TEMA 10 Cambios Sociales PDF

Title TEMA 10 Cambios Sociales
Author Lola Gómez
Course Historia Moderna De España
Institution Universidad de Alicante
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TEMA 10. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX II.-TRANSFORMACIONES SOCIALES Y CULTURALES 1. Evolución demográfica 1.1. Siglo XIX ● El crecimiento de la población A lo largo del siglo XIX, la población española pasó de 10,5 millones en 1797 a 19 millones de habitantes en 1900. Las causas más importantes de este crecimiento fueron: - La desaparición de determinadas epidemias. - La mejora de la dieta. - La expansión de algunos cultivos como el maíz y la patata. Sin embargo, el crecimiento demográfico español fue uno de los más bajos del continente como resultado del mantenimiento, durante la mayor parte del siglo XIX, de los rasgos típicos del régimen demográfico antiguo: alta mortalidad y elevada natalidad. A partir de 1870 el comportamiento demográfico inició su transformación (transición demográfica), que se prolongó durante buena parte del siglo XX: disminución de la mortalidad, especialmente la catastrófica. La última epidemia de cólera se registró en 1885. El crecimiento de la población se produjo pese a la elevada emigración exterior que conoció un fuerte impulso a partir de 1880, cuando la mejora de los transportes navales facilitó el traslado de personas a otros continentes. Las regiones más afectadas fueron Galicia, Asturias, Canarias, Almería y Murcia, y los destinos mayoritarios resultaron ser los países hispanoamericanos (Argentina, México, Cuba, Brasil) y el Norte de África. Durante este siglo, siguiendo la tendencia iniciada el siglo anterior, continuó aumentando el peso demográfico de la periferia en detrimento de la España interior, que tuvo un aumento bastante limitado, excepto Madrid. ● Éxodo rural y crecimiento urbano A lo largo del siglo XIX, el proceso de urbanización español fue limitado, a consecuencia de la modesta transformación industrial y del atraso agrario, que obligaba a la mayor parte de la población a producir alimentos y a quedarse en el campo. Pero, a pesar de este predominio del mundo rural, el crecimiento de las ciudades fue constante, aunque lento, pues hubo un importante desplazamiento de población de las zonas rurales a las grandes ciudades . Madrid creció considerablemente como consecuencia de sus funciones políticas, administrativas y financieras. Barcelona creció también de forma destacada debido a la atracción que ejercía su industrialización.

2 Las ciudades vivieron enormes cambios tecnológicos y sociales: iluminación de calles con farolas de gas, estaciones de ferrocarril, construcción de redes de alcantarillado. Pero la transformación de mayor alcance fue, primero, el derribo de las antiguas murallas, que impedían su crecimiento, y luego, la construcción de ensanches o barrios de nueva planta, planificada según los criterios del nuevo urbanismo de la época.

1.2. Primer tercio del siglo XX Durante el primer tercio del siglo XX asistimos a un importante incremento de la población: de 19 a 23,5 millones en 1930. ● Se produjo el inicio de la transición demográfica: intenso descenso de la mortalidad y, posteriormente, de la natalidad. Aumento de la esperanza media de vida al nacer debido a las mejoras en las condiciones higiénicas y a la mejora en la dieta alimenticia. ● Aumento de la urbanización en detrimento de los núcleos rurales. El periodo de mayor crecimiento urbano fue entre el final de la 1ª Guerra Mundial y la depresión del 29, así, Madrid y Barcelona superaron el millón de habitantes en 1930 y ciudades como Bilbao, Sevilla, Zaragoza, Málaga y Valencia duplicaron su población entre 1900 y 1930. Debido al crecimiento industrial o minero, pequeñas ciudades se convirtieron en importantes centros de atracción de población: Baracaldo, Sestao, Mieres, Badalona, Sabadell, Terrassa. No obstante los habitantes residentes en núcleos de menos de 20.000 habitantes seguían siendo mayoritarios (casi el 70 % del total)  Acentuado dualismo entre el campo y la ciudad, origen de buen número de tensiones políticas y sociales. ● El aumento de la población sostenido, más las escasas oportunidades de empleo provocó una fuerte emigración, especialmente a América Latina. Las regiones con mayor saldo migratorio fueron Galicia, la cornisa cantábrica y Canarias, debido fundamentalmente a los bajos salarios y a la escasez de tierra cultivada. ● Asistimos también a una mejora en la cualificación educativa: en 1877, sólo un tercio de los españoles estaban alfabetizados, mientras que en 1930, éstos superaban el 70 %. Causa: mejora significativa de la atención, pública y privada a la enseñanza. Por contraste, se puede señalar que el analfabetismo estaba prácticamente erradicado en Inglaterra, Francia o Alemania desde 1900.

