traditio...


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