Tema 1. Los cambios sociales y económicos del siglo Xviii PDF

Title Tema 1. Los cambios sociales y económicos del siglo Xviii
Course Historia moderna universal ii
Institution Universidad de Cádiz
Pages 10
File Size 219.1 KB
File Type PDF
Total Downloads 70
Total Views 122

Summary

Apuntes muy buenos....


Description

TEMA 1. LOS CAMBIOS SOCIALES Y ECONOMICOS DEL SIGLO XVIII.

1. LA POBLACION. Europa tenía un total de 115 millones de habitantes en 1700, y 175 en 1800. El crecimiento demográfico fue general a todo el continente. 1700

Islas Británicas Bélgica y Holanda

6,4

1800

10,8

3,9

5,0

Francia

19,0

27,0

Italia

13,3

17,8

Alemania

15,0

24,5

España

7,5

10,5.

Las razones de este aumento no han sido bien determinadas. Es cierto que la incidencia de las epidemias es menor que en los períodos anteriores, debido a los menores niveles de letalidad de la viruela con respecto a la peste. Es cierto que la introducción de nuevos cultivos, como la patata y el maíz, hace disminuir, en cierta medida, el impacto de las crisis de subsistencias, ya que ambos productos tienen una productividad mayor por superficie que la del trigo o el centeno, y garantizan una mejor subalimentación de la población, ya que la situación alimenticia sigue siendo precaria por su desesperante monotonía (en muchas zonas como Flandes o Irlanda, la base alimenticia, en vez del pan o las gachas, pasa a ser la omnipresente patata). Pero no es menos cierto que la mortalidad infantil sigue siendo muy alta durante el siglo XVIII, y que las condiciones sanitarias, médicas e higiénicas siguen siendo tan precarias como en los siglos anteriores (el único avance significativo, el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, no tiene lugar hasta 1796). Parece que la explicación radicará en la buena coyuntura económica que atraviesa Europa durante este período, que provocará, nuevamente, el adelanto de la edad. Durante este período las ciudades conocen un gran aumento de la población, ya que en 1800 había 364 ciudades con más de 10.000 habitantes, que reunían el 11,6% de la población europea. En Italia destacaban Milán, Venecia, Roma, Nápoles y Palermo. Otras ciudades importantes, aunque sin llegar a la cifra de cien mil, fueron Génova, 91.000 en Florencia y Turín (24 y 82 respectivamente. Nápoles era la mayor ciudad italiana, con 427.000 habitantes en 1800. En los Países Bajos, Amsterdam tenía 200.000 habitantes en el siglo XVIII. En la actual Bélgica, las ciudades más pobladas fue Bruselas (74.000 en 1800). Por lo que se refiere a las Islas Británicas, destaca por encima de todas Londres,

1

con 575.000 habitantes en 1700, y 865.000 en 1800, siendo por entonces la mayor ciudad europea. Tras Londres, la principal ciudad, y a gran distancia, será Dublín, con 168.000 habitantes en 1800. Otras ciudades importantes en el siglo XVIII serán Edimburgo (82.000 en 1800), Liverpool (78.000 en 1800), Glasgow (13.000 en 1700, 77.000 en 1800), Liverpool (6.000 en 1700, 78.000 en 1800), Cork (70.000 en 1800), Manchester (9.000 en 1700, 70.000 en 1800), Birmingham (7.000 y 69.000 respectivamente), Bristol (64.000 en 1800). París tenia 581.000 habitantes en 1800, seguida de Lyon con 100.000, pudiendo destacar además Burdeos (88), Marsella (78), y Nantes (74). En Europa central y Escandinavia, superaban los 100.000 habitantes en 1800 Viena (230.000), Copenhague (101), Berlín (150.000) y Hamburgo (100). Tras ellas figurarían, con datos siempre de 1800, Praga (77), Estocolmo (75), Varsovia (63), Königsberg (59), Dresde (55), y Breslau (54). En el Imperio ruso, destacan Moscú (300.000 habitantes en el siglo XVIII) y San Petersburgo (270.000). Constantinopla, la capital del Imperio otomano, tenía 300.000 habitantes por aquel entonces. Finalmente, en la Península Ibérica las mayores ciudades eran en 1800 Madrid (167.000), Lisboa (180.000) y Barcelona (115.000).