2. De la sociedad estamental a la sociedad de clases Las transformaciones de la economía española durante el siglo XIX, paralelas a la desaparición de las instituciones del Antiguo Régimen y a la consolidación del Estado liberal, condujeron al surgimiento de una nueva sociedad, cuya organización se basó en los principios económicos del liberalismo: - Propiedad privada. - Libertad para producir y comerciar. - Igualdad ante la ley. 2

3 De esta forma, la preponderancia de los estamentos de la antigua sociedad dio paso a una nueva estructura social dentro de la cual los propietarios (de la tierra o de las empresas) y los trabajadores (aquéllos que no poseían sino su capacidad de trabajo para alquilarla a cambio de un salario) se transformaron en las dos clases fundamentales. La propiedad se convirtió en un elemento diferenciador de posición social asociada a una mayor distinción y prestigio. ● La disolución de los estamentos privilegiados En España, los estamentos dejaron de existir con la configuración del Estado liberal en el siglo XIX, cuando las nuevas leyes impusieron la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, que ponía fin a los privilegios otorgados por el nacimiento o por la pertenencia al clero. En el nuevo sistema liberal todos los grupos sociales pagaban impuestos, eran juzgados por las mismas leyes y tribunales y gozaban, teóricamente, de iguales derechos políticos. De este modo, el conjunto de la población constituía una sola categoría jurídica, la de los ciudadanos, aunque el liberalismo censitario limitaba el derecho al sufragio y la participación política. Las diferencias sociales se establecieron en función de la riqueza y los ciudadanos quedaron definidos por su pertenencia a una determinada clase social, que venía condicionada por su nivel económico. -

La nobleza. La supresión de las leyes especiales que la beneficiaban comportó la pérdida de sus privilegios. Se anularon así sus derechos a no pagar impuestos, a extraer tributos de sus tierras y a ejercer como jueces en los pleitos de las tierras de señorío. A pesar de ello, la nobleza mantuvo su importancia social, económica e, incluso política, gracias al hecho de formar parte de la nueva clase dominante, al integrarse en el estrato alto de la nueva burguesía.

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El clero. El proceso de desamortización tuvo un gran efecto sobre el poder de la Iglesia. Con la pérdida del poder económico de la Iglesia, el clero disminuyó de manera considerable a mediados del siglo XIX. Pero a pesar de ello, la Iglesia católica mantuvo en España buena parte de su poder e influencia social. La jerarquía eclesiástica (arzobispos y obispos) siguió ejerciendo un gran influjo político y en el reinado de Isabel II su peso en la Corte fue notable, y sus más altos representantes formaban parte del Senado. Durante la Restauración, el aumento del número de clérigos y de órdenes religiosas fue considerable, especialmente de aquellos dedicados a la enseñanza.

● Una nueva organización de los grupos sociales En la España liberal del siglo XIX se constituyeron dos grandes grupos sociales: la burguesía, poseedora de alguna forma de riqueza urbana, industrial o agraria y el proletariado, integrado por aquellos que sólo poseían el salario que obtenían con su trabajo manual. -

La burguesía: dentro de ella podemos diferenciar varios grupos. a) La alta burguesía (la élite del dinero) constituida por la alta nobleza, convertida en gran propietaria agrícola, y por personas, no nobles, que se habían enriquecido (terratenientes, hombres de negocios, banqueros, industriales, grandes comerciantes…) 3

4 b) La mediana y pequeña burguesía urbana, que comprendía a empleados de la administración, funcionarios, comerciantes, profesiones liberales. Estos grupos constituían la llamada clase media, ya que formaban una franja intermedia entre los poderosos y los asalariados. Su riqueza era mucho menor que la de las clases dirigentes. Su expansión irá unida al desarrollo urbano (la mayoría reside en las ciudades) y al crecimiento de la Administración y de los servicios. Las clases medias compartían con los grupos poderosos el estilo de vida, aunque su menor capacidad económica les llevó a una forma de vida más privada y doméstica. Su escaso número, no más del 5% de la población, evidencia la polarización de la sociedad española en el siglo XIX y explica en parte la violencia que en las décadas siguientes tendrá la lucha social. -

Las clases populares: estaban formadas por los pequeños artesanos, el servicio doméstico, los empleados de comercio y, sobre todo, el nuevo proletariado, surgido del proceso de industrialización. Junto a ellos los campesinos pobres o sin tierras, los jornaleros. Las desigualdades de riqueza y las duras condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y de los campesinos dieron origen a nuevos movimientos sociales (obrerismo y sindicalismo) e ideologías políticas, que reclamaban mejoras salariales y laborales y denunciaban el capitalismo como un sistema social injusto.

3. Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España 3.1. El arranque del movimiento obrero El limitado proceso de industrialización español implicó que el número de obreros existente en España a mediados del siglo XIX fuese cuantitativamente menor que el de las sociedades más industrializadas de Europa. La mayoría de este proletariado industrial se hallaba en Cataluña, pionera de la industrialización española, aunque su presencia aumentó a medida que la industrialización se expandía a otras regiones (País Vasco, Asturias...). La existencia de dos millones de obreros agrícolas y las fuertes desigualdades en la propiedad de la tierra en zonas como Andalucía y Extremadura propiciaron el surgimiento de importantes agitaciones campesinas. El ludismo (destrucción de máquinas, incendios de fábricas) fue la primera expresión de rebeldía obrera contra la introducción de nuevas máquinas a las que responsabilizaban de la pérdida de puestos de trabajo y del descenso de los jornales. Ejemplos los tenemos en Alcoy y en la fábrica Bonaplata de Barcelona en 1835. ● Asociacionismo obrero e inicios del sindicalismo Los trabajadores van adquiriendo una conciencia de clase que les llevará a organizarse primero en asociaciones y luego en sindicatos. 4

5 Las primeras asociaciones con carácter sindical, nacieron en Cataluña. La decisión de los fabricantes textiles de alargar el tamaño de las piezas sin modificar su remuneración comportó el inicio de protestas obreras, ya que la medida suponía, de hecho, la reducción de los salarios. Para coordinar las acciones, se convocaron asambleas y se eligieron comisiones de representantes con el objetivo de negociar con los patronos. De este movimiento nació el primer sindicato de España, la Sociedad de Tejedores, fundada en Barcelona en 1840 bajo el amparo de la ley que permitía la fundación de asociaciones mutualistas y cooperativas. El sindicalismo conoció un gran desarrollo a lo largo de la década de los 40 a pesar de tener que afrontar la oposición de los empresarios, que negaban el derecho de los obreros a defender colectivamente sus reivindicaciones, y de las autoridades gubernativas, que respondieron con la prohibición de las asociaciones obreras. Estos primeros sindicatos eran federaciones que agrupaban a los trabajadores por oficios y, a semejanza del de tejedores, se crearon otros del mismo estilo (hiladores, impresores, blanqueadores, tintoreros, etc.). Estas organizaciones tenían una doble función: a) Reivindicativa para conseguir mejores condiciones laborales y salariales. b) Sociedades de Socorro Mutuo. Los trabajadores pagaban una cuota para sostener una caja de resistencia destinada a pagar el jornal en caso de enfermedad, despido o huelga. Estas primeras organizaciones se definieron como corporativas y apolíticas, aunque pronto se decantarían por el republicanismo federal que se convertiría en la base ideológica fundamental del asociacionismo obrero. El sindicalismo tuvo una vida discontinua: se expresan públicamente cuando los gobiernos son progresistas siendo ilegalizados y recluidos a la clandestinidad en la época de gobiernos moderados.