2. LA SOCIEDAD. En el siglo XVIII nos seguimos encontrando en todas partes con un modelo estamental de sociedad, caracterizado por la existencia de dos estamentos privilegiados, la nobleza y la Iglesia, que tienen una situación de privilegio con respecto al resto de la población. La nobleza sigue siendo el grupo dominante, caracterizándose por su gran poder económico, basado sobre todo en la tierra, el ejercicio de los altos cargos militares y administrativos, su alto nivel cultural y su vinculación al mundo de la corte. El siglo XVIII contemplará el momento culminante de la burguesía. En Francia el sector más beneficiado del auge económico es el de los comerciantes, donde encontramos fortunas de varios millones de libras tornesas, iniciándose asimismo el desarrollo de una burguesía industrial. Un tanto al margen del régimen se sitúan los banqueros internacionales, que en vísperas de la Revolución retiraron su apoyo al Estado, y los intelectuales, juventud numerosa e instruida que no encuentra acomodo social ni laboral, creando un ambiente crítico frente a un sistema que los excluye. Al mismo tiempo, la nobleza desea recuperar el espacio perdido durante el reinado de Luis XIV, y se dificulta el acceso de la burguesía al ejército y el personal ministerial, denominándose a este proceso “reacción feudal”. En Inglaterra surge una nueva clase dirigente, la de los ricos industriales, que junto a los financieros, banqueros, armadores y comerciantes enriquecidos forman la gran burguesía. Nada les impedía en teoría llegar a la nobleza, pero en la práctica ello era difícil por el desembolso que suponía la adquisición de un patrimonio rural, el escaso número de nuevos pares o las resistencias de los antiguos a la entrada de otros. Hasta las reformas de 1832 la burguesía no consiguió desbancar a la vieja clase dirigente. Samuel Johnson nos muestra un típico proceso de ascenso social:

2

Trabajó por seis chelines a la semana durante veinte años en la gran cervecería que fue después suya. El propietario de la misma tenía solamente una hija, que se casó con un noble. No era propio para un par el continuar el negocio. A la muerte del anciano, por tanto, tuvo que venderse la cervecería. Encontrar un comprador para una propiedad tan importante era una cosa difícil, y, después de algún tiempo, se sugirió que sería aconsejable tratar con Thrale, hombre razonable, activo y honrado, que había estado empleado en la casa, y transferírsela a él por 30 000 libras, después de tomar medidas respecto a la seguridad de la propiedad. Así se acordó. En once años Thrale pagó el dinero de la compra. Adquirió una gran fortuna y vivió bastante para ser miembro del Parlamentó por Southwark. Pero lo más notable fue la liberalidad con que usó sus riquezas. Dio a su hijo y a sus hijas la mejor educación. La estimación que su buena conducta le procuró del noble que se había casado con la hija de su antiguo dueño, hizo que fuera tratado con mucha deferencia, y su hijo, tanto en la escuela como en la Universidad de Oxford, se reunía con los jóvenes del más alto rango. La asignación que le fijó su padre, después de salir de la Universidad, fue espléndida: no menor de 1000 libras al año. Esto, en un hombre que se había elevado como Thrale, era un caso extraordinario de generosidad. Thrale solía decir: «Si este cachorro no encuentra tanto como supone después que yo me vaya, que recuerde que ha tenido mucho durante mi vida». El hijo, aunque disfrutaba de una situación opulenta, tuvo el suficiente buen sentido para continuar el negocio de su padre, que era de tal importancia que recuerdo que una vez me dijo que no lo daría por una anualidad de 10 000 libras: «No es que —dijo— yo le saque esa cantidad al año, pero es un patrimonio para una familia». Habiendo dejado hijas solamente, la propiedad fue vendida en la inmensa suma de 135 000 libras: magnífica prueba de lo que puede hacerse con un comercio limpio en un largo período de tiempo. En Europa central la burguesía negociante es poco numerosa, suele ser protestante y solamente tiene alguna influencia en las ciudades hanseáticas (La Hansa era una organización, surgida en la Edad Media, de las ciudades comerciales bálticas) y en los centros comerciales como Francfort. Existe también una burguesía administrativa que se mezcla con la nobleza y una burguesía intelectual ligada a las universidades que goza de un prestigio cada vez mayor, pero en líneas generales la burguesía alemana no piensa en cuestionar los poderes de la nobleza y es despreciada por ésta. En Italia la burguesía, a pesar del vigor alcanzado en algunas zonas, no conservó conciencia de clase, y se integró en la nobleza a la menor ocasión. Finalmente, en Europa oriental la burguesía apenas existe: el sentido de clase está ausente por completo de los comerciantes rusos, que solamente quieren acceder a la nobleza para disfrutar de sus privilegios. Grandes industriales ligados a la metalurgia de los Urales como los Stroganov hacen asimismo un buen papel en la nobleza gracias a su inmensa fortuna. Buena parte de la población se encontraba en una situación de pobreza. A diferencia de los períodos anteriores, el siglo XVIII hace mayor hincapié en cuales son las causas de la mendicidad, a la que hace responsable a las estructuras económicas. Se denuncia la caridad eclesiástica como nociva y se piensa que es el Estado quien ha de apropiarse de estos bienes y subvenir a las necesidades de los pobres, considerándose que se ha de perseguir al vagabundo por ser éste un elemento peligroso pero que se ha de ayudar a los pobres domiciliados. La beneficencia, empero, no debe favorecer la