3.2. El bienio progresista: expansión del obrerismo Fue durante la crisis política de 1854 cuando tuvo lugar en Barcelona la primera huelga general de España. La introducción de unas nuevas máquinas hiladoras, las selfactinas, desató una huelga obrera con grandes manifestaciones y enfrentamientos con las fuerzas del orden. La represión de la huelga generó un movimiento de solidaridad en todas las empresas mientras algunos individuos asaltaron fábricas y destruyeron la maquinaria. La protesta fue de tal magnitud, que el Capitán General de Cataluña llegó a prohibir el uso de aquellas máquinas. Los patronos se negaron a cumplir la orden, pero se formó un comité paritario de patronos y obreros que llegó a un acuerdo sobre la base del aumento de los salarios. En los años del Bienio Progresista hubo muchas agitaciones sociales. El movimiento obrero inició entonces su expansión hacia otras zonas de España. La mayor tolerancia de los gobiernos progresistas con las asociaciones obreras y una desfavorable coyuntura económica que comportó la subida del precio de los alimentos estimuló las reivindicaciones obreras. De hecho, ya se habían producido conflictos de tipo laboral en diversas ciudades españolas: Granada (1839), Madrid (1842), Valencia (1843), pero adquirieron especial notoriedad la larga huelga sostenida 5

6 por las fábricas laneras de Béjar en 1856, la de los trabajadores de Alcoy de 1857 y también la huelga de los hiladores de Antequera del mismo año. Aunque quien las impulsaban eran organizaciones obreras con fórmulas un tanto alejadas del sindicalismo moderno y más próximas a las de las corporaciones gremiales, la experiencia obrera del Bienio marcó un hito en la historia del obrerismo español. Significó un salto cualitativo en la toma de conciencia del proletariado y marcó el inicio del sindicalismo de clase, a la vez que consolidó la huelga como el instrumento más eficaz de defensa de las reivindicaciones obreras. ● Las revueltas agrarias andaluzas La desigual distribución de la propiedad y la creciente proletarización del campesinado generaron la radicalización de los movimientos campesinos. Fue también a partir del Bienio Progresista, cuando la nueva desamortización (Madoz) hizo pasar la mayoría de las antiguas tierras comunales a manos privadas, ahogando toda esperanza de un reparto más beneficioso para los jornaleros, y cuando las insurrecciones agrarias se convirtieron en una constante en el campo andaluz. Los levantamientos campesinos tomaron generalmente la forma de ocupaciones ilegales de tierras y reparto de ellas entre los jornaleros, incendio de los registros de la propiedad y, a menudo, enfrentamientos con las fuerzas del orden público. En 1855 se levantó en Andalucía, Aragón y Castilla un fuerte movimiento de ocupación de tierras; en 1857, una revuelta atacó los pueblos de Utrera y El Arahal en Sevilla y entre 1861 y 1867 mantuvo en tensión la totalidad del campo andaluz. La falta de un verdadero respaldo político y el miedo a la radicalidad del movimiento, acabaron por hacerlo fracasar, pero el hambre de tierras continuó y los movimientos campesinos se prolongaron durante toda la centuria siguiente. 

Expansión de ideologías obreras durante el reinado de Isabel II

Como ocurría en Europa, intelectuales y algunos profesionales iniciaron una crítica a la sociedad industrial y capitalista ya que la consideraban injusta, defendiendo una sociedad caracterizada por su perfección y armonía: son los socialistas utópicos. Estaban en contra de la revolución violenta, e incluso de hacer huelgas y consideraban que el cambio se debía producir a través del ejemplo y la propaganda. -

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Estas ideas aquí se propagaron a partir de 1840 con varios centros de difusión: Cataluña: donde se difunden las ideas de Cabet (Icaria isla modélica donde existía una sociedad comunista, basada en la propiedad colectiva, sin clases sociales ni explotación). Su seguidor en España fue Monturiol, pero muy pronto se sintieron decepcionados cuando Cabet intento llevar su proyecto a la práctica y fracasó. Cádiz: Abreu (diputado del Trienio liberal) conocedor de las ideas de Fourier fue su propagador en España: el falansterio, edificio comunal. Madrid: Francisco Garrido difundió las ideas de Owen: la cooperativa, donde los trabajadores eran a la vez socios propietarios de la empresa, creyendo que podía ser la alternativa al capitalismo. Pero todas estas experiencias acabaron fracasando y fueron 6

7 arrinconadas estas ideologías, pues a partir del Sexenio, se difundirían nuevas ideologías (marxismo y anarquismo) que serían las que triunfarían entre la clase obrera.

3.3. El movimiento obrero español durante el Sexenio Ver Anexo “ Las grandes ideologías del movimiento obrero” La revolución de septiembre de 1868 abrió el periodo de democratización y reconocimiento de libertades. La nueva situación de tolerancia política permitió que las fuerzas obreras pudiesen salir de la clandestinidad y actuar públicamente, hecho que favoreció la expansión del movimiento obrero organizado. Llegaron a España las ideas socialistas y anarquistas a la vez que se formaron los primeros núcleos vinculados a la Primera Internacional (AIT) .Ver definición pág.187 y doc. pág. 188. En 1864 se había creado la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) que fue conocida en España, en 1868, a través de Giuseppe Fanelli, miembro de la AIT de tendencia anarquista y diputado napolitano enviado a España por Bakunin para crear los primeros núcleos de afiliados a la AIT. Los primeros afiliados pensaron que los principios anarquistas difundidos por Fanelli (supresión del Estado, colectivización y apoliticismo) eran los principios generales de la Internacional (AIT), y ello contribuyó a la expansión y arraigo de las ideas anarquistas entre el proletariado catalán y el campesinado andaluz Bajo su inspiración se crearon pequeños núcleos de internacionalistas en Madrid y Barcelona, llegando a celebrar un congreso en Barcelona en el que se decidió constituir la Federación Regional Española (FRE) de la AIT. (Doc. pág. 187) En este Congreso además se aprobó el recurso a la huelga como medio de acción y la necesidad de preparar al obrero para la revolución social. También se acordó, aunque con fuertes reticencias de los sectores más sindicalistas, el carácter apolítico del movimiento, recomendando a las asociaciones obreras que se abstuvieran de participar en agrupaciones cuyo objetivo fuese la transformación de la sociedad por medio de reformas políticas. La Federación Regional Española (FRE) creció de forma espectacular durante el Sexenio convirtiéndose en una de las secciones más numerosas de la AIT. En 1872 contaba con trece federaciones locales de sindicatos, en 1873 con 210 federaciones locales, pasando de 6.000 a 40.000 afiliados. Geográficamente tenía una fuerte implantación en Cataluña y en el campo andaluz. La FRE pronto vivió el debate que se había planteado en la AIT entre anarquistas y marxistas, pero mientras en la AIT dominó la corriente marxista, en la FRE dominó la tendencia anarquista, aunque se experimentó una fractura: - El anarquismo se impuso en las ciudades de la periferia, especialmente Barcelona Valencia, y en Andalucía. - Sólo en Madrid cogió fuerza el marxismo, donde en 1871 Paul Lafargue, yerno de Marx, difundió sus principios pero sus miembros serían expulsados de la FRE y constituye...


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