3

pereza, y se debe obligar a los pobres a trabajar en la agricultura y las manufacturas. Un buen ejemplo de esta actitud será el de Inglaterra, donde en 1722 se ordena el internamiento de los mendigos y los pobres y en 1782 el de niños, ancianos y enfermos, autorizando a las parroquias a socorrer a los indigentes válidos para el trabajo sin encerrarlos, implantándose un sistema de asistencia a domicilio. Naturalmente, continuaron los disturbios sociales. En el siglo XVIII los motines de subsistencia siguieron siendo el tipo de movimiento popular más corriente y tenían lugar principalmente tras malas cosechas y un alza desmesurada de los precios. Destaca la "guerre des farines" en la Francia de 1775 tras la liberalización del precio de los cereales decretada por Turgot en un año de malas cosechas, y se manifestó como una amplia revuelta rural en la que los pequeños consumidores invadieron los mercados, molinos de harina y panaderías imponiendo la reducción de los precios del cereal. Por lo que se refiere a las luchas de carácter industrial, muy frecuentes en Inglaterra, la más típica consistió en los ataques dirigidos contra la maquinaria o la destrucción de las casas o posesiones personales de los propietarios de las fábricas o minas de carbón. Pero el ludismo no solamente destruía la maquinaria, sino que era un medio tradicional de ejercer presión sobre el patrono para que aumentara los salarios o mejorase las condiciones de trabajo. El estallido de la Revolución Francesa constituyó un viraje importante de estos movimientos porque dio a la agitación una nueva dimensión política: en París las masas dieron un giro muy pronunciado hacia la izquierda y el movimiento popular ganó gran independencia al librarse de sus aliados nobiliarios, en Londres en los años sesenta las masas se unieron a los radicales y en los años noventa empezaron a tener sus propias organizaciones.

3. LA ECONOMIA. La agricultura. La agricultura sigue siendo la principal actividad económica, y no hay transformaciones ni en la estructura de la propiedad, ni en las técnicas, ni en los cultivos, salvando la introducción del maíz y la patata en algunas regiones. El consumo de esta última fue fomentado a partir de 1750 debido al aumento de los precios del cereal: en Alemania se consume masivamente desde 1770, igual que en Inglaterra, y en 1800 en los Países Bajos ya era un alimento de consumo general. En zonas donde se difunde, el consumo de trigo disminuye: en Flandes se pasa de 0,81 kilos por persona en 1693 a 0,47 en 1791. La patata ofrece además la ventaja de nitrogenar mucho el suelo y de tener unos rendimientos dos o tres veces superiores a los del cereal, aunque fue básicamente un alimento para los pobres. En Europa occidental los campesinos son hombres libres, pero en el Este la servidumbre sigue perviviendo, y la situación de los campesinos se degrada, especialmente en los territorios rusos. Los campesinos se habían visto despojados progresivamente de todos sus derechos y en 1767 terminaron por perder el derecho de querellarse contra sus señores, a los que se les concedió la autorización de castigar a los fugitivos a su total antojo (1736), de deportarlos a Siberia (1760) y de condenarlos a trabajos forzados (1765). Este endurecimiento vino acompañado de una extensión geográfica de la servidumbre: Ucrania en 1783, el norte del Caúcaso en 1796, y, además, los zares no perdieron la costumbre de conceder grandes cantidades de siervos a los nobles en premio a sus servicios: Catalina II concedió un total de 800.000. La productividad de estas explotaciones, empero, fue muy baja, y la nobleza intentó varios

4

medios para aumentar sus ingresos: incrementar los cánones exigidos a los campesinos (durante este período aumentan las prestaciones personales o barschina a costa de los cánones en dinero u obrok), implantar manufacturas en sus dominios o aumentar la producción implantando nuevos sistemas de cultivo, aunque esto último no se iniciará hasta muy finales de la centuria o los inicios del siglo XIX. Muy escasos fueron los intentos de reforma realizados a lo largo del siglo XVIII, y los más intensos se dieron en la monarquía austriaca, donde se promulgaron a partir de 1771 una serie de códigos que limitaban las exigencias de los señores. El siglo XVIII es una época de expansión agraria. Desde mediados de la centuria los precios agrarios vuelven a subir, alza que continuará hasta 1817, y junto a los precios del grano subieron también los arriendos y los precios de compra y venta de las tierras. Se ensancharon las tierras de cultivo, se pasó de la ganadería a la agricultura, surgieron métodos nuevos y hubo un creciente interés por la agricultura. No obstante, a pesar del auge agrícola, las mejoras introducidas son muy limitadas. En Francia hubo un aumento de la superficie cultivada por medio de roturaciones (muy limitadas en realidad), un ataque contra las tierras comunales de pastos, se publicaron numerosas obras de agronomía y la fisiocracia estimuló el interés por la agricultura, se difunde el cultivo de la patata, retrocede el barbecho...pero no hay grandes transformaciones, tan sólo una utilización más sabia de los métodos tradicionales que no ocasionó un aumento revolucionario de la producción. En Inglaterra se ha hablado de una Revolución agrícola ya para el siglo XVIII. Es cierto que, debido al estímulo que suponía la exportación de cereales se introducen los forrajes en las rotaciones de cultivos, se practica la selección artificial del ganado desde mediados del siglo XVIII para aumentar la producción de carne y de leche, aumenta el volumen de las cosechas...pero no hay mecanización: la única máquina introducida, la trilladora mecánica a vapor, aparece en Escocia hacia 1780, pero no se generaliza hasta 1830; y sólo a fines del siglo XVIII los arados de madera comenzaron a ser sustituidos por los de hierro. Para Mingay no se puede hablar de Revolución Agrícola, ya que los progresos quedan ensombrecidos por la persistencia de numerosas reminiscencias de agricultura atrasada. En opinión de Overton, los rendimientos no aumentan significativamente hasta 1830. La industria. El siglo XVIII conoce varias transformaciones generales: decadencia definitiva de los gremios, que se refleja en la caída de la producción en los centros industriales dominados por los mismos (Leyden y Amiens), concentración manufacturera cada vez más acentuada (se afirman así grandes dinastías que dominan la producción y los artesanos han de claudicar ante los mercaderes fabricantes) y expansión de la industria textil. Los focos principales de ésta siguen siendo los mismos que en la centuria anterior: lino en Silesia, y paños de lana en Francia e Inglaterra, perdiendo Holanda la hegemonía. Habrá un gran desarrollo de la industria algodonera, especialmente en Inglaterra, donde ya se aplica la Revolución Industrial, acelerándose su crecimiento desde 1775. A partir de 1750 aumenta también la producción en Francia, Sajonia, Suiza y Cataluña. La industria metalúrgica también conoce un crecimiento generalizado de la producción, pero, hasta la consolidación de la Revolución Industrial en Inglaterra, lo más destacado será el nacimiento de la metalurgia rusa, instalada en los Urales gracias a la abundancia de hierro y madera y bajo la dirección de técnicos sajones. Los Urales se 5

convierten en el principal productor del continente: 2500 toneladas en 1700, 162.000 en 1800, frente a las 12.000 y las 156.000 inglesas respectivamente, aunque desde 1780 la producción inglesa acorta distancias progresivamente. Inicialmente todas estas industrias son fundadas por el Estado, aunque a partir del reinado de la zarina Isabel hay una tendencia a ceder a la nobleza las fábricas más prósperas, y ésta las venderá a los comerciantes (los Stroganov). Se trata siempre de pequeñas fundiciones fortificadas, que emplean una media de 100 obreros y de uno a tres altos hornos, y solamente en Ekaterimbugo y algún centro más se emplea a cientos de trabajadores. La rebelión de Pugachev de 1773, la falta de apoyo estatal, el declive del espíritu de empresa y el considerar a estas fábricas como un mero primer paso para el ennoblecimiento provocarán el declive de la industria, junto a la no aplicación de los progresos técnicos: los altos hornos funcionan con leña, y no con carbón. El comercio. El gran acontecimiento del siglo XVIII será la creciente hegemonía británica en el comercio marítimo, cuyo volumen se acelera desde 1745 y especialmente desde la Guerra de Independencia americana (1700-1745: 0,5 anual, 1745-1771: 2,8, 1779-1802: 4,9). Su comercio tiende progresivamente al mundo colonial, y especialmente hacia América del norte, exportando sobre todo paños de lana y otros productos manufacturados. El comercio francés, su gran rival, alcanza unas altas tasas de crecimiento en la primera mitad de la centuria (4,1, en 1716-1748) y más reducidas en la segunda (1,4 hasta 1779), vinculándose cada vez más al mundo colonial (aunque menos que Inglaterra), si bien el peso de los productos manufacturados en sus exportaciones era mucho menor que en el caso inglés. La rivalidad económica anglofrancesa se tradujo en un enfrentamiento que llegó a alcanzar dimensiones mundiales durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que supuso la victoria definitiva de Inglaterra en el plano marítimo y colonial, aunque ésta no sería aplastante hasta el final de las guerras napoleónicas, consolidando su poder mundial adquiriendo una serie de bases marítimas que, añadidas a las que ya tenía, le permitían poder circundar estratégicamente todo el planeta, a la vez que había conseguido terminar con la función de Holanda como centro financiero de Europa. Pero en el siglo XVIII la diferencia entre Francia e Inglaterra no era tan insalvable: el PNB francés era de 160 millones de libras esterlinas hacia 1780, frente a 68 del inglés, aunque la renta per capita en esta última era ligeramente más elevada, 6, y 7,3 libras respectivamente. En el siglo XVIII el comercio colonial era básico para muchas naciones europeas. En Francia el comercio con Europa pasa de un total de 169 millones de libras en 1716 a 695 en 1789, en tanto el extraeuropeo pasa de 42 a 455, de las que 25 y 262 respectivamente eran aportadas por las colonias francesas. Por lo que se refiere a Inglaterra, las importaciones coloniales suponían en 1791-1795 el 50% de su comercio (que ascendía a 19 millones de libras) y las exportaciones el 47% (con un total de 23 millones de exportaciones totales). Holanda también depende fuertemente del comercio exterior, que representa 120 florines por cabeza frente a los 60 en Inglaterra (unas 3 libras) y 35 en Francia. Hacia 1779 el comercio con las Indias orientales supone 35 millones de florines, con las Occidentales 28 millones, y con Europa 200 millones. El comercio interior conoce también un gran desarrollo...


Similar Free PDFs